El sacerdote está ahí, preguntándome si acepto casarme con el hombre al que no amo... Miro al público y todos me dirigen una mirada de impaciencia, incluyendo la de mi "futuro esposo". Me mira amenazante y entonces comprendo que llevare una vida de maltratos, siendo infeliz por cumplir la tradición de otros mas no algo que quiero, pero se acabó, no permitiré que esto me sucede a mí, yo puedo cambiar el destino con un poco de suerte.
Miro al sacedorte y niego con la cabeza ante todas las miradas de sorpresa, aprovecho el momento de inestabilidad de los presentes y salgo corriendo en busca de quien podría ayudarme a ser feliz, el chico del diario, y con eso no me refiero a que el me hará feliz, porque ningún hombre tiene ese poder mas que uno mismo, la otra persona solo complementa nuestra felicidad, más no son todo el motivo.
Siento pisadas luego de un rato detrás de mi, volteo a ver sin dejar de correr y veo a mi padre, a mis tíos entre otros pero en lugar de rendirme sigo corriendo, aunque posiblemente me alcancen, no me importa, prefiero morir que vivir algo que no quiero, yo soy libre de elegir mi destino y nadie puede decir lo contrario...