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2. Amo a mi papá, pero odio al destino y los ascensores que no se ven

Dedicado a ALEXALA7ORRE

Martha

Cuando por fin logró recoger sus maletas, sus manos ya no estaban tan frías. Y es que cada que estaba cerca de tener un ataque de ansiedad, sus dedos comenzaban a ponerse fríos y pesados.

Aún así, los nervios seguían recorriendo su cuerpo ligeramente, esperando ansiosos por apoderarse de ella a la mínima muestra de debilidad.

-Bienvenida a Caeleb Forks, ¿a dónde tengo el placer de llevarla?

El taxista la miraba desde el espejo retrovisor, esperando su respuesta. A pesar de su nerviosismo había logrado conseguir un taxi con éxito y eso la había ayudado a aliviarse.

Ahora, sentada en el taxi, lejos de la multitud del aeropuerto, trato de tranquilizar su respiración y poner sus pensamientos en orden.

Esa maldita pesadilla otra vez. ¿Los que la vieron habrán pensado que estaba loca? ¿Qué estuvo apunto de decirle al chico? ¿"Yo creo que estoy traumada porque no puedo dormir bien desde hace meses"? ¿Qué le habría dicho él?

La simple idea de mantener una conversación sobre el tema y sobre cualquier otra cosa le causó escalofríos.

Cerró los ojos en un esfuerzo por calmarse. Al sentir su respiración mucho más calmada, buscó el MP3 en su bolsillo para ver las canciones que había descargado su padre y así poner su atención en otra cosa, pero no lo encontró.

-Señorita, ¿está bien?

No, no lo estoy.

Los latidos de su corazón eran irregulares al tiempo que las lágrimas se acumulaban en sus ojos. ¿Cómo había podido ser tan descuidada? Ese MP3 era lo más preciado que tenía su padre. Y ella lo había perdido a la primera.

La culpa y el pánico la invadieron. ¿Si vuelvo lo voy a encontrar? Pero, ¿qué voy a hacer? ¿Subir al avión y ponerme a buscar como una loca? Una risa cínica se escuchó en su mente ante tal idea.

Varios sentimientos se arremolinaban en su interior. Se sentía triste, ingenua y sobre todo, estúpida e inútil.

El taxista la seguía observando por el retrovisor, esperando su respuesta, sin saber bien qué hacer para ayudarla.

-Si, si. Perdón -dijo mientras se limpiaba las lágrimas. No podía derrumbarse y llorar en un taxi, necesitaba llegar al hotel-. Lléveme al hotel que se encuentra en la calle Woods, por favor.

-¿El Hotel Wonderland?

Martha asintió como pudo.

El taxista le echó un último vistazo para asegurarse de que ya estuviera mejor y puso el auto en marcha.

Al salir de manera apresurada no había tenido la oportunidad de mirar a su alrededor, y le pareció buena idea admirar las vistas para poder despejarse. A medida que avanzaban, los altos y grandes edificios se alzaban ante ellos.

Había pequeñas y grandes tiendas por las calles, la gente caminaba tranquila, apurada, e incluso ajetreada. Era la primera vez que salía de la pequeña ciudad en la que vivía y estaba impresionada por lo grande que era esta. Era como estar viendo esos fotomontajes de cambios de escena que ponían en las películas románticas.

Se dedicó a observar cada detalle tratando de olvidarse de la culpa que la acechaba. Sin poder evitarlo, se siguió carcomiendo la cabeza.

Si hubiera sido más cuidadosa y menos tonta, lo hubiera guardado bien y no se hubiera perdido.

¿Ahora qué dirá papá cuando se entere?

Sus pensamientos intrusivos se vieron interrumpidos por el sonido de su celular. Robert la estaba llamando. Su corazón empezó a latir más fuerte.

Dudó en si contestar o no. No sabía si sería capaz de responderle y hablarle con normalidad para no preocuparlo.

El celular aguardó, ahora en silencio, para después volver a sonar. No dejaría de hacerlo, Robert no estaría tranquilo hasta hablar con su hija. Y ella lo sabía. Ansiosa y con el corazón a mil, respondió la llamada.

-Hola, amor. ¿Cómo fue el vuelo? ¿Tuviste algún problema? Me asusté un poco cuando tardaste en responder, ya sé, soy un dramático pero...

Robert dejó de hablar de inmediato cuando escuchó los sollozos de Martha.

-¿Amor? ¿Pasó algo? ¿El imbécil te volvió a buscar? Porque si es así yo mismo iré y le romperé la ventana a su preciado auto.

Martha no pudo evitar reírse, a pesar de las lágrimas que inundaban sus ojos.

-No papá, tranquilo. Por favor no cometas una locura. No quiero tener que ir a visitarte a la cárcel.

-Yo tampoco quiero ir. ¿Te imaginas tener que vivir días, quizás meses, sin tu comida? ¡Me moriría!

Martha soltó una carcajada. Era increíble como su padre podía animarla y hacer que se sintiera mejor tan rápido. Dejó de reírse cuando recordó lo del MP3 y su padre lo notó.

-Entonces dime, ¿qué atormenta a esa cabecita tuya? ¿Son nervios por el show?

El miedo de que su papá se decepcionara de ella la inundó, y un nudo en su garganta no la dejó hablar. Si lo hacía, lloraría sin poder parar.

-Amor, sabes que puedes decirme lo que sea.

-Papá, yo...-dijo, con la voz entrecortada- perdí el MP3.

Esperó una respuesta de su padre pero no le llegó. Un silencio inundó el otro lado de la línea, haciendo que su corazón se estrujara de dolor.

-Lo siento, papá, de verdad lo lamento. Tuve otra pesadilla, y no es excusa, pero entré en pánico, salí rápido del avión y seguramente se me cayó al levantarme, o no lo sé, no me di cuenta. Perdón -el llanto acompañó sus palabras sin que pudiera evitarlo-. ¿Papá? Estás enojado, ¿verdad? Lo entiendo yo... soy una estúpida, debí tener más cuidado.

-No eres ninguna estúpida -dijo con voz dura-. Y si, estoy enojado. Pero porque crees que estoy decepcionado de ti por esto. Eres mi hija, puedes matar a alguien y yo te apoyaría. Me duele porque sabes lo importante que es ese MP3 pero fue un accidente. ¡Estabas teniendo un ataque de pánico, Martha! Tú eres mucho más importante para mí que un objeto.

-¡Pero era de tu papá! Es lo único que te quedaba de él y lo acabo de perder. Soy una inútil.

-Deja de decir esas cosas de ti, porque no es cierto. Amor, te adoro. Si te di ese MP3 fue porque sabía que lo necesitarías más que yo. La memoria de mi padre no depende de ningún objeto. Él vive en mi corazón, al igual que tú. Y mi amor hacia ti no se esfumara por algo tan pequeño -su voz era suave, reconfortante y a la vez contundente.

Martha siguió sollozando sin poder evitarlo. No podía creer que le hubiera tocado tener un padre tan increíble, alguien capaz de perdonarla sin pensarlo y amarla incondicionalmente.

-Amor, por favor, no llores.

El taxista seguía avanzando mientras miraba de reojo a Martha, por si se descompensaba o algo parecido. Ella lloraba mientras su padre la consolaba a través del celular.

-¿Sabías que pase por algo parecido? Quizás es de familia ser huérfano por uno de nuestros padres o quizás solo tenemos mala suerte -dijo Robert con voz divertida, tratando de hacerla reír-. Mi papá tenía un collar, se lo había dado mi abuela antes de morir, en él había una foto de ellos tres, juntos.

Martha escuchaba atenta el relato de su padres, mientras se secaba las lágrimas

-No se lo quitaba para nada. Hasta que llegó el día en que naciste. Me lo dió y me dijo: "Cada que sientas miedo, recuerda que estamos a tu lado. Ahora no seas cobarde y muévete que quiero conocer a mi nieta" -dijo haciendo su voz más grave para imitarlo-. Cómo estaba tan nervioso, lo perdí. Me asusté muchísimo. ¿Sabes qué hizo tu abuelo?

-No, ¿qué hizo? -Martha ya respiraba con normalidad y observaba los edificios a través de la ventana.

-Me jaló de las orejas y me gritó "¡Espabila, muchacho! ¡Tu hija está por nacer!" Todavía me duelen las orejas cada que me acuerdo -rió, contagiando a Martha- De ahí naciste, esa historia ya te la sabes y no la voy a volver a repetir porque si no voy a terminar llorando. La cuestión es que cuando te tuve entre mis brazos sentí una felicidad que no se compara con nada. Al caminar mientras te cargaba encontré el collar y decidí dártelo.

-¿Qué?

Martha estaba sorprendida. Acarició el dije del collar que había tenido desde que tenía memoria, no sabía que tenía una historia. Lo abrió y se encontró con la imagen de sus abuelos y de sus padres cargándola. Ver esas fotos siempre lograba calentar sus corazón y darle fuerzas.

-Si, le pregunte a tu abuelo antes de hacerlo y claro que estuvo de acuerdo. Eres lo más importante para mí, amor. Y nada ni nadie puede cambiar eso. No necesito ningun amuleto de la suerte cuando te tengo a ti.

Las lágrimas volvieron a acumularse en sus ojos, rojos por haber llorado tanto. El taxista al darse cuenta le ofreció un pañuelo y ella lo agradeció.

-Te amo mucho, papá. Yo...

-No te atrevas a decir que no me mereces otra vez, porque me da algo. Yo no te merezco a ti.

Siguieron hablando durante un buen rato, hasta que llegó el momento de despedirse. Se habían tardado un rato con la despedida, y esta vez el que lloró fue Robert. Al terminar la llamada, una increíble paz abrazaba a Martha. Seguía sintiéndose mal, pero ya no tan culpable.

Observó su celular cuando sonó, avisando la llegada de un mensaje.

El mejor padre del mundo ❤

Nunca olvides que te quiero.
Psdt. Pásame la receta de la salsa que no estoy soportando esta hambruna.

Él se había agregado así cuando vio que ella lo tenía solo como "papá", indignado lo cambió por algo, según él, más digno. Sonrió viendo el mensaje. Eran contadas las veces que había sonreído el último año, y estaba segura de que su padre era dueño de cada una de ellas.

Siguió observando los edificios y a las personas caminando, cada una en su mundo. Se imaginó a sí misma caminando por esas calles, con una sonrisa en el rostro o quizás estresada porque iba a llegar tarde para abrir su restaurante. Su restaurante. Parecía un sueño tan lejano e imposible...

Estuvo a punto de colocarse los auriculares otra vez, hasta que el conductor le habló.

-¿Qué la trae a nuestra gran ciudad?

-Yo, uhm...- no estaba segura de poder decir algo sobre el programa y agradeció internamente que no le preguntara sobre la escena que le había montado hace unos minutos-, estoy buscando algo.

No era del todo una mentira. Solo que no estaba muy segura de qué.

-Entonces vino a la ciudad indicada. Entre sus calles siempre se encuentra algo para cada uno de nosotros, es especial. De verdad espero que encuentre lo que busca.

-Gracias -dijo, dedicándole una sonrisa.

El señor le devolvió la sonrisa antes de estacionar. Habían llegado. Se bajó del taxi después de pagar, no sin antes agradecerle por ser tan comprensivo y agradable. Esperaba volver a encontrarse con él.

Durante unos minutos se quedó en silencio apreciando el gran edificio que se alzaba delante de ella, sorprendida. La fachada era impresionante, blanca y pulcra, grandes ventanales cubrían partes de las paredes junto con las grandes columnas de piedra. Era alto e imponente. Nunca se había imaginado llegar a alojarse en un lugar como ese.

Al entrar se dio cuenta que al igual que la puerta, los muebles de la recepción y la ropa de los botones y recepcionistas era de un verde caoba. La gente iba y venía mientras Martha miraba todo, asombrada.

Ensimismada, se acercó a donde se encontraba la recepcionista.

-Buenos días, vengo de parte de la A.T.S.

"A.T.S." era el nombre clave que les había dado la productora para referirse al programa. Era muy importante para ellos mantener todo en bajo perfil hasta anunciarlo por la televisión.

-Oh, claro que si, me puede decir su nombre por favor

-Claro, yo...

El sonido de muchas cosas cayendo al mismo tiempo se escuchó en toda la recepción, haciendo que todos miraran hacia donde se encontraba el causante de aquel estruendo.

Martha dirigió su mirada, al igual que todos, hacía el causante y su cuerpo se llenó de tensión.

Era el chico del avión.

No me puede estar pasando esto.

Rápidamente Martha le dio la espalda para que no la reconociera. No quería hablar sobre lo que había sucedido en el avión y le daba vergüenza verlo después de todo. No quería que la reconociera.

Le dio su nombre a la recepcionista de manera apresurada. La mujer le entregó la llave y empezó a llamar a un botones para que la ayudarán con sus maletas.

-No, no es necesario, yo puedo sola -dijo atropelladamente.

Y antes de que la recepcionista replicara, alzó sus cosas y avanzó hacia las escaleras, corriendo. Que no me haya visto, por favor, que no...

-Oye, chica de los auriculares, creo que se te ha olvidado algo en el avión.

Mierda.

Si, ya la había visto.

Martha consideró seriamente si realmente el MP3 era tan importante y si sería muy raro si fingía no haber escuchado. Acabas de entrar en crisis por perder ese MP3, ¡Claro que es importante!

-¿Vas a fingir que no me has escuchado? Cualquiera diría que estás escapando de mí.

Sin ninguna otra solución, se volteó y lo vio ahí, en el inicio de las escaleras, con el MP3 en una mano y una sonrisa pícara en los labios. Dos botones detrás de él veían todo como si estuvieran transmitiendo su telenovela favorita delante de ellos.

Martha los miró fijamente y ambos dejaron de cuchichear -probablemente sobre ellos-. El que no tenía ninguna maleta se acercó y recogió las suyas. El botones llamado Mark, por lo que había visto en su uniforme, se quedó ahí a su lado, esperando a que siguieran con la discusión.

Debieron de sentir la mirada penetrante de Martha o se dieron cuenta de que no hablarían hasta que se fueran, porque después de un suspiro se despidieron decepcionados y se excusaron con llevar las maletas a sus habitaciones.

Martha los estaba viendo marcharse cuando escuchó una risa detrás suyo.

-Pobres, los has puesto nerviosos.

¿En qué momento se había acercado tanto? Ahora se encontraban a tan solo unos escalones de distancia. Como Martha estaba arriba, tenía que agachar la cabeza para verlo.

-Habrías escapado más rápido si hubieras usado el ascensor.

¡¿Había un ascensor?!

Debió ver la sorpresa en el rostro de Martha porque inclinó su cabeza hacia el lugar donde se encontraba el dichoso ascensor, sonriendo.

-No estaba escapando.

Volvió a reír. Martha estaba empezando a frustrarse, ¿qué le parecía gracioso?

-¿Qué te parece gracioso?

El chico dejó de reír, el rubor tiñó sus mejillas.

-Nada. Bueno, se te cayó esto cuando huiste de mí en el avión...

-No estaba huyendo de nadie.

-Te gusta negar cosas, ¿no? -Su sonrisa se ensanchó, mientras negaba con la cabeza-. La cosa es que lo encontré y lo guardé, no pensé encontrarte aquí pero quizás es el destino.

Levantó la mirada mientras sonreía victorioso y le mostró el MP3, como si fuera un tesoro que había encontrado primero y hubiera ganado algo valioso que apreciar.

-No creo en el destino, pero gracias. Ahora si me disculpas...

Martha intentó quitarle el MP3 pero él fue más rápido y lo alejó de su alcance haciendo que ella se tropezara. Antes de que ambos cayeran por las escaleras, la agarró por la cintura, evitando su caída sobre él, dejando sus rostros muy cerca y la mano de ella sobre su pecho. Joder. Una carga eléctrica recorrió la zona en la que sus cuerpos se tocaban y eso la desconcertó.

-Yo...

-Tus ojos son muy bonitos, ¿alguna vez te han dicho que son del color del chocolate derretido?

La mirada de él no se despegaba de la suya mientras Martha intentaba no sonrojarse por el comentario, por la cercanía y por él. El chico la detallaba con un brillo en los ojos que la ponía nerviosa.

-Creo que deberías devolverme mi MP3.

De pronto, el chico fue consciente de la cercanía y soltó su cintura, nervioso, no sin antes asegurarse de que ya no se iba a caer.

-Claro, pero primero dime tu nombre.

-¿Perdona? Es mío, devuélvemelo.

Los labios del chico se curvaron en una sonrisa, otra vez.

-¿Cómo sé que son realmente tuyos si ni siquiera sé tú nombre? Aquí dice "para Martha", ¿cómo sé que tú eres Martha?

Martha, frustrada, esperó a ver cuál sería su siguiente movimiento, pero el chico se mantuvo quieto, atento, observándola. Su mirada en ella la hacía sentir nerviosa. Aprovechó el momento para observarlo también. Sus ojos, cafés, pero no como el chocolate, si no como las hojas que caen en otoño cuando son reflejadas por el sol. Sus labios dejaron escapar un suspiro y ella no pudo evitar mirarlos.

La piel de Martha hormigueaba y ella no sabía por qué. Él acercó su rostro un poco, queriendo verla más de cerca. Estaba concentrado, así que en un ágil movimiento Martha aprovechó y le quitó el MP3 de sus manos.

El chico parpadeó, sorprendido, saliendo de su ensoñación.

-Fue un placer volverte a ver, chico del libro.

Martha comenzó a subir las escaleras mientras él permanecía quieto, observándola.

Subió con paso apresurado, sintiendo ese pequeño hormigueo recorriendo su piel. Estaba asustada. No sabía de dónde había salido ese impulso de responder.

Sacudió la cabeza, alejando todo pensamiento sobre él. La última vez que se lo había permitido no había salido bien. No quería volver a repetirlo.

Cuando empecé a escribir esta historia, dudé mucho sobre el inicio. ¿No sería mejor empezar con una escena más dinámica? ¿Está bien mostrar su lado tan vulnerable desde el inicio?

Pero ese lado vulnerable es parte de Martha, lamentablemente para ella. Y no, su personaje no solo son sus problemas y ya. Ella tiene muchas capas y estoy ansiosa porque las vayan descubriendo.

Las quiero y les deseo un feliz año nuevo. ❤

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