~ 20 ~
Taehyung no podía entender por qué sentía tantas ganas de besar a Kim Seokjin. Ni siquiera podía considerarlos besos como tal, apenas si unían sus labios. Aún así, se sentía bien. Y quería más.
Se detuvo cuando recordó que seguían en la parte trasera del coche, con un testigo conduciendo al volante. Era incluso grosero pensar en sentarse sobre las piernas de Jin. Se obligó a apartarse y cuando su mirada cruzó con la de él, se sintió pequeño. El mayor sonrió pese a que entendió que ese momento impulsivo había finalizado. Ver el cambio en su mirada platinada hasta recobrar la misma dulzura de siempre fue alucinante.
Tae se retrajo hasta tomar lugar en su respectivo asiento, pensando que quizás Seokjin buscaría alguna forma de continuar con lo que habían iniciado, y para su decepción, no sucedió. En realidad, poco le importaba si había espectadores o no, pero Jin parecía ser diferente. Taehyung presionó los labios sin dejar de mirarlo. Curiosamente, el mayor parecía compartir ese estado intranquilo de querer devorarlo ahí mismo.
—Nunca supe cómo diste con éste lugar —habló, para que la tensión no durara el resto del viaje.
—Tengo mis fuentes —respondió el mayor.
—¿Fuentes?
—Se lo pregunté a Min Jae —admitió—. Fue amable en decírmelo.
—No sabía que ustedes hablaban —su comentario fue mucho más serio de lo que quiso.
—Algunas veces. Fue él quien dio con mi perfil. Parece un chico agradable.
—¿Te gusta? —El mayor soltó una risa bajita.
—Vas demasiado rápido, apenas lo conozco.
—Apenas me conoces y dijiste que yo te gusto —replicó, casi poniéndolo a prueba.
—Te equivocas. Te conozco más de lo que crees —Tae se humedeció los labios sin saber qué responder. Jin se acomodó un poco más cerca—. Es extraño que preguntes si me gusta cuando ustedes dos parecen ser muy cercanos, o es lo que entendí después que lo besaras delante de mí —cuestionó. Era gracioso cómo elevaba las cejas mientras usaba aquel tono de reproche.
—Uhm —de pronto se sentía avergonzado—. Eso fue mi culpa.
—Si por culpa te refieres a que tú lo iniciaste, lo sé. Pude verlo desde primera fila.
—Q-quiero decir, nosotros no estamos saliendo ni nada parecido —explicó, desviando la vista—. Min Jae es mi compañero, y un buen amigo.
—Min Jae, Jungkook... No lo tomes a mal, pero me gustaría saber si tienes la costumbre de besar a todos tus amigos. ¿Yo soy uno más?
Auch. Bien, que en el pasado tuviera un poco de intimidad con los dos chicos que Jin había nombrado, no significaba que fuera así todo el tiempo.
—No es ninguna costumbre —respondió, ofendido—. Si hablamos sobre costumbres yo podría preguntarte si acaso soy una más de tus conquistas universitarias. Creo que no es ningún secreto que te gusta tener compañía.
Toma eso. Ahora, el ofendido parecía ser él. Seokjin suspiró antes de enderezarse.
—Eso tampoco es una costumbre —inició—. No sé qué cosas hayan llegado a tus oídos, pero probablemente la mitad sean mentiras.
—¿La mitad?
—Nunca tuve gusto por hablar sobre mi vida privada, pero en el sexo siempre hay dos implicados, ¿sabes lo que eso significa?... —miró al menor de reojo—. Así es. Alguien más se encargó de esparcir comentarios a mis espaldas. Y ahora todos hablan del tema sin molestarse en disimularlo.
Sus ojos mieles se abrieron con asombro.
—¿Qué?...
—También es mi culpa, pero qué puedo decir —se encogió de hombros—. Nunca imaginé que la persona con la que me acosté fuera a hacerme algo así.
Taehyung tensó los músculos de su cuerpo, y apretó la mandíbula. Seokjin solía ser tema de conversación entre muchos de sus compañeros. Las personas solían referirse a él de forma despectiva, y aunque nunca participó de esas charlas, pudo oírlas. Así fue como, dejándose llevar, construyó una imagen sobre Jin. Una imagen que hoy estaba completamente invertida, y ahora entendía el por qué.
—¿Quién? —preguntó, sin poder contenerse. Sólo necesitaba un nombre, eso bastaba para encargarse de lo demás.
Seokjin negó con la cabeza.
—Quienes —corrigió—. Tengo la sospecha de que hubo varios implicados. Quizás fue un plan demasiado elaborado, o quizás porque la gente que no tiene qué hacer con su propia vida, disfruta entrometerse en la de los demás... —su mirada se quedó en el tapizado del suelo del coche, completamente apagada—. Como sea, no lograrán su objetivo.
Tae se sentía un poco confundido.
—¿Cuál objetivo?
El mayor le sonrió con resignación.
—Hacer que me avergüence y me sienta humillado.
—Jin... —se acercó un poco más, y finalmente sus rodillas rozaron una del mayor—. Quizás me equivoque, pero jamás te he visto desmentir lo que decían. ¿No te importa lo que digan?
—No. Entendí que la razón por la que se metían conmigo era simplemente por ser gay. Y porque me gustaba disfrutar de mi soltería. Salía con un chico diferente cada dos o tres semanas. No buscaba relaciones serias, pero como dije antes, tampoco pensé que estaría en boca de todos de la noche a la mañana... Por eso creo que quizás fue algo intencional. O puede que todo sea mi imaginación.
—Pero lo que hacen está mal.
—Eso no los detiene, pero tampoco me afecta demasiado... No hay nada de malo en vivir mi sexualidad con gusto, no me avergüenza ser gay. Si esperan que me oculte detrás de una máscara, están perdidos —declaró con seguridad.
—Entiendo eso, pero igualmente creo que deberías detenerlos. No pueden hablar de ti si tú no los dejas.
—Hablan sobre las veces que me ven con alguien nuevo, o sobre lo fuerte que muerdo las almohadas. ¿Qué debería decir?... ¿Negar que sucedió?, ¿sentir vergüenza porque tuve una noche de sexo increíble mientras la mitad de nuestros compañeros apenas si cogen?, ¿acaso es mi culpa?
—No se trata de eso, Jin. Lo que intento decir es que tu silencio sólo alimenta los rumores y los comentarios sobre ti.
—No me importa —sentenció—. Pueden decir e inventar cuantas cosas quieran, pero sólo yo sé lo que es cierto y lo que no. Y tengo mi consciencia tranquila porque nunca hice nada malo. Todo el escándalo se origina en que me acuesto con hombres. Si fuera heterosexual, probablemente escucharías comentarios diferentes por ser "un ganador" con las mujeres, y ellas estarían en el lugar en el que estoy yo ahora —bufó, negando con la cabeza—. Nuestra sociedad acepta que un hombre pueda acostarse con miles de mujeres sin recibir miradas de reprobación, pero si se trata de un hombre haciéndolo con otros hombres, automáticamente somos lo más bajo que existe. Y lo siento, pero no voy a sentirme una escoria cuando soy un ser humano como todos los demás. No voy a permitir que un montón de imbéciles puedan herirme.
Taehyung enmudeció. El mayor había dejado en claro su postura, y no encontró forma de replicarle. Una parte suya quería ponerse de pie ahí mismo, dentro del coche, y darle un aplauso eufórico. Y otra se sentía dolida por entender que había algo en lo que definitivamente nunca coincidirían: Seokjin escogía ignorar lo que las personas decían sobre él; y para Taehyung era importante mantener una buena imagen ante los demás.
"Buena" quizás era relativo. Sin embargo, la razón por la que casi nadie sabía que necesitaba trabajar era porque intentaba ocultarlo. No quería que los demás supieran acerca de su situación familiar. Tampoco quería pensar en lo vergonzoso que sería decir que trabajaba en un club nocturno, y admitir que había elegido la comodidad de venderse en lugar de buscar un oficio digno. Amaba pasar tiempo con Jungkook, pero pocas veces se permitía el contacto físico delante de otras personas, si lo hacía era porque acababa cediendo ante su aparente enamoramiento.
Sin decir palabra, desvió la vista al suelo y se apartó hasta mirar por la ventanilla, sosteniendo su rostro con su brazo sano.
Seokjin parecía estar a gusto con la persona que era. Taehyung no.
Seokjin podía vivir sin preocuparse por opiniones ajenas. Taehyung no.
Y no es que le molestara ser gay, o que lo negara. Pero jamás podría estar tan tranquilo sabiendo que muchos en el campus se la pasaban haciendo burlas o bromas sobre él. No lo soportaría. Se había sentido demasiado humillado dentro de la familia con la que tuvo que crecer como para aguantar comentarios de sus compañeros.
Podía decir que admiraba y envidiaba a Seokjin. Pero no le gustaba la idea de que permitiera que los demás hablaran pestes de su persona.
Jin esperó. Esperó, porque pensó que quizás Tae le diría algo de todo lo que probablemente estaba maquinando en su mente, pero no sucedió. En cambio, terminaron el viaje con un incómodo silencio de por medio. Probablemente se había adelantado al pensar que recibiría su apoyo.
Eso dolió un poco.
Aun así, estaba seguro de sus convicciones. Suga probablemente lo apoyaría de estar allí, pero no estaba, porque fue él quien lo mató. Jin todavía sentía el peso de todas sus acciones y todo lo vivido en la Realidad Alterna. Tenía cosas más importantes por las que preocuparse. Natalie, Namjoon, Mi Suk, sus padres, los médicos, el dinero que había gastado, el tratamiento de rehabilitación... Todo eso estaba en su mente ahora. Y desde luego, también Taehyung. El jovencito que viajaba a su lado mirando por la ventana también le importaba. Lamentablemente, no estaba dispuesto a sentir culpa por quien era, ni por sus acciones. No iba a cambiar sólo por opiniones ajenas.
—Hemos llegado —anunció el hombre mayor, apagando el vehículo.
—Gracias —Seokjin tomó su apoyo y fue el primero en salir. No pasó mucho hasta que vio que el menor se adelantaba en entrar al edificio.
Cuando Jin logró atravesar la puerta, alzó la vista divisando el elevador que estaba justo en frente, unos metros más allá. Taehyung ya estaba en el interior, su mirada miel lo observó durante algunos segundos, antes de que las puertas metálicas comenzaran a cerrarse.
Tae las detuvo y éstas volvieron a abrirse. Fue entonces cuando el mayor apresuró su paso para poder subir juntos.
El aire en aquel espacio estrecho se sentía terriblemente denso. El silencio tenía su propio peso, como si fuera el tercer sujeto en el elevador. Jin miraba al suelo, y Taehyung seguía los movimientos de las luces en los distintos números del tablero.
Fue el viaje en ascensor más largo del mundo. O así lo sintió Tae.
Ciertamente, Seokjin estaba lleno de virtudes. Tenía los pies sobre la tierra, se centraba en las cosas importantes dejando de lado las superficiales, luchaba por lo que quería, tenía coraje y determinación. Como extras: era guapo, inteligente y generoso. Y también tenía una espalda malditamente sexy, bajo la que quería gemir durante toda la noche.
Más allá de eso, Taehyung entendió que le costaba ver que existiesen hombres como Seokjin, que descuidaban su reputación aunque estuviera manchada por sus preferencias sexuales. Es decir, él había acabado en un burdel a merced de desconocidos con algo de dinero, pero de estar en los zapatos de Jin, no dudaría en dejarle en claro a todos que no permitiría que se burlaran de él.
Las burlas eran para los que se vendían como objetos, no para los que tenían la fortuna de vivir como querían.
"Ojalá pudiese estar en su lugar", pensó por un momento, apretando un puño. No había nada de malo en lo que hacía Jin. Lo malo era dejar que los demás le pisotearan.
En cambio él... Lo que Taehyung hacía sí estaba mal. Sí era digno de burlas, de conversaciones indiscretas sobre lo fuerte que gemía, o lo estirado o estrecho que estaba. Sobre las pequeñas imperfecciones de su piel, o su cuerpo. Cerró los ojos, negando con la cabeza. Había oído cosas como que las orejas de Jin eran desproporcionadas para su rostro. Que sus piernas eran demasiado delgaduchas y que sus movimientos eran torpes. Escuchó que su posición favorita era la de perrito, porque le encantaba gemir como puta mientras tiraban de su cabello. Que acababa con sólo masturbarlo y tener un dedo en su interior. Que se aburría con facilidad, pagando por sus acompañantes, y se creía la gran cosa cuando sólo era un estudiante con un poco más de ingresos que los demás. Que roncaba por las mañanas. Que nunca dejaba satisfechos a sus compañeros, y esa era la razón por la que salía con alguien diferente todas las semanas.
Mierda. Taehyung se tensó mientras las risas exageradas se reproducían en sus oídos y las expresiones de desagrado se filtraban como imágenes ante sus ojos. No dudaría en golpear al próximo imbécil que se atreviera a reír de Seokjin. La furia creció en su pecho y se expandió por todo su cuerpo. Estaba enojado, muy enojado.
—Tae... —lo llamó. El menor volteó a verlo, haciendo un esfuerzo por liberarse de todos esos pensamientos sobre cómo estrangular a sus compañeros. Jin lucía una expresión triste, mirando al suelo. Iba a disculparse, casi lo adivinó tras analizar sus ojos llorosos—. Sé que estamos en situaciones totalmente diferentes, lamento si dije algo que pudo incomodarte —comentó, con la vista baja.
Taehyung se acercó mirándolo fijamente, obligándolo a retroceder. Notó la confusión aflorando en los ojos grisáceos del mayor, y sin decir palabra alguna, su mano subió hasta sujetarle el cuello de su abrigo para tirar hasta unir sus labios en un beso tosco. Se abrió paso hacia su interior, buscando su lengua. Seokjin trastabilló hasta que su espalda dio contra la pared metálica del elevador, cerró los ojos y sintió que la determinación del menor le abría el pecho hacia un precipicio que acababa en las mariposas de su estómago. Percibió su lengua empujando, y lo tocó con la suya hasta que lograron sincronizar un mismo movimiento.
Por primera vez compartían un verdadero beso. Uno que Taehyung inició.
Jin estaba sorprendido, pero no iba a negar que deseaba aquello con todas sus fuerzas. Le tomó apenas algunos segundos encadenar los brazos a la cintura del menor. Consiguió estabilizar uno de sus pies, y lo atrajo más hacia su cuerpo para besarlo con todas las ganas que pudo reunir. Eso significaba que no estaba molesto, ¿correcto?
Taehyung sabía que había tenido un arrebato. Sin embargo el chico que sujetaba con ansiedad no se creía superior a nadie, no tenía un cuerpo desproporcionado, no usaba a las personas para satisfacer su egoísmo, y estaba comprobando que hacía los movimientos más acertados del mundo, aún si apenas eran con su boca. Estuvieron juntos más de una noche, y esa tontería de que roncaba era falsa, parecía un ángel cuando dormía. Su imaginación le permitía pensar que cualquiera que fuera a parar a su cama terminaría más que satisfecho, incluso deseaba verificarlo.
Las puertas se abrieron en cuanto llegaron a su piso, pero ni siquiera eso hizo que se apartaran. La luz del corredor los iluminó durante algunos segundos, y el sensor de movimiento volvió a apagarla. El silencio de los departamentos parecía potenciar los sonidos que hacían con sus labios. Húmedos, rápidos, acompasados por respiraciones erráticas.
—Mierda... —murmuró, sobrellevado. El menor fue el primero en tomar distancia, pero sin apartarse demasiado. Le acarició el mentón usando su nariz, y dejó que Jin posara las manos en sus caderas para tener estabilidad.
La luz azulada del amanecer entraba desde la ventana al final del pasillo y dejaba ver poco, pero lo suficiente como para reconocer que ambos deseaban más. Taehyung sentía que su cuerpo vibraba y su corazón latía al unísono con el de él. Recuperó el aliento mientras subía el rostro para mirarlo a los ojos. Y susurró contra su oído un fugaz "Cama", lo que creyó que podía interpretarse a la perfección.
Jin se afirmó en su pierna sana dando el primer paso fuera del ascensor. Tae cargó en su brazo la muleta y sujetó sus manos con fuerza. Una mirada bastó para que el mayor se sintiera reconfortado. Taehyung le ayudaría a caminar.
La luz se encendió y pudieron verse otra vez. Fueron despacio. Sin palabras de por medio pero sí algunas sonrisas y un chico encantador de ojos mieles, quien avanzaba de espaldas hacia el departamento. Cuando Jin lo alcanzaba poniendo un pie tras otro, él le daba un breve beso, antes de seguir retrocediendo. Era algo así como un pequeño incentivo hasta finalizar.
Lograron entrar sin ningún inconveniente, y una vez más a oscuras, Tae lo acorraló contra la puerta. Quiso ladear la cabeza a la izquierda, y el mayor se adelantó a su gesto acoplándose perfectamente a aquella unión, ocasionando que el de ojos mieles se apartara por la sorpresa. Con el rostro sonrojado y respirando por la boca, le lanzó una mirada inquisitiva. Un beso era como un baile coordinado entre dos, casi siempre alguien guiaba, pero era la primera vez que Taehyung sentía que alguien podía leerle la mente.
—¿Cómo supiste que yo iba a...? —Y Jin lo besó sin responder a su pregunta. Más seguro. Más ansioso. Más fuerte.
¿Cómo era posible si nunca antes se habían besado así?, ¿Por qué había tanta familiaridad entre sus cuerpos, si jamás estuvieron juntos antes?
—Mesa —susurró Seokjin.
—Donde sea —respondió volviendo a besarlo.
Había perdido la cuenta de cuántos besos llevaban. La cabeza le daba vueltas, y no sabía si era porque Seokjin lo estaba devorando sin inhibiciones, o porque todo se sentía estúpidamente correcto. Hacía cada vez más calor. Taehyung lamió, mordió, succionó, esos labios eran todo un deleite, por fin podía hacerles lo que quería, los tenía sólo para él. Todo estaba yendo demasiado rápido. Se apartó cuando se quedó sin aire, y vio claramente cómo un delgado hilo transparente lo unía a la boca de Jin. Ver sus pupilas dilatadas hizo que le temblaran las piernas.
—Esperé tanto por ésto —dijo Seokjin, quien lucía como si se hubiese liberado de las cadenas de autocontrol. Su pecho subía y bajaba, agitado. Uno de sus brazos le rodeó la cintura y volvió a acercarlo a su cuerpo. Taehyung se sorprendió por la seguridad con la que actuaba, convencido de que no lo apartaría ni opondría resistencia.
Se sentía tan bien.
Jin dejó que su abrigo cayera al suelo haciendo un simple movimiento de hombros, y le quitó el que traía por sobre la camisa oscura que usaba para el trabajo. Taehyung resignó su visión para entregarse a sus sentidos restantes. El mayor logró girar y cambiar posiciones. Ahora era él quien aprisionaba a Taehyung contra la puerta. Trasladó las manos por debajo de su ropa, su tacto fue cuidadoso pero firme. El de ojos mieles lo sintió primero abrazando su cintura, y luego tocando a la altura de sus costillas, como si quisiera comprobar que allí había carne, o músculos, o buscando algo que todavía no encontraba. Jin presionó las yemas contorneando su piel, y luego las llevó a su espalda, deslizándolas sumamente despacio.
Cuando se apretó contra su silueta un poco más, Tae gimió con sobresalto. De pronto algo se sintió extraño. Devolvió los movimientos de su boca, pero había perdido el ritmo. Seguía presionado sin demasiado espacio, comenzando a sentirse incómodo. Jadeó al sentir una leve punzada en su brazo herido. Jin apostó por más, y de pronto el menor sintió un bulto presionando contra el suyo. La señal de alarma se activó en su cabeza de forma instantánea, con una creciente sensación de terror. Se apartó de sus labios y lo sintió recorriéndole el cuello, pero de pronto le pareció invasivo. Ni siquiera notó cuando sus brazos comenzaron a temblar. Puso una mano contra el pecho del mayor, y ante su falta de respuesta inmediata, le dio un empujón con todas sus fuerzas tras sentirse acorralado.
Seokjin acabó retrocediendo con torpeza y tropezó, cayendo sentado al suelo. ¿Qué había ocurrido? Cuando alzó la vista, Taehyung lo miraba con los ojos cristalinos y una expresión de pánico. Entonces lo entendió.
Quiso abofetearse en ese preciso instante. Había cedido a sus impulsos frente al chico que regresaba a casa destrozado por su trabajo en un club nocturno. Por primera vez lo veía volver con más ánimo que de costumbre, y lo estropeaba por la calentura. Jin se odió.
—L-lo siento —se disculpó el menor, su voz temblaba al igual que sus manos.
—Perdóname. Soy un imbécil —en verdad se odiaba. Intentó ponerse de pie, y no lo consiguió.
Taehyung se apresuró a agacharse para ayudarlo.
—No —negó contrariado—, no fue tu culpa. Yo sólo... n-no sé por qué lo hice —pasó un brazo del mayor por sobre sus hombros y enseguida estuvieron nuevamente de pie.
En realidad, creía que lo sabía. La sensación de sentirse atrapado, la invasión de su piel... Todo era malditamente desagradable. Le alcanzó el apoyo para que pudiese sostenerse por su cuenta, y retrocedió, con la vista baja. Seokjin no había sido brusco ni violento. Seokjin no era el sujeto con el que se acostó la última vez. No era un cliente, eso lo sabía de sobra. Lo sabía, y aún así tuvo una reacción casi inmediata.
—Taehyung, en verdad lo lamento —lo oyó decir con arrepentimiento.
—No —insistió—. Yo quería que me besaras. Yo quería besarte. Quería que pasara. Fue mi culpa. Por favor no te molestes —pidió, con las lágrimas a punto de salir. Estaba peor de lo que alguna vez imaginó. No quería creer que una sola noche lo había marcado al punto de mostrarse como un animal asustado. No quería que Seokjin se sintiera arrepentido de algo que habían hecho por voluntad de ambos.
—¿Cómo podría molestarme? —extendió una mano para acercarlo a él y luego se retractó. Quizás no era momento para tocarlo, debía ser cuidadoso.
Taehyung apretó los labios mirándolo con tristeza. No quería que comenzara a rechazarlo por haber cometido un error. Avanzó tres pasos y estuvo otra vez contra su pecho, abrazándolo con fuerza.
—Lo siento.
—No estoy molesto, tranquilo —Seokjin quería abrazarlo también, pero todavía dudaba sobre si hacerlo sería lo correcto.
—No hiciste nada malo, el del problema soy yo.
—No tenemos por qué apresurarnos. Podemos tomarlo con calma... —finalmente lo sujetó, con suavidad—. Descuida.
Lo había empujado bruscamente sin ningún motivo. Sus problemas personales no tenían por qué afectar a Jin, Tae escondió el rostro en su pecho.
—¿De verdad no estás enfadado?
Seokjin se apartó para poner las manos en su rostro y mirarlo fijamente. Utilizó los pulgares para acariciarle en las mejillas. Por aquel momento fue como si todo lo demás no importara, solo él y el brillo intenso de sus ojos grisáceos.
—No lo estoy —aseguró. Y su voz fue tan dulce como clara. Taehyung dejó escapar el aire retenido en sus pulmones, permitiéndose relajarse después de varios minutos.
Jin posó los labios en su frente luego de comprobar que lucía más tranquilo. Pondría más cuidado de ahora en adelante para brindarle seguridad hasta que pudiese sentirse cómodo.
Taehyung inclinó la cabeza hacia arriba y pasó los brazos tras su cuello para poder besarlo en los labios. Prácticamente estaba colgado al cuerpo de Seokjin, sólo la punta de sus pies llegaba al suelo.
—¿Todavía podemos dormir juntos?
—Claro que podemos, tesoro.
♦♦♦
Aquel fue el domingo más relajado y dulce de toda su vida.
Solía usar los fines de semana para recuperar sueño, la vida nocturna era agotadora. Afuera caía una lluvia torrencial, el cielo estaba oscuro y el ambiente frío. Excusa perfecta para permanecer en la cama y hacer nada en toda la mañana.
Nada, excepto acurrucarse junto a él.
Taehyung todavía daba batalla usando uno de sus brazos. Su espalda estaba pegada a las sábanas, forcejeando contra Seokjin, quien estaba encima, intentando vencerlo. Para ser justos, el mayor también usaba sólo uno de sus brazos, el otro estaba afirmado contra el colchón para adquirir estabilidad. Quien perdiera, estaría a cargo del almuerzo. Jin debería elaborar pasta casera, y Tae compraría barbacoa en algún restaurante.
No eran los únicos con ánimos de jugar. Yoonie llevaba diez minutos corriendo por todo el pasillo ida y vuelta. Tenía sus momentos donde sólo quería dormir, y otros donde tenía ataques de locura y el sonido de sus patitas contra los mosaicos oscuros retumbaban por todo el departamento. Cada tanto, ambos oían ruidos fuertes, indicando que el gatito blanco había hecho algún desastre. Seokjin prefería esperar a que su momento lúdico culminara. Y para su sorpresa, acabó jugando con Taehyung en la cama, forcejeando en una pelea amistosa en medio de risas y algunas cosquillas.
Había mucho por hacer, y mucho por lo que preocuparse, pero no mientras estuvieran juntos.
Eso era totalmente nuevo en la vida de Tae, convivir con alguien las veinticuatro horas del día. Esta vez no lo ignoraban por completo en su propio hogar, sino lo contrario.
Jin lo volvía el centro de todo.
Era cierto que llevaban apenas dos semanas viviendo juntos, y todo el asunto de las caricias y los besos había iniciado solamente cuarenta y ocho horas atrás, pero todo se sentía natural.
Era curioso, porque de alguna forma ocurrió demasiado rápido: Seokjin tras él, luego firmando un contrato y después mudando sus cosas. Más tarde tomó lugar en su nueva habitación, y comenzó a darle uso a la cocina. Lo siguió. Nunca dejó de insistir. Tuvo determinación y coraje. Y finalmente, estaban donde estaban.
Jin tenía las manos cubiertas de harina mientras separaba los fideos. Con su habitual delantal de cocina, tarareaba en voz baja frente a su preparación. Taehyung llevaba un buen rato mirándolo en silencio apoyado contra el marco de la puerta de la cocina. Le maravillaba verlo cocinar, porque era una de las cosas que su hyung amaba hacer. Se detenía a analizar sus expresiones y sus movimientos. Quería dibujarlo pero sentía pudor porque Jin pudiese verlo. Nunca fue bueno, no quería decepcionarlo. Y ya era demasiado tarde como para espiarlo desde lejos, la comida se serviría antes de que pudiese terminar. Quizás en otra ocasión.
También comenzaba a fantasear con la idea de continuar lo de la mañana. De no haber actuado como un inepto probablemente seguiría entre las sábanas junto a él. ¿Qué demonios estaba mal con su cabeza?... Llevaban acumulada bastante tensión, y en realidad, quería acostarse con Jin. Era como si aquel deseo que nació una noche mientras estaba ebrio, hubiese crecido más y más. No le importaban los comentarios de terceros, no le importaba entender que se sentía como un adolescente hormonal otra vez. No importaban los traumas que podía arrastrar por su empleo, porque Seokjin seguramente continuaría sanándolo.
Desvió la vista al suelo un momento. No era justo que el mayor tuviese que soportarlo en sus momentos de crisis, suficiente había hecho ya. Tenía que enfrentar la situación por su cuenta, buscar un médico para examinarse, y después... Buscar ayuda psicológica.
♦♦♦
—¿Vas a salir? —sus ojitos claros lo miraron con sorpresa y confusión, obligando a Seokjin a mirarlo de vuelta.
—Sí. Pero volveré, tesoro.
—Creí que ibas a quedarte aquí durante todo el día —admitió, abultando los labios, "conmigo" acalló.
—Tengo que hacer esto ahora, Tae. Espero no tardar demasiado.
—¿Puedo ir contigo?
—Lo siento, pero no —Jin prefería enfrentar a Mi Suk a solas. La ex novia de Suga accedió a reunirse con él después de insistir bastante, Tae se sentiría incómodo en medio de ambos hablando sobre un chico fallecido al que no conoció.
Taehyung volvió a hacer un puchero. No le gustaba la idea de quedarse solo. No quería, ahora que por fin empezaba a disfrutar de la compañía de Seokjin. Tampoco estaba en posición de hacer reclamos o peticiones, ellos todavía eran... ¿Qué eran?
El mayor subió el cierre de su abrigo hasta el cuello, y terminó de acomodarse la ropa antes de voltear a verlo. Sólo entonces el menor notó que se había arreglado bastante.
—No pongas esa cara. No voy a abandonarte.
—Vas a ver a alguien, ¿cierto? —y aunque nunca fue su intención, sonó cargado de celos.
Jin se tensó visiblemente, todavía mirándolo.
—Sí. A una chica —aclaró. No quería mencionar a Mi Suk. Ni tampoco el asunto de Yoongi, no todavía, pero tampoco tenía deseos de crear un conflicto.
El menor soltó un pequeño suspiró. Jin le sonrió con ternura. Lo atrajo a él pasando los brazos por su cintura.
—Osito celosito —se burló, uniendo sus narices. Taehyung se sonrojó hasta las orejas.
—N-no estoy celoso —protestó—, y no soy un osito.
—Sí lo eres. Eres mi osito mimosito, y te adoro —plantó un corto beso en sus labios.
El menor lo dejó apartarse apenas unos segundos, antes de sujetarlo por el cuello de su abrigo y volver a estrellar sus bocas.
Seokjin gimió por la sorpresa pero no tardó en corresponderle. Taehyung parecía ansioso. Últimamente sus besos habían dejado de ser breves y suaves para transformarse en aquella explosiva combinación de rudeza y excitación.
Tae se apartó repentinamente.
—Quizás debas ir ahora...
—Tienes razón, se está haciendo tarde —aceptó Jin, sin soltarlo.
—Sí... —sus labios volvieron a rozar los del mayor, antes de fundirse en él una vez más.
Jin sentía el calor comenzando a acumularse en medio de sus cuerpos, especialmente en la zona abdominal baja. Estaban demasiado cerca, demasiado acelerados.
—Será mejor que me vaya —dijo respirando cerca de su nariz.
—Bien. Entonces... Buena suerte y, uhm... Te veré m-más tarde.
—Sí —y Seokjin luchaba con todas sus fuerzas para no ceder ante sus deseos carnales. Miró de reojo hasta la mesa junto a la entrada de la cocina. Sería glorioso hacerlo allí.
Y contra la encimera frente al refrigerador. Y en la ducha. Y en todas partes.
—Nos vemos después —reunió tanto autocontrol como pudo y se apartó del todo, saliendo por la puerta prácticamente huyendo.
Tae parpadeó hasta que tomó consciencia de que estaba solo. Cerró los ojos y caminó hasta dejarse caer en su sofá azul, su pecho todavía subía y bajaba agitado.
Mierda. Estaba excitado.
Los besos ya no bastaban, definitivamente no. Relamió sus labios mientras miraba al techo. Necesitaba tomar una ducha.
Se sentó cuando decidió ir por una toalla, y notó que Yoonie meneaba la cola echado en el sofá rojo. Sus ojos azules parecían juzgarlo.
—¿Qué? —hizo un gesto con la cabeza—. Sí, quiero acostarme con él. Voy a hacerlo en algún momento, así que acostúmbrate —lo regañó. El felino tenía esa expresión de odio que tienen los gatos cuando están de mal humor, con las orejas bajas—. ¿No crees que esté tomándolo en serio?, ¿Es eso?... Pues no me importa lo que pienses. Jin me gusta. Me gusta, ¿oíste? Y quiero esforzarme por darle lo que merece —lo miró fijamente—. Sí, suena cursi y bobo. Y acepto que es repentino, pero los de tu especie entran en celo y fornican en los techos sin siquiera conocerse, eso es muy bajo.
Yoonie soltó un sonido parecido a un gruñido.
—Acéptalo, pulgoso. Ya no eres el único en la vida de Seokjin —declaró con soberbia. Se puso de pie para ir a su habitación—. Te voy a demostrar que voy en serio con él.
El gato blanco estiró el lomo antes de saltar al sofá azul de Tae, donde clavó sus uñas y comenzó a afilarlas contra los almohadones.
—¡¡No!! —gritó Taehyung. Estuvo a punto de sujetarlo, pero el maldito se escabulló hacia el otro lado del recibidor. El de ojos mieles maldijo mientras veía su colita peludita menearse—. No me hagas odiarte, porque vas a pasarlo muy mal, estás advertido.
Y volteó para tomar su baño de una vez por todas. Si el pulgoso de cuatro patas quería guerra, la tendría.
♦♦♦
Mi Suk revolvía la cuchara en su café negro. Estaba en una de las últimas mesas de la cafetería donde debía reunirse con Seokjin. Tenía una falda negra hasta la rodilla, debajo, medias de nylon grises y unas botas de tacón bajo en los pies. Arriba, un sobretodo marrón dejaba ver una polera banca con cuello alto. Su cabello estaba prolijamente peinado hacia un lado, con un prendedor bastante sencillo de dos hebillas delgadas resguardando su flequillo.
Miraba distraída el humo emanando de su taza, con los codos sobre la mesa. Jin estaba retrasado.
—Lamento la tardanza —apareció sentándose en el asiento opuesto demasiado rápido.
Ella lo escudriñó con su mirada oscura sin mostrar la menor sorpresa. El mayor tragó saliva tras tener sus ojos recorriéndole el rostro.
—Pensé que no vendrías. Dos minutos más, y no me habrías encontrado aquí.
—Lo siento —volvió a disculparse—. Tuve un pequeño imprevisto —y por imprevisto se refería a una caliente sesión de besos con su compañero de piso en la entrada de su departamento, claro.
—Elegí este día por ser uno donde usualmente tengo más tiempo, pero creo que sabes que estamos en época de exámenes, y más tarde tengo que trabajar. Agradecería que habláramos rápido.
—Claro, comprendo... —se enderezó—. Bien, antes que todo, gracias por aceptar reunirte conmigo. Solo quería... —hizo una pausa, bajando la vista—. Después de lo que le sucedió a Yoongi hace algunas semanas... Fue duro para mí, imagino que fue mucho peor para ti.
—No pude ir a su funeral.
Seokjin volvió a mirarla, con cautela.
—Lo lamento.
—No tenía dinero suficiente como para viajar a Daegu por un día.
—También eres de Daegu, ¿no es así?
—Sí. Me mudé a Seúl para estudiar. Jamás volví.
—¿N-no?... —Jin no estaba seguro sobre si preguntar, pero finalmente lo hizo—, ¿Ni para ver a tu familia?
—La única razón por la que intentaría regresar es Yoongi, y ahora está muerto. Nada me ata a esa ciudad —respondió, con la vista en su café.
Hubo un pequeño silencio de por medio. Seokjin se removía incómodo en su lugar.
—¿Era tu amigo? —preguntó Mi Suk poco después.
—Sí.
—No te recuerdo —y finalmente volvió a mirarlo—. Yoon tenía pocos amigos, en realidad. Supongo que también creciste en Daegu.
—No. Siempre he vivido en Seúl —mintió. Él y toda su familia eran de Gwacheon, pero necesitaba coherencia si pensaba elaborar otra mentira.
—¿Y cómo se conocieron?
—Por mi hermano mayor, Je Neul. C-cuando estaba en secundaria entrenaba en el equipo de baloncesto. A-algunas veces viajaba porque participaba en torneos nacionales, y yo iba con él para alentarlo —explicó, mucho más nervioso teniendo los ojos oscuros de Mi Suk en su rostro—. Así fue como llegamos a Daegu y conocí a Yoongi.
Estaba arriesgando demasiado. Sabía que su guía era fanático del deporte, lo comprobó del mismo Yoongi y estaba escrito en su diario, sin embargo, no sabía con exactitud si Yoongi formaba parte de algún equipo dentro de su escuela o si sólo era por diversión; no sabía si disfrutaba mirando competencias; o si alguna vez compitió. No sabía casi nada, por lo que su mejor estrategia era poner en práctica lo que su guía le enseñó, y jugar con la improvisación de la información. Trataría de leer a su oyente, para decidir cómo continuar su engaño. Incluso así, Jin estaba entendiendo que le costaba mirar a Mi Suk por demasiado tiempo. Quizás porque se trataba de la persona que amó a su amigo y sin duda lo conocía mucho mejor que él.
—Yoongi nunca te mencionó, Seokjin —sus ojos se entrecerraron como si buscara en su memoria.
—Tropecé con él por accidente —continuó, riendo para liberar nervios y disfrazándolo como un recuerdo gracioso—. Y conversamos un momento... bastante largo —convivir catorce días era una cosa, y hablar cinco minutos, otra muy distinta.
—¿Yoongi hablando con un desconocido? —frunció el ceño.
Hora de cambiar de rumbo.
—Más bien, yo lo perseguí... Me llamó "idiota" y me dio un empujón para ir directo a los baños luego de que arrojara mi bebida en su camiseta por accidente.
—Eso suena más como el Yoongi que recuerdo —aceptó Mi Suk—. Llamarte idiota fue cortés de su parte.
—Lo sé, lo entendí después. Estaba furioso, pero luego aceptó mis disculpas. Tuve que invitarlo a las gradas en primera fila donde yo estaba, con eso pagué mi deuda —sonrió. Los rasgos de la chica frente a él se suavizaron también—. Después de eso, hablamos un poco y él saludó a mi hermano luego de que acabara el partido. Je Neul era Base y Yoongi habló con él sobre algunas cosas técnicas, parecía feliz.
—Es extraño —repitió ella, con una sonrisa confusa—. Nunca me habló de eso, y sabía que el baloncesto era una de las cosas que más amaba... —bajó la vista un momento, presionando los labios—. Quizás ocurrió mientras estuvimos peleados.
Jin no pudo contenerse.
—¿Peleaban seguido?
—¿Nunca te lo contó?
—No. Yo sabía que tenía novia, pero no mucho más. Seguimos hablando por Internet algún tiempo. Y volví a Daegu dos veces más, aunque en la última no nos encontramos.
—Me alegra que Yoon tuviera otro amigo. Siempre se reunía con ellos cuando nosotros nos distanciábamos. Tenía un carácter insoportable, y yo era igual. Discutíamos por tonterías, y días después éramos inseparables —suspiró con melancolía—. Tenía apenas catorce años cuando lo conocí. Yo era una niña. Una niña muy tonta. Él era mayor, pero también era un tonto. Dos niños tontos y enamorados... —comentó, perdiéndose nuevamente en su taza de café.
—Yoongi era tonto —aceptó—, y a veces malhumorado. Sarcástico casi todo el tiempo, burlón y también algo flojo.
—Especialmente flojo —rió ella—. Pero cuando tenía que hacer algo, no paraba hasta terminar.
—Así es. Se esforzaba como nadie, por mucho que le costara —Jin se contagió de la atmósfera gris que abrazaba esa conversación. En realidad, los recuerdos sobre su guía todavía quedaban en algún rincón muy apartado de su mente. Se ayudaba con los escritos de su diario para dar forma a un Min Yoongi que lo asistió como Reparador. Bajó la mirada un momento, volviendo a cuestionar si lo que había hecho era realmente lo correcto.
—Sabes cómo sucedió, ¿cierto?
Seokjin tragó saliva.
—Lo escuché.
—El señor Min no quiso iniciar acciones legales contra el hospital, pero sé que la señora Min lo habría hecho —musitó entre dientes. El castaño notó la tensión emanando de sus delgados brazos, apretando la taza que sostenía entre sus dedos—. Nunca pudieron explicarlo. Nunca —repitió con la furia contenida—. Dijeron que el respirador comenzó a fallar, y que murió de asfixia. Pero no pueden explicar la falla, no saben por qué ocurrió. Es ridículo. ¿Qué clase de hospital justifica la muerte de uno de sus pacientes con un comunicado tan misérrimo?
Fue casi inmediato. Jin sintió sus ojos llenarse de lágrimas. Algo en esas palabras desencadenó un recuerdo que transitó por su mente como un rayo. La imagen de los pasillos, su recorrido por las diferentes habitaciones dentro del sector de terapia intensiva, el cuarto de Yoongi. El aire comenzó a faltarle. Ingresó, lo vio recostado con su cabello oscuro largo hasta su cuello, y su bata médica en color blanco.
—Seokjin, ¿te sientes bien?
Su desesperación porque el reloj seguía corriendo. La vista que tuvo desde aquella ventana, mientras ideaba alguna forma de aprovechar la única interacción disponible que tenía.
—Hey, estás pálido —ella puso una mano en su brazo, con voz alarmada.
Recordaba el último vistazo que le dio, viéndolo lleno de cables y aparatos. El empujón fuerte que tiró al suelo los aparatos e hizo estallar las pantallas de vidrio, el cuerpo de Yoongi contrayéndose sobre la cama, el color de su piel volviéndose oscuro, el sonido continuo y agudo que emitió la máquina cuando dejó de moverse.
Su garganta se secó, el sudor corría por su frente y su espalda.
—Seokjin —lo llamó Mi Suk, poniéndose de pie.
Los enfermeros que entraron empujando la puerta. Las voces angustiadas que daban indicaciones firmes y claras, el sonido del desfibrilador cargado mientras intentaban reanimarlo... Seokjin pudo recordarlo todo.
Y luego lo único que llegó a sus ojos fue oscuridad.
♦♦♦
Despertó quejándose al sentir un fuerte dolor de cabeza. La característica luz blanca del cuarto de un hospital lo estremeció. Reunió impulso y consiguió sentarse con dificultad, aún un poco mareado.
Efectivamente, un hospital. Otra vez un maldito hospital.
—Hey... —Taehyung le sonrió levemente tras verlo consciente, con su precioso cabello chocolate y sus ojitos mieles.
—Tae... —lo llamó con voz un poco ronca.
—¿Cómo te sientes? —Jin tuvo el reflejo de ponerse de pie tras ver su rostro preocupado—. No, no —se levantó de su asiento haciendo un gesto con una mano—. Recuéstate ahora mismo.
—¿Cuánto tiempo llevo aquí?, ¿Qué hora es? —obedeció, pero seguía intranquilo.
—Son casi las diez. Por fortuna estabas con Mi Suk, ella me llamó en cuanto te desmayaste.
Seokjin soltó un suspiro mientras sujetaba su cabeza. ¿Qué había ocurrido? Ellos estaban hablando y luego, sin motivo alguno...
—¿No tienes que trabajar hoy? No deberías estar aquí.
—El coche del trabajo pasará por casa en una hora, descuida —explicó. Notó que Jin lo miraba con el ceño fruncido—, le diré al médico que despertaste. Lo último que nos dijo fue que estabas estable.
—¿"Nos dijo"?
—A tu chófer y a mí —respondió el menor, acercándose a la camilla.
—Sung Won Han, pero le llamamos Lev desde hace años —dijo, bajando la mirada un momento.
Si su chófer lo sabía, tarde o temprano lo sabría el equipo médico, y luego sus padres.
—El médico que te vio dijo que era necesario comentarle sobre este episodio a tus padres, hyung. Y debes hacerlo también con tus doctores.
Taehyung acababa de confirmarlo. Seokjin suspiró, asintiendo con la cabeza.
—Lo siento... No te dije que iba a reunirme con ella.
—No importa. Lo bueno es que no dudó en llamarme. Se fue hace un momento, estoy seguro de que volverán a reunirse, descuida.
Jin nunca reparó en lo angustiado que lucía, porque Taehyung se acercó a él tomándole el rostro amorosamente. Se sintió inundado por su mirada miel repleta de dulzura. Tenerlo tan cerca hizo que su corazón se acelerara.
—¿Te sientes mejor?
—Estoy un poco mareado, es todo —logró contestar, seguro de que se había sonrojado—. Quiero que regresemos a casa.
—Lo haremos, pero primero necesitas el alta del doctor —se inclinó hasta besarle en la frente—. Enseguida vuelvo.
Cuando Seokjin estuvo a solas, dejó escapar un suspiro cortito. Le molestaba la idea de caer desmayado sin razón aparente, pero le gustaba que Taehyung estuviera allí para asegurarse de que estaba fuera de peligro.
Poco después, estuvo caminando hacia la salida del establecimiento. Taehyung iba a su lado, siendo un soporte mucho más cómodo de lo que era su bastón. Lev los seguía silenciosamente desde atrás.
El señor mayor de uniforme se caracterizaba por ser silencioso y discreto, pero Jin sabía que su lealtad estaba con sus padres. Con Mi Hwa, especialmente, por lo que seguramente recibiría algún llamado de su madre en las próximas horas. Esperaba que fuese solo eso y no una visita sorpresa. Todavía no había comunicado lo de su última compra.
Lev no vivía demasiado lejos de donde lo hacían Jin y Taehyung. Sus empleadores cubrieron los gastos de una mudanza temporal en un piso moderno y acogedor, por lo que bastaba un llamado para tenerlo al frente del impecable coche oscuro. Por contrato, tenía que acompañarlo en todos los traslados que Jin decidiese hacer. Salvo, claro, cuando hacía cosas como salir junto a alguien que tuviese coche propio, como Hoseok. Seokjin le tenía un enorme aprecio, aunque sabía que no conseguiría nada pidiéndole guardar otro secreto. El hombre de cabello blanco se mostró bastante inconforme cuando su joven amo le pidió que no dijera palabra alguna sobre la compra del departamento.
La sensación de estar afirmado en el pecho de Taehyung en el trayecto de vuelta a casa llenaba su pecho, pero no pudo disfrutarla al cien por ciento. No después de notar que Lev los miraba por el retrovisor.
—¿Sucede algo?
—Es probable que alguien lo esté esperando en su domicilio, joven.
De pronto una molesta sensación se instaló en su estómago. No podría ser su madre, ¿cierto? Era demasiado pronto, apenas un par de horas desde que cayó en urgencias. Aunque Mi Hwa solía ser impulsiva... ¿Sería posible?
—Tienes miedo —adivinó Taehyung en un susurro, todavía sosteniéndolo con un brazo en su cintura y el otro cerca de su hombro. Jin hundió el rostro contra su pecho, apretando los labios—. Tranquilo, estoy aquí para ti. Todo estará bien.
¿Lo estaría? Seokjin volvió a abrazarlo con fuerza, cerrando los ojos.
Por todos los Dioses del Mundo, rogaba que sí. Había esperado demasiado como para que todo volviera a desmoronarse. Estaba con Taehyung una vez más, se había ganado su cariño una vez más, estaban viviendo juntos. Comenzaba a sanar físicamente, y su amado era libre de enfermedades crónicas. Podía parecer poco, pero para él era muchísimo. Muchísimo como para que sus padres o sus médicos decidieran estropearlo.
Bajó junto a Taehyung. Apenas sus zapatos tocaron la acera, un horrible presentimiento lo invadió.
Caminaron juntos luego de despedirse de Lev, entrando al edificio donde las puertas automáticas se abrieron en cuanto pisaron la pequeña alfombra rectangular de color gris. Casi al mismo tiempo, dos mujeres se pusieron de pie del pequeño juego de sofás en marfil que estaba frente al mostrador de recepción. Seokjin sintió que se le helaba la sangre.
Mi Hwa y Natalie los observaban con expresiones serias y muecas de disgusto.
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