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~ 12 ~

—Enseguida regreso —dijo Taehyung mientras se ponía de pie para dirigirse al baño. Sus sospechas parecían ser ciertas, a Hoseok le gustaba Seokjin.

Empujó la puerta del baño y soltó un suspiro. Las cosas iban a terminar mal, ese fue el pensamiento que llenó su mente. Se miró frente al espejo y tomó una decisión. Era evidente que Seokjin no había hablado del tema con Hobi, y él no era nadie para hacerlo, así que daría un paso al costado. Tampoco se sentiría cómodo preguntándole a su hyung pelirrojo qué pasaba por su cabeza al ver de aquella forma tan especial a Seokjin, así que intentaría evitar el tema. Frunció el entrecejo, frustrado. Estaba en medio, y todo acabaría por complicarse tarde o temprano.





—Lamento hacer que discutieran en el departamento —confesó Seokjin, bajando un poco la voz.

Hoseok levantó la vista hacia él mientras daba un sorbo a su bebida.

—Ah, eso. No te preocupes, Jinnie. Lo único que me molestó que fue decidiera mentirme.

—Yo realmente no tenía idea de que habías hablado con él, se la pasó casi todo el día encerrado en su cuarto. Le dije que hiciera reposo, y-

—Por eso, descuida, todo está bien ahora. Taehyung a veces hace ese tipo de cosas... Creí que lo habíamos superado, pero tenemos que trabajarlo —su vista bajó hacia la mesa con las cosas que tenían servidas, un tanto pensativo. Seokjin lo miró con insistencia, y entonces añadió—. Sabes, no lo hace apropósito. Realmente sé que sus verdaderas intenciones eran las de no preocuparme, todavía no consigo que sea completamente sincero.

—¿Qué quieres decir con que todavía no lo consigues? —preguntó preocupado.

El pelirrojo se inclinó hacia adelante, frente a Jin, bajando un poco más el tono de su voz.

—Taehyung es alguien que piensa y siente mucho más de lo que nos dice. No está acostumbrado a contar sus problemas, o sus inquietudes. Muchas veces nunca llego a enterarme si es que ha tenido algún inconveniente serio, porque no me lo cuenta. Se guarda todo para él. Todo. Y eso acabará por desbordarlo —explicó, un poco entristecido—. Siempre tuvo una relación difícil con sus familiares, y de alguna forma aprendió a arreglárselas solo —tomó aire y volteó hacia el ventanal que daba a la calle—. Esta vez no fue nada serio, pero ¿y si lo era?... ¿Y si nuestro próximo encuentro hubiese sido estando nuevamente en un hospital? —su mirada café se ensombreció—. Yo sólo necesito que sepa que puede contar con nosotros. Que pase lo que pase, estaremos a su lado.

Seokjin presionó los labios contagiándose de aquella angustia. Ahora entendía un poco más por qué aquella actitud tan distante. No sólo era un desconocido para él, sino que además Tae era una persona más bien reservada. Otra vez la imagen del muchachito rubio que se refugiaba en sus brazos manifestando cuanto pasase por su mente volvía a alejarse.

—Quiero saber más —dijo con seguridad, pero Hoseok se enderezó intentando lucir casual.

—En otro momento —musitó, justo antes de que Taehyung regresara con ellos a la mesa.

Ahora, la atmósfera se había transformado por completo.

♦♦♦

—Gracias por el desayuno, hyung —sonrió Tae, afirmando una mano contra el respaldo del asiento del conductor, ya que otra vez estaba en la parte trasera del coche.

—No hay problema, Taehyungie —contestó alegre—. Pasamos un buen rato, ¿no es así? —miró a Seokjin un instante.

—Sí —respondió el castaño, con una sonrisa—. Gracias por todo.

Hobi le sonrió de vuelta.

—Supongo que volveremos a vernos la semana entrante —dijo Taehyung, interrumpiendo aquel breve momento de complicidad entre ambos.

—¡Claro! No he olvidado lo de hoy. Tenemos una conversación pendiente, jovencito —Hoseok se giró a mirarlo por sobre un hombro, su tono un poco más seria. Tae abultó los labios, y el pelirrojo logró alcanzarlo para apretujar sus mejillas un momento—. Cuídate, pequeño —revolvió su cabello y logró devolverle la sonrisa.

Tae abrió su puerta, mirando a Seokjin por reflejo. Seguramente necesitaría ayuda con sus muletas.

—Uhm... Yo...

—Jin subirá en un momento —habló Hoseok, sin ser descortés pero tampoco dando lugar a objeciones, luego de interrumpir al castaño.

Taehyung intercambió una mirada rápida entre ambos.

—Seguro —salió de inmediato, y caminó hacia su edificio sin voltear.

"Si querían estar a solas no me hubieran invitado en primer lugar" bufó en su mente.





—Creo que se molestó —adivinó Seokjin.

—Me lo debe después de haberme mentido —dijo Hoseok, sin ninguna vacilación. Jin volteó a mirarlo. Parecía ser alguien estricto, después de todo—. En fin... —soltó un suspiro y estiró los brazos, desabrochándose el cinturón para estar un poco más cómodo—, podemos conversar tranquilamente ahora.

A Seokjin lo llenó de culpa tener que echar a Taehyung para poder saber algo más sobre su vida. Hubiese preferido mil veces oírlo todo de su propia boca, pero entendía que eso sería difícil, especialmente porque ellos aún ni siquiera eran amigos.

—De acuerdo... —volvió su vista al frente, observando el sol asomando por sobre los edificios más altos—. No te quitaré mucho tiempo, sólo... Quisiera saber cómo ayudarle.

—Lo has ayudado bastante ya —señaló con intención—. Compraste ese lugar para él.

—Para ambos —corrigió, su vista todavía fija hacia el frente—. Sí, pero eso no es suficiente. Lo he visto llegar de su trabajo echo un desastre —admitió, angustiado—, llorando, o desbordado. Y no sé qué hacer.

—Sabes en qué clase de lugar trabaja, ¿correcto? —preguntó Hoseok, un poco resignado.

—Sí, creo haberlo entendido —y su corazón se encogía ante la idea de Taehyung ofreciéndose para pasatiempo de alguien más— ¿Cómo fue que acabó allí?

—Por sus propios medios —suspiró—. Cuando lo conocí, ya trabajaba allí. No me gusta ese ambiente. No para él, pero no he podido convencerlo de renunciar, y aunque le he ofrecido mi ayuda económica, simplemente se niega. ¡Es tan terco! —bufó contrariado—. Pero sé que es una forma rápida de hacer dinero —hizo una pausa, suspirando— ¿Sabes que es lo peor? Que cuida su maldito puesto con mucho esfuerzo, eso lo sé perfectamente.

—Pero-

—Jin, puedes intentarlo... pero dudo que lo consigas. Han sido meses para mí, discutimos, nos distanciamos, incluso le di un golpe en una ocasión —admitió, sobándose un brazo—. Pero Taehyung no dejó, ni va a dejar ese trabajo. Sólo podemos apoyarlo desde cerca. O desde donde nos lo permita —negó con la cabeza.

Seokjin respiró hondo para calmarse. Obviamente Taehyung no lo escucharía tan fácilmente, y no quería arriesgarse a generar un desencuentro que pudiese distanciarlos. No todavía.

—¿Qué puede llevarlo a necesitar un empleo?, ¿Su familia lo sabe? —preguntó ahora, un poco más tranquilo.

—Taehyung no mantiene contacto con su familia, más que las transferencias de dinero que le hacen de forma mensual —explicó—. Ni siquiera se molestaron en venir a la ciudad cuando supieron que estaba hospitalizado —Jin volteó a mirarlo, horrorizado—. Lo sé, es duro. Pero parece que ha sido así desde que era un niño, él no se siente desprotegido o solo. En realidad, lo hace, pero no lo dirá en voz alta. Simplemente sabe que no cuenta con ellos, y no espera nada más que la reposición de su cuenta y la renovación mensual de su matrícula universitaria. Es todo.

—¿Desde que era un niño? —preguntó el mayor, todavía pasmado— ¿Por qué?

Hoseok desvió la vista —Disculpa, Jin hyung, pero algunas cosas son demasiado personales. Preferiría que se lo preguntes a él.

Seokjin sólo pudo sentir la angustia haciéndole una grieta más profunda en su pecho. Taehyung, siendo su novio, vivía agradecido con su familia, e incluso sintiéndose insuficiente. Tae habló con él sobre sus amorosos padres, y sobre sus adorados hermanitos. ¿Qué había ocurrido para que ahora las cosas fueran tan diferentes?

—Claro, entiendo —asintió enseguida. Tragó, pues las lágrimas ya se abarrotaban en sus ojos platinados—. Sólo dime... ¿Es tan terrible?

Hoseok se mantuvo en silencio, y de pronto el ambiente se puso demasiado frío, aunque seguían en el interior del coche.

♦♦♦

Taehyung guardó todos los apuntes en su cuarto, y luego comenzó a cambiarse. Una camisa clara con el llamativo estampado de un tigre en colores brillantes adornaba la espalda, y debajo lucía un pantalón ocre amplio. Sus queridos zapatos anaranjados asomaban en sus pies, y colgó de su oído un pendiente alargado, después de colocarse los accesorios en el labio y la ceja. Jungkook y él habían quedado en almorzar juntos, y estaba casi listo para marcharse.

Escuchó que la puerta principal era abierta, y supuso que sería su compañero.

Salió sin cuidado para ir hasta la cocina. Era hora de tomar su medicación, la que le había ayudado a salir de la cama. Vio a Yoonie recostado sobre el sofá rojo de Seokjin, y a él de pie en la entrada.

—¿Vas a salir? —le preguntó.

—Sí —contestó secamente, evitando mirarlo. Sirvió un vaso con agua y observó la píldora blanca en la palma de su mano, antes de ponerla en su boca.

Jin se detuvo en la puerta de la cocina, mirándolo con insistencia.

—Lamento hacer que discutieras con Hoseok esta mañana. Seré más cuidadoso de ahora en más —se disculpó. Taehyung bebió todo el líquido transparente y luego guardó el vaso en su lugar—. Y t-también... Quiero agradecer lo que preparaste para nosotros en el desayuno —añadió, rompiendo el silencio otra vez.

—No probaste ni un solo bocado, así que no me lo agradezcas —soltó, más hostil de lo que hubiese querido.

—Tienes razón, debí hacerlo.

—No importa ya —se acomodó la ropa sin ver al mayor ni por error. Pasó a su lado para ir hasta el perchero y descolgar uno de sus abrigos.

—Tae... —Jin lo llamó con la voz quebradiza, y sólo entonces decidió mirarlo.

No era de extrañar que Seokjin tuviese otra vez esa mirada de cachorro herido adornando sus ojos grisáceos si usaba aquel tono tan lastimoso para nombrarlo.

—¿Qué?

—Por favor, vuelve pronto.

—¿Necesitas algo? —preguntó, confundido ante aquel pedido.

El castaño mayor negó.

—S-simplemente quería compensarte con el almuerzo —intentó, aunque por alguna razón presentía que Taehyung tenía planes para las siguientes tres o cuatro horas.

—Almorzaré con Jungkook —le informó—. No me esperes.

No tenía que doler, pero dolía como el infierno.

Bajó la vista, y musitó un "está bien" apenas audible.

—Cuídate —pudo decir claramente, volviendo a mirarlo.

A veces, su expresión al borde del llanto conseguía que el menor le concediera su atención. Taehyung reemplazaba su semblante por uno de confusión, o de preocupación, quería pensar... Pero no esta vez. Sin responder, tomó las llaves y salió del departamento.

Y Seokjin se derrumbó justo después.

Yoonie volteó a verlo tras el sonido fuerte de las muletas contra el suelo y el cuerpo del castaño doblándose hasta quedar de rodillas sobre los mosaicos negros. Rompió en lágrimas vivas mientras se cubría el rostro.

Ahora lo sabía. Tuvo que rogarle, y finalmente Hoseok accedió a decírselo. Tae creció hasta los siete años con su madre biológica, una mujer adicta que tenía problemas con el alcohol y las drogas. Lo separaron de ella luego de que allanaran el lugar donde vivían, encontrando lo suficiente como para arrestarla. El pequeño Taehyung pasó a vivir en un orfanato durante algunos meses. No podían contactar con algún otro familiar, y no había noticias sobre su padre. Finalmente, acabó en un programa especial del gobierno, encargado de la reubicación de menores con casos parecidos. Y fue dado a un matrimonio de clase media, como quien traspasaba un animal de un establo a otro. Las familias del programa generalmente estaban compuestas por personas en la lista de espera de adopción. Mediante un sistema aleatorio, se seleccionaba un grupo que fuese competente para la crianza de un niño de sus características, y durante un año, era supervisado por el mismo programa. Tae pasó a vivir en una residencia con una familia de seis integrantes, nunca entendió por qué esas personas querrían otro hijo teniendo ya cuatro. No le tomó mucho tiempo entender que él no era el tipo de niño que ellos estaban esperando. No pudieron oponerse, sin embargo, y se encargaron de proveerle techo, alimento y educación. Hoseok mencionó una infancia difícil, y una adolescencia incluso peor.

Taehyung se habituó a ser casi invisible. Nunca forjó una relación integra con ningún miembro de su familia adoptiva. Era una pieza que no encajaba en el rompecabezas de esas personas. Se sentía sobrante, y sabía que no lo querían allí. Lo dijo en algunas sesiones que tuvo con un psicopedagogo, pero la respuesta hacia los demás adultos siempre era la misma "Hay que darle tiempo". Ser un niño y ser mudo no debían ser cosas tan distintas, pensó, pues no lo escuchaban. Desde pequeño aprendió a callarse. Si nadie iba a oír, ¿Para qué hablar?...

Sus padres lo decían todo el tiempo, que tenía comida, una cama, ropa, una escuela y un nuevo apellido, que él prefirió dejar atrás. Ellos no le negaban un lugar en la mesa, ni tampoco tuvo problemas por falta de cosas. Juguetes quizás, pero todo niño quiere tener tantos juguetes como sea posible. Si caía enfermo, un doctor iba a verlo, y luego le compraban medicinas. Si tenía dificultades en la escuela, un profesor iba a casa para ayudarle. Por eso él tenía que ser agradecido. Tenía mucho más que otros miles de niños tenían, y él sabía que era cierto, pues recordaba que mientras vivió con su madre apenas si podía ver un plato de comida a diario.

Ellos no lo golpearon, pero sí le gritaron hasta el cansancio, especialmente cuando fue un adolescente. Ellos sí eran estrictos y elegían su aspecto, sus pertenencias y su comportamiento. Ellos eran completamente diferentes a su madre. Su madre, que a menudo le daba abrazos, besos en la mejilla y caricias para dormir. Su madre, quien no se molestaba por si iba a clases, o si había comido en el día. Quien permanecía muchas horas dormida, y unas más fuera de casa. Quien habitualmente apestaba a alcohol y a humo de cigarro, y que casi todos los fines de semana recibía la visita de hombres diferentes. Su madre también lo golpeaba algunas veces. Y no se ocupaba ni se preocupaba por cómo lucía, o si enfermaba.

Lo único que compartían en común, era que ninguno lo escuchaba.

Aunque fue pequeño y nunca nadie le explicó su situación real, él podía comprenderlo. Que lo habían separado de su mamá porque decían que no era buena para él. Que de nada servía nombrarla cuando los niños del orfanato le preguntaban si tenía a alguien que cuidase de él. Los adultos le decían que lo mejor era escuchar, no interrumpir. Y que evitara hablar de ella delante de sus nuevos padres.

«Nuevos padres»

Tae no sabía que los padres podían ser reemplazados por unos que fueran mejores. Él hacía eso con algunos de sus juguetes, pero no sabía que aplicaba a las personas reales. Todavía recordaba el día en el que llegó a esa casa, de la mano de una trabajadora social. Tenía su mochila en la espalda, con sus pocas pertenencias, y en su otro brazo apretaba con fuerza a su osito de peluche. Lo único que le quedó de su madre.

Pasó el resto de ese día en silencio, y los demás no fueron demasiado diferentes. Usualmente miraba el suelo, se quedaba sentado en algún rincón lo más quieto posible, jugaba con sus manitos y siempre se estremecía al escuchar la voz de los dueños de casa. Ellos no lo tocaban. Sólo le indicaban por dónde ir, o lo llamaban con algún gesto. Pero sí lo miraban. Miradas silenciosas, que Tae aprendió a interpretar. Mayormente eran de disgusto. No se parecían en nada a las miradas que le daba su mamita antes de arroparlo para dormir. No quería ser un mal hijo. Y no quería que ellos decidieran reemplazarlo por uno mejor, porque entonces ¿A dónde iría? El orfanato no le gustaba. Los niños lo molestaban porque no se despegaba de su osito y no hablaba con los demás. Nunca se sintió parte de ellos, porque él si tenía una mamá. Y quiso creer que en algún momento volvería a buscarlo. Pero luego ese pensamiento fue desvaneciéndose a medida que transcurrían los meses. Al final, lo que tanto le repetían entre risas y juegos burlescos era cierto: Él tampoco tenía padres.

Cuando llegó a esa casa, tenía dos hermanos mayores. Un joven de dieciocho que estaba en su último año de secundaria, y una chica de once. Ellos parecían haber entendido las reglas del juego. Obedecían sin rechistar, eran buenos estudiantes, y por eso a veces los señores de la casa les daban abrazos o besos. Tae también tenía dos hermanitos menores, pero eran apenas bebés. La niña todavía era cargada por su madre, y el niño caminaba balanceándose torpemente, del brazo de su padre. Cuatro. Cuatro hermanos, y ninguno cercano a él.

Taehyung no podría decir que hicieron especial diferencia entre él y sus hermanos. A final de cuentas, todos tenían cama, comida, y también iban a la escuela. Los pequeños eran más propensos a meterse en problemas, pero nunca se culpaba a los mayores por eso. Del mismo modo, si alguno de los mayores hacia algo indebido, no se relacionaba con los cuatro restantes. Taehyung recibió un trato similar de parte de primos y tíos, con esas miradas curiosas que lo examinaban como para cerciorarse que era un individuo de la misma especie.

Su abuelo fue un caso excepcional. Tae solo conoció al padre de su padre, y era un hombre muy sonriente, desentonaba por completo con el resto de la familia. Él jugaba con todos sus nietos, y podía decirse que fue el primero en darle la bienvenida a la familia. Les contaba historias, los sentaba en su falda para hacerles cosquillas y nunca estaba ausente en los cumpleaños. Sus regalos eran los más grandes y pomposos. Un hombre enteramente dedicado a sus retoños. Taehyung sufrió mucho cuando falleció. Él tenía trece, y sintió su ausencia como una pérdida muy dolorosa, incluso más que para quienes estaban relacionados con él de forma sanguínea.

Taehyung sí recibía obsequios en navidad. Sí le daban regalos el día que se cumplía un año más desde su llegada a la casa, y nunca se olvidaban de dejarle su lugar en la mesa. Pero Taehyung nunca recibió consejos, una pregunta sobre cómo se sentía, o qué tan bien iba su día. Tampoco recibía caricias de ningún tipo, ni mucho menos cuidado especial si caía enfermo. Eso era diferente a cómo lo trataba su madre. Porque ella no le daba regalos, a veces ni siquiera comida, pero sí lo mecía en sus brazos. Sí le daba muchos besos en la mejilla y la frente, y sí iba a esperarlo a la salida de la escuela.

Decidió que iba a esforzarse por ser un buen hijo, para que no fueran a reemplazarlo. Para ver si podía conseguir alguna sonrisa de orgullo, o algún tipo de gesto afectuoso que le diera la certeza de que estaba haciendo las cosas bien. Y eso no llegó.

Su adolescencia fue caótica. Se reveló de todas las formas posibles, huyó de casa, lo arrestaron, y también estuvo internado. Era la vergüenza de la familia, la oveja negra descarriada que iba por mal camino. No encontraba su lugar. No sabía por qué motivo estaba vivo, o por qué había nacido. Tampoco tenía el coraje como para suicidarse, aunque lo intentó. De todas formas, se sentía bastante muerto para cuando tenía dieciséis.

Intentó localizar a su madre, pero no lo consiguió. También trató de buscar a su padre, pero fue inútil. Había crecido como un niño más bien callado y solitario, y lo describían como tímido e introvertido; pero en la adolescencia forjó un par de amistades que le permitieron hablar, y le demostraron que su opinión valía, porque alguien lo escucharía. Conservó algunas, descartó otras. Conoció más personas cuando estuvo en secundaria, y entonces tomó consciencia de que era una persona llena de resentimiento, y que tampoco tenía motivaciones o sueños de ser alguien en algún futuro.

En su hogar no le permitían hacer muchas cosas. No querían que saliera ni regresara tarde, no querían que usase determinadas prendas de ropa, y no tenía permiso para reunirse con sus amigos. No estaba bien que perdiera el tiempo haciendo garabatos en sus cuadernos, de nada le serviría dibujar, tenía que estudiar. No música, no videojuegos, no fiestas. Y mucho menos, muchachos.

Su primer novio fue una influencia positiva, por un tiempo al menos. Su segundo novio era su compañero de aventuras -a menudo ilegales- y el tercero le dijo que tenía que encontrar el modo de alejarse de su familia, pero sirviéndose del beneficio de tenerlos.

Taehyung decidió que su objetivo en la vida sería largarse de casa, pero para eso tenía que terminar sus estudios, elegir una carrera y mejorar su comportamiento. Y así lo hizo. Dejó un poco el vandalismo y las calles para centrarse en lo que quería. Discutía con sus padres, y a veces el señor de la casa lo golpeaba. Pero todo era soportable si conseguía marcharse.

Y ahora, con veintiún años, era lo que era. El melancólico y retraído jovencito que mucho después mostraba su lado dependiente, su necesidad de contención y cariño. Con el ingenio suficiente como para conseguir empleo, y la estupidez desbordante de elegir el ámbito menos adecuado para él. Con la amargura de sentirse nada y nadie, y con el carácter como para hacer crítica silenciosa a las muchas obras de arte que disfrutaba ver en los museos. Había aprendido cómo sobrevivir, cómo hacer uso de lo único que tenía a su favor, su aspecto, y cómo dejar de depender de los demás.

Taehyung lo tenía todo, y a la vez, nada.

Pasó años llorando hasta que entendió que eso no solucionaba ningún problema. Su mente se volvió el lugar donde podía proyectar todo lo que quería sin que nadie lo regañara, sin que lo juzgaran ni intentaran decidir por él. ¿Y qué proyectaba ahora? Sólo él lo sabía. Él, y sus constantes horas mirando hacia el cielo, pensando, recordando, o tal vez ideando alguna forma de escapar.

Seokjin se deshacía en llanto. Se suponía que Tae sería el mismo jovencito alegre que ahora tendría una espléndida salud, y que había vivido una infancia feliz. Que tenía miles de sueños y deseos de crecer. No que llegaba a casa llorando luego de haber tenido un día de trabajo difícil. Que estudiaba de manera forzada, y tenía que ingeniárselas para salir adelante por su propia cuenta.

Taehyung reía a carcajadas, bromeaba y le gustaba acurrucarse bajo las mantas. Cocinaba deliciosamente, y se preocupaba por los demás. Tae ponía su mejor esfuerzo en su carrera informática, y aunque le costaba, trabajaba dignamente sin descuidar su deber académico. Taehyung también pensó en rendirse, y luego renació de las cenizas para vivir, para ser feliz.

Jin lo decidió en ese mismo instante. Él había llegado a Taehyung en el momento preciso, tal y como sucedió en la Realidad Alterna. Y ellos volverían a estar juntos. Volverían a ser felices.

♦♦♦

—Hyung... —Jungkook trastabilló después de que el mayor lo abrazara con fuerza. Sólo entonces supo cuánto Taehyung necesitó de él.

—Hola, Kookie —sonrió, sin soltarlo—. Me da gusto verte.

El pelinegro lo abrazó de vuelta —A mí también, hyung.

Jungkook sabía que algo le había ocurrido, era bastante extraño que hubiera cambiado los planes anunciando su llegada, cuando la idea original era que él visitaría su departamento.





Ninguno era bueno en el arte culinario, así que al igual que siempre, ordenaron comida.

La mamá de Jungkook se había marchado temprano en la mañana. Sus visitas nunca eran demasiado largas, pero bastaban para verificar que todo estuviera en orden.

—¿Ella está bien?

—Tan espléndida como siempre —asintió el menor, una sonrisa pequeña adornó sus labios. Amaba con su vida a esa mujer.

—Me alegra oírlo —respondió mientras llevaba una porción de comida a su boca.

Jungkook lo imitó antes de mirarlo.
—¿Qué hay de ti? —ante el silencio del castaño, añadió— ¿Tú estás bien?

Taehyung bajó la vista hacia la comida —Sí.

—¿Sí?

Tanto tiempo tratando con el mismo chico huraño le había enseñado cómo llegar hasta él. Llegar, hasta hacer que dijera la verdad.

El mayor dejó los palillos a un lado, mientras su lengua humedecía sus labios por décima vez, claro signo de su nerviosismo.

—Yo, uhm... Tuve fiebre y bastante dolor —dijo mientras su vista permanecía en la mesa—. No ha sido un buen fin de semana.

—¿Estás tomando algo? —Tae afirmó con la cabeza en silencio— ¿Has tenido problemas en tu trabajo?

—No he vuelto, y... No quiero hacerlo en realidad. No sólo porque estoy enfermo, sino porque... Uhm, el viernes. Yo... M-más bien... Ellos, es decir, el club... —se interrumpió cuando sintió una mano del menor sobre la suya.

¿Por qué era tan difícil decírselo?

Porque se sentía como el ser más despreciable del mundo. Y estaba avergonzado también. ¿Qué iba a pensar de él?, ¿Lo regañaría? ¿O lo trataría con compasión?... Ni siquiera estaba seguro de merecerla.

—El club ahora funciona como un burdel. Y nosotros trabajamos pros-prostituyéndonos, además de hacer lo mismo de antes —soltó, con los ojos cerrados—. El viernes tuve mi primer cliente y él... Él me...

Jungkook se puso de pie para dejarse caer a su lado.
—¿Qué sucedió? —apretó su rostro, mirándolo con seriedad—. Taehyung —lo sacudió un poco—. Dímelo.

—Él pagó por mí, lo hizo, realmente pagó, así que no sería exactamente eso, ¿cierto? p-pero se sintió como una violación —dijo, volviendo a verlo—. Sentí que me estaba violando, Jungkook.

El menor le sostuvo la mirada, aunque empezaba a sentir sus ojos humedeciéndose.

—Tae...

—Era un trato, ¿entiendes?... Y p-por un poco de dinero, me utilizó a su antojo, y —se interrumpió, hipando—. Tiró demasiado fuerte de mi brazo roto, m-me golpeó, me ensució —sus ojos se llenaron de lágrimas que pronto se deslizaron por su mejilla—. Dolió. Dolió en todo mi cuerpo.

Jungkook lo acercó a su pecho y lo abrazó con fuerza, sobando su espalda.

—Lo siento, hyung. Siento tanto que hayas tenido que pasar por eso —lloró también—. Yo mejor que nadie sé lo horrible que es ser sometido por otra persona, y que te lastime de esa forma —aseguró, luego de recordar a su ex novio.

Tae encogió los brazos mientras se refugiaba en él.

—Tenía miedo de decírtelo —admitió.

—¿Por qué? —Jungkook se apartó despacio a mirarlo— ¿Creíste que iba a molestarme? —lo miró con sorpresa, mientras pasaba una mano por sus cabellos castaños—. Yo pasé por lo mismo.

—No, no es así —negó contrariado—. Tú no escogiste estar a merced del infeliz de tu ex. En cambio... —lo miró, sintiéndose humillado—. Yo me vendí por voluntad propia. Yo dejé- dejé que me arrastraran a ese cuarto sin oponer resistencia. Y no luché. No es lo mismo, Jungkook. No pedí auxilio a gritos sin que nadie me escuchara, lo que tú viviste fue un infierno. P-pero en mi caso, fui yo quien se incendió a sí mismo ¿comprendes?

—¿Por qué? —preguntó luego de presionar los labios con dolor.

—Por dinero. Porque trabajo con mi cuerpo, y no... No sé qué voy a hacer.

El pelinegro volvió a abrazarlo con fuerza.

—Vamos a encontrar una solución, Tae. Lo prometo.





Pasó cerca de una hora hasta que ambos pudieron calmarse. Taehyung podía comprender mejor lo doloroso que debió ser para Jungkook que su novio, la persona que en algún momento llegó a amar, fuera quien le hiciera esas cosas tan horribles. Al mayor le sirvió mucho descargar lo que sentía mediante palabras, y en su amigo encontró consuelo. Ciertamente, la experiencia había sido algo que prefería olvidar, pero tampoco estaba tan seguro de dejar el trabajo. Jungkook se mostró firme en su consejo de que lo abandonara, y que le explicara su situación a Seokjin, como dueño del departamento donde vivía. Taehyung no aceptó, pero sí llegó a considerarlo.

Terminaron de comer, y salieron a tomar aire. La residencia del menor quedaba cerca del campus universitario y también de un paseo de compras donde era común ver mucho movimiento. Salieron sin rumbo específico, y acabaron allí. Hacía tiempo que no se permitían salir a matar el tiempo como los buenos amigos que eran. Jungkook compró bocadillos dulces en un puesto ambulante, pequeñas confituras con relleno de chocolate, y los compartió con el mayor. Para cuando lo notaron, estaban comiendo mientras se daban ligeros empujones y reían.

—A ver, ¿cómo es eso de que Seokjin y tú se acostaron?

—No nos acostamos, tonto —lo golpeó despacio en el brazo—. Simplemente se toma la libertad de hacer ciertas cosas que... No lo sé, son extrañas.

—¿Hmm? —el menor saboreaba el chocolate— ¿Qué clase de cosas?

—No lo sé...—Taehyung se rascó tras la nuca—. Por ejemplo —y se acercó a su rostro de golpe, a centímetros de sus labios—, acercarse a mí a esta distancia. Abrazarme. También, se ofreció a llevarme a clases estos últimos días. Y más de una vez me ha llamado "tesoro"

Jungkook soltó una carcajada.
—¿Tesoro? —Taehyung se encogió de hombros con pena, ya estaba sonrojado— ¿No es un poco invasivo?

—Dímelo a mí —respondió el mayor, desviando la vista—. A-aunque bueno, también se toma la molestia de cocinar para mí. Es decir, para ambos, claro.

—¿Jin hyung cocina?

—Y lo hace espléndidamente, debo admitir —le contó, antes de tomar otro bocadillo—. Me pasé casi todo el día de ayer durmiendo, pero sé que estuvo vigilándome. Abrió la puerta de mi habitación intentando ser silencioso, y cundo verificaba que seguía recostado, cerraba con cuidado.

—Y eso lo sabes porque estabas despierto.

—Claro —señaló como si fuese obvio—. Entonces sé que realmente llegó a preocuparse por mí. A veces... A veces me observa con una mirada tan...

—¿Intimidante?, ¿Desconfiada?, ¿Psicópata?

—No, no —negó con la cabeza.

—¿Intensa?, ¿Dulce?, ¿Pasional?

—Sí, más bien algo intermedio, creo... Nunca me había ocurrido. Siento como si intentara decirme miles de cosas, pero simplemente permanece en silencio.

—¿Y da miedo?

—Un poco. Más que miedo es... Curiosidad. Me gustaría saber qué piensa en realidad.

—Que tú le gustas, ¿no es obvio?

—Sí, eso ya me lo dijo, Kook —puso los ojos en blanco.

—Bueno, supongo que es normal mirar con adoración a la persona que nos gusta, ¿correcto?... Así como es normal querer cuidar de ella —opinó—. No entiendo qué es lo extraño. Se está comportando como un buen compañero de piso, ¿o no?

—Sí, eso es cierto —bajó la vista, frunciendo el ceño—. Pero te digo que es extraño.

—Hyung, creo que te resulta extraño porque no estás acostumbrado a que alguien esté al pendiente de ti. No con esos detalles que mencionaste, como revisar que sigas vivo, que prepare la cena y te lleve a clases.

—P-pero Hoseok y tú-

—Nosotros te cuidamos también. Pero te conocemos hace tiempo, y Seokjin no.

—Eso es a lo que voy —se detuvo de repente—. Seokjin no me conoce. No sabe quién soy, pero eso no lo detiene, ¿me explico? —Jungkook se detuvo a mirarlo, sus mejillas rellenas con los dulces—, y eso es lo extraño. Me hace sentir incómodo, porque no quiero herirlo, pero tampoco sé cómo reaccionar, y últimamente incluso siento que- siento que me quedo petrificado.

—Hyung, cuando nos gusta alguien, el hecho de no conocer del todo a esa persona no nos impide tener aquel sentimiento. No conozco ni un poco a Jimin, pero no miento al decir que me gusta mucho —admitió—. Y con Seokjin debe ser exactamente lo mismo. No te conoce, pero tú le gustas —Taehyung lo observó en silencio—. Si no te sientes cómodo, díselo. Él lo entenderá y probablemente deje de hacerlo.

—Pero, p-pero yo-

—A no ser —interrumpió—, que te guste recibir toda esa atención —Jungkook le sostuvo la mirada, con intención—. Tae, los dos sabemos lo cursi y cariñoso que puedes llegar a ser, ¿me vas a decir que tener un plato de deliciosa comida en frente no te hace sentir bien?... ¿O de repente has decidido que ya no te gustan los abrazos?

Taehyung se sintió expuesto, su rostro estaba completamente enrojecido.

—Él no me gusta —se apresuró a afirmar—. M-más bien, me gusta lo que hace por mí.

Jungkook ladeó la cabeza un poco.

—Es una línea delgada, ¿sabes? —observó que el mayor se mostraba aturdido y él sonrió pasando un brazo por sobre sus hombros—. Relájate. No es nada malo.

—Pero no quiero que malinterprete las cosas.

—Taehyung, no es tan difícil. Si te sientes bien, déjalo estar. Y si te molesta, sólo díselo. ¿No eres tú quien siempre prefiere ser directo?, ¿Qué te está pasando?

El de ojos mieles se cubrió el rostro, avergonzado. 
—No lo sé, realmente no lo sé.

Jungkook se enterneció, dejando escapar una pequeña risita.

—De acuerdo, cambiemos de tema antes de que te dé algo —sonrió.

—¿No te molesta saberlo? —preguntó un poco después—. Que alguien más... Se haya fijado en mí —añadió, en un murmullo.

—No. Me gusta que seamos muchas personas las que comprendemos lo importante y valioso que eres —respondió el menor, dando el último bocado antes de descartar en un cesto el pequeño recipiente plástico donde llevaba los dulces con chocolate—. Mmm... —hizo un sonidito frunciendo los labios—. Aunque es cierto que me daría un poco de celos que te fijaras en alguien más. Pero quiero que seas feliz, y si es con tu persona especial, entonces no me molest— Jungkook dejó de hablar cuando Taehyung tomó su rostro suavemente para darle un beso en los labios.

Lento. Con sabor dulce.

—Me gustas —susurró en voz baja, con sus ojos claros fijos en los de él—. Mucho.

El pelinegro lo observó en silencio, sintiendo su corazón acelerarse levemente. Tragó con nerviosismo, y agachó la cabeza, presionando los labios un poco avergonzado.

Taehyung volvió a insistir, porque Taehyung siempre insistía, y tomó su mentón obligándolo a mirarlo. Y esta vez, fue Jungkook quien lo besó.





Jimin se detuvo atónito al reconocer a los chicos que estaban metros más adelante besándose en medio del tumulto de personas, como si no les importase en lo más mínimo.

—¿Jimin? —lo llamó Ami, sorprendida de que el rubio hubiese detenido su marcha.

—Perdona, dulzura —se disculpó en voz baja—. Tengo que hacer una llamada, ¿podrías disculparme un momento? Adelántate. Te alcanzaré enseguida.

La de gafas y cabello rizado asintió con una sonrisa. Jimin soltó su mano para besar su frente un breve instante, y luego se apartó de ella. Centró su atención en ellos una vez más, intentando cerciorarse de que no era una equivocación. Para ese momento, los dos caminaban de la mano como si nada hubiese ocurrido, inmersos en su propio mundo.

Jimin los siguió con la vista con la mayor discreción que pudo. Había demasiada gente, la suficiente como para poder pasar desapercibido si era cuidadoso. Miradas y sonrisas eran lo que más destacaba, además de sus manos enlazadas, claro, mientras avanzaban entre los distintos puestos. No había ninguna duda, eran Taehyung y Jungkook.

Suspiró con cierto fastidio, su mandíbula se tensó al pensar en las ocasiones en las que consoló a su amigo de ojos grisáceos, quién derramó lágrimas en el sofá de su departamento, hablando de lo mucho que le dolía la indiferencia de Taehyung. ¿Cómo no iba a serle indiferente, si salía con Jeon?

Buscó y marcó el número de Seokjin, esperando en la línea.

—Hey, hyung. ¿Cómo estás? —habló sonriente.

Jiminie, qué gusto escucharte. Todo está bien, ¿cómo estás tú? —preguntó, igual de amable que siempre.

—Todo en orden, sí —aseguró, volteándose a ver si todavía podía distinguir a la parejita caminando cerca—. Uhm, quería saber si podría visitarte pronto. No nos hemos visto desde el día previo a la mudanza —dijo con intención.

Jimin sabía perfectamente la situación delicada por la que atravesaba Seokjin con todo lo acontecido. Necesitaba visitarlo en su nuevo hogar, necesitaba asegurarse de que aquel sujeto tan despreciable no estaba maltratándolo a su antojo. Su resentimiento por Taehyung había crecido mucho desde que vio a su amigo sufrir por su culpa.

¡Es cierto! Todavía no conoces mi nuevo hogar, pero no necesitas invitación, tú siempre eres bienvenido —habló el mayor desde el otro lado.

—Genial. Entonces, ¿Qué tal el martes por la tarde? ¿Tus horarios te lo permiten?

Si es después de las siete, sí. Ami también puede venir si lo desea.

—Gracias hyung, se lo diré —no lo haría. No porque no quisiese pasar tiempo con su novia y su amigo, sino porque su cólera era demasiado desbordante como para involucrar a Ami en todo lo que ocurriría si llegaba a discutir con Taehyung cuando estuviera allí.

Perfecto, los estaré esperando a ambos el martes por la tarde —anunció, con buen ánimo.

—Nos veremos pronto entonces. Cuídate, Jin hyung. Compraré el café que tanto nos gusta, ¿te apetece?

¡Por supuesto que sí! —dijo con entusiasmo—. Hasta el martes, Jiminie.

—Hasta el martes —sonrió, antes de colgar.

Bien. Ya tenía forma de verificar que las cosas estuvieran bien. No permitiría que Taehyung se aprovechara de Seokjin, no después de que salvó su trasero de la calle. Ese ingrato tenía que aprender a comportarse de forma debida, y si no lo hacía por las buenas, lo haría por las malas.

Suspiró, intentando dispersar su enojo para regresar junto a su novia. Pudo reconocer el vestido rosa claro de Ami un poco más adelante, preguntándole a un vendedor por unas esencias aromáticas. Jimin trotó un poco hasta detenerse a su lado, y suavemente puso una mano en su espalda baja, anunciándole su regreso. Ella le obsequió una sonrisa encantada, con su precioso rostro de muñequita.





—¿Sucede algo, Jungkookie? —le preguntó después de notar que su amigo permanecía mirando un punto fijo hacia adelante. No tardó en imitarlo, y lo único que distinguió fue una chica de cabello rizado y oscuro, con un bonito vestido rosado de pie frente a uno de los puestos— ¿La conoces? —quiso saber.

—Uhm, algo así. No exactamente —se corrigió, devolviendo su atención a los demás puestos—. Es estudiante de medicina. La chica de intercambio.

—No sabía que teníamos estudiantes de intercambio en nuestra universidad —admitió Taehyung, intentando ver el rostro de la chica en cuestión.

Jungkook lo miró sonriéndole y luego negando con la cabeza.

—Te pierdes demasiadas cosas por no ir a clases.

—Tienes razón. Si las chicas de intercambio son así, entonces me estoy perdiendo de mucho.

El menor volteó a verlo.
—Es Shinazaki Ami. La novia de Jimin.

Estuvo seguro de escuchar un "glup" por parte de su amigo, quien luego pareció ponerse nervioso de repente, antes de sujetar su mano y seguirlo por el sendero. Sólo cuando ella estuvo de frente, pudo reconocerla.

—En serio, ¿qué le ven a Jimin ustedes dos? —protestó en voz baja.

♦♦♦

Taehyung llegó poco después de las cinco. Su paseo con Jungkook le permitió despejar la mente y tomar algo de aire para volver al departamento con un mejor ánimo.

Cerró, y dejó su abrigo colgado en el perchero mientras suspiraba. Escuchó unos pasos aproximándose al ritmo del característico sonido de las muletas, y apenas alcanzó a voltearse del todo cuando Jin estuvo frente a él.

No le dio tiempo a nada. El de ojos grisáceos soltó sus apoyos para abrazarlo con fuerza.

—¡Al fin volviste! —sonrió, acomodando el mentón sobre su cabellera oscura.

Taehyung estaba inmóvil, demasiado sorprendido como para alcanzar a decir algo.

—Eres la persona más increíble que conozco, Taehyung —dijo Seokjin, sin un atisbo de vacilación—. Eres fuerte, inteligente, valiente y también atractivo. Tienes una bondad infinita, y eres dueño de la sonrisa más bonita del mundo —ciñó sus brazos a su cintura—. Tu existencia es lo más precioso para mí. Quería que lo supieras —luego se distanció levemente, y sonrió con dulzura mientras una de sus manos acariciaba su mejilla—. Y amo la forma en la que te sonrojas.

Tae tragó, sus labios permanecían inmóviles y su mente estaba en cortocircuito. Sus ojos claros lo miraban con confusión, sentía que su rostro ardía. Estaba cerca, demasiado cerca. Las piernas le temblaban, y se preguntó por qué motivo su cuerpo no le respondía. ¿Qué era toda esa avalancha de halagos? ¿¡Qué era ese sonido aturdidor que llenaba su pecho!?

Jin exhibió una sonrisa más amplia, y sin dudarlo esparció besos pequeños por todo su rostro. La frente, las mejillas, la nariz, los párpados y también el mentón. Escuchó que Tae hacía un sonidito como el que hacen los bebés cuando se quejan, y volvió a repetir el recorrido, ahora en sentido inverso.

—Nunca olvides que eres importante para todas las personas que te queremos, ¿de acuerdo? —y sin más, se apartó.

Tae tuvo que poner peso nuevamente en sus piernas, o iba a terminar en el suelo. Se quedó mirándolo en silencio, todavía sintiendo un caos en su cuerpo.

Jin besó su propia mano, y luego sopló en dirección a él, otorgándole otra sonrisa brillante. Se agachó hasta tomar sus muletas, con dificultad, y luego desapareció por el corredor con total calma.

El timbre sonó en aquel preciso momento, Seokjin se detuvo justo antes de ingresar a su habitación, atento.

Taehyung reaccionó para volver en sí mismo. Era extraño. No esperaba a nadie. Abrió, sorprendiéndose al toparse con una mujer de traje que tenía un pequeño portafolio en mano.

—Hola —sonrió con gentileza—. Tú... Debes ser Taehyung, ¿correcto?

Jin sintió una punzada al reconocer esa voz.

—Sí, soy yo —contestó, afirmándose en la puerta, confundido.

—Es un placer. Al fin nos conocemos.

—¿"Al fin"?

El mayor pronto estuvo de pie frente a la entrada, con la respiración agitada. Tae volteó a verlo, notando su estado intranquilo.

—Hola, Jin —saludó ella, sin apartar la sonrisa. Sus ojos verdes se posaron en los suyos, tan animada como siempre.

—Hola, Natalie —respondió, antes de tragar con nerviosismo.























































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Gracias por darle tanto TANTO amor a esta secuela que apenas está iniciando, me encanta leer sus comentarios con sus reacciones y saber que les está gustando. ¡En verdad, Gracias!

Espero que tengan una buena semana♥♥ ♥ les envío mucho amorr

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