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~ 01 ~

Taehyung sentía que llevaba veintiún años viviendo como todos los demás querían que lo haga. Todos, menos él. Estudiaba Profesorado en Letras, profesión que escogió sólo para evitar que lo inscribieran en algo vinculado a leyes o economía. Su familia solía decidir por él en casi todo, pero desde que vivía en la ciudad tenía más libertad. Lo primero que hizo, fue deshacerse del cabello rubio y aburridamente lacio para sustituirlo por una melena alborotada de color gris. Perforó sus orejas, el borde superior de su ceja izquierda y su labio inferior del lado derecho. Llenó su guardarropa con camisas de colores brillantes y estampados de colores. Se rehusaba a seguir con el perfil bajo que su familia quería imponerle. Por fortuna, no estaban cerca para criticarlo. Podía ser él mismo mediante su apariencia.

Hubiera preferido estudiar cualquier cosa vinculada a las artes. Amaba pasearse por diferentes galerías, y sentía particular gusto por la fotografía y la pintura. Desafortunadamente, con aquella mentalidad tan cuadrada exhibida por quienes eran sus familiares de juzgar el arte como algo absurdo y tildarlo como una "pérdida de tiempo", sus opciones se vieron notablemente reducidas.

"Consíguete una profesión decente. Gánate la vida con honradez, y haz algo productivo de una vez por todas", recordaba haber escuchado del Señor de la casa, con su típica voz autoritaria, hablándole desde la entrada, mientras él se alejaba con una única maleta.

Él volteó a darle una última mirada cargada de ira. Por supuesto que haría algo productivo. Taehyung consideraba que sólo con poner un pie fuera de ese dominio tirano ya estaba haciendo un enorme progreso. Haría cualquier cosa con tal de no volver a caer en ese lugar donde había sido tan infeliz.

La ciudad lo recibió con un ritmo totalmente diferente, al que pronto se adaptó.

Desgraciadamente, la renta no podía correr por su cuenta. Estuvo viviendo los primeros meses en un departamento de un solo ambiente, y decidió que era demasiado pequeño e incómodo. Buscó empleo, pero no era demasiado común que los jóvenes estudiantes necesitaran trabajar, la mayoría podía vivir cómodamente siendo mantenidos por sus padres. En la ciudad y en el país, se valoraba la educación superior por sobre muchas otras cosas. Ser un mantenido era también el caso de Taehyung, pagaban su alquiler, su universidad, y le depositaban dinero de forma mensual para sustentar otros gastos. Pero él no quería seguir dependiendo de ellos, así que sin decirles nada, se las apañó.

Tras presentarse para ser recepcionista en un hotel, hasta para fregar los platos en un restaurante, decidió buscar en otros rubros tras recibir miradas poco amigables. Acabó consiguiendo empleo en un club nocturno, donde comenzó trapeando el suelo de los baños.

Con su sueldo consiguió mudarse a la zona que quería, la más lujosa de la ciudad, reemplazando el simple mono ambiente por un piso de tres habitaciones que consiguió a precio relativamente bajo por estar en reparación. Firmó un contrato donde mencionaban algo sobre una posible venta a futuro pero aceptó igualmente. Se dijo que si el lugar se vendía, se buscaría otro piso... Y no lo pensó más. Tras estar allí dos años, volvió aquel sitio su ansiado refugio. El que jamás pudo tener viviendo en su casa.

No era un estudiante dedicado. Él no quería ser profesor. Tampoco tenía forma de pagarse alguna universidad de arte, así que se forzó a continuar. Las mensualidades de la matrícula pasaban directamente de la cuenta de su familia a la de la universidad, por lo que no tenía forma de desviar esos fondos a donde él quisiera trasladarse. Eso lo tenía frustrado. Llegó a creer que sería tan sencillo como mudarse, pero no fue así.

Su rutina consistía en pretender que estudiaba, trabajar los fines de semana y ocasionalmente, hacer alguna actividad que realmente le gustara. Aunque no era popular en su Universidad, su aspecto destacaba por sobre el de los demás, por lo que todo estudiante del Campus podía identificarlo a simple vista.

Cuando conoció a quien más tarde sería su amigo, de alguna forma intentó mejorar su rendimiento académico. Era mucho más fácil estudiar en compañía y con ayuda de alguien más. Pronto, aquel jovencito pelinegro de ojos grandes y brillantes se volvió muy importante en su día a día. Desafortunadamente para Jeon Jungkook, su deseo de volver a Taehyung el estudiante destacado que sabía que podría llegar a ser, estaba opacado por el desinterés del mayor.

Un lunes como cualquier otro, Taehyung se preparó para asistir a clases. Llegó hasta la estación y abordó el tren, incluso descendió a un par de calles del campus, pero mientras miraba el cielo pensando en lo monótona y aburrida que era su vida, decidió que prefería pasar el resto del día en algún lugar que lograra gratificarlo. Cualquier cosa era mejor que ir a ese salón. Estaba con Jungkook, pero finalmente se separaron.

Volvió a la estación. Se mezcló en el tumulto de gente que se amontonó contra las puertas en una de las estaciones céntricas. Abandonó el tren cuando la tarde estaba apenas comenzando.

Taehyung estaba acostumbrado a pasar la mayoría de su tiempo a solas. Tenía un lado bastante reflexivo que le hacía cuestionarse su suerte y sus objetivos. Y mientras caminaba mirando vidrieras con prendas que le fascinaban pero no podía pagar, tomó consciencia de lo triste que era su presente.

Trabajaba haciendo algo que no le gustaba, para poder juntar su sueldo con el dinero que le enviaban desde casa, y así poder pagar el lugar en el que vivía. Para su desgracia eso no le dejaba un margen muy amplio para otras cosas. Había elegido una zona bastante cara, pero al menos, estaba en donde quería. Y tranquilo. Sin nadie cuestionando sus acciones o decisiones, sin nadie apresurándolo por cumplir sus obligaciones, sin nadie quejándose de él.

Porque más allá de vivir en la inmensa ciudad, con la suerte de tener su propio espacio... Taehyung no tenía nada más. Tenía un sueño, el que todavía consideraba infantil, de algún día intentar estudiar algo que realmente le gustara. Estaba completamente seguro de que su lugar era en alguna rama artística. Actuación, cine, baile, canto, pintura, escultura, fotografía, música, video... Había tanto que podía probar hasta llegar a aquello que le apasionara. Pero, ¿Cuándo?, ¿Cómo?

Llevaría el título a su casa, para demostrarles a todos los que alguna vez juzgaron su capacidad, que él podía hacerlo. ¿Y luego qué?... ¿Preparar currículum y presentarse en diferentes escuelas?, ¿Trabajar para poder pagarse su nueva Universidad, empezando una nueva carrera?

Pateó el suelo, frustrado. La gente rica era la única que podía hacer lo que quería. El mundo tenía un puñado de pocos afortunados que conseguían hacer lo que realmente deseaban.

Y él no formaba parte de ese grupo.

Tenía veintiún años, y se sentía un fracasado. Un amargado que no podía ni siquiera disfrutar de no tener que continuar viviendo en su casa.

Quizás solamente debía concentrarse en finalizar su maldita carrera, y luego conseguir algo a tiempo parcial para poder sustentarse. Era evidente que continuaría arreglándoselas solo. Nadie lo ayudaría.

Miró hacia un cartel luminoso gigantesco, que estaba en la cima de un edificio, con un eslogan bastante oportuno "Todo va a mejorar"

Seguramente así sería. ¿Y qué si ingresaba siendo un viejo de sesenta años a la escuela de arte?... Los mejores directores de cine eran hombres mayores que tenían barba y usaban anteojos. Él los usaría también.

Una sonrisa leve se formó en sus labios, y levantó la vista hacia su alrededor, por primera vez en la hora que llevaba deambulando. Solamente él forjaría su destino. Era un lienzo en blanco que seguramente se llenaría de oportunidades. Sólo debía ser paciente.

Con esa nueva perspectiva en mente, consiguió sentirse mejor para disfrutar su pequeño paseo a solas.

Cuando el sol comenzó a esconderse, decidió que regresaría a casa a ponerse al día con las estúpidas monografías que debía entregar. Tomó el tren. Abordó la misma línea, que ahora haría el recorrido inverso pasando por la universidad para luego llegar hasta la zona en donde estaba su departamento. Pero Taehyung jamás imaginó que ese día no volvería a casa.

El tren en el que viajaba se accidentó, y él acabó entre los miles de heridos que fueron trasladados a urgencias tras ser asistido por un equipo de rescate.

Fue un día fatídico para la ciudad. La noticia se esparció por el país y también estuvo entre los titulares de los principales periódicos mundiales. El saldo de heridos y fallecidos aumentaba a medida que los rescatistas hacían su trabajo, labor que les ocupó gran parte del martes.

Se declararon tres días no laborables. Comenzaron los problemas sociales, protestas, marchas y denuncias para buscar la causa por la que había ocurrido. Los políticos apenas podían contener a la masa de ciudadanos que pedía una explicación, y a los familiares que reclamaban ayuda del gobierno para la salud de los afectados. Diferentes grupos empezaron a formular teorías sobre atentados, los periodistas se mostraban inconformes con la tardanza en emitir algún comunicado oficial. Los hospitales principales rebalsaban de gente. La primera semana el caos se sintió por todas partes.

Diez días más tarde, Taehyung estaba de nuevo en su departamento. El accidente le dejó fracturas en el brazo derecho, un hombro dislocado y severas contusiones en la espalda y la cabeza.

Pudo salir caminando por su cuenta, con un yeso y diversas vendas. Recibió una llamada por parte de su familia. Tras comentar brevemente sobre sus lesiones, explicando que afortunadamente estaba bien, no volvieron a contactarse con él. Tae notó, en cambio, que su depósito mensual se había incrementado un poco, y lo asoció a la cobertura de los gastos médicos que tendría de ahora en más.

Tenía más de un mes de rehabilitación, y se encerró en su departamento, sin poder ir a clases ni a su trabajo.

Jungkook pasó mucho más tiempo con él. El pelinegro prácticamente se instaló en el hogar de su amigo, para cuidar de él durante la primera semana. Más tarde un amigo al que últimamente frecuentaba poco, se sumó a sus visitas diarias.

Aquellos chicos realmente se preocupaban por él. Compartieron tardes enteras haciéndole compañía. Pero ni así Taehyung podía dejar de sentirse triste. De alguna forma, terminó más afectado de lo que hubiese querido.

Quizás porque en su estadía en el hospital, lo hirió ver que los pacientes en las camas laterales recibían a sus familiares cuando se abría el horario de visita, y él estaba solo. Quizás porque recordaba la sangre y los gritos mientras alguien ponía una luz blanca en sus ojos, preguntándole si estaba consciente. O quizás, porque no dejaba de tener pesadillas. A menudo, despertaba sudando en frío y jadeando, mientras su amigo encendía la luz e intentaba calmarlo.

Habían transcurrido casi treinta días desde el accidente, y Taehyung seguía viendo las mismas abrumadoras imágenes de cuerpos sin vida apilados unos sobre otros. Y lloraba, como si fuese un niño otra vez. Con dolor, como si hubiese perdido a alguien en aquel evento tan trágico.




Miércoles.

Taehyung volvía a su hogar tras terminar de hacer las compras. Aunque le gustaba la compañía de Kook, a veces era agradable volver a tener tiempo a solas. Tener un yeso en su brazo no lo volvía un inútil del todo. Incluso empezaba a acostumbrarse a usar su brazo izquierdo.

El sol se estaba poniendo. El invierno amenazaba con lanzar otra nevada próximamente.

Caminaba por su vecindario, una zona bastante tranquila, revisando su teléfono. Estaba a sólo una calle de su edificio, cuando sintió que alguien lo llamaba, usando una voz un tanto desesperada.

Se volteó, llevándose una sorpresa al comprobar de quién se trataba.

—¿Seokjin?...

El castaño mayor por unos tres o cuatro años, era su compañero. Estudiaba letras y compartían salón en, al menos, tres materias. Se apoyaba en muletas, su pie izquierdo envuelto en yeso. Taehyung distinguió heridas en su rostro y un semblante alterado. Estaba al tanto de que muchos estudiantes iban en aquel tren que terminó accidentado, y había escuchado de su amigo que aquel muchacho y otro de sus compañeros de carrera habían terminado heridos.

—Taehyung —volvió a llamarlo, un poco más suave esta vez.

—¿Qué? —preguntó de forma directa.

—Estás bien... —habló como si le costara hacerlo.

—Sí. Y tú también, al parecer.

La situación ya era bastante extraña. Y es que aquel sujeto estaba mirándolo de una forma completamente diferente a la que Taehyung estaba acostumbrado. Seokjin y él rara vez cruzaban palabra, porque en realidad no se llevaban bien. El castaño de ojos platinados llevaba meses mirando al pequeño pelinegro, Jungkook, como si fuera la creación más hermosa del universo. Taehyung podía notar lo evidente, que a su compañero le gustaba su amigo. Pero él jamás permitiría que Seokjin se le acercara.

Porque Jungkook era suyo.

—¿Qué quieres? —preguntó ahora, tras unos segundos sin que ninguno dijera nada.

—Yo, uhm... —tartamudeó el mayor—. M-me alegra saber que estás sano y salvo después de lo que pasó.

¿Acaso el accidente le había dado un golpe demasiado fuerte en la cabeza? ¿Por qué el sujeto que se pasó el último semestre lanzándole miradas de desprecio, de repente diría que se alegraba de verlo bien?, ¿Ya había olvidado las incontables veces en las que batallaron de forma silenciosa para obtener atención del pelinegro?... ¿O es que el incidente lo había traumatizado tanto como para querer cambiar?

—Sí, qué gusto —comentó sin emoción, girándose para continuar su camino.

—¡Taehyung! —volvió a llamarlo. El nombrado se detuvo una vez más.

—¿Qué? —soltó, adquiriendo un tono de molestia.

—Escucha... —Seokjin se movió con ayuda de las muletas y avanzó hacia él—. Lamento mucho todo lo que pasó entre nosotros. S-soy consciente de que no hemos intentado conocernos antes y, uhm... E-En verdad espero que podamos volver a empezar... Quiero volver a empezar.

Aquel sujeto de piel blanquecina parecía estar al borde de un ataque. Taehyung retrocedió mirándolo con desconfianza. Lucía nervioso.

—¿Qué dices? —preguntó, tras ver que el menor no respondía.

—Ten un buen día, Seokjin —volteó, para alejarse definitivamente.

—Tae... ¡Taehyung! —le gritó—. Es contigo. Quiero comenzar contigo —y aquello lo perturbó haciendo que girara a mirarlo una vez más.

—¿Qué dijiste?

—Que quiero comenzar contigo —repitió, respirando de forma agitada—. Nosotros podemos hacerlo, Taehyung.

—No, no podemos. Y no hay ningún "nosotros" —enfatizó, para retomar su curso.

Lo único que faltaba era que aquel desagradable sujeto comenzara a acosarlo a él en vez de a Jungkook.

—¡Lo voy a hacer, Taehyung! —escuchó su voz, firme y clara.

El nombrado tensó su mandíbula y evitó volver a mirarlo. 

—Pues buena suerte en el intento —murmuró, sujetando la bolsa de compras que amenazaba con resbalar de su mano.















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Bienvenidxs a esta nueva historia. Oficialmente doy por iniciada mi segunda obra, como una secuela de la primera.

Nos espera un largo camino. Gracias por seguirme hasta aquí :)


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