Lo Que La Vida Me Robó
-Mamá ¿Dónde vas? - le pregunté.
-¡¿Niña que haces aquí, deberías estar en casa de tus abuelos?!
-Es que le dije a Rodolfo que hoy me quedaría aquí a pasar el día contigo mamá - le dije con entusiasmo.
-¿¡Que le pasa al chófer!? ¡Te hace más caso a ti mocosa, que a mí! - dijo enfadada - bueno no voy a discutir contigo, quédate con tu nana. Ahora no tengo tiempo para ti y dile que hable con tu papá, haber que hace contigo, porque yo no sé qué hacer con una rebelde como tú.
No podía entender por que se enfadaba, ¿Qué había hecho mal? Solo quería pasar un rato con ella. Como lo hace mi hermano, yo quería un poquito de su cariño. Solo quería que me mirara como a él.
-¿Por qué eres así conmigo? - pregunté con tristeza - ¿Por qué no me quieres? - derramé una lágrima.
-Yo... - sus ojos se cristalizaron - deja de llorar, no seas estúpida. Y soy así contigo porque eres desobediente, nunca me haces caso. Eres una rebelde y yo no quiero una hija como tú. Una chiquilla como tú solo trae problemas y lo has hecho incluso desde antes de nacer - mis ojos derramaban lágrimas sin parar. No me quería - mira Victoria - esos ojos idénticos a los mios me mirarón serios - a veces hay que renunciar a ciertas cosas para tener mejores.
-¿Renuncias a nosotros para tener algo mejor? - pregunté confusa.
- Renuncio a esta vida que nunca quise. Renuncio a quedarme encerrada en una vida de despecho rabia y dolor. Yo... Yo... Solo eres una niña, no entiendes nada...
¿Rabia? ¿Dolor? Yo no me había dado cuenta de eso. Siempre sonreía y trataba a todos con respeto y cariño, excepto conmigo o con papá. Solo en esos momentos la había visto enfadada, con rabia. Pero sobretodo con dolor.
-Si... Si, entiendo lo que me estas diciendo, porque no soy tonta - dije con algo de valor - ¿Y mi hermanito, no lo quieres? - pregunté secándome las lágrimas.
-El es un niño fuerte y lo va a superar.
¿Qué tenía que superar? Y sin más me dio la espalda y se encaminó hacía el taxi. Sentía que no volvería a verla y ese pensamiento hizo que las lágrimas volvieran a mis ojos.
-¡Mamá! - agarré la falda de su vestido - ¡Por favor no te vayas!
-Victoria... - me miró con pena, pero finalmente se dio la vuelta y subió al taxi.
- ¡Mamá no me dejes! - corrí detrás del taxi.
Ya era tarde, se había ido. Nos había abandonado.
Desperté de golpe.
Otra vez él maldito recuerdo que no me dejaba en paz. Habían pasado catorze años desde que esa mujer se había marchado, pero mi mente no dejaba de recordarme una y otra vez esa escena.
Ella marchándose. Ya no recordaba su rostro, lo único que había en mi mente eran sus ojos grises, idénticos a los mios y su cabello rubio.
Mi padre se había encargado de borrar todo lo relacionado con Vanesa Miller. Para lo que quedaba de esta familia, esa mujer estaba muerta.
Todavía recordaba los gritos de mi padre.
-¡No pudo haber abandonado a su familia!
"¿Dónde está Victoria y David?"
Era lo que escuchaba a través de la puerta, no sabía qué hacer mientras mi nana me decía que estuviera tranquila.
Yo sabía lo que pasaba. Era como una de esas telenovelas que veía mi nana y las otras muchachas en la cocina. La mujer que deja a su familia y se iba con otro. Que tuviera nueve años no quería decir que fuera una chiquilla tonta y si lo que pensaba era así no lo entendía. Mi papá la amaba, las muchachas, la nana, mi hermano y yo la queríamos y la respetabamos. No sabía como decirle a papá que mi mamá se había ido por mi culpa.
En ese momento entro mi papá, se le veía furioso y triste a la vez.
Era mi culpa, me odiaría.
-¿Sabes dónde está tu madre? - me preguntó.
Las lágrimas acudieron a mis ojos en menos de cinco segundos. Él tampoco me querrá.
-La vi esta tarde, se fue con unas maletas - le dije - se... Se fue... Por mi culpa - confesé.
No dijo nada, solo salió por la puerta dejándome de nuevo sola.
En ese momento odié a Vanesa. Por haberse ido, por haberme hecho sentir culpable y por haber hecho de mi padre un hombre de hielo.
Los días pasaron y ella no volvió. Mi papá ya ni se preocupaba, era como si ya se fuera dado por vencido, yo todavía tenía la esperanza de que volviera. Era su hija, me extrañaría. Era lo único que quería pensar. Mi padre no me quiso decirme nada, solo que se había ido y que no iba a volver. Saber eso me entristecía, saber que mi madre no me quería me dolía, pero que mi papá me hablará tan claramente me reconfortaba.
Ese fue él peor año de mi vida. Había perdido a mi madre, a mi padre y a mi familia.
Cada uno de nosotros se enterró en su mundo, aunque David y yo seguimos siendo los hermanos unidos de siempre.
* * * * *
Me estiré para luego ponerme en pie y entrar al baño para asearme. Cuando me acabé de arreglarme bajé a desayunar junto a mi padre y mi hermano.
-Buenos días - saludé a todos en la mesa.
-Buenos días, enana - saludó David revolviéndome él cabello.
-Idiota, me acababa de peinar.
-Victoria, sientate y dejamos desayunar en paz - ordenó mi padre.
-Buenos días a ti también, papá - no obtuve respuesta.
Mi padre y David eran unos de los mejores empresarios de Acapulco y todo él mundo. Ambos se encargaban de la empresa de arquitectura y habían hecho grandes negocios en varios países del mundo. Mientras tanto, yo acababa de salir de la universidad y empezaría como becaria en la empresa de Innovacciones Holland.
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