XX
Era navidad, y aunque nunca me había gustado mucho esa fiesta ya que significaban horas de soledad, aquel año estaba emocionada. Había convencido a mis padres de que me dejaran quedarme en el internado durante todas las fiestas por la inminente cercanía a los globales de la segunda evaluación, y ellos parecían encantados de tenerme lejos. Al menos mi madre, mi padre me había mandado un paquete con varios libros nuevos (sabia como ganar mi corazón) y chocolatinas. Lo último era una tradición de cuando era pequeña y parecíamos medianamente una familia unida.
Lo único malo de todo aquello era que Lucas se tenía que ir a España, donde vivían sus padres y sus abuelos, y Anna a Rusia a visitar a su hermana que estaba de erasmus. Lo que significaba que me volvería a quedar sola en las malditas fiestas.
Me mire al espejo por quinta vez sabiendo que mis padres me matarían, pero amando mi atuendo. Al contrario del vestido que mis padres me habían enviado para la celebración de los sesenta años del Internado yo me había comprado otra cosa con la ayuda de Anna en una tienda de Villa. Y no era un vestido exactamente. Llevaba unos pantalones azules cielo de corte elegante que se ajustaban los suficiente, en la parte superior un polo de cuello alto azul marino que combinaba a la perfección con la americana azul cielo, en conjunto con el pantalón. Había optado por un maquillaje muy sencillo, con el pelo suelto y rebelde, y unos tacones blancos demasiado altos para mi gusto, pero que destacaban el atuendo y mi altura.
-Estas impresionante- dijo Anna mientras me abrazaba por la espalda- Ojalá pudiera quedarme contigo.
Vi como hacía un puchero a través del espejo y puse mis manos sobre las suya dedicándole una sonrisa de lado. Anna se iba en media hora, y no la vería hasta dentro de varias semanas.
-Bueno, es poco tiempo- le sonreí antes de revolver su pelo y ajustarme la americana. Estaba ligeramente nerviosa.- Llámame cuando llegues, ¿vale?
*
La sala, que no había visto en mi vida, estaba completamente repleta de gente vestida con sus mejores galas. Lo primero que pense es que era preciosa, tenia las paredes con un tapizado dorado y crema, mesas de cristal altas y majestuosas, y posiblemente lo más impresionante, una pared de artesonado color caoba. Incluso las molduras y las perfilerias, blancas y doradas a partes iguales, llamaban la atención. Y mucho se debia a los grandes ventanales que ocupaban todas las paredes menos la del tapizado. Era un edificio independiente al Internado, y no me extrañaba su exclusividad pues parecia de la realeza.
La mano de mi padre se poco en mi baja espalda empujándome ligeramente hacia delante. Me había quedado ensimismada. Las miradas de las personas no tardaron en llegar, así como los murmuros. Oliver Wood me dedico una sonrisa tranquilizadora a través de sus gafas de moldura. Ariadna Wood me dedico una mirada filosa que más bien se parecia a una advertencia. Apreté la mandíbula antes de que el director abandonara a un grupo de ricachones y se dirigiera hacia nosotros entusiasmado.
- ¡Familia Wood! - exclamó antes de darle dos besos a mi madre y un apretón amistoso a mi padre- Venid conmigo, he de presentaros a varias personas...
Le sonreí al director antes de escabullirme con disimulo de mi padres, que parecían estar demasiado ocupados fingiendo sonrisas de cortesía. Habia poca gente de mi edad, pero la mayoría acompañaba a sus padres en las interacciones o hablaban entre ellos de temas poco interesantes. Me negaba rotundamente ha hablar de política y dinero con gente hipócrita. Bueno, sinceramente con ningún tipo de gente. Ni de ningún tema.
- Quién me mandaría venir... - susurre por lo bajo mientras me acercaba a una mesa redonda repleta de bebidas.
- Perdona, ¿Cuántos años tiene? - una voz irritante me frustro mi deliberado intento de servirme una copa de vino.
Mire al chico, de no más de veinte años, que vestía esmoquin negro básico y mirada petulante. A pesar de ello se podía distinguir el miedo en su mirada, tal vez la vergüenza. Era esmirriado y de no ser por la ligera pelusilla que hacia de barba habría dicho que tenia menos de quince años. Levante mi ceja antes de soltar una risa burlona. La ira que llevaba arrastrando días estaba saliendo a la luz como lo hacia siempre, jodiendo a cualquiera que me encontrara a mi paso.
Volví a la acción de echarme vino en una de las copas.
-¿Tiene aquí su documentación de identidad?- volvió a preguntar esta vez con más insistencia. Se acerco a mi estirando ligeramente la mano. A la espera.
-Mira pues no la tengo, pero no hay problema, si quieres llamo a mi padre, el Senador Wood, que....- gire mi rostro bruscamente hasta encontrarlo y puse una mueca- ... vaya, está ocupado charlando con el Director. No se si sabe que es un gran accionista en este internado, tal vez gracias a el se hayan comprado todas estas botellas...
Acaricie con el pulgar la botella con aire melancólico y retomando de nuevo la acción anterior llene de liquido la copa trasparente. Era un rojo espeso y brillante.
-Pero no pasa nada, ahora mismo le llamo...
Suspire y comencé a dirigirme hacia el.
Tres. Dos. Un...
-¡Espera!- la mano del chico me agarro del brazo fuerza- No pasa nada señorita Wood, tómeselo a gusto.
De un movimiento brusco y rápido solté su mano de mi brazo. Le dedique una sonrisa malhumorada antes de beberme de un sorbo la mitad de la copa y marcharme de allí hacia la esquina más escondida del lugar. Mi intención era esconderme allí hasta que terminara la velada.
Cuando por fine estuve apartada de todos me sentí más relajada. Tome una respiración intentando soltar la ansiedad y la tensión. Me sentí mal por tratarle de aquella manera al chico, cuando lo cierto es que con él no estaba enfadada, pero ya nada podía hacer por el más que no volver a cruzarme por su camino. Resople frustrada conmigo misma antes de acabarme la copa. Genial, ahora tendría que volver a por otra.
- No sabia que fueras mayor de edad- ni siquiera me volví para saber de quien era aquella armónica voz cargada de ironía. Me pare frente a la mesa, que ya no estaba vigilada por el camarero esmirriado para mi suerte, y elegí esta vez un vino rosado.
-Ni yo de que ahora me prohibieras beber- me gire sobre mis talones mirándola de frente. Casi se me corta la respiración al verla. Su cuerpo estaba perfectamente delineado por un vestido negro de tallaje ajustado con un vuelo de sirena discreto. Tenía los hombros al descubiertos, con una sola tira que colgaba, y el escote en uve. Sus brillantes ojos delineados de negro me sonrieron con calided.- Antes hasta me animabas a hacerlo.
No me di cuenta cuando había echado de menos su risa hasta que la oí. Apreté la mandíbula. Esto era una maldita tortura, bastante tenia con soportar su presencia hipnótica en clase. Virginia no hizo ningún comentario al respecto, por lo que me tome aquello como una pequeña victoria.
A diferencia de la otra vez, que había bebido más por despecho que por placer. Alce la copa y cerrando los ojos me la lleve a la nariz. Olía dulce, aunque tenia un punto ligeramente amargo.
-¿Ahora eres experta en vinos? - comentó divertida mientras se servía una copa del mismo vino.
- Mis padres tuvieron ciertas diferencias con respecto a otros en lo referente a las actividades extraescolares. - respondí - Nunca me dejaron beber, solo oler, el olfato es el sentido más importante.
- Es la mejor fuente de recuerdos - completo ella asintiendo mientras se disponía a beber.
-No sabia que venias - comente para cambiar el tema. Sentía unas grandes ganas de correr lejos de ella, pero sinceramente hacerlo delante de toda esa gente seria sospechoso y estúpido. Tenia que comportarme de manera madura. Tenia que hacerle ver que estaba bien.
- Vengo todos los años, el Director cree que así no se darán cuenta de lo ineptos que son algunos profesores - contestó volviendo a beber otro trago kilométrico.
Unos aplausos nos cortaron la conversación. Me gire hacia el pequeño escenario y vi que encima de él estaba Roger Patterson hablando con una gran sonrisa en el rostro. Llevaba un traje tan anticuado que resultaba entrañable. Divisé a mis padres en primera fila, ambos con un vaso de vino, escuchando atentos la charla. Mi madre fingía una sonrisa amable mientras sus labios se fruncían ligeramente, clara señal de que se quería largar de la fiesta.
-Deberías ir con ellos, te echarán en falta - comentó Virginia.
-Como si desaparezco un año, no se darían cuenta - sonreí con ironía mientras me terminaba la copa y la dejaba en la mesa.
Me dirigí con parsimonia hacia donde mis padres, pero nada más llegar mi madre me lanzó una mirada de reproche y mi padre me susurro que no me volviera a separar mientras me colocaba a su lado.
La charla se me hizo interminable aunque solo duro quince minutos. En ella el director había dado las gracias a los inversores y había explicado en que pensaba invertir todo el pastizal que la gente le daba. Al parecer eran todos muy generosos, demasiado generosos. Incluidos mis padres que parecían muy agradecidos por lo bien que me iba. En otras palabras, porque no había montado ningún otro escandalo.
Cuando oí los aplausos seguido de los murmullos yo aun estaba en las nubes.
- Si, si, estudió canto durante la infancia y parte de la adolescencia... - oí la voz de mi padre y me giré asustada al ver que hablaba de mi. Sus palabras eran ciertas, había estudiado canto y era la única extraescolar de las que había hecho que realmente había disfrutado. No cantaba como Lana del Rey, pero al menos me sabia defender. Roger Patterson sonrió más entusiasmado que nunca, y aquello me causo una muy mala sensación.
- ¡Eso es genial! - exclamó Roger mientras me agarraba de los hombros con una sonrisa - venga, Erin, Virginia tocara el piano.
-¿Pero, qué..? -mis palabras murieron en el aire cuando Roger me planto frente a un piano de larga cola color negro. Era impresionante y precioso, justo como la persona que se disponía a tocarlo: Virginia Green. Me miro tan sorprendida como yo le miraba a ella.
-¡Virginia! La señorita Wood cantará la próxima canción, al parecer escondía un gran talento... - comentó divertido mientras volvía para hablar por el micrófono.
-¿Vas a cantar? - preguntó Virginia frunciendo el ceño.
- ¿Me queda otra? - conteste sarcástica mientras suspiraba con pesadez. - ¿Bien, puedes tocar Like I'm Gonna Lose you?
Aquella canción me desencadenaba demasiados sentimientos, pero tenia tan controlada la letra, las notas y el tiempo que supe que seria la que mejor cantaría. Virginia asintió con lentitud, como asimilando que estábamos apunto de hacer un dúo musical, y después me sonrió causando lo que solo ella podía causar. Un calor impresionante en mi pecho.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro