III
Me levante de la cama y estire mis brazos cerrando los ojos al instante. Allí, a unos escasos metros, estaba tendida en el suelo mi bandolera negra. Achine los ojos de forma desafiante, dentro estaba aquella hoja que parecía llamarme a gritos. Al final me rendí a la avalancha de pensamientos y senté en la alfombra de pelo sintético para sacar la hoja ya ligeramente arrugada. Me reproche mi poco cuidado antes de alisarla aplastándola contra el suelo.
Escrito con perfecta caligrafía, con una letra suave y ligeramente curvada, estaba escrita aquella frase que había estado rondando en mi cabeza durante todo el día.
...la vida tiene diferentes colores, tal vez el valor que tu ves de un blanco cegante otro lo ve de un negro abrasador...
¿A que te refieres Virginia?
Me tumbe boca arriba intentando descubrir el significado de aquellas simples palabras, como si mirarlas desde otra perspectiva pudiera hacer que estas me mostraran las respuestas a mis preguntas.
Esto es imposible.
Cansada de mirar aquella hoja volví a meterla dentro de la bandolera y saqué uno de los dos móviles que había llevado escondidos entre las compresas, allí nunca revisaban. Los dos estaban apagados, se me había olvidado por completo cargarlos. Desenchufe la lampara de mesa y enchufe los móviles. No entendía como podrían estar prohibidos los aparatos electrónicos.
Pero entonces recordé algo que hizo que una sonrisa se extendiera por mi rostro. Me calce las Vans blancas y me coloque una sudadera que me quedaba bastante ancha de color gris. Encima del escritorio, que se encontraba justo al lado del armario blanco a la derecha de la puerta, estaba mi cuaderno. No era un cuaderno cualquiera ya que allí escribía todo lo que se me pasaba por la cabeza, textos, ideas para novelas e incluso vivencias que necesitaba contar para despejar mi mente. La primeras palabras comenzaron a formarse en mi mente cuando atravesé la puerta y observe el pasillo a oscuras. Era la hora de dormir, debía tener cuidado.
No tarde mucho en recorrer lo pasillos del internado. Este contaba con tres plantas, arriba del todo se encontraba las habitaciones, en el piso del medio las aulas y en el de abajo el comedor, el salón de actos y el patio central, al que daban todas la habitaciones. El edificio tenia una curiosa forma octogonal.
Camine hasta la planta baja, que estaba casi desértica y me adentre en el patio central, que parecía más un jardín mágico. La puerta corredera rechino cuando hice fuerza para abrir el mínimo espacio que necesitaba para pasar. Me fije en las ventanas, todas la persianas parecían estar bajadas, no había peligro. Estaba anocheciendo, aun quedaba restos de luz, pero esta se estaba consumiendo con rapidez. Divise a lo lejos, justo al lado de la fuente que se encontraba en el centro, un banco de piedra blanca debajo de una farola del mismo color. Era perfecto.
La piedra del banco estaba bastante fría y por ello me alegre de llevar una sudadera larga que me cubría los muslos por completo. Me recosté en el banco y subí mis piernas a este para poder apoyar la libreta. Mis manos viajaron de forma inconsciente a la libreta, abriendo esta por más de la mitad, y comenzaron a trazar las primeras flores. Me encantaba dibujar flores. Tras unos minutos en los que varias flores adornaban las esquinas de la hoja comencé a escribir.
La puerta corredera chirrió haciendo que me sobresaltara. Con rapidez cerré el cuaderno haciendo que el boli morado cayera al suelo. Mire a mi alrededor antes de agacharme a cogerlo. No parecía haber nadie, y desde mi perspectiva me era imposible ver quien había entrado ya que unos grades matorrales cubrían mi vista. Observe en silencio unos segundos y entonces una hilera de humo comenzó a ascender hasta el cielo perdiéndose entre las pocas nubes que había esa noche. Una voz dulce, aunque con cierto deje de cansancio, resonó por el jardín.
- ...no creo que vaya este finde mama. Ya te dije que ando algo liada con esto del inicio de curso.- el sonido de unos tacones resonó sobre el camino de piedra que recorría el jardín como un laberinto- Mark es un inútil, ya hablamos de eso... No se que manía tienes por emparejarme con todo dios. Bueno,... ya hablaremos ¿vale? Estoy cansada. Si, si adiós mama, dale saludos a Nora.
Un suspiro sonó justo antes de que otra hilera de humo se alzara en el aire formado una misteriosa forma.
- Buenas noches Virginia.- dije antes del rodear el matorral que nos separada y encontrarme con sus ojos brillantes.- Que sorpresa encontrarla por aquí.
Vestía con la misma ropa que a la mañana aunque se había puesto por encima una cazadora de piel. Abrió los ojos con sorpresa antes de esconder el cigarro tras su espalda con un movimiento sutil, pero para su desgracia perceptible a mis ojos.
-¿Tanta confianza me tiene como para llamarme por mi nombre, señorita Wood?-pregunto ella con una sonrisa de lado mientras avanzaba a paso lento hacia mi.- Que yo sepa soy su profesora y me debe un respeto.
-Supongo que tantas tardes castigada con usted me han hecho tomar esa imprudencia.- conteste sonriendole de vuelta mientras yo también escondía el cuaderno tras mi espada, pero ella pareció notarlo ya que dirigió su vista hacia mis manos.
-Escribe.- afirmo con rotundidad mientras se cruzaba de brazos, esta vez si impórtale que viera como entre sus largos dedos se encontraba un cigarro humeante. Ya se encontraba a mi lado.- Lo supuse al leer su trabajo, ¿Cierto?
-Me lo tomare como un cumplido- murmure con dejadez sin contestar a su pregunta. Gire mi rostro cuando el rubor se extendiera por mis mejillas, pocas personas habían leído cosas que escribía, principalmente por que me daba vergüenza.
-Tómeselo como prefiera.- dijo ella con un aire misterioso antes de sonreír burlonamente.
El profundo silencio de la noche se vio interrumpido por su dulce voz.
- Bueno, señorita Wood, le dejo tranquila para que siga a lo suyo, pero recuerde que esta prohibido estar a estas horas de la noche en los jardines.- dijo al final mientras descruzaba los brazos y levantaba uno para darle una calada al cigarro.
No pude evitar fijarme como sus labios acogían el cigarro y como soltaba el humo entreabriéndolos. Hasta aquello lo hacia con elegancia.
-Que yo sepa el reglamento también dice que esta prohibido fumar en todo el recinto, incluido espacios abiertos como el jardín.
Sonreí. Jaque Mate.
-Tan impertinente como siempre señorita Wood.- se rio y tras dar una ultima calada levanto el pie derecho y aplasto el cigarro contra la suela del tacón.- Hagamos un pacto, yo guardo su secreto y usted guarda el mío.
Sin esperar mi respuesta se dio la vuelta. Mire como su sombra comenzaba a perderse en la oscuridad.
¿En que momento habíamos pasado de la guerra a la tregua?
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