Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4. Lirba Asim

Alexander:

¡Demonios, qué dolor!

A duras penas consigo abrir los ojos; los párpados me pesan demasiado y la cabeza me duele horrores, pero lo jodidamente insoportable es el dolor desgarrador en la parte inferior derecha de mi abdomen. Inconscientemente, llevo mis manos a la zona adolorida y noto los vendajes alrededor de mi estómago.

Levanto la cabeza con cuidado y me sorprendo al ver la mancha de sangre en la blancura de la venda. ¿Qué demonios me ha pasado? Intento incorporarme, pero el dolor me lo impide así que, frustrado, miro a mi alrededor por primera vez. ¿Dónde rayos estoy?

¡Maldición! Rememoro los sucesos del día anterior, pero salvo la cita con Jazlyn, no sucedió nada fuera de lo normal, ningún combate, nada que me pudiera herir de esta forma. Es más, ayer cuando llegué a casa fui directo a mi habitación para no toparme con mi hermana y tener que sufrir su interminable interrogatorio.

Confundido, vuelvo a reparar la estancia. Estoy en una habitación totalmente blanca, salvo algunas manchas rojas y negras en algunas de las paredes. Hay seis camas personales, contando la mía, tres de las cuales están vacías. A mi izquierda duerme un hombre con el rostro desfigurado y al fondo de la habitación un señor ya mayor, me observa fijamente. ¿Qué le pasa?

Una, dos, tres, cuatro, cinco ventanas incrustadas en nichos profundos y todas están enrejadas. ¿Qué es este lugar?

De repente entra una joven y al verme sonríe. Está vestida muy raro; me pregunto de qué obra de teatro habrá salido. Lleva un vestido banco y verde con mangas, ceñido a la cintura y de corte ancho hacia abajo. El pelo lo tiene recogido, cubierto con un pañuelo blanco.

Deja la bandeja que trae en sus manos sobre una mesita al lado de mi cama.

—Buenos días, capitán —saluda la joven mientras me toca la frente —. Me alegro de verlo despierto. Mi nombre es Tina; soy su enfermera. Ya se le pasó la fiebre. ¿Cómo se encuentra?

Quiero decirle que tengo un dolor endemoniado y que necesito saber dónde estoy y qué rallos ha pasado, pero no puedo hablar. Las palabras no salen y en su lugar, otra voz, un poco cortante, responde por mí.

—Estoy bien. ¿Dónde estoy?

¿Qué ha sido eso?

Mi corazón sube a mi garganta al darme cuenta de que yo no he hablado, pero mi cuerpo… mi cuerpo sí. ¿Acaso es eso posible?

Al ver que la joven no responde a la pregunta formulada por mi cuerpo, intento preguntarle de nuevo, pero nada, las palabras siguen sin querer salir. Así que, resignado y totalmente confundido, espero a que ella decida hablar.

—Está en Morf. Fue herido durante la última batalla y su gente lo trajo aquí. Era el centro médico más cercano a su posición —responde por fin y si pensaba que su respuesta podría aclararme algunas cosas, solo consigo confundirme más.

¿Morf? ¿Batalla? ¿Qué demonios está pasando?

—Bien —dice mi cuerpo mientras mi cabeza va a mil por horas.
Si no me equivoco, Morf era un pueblo de Nordella antes de la liberación, pero eso fue hace casi doscientos años. Es imposible. Actualmente, ese pueblo es una ciudad hermosa llamada Florencia.

¿Acaso viajé en el tiempo?

Mi cuerpo se incorpora en la camilla haciendo caso omiso del dolor y yo veo la luna y las estrellas.

—No debe levantarse aún, capitán —dice rápidamente la joven, pero mi cuerpo la ignora.

¿Capitán? Es la segunda vez que me llama así, pero yo no soy ningún capitán, soy un Legna… el futuro rey.

Un viaje en el tiempo no es del todo imposible si tengo en cuenta el mundo en que vivo. Eso explicaría la ropa de esa mujer y que esté en Morf, pero no el hecho de que estoy atrapado en este cuerpo y que siento lo que él siente. Y ahora que lo pienso, no es sólo el dolor, también siento sus emociones. ¡Esto es alucinante!

¿En qué lío me he metido ahora?

Mi cuerpo se levanta de la camilla ignorando totalmente a la joven enfermera que intenta desesperadamente hacerle entender que aún está muy débil. Atraviesa la puerta del fondo permitiéndonos el paso al baño.

La habitación no es tan grande y está bastante limpia. En una esquina está el retrete, nunca había visto uno igual y al otro lado hay una palangana encima de un armazón de metal con patas y unos dibujos en relieve, creo que es el lavamanos.

Vierte un poco de agua en el recipiente y se lava la cara, se enjuaga la boca y antes de terminar se moja el cabello.

Sale del baño chorreando el agua y coge un paño blanco de encima del estante que hay cerca de la puerta. Se seca un poco para luego coger el espejo de mano que está en el anaquel y mirarse.

¿Pero qué...?

Desconcertado; esa es la palabra que describe cómo me siento. El rostro que refleja el espejo es el mío, con pelo largo y la barba de dos semanas, pero el mío.

Es imposible. ¿Cómo puedo estar dentro de mi cuerpo y no sentirlo mío?

Ajeno a mi desconcierto, mi cuerpo suelta el espejo y se acerca a la enfermera.

—Señorita, ¿podría decirme qué tiempo llevo inconsciente?

—Dos días, capitán.

—Gracias —responde cortante y sin decir nada más, le da la espalda. Se dirige hacia la puerta principal y sale del centro médico.

No me lo puedo creer...

¡He viajado en el tiempo!

Mis ojos alucinan con lo que ven; estoy en una de las calles de la antigua ciudad de Morf. ¡Impresionante! Todo es tan... ¿Antiguo? Las casas son bajas, de paredes gruesas y tejas rojas. Las calles son de piedra y hay árboles frutales por todos lados.

Las mujeres van ataviadas con vestidos largos y sencillos, muy parecidos a los de la enfermera, solo que de otros colores y una cofia sobre sus cabezas. Los hombres llevan pantalones y camisas anchas, calzando unas alpargatas.

Es notable la diferencia de clase cuando una señora se baja de un carruaje vistiendo un extravagante vestido corte princesa, como diría Sharon, el pelo recogido con una peineta y bucles al costado de sus mejillas.

Unos niños, entre siete y diez años aproximadamente, juegan a las bolas. Uno de ellos, al levantarse del suelo, tropieza y choca contra la señora manchándole el vestido rosa claro. El chico le pide disculpas, pero la señora lo empuja dejándolo tirado en el suelo. Luego levanta la barbilla y sube la escalinata hasta una enorme edificación, estilo colonial con una arquitectura increíble, pero que no pega para nada con el resto del lugar.

Miro hacia el final de la calle al ver a todas las personas dirigirse en esa dirección con gran jaleo. Mi cuerpo comienza a caminar y sonrío al ver un mercadillo. Nos mezclamos entre el tumulto de gente que pasea buscando qué comprar en los diferentes puntos de venta o como quiera que se llamen aquí, hasta que mi cuerpo se detiene frente a un puesto de manzanas y compra tres a cambio de un Haz.

¿Haz? Esa es la moneda que circulaba durante el reinado de Hazir y si mi memoria no me falla, eso fue de 1804 a 1817; lo que significa que estoy atrapado en uno de esos veintisiete años. Estoy en el siglo XIX. ¡Increíble!

Comienzo a reír desesperado mientras mi cuerpo continúa ajeno, saludando con un gesto de cabeza a cuanto conocido se encuentra. Termina de comerse la manzana y no me había dado cuenta, pero es como si yo también me la hubiese comido. Por lo menos no moriré de hambre.

Salimos del mercadillo camino a Dios sabe dónde cuando un estruendo capta nuestra atención. Con sigilo llegamos a un callejón a tiempo de ver como un hombre empuja a una niña negra contra unas latas de basura, mientras otro forcejea con un joven, negro también, que intenta proteger a la dama detrás de él.

No lo pensamos; tanto mi cuerpo como yo, salimos corriendo dejando de un lado el horrible dolor que nos provoca la herida. Supongo que hay algo que tenemos en común; los dos somos guerreros y no podemos quedarnos quietos ante una injusticia. Y por un momento, ya no somos mi cuerpo y yo; ahora somos uno solo.

Cojo un palo grueso que hay cerca de la chica negra y me lanzo contra su atacante propinándole un golpe en la cabeza dejándolo inconsciente de un golpe. Queda uno.

Me acerco al segundo hombre que ya se ha percatado de mi presencia y como buen observador, se fija en mi herida. Me da una patada un poco más arriba de la lesión dejándome casi sin respiración y tirado en el suelo. Intento levantarme, pero no puedo, el dolor me escuece.

Se sienta a horcajadas sobre mí y, antes de sentir la fuerza de su puño contra mi rostro, escucho un golpe seco. Miro por encima del hombro de mi atacante y veo a la dama temblando y con el palo en la mano. No logro verle el rostro debido al sombrero que lleva.

El hombre sigue consciente, pero aturdido. Aprovecho y me doy la vuelta quedando encima de él; le suelto dos golpes con toda la fuerza de la que soy capaz y se desvanece. Casi sin fuerzas, salgo de arriba de él y me tiro de espalda sobre la tierra. Cierro los ojos; creo que es el final.


~☆~

No sé qué tiempo ha pasado cuando vuelvo a abrir los ojos. Ya no estoy en el callejón, pero tampoco en el centro médico.

La habitación que me rodea es bastante sencilla y los únicos muebles que alcanzo a ver son una mesa pequeña y en muy mal estado en una esquina y la cama donde estoy acostado… si es que a esto se le puede llamar cama. Parece el cuarto de los sirvientes en una casa de ricos.

Miro hacia la ventana y la oscuridad de la noche envuelve todos los alrededores. Intento incorporarme, pero no me muevo; ya volvemos a ser dos. Genial.

—Agua… un poco de agua por favor —le dice mi cuerpo a la niña negra que está sentada en una esquina y a la que yo veo por primera vez desde que estoy consciente.

La niña nos da una jarra de barro con agua y levantándonos la cabeza nos ayuda a beber. Luego sale de la habitación y segundos después entra la dama del callejón; lo sé por el vestido.

—Me alegra que haya despertado; ya me estaba preocupando —dice mientras se acerca. Lleva un vestido azul claro, ceñido a la cintura y ancho hacia abajo. Parece una princesa.

Me toca la frente y se sienta a mi lado en la cama. Cuando me mira, la tenue luz de las velas le ilumina el rostro y por segunda vez en el día me quedo sin palabras.

¡Jazlyn!

—¿Cómo se siente? —pregunta preocupada.

Mi cuerpo asiente con la cabeza y a mí me dan ganas de reír; al parecer no soy el único sin palabras.

Está hermosa, tal y como la recuerdo. El mismo rostro, los mismos ojos, la misma sonrisa, pero en otra época; lo único diferente es que su pelo es rubio, no rosa.

—Permíteme agradecerle por su ayuda —dice ella en tono cordial—. Es usted un caballero. Está herido y aun así nos socorrió. Muchísimas gracias.

Jazlyn sonríe encantadoramente y sus ojos desprenden una paz que hasta a mí logra calmarme.

—Soy la señorita Roirep. Maira Roirep.

Me tiende su mano y mi cuerpo reacciona. Con sumo cuidado intenta incorporarse, toma su mano y la besa mientras los dos aguantamos el dolor. Sí, macho, no te preocupes, por esa cara bonita yo también aguanto cualquier sufrimiento.

—Un placer señorita —dice con voz ronca mientras se acomoda contra la pared—. Yo soy...

—El capitán Lirba Asim —le interrumpe—. Lo sé; usted es toda una leyenda aquí en Morf. —Mi cuerpo sonríe.

Lirba Asim, al parecer este cuerpo tiene nombre propio.

🌟🌹🌟

¿Qué les ha parecido el capítulo?

Espero que les haya gustado...

Un beso gigante

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro