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☾apítulo 24


PARTE II


Luke tomó posesión de la cocina luego de coger inspiración con los ingredientes que encontró. Clarisse y Alex fueron los ayudantes; entre los tres prepararon un exquisito pan de carne y sopa de vegetales.

El comedor era un ambiente amplio con seis largas mesas distribuidas en tres filas. En el techo, en medio de las vigas colgaban lámparas esféricas; lo opaco del vidrio impedía que el brillo de la bombilla cegara a los comensales.

Los veinte entraron en una sola mesa y todavía quedaba espacio para cuatro más. Durante la cena hubo miradas incómodas, evasivas y de afecto. Sóter no dejaba de mirar a Thomas, quien se limitaba a degustar la comida y a conversar con su sobrina. Estaban separados por cinco personas; cinco cuerpos que evitaban que Sóter pudiera disculparse.

Por otra parte, hoy era el cumpleaños de Jennifer. Luke consiguió una silla ornamentada y la colocó a la cabeza de la mesa, dándole el protagonismo a la cumpleañera. La muchacha estaba roja de vergüenza; la situación le apenaba a pesar de estar disfrutándolo.

Clarisse consiguió un espumante en la bodega, lo pusieron en una cubeta con hielo y bebieron del mismo luego de haber hecho un brindis por Jennifer.

Conversaron de trivialidades a pedido de Josh. Un poco para olvidar el caos que los rodeaba y otro poco para conocer qué fue de sus vidas en los pasados cuatro años.

Annabeth logró entrar en Harvard para estudiar abogacía. Dado su alto coeficiente intelectual, sumado a su memoria fotográfica, logró culminar una carrera de tres años en dos. Después de eso, entró a un prestigioso bufete y ganó todos los casos que le adjudicaron. Pero pronto quiso expandir sus horizontes y su sentido de la justicia la llevó a querer convertirse en jueza. Estaba esperando el resultado del Comité Judicial cuando Atenea apareció para llevársela al Olimpo.

Luke seguía siendo el mismo curioso de siempre. Estudiar los objetos que lo rodeaban era parte importante de su día a día. Aprendía y reproducía, encontrando satisfacción en sus productos manufacturados.

Su amor por el arte lo llevó a radicarse en España para estudiar Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Su plan era trabajar en los museos de Europa restaurando obras...

A pesar de las miradas suspicaces, Luke alegó de buena fe que solo quería conocer la técnica de los grandes artistas, cuyas obras eran aclamadas y reconocidas a nivel mundial.

Así fue en un principio hasta que ganó el gusto por convertirse en ladrón de guante blanco. Pero no hacía falta revelarlo en voz alta... Aunque no pudo evitar alardear de sus grandes imitaciones. Su último más grande logro fue reproducir «El nacimiento de Venus» de Botticelli.

Su compinche Magno, un perito de arte con doce años de experiencia, no logró encontrar diferencias con la obra original. Incluso el cuadro pasó las pericias científicas, lo cual fue todo un desafío para Luke, pero el mundo divino le abría la puerta a un abanico de sustancias y objetos que de saber emplearlos con destreza, pasaban cualquier prueba mortal.

No había mayor satisfacción para él que hacer un buen trabajo de calidad. Antes de radicarse en el Olimpo, estuvo trabajando en «El rapto de Proserpina». Una escultura que lo esperaba para ser terminada a la vuelta de esta odisea.

Clarisse logró abrir en su ciudad natal un centro deportivo. Gracias a varios colaboradores los alumnos que asistieran podrían realizar diversas actividades como boxeo, karate y judo. Mientras tanto, ella se encargaba de impartir tiro con arco y kendo; prácticas que la transportaban a su época en la Academia de Jóvenes Guerreros.

Cuando necesitaba descargar tensiones iba a un campo de tiro y le disparaba a todo lo que tuviera enfrente.

El día en que Ares vino para llevársela sin su consentimiento, Andrew estaba a punto de pedirle matrimonio. Lo sabía porque descubrió el anillo de compromiso en el bolsillo de su abrigo.

—¿Él sabe que tú...?

—Sí, lo sabe —confesó Clarisse, viendo a Alex—. Tuve que decírselo. Las cosas a mi alrededor ya no eran como antes, muchas criaturas asistían al centro y de vez en cuando pasaban cosas inexplicables. —Agachó la mirada y comenzó a jugar con la servilleta de papel—. Le pedí a Hermes que le entregara una carta, espero haya cumplido.

Luke hizo la cabeza para atrás, ofendido.

—Por supuesto que lo hizo. ¿Cómo puedes desconfiar de mi padre?

Clarisse y varios otros fulminaron a Luke con la mirada.

—Tú no eres la mejor referencia que digamos —masculló la joven—. A lo que voy es que necesitaba que Andrew entendiera el por qué de mi partida. No huí, trato de salvar el mundo otra vez.

El oír las historias de vida les resultó conmovedor. Este tipo de cruzadas les dejaba un sabor agridulce; siempre debían limpiar la mierda de los dioses, pero también era un momento de unión entre ellos.

Se arrepintieron al instante de no haber pasado tiempo juntos los últimos cuatro años. Eran un grupo unido a pesar de los altibajos. Esto los llevó a prometer que, en caso de sobrevivir, mantendrían encuentros mensuales para no perder la amistad.

Luego de la comida vino el postre; café con galletas rancias. Lo placentero del momento se fue cuesta abajo cuando Miranda sacó a colación lo ocurrido en el Santuario.

—¿Cuánto más vamos a seguir evadiendo el tema? —exclamó—. Está claro que alguien nos vendió.

Ethan rompió la galleta a la mitad y la misma se desgranó en sus manos. Dejó caer los trozos sobre el plato, angustiado porque no tendría la oportunidad de saborear una buena galleta con chispas de chocolate.

—Es imposible que alguien haya hecho eso. Nadie sabía que estaríamos en el Santuario. Tanto las marionetas como nosotros estuvimos protegidos por las pulseras. —Se frotó el trozo de plata que envolvía su muñeca. Era fino, no más de dos centímetros de ancho, con ornamentos diminutos y una caligrafía en relieve.

Ludmila talló el encantamiento con el poder de su magia. Las letras que lucían en la pulsera protegían al portador de cualquiera que intentara dar con su paradero. Lyla fue testigo de la extenuante tarea; un proceso arduo que consumía una enorme cantidad de energía. Tuvo que aprender la pronunciación correcta previo a cooperar.

Podía decir con orgullo que ocho de los presentes contaban con pulseras hechas por ella.

—Pues yo sí me hago una idea. —Los ojos de Miranda se desviaron hacia un extremo de la mesa.

Zoe se dio por aludida hasta que entendió que no era a ella a quien veía. Erick se tensó a su lado.

—Ni siquiera lo pienses —bramó la muchacha—. Erick no es un topo.

—¿Por qué no? Circe podría estar controlándolo como antes; pulsera fuera, ubicación al instante.

Antes de que Zoe saltara a la defensiva, Annabeth intervino.

—Creo que te estás precipitando. No podemos acusar a Erick sin pruebas.

Miranda frunció el ceño y su expresión gritó la sorpresa que le ocasionó el pensamiento mediocre de Annabeth.

—¡Antecedentes! —resumió en una palabra.

Erick se inclinó hacia adelante para ver de frente a quien le acusaba.

—Esto es ridículo —dijo en tono severo, casi que escupiendo las palabras—. Escapé de esos mafiosos, ¿por qué querría arrastrarlos conmigo? ¡Los peores días de mi vida los pasé en esa perrera!

Saltó de su asiento, consecuencia del coraje que ebullía en su sangre. Zoe lo retuvo, pidiendo perdón por el mal comportamiento de Miranda. Sin embargo, poco le importó a Erick. El daño estaba hecho y se sentía lo bastante mal como para tolerar que siguieran acusándolo.

—Tranquilo. Sé cómo podemos resolver esto. —Josh alzó las manos para poner un alto y calmar las aguas. Miró a Lyla con la esperanza de que ella pudiera poner punto final a la situación—. Tienes el poder de la empatía. ¿En algún momento sentiste algo extraño con Erick?

Lyla amplió la mirada; estaba tan llena que sólo quería echarse a dormir una siesta. A pesar de la pachorra hizo un esfuerzo por recordar. Cuando Erick apareció la versión más fiel de sí misma estaba dada por un trapo de piso luego de su uso. Hacía poco había terminado de encantar los brazaletes, lo que consumió gran parte de su energía y por consiguiente, su poder apenas era un cosquilleo en el vientre. A decir verdad fue un período gratificante, porque por primera vez pudo bajar la intensidad con la que recepcionaba el sentir de los demás. No obstante, una emoción tan negativa como la mentira o la traición tendría que haber sido captada a pesar del cansancio...

Poco confiada de su visión pasó a la segunda opción —la más confiable—: Ludmila. Ella era capaz de apreciar las auras; de haber visto las verdaderas intenciones de Erick lo habría dicho

—No que yo recuerde —confesó.

Tanto Miranda como Alex soltaron un bufido. Zoe quedó de piedra ante la reacción del hijo de Afrodita.

Mientras se generaba un debate alrededor de la mesa, Logan contempló a Lucía, a la amargura en sus labios abatidos. Sabía muy bien en qué estaba pensando. Moros le advirtió que tuviera cuidado en quién confiar, advertencia de la cual hizo caso omiso y como consecuencia ocurrieron varias muertes y una Flor Dorada inservible.

—Si el Emperador es un dios poderoso ya sabía que irían a buscarnos —pensó Fernanda en voz alta.

Sóter negó con la boca llena. Tragó lo seco de la galleta y habló:

—Ápate nos cubrió todo el tiempo por orden de Tánatos, al menos hasta que Ludmila nos entregó las pulseras.

—¿Entonces?

—Entonces alguien tuvo que hacer algo —intervino Miranda para ganarse el odio de Zoe y Erick.

— O... —Atticus se apresuró a terciar— vieron a dónde iban. Ludmila dijo que nuestras marionetas hicieron un desastre en el bazar; a Erick lo buscaban por estar marcado, quizás alguien lo vio y el comentario llegó a oídos de Circe.

Sóter se estiró hacia atrás con los brazos cruzados. Extrañó la ausencia de un respaldo, su espalda estaba cansada por la pelea de hoy temprano.

—Te entiendo pero, ¿cómo supieron que iríamos al Santuarios de Imítheos? Es más —agregó, levantando tanto un dedo como la ceja—, ¿cómo sabían que seguíamos allí? Debimos haber partido hace tres días...

Al parecer nadie tenía una respuesta convincente. El silencio pobló la mesa y hasta masticar se volvió un acto incómodo.

Thomas estaba sentado en uno de los extremos, justo frente a los acusados. Permaneció callado todo el tiempo, su ceño fruncido daba cuenta de lo profundo de sus pensamientos. No dejaba de pensar.

—Una mosca —soltó a nadie en particular. Traía los párpados entreabiertos, retrotrayéndose a aquel momento en la cabaña.

—¿Disculpa? —preguntó Fernanda.

Thomas apoyó el codo en la mesa y con la mano hizo como si hubiese atrapado una mosca.

—Ludmila tenía en sus manos una mosca. Estaba muerta pero no dejaba de verse intranquila.

Cinco latidos después Luke soltó un gruñido.

—Circe. —conjeturó.

Erick se rascó la nuca, pegó la vista en las vigas del techo y se obligó a pensar en el campamento de los sátiros.

—Había muchas moscas y lobos en donde estaba —expresó, agrio—. Recuerdo que cuando escapé uno comenzó a perseguirme pero lo perdí antes de llegar al bazar.

—Así que la mosca terminó la misión —concluyó Clarisse. Apoyó la taza de mala gana sobre el plato, salpicando un poco de café sobre la porcelana—. Genial.

—Ahora sí estamos de acuerdo que fue Circe quien nos atacó. —Se pronunció Zoe, enfadada.

Miranda quiso insistir sobre cuán peligroso podía ser que Circe supiera de Erick. En caso de conservar su objeto personal nada impediría que controlara la mente del joven. Pero se ahorró el comentario y lo reservó para hablar en privado con Lyla. Ella podía hacer un amuleto como el de Zoe para protegerlo. Aunque parecía que la sacerdotisa tenía la cabeza en otra parte.



Luego de bajar los ánimos y una comida nutritiva, la somnolencia hizo efecto. Varios de los semidioses se encerraron en los camarotes para descansar. Logan prefirió navegar un rato y dejar que su habilidad se encargara de propulsar el barco, de esa forma le permitiría a Josh conservar energía.

El sol se apagaba y el cielo se teñía de púrpura y rosado. Al ritmo que iban estimaba que llegarían a la isla en dos días. En eso vio a Lucía acercarse por las escaleras. Su presencia le arrancó una sonrisa y un sentimiento de preocupación.

—¿Qué haces despierta?

Ella se frotó un ojo con la mano, su cabello despeinado por la almohada. Los párpados le pesaban, o la luz le molestaba, puesto que traía los ojos entrecerrados.

—No podía dormir. Pensé que un poco de aire me vendría bien.

Una sutil brisa hizo temblar las velas. El sonido de las aguas siendo cortadas por la proa llegó a oídos de ambos, produciendo una sensación de alivio en Lucía.

Logan la vio cerrar los ojos y disfrutar del momento, o tal vez un instante de desconexión para aliviar el dolor de cabeza.

—¿Es por lo que te dijo Moros? —Arrugas de preocupación se formaron en el ceño de Logan. Ella respondió con un largo y tendido suspiro.

—Es probable —humedeció lo reseco de sus labios—. Erick perdió la memoria; lo ves y es un chico indefenso. No pensarías mal de él... Pero Miranda tuvo razón la primera vez. Circe ya debe saber que está con vida, podría controlarlo si quisiera.

—¿Y si no quiere? —Logan se encogió de hombros—. Si esa mosca le pertenece poco le importa manipular a Erick. Ya debe saber a dónde vamos, así que lo importante será mantener los ojos abiertos en caso de un ataque.

Lucía se cubrió el rostro con las manos, parte de sus dedos se deslizaron entre sus cabellos, presionando contra el cráneo.

—Ya no quiero pensar. —Se lamentó, casi al borde de las lágrimas—. Me duele la cabeza.

Logan parpadeó para esconder la pena que asolaba su mirada.

—¿Otra vez escuchaste al bebé? —Se sentía atado de manos, incapaz de hacer algo para ayudarla con su problema.

Lucía posó una mano en la mejilla del joven, la barba picaba sobre su palma. Le enseñó la más afectuosa de las sonrisas y le acomodó el cabello para ver aquellos ojos que le quitaban el aliento.

—No. No es eso lo que me impide dormir.

Logan juntó las cejas, confundido. Lucía escondió las manos en los bolsillos del pantalón, encogiéndose de hombros. Barrió el suelo con la mirada; era hora de contarle.

—¿Recuerdas cuando fuimos en busca de las armas de los dioses?

—Sí. ¿Qué tiene eso que ver?

Ella inspiró profundo. Hablar del tema le generaba un mar de emociones que de preferencia le encantaría evitar.

—Cuando toqué el Cetro tuve una visión —explicó de forma pausada—. Había un chico, no sé quién era pero él sí me reconoció.

Logan inclinó la cabeza hacia un costado. Estaba más desorientado que antes y el termómetro de preocupación oscila de arriba a abajo.

—Soñé un par de veces con él hasta que de la nada dejé de hacerlo—continuó hablando Lucía. Sus manos acompañaban sus palabras, inquietas—. Entonces iniciamos la búsqueda de la Flor Dorada... y él volvió.

Lucía vio a su novio parpadear varias veces, sus labios formando una "O", hilando las ideas..

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Porque pasamos por mucho y yo solo quería estar contigo. —No hizo falta explicar mucho más. Luego de que Logan recuperara la memoria vivieron una vida mortal, juntos, sin preocupaciones—. Me hacías sentir segura. Después fuimos a la Universidad y cuando podíamos vernos no iba a arruinar el momento contándote esto.

Logan meneó la cabeza y sus manos se alejaron del timón. No ahondaría más en el tema, solo quería entender.

—¿Qué... qué pasó con él? ¿Por eso no puedes dormir ahora?

Ella se rascó la cabeza para luego peinar los cabellos rebeldes.

—Es... es extraño, ¿sabes? Es como si despertara dentro de mi propio sueño. Estoy sentada a los pies de un árbol; de pronto escucho la voz de un chico que me habla y me ruega porque no me vaya. —Se estremeció al recordar los primeros tiempos—. Sentía terror. Un miedo paralizante. —Sus ojos se mueven de un lado a otro, recreando la escena para ella—. Sarah me dijo que lo enfrentara. Y eso hice.

Su silencio incrementó los niveles de ansiedad en Logan.

—¿Y qué pasó? ¿Sabes quién es, qué quiere?

—Esa es la peor parte. No me acuerdo.

—¿Cómo que no?

Lucía se apartó un par de pasos, los puños apretados al igual que su mandíbula, maldiciendo para adentro.

—Sé que sueño con él cuando siento esta sensación en mi interior. —Se tocó el pecho a la altura del corazón. Todavía podía sentir un cosquilleo mas no interpretarlo—. Pero no puedo recordar nada. Todo desaparece y quiero saber por qué. Antes lo recordaba, ¿por qué ahora no?

—¿Tú crees...? —Logan tragó duro—. ¿Crees que Morfeo tenga algo que ver?

Lucía apoyó los brazos sobre la rueda del timón y empezó a jugar con los dedos. La curva descendente en sus labios le dio a Logan la pauta de que no estaba muy segura.

—Yo creo que sí. Quiero decir, es más que un sueño, es... como una burbuja. Un lugar creado para encontrarme con Aaron.

—¿Aaron?

—Así le digo al desconocido —agitó la mano para restarle importancia. Suspiró—. Planeaba hablar con Morfeo pero con la aparición de Tánatos y Ludmila, supongo que perdí la oportunidad.

Logan abrió la boca cuando el estruendo de una puerta lo hizo callar. Lucía miró a su novio con los párpados abiertos. Las voces de Alex y Zoe se impregnaron en el aire haciendo posible escuchar su discusión.

¡No me dejes hablando sola! —vociferó Zoe—. ¿Por qué no confías en Erick?

¿Por qué no puedes dejarme en paz? —acusó Alex.

Esto es conmigo, ¿cierto? Me has estado evitando. ¿Se puede saber qué es lo que hice?

Quiero estar solo, ¿tanto te cuesta entender eso?

¡Bien! Haz lo que quieras.

Escucharon la escotilla cerrarse. Alex apareció en su campo visual con la cabeza gacha y una mano en la nuca. Avanzaba despacio por la cubierta, la espalda encorvada, deprimida como él. Siguió caminando hacia la proa donde se permitió contemplar el océano.

—¿Qué les pasa a esos dos? —preguntó Lucía, intrigada.

Logan giró a babor. Las aguas se doblegaron a su voluntad e hicieron más rápido el desvío.

Si bien hablar de Zoe dejó de ser un tema delicado, le era imposible no sentir envidia. Primero Josh, luego Alex y ahora Erick. Todos tenían más preferencias que él.

En el tiempo que tuvieron que permanecer ocultos en el Santuario, Zoe le ayudó a perfeccionar sus nuevas habilidades, sin embargo, Erick consumió todo su tiempo. Entendía cuán importante debía ser para su hermana haber recuperado a su mejor amigo de «entre los muertos». Más aún si éste accedió a escucharla, dejando la puerta abierta para que entrara la confianza. Pero no podía evitar sentirse mal. ¿Era malo querer más tiempo de calidad con su hermana? ¿Cómo le mostraría que Logan Wesley era una buena persona si apenas podían estar juntos?

Lucía pareció leer sus pensamientos. Rodeó su bicep con las manos y apoyó la cabeza sobre su hombro.

—El odio que sentía por ti ya no está. Lo veo —murmuró.

Logan esbozó una sonrisa a medias.

—Lo sé —expresó sin mucho ánimo—. Me gustaría pasar más tiempo con ella, eso es todo.

—Lo harás. —Le aseguró la joven—. Lo harás.

A pesar de sus palabras vio en Logan un sentimiento de congoja que poco a poco comenzaría a destrozarlo.

Tiró de su brazo y eso llamó su atención.

—Ven conmigo —expresó en el más dulce de los tonos.

Logan contempló el semblante de su novia, una invitación tentadora a la cual no podía negarse. Entrelazó sus dedos con los de ella y dejó que lo arrastrara por el pasillo que conducía a los camarotes. 

Oyeron ronquidos amortiguados por las puertas cerradas, voces que charlaban y reían. Llamaron a una de ellas y con amabilidad le pidieron a Atticus que navegara el barco. El joven no se negó y aprovechó el momento para enseñarle algunos trucos a su hermano Ethan.  

Lucía y Logan continuaron su camino hasta una especie de hall. Dos helechos flanqueaban la entrada, la calidad de la puerta era superior en comparación a las otras, por lo que asumieron que se trataba de la habitación del capitán. 

Luke había intentado abrirla para "tomar prestado" todo lo que pudiera encontrar dentro, pero bastaron un par de gritos por parte de Matt para que el hijo de Hermes desistiera. Extraño, considerando que él no era bueno para seguir órdenes. Lo más seguro es que hubiese volcando su atención en algo más interesante.

Lucía extrajo del bolsillo del pantalón una pequeña llave dorada.

—La encontré bajo una de las macetas —señaló el helecho izquierdo y a continuación abrió la puerta.

El cuarto era espacioso con una cama King size al medio. Las sábanas inmaculadas eran arropadas por una frazada de terciopelo rojo. Los detalles en dorado del respaldo y el candelabro evocaban la viva imagen de la realeza.

Había una butaca vivaldi junto a una mesa redonda. Una bandeja con botellas de ron y whisky captaron la atención de Logan de inmediato. Sirvió un poco de ron en uno de los vasos, el aroma a fruta seca impregnó su nariz, provocando que se le hiciera agua a la boca. Llenó otro vaso para Lucía cuando al darse vuelta encontró a la joven terminando de empujar unos pesados paneles de madera.

Un tercio de la pared del fondo se convirtió en ventanal. La vía láctea destacaba en todo su esplendor ante la tenue luz de la luna creciente.

—¿Te gusta?

Logan quedó sin palabras.

—Es... impresionante.

Se recostaron sobre la cama a contemplaban el basto cielo nocturno. 

Lucía bebió un pequeño sorbo de ron y lo dejó en el suelo (demasiado fuerte para su gusto). Se dio la media vuelta y volcó su completa atención en Logan. Repasó la línea de su mandíbula con los dedos, lento y suave, disfrutando de las sensaciones que le generaba tocar su piel. 

Se mordió el labio al verlo cerrar los ojos cuando tocó su arco de cupido, bajando dulcemente hasta el mentón.

Logan clavó la vista en su novio. La miró con la misma fascinación que a las estrellas, porque para él, ella era su galaxia. 

Aferró el rostro de Lucía entre las manos, se inclinó y la besó con delicadeza en la boca. Esa manera tan inocente y tierna de besarla era lo que llevó a Lucía a enamorarse de él.

La ternura se transformó en urgencia cuando el sentimiento de pasión se arraigó en ambos. Lucía no hizo más que disfrutar de sus besos, del calor de su boca y del placer incontrolable de percibir los dedos de Logan enredándose en su pelo.

Se subió a horcajadas de él, sintiendo como sus fuertes manos recorrían la longitud de su espalda y bajaban hasta contornear sus muslos. Se separaron lo suficiente como para deshacerse de sus ropas. Cada tanda de besos implicaba una nueva prenda en el piso. 

La temperatura iba en aumento. La piel les ardía como si estuvieran bajo el sol del mediodía. Se tumbaron sobre el colchón; él con el pecho desnudo, los músculos firmes y tensos apretados contra el cuerpo de Lucía.

En ese instante, ella fue lo único que existía en el mundo para Logan. Y para Lucía, él era lo único que le daba sentido a su existencia.

Logan gimió contra su oído y el corazón de ésta se estremeció al escucharlo. Su respiración se agitó mientras él se movía contra su cuerpo. Se aferró a Logan, saboreando el momento y deseando que durara para siempre.

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