☾apítulo 16
PARTE I
En cubierta Logan navegaba por las aguas indo-pacíficas en busca de hipocampos. Llevaba un largo rato haciéndolo y la vista fatigada comenzaba a jugarle una mala pasada. Eran las tres de la tarde y no había pegado un ojo desde que puso un pie en el barco. Cansado como estaba, su mente se encontraba lo bastante apagada como para pensar en el paradero de Josh y los demás. Ahora era cuando debía aprovechar y dormir.
En medio de su visión borrosa logró distinguir la silueta de Zoe. Estaba de pie frente a él; una de sus manos frotando su brazo en un gesto tímido y acomplejado.
—Hola —saludó Logan—. ¿Pasó algo?
—Acabo de despertarme —dice y luce lo bastante avergonzada como para descolocar a Logan. Tal parecía que la palabra "dormir" era una especie de pecado. Con todo lo que estaba pasando ¿Cómo se le ocurría a Zoe De León echarse a dormir una siesta?
Una sonrisa cariñosa tira de sus comisuras y contempla a su hermana con dulzura.
—Está bien. Me alegra que hayas podido descansar.
—Sí, bueno, hablando de eso... ¿Quieres que te releve?
Logan se mostró gratamente sorprendido. No creía que su hermana pudiese hablarle de esa forma, mucho menos que se mostrara tan tímida. ¿De verdad estaba pasando? Por fin Zoe demostraba un atisbo de amabilidad para con él.
—¿De verdad?
Ella asintió.
—Te ves cansado. No puedes navegar un barco así.
—Te lo agradezco. —Le cedió el lugar y Zoe tomó el timón entre sus manos.
Antes de que Logan descendiera las escaleras, Zoe recogió el valor suficiente para decir lo que rondaba en su mente desde hacía horas.
—Perdón.
Él se detiene en seco y se vuelve con expresión confusa en el rostro. Contempla su postura apenada; el oscuro de sus ojos lleno de una culpa inexplicable.
—¿Por qué?
Zoe describe las betas de la madera con la yema del dedo.
—Eres bueno ¿lo sabías? —Sus ojos se encuentran con los de su hermano, y a pesar de la confusión podía ver un brillo esperanzador creciendo en sus pupilas.
—Gracias —logra articular—. También tú.
Aquel comentario la hace chistar. Aparta la mirada y se decanta por el horizonte, donde el mar y el cielo eran uno.
—Podré ser buena guerrera, pero no soy buena persona.
—¿Por qué piensas eso?
—Porque te tenía envidia —dice llanamente—. Estabas progresando y de seguir así te volverías mejor que yo. Por eso callé. No te enseñé lo que sabía porque eso es mío; lo que me llevó a diferenciarme de ti en un principio.
Logan bajó la mirada. El recuerdo de estar en la playa, el agotamiento al borde de derribarlo y la maldita boya flotando en la lejanía, mientras Zoe permanecía sentada construyendo castillos de arena.
Dominar los estados del agua era cosa de Zoe, algo que ella aprendió y perfeccionó para la guerra. Un ejercicio que le robó lágrimas, sudor y tiempo. Ella no lo veía como una transmisión de conocimientos sino como una forma de perder protagonismo y poder.
—Fui egoísta —vacila y la culpa comprime sus huesos. Los gritos, el fuego, un recuerdo latente que permanecería grabado en sus cuencas—. De haberte ayudado habrías destruido a esas bestias... Y los niños podrían seguir viviendo...
Logan contempló como su hermana se desmorona ante sus ojos. La última vez que la vio tan frágil y vulnerable fue durante aquella cena en el solárium.
Dio un paso, cauteloso, midiendo sus movimientos y palabras. No quería arruinarlo con un abrazo o comentario estúpido. Zoe —su hermana— finalmente estaba abriéndose con él y no podía echarlo a perder. Quería demostrarle que estaría allí para ella siempre que su mundo se cayera a pedazos.
—Tal vez podríamos haber hecho una pequeña diferencia —admite Logan con pesadumbre—, pero ya viste con tus propios ojos lo que el Emperador es capaz de hacer.
Zoe apretó los párpados con la esperanza de borrar de su mente la imagen de la torre envuelta en llamas.
—Tenías razón en algo: él nos quería a nosotros —dice y capta la atención inmediata de Zoe—. Si nos hubiéramos quedado quién sabe cuán peor habrían sido las cosas. Aunque me cueste admitirlo, salir de la Academia fue lo mejor que pudimos haber hecho...
En el silencio del barco se oyó claramente cuando Zoe sorbió por la nariz. Se limpió un par de lágrimas que barrieron la frescura del aire de sus mejillas y apoyó las manos en la cadera.
—Lo mejor que podemos hacer es no rendirnos. Pelear hasta el final. —Prosigue Logan—. Y si estás a mi lado para enseñarme, para apoyarnos mutuamente, seremos imparables.
Una sonrisa trémula tira de los labios de Zoe. Un breve destello emergió del fondo oscuro de sus pupilas, y Logan comprendió que a partir de ese momento la barrera que Zoe irguió entre ambos terminó en ruinas, dándole la oportunidad a ambos para iniciar un camino juntos.
Logan deambulaba por la cubierta luego de un fallido intento por dormir. El sol comenzaba a descender en la línea de agua, tiñendo el cielo de bellas tonalidades rojizas y violetas. Apoyó los codos en el barandal y se permitió contemplar el espectáculo natural. El agua estaba calma y la sutil brisa cargaba con la salinidad del mar. Logan cerró los ojos e inhaló profundo, dejando que el mar barriera sus recuerdos y preocupaciones, y le diera la concentración que necesitaba en aquellos momentos.
—Hola, extraño —musitó una voz femenina a sus espaldas.
Sonrió al oír su voz. Al abrir los ojos Lucía estaba a su lado. Aquellos ojos verde amarronados que le quitaban el aliento siempre que los veía.
Lucía acarició la mejilla del joven y esbozó una sonrisa melancólica.
—Estás cansado... ¿Intentaste dormir un rato?
Logan suspira con pesadez y se le escapa una risilla.
—¿Para qué? Cierro los ojos y sueño con un examen de matemáticas.
Lucía ladea la cabeza confundida; una sonrisa baila en sus labios y las ganas de reír en la punta de la lengua.
—¿Examen de matemáticas? —ríe—. ¿Esa es tu forma de canalizar el estrés?
Él ríe en respuesta.
—Cualquier cosa es mejor que seguir pensando en lo que dejamos atrás. —Lamenta y de inmediato intenta retomar el sueño que lo atormentó por al menos una hora. Todo con tal de no seguir pensando en la Academia, y en lo que le pudo haber pasado a sus amigos—. Realmente necesito dormir pero cierro los ojos y veo números. Estaba tan estresado que literalmente sigo recordando los resultados.
—¿De verdad?
— -36,83; 659; 174, 43 y 298. —Repitió con extrema exactitud.
—Wow, sí que estabas estresado.
Se produjo el silencio entre ambos. Pequeñas risillas podían oírse en el viento hasta morir lentamente en las calmas olas del mar.
—¿Hablaste con Nico?
Lucía se apoyó contra el borde del barco; sus codos pegados a la madera, sus ojos viendo el horizonte pintado en tonos de degradé. Seguía incapaz de creer cuán crueles podían llegar a ser los dioses. El estómago se le retorció y la presión pujó contra su garganta.
Se traga la bola de emociones (las mismas que experimentó en la cueva) y se concentró en la conversación.
—Dice tener una teoría —contempla la vastedad del mar y Logan puede ver lo serio del tema en las arrugas de su frente—. Nico murió poco antes de nacer.
—¿Qué?
—Sus padres le rogaron a Hades para que lo reviviera y...
—No me digas, lo obligó a convertirse en su esclavo.
—Peor. Es un emisario de la muerte.
Logan enmudece. La información se procesa en su cerebro con cierta lentitud, conmoción. ¿De verdad Hades podía llegar a tanto?
—Por cada año que Nico permaneciera con vida debía entregar un alma a cambio —añade y la misma expresión que ve en Logan fue la misma que Nico vio en Lucía.
—¿En serio Hades es capaz de eso?
Lucía asiente.
—Gemma fue una de ellas.
Al oír aquello Logan sintió una enorme pena por Zoe. Su guardián, la persona que debía protegerla fue el verdugo de su amiga. Se preguntó entonces si ella lo sabría porque de ser así nunca la vio acusando a Nico de nada.
—Solo sé que ya vivió una muerte este año. La de un niño —prosigue Lucía interrumpiendo los pensamientos de Logan—. Dijo que vio su alma y entonces experimentó un fuego que le marcó la piel.
—Obtuvo la marca —conjetura Logan—. Tiene sentido. ¿Pero un aro? ¿Qué significa?
—No lo sé, y en lo que a mí respecta debemos tener cuidado. Si es alguien «raro» y «especial», Circe lo querrá a toda costa.
—En ese caso debemos... —sus palabras mueren en el viento salado. La voz de Zoe llega a sus oídos y el chasquido de un objeto rompiendo contra la superficie del mar la sobresaltan.
—¡Hipocampos!
Logan saltó al agua. Sus ojos azul-verdoso cobraron intensidad; el brillo que albergaban sus pupilas cobró fuerza al ver a Lucía. Extendió una mano al cielo y en una media sonrisa la invitó a unirse. Ella soltó una risilla, se quitó el buzo y los pantalones, dejándolos junto a los de Logan. Y saltó.
Un hipocampo pasó nadando por debajo de ellos, su aleta les hizo cosquillas en los pies. En un parpadeo emergió del agua y los salpicó.
Zoe, quien se encontraba mirando desde la cabina de mando, recibió una buena salpicada. Retrocedió y se mordió la lengua para no soltar una maldición. El momento entre Logan y Lucía parecía de lo más íntimo. Si bien el objetivo era otro, era la primera vez luego de lo sucedido donde ambos tenían un momento a solas. Donde podían estar juntos y sintiéndose útiles.
Y allí lo sintió. Un sentimiento naciente en el pecho; el calor del sol quemando su piel. No, el sol no, la sal. Las moléculas de agua vibraban contra su piel en una peculiar danza. Atrapante, delirante. Por un instante perdió la visión, las palpitaciones comenzaron y se sintió flotar. Sus pensamientos se volvieron borrosos y su mente y cuerpo se entregaron a la sedosa y arrulladora sensación del mar.
Llevó los labios contra la piel de su muñeca. La sal le hizo cosquillas y una trémula sonrisa tiró de sus delirantes labios. Necesitaba más. Quería más.
Lamió el agua de su mano y por un instante sus sentidos cobraron vida. Su piel se sintió suave, tersa, los colores cobraron otra intensidad y los sonidos se volvieron fuertes y claros.
Las olas rompían a un ritmo que su corazón repetía y repetía y cada vez se iba entregando. Cayendo profundo...
Sed.
Tenía sed.
Debía saltar.
Sus dedos se aferraron posesivos al borde, sus ojos delirantes contemplando el vaivén de las olas; su mente, corazón y alma consumiéndose por sumergirse entre el agua salada...
—Vaya, ¿interrumpo algo?
La voz de un joven la sobresalta y rompe con el hechizo. Suelta un respingo, sus manos se aferran con posesión al barandal, el corazón en la garganta. Se vuelve y descubre una sonrisa socarrona en el bronceado rostro de Alex.
—¡Me asustaste! —Espeta y logra relajarse a medias—. ¿Qué quieres?
—Primero, que me hables mejor. Creí que entre tú y yo las cosas habían mejorado —dijo en tono suave y cómplice, guiñando un ojo—. Segundo, ¿qué estabas cuchicheando?
Se aproximó al borde y descubrió a Logan quitándole con cuidado escamas a un hipocampo, mientras Lucía mantenía entretenido al animal con caricias.
—Ah, ya veo. Estás celosa.
Las mejillas de Zoe adquirieron una tonalidad rojiza como el atardecer.
—¿Disculpa? Yo no estoy celosa.
—Eso dicen los que están celosos.
—¡Yo no...! —Aprieta los puños y resopla—. ¿Para qué molestarme? Cuando se te mete algo a la cabeza es como si discutiera contra una pared.
Alex soltó unas cuantas protestas y a continuación se defendió a sí mismo con el carisma que lo caracterizaba. La forma en que hablaba podía engatusar a cualquiera, incluso a ella si se lo permitía, pero en ese momento su mente estaba dividida. Sus manos frotaban el agua de sus brazos como si fuese protector solar. La urgencia de que penetrara en su piel antes que el sol la evaporara era altanera e invasiva.
—¿Estás bien? —murmuró Alex, preocupado.
Zoe apretó las manos en el timón en un grito desesperado por deshacerse de aquella sensación, de ese sentimiento aprensivo, de esa necesidad enfermiza. Algo estaba pasándole y aunque quisiera pensar en ello, apenas podía. Traía la mente embotada.
—¿Se te ofrecía algo o solo viniste a molestar? —logró decir luego de un breve instante.
Alex soltó una risilla y aquello generó en Zoe un déjà vu. Lo que sea que estuviese perturbando su alma se esfumó con el ruido de una ola. Cerró los ojos en un impulso y su traicionera mente evocó la imagen de quien no debía.
Alex era más fornido que Erick. Su tono de piel era ligeramente similar, su cabello rizado se diferenciaba en el color. Siempre sonreía y siempre sabía exactamente qué decir.
Arrancó la mirada de Alex y se concentró en el mar. Las ganas de lanzarse al agua eran incontrolables. Su piel, músculos, nervios imploraban por ella.
—Definitivamente no estás bien. Te duele.
Los ojos de Zoe se agrandaron y temió que pudiese oír sus pensamientos. ¿Estaba quedando loca? ¿Él podía darse cuenta de eso?
—Hay dolor en tu corazón —prosigue Alex—, el mismo de siempre. —Sus ojos viajan al pecho de Zoe, donde su mano envolvía posesivamente el dije de hipocampo—. ¿Por qué es esta vez? ¿Qué detonó el recuerdo de Erick?
No podía decirle la verdad. No podía decirle que él era el causante. Había ciertas actitudes en él, ciertos gestos que le recordaban a Erick. Y tal vez por eso no podía alejarse del todo. Alex podía llegar a ser incompatible con ella; lo extrovertido y ostentoso de su personalidad la apabullaban. Pero lo que tenía de insoportable también lo tenía de buena persona. Un lado que nunca antes había visto en hijos de Afrodita. Y le gustaba.
Era respetuoso, atento. Demostraba que sabía escuchar, que le importaba lo que le pasara a los demás. En las pocas semanas que compartieron pensamientos y anécdotas, Alex le demostró que podía confiar en él.
Que podía ser el reemplazo de Erick.
NO. Estaba mal. Erick era Erick y Alex, Alex. Dos personas distintas que, a pesar del parecido que existía entre ambos, nunca serían lo mismo.
—Da igual —dice, su voz apenas un susurro audible—. ¿Tú estás bien?
Alex inclinó la cabeza e hizo un gesto para restarle importancia al asunto, como si sus problemas no tuviesen el mismo grado de relevancia. Zoe no indagó más y en el fondo Alex se lo agradeció. Hablar de Erick fue el puntapié inicial para que ambos se acercaran, y ahora se estaba convirtiendo en un calvario.
¿Se estaba enamorando demasiado rápido de Zoe? Quién sabe.
Lo que pasó con Belén fue un capricho. Ella logró ver parcialmente al Alex verdadero, aunque a pesar de ello, en el fondo, una parte del hechizo podía llegar a hacer mella en ella si se dejaba arrastrar. ¿Por qué no ocurrió? Porque su amor por Justin era más grande que cualquier encantamiento, y la respetaba por eso.
Pero con Zoe era diferente. Ella sí logró atravesar el «reflejo», lo que le hizo ver que era la persona indicada. Más le daba el que no se conocieran del todo, tarde o temprano ambos se enamorarían el uno del otro y por fin Alex tendría a alguien a su lado... Alguien que lo amara de verdad.
En eso, Lucía y Logan subieron a cubierta. Estaban empapados de pies a cabeza y con el sol ocultándose, el frío viento de la noche podía llegar a enfermarlos. Aunque según veía Alex, engriparse era la menor de sus preocupaciones. Aquellos jóvenes irradiaban amor.
Logan le entregó la veintena de escamas a Zoe. Esperaban que las mismas fueran más que suficientes, al menos como para remover una marca más.
Alex les sugirió entrar y tomar una ducha caliente. Había un solo baño pero éste contaba con ducha y calefón.
Zoe se responsabilizó de guardar las escamas y luego buscar entre los baúles algo de ropa limpia. La que habían encontrado no era mucha, pero sin duda era mejor que una playera harapienta.
Todas las comodidades que encontraron en el barco daban a entender que los Guardianes estaban preparados en caso de un ataque sorpresa.
Apenas llegaron a pisar la puerta de acceso cuando Sóter aparece subiendo las escaleras con actitud decidida. Atticus le pisaba los talones y por el semblante que traía se notaba que se trataba de algo serio.
El verde de los ojos de Sóter encuentra a Logan. Sus fuertes manos cogen los brazos del joven y lo ciñe con fuerza. Siquiera repara en la apariencia aguada de Logan, su mente estaba concentrada en algo mucho más importante.
—¡Tú lo sabes! —Su voz es firme y autoritaria.
—Me estás lastimando —manifiesta Logan.
—Morfeo dijo que nos guiarás.
—¿De qué hablas? ¡Suéltame!
Atticus se cuela en escena y presiona el hombro de Sóter. Sus músculos estaban rígidos y no dudaba que un codazo de su parte le desencajara la nariz.
—Sóter, suéltalo. —Demanda—. Explícale lo que soñaste sin necesidad de romperle los huesos.
—¿Soñó con Morfeo? —interviene Lucía y le es imposible ocultar su asombro.
—Sí. Dice que Tánatos nos necesita y Logan es el único que puede guiarnos. —Narró Sóter y consiguió dejar a todos boquiabiertos.
—¿Cómo sabría cómo guiarlos? —protesta Logan—. No sé en dónde está.
—Sí lo sabes —habla Lucía luego de meditarlo por un instante—. Tu sueño. Los resultados...
¿Podría ser? ¿Sería que Morfeo le proporcionó a Logan las coordenadas de su localización a través de problemas matemáticos?
—Son coordenadas —finaliza por ella. Reorganiza los números y los compara con los actuales. Se estaban desviando ligeramente de su destino. Pasó junto a Lucía y Sóter corriendo a toda velocidad hasta llegar a la zona del timón, de allí le gritó a Zoe que lo acompañara.
Zoe se posicionó junto a su hermano, aun cargando con las escamas. Miró el mar y supo de inmediato que se dirigían a Nueva Zelanda.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro