XXIV
Los dioses aguardaban en el salón de tronos con los rostros expectantes. Esta era la primera vez que presenciaban la decepción en sus ojos. Algunos se mostraron cabizbajos al tiempo que otros reservaron sus comentarios. Asumía que ninguno se atrevía a decir una sola palabra por la muerte súbita que había padecido el grupo. Y Lucía prefería que se mantuvieran así, callados, porque a la sola mención de cuan ineptos habían sido por fallar, le sellaría los labios para siempre.
Desconoció el momento en que Matt entregó a Sarah a alguien de por allí. Asumió que debía tratarse de una persona de confianza, puesto que hasta el momento no había dejado que nadie la tocara.
Una parte de ella se lamentó por no haberse despedido pero se convenció a sí misma de que así era mejor, o eso era lo que quería creer, ya que prefería verla en aquel estado de bella durmiente en vez de someter a sus córneas a grabar en su mente la imagen de un ataúd.
Afrodita se apartó de su trono y caminó hasta aproximarse a los Guerreros. Sus bellos ojos de colores infinitos irradiaban sinceridad y pésame.
—Lamentamos mucho su pérdida. Ustedes son los soldados más valientes que existen. Que esta derrota los fortalezca y los vuelva invencibles.
Lucía asintió y en el silencio de la sala pudo escuchar los sollozos provenientes de Matt. Se contenía con toda su fuerza de voluntad por lucir decente frente a sus dioses, pero el sufrimiento que asolaba su corazón era demasiado para que su cuerpo lo soportara. Finalmente agachó la cabeza y se mordió el labio inferior para ya no hacer más ruido.
Hécate, quien hasta el momento se había encontrado en una esquina de la habitación, avivando el fuego de una pequeña hoguera, se acercó a los presentes para expresar su pésame y pedir la Flor. Lucía se la entregó, deseando que pudiera hacer algo para salvarla. Al menos así la muerte de Sarah no sería... Ni siquiera podía poner en palabras lo que sentía. Fue una misión catastrófica en todos los sentidos; nada bueno había salido de ella. Tan solo esperaba que algo positivo saliera de todo esto.
La diosa la examinó con cuidado. Sus penetrantes ojos de esmeralda se incendiaron, cobrando el fulgor del fuego celestial. Cerró los párpados y se mantuvo en silencio por lo que parecieron horas. Josh abrió la boca para decir algo y entonces Atticus le pegó en la mano, obligándole a guardar silencio ya que la diosa estaba meditando.
Terminada su meditación se volvió para mirar a sus pares.
—No hay nada qué hacer.
Los dioses soltaron suspiros contenidos, afligidos y consternados. Algunos se mostraron más molestos que otros, susurrando comentarios que no llegaban a oídos de los semidioses pero que por su postura era predecible por dónde iba la conversación. Muchos saltaron a la defensiva provocando que la pelea fuera subiendo de tono. Al final la sala se dividió en dos: aquellos que proponían atacar y matar a todo semidiós que poseyera la marca, mientras otros optaban por buscar una solución menos violenta y más estratégica; hallando los puntos débiles del enemigo y atacando sin perjudicar a los más débiles, en cuyo caso se trataba de sus propios hijos.
Incapaz de tolerar la discusión un segundo más Lucía se dio media vuelta y abandonó la habitación sin que Zeus se lo permitiera. La mano que Gemma le había congelado y que ahora solo era piel y huesos entumecidos, se transformó en un cuenco para la ira y el rencor.
Tanto Logan como Josh intentaron hablarle, detenerla para hacerla reflexionar, pero solo consiguieron una mirada fulminante y una actitud que amenazaba con golpear a cualquiera si llegaban a tocarla.
Tras ella se escabulló Matt. Era la primera vez que se saltaba una regla, o al menos, una dentro del Olimpo. Quería estar solo y escuchar pelear a los dioses por trivialidades cuando su novia había muerto en batalla era algo que no podía tolerar. Si permanecía un segundo más allí vomitaría.
Logan se llevó una mano al puente de la nariz y lo apretó con fuerza, liberando parte de su frustración. ¿Así era como uno se sentía cuando lo derrotaban? No pretendía hacerse la estrella, sin embargo era la primera vez que no lograban cumplir con su objetivo. Era la primera vez que el enemigo ganaba y no había nada que ellos pudieran hacer para detenerlo. Tenían las manos atadas y no poseían cuchillo o navaja para cortar sus ataduras.
Estaban perdidos.
—Zoe—oyó la voz de su padre y al levantar la vista lo encontró frente a su hermana. Ella lo observaba con cierta reticencia, de pronto, su fachada de niña mala se vino abajo y se lanzó a los brazos de su padre.
—¡Perdóname! —se lamentó y en sus palabras Logan pudo oír la sinceridad con la cual había hablado.
Cuando la mayoría se dispuso a marcharse y los dioses seguían enzarzados en su conversación, encerrados tras las puertas del salón de tronos, Miranda se paseó por los pasillos del Olimpo. Frotó su mano donde la marca aún seguía allí y una sensación desconocida le revolvió el estómago.
Escuchó la voz de Atticus hablando con Josh. Apenas sí podía captar de lo que estaban hablando, pero no tenía intención de descubrirlo. Tomó la dirección contraria a ambos y a medio camino se tropezó con la figura solitaria de Nico.
Estaba parado junto a la barandilla del balcón. Su postura encorvada y sus brazos conteniendo su cuerpo le dieron la pauta de que intentaba liberarse de una pesada sensación de culpa.
—¿Te encuentras bien?—preguntó con voz suave, aproximándose a él hasta quedar a una distancia prudencial.
Nico se tomó su tiempo para responder.
—Maté a una persona hoy... Nunca había matado a alguien. Solo a criaturas o monstruos, jamás a un semidiós...
Miranda caminó hasta llegar a la barandilla. De soslayo descubrió la pesadumbre en la mirada del joven.
—Sé que no es fácil lidiar con la muerte de alguien, aunque no lo parezca a mí también me resulta doloroso—confiesa y sintió que el vientre se le tensaba—, pero debo decirte que tienes que dejar ir ese sentimiento. No es fácil, a algunos le cuesta más que a otros, sin embargo, si te aferras a él y dejas que te consuma, te destruirá.
Nico aprieta con fuerza el barandal permitiendo que varias lágrimas abandonen sus ojos.
—Sabía que no tenía que ir. Sabía que era una mala idea participar de la misión.
—¡Ya es suficiente!—chilló molesta. Golpeó el barandal para enfatizar sus palabras y hacerlo despertar. Nico dio un respingo—. Tú mismo decidiste venir con nosotros. Dejaste de lado tus miedos, tus inseguridades y te atreviste a participar. Formaste parte de una misión más que importante. No importa que todo haya salido mal, lograste romper con tu burbuja por quién sabe qué razón y luchaste. Peleaste como nunca antes te había visto hacerlo, y pude ver cuán poderoso te sentías. No puede ser que por un par de muertes te arrepientas de todo lo que hiciste. ¿Por qué aceptaste venir si tenías tanto miedo?
Nico apretó los labios, las palabras deseosas por abandonar su boca. Le miró a los ojos y susurró:
—Por ti.
Miranda hizo la cabeza hacia atrás, frunciendo el ceño.
—Lo hice por ti—repitió—, porque no puedo hacerme a la idea de volver a perderte. Quería ayudarte a que te deshicieras de esa marca pero veo qu-...
Las palabras se las llevó el viento. Miranda cortó la distancia que los separaba con un tierno beso. Nico abrió los ojos sorprendido, las mejillas le ardían. Estaba tan conmocionado que apenas comprendió lo que estaba pasando. Cuando finalmente entendió y se dejó llevar por el momento, Miranda se apartó dejándolo con ganas de más.
La presión de sus labios seguía latente en los de él. Aun podía sentir su aliento, la cercanía de su rostro y el aroma a moras de su cabello. Abrió los ojos y por primera vez avistó una emoción que continuamente los hijos de Hades se rehusaban a enseñar.
—Eres fuerte y valiente. No dejes que lo que pasó destruya tu forma de ser, porque entonces sería yo la que no toleraría volver a perderte—la voz se le quebró al final e hizo un intento por recomponerse, por lucir igual de superficial que siempre, mas no pudo con la carga emocional que comprimía sus entrañas.
Unieron sus frentes y cerrando los ojos se dejaron llevar por el momento. Las emociones estaban a flor de piel y podían percibirse con el simple roce de sus manos. Nico se aventuró a entrelazar sus dedos con los de ella, pero entonces una explosión los tomó desprevenidos.
El suelo bajo sus pies rugió con fuerza desprendiendo escombros de balcones más arriba e incluso alguno que otro perteneciente a los torreones.
—¿Qué fue eso?—exclamó Miranda. La tensión en los brazos de Nico era más que obvia.
—Viene del ala de los Guerreros.—Y dicho eso echó a correr.
Al llegar al ala principal fueron testigos de una impresionante explosión. Escombros regados por el piso del tamaño de una motocicleta. Partículas de polvo enrarecían el aire hasta volverlo irrespirable. Tanto Nico como Miranda cubrieron sus bocas y narices con el brazo, agitando su mano libre frente a ellos para mejorar la visual.
Oyeron más pasos provenientes de un pasillo adyacente. No aguardaron a descubrir quiénes eran, puesto que asumía que eran sus compañeros, los cuales aún no habían sido escoltados fuera del Olimpo. No obstante, las puertas de entrada que permanecían extrañamente entreabiertas se abrieron de par en par para develar las figuras de Lucía y Logan, quienes entraron a toda velocidad para descubrir qué estaba pasando.
Encontraron los cuerpos de varios guardias aplastados por los escombros y otros tantos desperdigados por el piso.
Lo que alguna vez Logan recordaba como un pasillo silencioso ahora era un enorme boquete; una arcada gigante que de pasarela no tenía nada. Para su sorpresa sus poderes seguían intactos. Todavía podía percibir la energía de estos en su centro, latente como siempre y no adormecida como antes.
No lo comprendía. Les habían dicho que esa habitación funcionaba solo con semidioses, cualquier otro ser divino que entrara en ella podría desplegar al máximo sus habilidades. Lo que significaba que el enemigo, sea quien sea, hizo todo ese escándalo como un medio para denotar sus poderes. Para hacerle saber a todos que sabía a la perfección qué escondían los dioses allí con tanto recelo.
La habitación estaba hecha ruinas. Una gran sección de pared había desaparecido y ahora el vasto cielo podía contemplarse en todo su esplendor. El concreto se transformó en una piedra semejante al ladrillo de color rojo claro. Todo lo que alguna vez fue ese cuarto ahora no quedaba ni el recuerdo.
Hermes era el único dios presente debido a que abandonó la discusión por falta de interés. De no haber sido por él todos los Guerreros habrían sido secuestrados.
—Ya era hora—masculló y sonrió con una mueca. Sus ojos de color caramelo se veían doloridos y agotados, sin mencionar los innumerables moretones que decoraban su cuerpo. Las rodillas se le doblaron y cayó al suelo. Verlo de esa forma los dejó sin aliento. Para ser un dios lograron dejarlo casi que sin fuerzas, y entonces lo comprendieron.
El aroma penetró en sus fosas nasales, suave pero insistente. Allí, al otro lado de la habitación junto a un portal se encontraba un ser de cabello largo y blancuzco de penetrantes ojos púrpura.
—¡Hipnos!—bramó Logan. Quiso dar un paso al frente pero el aroma a amapolas lo desestabilizó, obligándolo a quedarse inmóvil.
El dios del sueño alzó una de sus delicadas manos y sonrió socarronamente. El golpe de gracia vendría a continuación y la Guardia estaría lista para ser despertada. Sin embargo, una energía chispeante surcó el aire e hizo explotar una pared cercana. Hipnos evadió el ataque con gracia, entonces descubrió con horror que un mechón de su cabello se desprendió producto de lo chamuscado que estaba. Consternado, el dios se dio cuenta que no podía permanecer allí por mucho tiempo.
Brazos invisibles emergieron de dentro del portal capturando cuerpos al azar.
Otro rayo. Otra explosión. Zeus y el resto de su séquito divino estaban allí para detenerlo. Si permanecía más tiempo en aquel lugar Zeus invocaría una ráfaga de viento que eliminaría el aroma de sus flores.
Hipnos saltó de espaldas al portal sin apartar la vista de un muy desorientado Logan.
—Nos volveremos a ver— atravesó el portal y desapareció justo cuando el rayo de Zeus casi lo atraviesa.
La habitación quedó sumida en el polvo. Un frente frío invadió el lugar para limpiar el aire y descontaminarlo. Los dioses fueron los primeros en reaccionar. Inspeccionaron el área y dedujeron que una explosión acabó con el hechizo que mantenía la energía divina encapsulada. Sin duda una muestra impresionante de poder.
¿Pero cómo? ¿Cómo habían hecho explotar el lugar? ¿Cómo pudieron siquiera saber el lugar exacto? Había un traidor en sus filas, uno más aparte de Hipnos.
«Te sugiero que empieces por saber en quién confiarás» fueron las palabras que Moros le dedicó a Lucía previo a que iniciaran el viaje. Tal parecía que los dioses tampoco habían hecho caso a la advertencia, como ella lo hizo al aceptar a Zoe y sus amigos.
—¡Maldición! ¡Les dije que había que matarlos a todos!—bramó Ares ciertamente cabreado—. ¡Nos destruirán!
—¡Cierra la boca!—le ordenó Atenea. Estaba parada junto al cuerpo dormido de Annabeth. Le acarició el cabello y con la vista miró a cada uno de los caídos—. Faltan tres.
Josh dio un paso al frente y observó lo mismo que Atenea.
—Se llevaron a Zack, Hope y Justin—soltó un suspiro y apretó los puños con fuerza. Estas semanas no podían terminar peor de lo que ya habían sido.
Hera se llevó una mano al pecho y contuvo un sollozo. Su hijo había sido secuestrado y no pudo hacer nada para evitarlo. Demeter se le acercó por detrás para consolarla. El verde olivo de su mirada era tan lúgubre como el sentir de su esencia. Miró a Artemisa por un momento. Si estaba preocupada no lo exteriorizaba. Parecía estar más enfocada en descubrir qué había pasado allí que en que su hija había desaparecido. O tal vez solo era una estrategia para no caer en la desolación.
—¡Hermes!—llamó Zeus con voz profunda—. ¿Qué viste?
—Tan pronto ocurrió la explosión vine a socorrer a los guerreros—se contuvo y se apretó uno de sus brazos—, pero el poder de Hipnos durmió a los guardias y me aletargó. Luché lo más que pude aunque me pareció percibir como una fuerza invisible protegía al dios del sueño.
—Circe—dedujo Zeus, rascándose la barba. Se volvió para ver a los suyos—. Debemos proteger a los Guerreros a toda costa. De otra forma el enemigo no podrá avanzar con sus planes y nos dará tiempo de buscar una salida.
—¿Qué planeas hacer, hermano? —indagó Poseidón.
—Que cada una de las familias elija a un Guardián para proteger a los marcados. Luego, los desperdigaremos por todo el mundo y los ocultaremos hasta que sea necesario.
Los dioses se mostraron de acuerdo, al menos aquellos que avalaban la postura de no asesinar a sus propios hijos. En el murmullo Atticus pasó junto a Josh hasta donde Poseidón. Su semblante era serio y lleno de decisión.
—Me ofrezco para ser el guardián del hijo del poderoso Poseidón, Logan Wesley—habló sin pestañar y el dios de los mares se mostró más que complacido.
—¿De qué hablas?—empezó Logan, perplejo—. No, no quiero irme.
—Te callas—le silenció su amigo en tono tajante—. Ya viste lo que pasó y de cuán poderosa puede ser Circe. Quién sabe a cuántos tiene trabajando para ella. No voy a permitir que la Guardia se levante. Y si tengo que llevarte a rastras conmigo lo haré. A partir de ahora vuelvo a ser tu guardián.
No supo qué responder. No quería irse sin pelear y tampoco quería que Atticus volviera a ser su guardián porque ello implicaba que ante cualquier peligro él debía sacrificarse para garantizar el bienestar de su protegido.
Terminaría como Sarah: muerto.
Abrió la boca y sus labios titubearon pero las palabras nunca lo abandonaron. Matt se había posicionado junto a Atticus en igual tesitura.
—Entiendo que su hijo no posee marca alguna—empieza y Josh para la oreja—, pero dado su impresionante poder y habilidad terminan por convertirlo en un oponente digno de admirar. En otras palabras, los enemigos intentarán acabar con él antes de que él acabe con ellos. Es por esa razón que yo humildemente le pido, o dios todo poderoso Zeus, ofrecerme nuevamente para la tarea de guardián de su hijo, Josh Thompson.
—Matt.
—Tu tarea es impecable y tu reputación te precede, Matthew. Entiendo a la perfección tus palabras y por eso avalo tu petición de convertirte en el guardián de mi hijo.
—Gracias, mi señor—le reverencia y al volverse se topa con el rostro de Josh. No dijo nada, ninguno de los dos lo hizo, Josh sabía que decir algo sería una total causa perdida.
—¡Muy bien!—aplaudió Zeus enfatizando su entusiasmo—. El resto encárguese de hallar un guardián para sus hijos y envíenlos lo más lejos posible. Cuanta mayor discreción menos probabilidades de que los encuentren. ¡Por mi parte me encargaré de rastrear a esa alimaña chismosa!
Nico hizo amago de abandonar la habitación, sin embargo Miranda enjauló su muñeca antes de que pudiera moverse.
—Ni se te ocurra hacer lo que estás pensando—gruñó por lo bajo sin voltear a verlo.
—Estás marcada—le recordó el joven—, necesitas protección.
—¡No necesito que nadie me proteja! —soltó entre dientes.
—¡Pues lo lamento, no voy a dejar que te maten!
—Y yo no voy a dejar que te sacrifiques por mí—contuvo las lágrimas que amenazaban con evidenciar su lado más sensible—. Tengo a Shadow. Él se convirtió en mi guardián cuando te fuiste. No te necesito.
Nico apretó los labios y tragó duro, callándose todo lo que tenía para decirle. Nunca admitiría en voz alta que le hirió en donde más le dolía.
Al otro lado, Poseidón se aproximó a su hija y depositó una mano en su hombro.
—Habrá que encontrar un guardián para ti también. Dada tu naturaleza eres un objetivo más que interesante de capturar.
—Puedo encargarme de ella también—se ofreció Atticus. Poseidón le regaló una sonrisa.
—Te lo agradezco pero dos protegidos no es tarea fácil para un solo guardián.
—¡Yo me ofrezco! —Nico elevó la voz para ser oído. No apartó la vista de Miranda y se regocijó al verla roja como un tomate—. Me ofrezco para ser el guardián de su hija, Zoe De León.
—¡Magnífico! Te lo agradezco Nicolás. Tu legado te precede. No puede haber mejor guardián para mi hija—le sonríe a su pequeña y corre un mechón de su rostro para apreciarlo en todo su esplendor.
—No tiene que agradecerme nada, es mi deber.
Zoe se mostró contrariada por la situación. En circunstancias normales le diría a su padre que no necesitaba de la protección de nadie, pero dada su amnesia permanente se sentía extraña y algo aletargada. Si un monstruo llegaba a atacarla dudaba que pudiera hacerle algún rasguño. Estaba agotada.
—¡Que alguien limpie este desorden! —Ordenó Zeus y de inmediato un grupo de guardias se congregó en la habitación—. ¡Lleven a los Guerreros a la enfermería y tapen ese hoyo!
Recogieron los cuerpos desmayados de sus compañeros y los trasladaron rápidamente a la enfermería donde alguien se encargaría de despertarlos. Detrás fueron los dioses, separándose para realizar sus tareas personales o encomendadas.
En la habitación solo quedaron los semidioses rodeados por escombros. El silencio los envolvió de pronto. Demasiadas cosas habían pasado como para asimilarlo tan rápido. Tanto Josh como Logan se negaban a aceptar que Matt y Atticus fueran sus guardianes otra vez. Luego de lo atestiguado no querían que ellos terminaran igual. Por el contrario, Miranda sabía que Nico se había ofrecido por despecho. Si ella no lo aceptaba como guardián entonces encontraría a alguien más que sí lo quisiera, de esa forma estarían "juntos" en esto.
No pararía hasta encontrar una forma de salvarla y pese a que admiraba su tenacidad, lo último que quería era perderlo para siempre.
—Supongo que deberemos esperar a que nos digan a dónde iremos—habló Nico, rompiendo con el silencio. Los guardines se mostraron de acuerdo con él.
Miranda se cruzó brazos y ladeó la cadera.
—Como sea. Yo no me moveré de aquí.
—Tampoco yo—coincidió Logan, provocando que Atticus le lanzara una mirada de reproche.
—No puedes. ¡Es suicidio!
—Si no uso mis poderes no pueden rastrearme. Ya lo viste.
—¿Y pensaste qué pasaría si descubren dónde vives? ¿Hum? ¿Pondrás a tu madre en peligro?
Logan tensó la mandíbula. Su amigo tenía razón, no quería poner a su propia madre en riesgo pero..
—No pienso vivir huyendo hasta que los dioses encuentren una solución a esto. ¡Yo quiero formar parte de esa búsqueda!
Atticus abrió la boca y Matt le ordenó callar al levantar su mano.
—Estoy de acuerdo con él. Huyendo no conseguiremos nada, si permanecemos juntos llegaremos más lejos.
—¿Estás loco? ¿Qué pasó con el Matt sensato?
—Sigue aquí y es quien te habla.
La seguridad de sus palabras, la convicción en sus facciones; a pesar de las dudas Atticus aceptó a regañadientes. Nico no tuvo ni qué pensarlo. Si bien era el guardián de Zoe no le quitaría los ojos de encima a Miranda.
—Bien—coincidió y se ganó una mirada de aprobación por parte de Logan.
—Guerreros, guardianes—anunció una voz femenina. Al girarse hacia la entrada descubrieron la esbelta silueta de Hécate—. Necesito que vengan conmigo. Les diré cómo habrán de conectarse con sus protegidos.
—¿Conectarse? —preguntó Zoe.
—En caso de peligro los guardianes podrán percibir sus emociones fuertes o ubicarlos en cuestión de segundos.
Sin ninguna objeción aparente se movilizaron para seguir a la diosa. No obstante, a medio camino Lucía sintió un nudo en la boca del estómago. Se aferró al brazo de Logan en busca de apoyo. La vista se le nubló y su entorno mutó hasta transportarla a un lugar lejos del agarre de Logan. Estaba sola, inmersa en la oscuridad.
Miles de partículas doradas aparecieron a su alrededor flotando. Un puñado de ellas se alejó del resto y se congregó en el centro para formar la figura de un hombre que conocía bastante bien.
El viejo Moros, aquel hombre broncíneo y de aspecto intimidante apareció frente a ella con ojos agotados.
—Al fin pude conectarme contigo.
—¿Qué es este lugar? ¿Por qué me trajiste aquí?
—Necesitaba hablar contigo antes de irme.
—¿Irte? ¿A dónde?
—No tengo mucho tiempo así que escúchame atentamente—le ordenó y cerró la distancia que los separaba para que no tuviera dudas respecto a sus dichos—. Estoy muriendo y dentro de poco dejaré de existir.
La joven quedó de piedra al escuchar aquello. ¿Un original estaba muriendo? ¿Cómo era eso siquiera posible? No tenía sentido.
—Sabe que estoy en su contra y que haga lo que haga yo intervendré para llevarlos a ustedes a la victoria.
—No entiendo. ¿Qué está pasando? —se llenó de incertidumbres y el pánico hizo su aparición.
— Soy Moros, el destino, creo el futuro de todo aquel que reine en el mundo y mis ministras lo llevan a la práctica. Pero tú, tú eres la excepción. No hay nada concreto contigo. Todo lo que puedo pensar para ti debo pensarlo con minuciosidad porque cada toma de decisión se desvirtúa en varias opciones y cada opción en otra veintena más de posibilidades. Soy incapaz de saber qué harás. Me convierto en un espectador.
—Lo sé, tú mismo me lo dijiste, pero no entiendo por qué vuelves a reiterarlo.
—¡Tú eres la causa de que esta guerra tenga más de un final!—espetó tapándole la boca—. No sé qué es lo que pasará, pero te aseguro que llegarán muy lejos. Y de no ser porque estoy muriendo los habría ayudado hasta conseguir la victoria.
—¿Cómo es posible que un original muera?
—Hay formas. Algunas más despiadadas que otras, sin embargo no estoy aquí para darte una lección de cómo matar originales. Presta atención—depositó sus manos en los hombros de la joven, la sacudió levemente y ella fijó la mirada en él, atraída por el dorado de sus ojos—: si bien desconozco fehacientemente cuál será el final de esta guerra existen ciertos hechos que siempre se repiten, más cercanos más lejanos, pero siempre terminan ocurriendo. La profecía está escrita en la pared de mi templo, no obstante, como presentí vinieron por mí para que nadie tuviera conocimiento de los hechos venideros. Por eso no podía irme sin antes decirte en persona el párrafo final. Es muy importante que tengas conocimiento de él, ya que gracias a éste puede que tengan la posibilidad de ganar.
—Moros...—por alguna razón sintió lástima por el original. Era la primera vez que veía humanidad en él. Su soberbia, arrogancia y superioridad se habían extinguido para darle paso a un nuevo ser; uno que se preocupaba por los suyos y haría hasta lo imposible por ayudarlos. Desconocía el por qué y aunque se moría por averiguarlo se quedaría con la duda por el resto de su vida.
— Lo repetiré solo una vez así que guárdalo muy bien en tu memoria: Su alma débil y pura lo llevará a perder la cordura y la flama oscura, su enemigo mortal, la vida le consumirá para devolverlo a la realidad.
—¿Qué significan la flama oscura?
—¡Ve al templo y lee la profecía! Poco a poco lo irás entendiendo, eres inteligente, confío en ti.
—¡¿Cómo?! La Flor Dorada es basura. La única oportunidad que teníamos de vencer al enemigo está arruinada.
—Nada está arruinado. Hazme caso y ve a mi templo. Verás que poco a poco las dudas se irán aclarando y más aliados se unirán a tu camino.
El cuerpo del dios poco a poco empezó a desintegrarse. Las arenas que conformaban su apariencia humana se desprendían producto de una brisa fantasma.
Se sintió desesperada, aterrada. Quien quiera que hubiera acabado con Moros era un ser despiadado y sumamente poderoso.
—¿Nuestro enemigo te hizo esto? ¡Dame una pista de a quién nos enfrentaremos!
El dios original esbozó una leve sonrisa. En sus facciones se podía leer el ansia con la que se moría por contarle todo y sin embargo prefirió guardar silencio.
—Recuerda. El destino está en tu sangre.
Las últimas partículas se desprendieron de él, borrando su rostro y consigo su energía. Cuando las arenas hubieron desaparecido no quedó rastro alguno del dios del destino. Oficialmente Moros había muerto.
—¡NOOOO! —Al volver en sí se encontró con las rodillas dobladas y los brazos de Logan enjaulando su abdomen, reteniéndola contra sí para que no cayera.
Una gota de sudor rodó por su mejilla y se mezcló con la sal de sus lágrimas.
Los dioses se hicieron presentes de inmediato. A leguas se leía en sus rostros que algo los estaba perturbando. Lo habían percibido pero no estaban seguros de que así fuera.
—¿Qué ocurre aquí? —demandó Zeus.
Lucía fijó los ojos en el celeste de la mirada del dios y entre jadeos replicó:
—Moros ha muerto.
CONTINUARÁ...
Awww no puedo creer que haya llegado el fin de esta historia. ¡Muchas gracias a todos lo que han leído esta entrega! Tengo un gran aprecio por esta trilogía ya que fue la primera historia que escribí. Ahora quise continuar con dichos personajes porque sentí que La Batalla Final no era el final de la historia, todavía quedaban aventuras por contar.
Espero no decepcionarlos y gracias nuevamente por leerme.
¡Nos vemos en la siguiente entrega, semidioses!
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