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XVI

El dolor lentamente comenzaba a menguar, aunque el aroma proveniente del ungüento que Sarah aplicaba sobre su herida inundaba la carpa y resultaba más que vomitivo.

—¿Cuánto falta? — se quejó la joven.

Sarah soltó una risilla, le entretenían las muecas de asco provenientes de Lucía. Sin embargo, debía admitir que el olor era espantoso. Ya había roto el record mundial de aguantar la respiración.

—Ya casi. —Previo a continuar se acercó a la entrada de la tienda y abrió un poco la tela para que el aire nocturno ventilara el interior.

—¿Puedo preguntarte algo? —indagó la joven al notar la funda donde descansaba el cuchillo de su amiga.

—Ajá.

—Creí que solo tú podías empuñar a Estigia—declaró—. ¿Por qué funcionó conmigo?

—Cualquier persona puede empuñarlo. Lo que nunca podrá hacer es controlar su poder—respondió al tiempo que untaba sus dedos en la pasta verdosa—. No sólo puede matar monstruos, también puede destruir cosas. Puedo incluso lastimarte de gravedad si así lo quisiera. Te sorprendería saber todo lo que puedes hacer con Estigia. Pero como ya te dije, no cualquiera puede dominar su poder. Tú al ser hija de Átropos tienes pase libre como yo.

Lucía se giró lo suficiente como para contemplar a su amiga, evitando que ésta pudiera finalizar con el proceso de curación. Sarah le regañó con la mirada. Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por no vomitarle encima debido al olor y a Lucía se le ocurría moverse.

—¿Y por qué no me lo dijiste antes?

—Porque Estigia es mía, no tuya— replicó como si se tratara de la cosa más obvia del mundo.

Comprendió entonces que Estigia era parte vital de Sarah. Era su arma especial, la que siempre la acompañó en batalla. La única arma que la protegía de una muerte súbita.

Lucía no la necesitaba.

—¡Acaparadora! —soltó en tono de broma, provocando en Sarah asombro y a continuación una carcajada sentida.

Ambas rieron como hacía tiempo no hacían. En eso, al girarse para que Sarah terminara su labor, Lucía descubrió unos ojos oscuros espiándolas desde las sombras.

Ver a Nico generaba una sensación extraña en su cuerpo. No sabía qué era o qué significaba, solo sabía que era un enigma al igual que él.

—Le caes bien— oyó la voz risueña de Sarah. Lucía la miró por encima del hombro, ansiosa por saber más.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque lo escuché hablar con Miranda.

—¿Y qué dijo exactamente?

Sarah sonrió con suficiencia. Se colocó de pie y arrojó fuera de la tienda la vieja lata de comida con restos de ungüento verde.

—¡Sarah! —dijo al ver que su amiga no se dignaba a responderle.

—Te lo diré cuando me digas por qué te obsesiona tanto Nico.

—No me obsesiona.

Sarah enarcó una ceja y su mirada fue suficiente como para hacerla decir la verdad.

Lucía se acomodó en el sobre de dormir hasta encontrar una posición cómoda, donde el palpitar de la herida en su espalda no le quitaba la respiración.

—¿Recuerdas cuando me lo presentaste? —Sarah asintió, rememorando aquel encuentro en su mente—. Al tocarlo sentí una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo. No sé por qué, pero algo dentro de mí lo encontró cautivante.

—¿Y por qué no me lo dijiste?

—Porque por alguna razón lo olvidé. —Se llevó la uña del dedo pulgar a la boca. Su mirada se decantó por un punto en el espacio y guardó silencio hasta que ordenó sus propias ideas—. Cuando lo volví a ver recordé todo, pero parece que él no me recuerda a mí.

Sarah se acomodó frente a ella, flexionando las piernas en posición de indio.

—¿Cómo es posible que lo hayas olvidado?

—No lo sé. Por eso te digo, hay algo extraño en él que... me atrae— dijo aquella última palabra con un brillo en su mirada.

Sarah se hizo para atrás, parpadeando varias veces como si eso la ayudara a despejar su mente. Había algo en todo esto que no le gustaba, que le ponía los pelos de punta. Miró a su amiga y lo que dijo a continuación lo hizo con cautela.

—Quiero hacerte una pregunta y quiero que seas lo más honesta posible. —Lucía asintió con nerviosismo—. Esa corriente eléctrica que sentiste, ¿fue la misma que experimentaste cuando tocaste a Logan y Josh?

—No— respondió sin pensar. Guardó silencio, confundida, intentando recordar cómo era aquella sensación.

Cuando sus sentimientos se convirtieron en un caos por culpa de la doble alma de Logan, no sabía a quién correspondía su amor. Su cerebro identificaba a Josh como el único, pero su corazón escondía la verdad.

Al tocarlos logró oír el llamado de su corazón. Hasta el día de hoy sigue experimentando una sensación eléctrica en sus entrañas cuando está cerca de Logan.

Ahora cabía investigar si lo que sintió cuando tocó a Nico era lo mismo que experimentó al descubrir sus sentimientos por Logan.

Su parte racional le decía que era imposible. Al momento de presentarlos él era un completo desconocido, ¿cómo podría enamorarse de alguien que ni siquiera conocía? No obstante, su parte irracional (adosada al mundo mitológico que la rodeaba) le advertía de las constantes incertidumbres y sorpresas de la vida como semidiós.

—¿Tú no creerás que...?

Sarah negó con la cabeza.

—No lo sé, creo que es ridículo. Pero hay algo cierto en todo esto, hay algo entre tú y él que debemos averiguar.

Lucía asintió. Apoyó su mano sobre la de Sarah en señal de gratitud. Resultaba gratificante tener a alguien más de su lado, alguien que la apoyara y le brindara un punto de vista diferente. Necesitaba develar el enigma que rodeaba a Nico y junto a Sarah sabía que lo lograría.

Una suave brisa se coló por entre la abertura de la carpa. Demasiado calma, demasiado fresca... Se avecinaba una tormenta.

El ruido de un trueno prosiguió al fogonazo de un relámpago. El viento cobró fuerza y el aire se colmó de un aroma enrarecido.

—¿Qué está pasando?

Sarah se apartó de Lucía y gateó hasta la entrada. Sacó la mitad del cuerpo a la intemperie, sus bellos rizos ondeaban al viento, enmarañando su cabello y ocultando parcialmente su rostro de espanto.

Al verla Lucía sintió una punzada en el estómago. Intentó moverse pero el dolor en su espalda la devolvió de regreso a la almohada.

—¡Sarah!

El terror que destilaban los ojos de su amiga se inyectó en ella hasta quitarle la respiración.

—Son Logan y Josh.

—¿Qué?

El breve recuerdo de su pasaje por la Academia la asaltó de pronto.

—Están peleando.


Venas blancas se dibujaban encima de los nubarrones negros. Por su parte, los relámpagos iluminaban el bosque cual flashes de cámaras, retratando cada momento de la violenta pelea.

La soberbia de Josh y el rencor de Logan fueron la combinación perfecta para despertar la sed de agresión.

El resto intentó intervenir tan pronto comenzaron los insultos, sin embargo el calor de la pelea estaba en pleno auge, nada ni nadie podría detenerlos a menos que quisieran resultar heridos. La primera advertencia fue un rayo, la segunda una centella.

Logan se mordía la lengua cada vez que quería invocar el poder del agua, pero no era tan imprudente como Josh. Si bien era cierto que intentaba dominar un poder nuevo, jamás haría algo para lastimar al resto. Además, usar sus puños para marcar el rostro de su amigo despertaba una sensación más que placentera en él.

—¡Eres el mayor idiota que haya pisado el planeta! —bramó Logan.

Josh río al tiempo que limpiaba la sangre que manaba de la comisura de su boca.

—Dime algo que ya no sepa.

—La lastimaste. ¡A ella!

El rostro de Josh se ensombreció por el dolor del recuerdo. Nunca fue su intención lastimarla, tan solo quiso protegerla de aquella criatura de tres cabezas.

—¡Fuiste impulsivo! —continuó Logan—. Lo has sido todo este tiempo. ¿Qué mierda te sucede?

—¡Tan solo quiero ayudar! —Abre los brazos, denotando la obviedad del tema—. ¡Por si no lo has notado estamos hasta el cuello de tanto ataque! Nos persiguen ejércitos de monstruos y mis poderes ayudan a aligerar las cosas.

—¿Y tú crees que actuar impulsivamente nos ayudará en algo? ¡Eres descuidado! Pareces principiante, como solías serlo en la Academia: el niño soberbio hijo de Zeus que quiere sobresalir a toda costa. —Suspira con enfado—. ¿A qué viniste Josh?

—¿Y todavía me lo preguntas? —Cuestiona con incredulidad—. Vine porque sabía que necesitarían mi ayuda.

—¿Solo por eso? —Ríe con sequedad—. Creí que tu padre te había obligado. Quiero decir, ¿cómo el hijo del todo poderoso Zeus no estaría involucrado en una misión de este tamaño?

Josh rueda los ojos.

—Como si tú fueras un Santo.

—Tal vez. Pero por lo menos yo no abandono a mis amigos. —Aprieta los puños, listo para abalanzarse encima de Josh, sin embargo la expresión de éste le desconcertó. Se mantuvo inmóvil, evaluando a su supuesto amigo, pero con el rencor consumiéndolo lentamente.

Aquellas palabras tocaron a Josh de cerca. Si se marchó fue porque no tuvo el valor de enfrentar a Logan y decirle la verdad.

Tal vez... tal vez su peor miedo estaba cobrando sentido.

—¿Acaso creías que iba a matarte? ¿Qué nunca lo entendería? —chilló Logan con rencor—. Sé más que cualquiera de ustedes lo que se siente ser manipulado por otro. No tener control sobre tu cuerpo, sobre tus acciones. ¡Que hagan de ti un títere con el cual pueden jugar a su antojo! —traga duro. Su corazón parecía ennegrecerse con cada latido—. Sí, Josh, soy un insensible y nunca lo habría entendido.

—No es tan sencillo de explicar.

—¡Claro que sí! —tomó una rama caída y se la aventó. Josh la sorteó con éxito, acción que desmotivó a Logan.

—¡Ya basta! Esto tiene que terminar.

—Te desapareciste cuatro años y vuelves hecho una estrella. Lo único que quiero es ponerte de nuevo en tu sitio—argumenta, limpiando la sangre seca que alguna vez chorreó por su nariz.

—¡¿Peleando?! Vaya, esto sí que me trae recuerdos.

—Entonces no reprimas lo que sientes. Vamos, hazlo, ¡golpéame!

No quería hacerlo, o tal vez sí... La realidad era que una parte de él se moría por golpear a Logan directo en la cara. Actuaba como idiota, no estaba escuchándolo en absoluto. Decía ser muy comprensivo pero en ese preciso instante no lo estaba siendo en lo absoluto.

¿Qué sentido tenía explicarle las cosas si no iba a escucharlo de todas formas?

Apretó los puños. Su mirada se vio infestada por el odio que transmitían los ojos de Logan.

Solo había una forma de acabar con esto...

Echó a correr, sus pies parecían flotar en el aire, elevándose cada vez más.

Alzó el brazo e invocó el poder del rayo. Hilos blanquecinos cayeron desde el cielo atraídos por la canción del hijo de Zeus.

Los rayos cayeron directo en su mano y se agruparon hasta formar una especie de lanza chispiante.

—¡Hazlo! —bramó Logan.

La rabia, la ira, lo invadieron hasta consumirlo por completo. Se abalanzó encima de Logan alzando la lanza por encima de su cabeza.

El resplandor de un relámpago iluminó el rostro de Logan y entonces lo vio. Venas purpureas se formaron bajo los ennegrecidos ojos del joven. El recuerdo del Monte Kathréptis resurgió en su conciencia. El rayo se extinguió con un chasquido, al igual que la tormenta que se gestaba por encima de ellos.

Josh retrocedió a trompicones hasta resbalar y caer al suelo. A pesar de todo, en ningún momento dejó de mirar a Logan. Su temor, su miedo, se volvió realidad.

El dolor en sus ojos emanaba como niebla en la mañana, desconcertando a Logan.

Las voces de sus compañeros se oyeron cerca. Al volverse Logan vislumbró entre los árboles el humo de lo que alguna vez fue la llamarada ardiente provocada por una centella. 

Desconocía cómo lo habían apagado pero ya estaban allí, desesperados por detener la pelea. Al verlos en una sola pieza parecieron sorprendidos, incapaces de creer lo que veían, pero sumamente aliviados.

—¡¿Qué rayo les sucede?! —cuestionó Matt en tono severo—. El enemigo nos acecha. ¡Una tormenta de esa magnitud pudo darles nuestra posición!

Josh no supo que decir, siquiera fue capaz de levantar la vista.

—Lo lamento—expresaron ambos jóvenes casi que al mismo tiempo.

Matt hizo caso omiso de sus disculpas y continuó con su rezongo. Atticus rodó los ojos y fue directo a buscar a Logan; lo tomó por los hombros y una sola mirada lo dijo todo.

—Att...—empezó pero él no le dio oportunidad a continuar.

—Mueve el trasero antes de que yo te golpee.

Josh se levantó sin ayuda de nadie. Hizo una paneo general, los nuevos le miraban con espanto, en parte por lo sorprendente de su habilidad y en parte por lo desquiciados que estaban ambos.

Definitivamente esto afectaría la relación que comenzaba a construir con Gemma.  No iba a dejar que ella le temiera, mucho menos que una bandada de arpías apareciera de la nada. Si eso sucedía sería por culpa de ella, no de él.

Dio un paso al frente y Matt se le acercó de improviso, apoyando una mano sobre su pecho. Sus ojos lo decían todo. Decepción. Estaba decepcionado de él.

—Puedo explicar...—apenas pudo terminar. Matt le dio la espalda y se alejó con el resto.

No.

Esto no terminaría así.

Cometió un error pero les demostraría que sus sospechas eran ciertas. Les demostraría que no era un imbécil.

Se adelantó y con disimulo cazó a Gemma por el brazo, aplicando una leve presión para que no pudiera escaparse.

Los avellanados ojos de la joven se posaron sobre los de él con gran sorpresa. Frunció el entrecejo y miró el agarre de Josh con recelo.

—Tú no te vas— sonó amenazante.

—Suéltame— ordenó pero él hizo caso omiso de sus palabras.

—Sé lo que eres, así que no te conviene poner las cosas difíciles.

Gemma continuó con el ceño fruncido, desconcertada y temerosa al mismo tiempo. Sin embargo, su fachada cayó casi al instante. Él lo sabía, podía verlo en sus ojos.

No sabía cómo ni cuándo pero la había descubierto. Fingir ante él era absurdo pero no significaba que no pudiera fingir ante el resto.

Ladeó la cabeza soltando un largo suspiro.

—¿Después de la actuación que nos diste a quién crees que le creerán?

—Después de mi actuación sabes que no me tiembla la mano para disparar— alzó la mano, formando con sus dedos un arma. La chispa del rayo recorrió sus dedos crepitante, ansioso por ser liberado.

Gemma flaqueó un instante. Una descarga y terminaría carbonizada en el frío suelo.

Pensó en congelar su mano, el dolor que sentiría sería suficiente como para dejarlo fuera de combate por unos pocos segundos, pero eso no cambiaría nada. Había visto de lo que era capaz su rayo y con un solo toque, quizá, terminaría con una herida tan grave que si no perdía la vida quedaría con una extremidad de menos. Se cuestionó entonces si valía la pena luchar o no.

Bajó los hombros, rindiéndose ante el enemigo, aunque con el rostro ensombrecido por la amarga derrota.

—Eso creí.

Se escabulleron del resto con sigilo hasta que al final encontraron un lugar tranquilo donde conversar.

Gemma se adelantó hasta encontrar una roca que le sirvió como asiento, aunque por sus dimensiones se sentía más como un trono. Cruzó las piernas, meneando el pie que le quedaba en el aire. Si bien estaba molesta adoptó una pose despreocupada, cosa que desconcertó a Josh. ¿A caso no le importó que la descubriera? Se cuestionó.

—Jamás creí que el gran hijo de Zeus sería tan impulsivo. Dices que eres su amigo pero vaya que no te tembló la mano para golpearlo—comenta con cierta fascinación y curiosidad—. ¿Desde cuándo se odian?... ¿O desde cuándo tú lo odias?

Josh giró tan rápido el cuello que escuchó crujir sus huesos.

—Yo no lo odio. ¿Por qué piensas eso?

—Porque es lo que dejas ver.

—Yo no...—más recuerdos lo asaltan. Menea la cabeza para alejarlos—. ¡No desvíes el tema!

Gemma se encoje de hombros, restándole importancia al tema y decidida a indagar sobre lo verdaderamente importante.

—¿Cómo supiste que era yo? —soltó la joven sin más.

Josh se cruzó de brazos y permaneció de pie.

—Me pareció raro que fueras la única que se salvó de la trampa del Pino. Según dijiste los perseguían lobos, ¿entonces por qué estos no te persiguieron después?

Gemma meneó la cabeza dándole la razón. Un descuido.

—El asunto de las arpías también fue sospechoso. ¿Cómo diablos hacían para encontrarnos si nadie usaba sus poderes?—Gemma rodó los ojos y Josh sonrió con suficiencia—. Eres descuidada.

—No respondiste a mi pregunta— replicó tajante.

—Porque vi en un árbol una gran cáscara de hielo. El invierno está próximo pero no hace suficiente frío como para que se congele la corteza. —Frunce los labios y entorna los ojos—. Aunque sigo sin entender por qué. ¿Por qué unirte a Circe? ¿Qué ganas con todo esto?

—Me encantaría poder contestar a esa pregunta pero no puedo.

—¿Por qué no?

—Porque me silenciaron.

Aquella palabra provocó que sintiera acidez. Cuando los guardias del Olimpo aparecieron con intenciones de llevarse a Matt y Atticus, Matt intentó resistirse, lo que provocó que lo silenciaran. Una práctica espantosa que convierte a la persona en una muñeca de trapo, incapaz de hablar o defenderse.

—Puedo decirte cosas pero tendrás que inferirlas.

Josh entorna los ojos.

—¿Cómo sé que me dirás la verdad?

—No lo sabrás, tendrás que confiar en mí...

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