XIX Parte 2
No fingiría sorpresa o desconcierto. Esperaba que alguien en algún momento le hiciera esa propuesta, después de todo, solo ellos fueron capaces de entrar a la cueva. ¿Qué otra cosa más querrían a cambio?
Estaba solo con el cuerpo moribundo de Josh encadenado en el altar. Al frente, un dios capaz de destruir el mundo como lo conocía si llegaba a hacer algo estúpido. Y, a su alrededor, un río blanquecino cuyo gorgoteo podría ponerlo a dormir si se lo permitiera.
Sin posibilidades de nada su única salida era más que evidente.
Apretó los puños. Sus dedos humedecidos con la baba de los ónerios y bañados con la sangre tibia de su amigo. Miró por encima de su hombro el cuerpo maltrecho de Josh. El corazón se le sacudió en el pecho con tan solo verlo, con pensar en lo que podría haber sucedido, en lo que podría suceder...
-¿Cómo sé que puedo confiar en ti?
-No puedes, pero tus amigos verán tu sacrificio.
-Tú mismo dijiste que maté a tus hijos, ¿por qué habrías de salvar a mi amigo?
El dios ladea la cabeza con una sonrisa que bien podría haber pasado por falsa, pero sus ojos esconden un brillo inigualable.
-Porque solo te quiero a ti. Ninguno de los otros me sirve y tampoco representan una amenaza.
-En eso te equivocas.
-¿Lo hago? Cuando la Guardia esté completa no habrá semidiós en la tierra que pueda pararla. Ni siquiera los dioses serán un oponente digno de ella.- La convicción en sus palabras, la transparencia en su mirar, no estaba mintiendo. Hipnos creía en la nueva era que se avecinaba y estaba convencido que nada ni nadie podría acabar con ella. Un grupo de semidioses revoltosos no representaban amenaza ninguna.
Ahí se equivocaba.
No importaba cuán pocos fueran. No importaba cuánto tiempo tomara, ellos lograrían derrotarlos... Y traerlo de vuelta...
Miró sus propias manos y por primera vez tomó conciencia de lo que sentía. El ruido de la sangre corriendo por sus venas, el palpitar de su corazón. El aire fresco impactando contra su piel sudorosa. No obstante, sus emociones parecieron cobrar más fuerza que antes. Jamás había sido tan consiente de lo que sentía y nunca había estado tan decidido en su vida.
Sabía lo que tenía que hacer y estaba dispuesto a hacerlo.
-Libéralo y me iré contigo.
Hipnos pareció satisfecho con su respuesta. Tronó los dedos y los grilletes que envolvían las manos de Josh se abrieron con un débil crujido. Restallaron en el suelo de piedra, las cadenas se sacudieron salvajes, arrastrando los grilletes hasta que estos se hundieron en el agua lechosa.
Josh se desplomó en el suelo y Logan tuvo que contener las ansias por ir y ayudarle.
-Tus amigos lo encontrarán y lo sacarán de aquí, pero antes de irnos necesito que hagas algo por mí.
Logan exhaló con desesperación.
-¿Qué?
-Quiero que entres al río.
-¿Cómo dices?- No se molestó en ocultar su asombro.
-Ya que estamos aquí podrías hacernos ese favor, ¿no crees? De esa forma evitaremos malos entendidos.
-Y un prisionero devoto- masculló.
-Ya nos estamos entendiendo.
El río Lete tenía por objetivo hacer que las almas agonizantes olvidaran su pasado y renacieran puras, olvidadas del dolor de sus vidas humanas y ajenas a todo lo que alguna vez los hizo ser ellos mismos. Si Logan llegaba a bañarse en sus aguas blanquecinas olvidaría todo, incluyendo quién era él. Podrían hacer con él lo que quisieran, hacerle creer lo peor y odiar a quienes amaba... Sería un doble trofeo para Circe. El primer integrante de la guardia y, previo a eso, un lienzo en blanco al que podría adoctrinar a su antojo.
Otra vez volvería a ser manipulado. Otra vez lucharía contra quienes más amaba y lo peor de todo era que jamás podría volver a recordarlos.
¿Qué opción tenía? Las aguas del Lete no podían ser controladas por los hijos de Poseidón, dudaba mucho que hasta su propio padre pudiera hacerlo también.
Había varias rocas que sobresalían de las paredes donde el musgo crecía. Tal vez, solo tal vez, si pudiera hacer que alguna cayera encima de Hipnos podrían escapar. ¿Pero cómo? Necesitaría una gran cantidad de energía para crear un orbe de agua lo suficientemente grande como para dotarlo con la fuerza de un tsunami. Un chorro de agua tan poderoso que hiciera temblar todo el lugar. Sin embargo, hacer eso implicaría un desgaste energético y, por consiguiente, el efecto de las hojas de néctar dejaría de surtir efecto en él volviéndolo un objetivo ideal para Hipnos.
Josh seguía inconsciente en el suelo. Gemma y los otros no aparecían por ningún lado. Quien sabe lo que Hipnos hizo con ellos, y estaba claro que no vendrían a socorrerlos.
Confiar en el dios del sueño significaba un alto precio. ¿Quién le aseguraba que no matarían a Josh?
Quizás en aquellos momentos Lucía y los demás estaban siendo atacados, derrotados por un ejército que aniquilaría a los inútiles y acarrearía con los marcados para luego ser desangrados.
Nada le aseguraba que estarían a salvo.
-Dicen que la palabra de un dios es sagrada.
Hipnos inclina la cabeza en señal afirmativa, alagado por su comentario.
-Supongo que no tengo más remedio que creer en ello, ¿cierto?
-Te aseguro que es a ti al que desean. Tus amigos podrán seguir con vida pero en cuando la Guardia se alce, todos morirán- entorna la mirada y frunce los labios, como si enviara un beso de buenas noches-. Su muerte llegará aunque no por el momento.
«Yo los mataré» pensó con lamento.
Arrastró los pies hasta el borde de la saliente rocosa, donde una hilera de amapolas florecía con esplendor. Debajo las aguas del Lete corrían apacibles.
Inspiró profundo, cerró los ojos y evocó el rostro de Lucía. La única cosa que logró desacelerar su corazón y brindarle la calma que necesitaba. Una lágrima corrió por su mejilla al pensar que esa sería la última vez que recordaría el amor que le tenía; lo que ella significaba para él en realidad. Después de esto solo sería una cara desconocida.
-¡No!
La voz ronca de Josh lo sobresaltó. Abrió los ojos y se giró para contemplar a su amigo. A duras penas podía mantenerse arrodillado, tenía que apoyar las manos en el suelo para que su endeble cuerpo pudiera seguir arriba.
Los jirones de tela pertenecientes a su remera colgaban sanguinolentos. Su pecho cubierto por el sudor y su propia sangre evidenciaban una herida que poco a poco iba cerrándose.
Exhausto y agobiado por el dolor de las heridas, encontró la fuerza suficiente para evitar una desgracia.
-No lo hagas, o te arrepentirás para siempre.
-Descuida, no lo recordará- agregó Hipnos con total libertad.
Ambos jóvenes miraron al dios y luego a ellos mismos.
-Tengo que hacerlo. No hay alternativa.
-Sí la hay, tan solo no estás pensando en ella.
-¿Crees que haría esto sin haberlo meditado primero?
-Solo digo que...-tomo aire y se llevó una mano al pecho para luego hacer una mueca de dolor- a veces lo obvio está frente a nuestros ojos y no somos capaces de verlo con claridad.
Logan entornó los ojos y ladeó la cabeza, confundido por las palabras de Josh. El rostro de su amigo esbozaba una sonrisa melancólica y eso le revolvió el estómago.
-¿Qué estás diciendo?
-Pelea y acaba con esos malditos.
Las palabras nunca llegaron a abandonar la boca de Logan. Un rayo, tan azul como el cielo, se dibujó en el aire hasta impactar en el pecho de Hipnos. Hubo un resplandor, un gruñido y un ruido ensordecedor terminó por hacer temblar el techo de la cueva. Las aguas del Lete se mecieron intranquilas conforme trozos de roca caían en ellas.
-¡Vete! - ordenó Josh y en ese instante supo que Logan no le haría caso.
Logan corrió hacia él y lo tomó entre sus brazos, levantándolo del suelo. Josh soltó un gruñido, la herida en su pecho palpitó con fuerza hasta robarle el aliento.
-No lo lograremos- jadeó.
-No pienso dejarte aquí.-Pasó el brazo de Josh sobre sus hombros y apoyó su otra mano en la cadera de su amigo, obligándolo a que se recargara en él.
Apenas descendieron de la plataforma Hipnos se incorporó tambaleante. Su semblante somnoliento ahora lucía irritado. El púrpura de su mirada pareció convertirse en negro. El humo que ascendía de la quemadura en su pecho terminó por darle un aire más siniestro a sus facciones.
-Los semidioses son tan estúpidos. Igual que los humanos. Si quieres que algo se haga bien mejor hazlo tú mismo.
De pronto el esbelto cuerpo del dios comenzó a mutar. Sus extremidades se contorsionaron de formas inimaginables, mientras que algo en su interior crujía y se rompía para hacer de aquello algo nuevo.
La quemadura en su pecho desapareció en un parpadeo. Su inmaculada piel blanca salió a relucir conforme su cuerpo se hinchó tanto que su toga se convirtió en una pila de trapos en el suelo.
Mechones de cabello cayeron al piso al tiempo que otros se unían a su espalda siguiendo la forma de su columna. Su cuerpo se tornó marrón y adquirió una forma similar a la de un minotauro, excepto que su cabeza era la de una bestia embravecida. Cuernos puntiagudos aparecieron en su frente como los de un carnero.
Por un instante se sintieron en la secundaria West Olimpic, cuando eran ajenos a su verdadera naturaleza y los óneiros fueron la primera criatura en llegar a ellos. Donde luego un monstruo exactamente igual a este apareció frente a sus ojos para matarlos.
Ingenuos y aterrados no hicieron más que huir mientras sus amigos eran quienes luchaban para protegerlos. Ahora, adultos y expertos en la materia, teniendo la habilidad de defenderse a sí mismos, se sintieron igual de aterrados que antes.
La posibilidad de morir cruzó por la mente de ambos. Entonces las pezuñas del monstruo se tornaron blancas como la nieve. Escarcha comenzó a trepar por sus muslos traseros hasta convertirse en hielo sólido.
La bestia soltó un alarido. Desplegó sus alas de dragón esperando que eso le diera la fuerza que necesitaba para liberarse de su prisión helada.
-¡Rápido! -bramó Gemma. Su mano ocultaba la marca en su cuello y el dolor que ésta le transmitía.
Se pusieron en marcha. La criatura alzó un puño para golpear a ambos jóvenes, pero cristales de hielo comenzaron a formarse alrededor de sus garras, uniéndose unos con otros hasta dejarlo inmovilizado del lado derecho.
Al reunirse con el resto un sentimiento de esperanza creció en el interior de cada uno. Echaron a correr en dirección a la salida y esta vez Erick creó un sendero de llamas para iluminar el camino.
Hipnos, bajo su forma de bestia, sintió la impotencia al no poder soltarse. Debía cumplir con su misión al precio que costara. Levantó su puño libre y comenzó a golpear la pared a su espalda. La caverna empezó a temblar y más trozos de roca cayeron del techo. Cuanta más fuerza empleaba más roca se desprendía. Pedazos enormes de piedra cayeron al Lete hasta bloquear una de las salidas. El río se masía con violencia hasta bañar la plataforma rocosa.
El nivel del Lete empezó a subir conforme el agua se encontró sin salida. Más y más agua inundó el lugar, entonces, la pared que con tanta insistencia golpeaba Hipnos terminó por fracturarse. La abertura por la cual entraba el río se agrandó, permitiendo que mayor cantidad de agua entrara con violencia a la cueva.
Una risa malvada escapó de sus labios al ver como el Lete aumentaba su caudal y arrasaba con todo a su paso.
La violencia de sus aguas no se hizo tardar. Tanto Zoe como Logan pudieron percibirla y al poco tiempo se hizo audible para los demás. Erick envió una llama para iluminar el camino a sus espaldas y así fueron testigos de cómo un río blanquecino se aproximaba a ellos.
-Mierda- gruñeron casi que al unísono.
-Aquí vamos- soltó Logan. Josh le miró con incertidumbre hasta que sintió como su amigo lo levantaba en el aire y lo depositaba en sus brazos para cargarlo.
-¡¿Qué haces?!
-¡Cierra la boca y nadie sabrá que te cargué como a una princesa!
Corrieron más aprisa. Más orbes de fuego surgieron a lo largo del camino, esta vez con más intensidad para no perder de vista lo que tenían en frente. De pronto, las llamas dejaron de ser necesarias. Los rayos de sol se asomaban a la vuelta de la esquina. La salida estaba solo a unos cuantos metros de distancia.
La rudeza con la que el Lete entraba por la cueva hacía temblar las paredes. Polvo caía del techo con cierta regularidad hasta que las piedras comenzaron a soltarse. Ahora no solo debían preocuparse por el río, sino también por las rocas que podían caerles encima.
Zoe sorteó unas cuantas hasta que una se atravesó en su camino y se rasguñó la barbilla al caer.
-¡Zoe! -Erick corrió de regreso a su lado. La desesperación podía leerse a simple vista en sus facciones. La ayudó a ponerse de pie y al ver su tobillo dislocado la cargó en brazos.
Uno tras otro abandonó la cueva sintiendo libertad. Aun así no se detuvieron ante nada, temerosos de que el Lete pudiese atravesar la barrera. Cuando Zoe y Erick intentaron cruzar, las piernas de Zoe percibieron el calor del sol, mientras que los brazos de Erick si dieron de lleno contra una pared. Debido al impulso, ambos cayeron al suelo. Gemma se volvió al escuchar un ruido y no dudó en volver por sus amigos.
Ayudó a Zoe a ponerse de pie. Erick salió de la cueva y cuando Gemma intentó hacerlo con Zoe, solo una pudo salir.
-¿Qué pasa? ¿Por qué no sales? -Le demandó Erick a Gemma.
La joven miró la entrada, apoyando las manos sobre la barrera hasta que ésta se hizo presente con un destello azulado.
Zoe, quien aún seguía apoyada en Gemma, intentó sacarlas a ambas de allí, pero por más que lo intentara estaba claro que solo una podía salir.
-Cuatro entraron-susurró la hija de Quíone-, cuatro salen.
-¿De qué hablas?
-Si Logan se entregaba solo quedábamos cuatro. ¡Ella lo planeó! - rio con sequedad y amargura-. Si algo salía mal Circe tenía que asegurarse de conseguir a uno de nosotros.
-¿Me dices que uno debe quedarse atrás?
Gemma miró a Erick y no hizo falta decir más nada. El joven abrió la boca para decir algo pero se tragó sus palabras al ver como Gemma era lanzada encima de él.
Zoe cayó al suelo de la cueva soltando un quejido.
-¡Lárguense! ¡Váyanse ya!
-¡¿Qué estás haciendo?! -La voz de Erick se quebró al ver la escena y sin dudar se lanzó al interior de la cueva.
-¡No! ¡No, vete! ¡Largo! -Zoe lanzó patadas y manotazos los cuales parecían no ser lo bastante fuertes como para empujar a Erick fuera de la barrera. La impotencia de no poder sacarlo de allí se disparó en ella. Lágrimas corrieron por sus mejillas sin su consentimiento y sentía rabia por ello. Rabia por no tener la habilidad de manejar la situación y salirse con la suya.
-¡Ya basta! ¿Qué crees que haces?
-¡Intento salvarlos!
Erick calló de pronto. Sus enormes ojos café miraron a Zoe con asombro. Por un instante no reconoció a la chica que tenía en frente. Este no se parecía en nada a la Zoe que conocía; esta era mucho mejor.
Esbozó una sonrisa y dejó que sus hombros cayeran de alivio. Zoe le observó con incredulidad.
-¡Deja de verme así y lárgate! ¡Ahora! - La desesperación creció en su pecho y se hizo evidente en su semblante. El Lete se acercaba imponente y el hecho de perder a Erick le aterraba.
-¿No era tan difícil cierto? Esta es la Zoe que siempre supe que serías.
-¿Qué?
Erick se inclinó hacia adelante hasta que sus rostros quedaron a pocos centímetros de distancia. Ambos sentía la respiración del otro, el latir de sus corazones, el deseo en sus labios, sin embargo la emoción que transmitían sus miradas era distinta el uno del otro.
-Sé así siempre. Ten empatía por el otro -sonríe con dulzura y un nudo se forma en la garganta de Zoe-. Serás la heroína que siempre imaginé que llegarías a ser.
-Erick...
-Promete que no me olvidarás.
Aturdida por el dolor le tomó unos segundos entender a qué se refería. Quiso protestar, pateó y lucho hasta cuanto pudo pero el dolor en su tobillo casi la hizo desvanecerse. Sintió que la tomaban en brazos, unos brazos fuertes y cálidos. Luego vacío y al final suelo duro y frío.
Al abrir los ojos Gemma estaba a su lado viéndola con sus enormes ojos escarchados. El dolor se leía en su mirada.
Alzó la cabeza y sacó fuerzas de donde no tenía para volver a la cueva. Lo sacaría a patadas si fuera necesario, o mejor aún, se quedaría con él, pero no lo dejaría solo.
Apenas Erick notó las intenciones de Zoe una cortina de fuego se levantó alrededor de la entrada para bloquearla.
-¡NO! -Intentó atravesarlas pero el calor era insoportable. No lograría sortearlas y vivir para contarlo-. ¡ERICK!
-¡Prométemelo!
-¡ERICK, NO! -Estiró el brazo con la palma abierta. Una parte de ella creyó que lo alcanzaría, que lograría tocar su mano para sentir el calor de esta. Lo abrazaría y le diría que es un idiota por hacer estas cosas. Pero jamás llegó a sentir su contacto.
Lo vio levantar sus manos. Una sonrisa melancólica se formó en sus labios. Le consolaba saber que ella estaría a salvo. Solo entonces Zoe sintió como una parte dentro de ella se desgarraba para destrozarla.
La ola del Lete llegó hasta Erick con total brutalidad. Hubo un golpe sordo y una marca de sangre en la barrera que en un instante desapareció.
Remolinos grises y blancos empujaban alrededor de la barrera con intención de derribarla, sin embargo, a medida que los minutos avanzaban el río perdió fuerza y la barrera se alzó victoriosa mientras el Lete retrocedía.
Las llamas se extinguieron paulatinamente. Lágrimas manchaban el rostro de Zoe. La esperanza creció en su agonizante corazón. Se puso de pie, una de sus manos apoyada en su pecho para acallar el dolor.
Tal vez, por alguna mágica razón, Erick se había salvado. O al menos tendría su cuerpo para rendir honores... Pero en cuanto el río se hubo retirado no quedó nada.
Erick se había ido y se llevó consigo una parte de ella.
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