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XIII

Corrieron de regreso al campamento. Podían escuchar las voces ansiosas de sus compañeros a la distancia; el fuego que se apagaba lentamente hasta formar una cortina de humo que ascendía hasta el cielo. Cuando llegaron, Atticus estaba volcando una pila de piedras sobre las cenizas para evitar que el humo revelara su ubicación, aunque para entonces ya sería demasiado tarde. El gruñido de los lobos cesó de pronto y le dio paso al graznido de las arpías, las cuales parecían estar a la vuelta de la esquina, pero aún no veían sus cuerpos emplumados sobrevolando el área.

Gemma se aproximó al grupo reunido alrededor de la pila humeante de piedras. Sus avellanados ojos estaban bien abiertos, vidriosos, asustados por la calma que antecede a la tormenta.

—¿Qué haremos? ¿Qué haremos? —repetía sin cesar.

—Está claro que no podremos moverlos. Habrá que luchar —concluye Nico.

—¿Luchar? ¿No podemos llamar al grifo negro de Miranda?

—Miranda es la única que puedo invocarlo —respondió Sarah con desconsuelo.

—Yo me encargo de las arpías —Josh entrelaza los dedos y extiende los brazos hasta hacer tronar sus huesos.

Atticus ladea la cabeza no muy convencido y Josh no pasa por alto su reacción.

—¿Qué?

—No te quieras hacer el héroe. Sabes que son escurridizas y no creo conveniente otra explosión como la que hiciste. Casi nos matas a todos.

—¡Pues perdón por querer salvarte el trasero! ¿Tienes alguna idea mejor?

—Creo que yo sí la tengo —interviene Lucía. Su rostro era serio y pensativo. Tenía una idea pero no sabía si Josh podría llevarla a cabo—. En el campamento leí muchos libros y recuerdo una habilidad particular de los hijos de Zeus.

Josh enarca las cejas y se queda viendo a la joven con extrañeza, aunque, en el fondo, ligeramente excitado.

—¿En serio?

—¿En serio? —interrogaron al unísono los presentes.

—Es como un campo de fuerza. Como una cerca eléctrica que impide que algo entre o salga.

Josh esboza una sonrisa. Era el recurso que necesitaban para proteger a sus compañeros. Pero Atticus no estaba muy feliz con esto; veía cuán emocionado estaba Josh por querer ayudar, por encajar, y eso podría llevarle a cometer errores. Errores como los que cometía cuando era el soberbio  futbolista. 

—¡Estupendo! ¿Qué tengo que hacer?

Lucía hace una mueca con los labios.

—Debes desviar la energía de un rayo alrededor de nosotros, como un domo.

Josh se encoje de hombros. No se oía difícil, sólo necesitaría un poco de concentración y listo. Estarían a salvo del enemigo en poco tiempo.

Estaba a punto de decir algo cuando Atticus dio un paso al frente y miró a Lucía con seriedad.

—¿Exactamente qué tipo de rayo debe desviar?

Lucía miró a Sarah y ésta la observó con ojos asustadizos, o quizás lo malinterpretó y sólo estaba preocupada como ella. Sabía a lo que se refería y un error por parte de Josh podría llegar a matarlos.

—Se necesita una gran carga, así que deberás invocar un rayo, directo del cielo, y hacer que éste nos rodee.

—¿Y cómo se supone que haré eso?

—Creí que el hijo de Zeus era capaz de cualquier cosa. —Nico se cruza de brazos y sus córneas chisporrotean cargadas de sentimiento—. Supongo que estamos perdidos.

Josh entorna los ojos, consumido por su orgullo dañado.

Vio como Atticus tenía la intención de saltar en su defensa pero lo detuvo antes de que hiciera algo.

—Lo haré. Y te haré comer tus palabras.— Sacudió las manos para despejar tensiones. Los huesos en su cuello crujieron conforme movió su cabeza de un lado al otro.

El resto tomó distancia y al tiempo que veían como las nubes de tormenta se acumulaban encima de ellos, desplegaron los escudos. Se acomodaron frente a las carpas, justo en la entrada, para proteger a sus compañeros de las arpías y, en el peor de los escenarios, de las descargas eléctricas.

Un cúmulo de nubes se gestó justo encima de ellos. Los rayos, como venas brillantes, acudían al llamado de Josh. Venían de todas partes, propagándose por las negruzcas nubes hasta converger en un punto.

Una sensación de Déjà vu embargó a Josh. Aquella noche en el campamento cuando Matt intentó hacer que desencadenara sus poderes casi había muerto. Ahora, experto en sus habilidades, debía probar un nuevo poder que, si no lo mataba a él, mataría al resto de sus amigos.

La figura demoníaca de las arpías apareció de entre las copas de los árboles. Sobrevolaban el cielo tormentoso con los ojos inyectados en sangre. Graznaban y reían al mismo tiempo.

Si se equivocaba morirían. Si no podía lograrlo las arpías los matarían. Muertos por muertos, pensó Josh antes de alzar los brazos e invocar un rayo que generó un estruendo ensordecedor. Una estela luminosa descendió de lo alto del cielo justo en dirección a Josh.

Rayos de todos los tamaños se iban trenzando alrededor de la estela principal.

Aguardó a que el chisporroteo estuviera lo suficientemente cerca de sus dedos antes de abrir los brazos. El rayo siguió la forma de semicírculo, ramificándose alrededor de ellod hasta penetrar en la tierra; formando un domo sobre sus cabezas.

El crepitar del rayo celestino se propagó en el aire que los envolvía. El brillo fue menguando hasta desaparecer por completo. Cada poco pequeñas venas se dibujaban en las paredes transparentes y el ruido les recordó al producido por las cercas eléctricas.

—Lo hiciste— musitó Atticus con cierta emoción en su tono de voz.

—Lo hice, ¿verdad? — Suelta una risa que poco a poco va cobrando vida—. ¡Lo hice! ¡Yo...!

Sus palabras se ahogan junto con el chillido de una arpía que, al tocar con sus garras la pared del domo, su cuerpo convulsiona por el alto voltaje y desaparece en una nube de cenizas.

El susto no solo los afecta a ellos, sino que también al grupo de arpías que observaba con estupefacción desde los árboles. Varias gruñeron y un par salieron volando. Solo un puñado de ellas permaneció sobre las ramas para montar guardia.

—En algún momento tendrán que salir— dijo una de ellas, fijando la vista en Josh—. Y cuando lo hagan atacaremos.

Sus compañeras sonrieron con malicia y se pasearon de un árbol a otro hasta encontrar uno en el que estuvieran cómodas. Agazapadas en la oscuridad, solo sus brillantes ojos rojos — como demonios— se lograban vislumbrar.

Ninguno de los seis despegó la vista de las mujeres emplumadas. Por el momento estaban a salvo pero tarde o temprano tendrían que salir de allí.

—Ya pensaremos cómo librarnos de ellas—murmuró Atticus, observando los pares de puntos rojos que los observaban desde las sombras.

—Yo me quedo a vigilar. Ustedes vayan a dormir.

—Josh, no tienes que...—empezó Lucía.

—Si algo pasa soy quien puede repararlo.

A regañadientes Lucía aceptó que Josh montara guardia. Se despidió de él y entró a la tienda donde descansaba Logan. Todavía temblaba un poco pese a que estaba cubierto hasta la cabeza.

Seguía afligida por lo de Nico y ahora le angustiaba saber que las arpías estaban al acecho. Necesitaba de Logan. Necesitaba abrazarlo, sentir su calor. Escucharle decir que todo saldría bien...

Sabía que quitarse la ropa no era lo más adecuado considerando las circunstancias. Una falla, un ataque por parte de los monstruos y tendría que salir a luchar en ropa interior. Sin embargo, el calor era lo único que ayudaría a que Logan se recuperara.

Se desvistió y dejó una blusa encima del sobre en caso de emergencia.

Se sumergió bajo el montón de mantas y ropa. Estaba caliente, muy acogedor. El sueño comenzó a vencerla producto de la sensación cálida que generaban las cobijas, pero al tocarlo a él todo su cuerpo se contrajo del frío. Era un témpano que no dejaba de temblar, y su rostro perlado exhudaba pequeñas gotas a raíz de la alta fiebre.

Tomó el paño que le cubría la frente y lo dio vuelta para que el lado fresco quedara sobre su piel. La sangre de Logan luchaba contra las toxinas del árbol, intentando mitigar la hipotermia. La fiebre no era más que un síntoma de que su cuerpo seguía dando pelea; a diferencia del resto quienes debían cuidar con demasiada atención.

Tenía que hallar la manera de sacarlos de allí. De llevarlos a un lugar seguro en donde pudieran recuperarse. Su mente comenzó a maquinar un plan que terminó por hacer a un lado en cuanto Logan se estremeció con violencia.

Lo tomó entre sus brazos y lo acercó a su cuerpo. La calidez de su piel se enfrentó al frío helado de la de Logan. Todo su cuerpo se erizó. Sintió como la punta de sus dedos comenzó a enfriarse. Quería alejarse y resguardarse en su propio saco de dormir. No obstante, comenzó a sentir alivio en cuanto vio que Logan dejaba de sacudirse.

Sus labios seguían temblando; sus dientes chocando contra el labio inferior. Los temblores menguaron con el tiempo hasta que su cuerpo comenzó a levantar temperatura.

—Aquí estoy— susurró sobre sus cabellos. Lo acercó más a sí, de tal forma que su cabeza quedara sobre su pecho—. Todo estará bien. Estarás bien.

Se sentía segura teniéndolo así. Solo eso quería: estar con él.

Poco a poco el sueño fue venciéndola hasta quedar profundamente dormida.

Para la mañana siguiente hubo ave asada para el desayuno. Una lástima que ésta terminara transformándose en cenizas.

Junto con el alba la salud de Miranda y Logan comenzó a mejorar. Ya no tenían fiebre y la hipotermia había desaparecido. Aguardaron pacientemente a que despertaran y, tan pronto lo hicieron, se pusieron en marcha.

Atticus trazó un plan simple que, si llegaban a ejecutarlo al pie de la letra, en poco tiempo estarían libres de la presencia emplumada. No obstante, el apremio de Josh por desintegrar a las malditas cacatúas con las que había discutido toda la noche, provocó que el plan se viera simplificado a una ligera explosión eléctrica. Tan pequeña que varios árboles se vieron envueltos en llamas.

Rápidamente Josh invocó una tormenta que extinguió las llamas, pero los dejó empapados y muertos de frío. Sin mencionar que el resto de los enfermos quedó expuesto a las intensas lluvias y dadas las circunstancias no podían dejar que se congelaran.

—Llamaré a Shadow—informó Miranda, poniéndose dos dedos en la boca. Soltó un silbido y en menos de un instante el gigantesco cuerpo de un grifo aterrizó en medio de los calcinados árboles.

Mover a los enfermos sin un lugar a dónde refugiarlos no era lo más acertado.

—Habrá que conseguir una casa —dijo Lucía, subiéndose sobre Shadow. Le siguió Logan y detrás de éste se ubicó Nico.

Su preocupó porque Logan sintiera la tensión que habría entre ella y Nico, pero este sólo reaccionó a la rigidez de su cuerpo.

—¿Estás bien? —susurró preocupado—. Esto es como volar en un Pegaso.

Lucía forzó una sonrisa en señal de agradecimiento. Estaba claro que era ella quien se encontraba cohibida por la presencia de Nico. A él parecía no afectarle en lo absoluto, o sabía disimularlo muy bien.

Se despidieron de sus compañeros y emprendieron vuelo.

Cuando el bosque se volvió una mancha verde uniforme y la cordillera se dejó ver en toda su plenitud, Miranda se atrevió a preguntar:

—¿A dónde?

No había tenido tiempo de replanear las cosas, sin embargo, estaba claro que tendrían que conseguir un lugar seco y cálido. Debía ir por lo seguro; por la ruta que ya había fijado. Ya luego vería qué hacer.

—Atlanta.



Una pequeña casa era mejor que una tienda en el bosque. Deshabitada—hasta ahora— pero una casa a fin de cuentas.

Había pocos lugareños en la zona, lo que la convirtió en el lugar perfecto para establecerse sin levantar sospechas. Aunque por si acaso Atticus siempre llevaba frasquitos "desmemoriadores", como le gustaba llamarles. Una pequeña inhalación de aquel humo y los mortales olvidarían lo que sea que se les dijera.

Lucía como un barrio adinerado, del estilo que solo habitabas allí por una temporada y luego te regresas a otro lugar con mejor clima.

Mientras Miranda volvía por los jóvenes enfermos, el resto se ocupó de hacer de las habitaciones un espacio acogedor y cálido, ideal para contrarrestar la hipotermia de sus entumecidos cuerpos.

Unas vez todos se asentaron en la casa decidieron gastar parte del dinero que tenían en comestibles. Morían de hambre y la comida enlatada comenzaba a aburrir. Atticus y Josh se encargaron de las compras, Logan se ocupó de buscar leña para encender el fuego y calentar la casa. Por su parte, las chicas se ocuparon de generar un ambiente propicio en el baño para sus compañeros.

Cuando los sumergieron en la tina, el agua se teñó de rojo pastel. La sangre con veneno emanaba de los diminutos pinchazos que todavía no cicatrizaban. Tenían la esperanza de que sumergiéndolos un buen rato en agua tibia los ayudaría a erradicar de su sistema el veneno.

Una vez todos los enfermos estuvieron arropados y el resto tuvo el estómago lleno de comida deliciosa, se dispusieron a marchar directo a sus habitaciones. Nada como una buena noche en un colchón propiamente dicho.

Agotado por la jornada Logan tomó la iniciativa de tomar un rico baño, pero dado que el baño de la planta baja estaba "contaminado" por el veneno de pino, se dirigió directo a la habitación que compartía con Lucía y se adentró en el baño privado.

El agua se sentía cálida sobre sus miembros fríos. Había tenido que recoger leña para mantener la cabaña acogedora. Sin embargo, sus dedos se habían entumecido pese a llevar los guantes puestos. Parecía que el invierno se había adelanto demasiado, apostaría a que en cualquier momento comenzaría a nevar.

Logan elevó la mirada en dirección a la ventana. El cristal estaba empañado por el vapor que contagiaba la atmósfera del baño. Con su dedo índice dibujó una línea; la yema se deslizó con facilidad extrema por el cristal.

Fuera la oscuridad era aterradora. La luz de la luna había desaparecido y el exterior le recordó a cuando estuvo atrapado bajo la mata verde y puntiaguda del pino.

Continuó haciendo figuras abstractas en el cristal hasta descubrir que sobre el borde del marco comenzaba a formarse escarcha.

Se inclinó para poder contemplar mejor aquellos diminutos cristales que parecían formar estrellas. La idea de poder hacer eso dentro del cuerpo de una persona cruzó por su mente.  ¿Qué le pasaría? Todos sus músculos lucirían como el cristal: blancos y escarchados, atrofiados por el frío hasta quedar inmóviles.

Una gota de agua resbaló por su muñeca. La sensación llamó su atención. Miró la gota descender por su brazo, su vista ascendió hasta el dorso de su mano donde contempló la brillantez de esta. Estaba empapada y sobre la superficie podía percibir la calidez del agua. Cerró los ojos y se concentró, enfocando toda su energía en su mano hasta sentir la sensación del agua penetrar en su sistema, fresca y vigorizante. Sin embargo quería ir más allá, quería poder atravesar la barrera de lo visible.

Intentó canalizar toda su energía en penetrar dentro del agua, de poder explorar las moléculas, de percibirlas y poder jugar con ellas; controlarlas para así cambiar la temperatura y hacer lo mismo que había visto hacer a Zoe. Pero por más que lo intentara, por más fácil que creyó que sería, lo único que consiguió fue un fuerte dolor de cabeza.

Escuchó las bisagras rechinar y de inmediato devolvió ambas manos al fondo de la bañera. Se volvió en dirección a la entrada y perdió el aliento al ver a Lucía. Traía una toalla en su mano izquierda, lista para bañarse. En sus ojos había sorpresa porque no esperaba encontrárselo allí.

Intuyó que su balbuceo era a causa de la vergüenza de haber entrado sin tocar, no obstante, todo rastro de bochorno desapareció en cuanto se percató del terror que abruman sus ojos.

—¿Qué estabas haciendo?— soltó la perilla y se adentró en el baño cautelosa.

—Nada— responde con la mayor naturalidad posible—. Solo tomaba un baño.

—Siento que escondes algo.

—Claro que no, es solo que me tomaste por sorpresa.

Lucía entorna los ojos hasta hacer de ellos dos rendijas. No le convencía en lo absoluto la actitud de Logan pero no empezaría una pelea allí.

—Como digas— soltó de mala gana y salió del baño dando un portazo.

—¡Lucía, espera!— tomó la toalla de encima del retrete y se secó cuán rápido pudo para luego cubrirse con ésta y salir del baño a trompicones—. ¡Aguarda!

Lucía se detiene y cierra la puerta de la habitación para evitar que la conversación se cuele al pasillo y llegue a oídos indeseados. Gira sobre sus talones. Su mirada era fría como un témpano, curioso puesto que la furia que sentía mitigó el frío que congelaba sus extremidades.

—Lo estabas haciendo, ¿no es cierto?

—¿Qué cosa?— Se ajusta el nudo sobre la cadera para evitar que la toalla caiga.

—No te hagas el indiferente. Estabas practicando cuando te dije específicamente que no lo hicieras.

Logan se lleva el flequillo húmedo lejos de su rostro. El azul de sus ojos parecía cobrar intensidad cuando estaba en contacto con el agua.

—No soy tan tonto como para meter la pata.

Lucía se cruza de brazos y adopta una postura que destila cero convencimiento en las palabras de su novio.

—La crioquinesis y piroquinesis no es cosa sencilla, Logan.

Logan enarca las cejas consternado.

—¿Así es como se le dice? 

— Es un derivado de ellas.

—Entonces sí sabías de esos poderes...

—Claro que lo sabía, ¿pensabas que te mentía? Esos poderes son sumamente complicados de aprender. Necesitas mucha energía.

—Puedo hacerlo— se cruza de brazos, convencido de sus palabras. Lucía ladea la cabeza apretando los labios.

—¿En serio? ¿A caso no recuerdas cuánto tiempo estuviste para formar una esfera de agua? Y ni se diga de una ola gigante.

—Puedo hacerlo. Soy más maduro ahora, puedo dominar mejor mis poderes. Aprenderé a manipular la temperatura del agua, solo te pido que confíes en mí.

Lucía se acerca hasta cerrar la distancia entre ambos. Sus manos van directo a los brazos de Logan, todavía estaban húmedos por el baño. Sube con lentitud hasta que una de sus manos se topa con el relieve arremolinado de la marca causada por el hechizo de Circe.

La angustia la sofoca.

—Lo haría si supiera que no te pondrías en peligro.

Aquella confesión genera en Logan cierto rechazo. Incapaz de soportar el contacto de Lucía un segundo más, retrocede y camina en dirección a la ventana dándole la espalda.

—¿Me crees tan estúpido?

Lucía suelta un suspiro y eleva la mirada al techo, abrumada por la situación.

—Sé que...

—Porque lo que pasó la otra vez en el bosque no tiene sentido— se vuelve en dirección a Lucía con ojos furiosos—. Nadie usó sus poderes y nos encontraron. Ellos pueden meterse en nuestra mente y rastrearnos. ¡El que la marca sea un GPS es mentira!

—El que Cronos haya manipulado tu mente no significa que cualquiera pueda hacerlo. Estamos hablando de un tipo de invasión mental, algo que requiere de mucha energía y no cualquiera tiene ese habilidad. Y créeme cuando te digo que Circe no puede.

—¿Entonces cómo diablos supieron nuestra ubicación? ¿Por qué diantres tú eres la única que sabe a dónde vamos? ¡Dilo, confiésalo así todos podemos saberlo! —Agita los brazos para enfatizar su enojo.

—No sé cómo diablos lo supo pero Circe no es capaz de entrar a tu mente. Para eso tiene los tatuajes, para saber en dónde estás— responde con el mismo nivel de enfado—. Estamos hablando de un dios con la habilidad de acceder a nuestra memoria, de hurgar en ella y encontrar toda la información que necesita. Si Moros bloqueó mi mente es para mantener mis recuerdos a salvo, ¡punto!

Logan se cruza de brazos.

—¿Entonces quién averiguó en dónde estábamos? Porque hasta donde yo sé ningún tatuaje se activó ese día.

—¡No lo sé! ¿Por qué no le preguntas a tu amigo Atticus? Quizás él sepa mejor que yo las cosas. Y ya de paso anótale la herencia que le dejarás porque si sigues practicando estarás muerto en poco tiempo.

—Qué curioso, hace varios años atrás viví una historia muy parecida, solo que ella era la terca y el chico era el villano de la historia por intentar detenerla.

—Es diferente.

—¡Yo morí por ti! —chilla. Sus azulados ojos destilan dolor—. Te pedí que te detuvieras y no lo hiciste, así que ahora es mi turno.

Una mirada es suficiente para responder a su comentario. Estaba equivocado, mucho, pero no entraría en su jugo. Esta pelea no llevaría a ninguna parte.

—Yo no te pedí que te sacrificaras por mí. Y yo no voy a hacerlo por ti.

Se da media vuelta y abandona la habitación con un portazo.

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