
016
La emoción no me duró tanto en cuanto Payasín me soltó para abrir el ventanal y sacar una pierna.
Luego él sacó la otra, se agarró de la parte superior del ventanal y se empujó con los brazos hacia fuera. Lo vi desaparecer y me acerqué a paso lento mientras me colocaba las botas que me había traído. Asomé mi cabeza y lo vi de pie en una de las cornisas, mirándome con atención.
— Sí, bueno... —susurré—. Usaré las escaleras.
Él negó y extendió un brazo, invitándome a seguirle.
Miré afuera, lejos de él y se me contrajo el estómago: no iba a sobrevivir a esa caída. Sin embargo, no tenía lógica lo que yo había dicho porque había guardias apostados en el pasillo fuera de mi habitación, si me veía con estas ropas bien podrían pensar que yo era un intruso.
Y si no me mataban, con seguridad me llevarían frente al emperador y ¿cómo iba a explicarme?
Así que tomé una bocanada de aire y, en lugar de sentarme, decidí sacar mis piernas de espaldas, agarrándome de la parte inferior del ventanal. Me deslicé contra el muro sin soltarme, poco a poco hasta que mis pies sintieron la cornisa y la mano de Payasín sujetó mi muñeca. Solté el ventanal, y traté de mantener el equilibrio.
— Vamos —susurró antes de caminar por la cornisa con agilidad y, lo más importante, equilibrio.
Lo seguí lo mejor que pude hasta que me hizo bajar por otras cornisas hasta que tocamos el pasto. En cada bajada, él sujetó mis piernas para evitar todo el ruido posible. Tendría que practicar esto más a menudo si quería ser de utilidad. Nos agachamos cerca de los arbustos y me miró.
— No es fácil salir de la fortaleza. La mejor forma es por el agua.
— Pero nos vamos a mojar.
— Solo un poco.
Iba a replicar, pero él volvió a sujetar mi muñeca y fuimos en cuclillas hasta que nos encontramos detrás del edificio Fuego, donde la oscuridad se volvía nuestra completa aliada. Debajo de nosotros, vaya sorpresa, se encontraba un cuerpo de agua y Payasín me dijo que debía aguantar la respiración hasta encontrar una trampilla.
Lo vi entrar al agua con cuidado y luego hundirse poco a poco. Miré a todas partes en pánico mientras me cuestionaba estas decisiones antes de hacer lo mismo que él. Casi no podía ver nada en lo oscuro, y las aguas eran un poco turbulentas, pero traté de mantener la calma buscando la dichosa trampilla. La encontré abierta gracia a él, así que con mis pies me impulsé hacia adelante y abajo, para entrar en ella.
Casi me genera claustrofobia: era un túnel oscuro y pequeño, pero podía ver un rayo de luz al final, y la mano de Payasín extendida para mí. Nadé hasta él y extendí mi mano para tomar la suya. Me arrastró con fuerza sin lastimarme y, extrañamente, hacia abajo.
Él sujetó mi cintura y yo me agarré como pude de sus hombros hasta que mis piernas salieron del túnel y las balanceé con cuidado hacia el suelo, dónde él me bajó con cuidado.
Mis botas nuevas cayeron sobre un líquido y miré velozmente hacia abajo: había agua en el suelo. Pero lo más extraño era que el suelo no era tierra, era cerámica. Alcé la mirada hacia Payasín.
— ¿Qué es esto? —pregunté en voz baja.
No esperé respuesta, soltando sus hombros y mirando a nuestro alrededor: estábamos en una recámara sostenida por pilares gruesos y antiguos, arriba de nosotros había unos candelabros con muchas telarañas y velas desgastadas y sucias. Por el agua, la recámara mantenía un tono azul espectral y se escuchaba el eco del agua que caía al suelo proveniente del túnel por el que habíamos entrado.
— Existía una civilización antes de nosotros.
Lo miré.
— Eran menos racionales, conectados en un nivel más profundo a sus lobos. Pero el poco razonamiento que poseían los invitó a explotar los materiales que la tierra que pisaban les ofrecía. Construyeron un castillo, con el simple objetivo de proteger a los omegas embarazados y sus crías, para asegurar la raza.
— Este castillo...
— Sí —él asintió—. El problema fue que se creyeron dioses por lo que habían construido, y comenzaron a burlarse de la naturaleza y las especies que ellos consideraban inferiores. Sus cachorros crecían viendo esto, y la poca racionalidad se transformaba en crueldad. La naturaleza siempre guarda silencio hasta que se cruza la línea.
>> Así que cuando la violencia, el terror y el abuso se volvieron las tradiciones de esta civilización, un enorme agujero se abrió lejos del palacio y el agua comenzó a brotar en grandes cantidades, hasta que comenzó a inundar a toda la civilización. Los cachorros más jóvenes, los casi recién nacidos, se encontraban en una de las torres más altas y como aún eran inocentes, el agua no llegó hasta ellos.
— ¿Murieron?
— No, se adaptaron hasta crear el balance perfecto entre animales y humanos, nosotros.
— ¿Esto solo pasó en Yathor?
— Yathor significa "el inicio de todo" en Qaomasy: el lenguaje más antiguo del mundo. Solo las familias reales lo hablan.
— Un poco clasista, ¿no?
— No es eso —él respondió—. El Qaomasy es el primer lenguaje, por lo que tiene muy pocos conceptos y está muy relacionado a la naturaleza, se dice incluso que genera una conexión a ella. Sin embargo, no cubre todas las necesidades para que nos expresemos de forma adecuada, ni para nombrar o definir todo aquello que inventamos a lo largo del tiempo. Las familias reales mantienen viva la lengua solo para honrar a la naturaleza y para no olvidar que no importa lo mucho que creamos crecer y triunfar; ella es la única que puede destruirnos.
Miré a mi alrededor otra vez.
— ¿Por eso la fortaleza fue construida aquí?
— Se construyó hace cinco gobiernos, antes del imperio de Jungwoo —él se encogió de hombros—. No sé por qué, en realidad.
Asentí ante ello.
— ¿Nadie sabe que aún hay recámaras por las cuales uno puede entrar a la fortaleza?
— La gente olvida con facilidad sus orígenes. La familia real está segura que todo se encuentra inundado.
— ¿Cómo lo descubriste?
— Es gracioso para mí no sentirme molesto ante tantas preguntas; no soy muy paciente cuando me cuestionan.
— Estás desviando el tema —dije, ladeando el rostro.
— Los cachorros de la antigua civilización estaban asustados del agua, la oscuridad y el tétrico silencio de los cuerpos muertos de sus padres, pero el hambre los impulsó a buscar una salida. Al igual que ellos, había algo más aterrador que la propia muerte que me empujó a buscar una salida a través de estos muros.
Incluso si la curiosidad picaba, no podíamos perder tiempo, así que no interrogué a Payasín qué era lo que lo empujó a descubrir este lugar. Me llevó por pasillos que se sentían terriblemente helados, sobre todo porque estaba mojado luego de nuestra travesía en el agua. Llegamos a unas escaleras en forma de caracol y me indicó que subiera con cuidado porque había unos escalones derrumbados.
No pregunté cómo no tenía miedo de que este lugar no nos cayera encima, solo asentí y fui detrás de él, siguiendo sus pasos. Por momentos, me tomaba el atrevimiento para inhalar profundamente para obtener su aroma y me ayudaba a continuar.
Eran demasiadas escaleras, me quejé un momento y él tomó mi mano para ayudarme a continuar. Luego de lo que pareció una hora, llegamos al final de las escaleras, encontrando otra recámara, una gigante que me hizo sentir incómodo: había una extraña sensación en ella, como si hubiese miles de ojos mirándome.
— ¿Por qué se siente así?
— No todos los cachorros sobrevivieron —él me miró—. ¿Recuerda que mencioné que había mucha violencia? Las violaciones eran el pan de cada día, así que había muchos omegas embarazados, no importaba la edad. Demasiados partos, demasiados bebés. Algunos cachorros nacían débiles y enfermos, pero no se preocupaban mucho por ellos; si morían, bien, si no, también.
— Suena horrible...
— Por eso cayeron —se adentró en la recámara y yo tomé el valor para seguirlo.
Los escalofríos no se detenían y el vacío en mi pecho se profundizó. Traté de ignorarlo porque no era momento para ponerme sensible o desmayarme. Tenía un objetivo.
Encontré a Payasín cerca de una ventana abierta y pude ver pasto debajo de ella, alcé las cejas.
— Así que por aquí entrar.
Él asintió y luego dio un salto impulsado con los brazos para salir por la ventana. Me acerqué por detrás para imitar lo mejor que pude lo que él hizo. Al final, tuvo que ayudarme para subir las piernas y me quedé un momento sentado en el suelo mirando el campo en el que nos encontrábamos.
La Luna y las millones estrellas arriba de nosotros brillaban con intensidad sobre nosotros y me dejaron sin aire. ¿Por qué todo en este lugar tenía que ser tan mágico?
Me puse de pie con ayuda de Payasín y luego lo miré.
— ¿Se siente bien?
— Sí, aunque incómodo con las ropas mojadas —miré alrededor—. ¿A dónde vamos?
Detrás de nosotros se encontraba un montículo de tierra que cubría el techo de la torre por la que habíamos salido y más lejos, se encontraban los altos muros de la fortaleza. Me sentía como en una película.
— Al sur.
— ¿Qué tan lejos está la residencia del señor Ro?
— Una hora corriendo.
— Tal vez no debí venir: no tengo ese aguante.
— Su lobo lo tendrá.
— ¿Mi qué?
— Su lobo —él ladeó el rostro—. Vamos a transformarnos.
¡¿Por qué demonios la autora de Not Cherry Blossoms se enfrascó tanto en la relación de Jungkook y Kunwoo y no me dio más información del universo?!
Bien, perfecto, me quedaré como un imbécil de nuevo. No hay problema.
— ¿Cómo se hace eso?
Payasín guardó silencio, sentí que me estaba juzgando porque me miró fijamente por un largo, muy largo, momento.
— Conecte con su lobo —dijo al final—. Cierre los ojos, piense en él y búsquelo, cuando lo encuentre, podrá transformarse.
No sabía si era real, pero decidí hacerlo así que cerré los ojos.
— Debería quitarse la ropa antes.
Volví a abrirlos y fruncí el ceño.
— Te estás aprovechando.
— Lo digo en serio; va a romperse en cuanto se transforme. No querrá andar desnudo luego, ¿o sí?
— Bien, date la vuelta.
Él se giró y me quité el traje sin apartar la vista de él. Luego saqué mi ropa interior y fruncí los labios al quedarme desnudo en medio de la nada. Tomé una bocanada de aire y cerré los ojos, siguiendo sus instrucciones. Imaginé un punto en mi mente, me concentré en él y pensé en un lobo.
Mi lobo.
El punto se esfumó a medida que parecía adentrarme en mi mente, escuchaba mi pensamiento repetitivo diciendo mi lobo, rebotando con eco. Relajé lo más que pude mi respiración, haciéndola profunda, inhalando por la nariz, exhalando por la boca. Unos segundos después, encontré unos hilos brillantes que parecían estar enredados, acerqué mi mano por inercia a ellos y cuando los toqué se separaron de golpe, cayendo sobre el suelo.
Me di cuenta de que todos tenían un final: ninguno se unía a otro. El vacío se intensificó en mí, y comenzó a doler de forma aguda.
Estaba de rodillas de un momento a otro sobre el césped, sujetando mi cabeza.
— Amo —sentí su mano enguantada sobre mi espalda desnuda.
— Tu aroma.... —pedí entre quejidos.
No pasó ni un segundo cuando la rosa amaderada con bergamota me rodeó y acarició cada centímetro de mi piel desnuda. Payasín empujó mi cabeza más abajo y me pidió que regulara mi respiración. Eso hice, fue muy duro al principio, pero luego comencé a recuperarme.
El dolor seguía ahí, pero ya no era tan fuerte. Manejable.
Alcé la cabeza y miré a Payasín que mantenía sus ojos muy fijos sobre los míos. En ningún momento su mirada se desvió a otra parte de mi cuerpo.
— ¿Qué significa cuando hay muchos hilos cortados en tu mente?
Su cuerpo se tensó, lo sentí porque me lo transmitió desde su mano sobre mi espalda.
— ¿Muchos?
— Demasiados, el dolor comenzó cuando los separé; estaban formando un nudo.
— Vístete: lo regresaré a su habitación.
Fruncí el ceño.
— No, estoy bien. Puedo manejarlo, además, ¿qué pasa si los hombres de Ro planean moverse? Hay que ir ya.
— Su lobo no está.
— Te estoy dando una orden.
Lo decía en serio: necesitábamos avanzar. ¿Y qué si mi lobo no estaba? Aún tenía piernas, y me habían valido toda mi vida. No nací aquí, no nací con lobo. Podía seguir así. Tenía que seguir así. Jamás pensé en tener hijos, solo pensé en mi libertad. No hay ningún problema si me quedo estéril, ni siquiera puedo imaginarme embarazado. O tener una marca sobre mi cuello.
Todo esto, todo a mi alrededor no era mi mundo. No lo necesitaba. Lo que necesitaba, era rescatar a los verdaderos omegas.
Payasín pareció luchar con el dilema, pero luego asintió con brusquedad y lo vi quitarse la parte superior de su ropa. Entonces lo vi.
La herida.
La que yo le hice. En medio del pánico, el calor y la adrenalina, no me había dado cuenta con qué fuerza lo había lastimado: la navaja había entrado con más profundidad de la que imaginé y cruzaba casi todo su pectoral, a la mitad y en diagonal.
Como era reciente, aún mantenía un color entre rojo y rosa. Iba a ser una cicatriz muy obvia.
— Y, aún así —solté sin pensar—, estás aquí.
— Me vio asesinar a un hombre —él respondió—. Y, aún así, está aquí.
Les prometo por mi vida, que ya pronto prontito vendrán las interacciones entre Jungkook y Taehyung, lo que está pasando con Payasín es extremadamente necesario para la trama. Créanme.
En fin, por esta semana, es todo. Espero verlos el viernes o antes, todo depende de cómo me vaya estos días. Besos, abejitas.
Por cierto, para que tengan una idea del palacio enterrado:
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