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Intento 98


La oscuridad por fin cayó encima de la carpa que habían montado en el lugar designado por el SPG suministrado vía 76 y 77. Ese punto era el sugerido para detenerse, en caso de que llegaran cerca del centro poblacional antes que la luz del día los hubiese abandonado. Tuvieron que pasar alrededor de una hora esperando la noche dentro de dicho alojamiento portable, ya que decidieron seguir la indicación dada por 77 de no arriesgarse a salir cuando estuvieran muy cerca de la ciudad. No era un emplazamiento usual para acampar, pero si alguien andaba por allí, solo pensaría que era una tienda de campaña más y listo. El problema sería que los vieran, ya que, sin ápice de dudas, reconocerían que eran seres extraños a su planeta, Je-Mor.

El lapso que transcurrieron en el interior de su yurta alienígena, lo dedicaron a estudiar con detenimiento el camino que tendrían que seguir para arribar al domicilio del Inventor. Al parecer, este se localizaba en un pueblo pequeño, al límite de la región desértica de donde se hallaban. No debería llevarles más de una hora alcanzarlo; sin embargo, pese que ya hubieran querido partir de una vez, sabían que estaban obligados a esperar un tanto extra para que los residentes vaciaran sus calles y así evitar toparse con nadie. 76 y 77 les habían asegurado que los centros poblacionales eran localidades con casas y vías al estilo de su propio mundo y que, al igual que ellos, cuando la luz del día se iba, la gente tendía a pasarla al cobijo de sus moradas para después ir a relajarse en algo muy similar al sueño de los humanos.

Malcini decidió dormir un rato para recobrar sus energías. Por un segundo, su socio entró en pánico, mas recordó que la noche anterior, aunque pareciera increíble, no había sido bombardeado por los ruidos odoríficos con los que su compañero lo tenía acostumbrado. Samuelsen también se sentía fatigado, pero vio que los demás se preparaban a salir para tomar otra clase de defensa personal, aprovechando la oscuridad del ámbito, y decidió unírseles. No fue una sesión muy larga, el grupo estaba cansado por el largo día. No obstante, les ayudó a olvidarse por unos momento, de la tensión de entrar a un lugar desconocido en su totalidad y reunirse de una vez por todas con el famoso Inventor.

Vino el tiempo de desarmar la carpa. El rubio gigantón se percató con alivio que su compinche no la había perfumado durante su siesta. Una vez listos, prendieron sus linternas para alumbrar el trayecto, retomando la marcha. Después de unos veinte minutos, comparecieron al final del sendero y este dio cabida a uno de mayor tamaño, cuyo suelo dejó de ser la mezcla de roca y arena a la que se habían acostumbrado sus pies. Lo que los acogió fue un piso construido que se hundía de manera sutil a cada paso, como amortiguándolos. Sin ponerse de acuerdo, cada uno apagó su luz porque el suelo emitía una luminiscencia tenue, mas lo suficiente clara como para ver dónde se encontraban con cada pisada. Después de otros diez minutos, pudieron percibir las siluetas de las residencias; no parecían ser edificios altos, todo lo contrario, y pocos se hallaban iluminados, sugiriendo que la mayoría de habitantes ya reposaba dentro de sus hogares.

Nadie osó a hablar y continuaron caminando, tratando de hacer el menor ruido posible. Iban en fila de a uno siguiendo a Isabel, que era quien todavía tenía el SPG. A la postre, llegaron al pueblo en sí, entrando a una arteria con viviendas por ambos lados. Las edificaciones eran de tamaño cómodo, no muy pequeñas, pero tampoco parecían ser demasiado grandes ni, mucho menos, ostentosas. Daban la impresión de tener un perfil rectangular, mas se diferenciaban entre ellas por la forma del techo que mutaba de plano a angular, con picos de dimensiones variopintas, con arcos, pequeñas cúpulas, con conos o formas cóncavas. Era difícil distinguir los colores de sus fachadas porque no se mostraban esclarecidas, sin embargo, semejaban reflejar diversas gamas de oscuridad, lo que indicaba que seguro tenían un colorido diferente.

Isabel los condujo a voltear varias veces hasta que, de un momento a otro, se detuvo en una esquina para consultar el SPG. Sin decir palabra, elevó el brazo y señaló una de las moradas de esa calle, dando a entender que tal era el lugar al que debían dirigirse. Aún guardando silencio, se enrumbaron hacia aquel. Apenas estuvieron a uno o dos metros dando la cara a la vivienda, esta se iluminó de modo automático, causando un sobresalto a los foráneos. Esteban dio unos pasos adelante y el resto lo siguió. Miró con curiosidad el umbral, buscando algún timbre o algo que invitara a ser golpeado para anunciar su presencia, mas no detectó nada. Cuando ya había levantado el antebrazo y hecho un puño con la mano, listo para dar unos golpecitos, una voz diáfana y femenina les ordenó:

"Entren rápido, por favor."

La puerta se deslizó e ingresaron. Los esperaba una habitación amplia, que también se iluminó ni bien el científico puso el primer pie en ella. Era un cuarto en forma rectangular, cuyas paredes de color crema estaban desnudas. En el centro había una pequeña mesa, acompañada de un sofá junto con un par de sillones, todos del mismo color que la pared. No obstante, una variación de tonalidades, proveniente de arriba, parecía envolverlos. Al levantar la vista, el hijo de Mariana notó un techo semejante a un caleidoscopio de tintes de lo más variado, lo que era un contraste enorme con la sobriedad del resto del recinto. No había nadie aparte de ellos y cuando él por fin se decidió a abrir boca, fue interrumpido por el mismo llamado que escucharon antes,

"Pasen, los estoy esperando en la cocina."

Una serie de luces se encendieron en el piso, alentando a que tomaran el corredor que había en la esquina derecha. Con cierto cuidado se dirigieron allí, donde encontraron al sujeto dueño de la voz que les había hablado. Ante ellos se hallaba una joven, o por lo menos parecía ser joven, como de la edad de Mandi y sus amigos. Tenía dos piernas, un torso, dos brazos y una cabeza. Se veía apenas de mayor altura que Isabel y su figura era del tipo espigado. Vestía una suéter y pantalón del mismo tipo de material que el que estaban usando los del grupo visitante, este presentaba diferentes graduaciones de verde, que se distribuían como una cascada de más claro a más oscuro. Sus pies calzaban uno zapatos estilo bailarina, también verdes. La piel de su rostro y cuello era de color lila, lo mismo que sus manos. Su cara mostraba dos órbitas oculares y una cavidad bucal, pero su nariz no era el bulto prominente que en ciertas personas es de mayor tamaño, esta era como un pequeño botón delicado, que daba una armonía especial a su rostro. Sus ojos eran ovalados, sin ser rasgados como los de Esteban, y poseían un color esmeralda profundo. Los mencionados denotaban que estaban observando a los recién llegados, estudiándolos en forma intensa. No se atisbaban orejas y no porque estuviesen cubiertas por una cabellera, ya que ese era otro detalle, la muchacha que los miraba carecía de vellosidad alguna. Su cráneo lila era de una forma redonda delicada, que casi parecía brillar con la luz.

"Guau..." susurró Alex, y Samir notó que estaba literalmente con la boca abierta, contemplando en forma extasiada al ser que tenían al frente de ellos. A pesar de su apariencia diferente a la humana, nadie podría dejar de notar que era hermoso.

"Entonces, ustedes son," les dijo, con una expresión más tranquila. "Mi abuelo, Fle, me había advertido que debían comparecer. No sé si le entendí mal o qué, pero él me había dicho que sería un individuo, máximo dos. En todo caso, escogieron el mejor momento porque mis padres no se encuentran en casa. Mi nombre es Tsi, encantada de conocerles," y diciendo esto último, inclinó su cabeza hacia el lado derecho y esperó.

El científico comprendió que su pausa era una invitación para que ellos se presentaran.

"Me llamo Esteban. En realidad soy el único que debería estar acá, pero, al final, todos nosotros terminamos engullidos por el túnel de convergencia."

La anfitriona volvió inclinar su cabeza en forma de saludo.

"Yo me llamo Isabel, soy la pareja de Esteban."

"Samir," pronunció él, inclinando al mismo tiempo su cabeza de la forma que la je-morina lo había hecho.

"Jorgen Samuelsen, señorita. Es un real placer conocerla."

"Mi nombre es Rigoletto Malcini y gracias a mí hemos llegado sin ningún percance."

Tsi fijó la vista en el joven de melena rojo fuego, que todavía la estaba mirando con ojos embobados.

"Alexander," se animó por fin a intervenir él, "pero es más fácil Alex nomás."

"Mi nombre es también largo, como el de Alex. Soy Mandolina, pero por favor dime Man..."

Ella no pudo terminar, interrumpida por la sonora carcajada del chico pelirrojo.

"¡¿Mandolina?!" exclamó aquel sin poder contener la risa.

"¡No!" protestó ella. "¡Le estaba diciendo que me llamara Mandi!"

"No lo puedo creer," continuó su amigo. "¡Eres Mandolina!" y siguió riéndose.

"Me parece un nombre muy poético, de lo más musical," escucharon decir a Tsi.

"Justo eso, ¡muy musical!" continuó el pelirrojo sin parar de reír.

"Alex, si aprecias tener tu cabeza conectada al resto de tu cuerpo, mejor te olvidas de eso," le susurró Samir, que estaba viendo que la hija del chef se hallaba a punto de explotar.

"No obstante, Mandi es más corto, mejor para acá. Por lo visto, en su mundo les gusta los apelativos extensos, aquí tan solo un sonido nos basta para identificarnos," ilustró la nieta de Fle. "Pero se los ve cansados, por favor, siéntense," les dijo, señalando la mesa con las sillas dispuesta entre ella y el resto. "¿Quisieran beber algo?"

Una vez todos acomodados, Esteban decidió que el preludio de las presentaciones y cortesías del caso ya había terminado, y que tenían que ir al punto del asunto que los había llevado a este lugar:

"Tsi, por lo visto, tú sabes que estamos buscando a tu abuelo. 77 le envió una comunicación advirtiéndole de nuestra llegada, pensábamos que él iba a estar acá. ¿Dónde lo podemos encontrar?"

La expresión afable de la aludida cambió a una un tanto sombría,

"No pueden," anunció. "Mi abuelo ya se extinguió. Mas él me dejó una nota junto con un reporte para ustedes. Mis padres no saben nada de esto, por eso es bueno que no estén acá. Partieron ayer para las celebraciones en la Ciudad de La Luz y no regresarán hasta dentro de una semana. Para que entiendan, mejor les explico qué sucedió con él y cuál es la situación actual.

"Mi abuelo es..., era una persona inteligente en extremo, dedicada a descubrir lo que él solía decir que: está allí bajo nuestros ojos, solo tenemos que observar bien. Pero él quería ver más lejos de lo que los ojos pueden y decidió estudiar fuera de las fronteras de Je-Mor. No le interesaba la historia de otras civilizaciones o las diferencias que hay entre la gente proveniente de Baxetoria, el planeta habitado de mayor proximidad al nuestro, y nosotros. Lo que le intrigaba era la eternidad del Universo y su balance.

"Al inicio, fue un gran creyente y seguidor de los principios de La Luz, hasta que... ¿Entienden a qué me refiero con La Luz?" El silencio, como única respuesta, indicó a Tsi que no. "Claro, como van a saber... La Luz es lo que mantiene el orden en nuestro mundo." Y notando todavía confusión en los rostros de los vistantes: "No piensen que me refiero a luz en sí, eso que es lo opuesto a la oscuridad. La Luz es el nombre de los que organizan nuestra sociedad."

"Quieres decir una cosa como, ¿el gobierno?" preguntó Mandi.

"¿Gobierno? Muy cierto, eso son..., aunque nunca se me hubiera ocurrido llamarlos así porque no son de imponer cosas o, por lo menos, eso es lo que aparentan. Ellos dicen que ofrecen orientaciones para tener una existencia basada en el bienestar de todos, sin dejar de lado las satisfacciones personales. Pero cada vez más, en especial ahora que se acerca el Día del Inicio, yo diría que sus orientaciones parecen ser más forzadas.

"Siendo nosotros un planeta pequeño, un satélite de otro mayor, contamos con una población relativa a su tamaño y, por lo tanto, existe una mayor facilidad para orientar. No como otros, donde sus sociedades están divididas y entran en conflictos internos. ¿Pueden creer que en Grienchelau sus diferencias son tan fuertes que solo las resuelven luchando entre sí mismos y muchas veces extinguiendo a sus oponentes? Imagínense el horror, ¿qué clase de seres pueden hacer eso? La verdad es que no se merecen tener un mundo; que se extingan entre ellos, es lo que digo yo.

"Bueno, retomando; La Luz nos orienta en una serie de principios que uno puede hacer suyos o no. Como tienen sentido, nosotros los acatamos sin problemas. Uno de ellos, tal vez el que La Luz considera más importante, es el de no combatir la naturaleza, pero convivir con ella. Mi abuelo era un convencido de ese principio, incluso llegando a afirmar que la idea no es cambiar algo, sino adaptarse para coexistir con el balance universal. Por un buen tiempo, él fue una figura apreciada sobremanera por La Luz, considerándolo como el investigador modelo o gran contribuidor a la sociedad. Hasta que todo cambió cuando los puntos de vista de mi abuelo también se alteraron.

"¿Saben de dónde proviene el apelativo de La Luz? Ellos emergieron, como dije antes, casi con nuestro mundo, mas no con nuestro planeta. La historia cuenta que, antes de La Luz, los je-morinos no siempre convivían con la naturaleza y que trataban de dominarla en vez. Un gasto de energía fútil por completo porque al final la naturaleza se adaptaba, pero los habitantes no podían hacerlo con la misma velocidad. Un buen día, vieron en el cielo una mancha negra, como un agujero oscuro gigante que crecía con rapidez. Después, nada. El agujero, la oscuridad, desapareció; sin embargo, con él nació La Luz. La gente inició a reflexionar acerca de su existencia y forma de vida porque durante unas horas estuvieron seguros que ellos y Je-Mor perecerían. Un grupo de personas, que se llamaron a sí mismos La Luz, tomó las riendas y desde entonces siguen siendo los veedores de nuestra existencia.

"En permanente observación, mi abuelo descubrió una serie de cosas; entre ellas comprendió qué era esa mancha negra aparecida en el cielo hace tanto tiempo atrás. Fue allí que iniciaron todos sus problemas. Como siempre, cada vez que alguien descubre o inventa algo, tiene que pasar primero por La Luz porque ellos cuentan con una gran organización destinada a distribuir el conocimiento nuevo a todos nosotros. Este hallazgo fue especial y él fue llamado a la Antigua Ciudad de La Luz para hablar con uno de los principales frodaleus.

"Ah, verdad, no les he revelado quiénes son ellos... Muchos de nosotros trabajamos directa o indirectamente para La Luz. Es un gran honor y es una labor que nos gusta hacer porque beneficia a la sociedad en general. De entre aquellos, algunos pocos son elegidos para administrar y coordinar las orientaciones de esta: ellos son los frodaleus. Incluso, en un momento dado, pidieron a mi abuelo ser uno de ellos, pero él rehusó porque quería continuar aún con su trabajo de investigación. Ahora, sin lugar a dudas, La Luz jamás admitiría tal hecho.

"En fin, él fue a la antigua Ciudad de La Luz y no pudo creer qué era lo que le pidieron hacer cuando estuvo allí: que olvidase su descubrimiento para el bien de la sociedad.

"¿Desde cuándo el quedarse en la oscuridad e ignorancia beneficia a la sociedad? cuestionó él, y como respuesta le dijeron:

"Desde que es un asunto que amenaza la existencia de La Luz y sus principios.

"Mi abuelo argumentó en mil y una formas que ellos estaban errados, que su descubrimiento no amenazaba ningún principio, tan solo los renovaba y reforzaba. Les dijo que, como todo en el Universo, nada está en estado de permanencia, todo cambia y evoluciona; que eso era lo que permitía el balance eterno. Ellos oyeron sus argumentos con paciencia e interés, mas no fueron convencidos; su posición no se alteró. Solo Glo, uno de los frodaleus que lo conocía a fondo, se dignó a darle una explicación:

"Mi muy estimado amigo, sabes muy bien que yo te apoyaría, pero existiendo la posibilidad de que lo que propones nos llevaría al caos, no puedo, NO PODEMOS, dejar que nadie más, aparte de nosotros, conozca esto. Como tú dices, tu descubrimiento es conocimiento y conocimiento en sí no es lo que está en debate acá. El problema es tu predicción y, por encima de aquella, tu propuesta. Tú conoces bien nuestro principio regidor de no combatir a la naturaleza y justo lo que tú estás proponiendo es eso. No podemos, ni debemos permitirlo.

"Mi abuelo trató de persuadirlos de que no estaban combatiendo a la naturaleza, que más bien estaban asegurándose que esta siga su curso, pero los frodaleus fueron inmutables. Entonces, él se aferró al argumento que, si no hacían algo, a La Luz no le quedaría una sociedad a la que orientar, que ellos y Je-Mor desaparecerían.

"Es la sabiduría de la naturaleza, no podemos ir en contra de ella, fue su réplica.

"Ante eso, él les señaló que no solo era su su mundo quien perecería, sino cientos más. Sin embargo, la reacción fue la misma: es la sabiduría de la naturaleza, no podemos ir en contra de ella.

"Al final, Glo le prometió: No vamos a ignorar lo que nos has presentado y nos prepararemos para ese día; prepararemos a todos para el Día del Inicio.

"No habrá inicio, sentenció mi abuelo, solo final.

"Después de su visita, él mudó a su familia acá, a Crunjick. Sabía que no lo dejarían seguir con su trabajo, que si era necesario, lo obligarían a no hacerlo. Tenía certeza, que la única manera de forzarlo sería utilizando a su familia, y él jamás hubiera sido capaz de ponerla en peligro. Su hija mayor, mi tía Rac, no quiso partir; ella era una artista y tomó la oportunidad para comprar una casa y convertirla en su estudio. Su padre no se preocupó por eso, ella ya tenía su mundo organizado. Pero con mi papá era otra cosa, siendo mucho menor que mi tía, no cabía duda que él seguía a sus progenitores.

"Crunjick era el lugar ideal para pasar desconocido y desapercibido, para que La Luz creyera que había seguido su consejo y cambiado su estilo de vida, dejando atrás su trabajo. Puso un negocio, una tienda de ropa que se convirtió en su aporte para el sustento de su familia; mientras que mi abuela consiguió trabajo en el laboratorio de química del centro de transferencia de conocimiento de Crunjick, llegando a ser después, la organizadora principal de conocimiento químico del centro. Pero todo eso era una pantalla, mi sagaz abuelo nunca desistió y, a escondidas, prosiguió con sus estudios, continuó planeando y maquinando alguna forma para evitar el Día del Inicio."

"Por casualidad, ¿la especialidad de tu abuela era en química genética?" intervino Samir.

"¿Ge né ti ca?" repitió la palabra Tsi en forma pensativa, buscando la traducción y definición de la misma. "Ahhh, entiendo a lo que te refieres. La respuesta es no, nosotros no tenemos genes como ustedes, los humanos. Mas ahora que lo mencionas..., mi abuela se especializaba en química...," y buscando el término adecuado, "química biológica, que sería compatible con vuestra genética. ¿Cómo adivinaste?"

"Tu abuelo era un genio," contestó él, "pero nadie puede conocer y ser especialista en todo."

Sus compañeros lo miraron con una sonrisa, el estudiante del Einstein había probado lo contrario en numerosas ocasiones. Él siguió hablando para aclarar,

"El cambio genético ocurrido con la familia de Esteban, el Humano Único, junto con una especie de lagartija, no es algo para nada simple de realizar. Alguien muy capaz en la materia debe haber ayudado. Por lo visto tu abuela, Tsi, estaba más implicada en el asunto de lo que suponías."

"Jamás me hubiera imaginado...," repuso ella en tono reflexivo y retomó su historia. "Los años transcurrieron, mi tía Rac se extinguió en un accidente terrible, nunca localizaron sus restos..."

"Lo siento," interrumpió Alex, al notar que la expresión de la je-morina volvió a entristecerse. Ella le sonrío agradecida por su simpatía que se veía sincera; este humano parecía ser alguien especial.

"Eso fue hace un buen tiempo ya. Ella se encontraba pasando unos días, en lo que ustedes creo llamarían en medio de la naturaleza. Dijo que iba con el fin de ganar inspiración para una nueva colección de obras que tenía planeadas. Su destinación es un paraje conocido por su gran cantidad de aguas termo-ácidas. No sé si ustedes tienen lo mismo en su planeta; son fuentes de agua subterránea que emergen, formando especies de lagunas de diferentes tamaños. El agua no se puede utilizar para beber, por lo menos no para nuestro sistema, pero si se trata su temperatura y se cambia su acidez, son una fuente de irrigación para nuestros cultivos, cuyo componente químico sirve de gran nutriente para ellos.

"Mi tía nunca regresó de allí. Mis abuelos fueron a buscarla con un grupo de supervisores y descubrieron sus huellas perdiéndose dentro de una de las piscinas termo-ácidas. Deducimos que salió a caminar durante la noche sin llevar ningún tipo de alumbrado. Esos accidentes son comunes; a nosotros nos gusta pasear sin iluminación cuando estamos en la naturaleza, nos hace sentir más cerca de ella.

"La verdad, que tal vez fue lo mejor que le pudo haber sucedido porque le habían pronosticado una enfermedad letal, en la que poco a poco hubiera perdido la vista, primero, y luego el uso de sus manos. Su cuerpo iniciaría a desintegrarse con lentitud inexorable hasta extinguirse. Es una cosa terrible y aunque el proceso dura unos cuantos años, mi tía se hubiera sentido muerta desde el inicio: quedarse ciega y no utilizar las manos, imagínense, siendo ella una artista... Mas sus obras vivirán para siempre, ella es muy reconocida en Je-Mor. ¿Ven ese muro? Es uno de sus trabajos."

Los foráneos volvieron la mirada a la pared que les señaló Tsi. No parecía haber ninguna diferencia con las demás, pero al detener su atención unos segundos adicionales en aquella, de pronto notaron que su textura cambiaba y una serie de colores la invadió. Eran tonos chillones que, de alguna forma, armonizaban entre sí.

"A mi mamá le hubiera gustado esto," murmuró Esteban.

Samir no se perdió su comentario y, fijándose mejor, comprendió que el científico tenía razón. La voz melodiosa de su anfitriona lo regresó al asunto en que debía poner su concentración absoluta.

"Después de varios años viviendo en Crunjick, mi padre decidió que su inclinación no eran las ciencias, sino más bien los negocios y se puso a cargo de la tienda. Tal hecho otorgó a mi abuelo una mayor disponibilidad para dedicarse a su trabajo secreto.

"Fue así que construyó, como un pasatiempo, una casa en Francestomia. Es la región que queda a las afueras de este centro poblacional. Es un área donde la gente va a pasear y caminar en sus momentos libres o cuando quiere reflexionar. No hay edificaciones por allí porque necesitamos amplias zonas no urbanizadas para dejar tranquila a la naturaleza y nosotros poder apreciarla. Algunas personas pueden obtener permisos especiales de La Luz para erigir su vivienda en ese tipo de parajes, pero estas deben situarse apartadas unas de otras. Además, deben ser erigidas por el mismo individuo que aplica por la autorización, lo que es un gran reto que puede tomar varios años, ya que nadie posee el tiempo suficiente para dedicarse al proyecto las diecinueve horas del día. Como se imaginarán, no muchos tiene el apetito de hacer un trabajo así, por lo que son poquísimas las casas existentes en tales áreas no urbanizadas. Vivir allí significa estar aislado por completo, así como no tener fácil acceso a alimentos ni entretenimiento urbano. También esto está supervisado y regido por La Luz, para cerciorarse que el número de residencias no exceda el límite de experiencia natural del territorio.

"Mi abuelo escogió un lugar preciso en Francestomia, al parecer su localización era lo que más le interesaba. Mi padre me comentó una vez, que estaba casi obsesionado con que fuera en esa ubicación, incluso le escuchó decir que si no le daban permiso para construir en las coordenadas exactas que él había pedido, se olvidaba de la idea y seguiría viviendo en Crunjick. Por fortuna, no tuvo dificultad para conseguir el susodicho, fue una concesión hecha por su amigo frodaleu, una forma de disculparse y apreciar su esfuerzo en cambiar su estilo de vida. Sin embargo, no dudaba que otros frodaleus verían esa actividad como algo sospechoso y que estarían vigilando el sitio, así como sus movimientos, solo por precaución.

"Pero mi abuelo era un hombre de grandes recursos y cuando terminó su morada, el resultado fue el de un exterior inocente mientras que en el interior se encontraba el más fabuloso laboratorio que se pudieran imaginar. Por supuesto que, como toda construcción, tenía que pasar por una inspección de aprobación una vez esta estuviese terminada. Él la obtuvo sin ningún problema gracias a su invención: el ilusionador. Fue algo que creó cuando niño; tendría unos diez años, no más. Lo hizo para un programa de inventiva en su centro de transferencia de conocimiento; con este ganó el primer premio y la atención de La Luz. El ilusionador es una proyección, que emite una imagen de algo inanimado y estático que no se halla allí en la realidad; por ejemplo, un vaso de agua encima de una mesa. Es una representación tan nítida y visible desde cualquier ángulo, que quien sea con sed trataría  de tomar el vaso y beberse el agua. Recrear figuras de ese tipo no era la gran invención, lo fascinante era el tamaño del aparato que lo hacía. Era una esfera de solo un blux de diámetro," y diciendo esto, Tsi unió su pulgar e índice conformando un anillo, dando a entender la dimensión a la que aludía.

"1.37 centímetros de diámetro," explicó Samir.

"¿Centímetros?" repuso la anfitriona intrigada.

"Es parte de nuestro sistema de medidas," contestó el chico del Einstein.

"Por supuesto, ¡qué ignorante! Su sistema de cálculo de dimensiones no tiene por qué ser el mismo que el nuestro. ¿En qué está basado?"

"Es un sistema decimal que..."

"Ejem," interrumpió Alex. "Estoy seguro que eso de las medidas es algo fascinante pero es tarde..."

"Perdón, me desvié del asunto," se disculpó la nieta de Fle.

"¿Fascinante?" susurró Mandi al portador del chip para Justicia Comercial, "¿de cuándo acá usas esa palabrita?"

"Bueno, ella habla así."

Tsi pareció confundida por unos instantes, mas retomó su calma de inmediato. No era el momento de preguntar a qué se refería el ser tan atractivo de cabellos rojizos con eso de: ella habla así.

"El ilusionador funcionaba presentando imágenes de objetos pequeños y fue tomado como un artículo de curiosidad o diversión. Nadie estuvo interesado en reproducirlo para un uso a diario, ya que no era una necesidad. La técnica utilizada era bastante complicada y no se le encontró mayor provecho. Mi abuelo tampoco se esforzó en desarrollarlo más allá porque su interés se centraba sobre todo en astronomía física. Sin embargo, cuando se vio forzado a trabajar en secreto, lo primero que le vino a la mente fue esa invención; tal aparato podría ser perfecto para sus propósitos porque podía disfrazar sus instrumentos. Fue así que mejoró su modelo inicial, al punto de poder enmascarar el laboratorio de Francestomia y aparentar dicha habitación como depósito donde se guardaba comida, recuerdos y herramientas. Él contaba que los inspectores no fueran a tocar ninguna de esas cosas porque el lugar simulaba un gran desorden, el que quitaba las ganas a cualquiera de dar un paso adelante. Y no se equivocó.

"Mi abuela falleció poco antes de que la casa en Francestomia fuera terminada. Ella había aceptado mudarse con la idea de trabajar aún en el centro químico por larga distancia e ir unos días en persona, quedándose a dormir en su antiguo hogar que ahora pertenecía a mi padre. Él lo había comprado junto con la tienda de ropa, que queda a su costado. Mi abuelo sufrió de modo intenso y profundo con el deceso de su pareja; fue algo inesperado para él, pero no para mi abuela porque ya hacía varios años que ella sabía que tenía una enfermedad incurable. Parece ser que ella decidió no mencionarlo a nadie para evitarles sufrir y que la vean con ojos de simpatía o piedad, o que la trataran como si fuera una inválida y no la dejaran hacer su vida."

"La entiendo," susurró para sí misma Mandi y Samir notó que, de nuevo, Tsi había oído el comentario casi silencioso que solo él escuchó por encontrarse sentado al costado de su amiga.

"Una vez en su nuevo techo, mi astuto abuelo pudo volver a dedicarse cien por ciento a sus investigaciones. Mis padres rara vez iban por allá porque él era quien solía venir a vernos. Es un viaje largo ir al domicilio de Francestomia, que debe hacerse en gran parte a pie, y mis progenitores no son de los que les gusta una larga caminata envueltos en arena y tierra. Las pocas veces que fueron, los recibió en el salón de entrada y cocina; nunca los dejó pasar la noche, con la excusa que tendría que acomodarlos en el piso porque no había espacio. Por su puesto, tal idea era un aberración para ellos, que estuvieron encantados de no ir a verlo seguido y que fuera él quien los visitara.

"En mi caso fue diferente; apenas tuve permiso, inicié a ir para allá en cada oportunidad, quedándome por lo general más de un día. Él me recibía siempre con una sonrisa, yo tenía a Francestomia para explorar y nos la pasábamos conversando sobre ciencias, ¿cómo no me iba a divertir? Un día ocurrió lo inevitable: descubrí que el depósito no era tal y mi abuelo me contó que era para su proyecto. Me advirtió que debía ser un secreto entre los dos, que de ello dependía la seguridad y bienestar de muchas personas. Yo, por supuesto, acepté gozosa de guardar un secreto tan importante que ni siquiera mis padres conocían.

"Hace poco menos de un ciclo orbital... Perdón, esa es la traducción directa, ¿ustedes dirían año? En fin, no hace mucho, se comunicó pidiéndome de irlo a saludar. Yo tenía que estudiar y hacer varios trabajos para mi CTC, así llamamos a los Centros de Transferencia de Conocimiento, es más corto, ¿no? Bueno, a pesar de mis deberes decidí ir porque nunca me había pedido que lo fuera a ver. Me pareció muy extraño, incluso me preocupó. Cuando llegué a su hogar, no lo encontré abriéndome la puerta como siempre, lo hallé en su cuarto, tendido en su cama... No quería creerlo, pero en el fondo sabía qué era lo que sucedía: mi querido abuelo se estaba extinguiendo." Tsi hizo una pausa en su relato para tomar una bocanada de aire y explicarlo con lentitud.

"Fue allí que me habló sobre el visitante que debía comparecer antes del Día del Inicio, que lo buscaría a él en mi casa y que yo debería recibirlo. Unimos nuestras frentes y me transfirió sus memorias y pensamientos de lo que les he contado. Yo quería saber más acerca de su descubrimiento y su proyecto, pero se negó a otorgarme esa información de manera rotunda, expresó que era muy peligroso para mí conocer eso, que solo debía contar al visitante esta historia y entregarle la nota y el reporte que me dio.

"Me presentó a dos robots que había creado parecidos a la imagen del forastero, para que este no se asustara cuando arribara a nuestro mundo y para que yo pudiera reconocerlo cuando viniera a buscarme. Me indicó la probabilidad que tendría, además, una cabellera como los de Ghunxesgi, otro planeta con quien mantenemos comunicación, mas no sus tres brazos. Hacer la cabellera a los robots hubiera tomado tiempo extra que ya no disponía. Agregó que él me dejaría la vivienda de Francestomia, pero que evitara ir porque los robots la convertirían por completo en un laboratorio especial. Ellos no deberían enterarse de su extinción, su programa se confundiría con tal hecho. Después, con mucho esfuerzo, se levantó y lo ayudé a regresar conmigo a Crunjick. Nos llevó mucho más de lo normal, ya que él con la justas podía caminar. El mismo día que llegamos a casa y acompañado por nosotros, mi abuelo se extinguió como un soplo de viento cálido y tranquilo.

"Esa es toda la historia o por lo menos la parte que mi abuelo me comunicó. Solo una cosa más; como dije antes, lo que me encargó entregar está entendido para un sujeto en particular y, por lo que me dijiste eres tú, Esteban. No sé si quieres privacidad para verlo."

"No es necesario," respondió él. "A no ser que alguno de ustedes no quiera mezclarse más en este asunto."

Nadie se movió de su silla, dando a entender que proseguirían juntos. Malcini tuvo ganas de levantarse, pero al ver que sería el único, decidió permanecer como el resto; no le hubiera gustado quedarse atrás y solo, ¿quién sabe cómo haría para regresar? Ya estaría escrito qué hacer en la nota o en el reporte, una vez que terminaran con lo que el abuelo-Inventor les pidiera hacer.

"Está bien," anotó Tsi. "Me imagino que se hallarán muy cansados, mas el Día del Inicio se aproxima... No creo que tengamos tiempo para perder, así que, ahora, si me esperan unos minutos, voy a buscar el reporte y la nota para ustedes."

La nieta del conspirador salió del cuarto trasladándose con suavidad y el resto se quedó esperando su retorno callados. Como ella prometió, solo le tomó unos pocos minutos. Cuando regresó, tenía en sus manos una caja hecha por un material que ni Malcini ni Samuelsen reconocieron, sin embargo, resultaba familiar para los demás: era igual a la que guardaba el ocufix y el otofix. Ella la posó con delicadeza al frente de Esteban,

"Acá está lo que mi abuelo te dejó. Le prometí no leerlo, no obstante, asumo que vuestro sistema de escritura no es el mismo que el nuestro, así que, si me permiten, me puedo quedar aquí para hacerles la traducción."

Más de uno asintió con la cabeza,  pero la je-morina no comprendió, era un gesto extraño para ella, el que no tenía ningún significado. Como se los quedó viendo con expresión confundida, Samir entendió y le explicó,

"Esto," dijo, repitiendo el movimiento, "para nosotros significa ."

"Y esto," intervino Alex, esta vez volteando la cara alternando de derecha a izquierda, "es no."

"Yaba," murmuró Tsi.

El chico prófugo de las compañías se quedó de una sola pieza,

"¿Qué dijiste?" preguntó.

"Yaba," repitió ella. "Es una palabra que no tiene traducción exacta en vuestro lenguaje; la utilizamos para describir algo que nos gusta mucho y que al mismo tiempo es algo increíble, algo muy interesante, algo fantástico, algo fascinante, algo..."

"Buenísimo," completó el pelirrojo. "O también como para decir que uno está de acuerdo, ¿yaba?"

"Sí. Pero, ¿cómo tú sabes?" replicó su interlocutora sorprendida sobremanera; al parecer el ser llamado Alex no solo era atractivo y sensible, sino inteligente y perspicaz en extremo.

"Te cuento en otro momento," prometió él.

Esteban no pudo aguantar un segundo más y abrió la caja. Adentro había un cuaderno y una nota, ¡todo en papel! Miró a la segunda que, tal como indicó Tsi, estaba escrita con símbolos negros desconocidos para él, si bien le pareció que ya los había visto antes; sin duda, eran los mismos que vieron en la base adonde arribaron, la casa-laboratorio del Inventor. El cuaderno también se encontraba lleno con el mismo estilo de anotaciones, alternado con otros símbolos un poco diferentes de color púrpura brillante.

"Mi abuelo me comentó que escribió eso en este material puesto que sería familiar para ustedes," apuntó la joven de joven de piel lila, a manera de explicación. "Bueno, qué les traduzco primero, ¿la nota o el cuaderno?"

"La nota por favor," pidió el destinatario de la misma, pasándosela.

"Estimado Humano Único..."

"Ese soy yo," aclaró Esteban y Tsi prosiguió a leer.

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