Todos escucharon sin interrumpir el relato de Esteban. Cuando terminó, tenían tanto por procesar en su cabeza, que no se les ocurrió cuestionar nada, simplemente se quedaron mirándolo. Alex se preguntaba si el científico había perdido la razón por completo, sin embargo, su historia era tan elaborada y tan increíble, que de alguna forma parecía aún más difícil inventarla, a que no fuera real. Samir hizo las conexiones lógicas y no podía ver ninguna contradicción en lo narrado; la única conclusión a la que podía llegar, por más que le diera vueltas al asunto, era que lo que les acababa de contar era cierto.
Mandi fue la primera en despabilarse del estupor que los había envuelto por la impresión de todo lo oído. Volvió su atención hacia el lugar donde provenía el lamento, que todavía no cesaba de acompañarlos, y vio a L-Hembra al lado del cuerpo inerte de su pareja. Con un suspiro, se paró con lentitud y fue donde ella, mientras que el resto la seguía con la mirada.
"Lo siento mucho," logró balbucear la chica, con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta, a la vez que se sentaba a su lado. "Ya sé que me comprendes... Solo quería decirte que estamos muy tristes..."
La lagartija prosiguió su canto como si nadie se encontrara a su lado.
"Me imagino que quieres estar sola sin que alguien te moleste, pero no quiero dejar de agradecer a L-Macho. Si no hubiera sido por él, todos estaríamos muertos ahora. Sé que no me puede escuchar, pero por lo menos te puedo dar las gracias a ti, L-Hembra... De alguna manera es como decírselo."
En ese instante, el pequeño reptil levantó por unos segundos la mirada en gesto de aceptación. Esteban, Isabel, Samir y Alex se acercaron también y, sin palabras, le dieron a entender que sus sentimientos eran los mismos expresados por Mandi.
De un momento a otro, la bruma que los abrazaba comenzó a desvanecerse y por fin pudieron ver donde se encontraban. Era un cuarto desnudo con paredes y piso blancos, que hubieran hecho recordar a Samir al Einstein si no fuera porque estaban cubiertos con una espesa capa de polvo. Hacia su derecha había una gran ventana, a través de la cual no se podía distinguir mucho, también debido al polvo acumulado en la misma. Lo que sí se lograba percibir con claridad, eran dos pares de lucecitas dirigidas hacia ellos.
Todos se aproximaron con precaución hacia el ventanal. Samuelsen también se levantó por fin y se dirigió hacia aquel, mientras que Malcini permaneció tendido por si acaso; no vaya ser que resulte algo peligroso, mejor ver que les ocurría a ellos primero. Lasalo continuaba todavía feliz haciendo la siesta.
Una vez al frente, distinguieron que las pequeñas luces eran los ojos de dos rostros pálidos sin ninguna cabellera que los enmarcara, carentes de toda expresión y, tan solo porque era obvio que se hallaban observándolos, tuvieron que admitir que no se trataba de dos maniquíes desprovistos de peluca detrás de un escaparate. Antes que alguien pudiera decir nada, uno de ellos les sonrío y con un gesto de la mano les indicó que esperaran, entretanto con la otra, pareciera que estuviera haciendo algo en una mesa por debajo de la ventana. A los pocos segundos, el vidrio que los separaba comenzó a descender.
"Bienvenidos, bienvenidos a Je-Mor" dijo el que les había estado sonriendo y señaló con su mano que cruzaran, mientras él y su compañero se hacían a un lado.
Esteban y Samir fueron los primeros en pasar, solo tenían que levantar un poco su pierna para sentarse en el dintel y luego dejarse caer al otro lado. Mas el primero no dejaba de observar los movimientos de sus perseguidores: por el momento no parecen presentar ninguna amenaza y se ven tan confundidos como nosotros, pensó. Estaré atento. Al primer indicio de peligro no me será difícil subyugarlos con algunos golpes básicos de Sugino Sensei.
Isabel y Alex la franquearon a continuación, seguidos de Samuelsen. Malcini, al ver partir a los dos primeros, decidió que era mejor ir con ellos a quedarse solo; así que se apresuró él también, dando un pisotón a su compinche cuando este lo ayudó. Después fue el turno de Mandi, que se había quedado un poco atrás porque fue a buscar a L-Hembra y al cuerpo de su pareja, al que tomó con mucho cuidado en su mano. Siendo más baja que el resto, iba a necesitar la ayuda de alguien para cruzar; el brazo de Samir se extendió rápido hacia ella. La muchacha percibió que otra mano también se había tendido al mismo tiempo, y por primera vez vio con claridad el rostro de la persona que se la estaba ofreciendo:
"¿Tío Jorgen?" preguntó la joven sin creer lo que sus ojos le estaban diciendo.
"¡¿Tío...??!!!" repitió Malcini, casi tan incrédulo como Mandi.
Mas al fijarse mejor, notó el gran parecido entre ellos dos y después recordó como su cómplice parecía saber tanto de música... Cómo no iba a ser, si en el reporte acerca de Yurusalem Zodevilla estaba escrito que su primer esposo fue Rupert Samuelsen, ¡el famoso director de la orquesta de Chengis Phen! No obstante, a Malcini jamás se le ocurrió que su Samuelsen, con tantos Samuelsens que hay en el mundo, ¡fuese el hermano de dicho concertista! El Jefe, sin lugar a dudas, tenía que hallarse al tanto de eso, pero nunca se lo mencionó.
"¿Qué pasa?" escucharon todos decir a lo lejos. "¿Es que uno no puede tener una siesta en paz?" protestó Lasalo con los ojos cerrados aún, abrirlos era demasiado esfuerzo y se volvió a acomodar para seguir durmiendo.
"Tío..., no entiendo... ¿qué haces aquí?" volvió a inquerir Mandi.
"Es una larga historia...," inició a contestar el interpelado.
"¡Tío!!!" repitió Malcini de nuevo, aunque esta vez en tono amenazador.
"Bienvenidos, bienvenidos a Je-Mor" oyeron por segunda vez decir al extraño y todos dirigieron su atención a él y a su acompañante. "Los estábamos esperando hacía unos cuantos años ya," continuó hablando sin perder la sonrisa.
"No es verdad," irrumpió por primera vez su compañero, que seguía mirándolos con cara seria. "Estábamos esperando a uno o dos, ¡pero ustedes son un ridículo OCHO!"
"Dos u ocho, no hay mucha diferencia, ¿cierto?" prosiguió en tono afable el otro.
"No son solo ocho, también trajeron una lagartija extra," pronunció exasperado su dialogante. "Se suponía que debería haber sido una y que no tendríamos después que ocuparnos de ella. ¡Ahora tenemos que trabajar con seis personas de más y, para remate, un animalejo!"
"Cálmate, 76, para todo hay solución. Teníamos planeado aplicar el proceso amnésico a un sujeto, ¿cierto?"
"Pero, 77, aunque quisiéramos, poseemos el equipo del proceso amnésico para un individuo nomás, ¡no para 7 y una bestia! ¡Tendremos que trabajar cerca de ocho años extra para poder hacer el proceso al resto!!!! Con la lagartija, sugiero, que nos demos el trabajo de aplastarla ¡y listo!"
"¡No!" gritó la hija del chef, poniendo su mano libre por encima de L-Hembra como para protegerla. Esteban tenía el cuerpo de L-Macho en la suya, ya que Mandi se lo había pasado mientras atravesaba la ventana.
"76, no es para tanto, no te pongas así," replicó 77 en modo de aplacar a su interlocutor. "Mira, la solución es sencilla: aplicamos el proceso amnésico a uno de los que han venido y el resto pueden ir a buscar al Inventor."
"Eso no es factible," protestó el aludido. "El Inventor nos programó para dejar ingresar a una sola persona..."
"76, acuérdate que yo soy 77, por algo el Inventor me hizo después de ti, para darme la facultad de adaptación. Trabajar ocho años adicionales sabes que es imposible, nuestro programa está a punto de extinguirse..."
"Entonces extingamos a los que están demás."
"No, 76, estamos programados para extinguir a animales en caso de ser necesario, insectos y bacterias que puedan dañar el programa. Mas estos seres, a pesar de ser animales también, son familia cercana de la especie del Inventor, no los podemos suprimir. No hay otra solución que la que sugerí antes."
"Está bien, 77," aceptó su camarada, guardando aún el ceño fruncido y malhumorado.
"Aproxímense, no se queden allí. Como ven, ya decidimos que no haremos nada para apurar su extinción. Esa llegará en algún momento dado, pero no seremos nosotros la causa. Por favor, siéntense, debemos pasar un tiempo juntos para que les explique qué es lo que deben hacer."
Quien les hablaba apuntó a una mesa con tres sillas que se encontraba en el centro del cuarto; este también presentaba las paredes vacías como la habitación anterior, aparte de una consola pequeña con la que habían abierto la ventana. En un lado se hallaba una puerta, con símbolos que ninguno de los recién llegados reconoció.
"77, solo hay espacio en la mesa para tres," le recordó 76.
"Es cierto, mas hay que adaptarnos. ¿Les molestaría, entonces, acomodarse en el piso?" propuso mientras se sentaba para dar el ejemplo.
Los arribados hicieron lo mismo sin protestar, Esteban siempre observando de reojo a Samuelsen y Malcini. L-Hembra dejó a Mandi para saltar de hombro a hombro y percharse en el de su Humano Único, sin dejar de mirar a su pareja tendida en las manos de él.
"Bueno, estamos todos, ¿no?" reinició 77. "Salvo el que todavía se encuentra en la otra sala, ¿lo llamamos?"
"Tal vez es mejor dejarlo allá por ahora," contestó Esteban. "Después nosotros le podremos contar. Él es... ¿cómo decirlo?"
"Más lento que una tortuga para entender las cosas," completó Alexander.
"¡Alex!" reclamó la chica de Analucía.
"Qué, Mandi, es cierto. Y encima lo he dicho en forma educada, podría haber dicho que es un tarado o un tonto, que el cerebro no le da ni para sumar uno más uno, que..."
"¡Alex!" volvió a interrumpir su amiga, mientras él y Samir iniciaban a reírse.
"No tengo conocimiento de qué es una tortuga," intervino 77, "pero creo entender a qué se refieren. En fin, la verdad es que tampoco tenemos tiempo para perder, así que escuchen bien lo que les voy a decir porque no estoy seguro que nos queden muchos minutos extras para responder vuestras preguntas."
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