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Intento 103


Samir y Mandi se encontraban en el laboratorio de ciencias astronómicas del centro de trasferencia de conocimiento de Crunjick. Después de desayunar, Tsi juntó su frente con la de Samuelsen para transmitirle la noción del lenguaje, pasando luego a convencer a Malcini que ello no dolía y que todos se sentían normal por completo después de haberlo hecho. Ni bien terminaron con él, la nieta de Fle les mostró la tienda de ropa de su familia, que quedaba al lado de su casa. Era un lugar pequeño que constaba de dos piezas y tres cambiadores. La habitación de la entrada tenía forma alargada, dando la sensación de ser más un corredor que un cuarto. Las prendas estaban en exposición, colgando de las dos paredes paralelas. No habían muchos modelos diferentes; su anfitriona les explicó que para ellos la importancia no residía tanto en el diseño, como en los colores que los clientes podían escoger a través de un catálogo. Ella les mostró una pequeña pantalla al lado de cada confección que, al tocarla, les presentaba una gran gama de tonalidades. Señalando el matiz que quisieran, la indumentaria de su costado cambiaba al que habían seleccionado en el catálogo-pantalla. No había problemas con la cuestión de tallas porque el traje se ajustaba al cuerpo de quien la utilizara de modo automático, como había sucedido con los atuendos que les habían dado 76 y 77. La vestimenta, además, se podía adecuar al gusto del comprador: cuando este iba a probársela podía optar cuán largas quería sus mangas o no tenerlas, así como la altura que les llegaría sobre las piernas. Solo tenían que ponérsela, pasar sus manos sobre la tela y alargarla o acortarla al punto elegido.

Hacia la terminación del pasillo, en la pared derecha, se localizaban tres puertas correspondientes a los cambiadores, cada uno con espejos por muros. Al final del cuarto se ubicaba una mesa tipo mostrador, detrás de la cual había dos sillas y otra puerta. Parte de la mencionada mesa presentaba una pantalla donde se debían registrar las ventas; el pago por la compra era transferido al escribir el apelativo del cliente.

"Pero ¿cómo pueden saber si es su nombre?" cuestionó Malcini al instante.

Tsi lo miró con expresión confundida en extremo.

"No entiendo la pregunta," pronunció ella.

"Sí pues, ¿cómo pueden asegurarse que la persona dé su nombre real y no el de otro tipo, para no pagar la ropa y hacérsela pagar al otro?"

"¿Te refieres a no decir la verdad? ¿A mentir?" replicó la joven je-morina, ya no solo confundida, sino horrorizada. "Nunca, NUNCA nadie cambiaría su apelativo, eso es... ¡inconcebible! Sería no tomar responsabilidad de nuestras acciones, sería no aceptar que estamos vivos, sería... ¡sería matar nuestra identidad!"

"Entonces, Tsi, ¿ustedes siempre dicen la verdad?" intervino la hija del chef.

"No, Mandi, también mentimos como los humanos. ¿No voy yo a pasar el cuento, que Jorgen y Malcini son familia lejana y ustedes Crompelis que hemos recibido en nuestra casa? Pero jamás diría que yo no soy Tsi, eso es... No sé cómo explicarlo bien, es negar mi propia existencia."

"Pero si hay más de una persona con el mismo nombre, entonces, ¿quién paga?" preguntó Samuelsen en tono práctico y profesional.

"Nadie tiene el mismo apelativo. Yo no me llamo tan solo Tsi, soy Tsi 548. Ese número único indica que yo soy esa Tsi en particular. Cuando alguien llamado igual se extingue, su cifra queda disponible para cualquier nuevo bebé o se aumenta un dígito al número de Tsi existentes. Simple, ¿no?"

"Entiendo," dijo el tío de Mandi. "Y si alguien decide comprarse algo, ¿de dónde saco la ropa que elijan?"

"Justo allí los iba a llevar ahora," respondió la muchacha sin cabellera, abriendo la puerta detrás del mostrador.

Esta era una estancia pequeña, más bien un ropero grande, donde había lugar para que entrara una sola persona, mas al introducirse los seis, la habitación pareció crecer de nuevo para que todos tuvieran espacio. Las tres paredes contenían estanterías con escritura en cada una, que correspondían al código de cada modelo. El resultado era una lluvia multicolor de prendas, ninguna con la misma tonalidad de la otra.

"En caso que no tengamos aquí el matiz de pigmentación deseado por el comprador, entonces, debemos ordenarlo. Eso también es fácil, solo tienen que escribir el código del atuendo acá," informó Tsi, señalando una pantalla al costado de la entrada, "y tocar el color elegido por el cliente."

Saliendo del cuarto de almacén, la pariente del Inventor volvió a hablar dirigiéndose a Samuelsen y Malcini,

"Eso es todo, la tienda abrirá sus puertas en media hora de forma automática. Hablando de puertas, ¿notaron la que se ubica al fondo del almacén? Esa se comunica directo a la cocina, siéntanse libres de ir en cualquier momento y comer algo. También pueden tomar turnos, y uno de ustedes puede quedarse en casa descansando o puede salir a pasear. Les recomiendo no alejarse mucho si salen ni tocar nada extraño. Nosotros estaremos de regreso a eso de las cuatro, yo los ayudaré a cerrar la tienda y hacer el inventario del día. No hay nada más, ¿creen que pueden tomar cargo?"

"No veo ningún problema, salvo por un detalle," indicó Samuelsen. "¿Cómo vamos a poder leer el código de los artículos y, encima, escribirlos?"

"Muy cierto, perdón, me estaba olvidando acerca de eso. Solo tienen que tomar alguna parte de la prenda seleccionada y rozarla en cualquier lugar de la pantalla, ya sea aquella de venta o de órdenes de artículos. Para buscar en el almacén, deben llevar la ropa allí: un detector identificará el modelo e iluminará la estantería de donde pueden sacar el color que necesiten."

"Pero, ¿cómo podremos escribir el nombre del comprador?" preguntó esta vez Malcini.

"La transferencia de esa información se hace pronunciando el apelativo del cliente en el micrófono," y diciendo esto, su instructora extrajo, de la esquina inferior derecha de la pantalla, un tubo inalámbrico de unos diez centímetros de largo.

"¿Qué tal si practicamos una venta?" sugirió. "Mandi, ¿qué te gustaría comprar?"

Después de más de una transacción ficticia, en donde Alex y Samir también compraron, por fin dejaron a Malcini y Samuelsen al mando del establecimiento. Ambos los despidieron con una amplia sonrisa que denotaba su entusiasmo.

Los jóvenes humanos junto con la je-morina fueron caminando al CTC de Crunjick, que quedaba cerca de la casa. El chico Hafar quería ir al laboratorio de ciencias astronómicas para estudiar donde se encontraban y ver qué avances tenían ellos en esa rama. Su anfitriona ofreció al resto hacerles un pequeño tour de su ciudad. Alexander aceptó con gusto, pero la muchacha rubia decidió que mejor se quedaba con Samir. No era que estuviera animada como loca en conocer sobre la cosmografía de aquel mundo, sin embargo, percibiendo lo interesados que semejaban sentirse Alex en Tsi y Tsi en Alex, sintió que tal vez ella iba a estar de más.

******

El laboratorio era todo lo opuesto al del Einstein donde, como en cada aula y rincón del campus, reinaba un orden y limpieza total. Este del CTC de Crunjick parecía ser dominado por un caos absoluto, así como mostrarse bombardeado de tonalidades a partir del piso, pasando por las paredes, sillas, mesas y terminado en el techo. Mandi y Alex tuvieron que entrecerrar los ojos ante el ataque multicolor: algunos de ellos eran tan intensos, que casi dolía el verlos, pero al poco rato su vista y demás sentidos se ajustaron. La sensación de vértigo que los había invadido desapareció, dando lugar a otra de inmensidad, armonía y tranquilidad.

A Samir lo confundió su propia respuesta. Al inicio, no se atrevió a cruzar la entrada, se mantuvo afuera, atemorizado de la reacción que sufriría al situarse en el medio de toda esa avalancha. Mandi se percató que él se había quedado atrás. Entendiendo su confusión, se acercó y le tendió la mano siguiendo un impulso instintivo. Él la tomó sin pensarlo e ingresó al laboratorio donde su sorpresa fue incluso mayor: el sentimiento que tanto temía, por lo general precedido de angustia, continuando por exasperación y terminando en agresividad, nunca apareció. Lo que lo asaltó fue una sensación de claridad de pensamiento, como que cada rincón en que fijase su mirada le otorgaba una solución a alguna de las innumerables preguntas que tenía acerca del universo. Soltando la mano de Mandi, se puso a recorrer con lentitud los muros del recinto.

"Yaba," fue lo único que se le ocurrió decir, mientras que sus otros dos amigos aún permanecían paralizados con lo que los rodeaba.

"¿Es muy diferente de lo que tienen en vuestro mundo?" inqurió Tsi.

"Total," afirmó Samir, tratando de digerir con la mirada la cantidad, literalmente astronómica, de datos que se hallaba en la habitación. "No sé si me he vuelto loco o qué, pero por donde veo me parece estar leyendo información."

"Por supuesto, ¿qué esperabas?" replicó su guía, y observando mejor a sus compañeros cayó en la cuenta que estaban boquiabiertos. "Creo que de verdad difiere mucho de lo de ustedes, ¿cierto? Cada aula de trasferencia de conocimiento está diseñada justo para eso, transferir conocimiento. La información se encuentra en cada rincón. En este caso, este lugar emula el universo con sus singulares fenómenos. Al inicio se siente caótico, pero uno no tarda en sentir que hay una magnificencia lógica en todo."

"Y si uno mira de veras, puedes notar las explicaciones de cada elemento," completó el estudiante del Einstein, hablando más como para sí que para los otros.

"Eso sucede tan solo con los expertos... No sabía, Samir, que supieras tanto de astronomía."

"No tanto, solo algo de astrofísica," se apresuró a añadir él, evitando la observación admirada de la muchacha.

"Ya verás, Tsi, que Samir es un poquito más inteligente que el resto de nosotros," atajó Alex con una sonrisa. "Pero otros somos más entretenidos, ¿no?" agregó, dándole un amistoso palmazo al aludido en la espalda, consiguiendo que él sonriera también.

"Entonces, para aprender, ¿lo único que tienen qué hacer es pasársela mirando a cada parte de su aula, tratando de entenderla?" indagó Mandi.

"Podríamos, pero no funciona así. La información se transfiere con mayor facilidad a través de nuestra escritura, que podemos leer en las pantallas localizadas en las mesas. Tal conocimiento lo guardamos en nuestra mente, mas eso no significa que lo sepamos. Cuando nos instruimos, debemos recordar lo leído y una vez que lo entendemos por completo, solo entonces lo memorizamos y sabemos."

"Yaba, es como si no necesitaran estudiar," comentó el pelirrojo.

"No, Alex. Como dije, para aprender debemos hacerlo. Archivar los datos en nuestra pensamiento es fácil, creo que podría compararlo con lo que ustedes llaman tomar una fotografía. No obstante, aprenderlos significa recuperar lo registrado, leerlo, entenderlo y almacenarlo en otro compartimiento de nuestra mente, de donde podemos ya sentirnos seguros que la sabemos. Ese proceso puede llevar horas, dependiendo de la cantidad de información transferida y de su complejidad."

"Sin embargo, nuestras aulas ayudan a concentrarnos en el tema y acostumbrarnos a los diversos asuntos del mismo. Es difícil y lleva tiempo descifrar la teoría y explicaciones de cada parte del salón, mas su presencia en sí nos revela algo acerca de la existencia de los hechos." Y dándose cuenta, que Samir fijaba la mirada en un punto en particular interrogó:

"¿Cómo llaman ustedes eso?"

"Si no me equivoco, es un agujero negro," respondió él como hipnotizado. "Pero su apariencia es muy diferente al estilo del resto, parece más bien el dibujo de..., perdón no quiero ofender, pero parece el dibujo de un niño de dos años."

"Nosotros lo llamamos la oscuridad y no sabemos mucho sobre aquellas. Mi abuelo andaba fascinado acerca de su existencia y se la pasó estudiándolas, aunque asumo que fue sin gran éxito porque ninguna cognición adicional ha sido añadida a ese tema desde tiempos inmemoriales."

"Qué extraño, si veo rápido lo de por acá, en todo parecieran ustedes estar por encima de nuestro conocimiento."

******

Alex y Tsi partieron del laboratorio, ambos con una gran sonrisa. Mandi se preguntaba qué iba a hacer porque no dudaba que su amigo se la pasaría contemplando cada rincón del lugar, analisando muy divertido lo que encontrase. Sin querer, su pensamiento voló a su familia, ¿qué estarían haciendo ellos? La acometió la preocupación de no poderse comunicar con sus padres. Antes, a pesar de ser una fugitiva, por lo menos sabía que Justicia Comercial los mantenía informados sobre ella, asegurándoles que se hallaba bien dentro de lo posible. Ahora, ella había desaparecido por completo y tenía la certeza que debían sentirse de lo más angustiados, sobre todo si Lasalo había retornado sin ser capaz de dar ninguna información acerca de qué pasó con el resto. Muy probable estarían cuestionándose si se hallaba viva o no. De un instante a otro, la asaltó una nostalgia, de esas que no había experimentado nunca antes. Estando tan ocupada entre una u otra cosa, no había tenido momento alguno de recordar a sus familiares y cavilar si los volvería a ver. De pronto, sintió que una mano se apoyaba en su hombro, era Samir.

"Mandi, ¿estás bien?" por toda respuesta ella soltó una carcajada.

"Discúlpame, pero la verdad es, que es difícil imaginar que eres tú con esos ojos..., y cada vez que tu lengua sale disparada para hablar es..., es algo...," ella no pudo terminar porque le regresó el ataque de risa.

"Bueno, tú tampoco te ves de lo mejor, sobre todo riéndote de esa forma, ¡y con los ojos que te cambian de color!"

"Lo sé, lo sé. Perdona."

"Pero no me has contestado. Sé que esta cara que tenemos ahora es súper rara, pero la tuya parecía como si te hubieran dado la noticia que alguien se murió o algo."

"Pensé que estabas concentrado descifrando las paredes," murmuró la chica, volviendo a su expresión sombría.

"Eso no significa que no tenga tiempo para verte...," y añadiendo en forma atropellada: "Me refiero a que estaba mirando una cuestión que estaba a tu lado, ehhh..., no era que te estuviera mirando así, así, a propósito, ehhh..., hasta un ciego te hubiera visto."

"Estoy bien, Samir, no te preocupes. Solo que me puse a recordar a mi familia y, ya sabes, como no tenemos ni idea qué nos va a pasar ni si podremos regresar..."

"Te entiendo. Lo peor es que no hay forma de comunicarnos con ellos para decirles que estamos bien."

"Sí, justo lo que yo estaba pensando," repuso su amiga, contenta de que alguien la comprendía.

"¿Pero qué podemos hacer? He hecho cálculos y, créeme, es una pérdida de tiempo total agobiarnos con ese tema."

"¿Agobiarnos? Creo que se te está pegando el vocabulario de Tsi," apuntó su compañera con buen humor.

"Mira, Mandi, creo que lo mejor que podemos hacer es invertir nuestro tiempo y energía en terminar con lo que sea que es esta historia de Esteban, y regresar a casa lo antes posible a través de algún túnel de convergencia. Por eso he estado tratando de descifrar este sitio, pero hasta ahora no veo por ningún lado mención de esos famosos túneles. Ya sé que Fle dijo que quedaba solo uno, pero a lo mejor hay más. Pensé que este laboratorio me podría ayudar a saber dónde están, ¡no creas que soy tan nerd que quería estar aquí solo para aprender! Claro que estoy interesado en saber, pero hubiera preferido pasar el día paseando a estar encerrado acá."

"¿Quieres que te ayude? Si me dices qué es lo que debo buscar, entre los dos lo podremos hacer más rápido y tal vez encontremos algo."

"¡Yaba!" contestó Samir encantado sobremanera, y pasó a explicarle qué cosas podrían estar relacionadas con los túneles de convergencia. Al poco rato, ambos se pusieron a examinar por el laboratorio, concentrados a lo sumo en su tarea.

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