Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo Treinta y Cinco

Ignorar a Blake resultó más complicado de lo que en un principio creí.

Me sentía vigilada, cualquier movimiento que hacía él ya estaba pendiente de mí, me abría la puerta sin que se lo pidiese, me recogía las cosas del suelo, se adelantaba cuando quería coger algo..

Verlo a diario empezaba a ser agobiante, sobre todo por la forma en la que me miraba; tan atento que no despegaba su mirada de la mía, como si el mundo dejase de girar y solo importase yo.

Era una situación difícil, seguíamos compartiendo el mismo grupo de amigos y algunas clases, quisiera o no tenía que tratar con él, aunque fuese por tonterías.

Parecía un alma en pena, como que por mucho que lo intentase seguía teniendo ese aspecto de no descansar bien por las noches y como si el hecho de haberme perdido era lo peor que le podría haber pasado en la vida. Hasta daba impresión que le costaba respirar si yo no le dirigía la palabra o no lo miraba.

Y en el caso que eso fuera cierto, era demasiado intenso.

Nadie era imprescindible en la vida de otra persona por muy importante que fuese o por muchos años que llevase al lado de otra.

Blake no podía centrar su vida en mí, no nos conocíamos de mucho tiempo, solo habían sido un par de meses en los que ni siquiera habíamos estado juntos románticamente. No podía ser tan importante para su vida, si era así, Blake debería ordenar sus prioridades.

Además, lo más pronto posible me iría de West Salem para no volver, pudiendo proteger a las gemelas de todos los peligros de esta ciudad y Blake, por mucho que quisiera o lo intentase, no me haría cambiar de opinión.

Era una decisión firme, las gemelas eran lo primero para mí y así sería siempre.

Matthew por su parte había cumplido su palabra, no se había separado de mi lado y había cumplido su broma de ser mi guardaespaldas.

Era gracioso, conseguía hacerme reír en situaciones inverosímiles y con cualquier tontería, pero por muy cómoda que me sintiese a su lao, había algo que fallaba; no lo conocía en absoluto.

Siempre me preguntaba sobre mis gustos, aficiones o sobre mi familia mientras que cuando yo hacía lo mismo, no conseguía nada de su parte, eludía mis preguntas casi de forma mágica, sin esfuerzo, con una elegancia natural y yo acababa igual que antes de preguntar, con las ganas de saber más de él.

Tampoco le daba muchas vueltas a la cabeza, ni siquiera lo de Blake ocupaba mis pensamientos, lo único que me importaba era encontrar a los vampiros que iban detrás de mí y hacerles pagar todo el sufrimiento que me estaban haciendo pasar.

Todo los vampiros que había encontrado con el señor Fitzgerald en nuestras aventuras nocturnas no nos habían proporcionado mucha información que no supiésemos ya, algunos mencionaban a Kier y otros no decían nada. Por mucho que intentásemos hacerlos hablar más que eso, nada servía, ni mi fuego ni las técnicas del señor Fitzgerald de tortura.

A cuantos más nos encontrábamos, menos me costaba usar la violencia para obtener información.

Empezaba a ver a esa criaturas solo como un medio para mi fin, para estar tranquila y que las gemelas lo estuvieran.

Si tenía que usar el fuego o matarlos, lo hacía sin inmutarme...

Estaba perdiéndome en la oscuridad, dejando que el fuego tomase el control de mí, pero me era igual si con eso encontraba a los responsables.

Y al hacerlo los mataría; no de forma rápida ni mucho menos, si los encontraba les daría una muerte dolorosa, tanto, que me suplicarían que acabase con su vida para no sufrir más.

—Señorita Ignis —el señor Fitzgerald al acabar su clase me llamó la atención—. ¿Le importaría quedarse un momento? Tengo ciertos que tratar con usted sobre su último trabajo.

Asentí con la cabeza y dejé que todos los alumnos se fueran del aula mientras recogía mis cosas. Blake, que estaba en la misma clase, no dejó de mirarme sin decir nada, marchándose mucho más lento de lo que debería.

—¿Qué sucede? —El señor Fitzgerald se acercó a mí y se sentó a mi lado por lo que no puedo evitar preguntar qué era lo que estaba pasando.

Él negó con la cabeza haciendo un gesto en dirección a la puerta y se aproximó aún más a mí, quedando a escasos centímetros el uno del otro. Su cercanía me estaba poniendo nerviosa y lo que menos me esperaba era que se pusiera a susurrar en mi oreja.

—Estoy seguro de que el chico Lycaon se ha quedado detrás de la puerta escuchando lo que quiero decirte —habló en voz muy baja—. Iré al grano, te espero en mi apartamento cuanto antes. He conseguido capturar a un vampiro defensor y hay que sacarle información —quise responderle pero me tapó la boca con la mano y siguió bisbiseando—. Sé que te estarás preguntando el motivo por el cuál lo he hecho sin ti, pero era demasiado tarde para avisarte. Confía en mí —suspiró lo que hizo que mi piel se erice ante ese contacto.

Lo miré sorprendida mientras él sonrió, contento de haber tenido una reacción por mi parte. Tragué saliva y él aprovechó para darme un beso en la mejilla como despedida. Desde que yo me había despedido de ese modo con él días atrás se había vuelto algo habitual entre ambos.

Me gustaba la cercanía que se estaba creando entre nosotros y las sensaciones que me transmitía el señor Fitzgerald, me gustaba estar a su lado, era refrescante y muy relajante, aunque quizá no era lo más adecuado, pero me era igual.

Había llegado al punto en el que todo me era igual.

—Muy bien, señorita Ignis. —El señor Fitzgerald se levantó y disimuló—. Espero que esa actitud no se vuelva a repetir en mis clases. No la quiero ver tan distraída como ha estado en estos últimos días, se está jugando el curso y su último trabajo es una prueba de ello.

—Lo siento mucho, señor Fitzgerald —le seguí el juego—. Gracias por el aviso. No volverá a ocurrir.

Al salir de la clase vi que el señor Fitzgerald no se equivocaba, Blake estaba apoyado en una de las paredes cercanas a concentrado para poder escuchar lo que decíamos.

—No, no quiero hablar contigo —me adelanté a su reacción. Se ha incorporado para poder hablar conmigo—. Sé lo que estabas haciendo, ¿escuchar conversaciones ajenas? Creía que estabas por encima de eso, Blake.

—Aerith... —quiso justificar

—No, no quiero escuchar tus excusas. Estabas invadiendo mi privacidad y esto ya es demasiado... esto ha pasado la raya, Blake. Es... es que no sé qué decir. Te he pedido tiempo, y no me lo das.

—Yo...

No le dejé acabar, me fui sin mirar atrás y sin hacerle caso. Solo necesitaba tiempo y él me empezaba a agobiar con la situación.

¿Tan complicado era de entender que cuando estuviese preparada hablaríamos?

¡Ni me había dado el espacio para que pudiese procesar todo!

•❥❥❥•

Cuando acabaron las clases decidí ir a por las gemelas a su colegio, tal y como llevaba haciendo las últimas semanas, quería pasar el máximo tiempo con ellas. Conmigo estaban más seguras que con nadie, mi madre no era una buena opción.

—¡Aerith! —Will vino hacia mí corriendo y me abrazó como pudo.

Me miró con la cabeza alta sonriendo y vi cómo uno de sus dientes se había caído dándole un aspecto gracioso.

—Hola, Will —lo saludé, revoloteándole un poco el pelo.

—Hace mucho que no te veo —protestó con un puchero—. Cuando pregunto a Blake no quiere hablar de ello. ¿Os habéis enfadado? Si es así, perdónalo, él te quiere mucho.

—He estado muy ocupada, Will —me excusé porque el niño no tenía la culpa de nada, dudaba que siendo tan pequeño supiese la verdad sobre su familia o supiese los motivos reales—. Pronto nos veremos.

—¿De verdad?

—Eres amigo de las gemelas seguro que nos veremos —afirmé con una sonrisa—. Puedes venir a mi casa cuando quieras, tanto como Febe, Hebe y yo te trataremos bien.

Will se despidió de mí y se marchó corriendo de nuevo, esta vez hacia su madre que estaba muy pendiente de mí desde la distancia. No obstante, no se acercó, solo me miró desde lejos, como si estuviera pensando si hablarme o no.

La reté con los ojos, diciéndole sin palabras que no quería que lo hiciera, que había tenido suficiente y que los problemas que tenía con Blake eran cosa nuestra, no de nadie más.

Minutos más tarde salieron las gemelas muy contentas y las llevé a casa mientras me explicaban lo que habían hecho durante el día de forma exagerada y haciendo bromas.

—¿Quieres jugar? —quiso saber Hebe.

—¿No tenéis deberes por hacer?

—No, no tenemos deberes. —Febe me miró con una gran sonrisa, mostrando su dentadura mellada, la misma que tenía Hebe, intentando que me creyese lo que acababa de decir.

—¿Seguro?

—Sí tenemos deberes —suspiró Hebe de forma exagerada—. Pero queremos jugar un poco contigo antes de hacerlos, por favor. Sé que tú también quieres jugar, Aerith. ¡Va, juguemos!

Las abracé como pude, ojalá nunca perdiesen su inocencia y alegría que tenían.

—Tengo que irme, enanas. Lo siento.

—¡Siempre te vas últimamente! —se quejó Febe y puso los brazas en jarra para darle más dramatismo.

—¡Es injusto! —siguió la protesta Hebe.

—Prometo que mañana jugaré con vosotras —aseguré—. Además, pasamos mucho tiempo juntas, no deberíais quejaros. —Les di un beso en la frente a cada una—. Portaros bien.

—Siempre nos portamos bien —Hebe resopló—. Somos buenas niñas.

—No lo sois ni cuando estáis dormidas —bromeé y las tres nos reímos—. Nos vemos más tarde.

Casi una hora más tarde, entré en el apartamento del señor Fitzgerald, ya que me sabía los códigos de acceso y de seguridad. Él me esperaba, lo supe sin que tuviese que levantar la vista del libro que estaba leyendo sentado en uno de los sofás más cercanos a la puerta.

—Has tardado mucho.

—Estaba con mis hermanas —comenté y me encogí de hombros—. Quiero pasar el máximo tiempo con ellas.

—No te preocupes, sé que tienes cosas que hacer y que tus hermanas son muy importantes para ti.

—¿Cómo que ha capturado a un vampiro? —fui directa y no me callé más lo que pensaba—. Creía que formábamos un equipo.

—Y lo formamos —confirmó—. Pero vi la oportunidad de capturarlo y lo hice. A ti te había dejado en tu casa no iba a llamarte de nuevo, era tarde, Aerith.

—¿Ha hablado?

—Todavía no.

—Vamos a ello. Vamos a hacer que hable —dije y sin saber bien la razón, sonreí.

Seguí al señor Fitzgerald hasta el mismo lugar en el que en su momento estuvo prisionero el primer vampiro que nombró a Kier en voz alta y me hizo estar más alerta de lo que debería.

No hacía tanto tiempo de eso, un par de meses como mucho, pero parecía que había pasado mucho más tiempo.

La situación seguía siendo la misma pero yo no.

—Veo que has vuelto acompañado —murmuró el vampiro—. Y esta vez con la que supongo que es el hada de fuego. Los rumores son ciertos entonces. Gael no está actuando solo, tiene al hada de fuego con él.

—¿Lo dudabas? —Con paso firme quedé cara a cara con él y con sus grandes ojos ámbar que me miraban expectante—. ¿Hablarás? ¿O te tendré que hacer que lo haga?

—¿Debería? —me retó—. Tampoco es que tenga mucha opción, ¿verdad? Moriré de todas formas.

Le pegué un puñetazo directo en el estómago usando el fuego para atravesar su piel y chasqueé la lengua de forma cínica.

—¿Notas el fuego? —intento hablar pero hice que el fuego fuera más intenso, causándole más daño y provocando que le saliese la sangre por la boca—. Sé que lo estás notando. Estoy calentando tu sangre poco a poco, llevándola al punto de ebullición. ¿Sabes qué pasa cuando eso sucede? —Me reí—. Es divertido de ver, mucho de hecho. Suplicáis...

Estaba a punto de seguir haciéndolo cuando noté una de las manos del señor Fitzgerald en mi hombre, apartándome del vampiro.

—Aerith, suficiente —pidió y en su mirada vi cosas que no supe catalogar—. Dinos lo que sabes.

—¿Han cambiado los papeles? Creía que el famoso Gael no se dejaría llevar por lo que piensa una adolescente, por muy hada de fuego que sea. Tu fama te precede, Gael, creía que serías tú quien me torturaría.

Hice aparecer una llama en mi mano y volví a mirar al vampiro para amenazarlo. Estaba disfrutando con la situación, me gustaba sentirme poderosa y ver el temor en los ojos de la gente que torturaba.

Quizá no era lo mejor pero la sensación de tener la vida de otra en tus manos era... indescriptible.

Me sentía invencible.

—¿Dónde está Kier? —preguntó el señor Fitzgerald—. No quiero hacerte daño.

—Así que es eso lo que estáis buscando. Siento decepcionarte, Gael, pero Kier no está aquí. Sé que te mueres de ganas de verlo.

—Mientes —espeté con rabia—. Kier está detrás de todo esto. Todos habláis de él con miedo, está más que claro que es el culpable de esta situación. No soy tonta.

—No digo que no esté detrás de todo esto. ¿Quién si no? —se mofó—. Kier quiere al hada de fuego en su bando, claro que quiere, pero no es tan idiota como para venir a la ciudad donde estás, Gael. Sabe las ganas que le tienes por vuestro pasado y sabe que tienes deseos de venganza. No se va a arriesgar. Él valora su vida, no como tú...

—¿Quién es el que quiere retenerme? ¿Quién manda vampiros en mi busca?

—Hada de fuego, acabo de decir que Kier es el responsable —se rio—. Pides información y cuando te la doy, no te das cuenta.

—¡Quiero un nombre! —grité y le toqué para quemarlo.

—Está más cerca de lo que crees, hada de fuego —habló con esfuerzo debido a las heridas—. Y no te lo esperas, para nada te lo esperas.

Ver cómo empezaba a reír después de esas palabras me puso de los nervios, así que aproveché que había dejado una pequeña llama dentro de su cuerpo y lo quemé vivo por dentro sin inmutarme ni pestañear.

—¿Tenías que matarlo? —El señor Fitzgerald me miró con el ceño fruncido, decepcionado.

—Sí. ¿Has visto en la manera que hablaba? Quiere que desconfíe de la gente que tengo cerca.

—Era nuestra fuente de información, Aerith. Podíamos sacarle mucho más que eso.

—Encontraremos otro vampiro, ¿no es lo que hacemos? Buscar respuestas cazando a los vampiros, haciéndolos sufrir si es necesario...

—Aerith... —Negó con la cabeza, pensándose mucho lo que iba a decir a continuación—. No me gusta en lo que te estás convirtiendo.

—¿A qué se refiere? —No entendí su pregunta.

Seguía siendo la misma de siempre, solo que mucho más fuerte. Ya no era débil porque antes, aunque no quisiera admitirlo, lo era.

—Esta no eres tú, no eres la misma chica que conocí e intenté convencer para que aceptase mi ayuda.

—Esa chica quedó atrás hace tiempo —gruñí, molesta—. No puedo ser la misma que era antes cuando la situación no es la misma señor Fitzgerald. La chica que conoció al principio era una ignorante de todo lo que la rodeaba.

—¿Qué ha cambiado? ¿Que ahora sabes luchar?, ¿que sabes defenderte?, ¿que conoces que hay otras criaturas sobrenaturales? Saber eso no te convierte en lo que eres ahora. Eres cruel —musitó—. Disfrutas matando.

—Eso no es del todo cierto...

—Sí lo es. Recuerdo perfectamente cómo te encontrabas cuando mataste a tu primer vampiro. La manera en la que intentabas controlar tu respiración y en cómo no querías mirar el cadáver delante de ti. Y ahora... ahora disfrutas matando y haciendo sufrir a los demás.

—Se lo merecen, señor Fitzgerald.

—¿Y eso es excusa suficiente? —rebatió—. Eras compasiva, te dejabas llevar tanto por tus emociones que eras una bomba de relojería... Sin embargo, yo prefería a esa Aerith. Porque era la Aerith real. No una copia de otra hada de fuego del pasado.

—Yo no soy como Carlin —negué de inmediato.

Cuando había leído ese diario lo que más me había sorprendido era la actitud de esa hada, su crueldad y falta de empatía.

Yo no era así.

¿O sí?

¿Me estaba convirtiendo en lo que no quería sin darme cuenta?

—Según lo que me contaste que había escrito en ese diario, te estás convirtiendo en ella, Aerith. Sin compasión, sin remordimientos...

—¿Por qué le importa todo esto? Usted busca lo mismo que yo, acabar con Kier. ¿Qué le importa si no tengo compasión o si disfruto matando?

—¿De verdad no te has dado cuenta? —dijo de forma muy lenta—. Tan emocional que eres pero no detectas las emociones de los demás...

Haciendo uso de su velocidad acortó la distancia entre los dos y me besó.

Sentí una explosión cuando nuestros labios entraron en contacto, un cúmulo de sensaciones que me hicieron devolverle el beso de inmediato. Me sentía extasiada.

Cuando se separó de mí fui yo la que lo besó de nuevo, sorprendiéndolo. Mi cuerpo estaba deseoso de más, era como si una llama se hubiese encendido en mi interior y él la encendiese todavía más con solo besarme.

—Aerith... —verbalizó y cerró los ojos.

—¿Qué? —suspiré, intentando asimilar lo que acababa de ocurrir.

—¿Lo entiendes ya? —Asentí, no hacía falta que lo explicase—. No quiero que dejes de ser tú, porque eres inolvidable. Inolvidable como el calor en invierno, como la última llama antes de extinguirse. Así eres, Aerith, y así te siento.

Parpadeé, procesando esas palabras y antes de que pudiese contestar, él volvió a besarme, secundando aún más lo que había dicho.

—Señor Fitzgerald, yo...

—¿Me vas a seguir llamando señor Fitzgerald? ¿Después de esto? —bromeó y me abrazó, rodeándome con los brazos.

No me aparté, tampoco lo quería. Me sentía bien, normal, como si no tuviese preocupaciones.

—Gael —su nombre en mis labios se me hizo extraño, por lo que empecé a reír—. Se me hace raro no tratarte de usted.

—Espero que te acostumbres...

—No prometo nada.

Alcé la cabeza para mirarlo a los ojos y volvimos a besarlos, haciendo que me olvidase por completo del mundo.

No supe por cuánto tiempo estuvimos besándonos, ni cuándo acabamos en uno de los sofás.

—Te voy a llevar a tu casa —dijo y me acarició la mejilla—. Hoy no iremos a buscar a ningún vampiro. Quiero que descanses y que proceses lo que ha pasado.

—¿Se refiere a los besos?

—Aerith, no me trates de usted —pidió y se rio—. Sí, es a eso.

—¿Cree que necesito pensarlo? —rectifiqué de inmediato—. Crees.

—Creo que aún no sabes bien lo que sientes, que es normal, y que necesitas tiempo. No quiero presionarte. —Se levantó—. Vamos.

Me costó mucho no tratarle de usted en el camino a mi casa, más de una vez se me escapó un señor Fitzgerald, lo que hizo que él se riese más de una vez.

—Nos veremos mañana, Gael —dije cuando detuvo el coche.

—Espera —me pidió, cogiéndome del brazo para que no saliese del coche—. Algo va mal.

—¿A qué te refieres? ¿Qué va mal?

—No siento la barrera protectora alrededor de tu casa. Si quisiera podría entrar... es como si el hechizo ya no estuviera.

No pensé en anda más, salí del coche a toda prisa pensando que si no estaba el hechizo, el elfo que lo hizo estaba muerto y que había alguien que estaba en mi casa o que podía entrar en ella.

Mi familia estaba en peligro y eso era lo único que me importaba. No me detuve ni por los gritos del señor Fitzgerald que me pedían que me quedase quieta.

Me estremecí al llegar a mi casa, la sensación de que algo iba mal era aún más fuerte y el cuerpo inerte de un hombre de unos sesenta años en el suelo rodeado de un charco de sangre me hizo ver que no me equivocaba.

Estaba preparada para atacar, usar el fuego para proteger a las gemelas y a mi madre.

No obstante, la persona que me recibió era la que menos me esperaba.

—Hola, Aerith, cuánto tiempo —me saludó un hombre de unos cuarenta años—. O quizá debería decir, cuánto tiempo, hija mía.





El primer beso Gaerith... ¿Os lo esperábais? ¿Os gusta la pareja o la preferís con Blake?



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro