Desde que Lydia me dio el diario alegando que se me había caído, vi que se trataba de un libro antiguo. Se notaba por el desgaste en los laterales, al igual que los dibujos que adornaban la cubierta. Cuando logré abrirlo, me di cuenta de que no me equivocaba; las páginas estaban descoloridas y la tinta en algunos lados desgastada.
Releí varias veces esas primeras palabras y pasé algunas páginas para saber si había más contenido o no.
En mis manos tenía el diario de un hada llamada Carlin y por lo que estaba escrito, y entendía, también era un hada de fuego.
Folio a folio narraba cómo se sentía, contaba cosas diarias, lo que suponía para ella ser un hada de fuego proveniente de una familia con un gran legado.
Sin embargo, no es lo único que explica. Había muchos detalles de cómo había matado a más de una criatura sobrenatural para proteger su reino y no había ningún tipo de arrepentimiento.
No sabía a qué se refería con lo de reinos, por lo que hojeé de forma rápida por si había más información o un nombre, sin éxito.
Solo había descritos más de un ataque, ya fuese ofensivo o defensivo, y en los que Carlin parecía divertir escribir cómo había hecho arder a más de una criatura con su fuego sin titubear. Disfrutaba ver a sus enemigos mermados gracias a sus poderes.
Controlaba su poder a través de la rabia. Tenía un perfecto dominio sobre sus emociones y por lo que leía, era fría. Su forma de expresarse, la de mencionar las muertes o asesinatos eran sin alma, como si no fuese nada, como si no le hubiese afectado lo más mínimo haberle arrebatado la vida de otras personas.
Quizá por eso ni en las primeras páginas vi incidentes como los que me ocurrían, porque lo que sentía no le influía.
Todo lo opuesto a mí.
Era una persona demasiado emocional, me dejaba llevar por lo que mis emociones me dictaban en cada momento, fuese bueno o malo. No podía controlar mis poderes porque no era capaz de tenerlo sobre mí misma. Si no sabía dominar mis sentimientos, el fuego nunca respondería como quería, no dejaba de ser una prolongación de lo que era.
Cuando llegué a las últimas páginas, no entendí nada.
"Me volveré loca. Por mucho que me diga que todo estará bien, sé que no será así, me siento cautiva y encerrada. No es extraño, estoy en una celda de la que por mucho que intente usar el fuego para salir, no lo logro, no le hago ningún daño a las rejas. Viene cada día, a la hora que puede, me trae comida y me hace compañía. Dice que no merezco estar aquí, que solo debo mantener la esperanza, y yo solo escucho palabras vacías. Todo fue mi culpa, no debí confiar de forma tan fácil desde el principio, no debí hacerlo. Ya me avisaron cuando era pequeña, era demasiado importante y no podía fiarme de nadie que no fuese yo misma. También me lo recordaba más de una vez la otra persona de la que me fiaba del todo, pero me equivoqué. Supongo que no contaban con que me enamorase...
Fui tonta. Ahora sé que solo quería utilizarme a mí y a mis poderes. Dice que me quiere, que todo es mentira...
Yo ya no sé lo que creer. "
Habían capturado a Carlin en algún momento de su vida y había sido prisionera de alguien que decía quererla. ¿Por qué no decía el nombre? Ni siquiera se mencionaba si se trataba de un hombre o una mujer.
"Sus visitas se han reducido. Ya no tengo dudas, su amor fue una mentira, nunca existió. Me usó, por eso sigo aquí, encerrada, porque de momento no me necesita, hasta que la situación cambie. Poco a poco estoy empezando a perder el control de mis poderes, algo que solo me ocurrió hace mucho, mucho tiempo, cuando era pequeña. De mis manos sale fuego sin que lo quiera, por ello he matado a más de un guardia, porque no puedo parar. No es que me importe, se lo merecían, no me arrepiento. Si fuese libre y con pleno uso de mis poderes, sus muertes no hubieran sido tan fáciles y sencillas, les hubiera torturado, no hubiese tenido clemencia... "
Carlin había llorado cuando escribió estas últimas páginas. Algunas palabras estaban borrosas, difuminadas. Estar encerrada la había roto.
"No volveré a ver a mi familia. Creo que los echaré de menos, sé que ellos a mí también, pese a que mi actitud nunca fue buena, no dejaban de ser inferiores a mí. ¿Me arrepiento? Posiblemente, aunque eso no quita que no dejaban de ser simples hadas con dones menos importantes que el mío.
Me cuesta reconocerlo, pero tenía la esperanza de que él me rescataría. Me había enseñado todo lo que debía saber, había estado años a mi lado, entrenándome... Quería creer que le importaba, que nuestra relación había sido más allá de lo profesional, que nuestros últimos desencuentros solo eran por influencia de los otros.
Sin embargo, a más días que pasaron, me di cuenta de que ellos nunca interfieren, que solo nos observan.
Pensar en mi familia hace que mantenga la poca cordura que me queda.
No sé la razón, pero cuando me visita, me trae plumas y tinta para que me distraiga. Según sus palabras, así no asesino a más guardias, que puedo tener la mente en otra cosa.
Creo que se piensa que dibujo, sabe que me gustaba hacerlo, nunca le enseñé lo que había en este libro. Tengo la esperanza de que mi diario llegue a un futuro hada de fuego, a uno de mis sucesores, para que no cometa mis mismos errores, que aprenda de ellos...
Quizá es una idea estúpida, quizá no sale nunca de aquí, pero por si acaso he lanzado un hechizo con magia feérica, en los pocos momentos que la he podido dominar, para que solo alguien como yo pueda leerlo...
Para que alguien pueda vengar mi muerte."
Esas eran las últimas palabras escritas, todo lo demás estaba en blanco. Necesitaba saber más, volví al principio buscando algún detalle que se me hubiese pasado, algo que no le hubiera dado la importancia que tenía.
Y lo leí de nuevo.
No había pistas, nada que viese lógico. ¿Quién la había capturado? ¿Era un hada? ¿Un vampiro? ¿Otra criatura sobrenatural de la que no tenía conocimiento?
Según lo que había leído, las hadas de fuego tenían un papel más importante del que creía. Carlin había escrito que se sentía superior a su familia, superior a otros tipos de hada, que ella era más fuerte y poderosa, la más poderosa de su reino. Y aun así la atraparon.
Además, tenía otra duda que no se me iba de la mente. ¿Cómo había llegado ese diario a mí? Lydia me lo dio pensando que era mío, ya que estaba delante de mi coche... ¿Ella sabía lo que era? ¿Había sido una simple casualidad y la rubia no tenía nada que ver?
¿Quién querría que leyese ese diario?
No me bastó leerlo dos veces, volví a hacerlo de nuevo hasta que el crujido de una rama me puso alerta. Me transformé de inmediato en humana, haciendo que el diario se cerrase solo, y esperé que ese algo o alguien apareciese.
—Aerith. —Alcé la vista de forma disimulada, como si no me lo esperase, y vi a Blake delante de mí con el ceño levemente fruncido.
—¿Qué haces aquí?
No contestó de forma inmediata, se quedó en silencio unos segundos y siguió examinándome.
—¿Y tú, qué haces aquí? —rebatió—. ¿Sabes qué hora es?
No, en realidad no lo sabía. Salí de mi casa a primera hora de la tarde y perdí la noción del tiempo.
—¿Importa? —Me puse de pie para que dejase de mirarme desde tanta altura, no me gustaba que lo hiciera, me sentía inferior—. ¿Por qué tanto interés?
—Porque no es habitual encontrarse a nadie en el bosque por la noche... Puede ser peligroso, hay animales nocturnos que podrían haberte hecho daño.
—Esa es la peor excusa que he oído —me reí de él—. ¿Por los animales?
—No deberías tomártelo a la ligera. También está Lydia —sonrío, eso sí tiene más lógica—. Me ha estado enviando muchos mensajes quejándose de que no le respondes, que quizá te ha ocurrido algo.
—Es muy exagerada, no tiene por qué haberme pasado nada —murmuré—. ¿Qué hora es? Aún no me la has dicho.
—Casi las diez de la noche.
Apreté los labios, era más tarde de lo que creía. Mi madre estaría muy preocupada y, sobre todo, molesta. Sabía que cuando llegase, estaría histérica, que necesitaría calmarla para que pudiésemos hablar con tranquilidad.
Aunque aún no había decidido si le contaría lo del diario.
—¿Qué estabas haciendo aquí? Poca gente conoce esta zona del bosque.
—Estaba leyendo, me gusta la tranquilidad y este sitio es perfecto. —Volví sobre mis pasos para regresar a mi casa y Blake, en lugar de irse, empezó a seguirme, como si me vigilase—. ¿Tú que haces aquí? —me giré para mirarle a los ojos. Era algo que me gustaba hacer, poder observarlos mejor para saber si mentían.
—Me gusta el bosque —admitió.
—¿No te da miedo pasear por la noche? Tú mismo has dicho que podía ser peligroso.—Eso le sacó una carcajada, como si hubiese dicho algo estúpido, lo que me molestó—. ¿Para ti no es peligroso?
—No, no lo es.
—Y ahora me dirás que es porque te conoces el lugar, llevas toda la vida aquí, eres fuerte, eres un hombre... —resoplé. Si no tuviese que guardar el secreto de lo que era, le hubiera lanzado una bola de fuego por lo grosero que estaba siendo.
—Sé cuidar de mí mismo, aunque sea peligroso —afirmó—. No es por las cosas que has dicho tú, aunque sí, me sé todos los caminos del bosque a la perfección.
No respondí, anduve en silencio hasta que pensé que quizá Blake me hubiese estado observando en mi forma de hada. Pese a que me había transformado de forma rápida cuando escuché el ruido, podría no haber sido suficiente.
—¿Llevabas mucho tiempo ahí antes de llamarme? —Paré en seco y volví a mirarlo.
—¿A qué viene esa pregunta? —Levantó una ceja y puso una mueca extraña.
—Curiosidad —me encogí de hombros. No era una mentira, no del todo, solo necesitaba saberlo.
—¿Debo asustarme, Aerith? ¿Estabas haciendo algo prohibido?
—No —negué—. Como ya he dicho, es simple curiosidad —repito restándole importancia.
El camino de vuelta fue incómodo, me sentí así en todo momento. Blake no se apartó de mí, pero tampoco habló. Era como si me vigilase y eso me agobiaba. Más de una vez intenté sacar tema, pero no logré mucho, me respondía con monosílabos o solo se reía.
—Tú y Lydia... —empecé a decir aun sabiendo que era algo personal e íntimo— ¿Volvéis a estar juntos? Has dicho antes que os estabais mandando mensajes. Ella me ha contado ciertas cosas.
—Lydia es muy extrovertida, no me extraña que te lo haya contado. Y no, no volvemos a estar juntos.
—¿Por qué no?
—Hay ciertas cosas que no deberías preguntar. No te las contaré, no aún.
—Ese aún suena muy prometedor —me río por sus palabras y vi que habíamos llegado a mi casa—. Adiós, Blake.
—Adiós, Aerith. —sonrió antes de marcharse y me hizo un gesto de despedida con la mano.
Entré en mi casa y solo hacerlo, escuché a mi madre quejarse por lo que había hecho. Entendía que estaba preocupada, pero tampoco era tan tarde.
—¿Querías que me asustase? —espetó—. ¿Darme una lección porque te oculto información?
—Nada de eso, mamá. Ya te he dicho que necesitaba desconectar.
—Podrías haberte llevado el móvil, avisarme, lo hubiese entendido. Creía que...
—¿Qué es lo que creías, mamá? —Se había callado por alguna razón, por la que insistí.
—Que habías decidido fugarte, o que...
—¿O qué, qué?
—Nada, déjalo. Estás castigada.
Suspiré, esa era su forma de solucionar las cosas, zanjando la conversación de forma rápida. No insistí más, me fui a mi habitación y me acosté.
Al día siguiente, cuando Lydia me vio, se acercó a toda prisa.
—Entiendo que seas una chica independiente, es una de las cosas que más me gustan de ti, pero odio que no me respondan los mensajes.
—Soy así, Lydia.
—Excusas —se río—. Dame más tiempo y verás cómo te vuelves una adicta al móvil y te acostumbrarás a salir.
—¡Lydia! —me quejé—. No puedes decirlo de verdad.
Negó con la cabeza y entramos al instituto para ir a clase. Sin embargo, antes de entrar en el aula, la voz de megafonía pronunció mi nombre, tenía que ir al despacho del orientador
—¿Has hecho algo? —preguntó la rubia con curiosidad.
—No que yo sepa. Nos vemos luego.
Me perdí en los pasillos hasta que encontré el despacho del orientador. Llamé a la puerta y esperé a que me diesen permiso para entrar. No me sorprendí de ver al señor Fitzgerald leyendo un libro.
—Buenos días, Aerith —me saludó con una sonrisa.
—Buenos días, ¿sucede algo?
—¿Cómo te encuentras? ¿Te sientes mejor? —me examinó con sus ojos verde grisáceos—. Siéntate, por favor.
Lo hice sin romper el contacto visual. Tenía tantas preguntas por hacerle que ni sabía por dónde empezar o si hacerlas. Seguía teniendo muchas dudas sobre él. Me había salvado la vida, pero no podía dejar de pensar que había algo más.
—No me has respondido, ¿cómo te encuentras? —insistió.
—¿Le importa? Creía que me había llamado para algún asunto académico.
—Sí, por eso estoy preguntando, Aerith. Sufriste un shock emocional por mucho que no lo admitas y sigo preocupado por ti.
—Estoy bien —afirmé sin titubear. Seguía dándole vueltas a lo que había ocurrido, eso era cierto, pero nada más.
—He estado rastreando a posibles vampiros en West Salem —explicó—. Ha habido varios ataques que no me esperaba a humanos. No ha muerto ninguno, no obstante es un hecho preocupante.
—¿Por qué me lo cuenta? —No entendía por qué esa información era relevante para mí.
—Porque necesito que confíes en mí, Aerith. Quiero que estés a salvo, y para ello es importante que seamos sinceros el uno con el otro.
Suspiré, estaba intentando que le dijera lo que era. Aunque por la forma en la que me miraba, ya lo debía saber pese a que no lo admitiese.
¿Blake habrá visto a Aerith de hada? ¿Quién es la persona que mantenía cautiva a Carlin? ¿Hombre? ¿Mujer? ¿Gael sabe ya lo que es Aerith o solo va de farol?
Nada más, muchos besos xx
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