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CAPÍTULO III

En una habitación oscura tras la pared, cubierta de telarañas, con las paredes y el piso lleno de grietas. Solo iluminado por el verde brillo esmeralda de una visión rota, reposando en silencio, ni si quiera en compañía de algún ratón.

Una luz deslumbra tras la puerta cerrada y unos pasos lentos hacen eco, alumbrando las paredes deterioradas, un sillón vacío, un pequeño escenario de madera opacado por el polvo y una carta abierta. Se escucha la madera crujir de la puerta al abrirse, entra sosteniendo temblorosa una vela entre sus manos, para acariciar la visión y llenando sus dedos de polvo.

—¿Isabela no has visto a tu abuela? — da un profundo suspiro al mirar la carta —No—dejando la vela a un lado —Ni yo ni el tío Félix la hemos visto—ignorando a su familia que la busca desde ya hace un rato— Camilo por favor revisa las habitaciones— se acerca a la carta intentando tomarla — No puedo hacerlo ¿Por qué no le preguntas a Dolores? — se escuchó a Pepa callar a Camilo de forma severa — Dolores ya ha causado suficientes problemas, ya no quiero que sea el centro de este problema— los pasos, los murmullos, los gritos, de la familia sin importar de que habitación o pasillo fuera, todo se escucha atreves de las paredes. Eso la hizo pensar, no podía imaginar cómo debía de ser. Él siempre escuchaba todo. Alma cerro sus ojos con fuerza mirando hacia arriba al presionar sus manos — Se nos va hacer tarde— no sabía que hacer, abrió los ojos y tomo la carta viendo la letra de Mirabel, podía recordar cada palabra, cada oración, pero era un único párrafo el que causaba un enorme dolor. Miro la carta y fue ese párrafo, el ultimo el que leyó, el que siempre leía todos los días, antes de caer el sol en esa habitación.

"No puedo quedarme más tiempo sabiendo que soy la causa de que estén en peligro. Los amo demasiado, y quizás si pueda salvar el milagro, pero solo de esta forma. Lo siento abuela, por no tener un don, por no ser especial, pero esto es lo único que puedo hacer por la familia"

—Esto es lo único que puedo hacer por la familia— pensaba, repitiéndolo en su mente esa simple frase, siempre lo hizo así; por la familia, todo lo que ella hacía era por su familia, y eso les enseñó a sus hijos, cuando llegaron sus yernos también llevaron esa ideología y después a sus nietos cuando apenas tuvieron su don. Todos debían de hacer lo necesario para la familia y la comunidad. Nada era más importante, absolutamente nada. Tal ideal solo acabo en esta tragedia, en ver su hogar desmoronándose y a su nieta perdida. —¿Bruno tú también? ¿Acaso fue por la familia? — pensaba en silencio. Hace tanto que se fue, aún recuerda esa pelea, en el que puede escuchar a su hijo gritar. ¿Cómo no pudo verlo? No era su culpa, no podía serlo.

—¿Abuela? — al voltear noto a Dolores en la puerta —Todos esperan— a pesar de que su voz la saco de sus pensamientos no mostro interés de salir —Deberían de estarla buscando, apenas ha pasado un mes— Dolores se acercó a ella para tomarla de su hombro con delicadeza — Debemos encontrar a Mirabel— escuchándola replicar, en consecuencia ella suspiro para llevarla fuera de ese cuarto — Abuela, ha pasado más de un mes, mucho más — ella estaba erguida, y lo negó, estaba segura de llevar la cuenta de los minutos, las horas, los días, esperando que traigan de vuelta a su nieta. Es primordial su regreso —El encanto peligra y ella está perdida— caminaron por el pasillo, resaltando las grietas a su alrededor, pasando por una pared con macetas colgando de plantas marchitas —Debes de entender que... — Alma no le permitió terminar al levantar su mano frenando su andar para mirarla con severidad —No lo digas, Mirabel está perdida. Solo ha pasado un mes, no podemos rendirnos— Dolores suspiro, agotada por el dolor de ver su hogar, su familia. Al cabo del mes de que ella se fue, la mente de Alma parecía empezar a traicionarla, atrapada en la idea de que Mirabel sigue allá afuera.

Dolores salió detrás del cuadro con cuidado al pisar el suelo para ayudar a su abuela, y dar un vistazo por el borde del barandal, mirando como una nube gris se forma sobre la cabeza de su madre, notando que las estaban esperando rendidos por no poder localizarlas — Vamos abuela— ambas bajaban por las escaleras con cuidado, paso a paso con Alma poyándose del brazo que Dolores ofreció, pero al desviar su mirada pudo divisar a un solitaria sombra en la esquina apenas logrando ser visible, si no fuera por la leve luz que entra por la ventana, haciendo que ella fijara más su vista con cada paso que daba solo para reconocer a su tío Agustín sentado en un sillón mirando por la ventana — ¡Hay mamá! Estábamos por irnos, ya casi es hora— Pepa aliviada de ver a su madre fue directo a ella para tomar sus manos mientras que la nube sobre su cabeza solo se hizo más pequeña —¿Dónde estabas? — La encontré leyendo, pero ella parece que...— Dolores intervino sin poder concluir su explicación dando a entender muy bien a lo que se refería. Ante la insinuación Pepa pensaba en las palabras correctas para ese momento, —Ma ¿Sabes a donde iremos y por qué? — le temblaban los labios al preguntar sin poder mirar a la mujer a los ojos, pero el suspiro de Alma llamo su atención y ella acaricio sus pelirrojos rizos hasta su mejilla sin poder evitar mostrar una expresión de tristeza —Lo sé, pero saben que no estoy de acuerdo con esto. Mirabel está perdida entre las montañas— Pepa abrazo a Alma para poder detenerla antes de que siguiera insistiendo — Solo acompáñanos — Alma volvió a suspirar ya resignada. Entendía que desde que su nieta se fue todo se puso de cabeza y cuando menos se dio cuenta, todo cambio —Pero ¿Qué hay del tío Agustín? — ambas voltearon y al verlo así, le remordía la conciencia de pensar el dolor que siente —¿Agustín? — Alma camino hacia él, esperando que volteara al escuchar su nombre, o al menos que mostrara alguna reacción, pero no logro ver nada —Mamá, no creo que debamos molestarlo— empezó a formarse una nube sobre la cabeza de Pepa al ver a su madre acercarse más al hombre —¿Qué haces Agustín? — al verlo noto sus ojos cansados y ojerosos, pálido y más delgado de lo normal, sostenía entre sus manos un zapato roto y sucio, apenas notándose el color rosa con distintos bordados deshilachados.

­—Esperando que Mirabel regrese — Pepa se acercó a su madre y la jalo de vuelta retrocediendo sin dejar de verlo que no quita sus ojos de la ventana al sostener con fuerza aquel zapato.

Al salir de casita estaban el resto de los Madrigal igual con una vela en sus manos encendida, pero al ver que no eran todos miro a su alrededor sin verlos—¿Dónde están Julieta e Isabela? — Félix negó con la cabeza ante la duda de Pepa, pero ¿Qué más puede hacer? —Creo que es mejor irnos— Al levantar la mirada los vecinos caminan por las calles con velas en sus manos rumbo a la iglesia. Le dieron una vela a Alma y empezaron a caminar por la calle principal mientras el sol se oculta y así dejando que la luz que cargan sea más fuerte, la mujer se detiene un instante girando su mirada atrás viendo cada parte de su hogar agrietada, para notar entre las montañas una luz resaltar —¿Mirabel? — dio una mirada a su familia ya lejos de ella y voltear de nuevo hacia ese solitario destello, aprovechando que su familia no se ha percatado de su lejanía. De esa forma no habrá como la detengan por ir por su nieta.

Al entrar a la iglesia, se podía ver a los habitantes llenar el lugar mientras el padre se encontraba de pie mirando a todos —¿Mirabel? — ¿Dolores escucho la voz de su abuela, y miro atrás Al ver que no estaba atrás de ellos empezó a buscarla con la mirada —Dolores ¿Qué pasa? — Félix se acercó a ella al notarla tan preocupada, para llamar su atención con el tacto de su mano y así tener su atención, pero no tuvo solo el de su hija—¿Dónde está mamá? — Pepa se había dado cuenta de la ausencia de Alma.

Empezó a dar círculos sobre si misma tratando e ver entre la gente mientras que empezaba de nuevo una fuerte lluvia —No puede estar ella sola, tengo que encontrarla— estaba por salir de la iglesia a vista de la gente del pueblo —Yo la iré a buscar mamá— Dolores se plantó frente de ella estando ya cerca de la salida —Yo te acompaño— Camilo se levanta sostenido de una muleta y la banca e intentando llegar a ella, pero le detuvo apenas estuvo a centímetros de la entrada —Así no puedes, puedes lastimarte más, mejor quédate— Resignado ante los ojos de los demás se quedó, para mirar como Luisa se queda a lado de su hermano, recordando como su prima no se separa de el desde ese día que se accidento. Miro a su familia un momento antes de irse, al salir se detuvo un momento y miro a las montañas para escuchar colocando sus manos cerca de sus oídos para poder escuchar mejor —¡Mirabel! — escuchaba distintos sonidos, desde el viento hablar con fuerza, hasta los murmullos, pasos, llanto, suplicas, escuchaba a los animales su andar, rugir, piar, cantar.

Escuchaba al mundo vivir y luchar, pero solo debía de centrarse lo suficiente para poder identificar solo a una persona y en cuanto escucho el andar lento de su abuela se apresuró cuando identifico unos sollozos conocidos que la hicieron retroceder. A pesar de ser lejos, curiosa siguió aquel doloroso sonido hasta los campos. Justo ahí estaba Isabela llorando en el suelo, mientras se abraza así misma —Mirabel— apenas audible llamaba a su hermana pequeña —Mirabel — sus lágrimas caían al suelo mojando la tierra —Debí de tratarte mejor— golpeo la tierra con ambas manos al cerrar sus puños, para ser rodeada por flores blancas —Mirabel— Dolores miraba el cielo tratando de no llorar —Lo siento Mirabel, debí de ser una mejor hermana— enterró en el piso sus manos sintiendo la humedad de las lágrimas. Recordaba cada día, cada palabra de su abuela, de sus tíos, la gente del pueblo, a Mariano, todos diciendo lo perfecta que es ella y su don, el esfuerzo, el miedo y el dolor de tener que aguantar ser lo que otros desean.

Mira las flores —Perfectas— su forma, el color, su tamaño y distribución, todo era perfecto, como debía de ser —Fastidioso— había perdido a su hermana por culpa de esto. Aplasto las flores con fuerza enterrando sus dedos en la tierra fría para arrancarlas del suelo, todas las que estaban a su alrededor y después las lanzaba para arrancar más —¡No soy perfecta! ¡Jamás lo seré! — gritaba a su abuela, a la familia, al pueblo —¡Nunca más! — así misma.

—Ya no— cerro sus ojos para abrirlos de nuevo y ver sus manos sucias y las flores cercanas a ella destrozadas — Lo siento Mirabel— Ya no quería ver esas flores, le enfurecía verlas. —Las odio— Se levanto y sin ser suficiente arrancarlas con la mano, ella empezó a pisarlas y patear cada flor que estaba a su alrededor — desagradable— pensaba en su mente — horrible— susurro manchando su vestido con el lodo. Mientras pasaban los recuerdos de su hermana, repasando su rostro, sus palabras, pero aquello solo la hicieron llenarse más de ira. —Las odio, las odio— en ninguno de ellos la vio sonreír, sin palabras de aliento o amor — ¡Las odio! — seguía llorando empezando a gritar de solo recordar sus ojos tristes, su mirada molesta, su boca torcida, sus lágrimas. Todo por el esfuerzo de ser perfecta ¿A que costo?

—No soy perfecta— Se detuvo en cuanto destrozo la última flor para sentarse sobre sus rodillas en la tierra —No soy perfecta Mirabel, no lo soy— se sentía cansada y solo se recostó para cerrar sus ojos, hasta que recordó esa noche.

—Tienes que ser tu misma— paso por su mente, recordando como su hermanita le miraba con aquella sonrisa. A pesar de ser un momento, en ese abrazo se dio cuenta que había sido ella misma y no la perfecta Isabela. Esa era la chica que ella quería ser, alguien con defectos, miedos a flor de piel. Al abrir sus ojos vio unas hojas sobre salir de la tierra, se levantó para mirar más de cerca y apenas poso su mano en la tierra y toco las hojas, apareció otra más surgiendo de la tierra y después dos más. Seco sus lágrimas manchando su rostro de lodo, para poder ver mejor. Toco una de ambas hojas y esta creció más y empezaron a moverse. Alejo su mano por el miedo cuando esta empezó a salir, desenterrándose unos pequeños y negros ojos parpadeantes, retrocedió más cuando noto que la miro para seguir luchando por salir de la tierra. Se levanto en cuanto salió de forma torpe apenas lográndose sostener de sus pequeños pies — ¿Una papa viviente? — el pequeño miraba a su alrededor para mirar sus pequeñas manos y luego a su alrededor.

Después de cruzar sus miradas, ella se volvió a hincar para verle de más cerca y el pequeño corrió hacia sus rodillas para abrazarla. Aquello hizo que mirara las otras plantas que habían salido y acaricio las hojas de cada una para verlas crecer y tal como la primera papa, estas empezaron a salir mirando el mundo a su alrededor, estas eran de diferentes colores y tamaños. Acarició a una y esta volteo a verle, impresionada por lo que ve, su mente se centró en esos pequeños —¿Qué son ustedes? — aquel que fue acariciado se lanzó a su mano para abrazarla y cerrar sus ojos con una feliz expresión, de inmediato los demás le imitaron y buscaron abrazarla —Pero que lindos son todos— sonrió y acariciaba a cada uno de ellos para levantar al más pequeño de ellos con un hermoso color morado y raíces en cairel que caían de su cabeza — Me recuerdas a... Mirabel— sus ojos se volvieron a cristalizar cubriendo su rostro con su mano dejando al pequeño en el suelo mientras son mojados por sus lágrimas, viéndola con tristeza.

—Lo siento Isabela— Dolores siguió su andar hacia las montañas esperando poder alcanzar a su abuela Alma. Empezó a correr en cuanto vio dos luces en la montaña, entrando a la casa y ver a su tío aún en esa silla. Tomó una vela de las que estaban encendidas en la casa y salió afuera para entrar entre la maleza.

Podía escuchar la voz de Alma gritando el nombre de su prima, oyendo el eco como si ella estuviera a su lado, aquello le daba a entender que no ha recorrido mucho camino así que empezó a subir la montaña a paso rápido, levantando un poco su vestido, por cuidar que este no se metiera en cada paso que da, miraba el suelo y al frente apoyándose de los árboles logrando ver la luz a la lejanía, notando un destello más lejano, pero al ser la más cercana la que se mueve pensó en ella —¡Abuela! ¡Espera! — la luz se detuvo. Al estar cerca la pudo ver sintiendo un gran alivio —¿Dolores? — la mujer le pidió silencio ante unos suaves murmullos que provienen de aquel destello —Es la tía Julieta— ella se acercó en silencio cuidando cada paso iluminando, llegando a un risco y en el fondo está ella escarbando entre la tierra —Julieta ¿Qué estás haciendo? — la mujer mira hacia arriba entre cerrando los ojos y cubriendo un poco su rostro con el brazo, dejando ver sus manos llenas de tierra — ¿Mama? — la luz que trae Alma al levantarla más, pudo notar que había un zapato rosa enterrado —¿Es aquí? — Alma se quedó sin palabras de ver no solo el zapato de su nieta, si no una aza que reconoció de inmediato así que lo señalo sin poder mediar palabra, Dolores miro aterrada, aquello hizo que julieta también viera aquello. Jalo del aza y saco su mochila de la tierra —Mirabel— la mujer soltó la prenda y siguió rascando.

— ¿No te preocupes Mirabel, te llevare a casa— mientras Alma negando lo que ha visto siente que se desvanece —Por la familia— pensó recordando las últimas palabras de la carta — Pero ¿Que he hecho? — Dolores bajo con cuidado deslizándose en la tierra manchando su vestido.

—Tía debemos irnos a casa— buscaba llamar su atención, pero ella seguía rascando — No sin mi niña— el viento empezaba a ser más fuerte, podía escuchar a su madre alterada por la angustia de la ausencia de Alma —Por favor tía, Mirabel no pudo sobrevivir al derrumbe, lo sabes— pero ella negaba aun intentando encontrarla —Debemos irnos, antes de que haiga otro temblor— trato de tomarla de su brazo pero ella se quitó para mirarla suplicante — Lo sé, sé que no está viva, pero al menos debo de encontrarla—tomo entre sus manos la bolsa, tratando de aguantar el llanto sin éxito — No puedo dejarla aquí sola, no de nuevo— Dolores se quedó mirando — Ya intentamos buscar su cuerpo— se detuvo sin saber cómo continuar, sus manos le duelen y están entumecidas por el frio de la noche casi engarrotadas, difícil de estirarlas.

Alma estaba confundida en lo que sentía, no lograba saber nada de sí. En su mente aun podía sentir que Mirabel se encuentra en su cuarto cociendo en su máquina. Que el no verla significa que está en algún lado corriendo o andando —Debemos ir a casa, todos están preocupados— pero ella ya no respondió, presiono con fuerza sus labios y empezó a rascar más rápido entre la tierra húmeda — Mama está muy preocupada— pero parecía que no había manera de convencerla — Julieta— hablo Alma con voz firme enderezando su porte y endureciendo su rostro, mientras presiona sus manos. Ambas voltearon a verla, parecía ser la Alma de siempre de nuevo — Hay que ir a casa, es muy tarde y hay cosas que hacer mañana— Julieta volteo a ver a Dolores y ella hizo lo mismo —Dolores ayuda a tu tía a salir, es muy tarde y hace mucho frio— obedeciendo la orden, la sostuvo de su brazo en el momento que tomo el zapato y la bolsa de Mirabel — Si abuela— retrocedió para que ambas pudieran subir —Pero prometí que la llevaría a casa— era doloroso verla así, Dolores pensaba algo que decirle, pero no hay palabras que puedan dar consuelo.

—Mirabel nos dejó, ella tomo su decisión. No podemos hacer nada— Alma empezó a caminar dando la espalda a ambas, iluminando el camino. Julieta sostenía con fuerza aquellos objetos, tratando de no llorar y mirando atrás en cada momento, cosa que Dolores había notado —Abuela ¿No crees que eso fue muy duro? No es fácil para ella, para ninguno de nosotros— Julietas trataba de ahogar su dolor en cada paso, mientras era sostenida por Dolores, pero Alma en ningún momento volteo a verlas, no titubeo de ninguna forma —Deberán hacerlo, debemos pensar en lo mejor para la familia, pensar en nuestro hogar y buscar la solución — Dolores quedo en silencio y agacho la cabeza, las cosas parecían repetirse, tal como la última vez. Mientras que Alma dio un pequeño reojo a ambas para asegurarse que van bien.

Ya no faltaba mucho para bajar por completo, cuando se empezó a sentir que la tierra se mueve, alma se sostiene de un árbol volteando a ver a ambas, quienes también lo hacían, cuando se siente un fuerte estruendo, Dolores miro las montañas, asustada y cerro sus ojos cayendo al suelo al sostener con fuerza sus oídos al cubrirlas —¡Detente ya por favor! — escuchaba el pueblo gritando, a su familia. Todos estaban asustados, pero ella no soportaba escucharlos, solo hacia que se asustara aún más, deseando que todo acabe en ese instante, suplicando que esos temblores acaben, pero parecía ser una eternidad para todos. Hasta que se detuvo —Por favor ya no— Julieta abrazo a Dolores, tratando de calmarla mientras que Alma mira las montañas intactas, solo respirando aliviada, esperando ver que todos estén bien.



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Bien, por fin termine el siguiente capitulo, ya saben que aun que sea tardado pero aqui esta, espero que lo disfruten y comenten que les va pareciendo.

Hasta la proxima...

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