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Capitulo I


Las grietas rodean el comedor entre los rostros de pánico y sorpresa, la tormenta de emociones hace que todos salgan al sentir no solo la lluvia, si no ver que el encanto está rodeado de oscuras nubes con rayos y truenos.

—¡¿Pero que hiciste?! — todos salen corriendo mientras Pepa le grita a Mirabel.

—No era mi intención— aunque trataba de explicar, no la escucharon, se alejaron de ella por el temor de todo lo que sucedía. Ahora ¿Que debía hacer? miro la profecía sobre la mesa, mientras que sentía que su corazón se encogía por el miedo.

—¿Dañare a mi familia? — empezaba a sentirse insegura, para escuchar el rechinido de la madera de casita, retrocedió mirando las paredes y el techo con su mano sobre su corazón.

En cuanto la noche cayó se escucha a Alma hablando con Julieta y Agustín mientras Mirabel se encuentra en una esquina del recibidor mirando la vela debilitarse.

—Debiste haberme dicho en cuanto tuviste la visión— al regreso de hablar con la gente del pueblo y de asegurarse de que Mariano está bien, al igual que el compromiso con Isabela, estaba dispuesta a solucionar el hogar que tanto ama.

—¡Protegía a mi familia! — aquella discusión se había alargado ya mucho.

—Siempre has sido muy dura con ella— la suave voz de su madre le hizo recordar que tan duro se esforzaba por ayudar a su familia.

—¡Mira nuestro hogar! — podía escuchar como la plática se iba acalorando, aquello la hacía sentir más pequeña —¿Qué fue lo que hice? — pensó al cubrir su rostro entre sus brazos.

Isabela salió de su cuarto para escuchar a sus padres hablando con su abuela, viéndolos en el cuarto de la matriarca a puerta abierta —Las grietas empezaron con ella, por algo esta en la visión— volteo a mirar el resto de la casa para divisar a su hermana en la planta de abajo. Estaba furiosa con ella.

—¡Es mi hija! Mi familia—volteo en cuanto escucho a su padre gritar, nunca lo había escuchado tan molesto para ver que las grietas seguían apareciendo.

—¿Cómo se atrevía a hacerles algo así? — se decía así misma, las puertas parpadean y el miedo empezó a invadirla. Pensando en cómo siempre ha preferido el enfrentar lo que sucede a su alrededor y a ella misma. Abre su puerta, pero solo se detuvo ¿Por qué duda ahora? Siempre lo había hecho, toda su vida ignoraba su miedo, sus sueños y deseos por la familia, ¿Por qué ahora no puede? Solo siente su cuerpo temblando, siente escalofríos de las paredes agrietándose, pero aun mas ver su puerta perder el brillo. Toca la pared temblando y una pizca de alivio se llena su corazón al ver que las grietas son cubiertas por sus flores, ya que, si llegase a perder su don, no sería útil para la familia, ni la comunidad.

—¿Mirabel? — al levantar su mirada pudo verla preocupada y triste, pero no podía evitar fruncir el ceño, quería reclamarle, exigirle una explicación del porque les hace esto.

—¿Qué quieres? — Mirabel volteo a otro lado cubriendo su rostro. Isabela temblaba ya sin saber si era el miedo o el coraje que contenía. Había arruinado todo, ese día debía de ser perfecto, pero....

—¿Qué quieres Isabela? —pero ella no decía nada. —¿Quieres que me disculpe por arruinar tu propuesta? — Mirabel se levantó —¡Bien! ¡lamento que tu vida sea tan perfecta con tu noviecito perfecto! — se volvió a sentar para darle la espalda —No todos podemos ser tan perfectos como tu— en ese momento se soltó, una idea cruzo por su mente ¿Acaso sabe si quiera lo que está provocando? Miro a su hermana sentada en el suelo abrazando sus rodillas, mientras esconde su rostro. Su enojo había desaparecido de solo verla así, pareciéndole que temblaba. Entre un suspiro acomodo su vestido y se sentó a su lado de su espalda, para abrazar sus piernas y mirarla.

—No me quiero casar con Mariano— Mirabel voltea a verla apenas la escucho, abriendo no solo sus ojos por la sorpresa.

—Pero yo pensé que... — estaba sorprendida de lo que escuchaba — No— mientras que Isabela miraba el piso con una triste sonrisa —Se me ha exigido ser perfecta toda mi vida y yo solo hice lo que debía hacer — sintió como un gran peso era liberado de su pecho y ambas se miraron.

—No tenia ni idea— Mirabel tomo la mano de su hermana — Eso es muy fuerte hermanita, pero tienes que ser tu misma— Isabela encogió sus hombros.

—Mi vida ya no suena tan perfecta— Mirabel en un impulso la abrazo con fuerza, aquello la tomo por sorpresa.

—No estas sola ¿Lo sabes? — y aquellas palabras fueron suficientes para corresponderla, para ver que las grietas del suelo desaparecían, volteando a ver la vela que su débil llama se volvía más fuerte, sorprendiendo a ambas.

—¡Mirabel! — ambas se soltaron al escuchar el grito de la abuela Alma para levantarse. Y en reflejo Isabela sostuvo con fuerza la mano de su hermana menor para jalarla hacía atrás.

—¡Mirabel! — volvió a gritar y ella le soltó, para inhalar y después exhalar. Estaba asustada pero no podía hacer de oídos sordos —Estaré bien— le dedico una sonrisa para subir las escaleras, con cada paso su andar se sentía más pesado, viendo el cuarto de la abuela más cerca, alcanzando a ver a sus padres dentro, pero lo que más llamo su atención fue el brillo de la visión sobre el buro del cuarto.

—Cierra la puerta— ante la orden de la abuela miro a su hermana preocupada, para ir cerrando la puerta, pero antes de hacerlo alcanzo a ver a Dolores escondida entre las plantas del otro lado del pasillo, se cubría los oídos con fuerza. Una vez que cerró la puerta sintió un frio recorrer su espalda, al sentir la penetrante mirada de la mujer.

—¿Qué es lo que intentas hacer? — se giro en cuanto la escucho, pero antes de poder decir algo ella la detuvo.

—Se que no recibiste un don— pero Mirabel a pesar de lo que sentía, no podía sacar de su cabeza lo que había visto minutos atrás —pero eso no es un motivo para lo que estas haciendo— debía de haber algo más.

—Debe de haber alguna forma de salvar el milagro— no podía rendirse— El tío Bruno podría saber— el rostro de Alma cambio.

—¡Bruno se fue y todo por causa tuya! — Mirabel se quedó en silencio.

—¡Luisa perdió su don al hablar contigo! — especifico al alzar su voz —¡Casita se desmorona y la visión habla de ti!— las paredes se agrietan mas cayendo al suelo pedazos de las paredes y el techo —No se que estas haciendo, pero no es razón para que dañes a nuestra familia—.

—Mirabel no está dañando a nadie— Agustín enfrento a Alma, mientras Julieta abraza a Mirabel.

—El encanto peligra, estamos por perder nuestro hogar, nuestra casa— empezó a dudar de si misma, de sus deseos —Debe entender las consecuencias del daño que hace— Julieta llevo a su hija a la puerta indicándole que saliera — Y el como perjudicara a todos—

—Debe de haber una explicación— al salir  miro la pared para posar su mano sobre esta, pero apenas  la tocó salieron más grietas desde el roce de sus manos, retrocedió asustada y se giro para ver a Isabela junto con Dolores y Camilo.

—¿Estas bien? — Camilo fue el primero en hablar para estirar su mano hacia ella, pero se alejo y con una sonrisa empezó a acariciar su brazo.

—Si, estoy bien ¿Por qué no lo estaría? — rio un poco, — Miren la hora, ya es tarde así que— señalo a su costado mientras daba algunos pasos atrás —Me iré a la cama, hasta mañana—y se fue a su cuarto. Se quito los zapatos y se metió bajo las cobijas sin cambiarse, cubrió su rostro quitándose los lentes dejándolos a un lado para cerrar sus ojos.

No quería hacerle daño a su familia, los ama demasiado como para perjudicarlos. Quizás por eso no tiene un don, tal vez el encanto sabía que ella dañaría el milagro. El tener en mente como casita se cae, que Luisa perdió su don, y que el resto de su familia saldría perjudicado solo por ser algo que no es. ¿En realidad es una Madrigal?

La soledad es mala compañía cuando te miras a ti mismo en un momento de crisis. La mente solo divaga sobre cosas que te degradan y para Mirabel fueron algunas horas viéndose así misma como la causa de este desastre. Sin poder dormir su mente se centra en la visión al igual que la abuela en su cuarto analizando cada pieza de la tablilla. Esperaba que hubiera algo que la ayudara a entender como salvar el milagro que les había dado refugio por 50 años.

—Si Bruno no se hubiera ido— si hubiera sabido antes, pensaba mientras miraba la flama casi apagarse y luchando por que el aire no la apague.

—Te fuiste para que no viera esta visión ¿Por qué? — empezaba analizar, mientras que sentía su mente más calmada, pero su corazón aún invadía el miedo de lo que pudiera pasar.

A las pocas horas no eran las únicas Madrigal que se encontraban de pie, pues Dolores salió de su cuarto en silencio con cuidado miró la ventana donde la vela se posa, esperando que su abuela no la escuche, al saber que esta aún despierta. Se escabulle entre el pasillo y baja las escaleras para ir a la puerta de la entrada. Una vez fuera comenzó a correr atrás de la casa.

—Por favor, que aun no sea tarde— suplicaba para si misma, logrando verla, se lanzó a abrazarla con fuerza sin querer dejarla ir.

—Mirabel no lo hagas— le parecía un terrible deja vu, que esperaba no tener que vivir.

—No puedo quedarme— con su bolsa colgando en su hombro y cubierta con un chal hasta su cabeza solo giro a verla.

—Mirabel, por favor— ella presionó con fuerza la aza de su bolsa.

—Si me quedo solo dañare a la familia— Dolores la miraba pensando en las palabras que pudieran convencerla —No tengo un don que sirva para la familia — ella se soltó de los brazos de su prima, cosa que le dolió en su corazón.

—¿Qué hay de tía Julieta y del tío Agustín?— le pegaba mucho el pensar en ellos — ¿Qué crees que dirán Luisa e Isabela? ¿Qué hay de mí? — ella lo estaba pensando —¿Qué hay de mis padres y mis hermanos? — la familia era primordial y lo sabía. Siempre cada acción era por ellos —¿Qué le diré a Toñito? —cerró sus ojos, no esperaba que lo tomen bien, pero ¿Cómo puede quedarse cuando sabe que destruirá el milagro que los mantiene a salvos?

—Sabes sobre la visión, tu misma lo dijiste—Dolores retrocedió en ese instante. Había olvidado lo que había dicho en la cena —Voy a destruir el encanto— no sólo lo dijo, lo había gritado —En realidad no se que estoy haciendo, pero mi presencia solo daña a la familia y a casita— se acomodo el chal y el bolso para mirar al frente sobre el senderos a las montañas —si esta es la forma de salvar el milagro, lo voy a hacer— al emprender el paso alejándose de su familia un estruendo sacudió la tierra, teniendo que sostenerse del suelo, los animales corrían, se escuchaban derrumbes, y los árboles caía, cayendo uno cerca de ellas, para después calmarse.

—¡Mirabel! — Todo empeoraba, eso quería decir que debía irse lo antes posible.—¿Estás bien? — Dolores se acerco a ella para revisarla.

—Si estoy bien — mientras ella miraba el tronco que rozaba sus pies—Entre más me quedó todo empeora— una tormenta se formaba sobre casita.

—¡¿Dolores?! ¡¿Dónde está Dolores?! — esa era Pepa, los murmullos empezaron al igual que los gritos.

—¡Luisa! — debía irse ya. Se levantó para mirar a Dolores y al darle la espalda emprendió su camino. En ese instante la voz del pasado resonó en su cabeza.

"Lo siento, esto lo hago por la familia, por ella"

—Lo siento, esto lo hago por la familia, por ella— lo repitió para sí misma en voz alta.

—Oh Mirabel—entendiendo a que se referían esas palabras, de quien hablaba y lo que acababa de hacer —No puede ser— tapó su boca al sentir sus mejillas húmedas.

—¡Dolores hija! — fue en vano y todo por su culpa.




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Que tal? Tuve una idea para esta historia sobre Bruno, y aun que esa idea no siento que de mucho trama aun así quise escribirla.

Espero que les guste.

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