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En familia

- ¡Papai! ¡Papai! ¡Levántate, Papai! –gritaba alegremente Lucca mientras me sacudía el brazo. Abrí los ojos lentamente y sonreí al ver a mi niño, me hice el dormido para hacerle una broma con lo que él se trepó a mi pecho y me empezó a sacudir- ¡Papai! ¡Despierta!

Yo no paraba de reír, lo halé hacia mí y le di un fuerte abrazo y muchos besos en la mejilla, él carcajeaba y me abrazaba más fuerte, ¡cómo había extrañado su hermosa risa infantil!

Davi llevaba dos días conmigo, la estábamos pasando increíble, aprovechaba cada momento antes que la temporada se reanudara y comenzaran los entrenamientos. Habíamos ido a un montón de partes, recorrimos gran parte de la ciudad, visitamos varios parques, fuimos a la playa, incluso, le compré muchos regalos, quería que la pasara bien... ¡Me sentía muy feliz de estar con mi bebé!

Me levanté de la cama, llevando a Davi en brazos al baño para lavarlo y arreglarlo, después fuimos a la cocina en donde preparé el desayuno de ambos, él comió gustoso al tiempo que observaba las caricaturas. Estaba a punto de sentarme junto a él cuando observé el reloj, ¡era muy tarde! Dejé a Lucca desayunando y me dirigí rápidamente a mi habitación, allí me alisté con la velocidad de un rayo, preparando una bolsa con cosas de Davi y mías relacionadas con el viaje que tendríamos en unos minutos... ah... no se los había mencionado... Ese día iríamos a Andorra con Leo y Thiago... ¡Sería un excelente viaje familiar!

Cuando le dije a Davi sobre nuestra salida con los Messi se sintió muy emocionado, en parte porque jamás había visto la nieve y, también, porque quería conocer a Leo. Él quedó en recogerme a las siete para tomar nuestro vuelo... ¡Eran las siete y yo no estaba listo!

Me apresuré lo más que pude, nos coloqué a Davi y a mí un gorrito para invierno, además de varias capas de ropa, entre camisa, suéter y bufanda, unos guantes y botas, aparte empaqué dos pares de orejeras, lentes para esquiar, cubre bocas, pasamontañas, entre otros. Debía ser muy precavido, después de todo, ninguno de los dos conocía la nieve y, probablemente, al estar acostumbrados al clima tropical de Brasil, nos íbamos a congelar.

Leo llegó a las 7:45, me extrañé por ello, él generalmente era muy puntual. Estacionó su camioneta afuera de la casa y descendió de ella con Thiago en brazos para saludarnos a Davi y a mí, que estábamos esperando en la puerta de entrada con nuestras cosas en las manos. Ambos estaban tan abrigados como nosotros.

- ¡Messi! –exclamó Davi corriendo hacia el argentino, Leo le sonrió, se agachó y con el brazo izquierdo (el derecho sostenía a Thiagui) le dio un fuerte abrazo, yo sonreí con esta escena y me aproximé hacia ellos.

- ¡Hola Davi! ¿Cómo estás? Aquí te traje un amiguito, se llama Thiago –expresó con una sonrisa dejando a su hijo en el piso.

- Hola... -expresó tímidamente el pequeño Messi, ¡era tan tierno! ¡Se parece tanto a su padre!

- ¡Hola! ¡Soy Davi Lucca! –le dijo emocionado dándole un fuerte abrazo, Leo y yo reímos- ¿Vamos a jugar, verdad? Papai dijo ibas a jugar conmigo –mencionó con una mirada tierna.

- ¡Claro que sí lindo! ¡Jugaremos todos! –expresó Leo con ternura sacudiéndole el cabello, Lucca lo volvió a abrazar.

- Veo que no piensas saludarme ¿verdad? –bromeé sonriéndole, él también sonrió.

- Espera tu turno, primero son ellos –dijo Leo con una gran sonrisa al tiempo que se ponía de pie, yo me acerqué a él y lo abracé con fuerza.

- ¿Por qué llegaste tan tarde?–le pregunté luego de separarnos.

- No lo hice, te dije a las siete para que estuvieras listo, si te digo a esta ahora aún seguiría esperándote... ¡Te conozco Neymar Júnior! –ambos reímos, él besó mi frente.

- Yo quería seguir durmiendo un poco más, ¡qué malo eres!

- Así me quieres.

- ¡No te robes mis frases! –lo besé en la mejilla- Y no te quiero... te amo.

Ambos sonreímos y volteamos a ver a los niños los cuales se estaban riendo por una broma que Lucca había hecho, "parece que se llevan bien", pensé. Llevé la bolsa a la parte trasera del vehículo, después nos subimos los cuatro, los chicos iban atrás con sus cinturones y sillas para infantes bien seguras, yo tomé el asiento del copiloto mientras Leo conducía.

Llegamos al hangar a los pocos minutos, el trayecto estuvo cargado por risas y bromas con los niños y se mantuvo así aun dentro del avión.

- Una pregunta Leo –le dije mientras estábamos sentados en la cabina unos minutos después de despegar- ¿Antonella no tuvo ningún problema con que trajeras a Thiago, verdad? No quiero que esté incomoda por ello.

- Para nada, sabe que la pasaremos bien, además fue a visitar a su amiga Daniella en Inglaterra, así que no vendrá hasta mañana.

- O sea que... ¿te quedaras todo el día conmigo? –mencioné susurrando y con una mirada pícara.

- Y toda la noche, amor –susurró guiñándome un ojo, lo iba a besar cuando Davi saltó a mis brazos tratando de esconderse de Thiago por un juego, Leo y yo estallamos en carcajadas y nos unimos a ellos.

El vuelo duró poco tiempo, no hay mucha distancia entre Andorra y Barcelona. El aeropuerto donde llegamos era concurrido, afortunadamente, nadie nos reconoció, era increíble sentirse incógnito por una vez. La ciudad era hermosa y se encontraba cubierta por neblina. Tomamos un taxi hasta un centro de esquís, todo allí era muy bello, montañas cubiertas de nieve, un hotel enorme con aspecto rústico, pistas para esquiar, espacios para trineos, remontes para zonas altas, y muchas otras cosas. Lucca y yo observamos todo ello con estupefacción, sólo habíamos visto ese ambiente a través de la pantalla del televisor, ahora estábamos allí, era real y, aunque yo particularmente me estaba muriendo de frío, lo estábamos disfrutando.

Ingresamos al hotel, nos registramos para poder usar la zona de trineos y las partes infantiles en donde se podía jugar, los chicos no podían esperar, querían lanzarse de una vez en la nieve. Finalizamos todos los trámites, ahora sí, ¡qué empiece la diversión!

Nos dirigimos al espacio infantil, el cual estaba conformado por un enorme terreno de suave nieve y ligeras pendientes en donde podías lanzarte en trineo. Leo se subió en un uno con Thiago y Lucca, los niños se sentaron en la parte delantera mientras que el argentino los sostenía para que no se golpearan, me hizo señas para que tomara uno yo también pero me negué, me estaba congelando, Leo sonrió al verme tiritar y se deslizó por la pendiente mientras los chicos reían.

Repitieron este mismo proceso un montón de veces y los pequeños sonreían cada vez más, yo los observaba desde la cima de la pendiente, mi Lucca carcajeaba junto con Thiago cuando Leo los cargó a ambos y les dio vueltas, desplomándose suavemente en la nieve y estallando una vez más en risas, sonreí ante esto, veía como Lionel disfrutaba de la compañía de los dos chiquillos, él era un buen padre, lo sabía, le encantaba serlo, suspiré para mí mismo de felicidad cuando sentí que una bola de nieve me daba en el pecho, acabando con mi embelesamiento. Los muchachos habían ascendido la pendiente (no sé en qué momento) y comenzaron una batalla de bolas de nieve, Leo me lanzó una a propósito para que me uniera, me acerqué a ellos y le lancé una a Leo de vuelta, todos reímos y reanudamos la guerra de bolas heladas... ¡No podíamos pasarlo mejor! ¡Era increíble!

Después de un rato cargado de diversión, fuimos al hotel a almorzar unas deliciosas hamburguesas, comida que a todos nos encantaba. Lucca se sentó junto a Thiago, no se separaba de él, lo trataba como a su hermanito (quizás algún día lo sean), yo les hacía bromas a ambos, me fascinaba hacerlos reír; Leo me miraba embelesado, cada vez que me quedaba viendo así se me subían los colores al rostro.

¡Esa mañana fue maravillosa! Los chicos terminaron con las mejillas súper rosadas de tanto reír... ¡Una experiencia familiar increíble!... "La primera de muchas" pensé.

A las tres de la tarde emprendimos el camino de regreso a Barcelona, llegando al aeropuerto de esta mañana y subiéndonos al mismo avión privado. Aterrizamos en la ciudad aproximadamente a las cuatro, era temprano aún, los infantes aún tenían la energía suficiente para seguir y seguir, así que decidimos ir al cine.

Nos alistamos en mi casa, por suerte, Leo había traído varios cambios de ropa para su hijo y para él. A las 5:30 estábamos rumbo al cine. Thiago y Lucca estaban muy emocionados porque veríamos "Mi Villano Favorito 2", película que ambos les encantaba; Leo y yo nos dirigimos a la taquilla, me adelanté y pagué los boletos, esto hizo enojar un poco a Leo, yo me reí y le saqué la lengua diciendo "Ja, ja, te gané", él sólo sonrió y meneó la cabeza recordándome lo infantil que era.

Entramos a la sala, yo me senté al lado de Lucca mientras este estaba al lado de Thiago (en serio, eran inseparables) y este a su vez cerca de su padre. Durante la película ninguno de nosotros pudo parar de reír, incluso Leo y yo, parecíamos niños de nuevo.

Después de la función fuimos por unos helados, Lucca y Thiago pidieron de chocolate, Leo de fresa y para mí uno de pistacho; yo no dejaba de bromear con los chicos y con Leo, al cual le había puesto un punto de mi helado en la nariz con lo que rió bastante; eran momentos increíbles, con mi celular les tomaba millones de fotos, quería conservarlos para siempre, "Eres peor que un paparazzi", bromeó Leo, yo sonreí y le di un beso en la mejilla para tomarnos una selfie en esa posición, los chicos rieron cuando hicimos esto. Cerca de allí se encontraban unos castillos inflables, Lucca y Thiago nos pidieron ir allá con unas caritas tan tiernas que simplemente no pudimos resistirnos. Los chicos salieron corriendo hacia tales castillos mientras Leo y yo los seguíamos, pagamos para que los dejaran por una hora, a lo que los chicos saltaron de alegría y empezaron a jugar y jugar. Yo no dejaba de tomarles fotos, era extraordinario ver a los pequeños así de felices, sus sonrisas de diversión eran genuinas y puras. Leo y yo los observamos con regocijo, estábamos abrazados, él con su cabeza en mi hombro mientras yo me apoyaba sobre ella, vigilábamos que no se fuesen a golpear o algo por el estilo (preocupados como todo buen padre), pero nos dimos cuenta que nos les pasaría nada malo, más bien, los chicos tenían la energía suficiente para darle la vuelta cien veces a una cancha de fútbol.

Era tarde, debíamos volver a casa, los pequeños bromearon durante todo el camino pero llegó un momento en que se quedaron profundamente dormidos; Leo y yo sonreímos ante la escena de Thiago y Lucca dormitando en la parte trasera del auto, uno apoyando su cabeza en el otro y viceversa. Llegamos a mi casa, yo bajé a Davi con mucho cuidado al igual que Leo a su hijo e ingresamos al interior. Yo llevaba a mi bebé a su habitación para colocarle la pijama y recostarlo en su cama, cuando terminé de cambiarlo éste entreabrió los ojos en medio de un bostezo y me dijo:

- Papai... ¿puedo dormir con Thiago? –preguntó entre bostezos frotándose los ojos.

Yo sonreí y asentí, aunque tendría que preguntarle a su padre primero, en eso, Leo entró en la habitación de Lucca con Thiago en pijama y en brazos, éste último también medio dormido.

- ¿Me ha preguntado si puede dormir con Lucca? –aclaró con una sonrisa el argentino haciendo referencia al somnoliento Thiaguito.

- Qué coincidencia, me acaba de preguntar exactamente lo mismo –reímos los cuatro.

Después de eso todos nos dirigimos hacia otro lado para que los chicos pudieran descansar, pues, en el cuarto de Davi sólo había una cama pequeña y no cabrían los dos niños. Los instalamos en una de las habitaciones de huéspedes y los acostamos tiernamente en la cama, arropándolos con cariño, al tiempo que nos sentábamos uno a cada lado de la cama para desearles buenas noches.

- Pero... aún... no tenemos sueño –expresó Lucca entre bostezos, Leo y yo reímos.

- Sí, papá... -lo apoyó Thiago con una mirada adormilada muy tierna.

- Deben dormir pequeños, es tarde –dijo Leo con voz suave.

- ¡Cuéntennos un cuento para dormir! –exclamó Lucca a lo que Thiago asintió efusivamente, Leo y yo nos miramos las caras como queriendo decir "¿Te sabes alguno?".

- Está bien, les contaremos un cuento, pero uno sólo, deben dormir –expresé con una sonrisa.

Los chicos rieron adorablemente mientras Leo y yo nos acostábamos en el medio de los dos, él al lado de Lucca y yo junto a Thiago, los dos abrazamos a los pequeños con un brazo para acércalos más a nosotros. Yo empecé a narrar un cuento inventado sobre tierras lejanas, dragones y un montón de cosas imaginativas, lo mismo hizo Leo, observamos como poco a poco los infantes caían en brazos de Morfeo de la manera más encantadora posible, sin planearlo, a nosotros también nos estaba invadiendo el sueño.

- Buenas... noches... papi Leo... Buenas... noches... papi Ney –vociferaron Lucca y Thiago al unísono entre bostezos, en ese momento al argentino y a mí se nos iluminaron los ojos, él besó la frente de Lucca y yo besé la de Thiago.

Observamos como los niños apoyaban sus cabezas en nuestros pechos, acurrucándose y abrazándonos con fuerza, miré a Leo a los ojos, teníamos exactamente el mismo sentimiento, no podía haber escena más tierna, parecíamos una familia... corrección, éramos una familia. Sonreímos, ruborizados y con los ojos acongojados por tanta ternura, nos besamos en los labios.

- Buenas noches mi Ney –susurró Leo en mis labios.

- Buenas noches mi Leo –le respondí de igual manera.

Él besó mi frente después de esto mientras yo me acurrucaba en su pecho y él apoyaba su cabeza en la mía, sentía cómo los latidos de su corazón me gritaban "Te amo", el mío también los hacía a cada instante. Fue una escena perfecta, la más perfecta que podía imaginar, Leo y yo teníamos una familia, nuestra familia... "nuestra", me sonrojé con sólo pensar que ya era parte de la vida de Leo, lo que es mejor, que formaba una familia con él, con el hombre que amo, esa era la pieza que completaba nuestro rompecabezas de felicidad. Cerré mis ojos lentamente con una sonrisa imborrable en mi rostro, ciñéndome cada vez más al pecho de Leo (mi lugar favorito en el mundo), sólo podía soñar cosas felices, digo, después de ese día... ¡Qué más puedo pedir! ¡Gracias al cielo por este momento! ¡Gracias Leo por existir! ¡Gracias por... esta familia!... ¡Nuestra familia!


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