Doloroso déjà-vu
Dicen que las experiencias que vivimos son hechos irrepetibles, que difícilmente pasemos por lo mismo más de una vez dado el azar imperecedero del destino... Esto es un gran error.
Hace un año disputábamos un Mundial, el evento futbolístico más importante de todos, en donde a Leo y a mí nos fue muy mal, él estuvo a un paso de la gloria y perdió en la final, y yo me lesioné. Ahora estábamos en la Copa América, el torneo más antiguo del mundo, cuya edición se realizaba en Chile, pensamos que al menos uno de los dos conseguiría reivindicarse, llevarle una alegría a su país... pero no sucedió como queríamos, el fútbol volvió a golpearnos en la cara y la historia se repitió, aunque con ciertas variantes.
Mi déjà-vu se dio, nuevamente, contra la selección Colombia, en un partido de fase de grupos. No salí lesionado como la última vez, pero si resulté expulsado por el árbitro debido a agresiones y peleas entre cafeteros y yo, producto de un pelotazo que le atesté a Carlos Bacca. Estaba furioso, íbamos perdiendo 1-0 y me hacían miles de faltas, además que jugar contra ellos me traía pésimos recuerdos; de nada sirvió que mis compañeros de selección y hasta James trataran de calmarme, simplemente exploté, no pude controlarme y me pasó lo que me pasó, fui castigado con una sanción que me impediría seguir en el torneo... Brasil se quedaría, otra vez, sin su '10'.
Esa noche llegué encerrándome en mi habitación del hotel de concentración, golpeé todo lo que encontraba a mi paso, desquité mi ira con los muebles, las almohadas, con mis maletas, en fin, mis puños se hicieron rojos, mis piernas me dolían y no dejaba de derramar lágrimas de rabia e impotencia. Mi celular sonó y lo aventé lejos, no quería saber nada del mundo, ¡tenía que sucederme esto justo ahora! Acababa de tener la mejor temporada de mi vida en Barcelona y me pasa este chasco con mi selección, hemos clasificado a cuartos, sí, pero los volví a abandonar, ya no estaré más con ellos, ocasionando así que un inmenso coraje nuble mi pensamiento.
En ese instante sonó el teléfono de la habitación, me extrañé pero no quise contestar, de seguro era la recepcionista para reclamar por el ruido que hacía... ¡Que se jodan, estoy sufriendo!... Me tumbé en la cama y hundí mi cara en el almohadón para reprimir otro grito de furia, en eso volvió a timbrar ese estúpido aparato, me enojé, quería lanzarlo contra la pared, aunque supuse que sería una multa que la selección tendría que pagar y ya no pensaba darles más problemas, así que lo tomé con rabia, ni siquiera dejé hablar a la otra persona.
- Sé que estoy haciendo mucho ruido, pero por favor, ¡podría dejarme en paz! ¡Ahora no es un buen momento y usted sólo me molesta! –expresé en voz alta a punto de colgar, cuando...
- Neymar, amor, soy yo –tragué saliva, supuse que también era el mismo que no paraba de llamarme al celular, sentí una repentina ola de arrepentimiento.
- Leo... lo siento... no era contigo es sólo que... no importa, ¿cómo obtuviste el número de la habitación?
- Dani me lo dio, no me contestabas y me preocupé... Lamento lo que pasó, sé que debes estar muy mal...
- ¡¿Mal?! ¡Estoy en la jodida mierda! ¡Me han sancionado! ¡No podré jugar el resto de la Copa! ¡¿Tienes una puta idea de lo que eso significa?! ¡No! ¡Nunca lo entenderías! –bramé de ira, sabía que no debía usar ese tono, él no tenía la culpa de nada y sólo llama porque me ama y le importo, ¡bien hecho Neymar Júnior!- ¡Deus!... Leo, perdóname... Soy un jodido imbécil por hablarte así, es que estoy tan enojado... ¡Aaah! ¡Perdóname, por favor!... -lloré, derramando millones de lágrimas y sollozando sin control, estaba hecho un mar de emociones, si fuera mujer de seguro Leo pensaría que tengo el periodo.
- Cálmate, respira pausadamente y tranquilízate... -decía con su voz suave a modo de arrullo, esto me gustaba, su dulzura apaciguaba mi tormenta interior, mi llanto desaparecía poco a poco, dejando sólo pocos gimoteos- ¿Mejor? –murmuré afirmativamente, aún entre sollozos- Bien... Ney, sé que esperabas seguir disputando el torneo, es una lástima lo que sucedió y créeme cuando te digo que entiendo cómo te sientes y me duele mucho... Por otro lado, esto pudo haberse evitado y tú lo sabes mejor que nadie, no debiste reaccionar como lo hiciste por más que te hayan estado moliendo a patadas, lo que también me enfureció, pero esa no era la forma de enfrentarlos... Eres explosivo Ney, te conozco y me consta que cuando te enojas no hay vuelta atrás y puedes llegar a hacer cosas de las que después te arrepientas, como ahora por ejemplo... Tal vez en este instante, por cómo estás, lo tomes a modo de regaño, aunque no es así, me preocupo por ti y este tipo de actitudes te podrían pasar factura en un futuro, lo último que quiero es que la gente deje de lado tu maravilloso juego para fijarse en esto... Sé que no eres alguien reservado, no te pido que lo seas y nunca te lo pediré, lo que si es que debes controlar tu carácter, si sientes mucha ira entonces canalízala en algo positivo, en fortalecerte, en mejorar tus jugadas, en encararlos con la pelota en tus pies... Sólo quería decirte eso, y que te amo con todo mi ser y me entristece mucho verte así.
Guardé silencio por unos segundos, seguía con la espinita de la ira clavada en mí, no quería continuar esta plática porque sabía que, muy probablemente, le respondería mal a Leo, y sería el colmo que aparte de mi sanción también estuviésemos peleados. Sólo me limité a darle las gracias y a decirle que también lo amaba, él pareció entender mi situación y decidió cortar la conversación tranquilamente, era increíble lo mucho que me conocía, más que yo mismo de hecho.
Una vez finalizada, di un breve suspiro y enfoqué mi mirada en el techo, analizaba los hechos tratando de aplacar mi rabia, una película de lo acontecido en el partido se reprodujo en mi mente con las palabras de Leo como sonido de fondo... Él tenía razón. Me llevé una mano a la frente, ¡Deus, tenía razón! Soy alguien alegre, tranquilo la mayor parte del tiempo, aunque no me controlo cuando me enojo, no estaba pendiente de las consecuencias, no pensé en el equipo, no me importó nada más y terminé pagándola caro. Volví a llorar, de tristeza en esta ocasión, me sentí peor que antes, hubiese deseado tener a mi novio conmigo, al menos así podría encontrar refugio en sus brazos y dejarme arropar en su calma, pero no, estaba solo, completamente solo, hundiéndome en la soledad que me gané gracias a mi carácter y a mi orgullo.
Abandoné la concentración brasileña a la mañana siguiente, no había caso en seguir allí, me disculpé públicamente por mi comportamiento, tanto con la selección como con la afición, pensando que no soy digno de merecerlos, o eso es lo que me hace creer mi autoestima en una mala pasada. Decidí no dejar Chile, al menos hasta que finalizara el torneo, seguiría de cerca a la canarinha como espectador, dándole todos los ánimos posibles. Lastimosamente, Brasil fue eliminado en cuartos de final frente al conjunto paraguayo en un partido igualado a un gol que se tuvo que ir a penales, sufrí cada segundo de ese encuentro y me entristecí al vernos afuera de la Copa, lo único que podía hacer era llorar con ellos y levantar la frente para seguir adelante.
Desde entonces me dediqué a animar a Leo con mayor intensidad, muy poca gente lo sabía, pero me hospedaba en el hotel más cercano al de la concentración argentina sólo para verlo. Durante los días libres, salíamos a cenar, íbamos al cine o paseábamos por las hermosas calles chilenas, siempre con unos lentes, gorras y bufandas, para no ser reconocidos ni molestados, afortunadamente, no ocurrieron incidentes con algún fan o paparazzi. Hablábamos de todo, familia, amigos, el torneo, etcétera; estaba especialmente interesado en el nuevo bebé, se podría decir que mi emoción se equiparaba a la suya, es como si yo fuese a convertirme en padre de nuevo, supongo que es la magia del amor que le tengo y lo mucho que me encanta que sea feliz. Conversar con Leo es muy fácil, incluso en silencio lo disfruto igual, la paz que me trasmite es única, lástima que no pasábamos las noches juntos porque que debía estar con su selección, aunque no importaba, recuperaríamos el tiempo perdido en las vacaciones y en Barcelona, donde lo tendría sólo para mí.
A Argentina le estaba yendo muy bien y se postulaba como principal candidata para llevarse la Copa. Tras vencer a Colombia en cuartos (partido que también se fue a penales) y golear a Paraguay en semis, disputarían el último encuentro con el local; no podía estar más orgulloso de Leo, ¡jugaría la final! Quería que ganasen, ya era tiempo de que consiguiera algún título con la mayor de su país, aquel en donde tanto le han criticado pero al que siempre le ha sido fiel. No entiendo cómo Leo lo soporta, es duro para él, me consta, y aun así él sigue allí, admiro su determinación y su fortaleza, cualquiera pudiese fácilmente mandar todo al carajo, yo lo haría, tal vez porque soy impulsivo e irascible... Conclusión: los polos opuestos se atraen.
Era el día del tan esperado partido, no estaría en el estadio, así que lo vería desde la habitación del hotel. Alisté todo, nachos, pop-corn, refrescos y algo de cerveza para acomodarme, usaba una camiseta de Argentina con el diez y el nombre de mi novio, él me la regaló (yo le di una de Brasil), menos mal que ningún brasileño podía verme, dirían que es traición a la patria, ya saben, por la rivalidad y esas cosas.
Pitazo inicial y los minutos empezaron a transcurrir muy lentamente, me enojé muchísimo con la patada de Medel al estómago de Messi en una jugada dudosa, quería aparecerme en la cancha y golpearlo, ¡nadie toca a mi Leo! Los nervios seguían a medida que el encuentro continuaba su rumbo marcado por un 0-0 que parecía inamovible, primer tiempo, segundo tiempo, prórroga... hasta llegar a los tortuosos penaltis.
Nunca pestañeé, no dejé de fijarme en la pantalla, sentía la tensión como si estuviese en la cancha, sólo rogaba para que Leo ganase, que sonriera y saltara de alegría, que levantase esa copa... Y la historia se repitió.
El balón de Alexis Sánchez mandado cual fusil al fondo de la red terminó por sentenciarlos, era otra final perdida, otra oportunidad que se escapaba, estar tan cerca de la gloria y quedar relegados al segundo puesto, ver de nuevo esa mirada vacía en sus ojos cafés, cómo caminaba resignado hacia el podio por la medalla de plata, pasando frente al trofeo y no poder tocarlo, revivir esa pesadilla... ¡No mi Leo, otra vez no!
Lloré como si me estuviese pasando a mí, daría lo que fuera por abrazarlo en este instante y consolarlo, es frustrante saber que la persona que amas sufre y que no pudiste evitarlo, más aún, porque ha vuelto a repetirse.
Lo llamé cuando supe que el equipo regresó al hotel y, como supuse, no me contestó, era normal en él que se aislara en estos casos, lo mismo sucedió en el Mundial, así que preferí dejar de insistir al menos por ese día.
A la mañana siguiente continué en mi faena, llamaba y llamaba y nada, estuve haciéndolo hasta la tarde, me cansé, me dolía no poder hablarle, me quemaba por dentro saber lo mal que se sentía y no confortarle, no medié ni pedí permiso, sólo me aparecí de improvisto en el hotel de concentración de la selección albiceleste.
Accedí por la puerta trasera, evadiendo a los reporteros de la entrada. Estaba a punto de anochecer por lo que los pasillos se vaciaban paulatinamente, facilitando mi desplazamiento; conseguí a Masche en el elevador, nos saludamos cordialmente y lamenté la derrota, él asintió resignado y amablemente me guió hasta la habitación de Leo, contándome que no había salido de allí desde que retornaron de la final, cosa que hizo que mi corazón se estrujara.
Llegué al sitio indicado, en la puerta estaban Kun y Lavezzi, sus rostros reflejaban preocupación al tiempo que insistían en seguir tocando, esperando algún tipo de respuesta de adentro del cuarto.
- Leito, debes salir alguna vez, así sea para que te pegue el sol... Abre la puerta ¿sí? –suplicó Lavezzi.
- Leo, no puedes quedarte allí para siempre... Nos tienes preocupados, si necesitas hablar sabes que estaremos aquí contigo... Sal... por favor... -expresó Kun con ojos cristalizados.
Bajaron la cabeza con desconsuelo al no ser atendidos, fue cuando notaron que estábamos allí, ambos me saludaron cortésmente, pude notar el abatimiento en sus miradas, aunque trataban de mostrarse calmados.
- Hola Neymar, un gusto que hayas venido –dijo Ezequiel con una leve sonrisa y estrechándome la mano, yo le contesté igual.
- ¿Nada aún Kun? –preguntó Masche, apoyando su cabeza en la madera de la puerta.
- Nada... No quiere salir y tampoco deja que nadie entre, ni siquiera he podido recoger mis cosas... Le ha pegado fuerte... -habló Kun con desaire, sabía lo mucho que le importaba Leo, era uno de sus mejores amigos.
- A todos nosotros... Déjame tratar... -intervino Javier golpeando suavemente la puerta- Leo... Ábrenos por favor... -no hubo respuesta, suspiré- Leo... Neymar está aquí... Abre la puerta –aún nada, me dolía horriblemente, sentía que lloraría en cualquier momento, me acerqué a Masche.
- Leo... Soy yo, Ney... Meu amor abre, te lo pido... -una lágrima se deslizó por mi mejilla...
Nada, sólo silencio.
Masche y Lavezzi tomaron asiento en el pasillo al frente de la puerta con cierta desesperanza, Kun, en cambio, permaneció de pie cerca de mí con melancolía, secándose los ojos a cada rato. Yo seguía parado en la entrada, golpeando la madera, rogándole de mil formas para que nos dejara pasar.
El tiempo avanzaba, la noche se intensificaba y mi frustración crecía, causando que mi llanto empañase mi cara, no iba a darme por vencido, por mucho que este déjà-vu me trajera malísimos recuerdos, no lo abandonaría, no permitiría que se postrara en su aislamiento, que le diera la espalda al mundo, no, no, y no.
Al cabo de largos e interminables minutos, no sabría decirles exactamente cuántos, los cuatro nos hallábamos tendidos en el piso, Masche y Lavezzi en la misma posición, Kun al lado de ellos, mientras yo me apoyaba en la puerta, usando mis pocos alientos para seguir llamándolo.
- Olvídalo Neymar... Es inútil... Estuvimos tratando todo el día y nada... Conozco a Leo y debe estar devastado, no quiere saber nada de nada -expresó Agüero en voz baja, yo lo miré unos instantes y después me enfoqué en otro punto, emitiendo leves suspiros.
- También lo conozco y sé por lo que está pasando... Sé que se siente del asco, no lo culpo por ello ni tampoco por no querer ver a nadie, no es el Messi triunfador, el Messi que veneramos y admiramos, ese brillo en sus ojos se ha escondido, aunque no tardará en recuperarlo y ser el de siempre, el crack que todos conocemos, que nos sorprende con cada cosa que se inventa, ese alien de las canchas... Por ahora que se desahogue, que derrame las lágrimas que crea necesarias, pero que sepa que no necesita esconderse para llorar, ni hundirse en la desesperanza, y que no tiene que cargar con esto solo... Él siempre se preocupa por todo, hace un par de días yo estaba terriblemente por lo de mi sanción y él me apoyó, me aconsejó, me hizo saber que le importo aun cuando no me daba cuenta por estar furioso, él es así, un ángel, su problema es que no expresa sus emociones tanto como debería por temor a afectar a alguien, lo he notado y lo mismo pasó el año pasado... Esta vez no me haré a un lado, no cometeré ese error, puedo irme y dejarlo con su dolor y esperar que se alivie, pero no, me niego a dejarlo solo, ya basta de eso... Hay gente que se preocupa por ti Leo, hay gente a la que le importas Leo, hay gente que daría lo que fuera porque a ti no te tocara vivir esto Leo, hay gente que lo único que quiere es ofrecerte su hombro para que te consueles si así lo deseas Leo, hay gente que te ama Leo... Yo te amo Leo... Y lo haré aun cuando me convierta en polvo...
Lloré, no me di cuenta hasta que mis mejillas se mojaron, Kun también lo hizo, Lavezzi gimoteó mientras que Masche emitía largos suspiros. Escuché sollozos del otro lado de la puerta y cómo el seguro se soltaba. Giré lentamente la manilla sin abandonar mi sitio, los chicos me observaban expectante, empujé la madera y, a un lado de ella, en una habitación en tinieblas, estaba él, meu Leo, con ojos rojísimos y cara empapada, envolviendo sus rodillas con sus brazos cual niño pequeño.
Nuestras miradas llorosas se encontraron, antes de siquiera decirnos algo, yo ya me había aproximado hacia él, acariciando su cabeza y abrazándolo con mucha fuerza. Él se aferraba a mí, estrujando su cabeza en mi regazo, bañando mi chaqueta y camisa con sus lamentos.
- Calma meu amor... Eu estou aqui com você... Tudo estará bem... -susurraba entre gimoteos, tratando de darle lo que más necesitaba en estos momentos... Esperanza...
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