Parte 2 - "Porque yo..."
Apenas entro al enorme edificio espejado, el timbre de los teléfonos hace que me zumben los oídos. Las personas corren de un lado para el otro, llevando pancartas, pilas de papeles y varias fotografías con diseños alucinantes. Me pregunto si era así cómo se veían mis fotos, ni Sam ni April me contaron el proceso, sobre cómo las expusieron o qué dijeron sobre ellas, solo sé que gracias a ello lograron entrar a la editorial.
Me aproximo al mostrador ubicado a metros de la entrada. Aferro mis dedos a las débiles asas de papel torneado que sostienen la bolsita de obsequio. Mis manos sudan más de lo usual, las asas se sienten húmedas y temo romperlas por mi falta de autocontrol.
Hay varias recepcionistas al otro lado del mostrador, pero solo una se desocupada en cuanto me paro en frente. Con un movimiento de su cabeza corrige los cabellos rubios de regreso a su lugar; trae un maquillaje un tanto ostentoso a mi parecer, pero entonces me doy cuenta que todas tienden a lo mismo. Tal vez es una política de la empresa, digo, son la cara de la revista, lo primero que ve la gente cuando entra, necesitan lucir bien.
—¿En qué puedo ayudarle? —Sonríe y puedo ver un metal cubriendo sus dientes. Usa brackets, y para ser honestos le sientan muy bien. Ni yo me veía así cuando los usaba.
—Me gustaría saber en qué piso se encontraría la señorita April Walker, trabaja en edición.
La joven asiente y rápidamente chequea en la computadora. Sus dedos se mueven como gacela sobre el teclado. En un instante es capaz de brindarme la información que estaba buscando.
—Piso cuatro, oficina 21.
—Muchas gracias. —Le sonrío y me apresuro a tomar un ascensor antes de que cierre sus puertas.
No sube mucha gente, por lo que llego rápido al piso cuatro. Al salir, una avalancha de gente entra, y agradezco haber salido justo a tiempo. Parece una lata de sardinas ahí dentro. Me volteo hacia el interior de la oficina, la cosa parece peor.
Es más espacioso pero las personas van de un lado a otro, justo como en la recepción, atareados y con la mirada fija en un solo objetivo.
Es un largo pasillo con oficinas a los costados, las mismas tienen paredes de cristal, por lo que es posible ver al interior. Cada oficina cuenta con un ventanal inmenso, lo que proporciona de luz natural a todo el lugar.
Justo en frente a la puerta de cada uno de los despachos se ubica un cubículo, el cual funciona como escritorio de los secretarios. Están ocupados atendiendo llamadas, pasando mensajes o enviando montones de papeles y carpetas a unos tipos con carrito.
A pesar de ser un lugar de trabajo, la paleta de colores y el espacio me dan la sensación de que es un lugar agradable para trabajar. El blanco de los cubículos, el gris de la alfombra, el marrón de las puertas y sócalos, la luz natural que dota al sitio de una luminosidad excelente. Todo parece estar en perfecta armonía.
Me adentro por el amplio pasillo que queda entre los cubículos y las oficinas. Junto a mí pasa un fotógrafo cargando una cámara de último modelo. Lo sigo con la vista, embobado por semejante preciosidad. Al voltear casi me llevo a alguien por delante, esquivo la enorme pila de fotografías y me disculpo por mi torpeza.
Continúo hasta encontrar el número 21. Cada cubículo tiene un pequeño número en la esquina superior izquierda, sobre el lado del pasillo.
Para mi fortuna la chica al otro lado del cubículo está desocupada. Su mirada divaga por la revista que sostiene ante sus ojos. Frunzo el ceño, miro al resto de las personas atareadas y luego la miro a ella. Tal parece que April es una jefa genial, apenas si y da trabajo.
Me acerco y mi mirada viaja a la oficina de enfrente, donde puedo ver en la puerta el nombre de mi hermana. Por fortuna está vacía, hoy pidió el día para acompañar a mi madre con un asunto importante. Agradezco que haya sido así porque no toleraría encontrármela, siquiera que empezara con sus cosas al ver lo que voy a hacer.
—Hola —saludo. La joven rubia mira por encima de sus lentes, abre bien los ojos y baja la revista de un tirón.
—¡Hola! —enseña sus dientes en una amplia sonrisa. Me llama mucho la atención su labial fucsia, es demasiado... intenso.
—Estoy buscando a April Walker, ¿ella se encuentra?
Sus comisuras descienden un poco, pero no pierde la sonrisa, aunque ésta ya no llega a sus ojos. Parece desilusionada.
—La señorita Walker está...
—Emily, ¿ya llegó el chico con mis vitaminas?
Me doy vuelta y veo a April recargada contra la puerta de su oficina. Luce algo cansada, puedo ver una leve sombra bajo sus ojos. Al verme se sorprende, tal y como lo hizo su secretaria.
—¿Logan? —Se acerca. El moño que se hizo pierde fuerza y varios mechones enmarcan su rostro. Luce distinta, y no lo digo por su apariencia de cansancio, sino por otra cosa que antes ignoraba—. ¿Qué haces aquí? Hoy Sam no trabaja.
—¿Tú estás bien?
Sus mejillas adquieren un color carmesí, dándole vida a su rostro pálido de nuevo.
—Sí, solo estoy algo cansada. Tengo un proyecto entre manos que me está devanando el cerebro. Las vitaminas me ayudan bastante, más que las aspirinas —ríe y su mirada viaja a sus zapatos.
—En ese caso, me alegro que no sea nada grave. Pero no vine a ver a Sam, vine a verte a ti.
April eleva la cabeza de pronto, sus ojos se cierran al instante, tal vez un mareo. Ladea la cabeza algo confundida, puedo ver en su mirada una mezcla de desconcierto, desconfianza e intriga.
No sé cómo empezar, nada de lo que ensayé todos estos días tiene sentido ahora. Suena estúpido, cursi y olvidé la mitad de las cosas.
Estiro mi brazo y prácticamente empujo en su pecho la bolsa de obsequio, ella la toma en un acto reflejo, el papel cruje ante su contacto. Tiene los ojos bien abiertos, la boca formando una "O". No se esperaba esto, mucho menos viniendo de mi parte.
Ahora soy yo quien tiene la cabeza gacha. Parezco un niño avergonzado por darle una flor a una niña. Es impensable viniendo de mí, pero por alguna razón no puedo hacerle frente, no a ella.
—¿Qué es esto?
—Ábrelo —insisto y ella me observa con el ceño fruncido. Aun así la curiosidad es más fuerte que su resistencia, mete la mano en la bolsa y extrae una pequeña bolsita hecha de tela.
Mis dedos se mueven nerviosos detrás de mi espalda. Otra vez me sudan las manos.
April me mira mientras abre su obsequio, una sonrisa surca sus labios. Mete la mano y al sacarla veo como pierde el aliento. Se queda mirando el objeto, incapaz de decir algo. Cuando me observa sus ojos son del tamaño de la luna. Lentamente se cierne sobre éstos una capa brillosa.
Me alegra su reacción, porque significa que hice un buen trabajo. Estuve como dos semanas para hacerla, tres si cuento el tiempo que tuve que esperar para que los de la joyería hicieran el diseño que les pedí.
Es una pulsera hecha con dos trozos de cinta entrelazadas, una de color celeste y la otra verde agua (agradezco a Youtube por enseñarme a hacer eso). Ambos extremos están unidos a una chapa rectangular bañada en oro, la cual contiene un mensaje muy especial.
En relieve y con letras negras se lee: "Solo nosotros".
—¿De dónde lo sacaste? —Su voz tiembla.
Me rasco la nuca, nervioso. Siento mis mejillas arder y temo que se note mi rubor.
—Recuerdo que era tu favorita... y de cuánto lo lamentaste después de que la perdiste en aquella fiesta.
Tartamudea, mientras sostiene la pulsera frente a su pecho. Percibo cuánto le cuesta respirar, las manos le tiemblan.
—Era de... era de... —musita, alzando la pulsera frente a sus ojos.
—Tu hermano —susurro, solo para nosotros. Me mira con ojos dolidos, una lágrima desciende por su mejilla y tengo que contenerme para no borrarla de su rostro.
—Lo recuerdas... —Habla más para sí que para mí. Respira hondo, observa a su alrededor, como si por primera vez se diera cuenta de que está en su trabajo. Noto la angustia que la carcome por dentro, el sufrimiento que hace añicos su corazón.
Aprieta la pulsera y me mira con... ¿desprecio? Gira sobre sus talones y corre al refugio de su oficina, empuja la puerta pero ésta no se cierra. Aprovecho y entro, cerrando la puerta a mis espaldas. April se voltea hecha una fiera, se acerca a los cordones de la cortina, los jala con fuerza y los paneles rectangulares dejan de estar verticales para ubicarse horizontalmente sobre la ventana, ocultándonos del exterior.
—¡¿Por qué?! —Me increpa, con dolor en su voz. Los labios le tiemblan—. ¿Por qué haces estas cosas? ¿Te divierte ver sufrir a las personas?
—¿Qué? —retrocedo, ¿de qué está hablando? —. No, claro que no. ¿Me crees capaz de jugar con algo tan delicado como eso? ¿Quién diablos crees que soy?
—¡No sé qué esperar de ti! —vocifera y calla de pronto. Su pecho sube y baja con dificultad—. Me tratas mal, me desprecias y de la noche a la mañana te comportas lindo conmigo; me llevas a mi casa, me hablas bien y ahora me regalas cosas. —Se golpea los muslos, frustrada—. ¿Qué está pasando contigo?
—Creí que te gustaría volver a ver algo que perdiste, que significó algo importante para ti. Lo usaba Ethan, ¿cierto? —Se tensa al escuchar su nombre—. Tú lo empezaste a usar después que murió. Simplemente quise darte un obsequio...
—¿Por qué? —Logra decir, aun así con dificultad. Las lágrimas le arrebatan el habla.
Fijo la mirada en ella, mi postura erguida, impenetrable. Respiro hondo.
—Tal vez no fue buena idea venir.
Me doy media vuelta y camino hacia la puerta, mi mano se hunde en la perilla, pero su voz impide que la jale.
—¡¿Por qué?! —repite.
Guardo silencio. Hace un mes que vengo preguntándome lo mismo...
—Porque... —Lo siento, está ahí, vuelve a latir y esta vez no soy capaz de devolverlo a su lugar. Escapa y duele, por donde quiera que pase deja un caos, sin embargo se siente cálido y acogedor. Mi labio inferior choca contra mis dientes, siento mi corazón estremecerse ante su llamado, ante esa fuerza misteriosa que lo busca con desesperación. No quiero dejarle el camino libre, no quiero que lo encuentre, pero no soy capaz de enfrentarme a él... porque no quiero hacerlo.
Encuentra el monstruo que tengo por corazón, lleno de cicatrices y grietas que lentamente intentan cerrarse. Una parte está intacta, pero el resto está en ruinas.
Se adentra en él como cuando la marea sube por la orilla, sin pedir permiso. Mi mano se aprieta con fuerza de la perilla, al tiempo que mis ojos se abren hasta más no poder. Lo veo, finalmente soy capaz de verlo, de entender sus palabras.
Me duele el pecho. Algo está haciéndome... y no quiero que se detenga.
Desvió la mirada y me encuentro con los ojos café de April, expectantes a escuchar una respuesta de mi parte. Al verme su mejilla parece temblar, algo en ella cambia, como cambia mi interior.
Ladeo la cabeza. ¿Qué es esto? Parece distinta, sigue siendo la misma April, pero diferente. Quiero estrecharla entre mis brazos, hundirla en mi pecho, sentir su calidez, su aroma... quiero que vuelva a mí.
—Porque yo...
La puerta se abre de pronto y mi respuesta se disipa en el aire de la habitación. Emily aparece al otro lado con una pequeña bolsa de plástico. Nos observa detenidamente, dándose cuenta de que había interrumpido algo importante.
—Lo lamento. —Sus mejillas se vuelven del tono de su labial—. Llegaron tus vitaminas.
April asiente agradecida, pero veo otra intención al fondo de su mirada. Pretende despacharla para que podamos seguir con nuestra conversación.
No puedo.
—Lamento haberte interrumpido. Que tengas buen día —digo, sin siquiera mirarla. Me escabullo detrás de Emily, quien se queda paralizada.
—Logan, vuelve. —Le escucho decir a April. Primero fue algo sutil, cuando se dio cuenta de que no me detendría, aumentó de intensidad—. ¡Logan!
Camino con grandes zancadas por el pasillo, esquivando la gente, escuchando la voz de April cada vez más cerca. Está persiguiéndome pero no le daré el gusto de que me alcance.
El elevador abre sus puertas apenas me aproximo, está vacío, entro y presiono la planta baja. Me atrevo a elevar la mirada y mis ojos se conectan con los de ella, confundidos por lo que acaba de pasar. Está agitada. Se queda allí observándome en silencio, lamentándose por quién sabe qué. No avanza, no dice nada, solo me mira hasta que las puertas se cierran.
Quedo solo. Apoyo una mano sobre las puertas de acero cromado, invocando la imagen de April al otro lado. Cierro los ojos, incapaz de sostenerle la mirada, y agacho la cabeza.
—Porque te amo —digo en el silencio del elevador, respondiendo a su pregunta.
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¡Finalmente! Finalmente admite sus sentimientos por April ♥
Espero que les guste el capítulo, me encantó escribirlo. Creo que es especial...
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