Parte 2 - "Ese es el por qué"
Estuve un rato con Stella hasta que mis padres me encontraron y me llevaron a festejar mi cumpleaños número 25. El cupcake estaba delicioso, tenía un relleno de mousse de chocolate. Mientras festejábamos April estaba allí, observándome con reproche. En cuanto Adrián se aproximó para felicitarme, vi como ésta se levantó y se fue a alguna parte.
Stella se había abstenido de acompañarme y lo entendía, no quería toparse con mi hermano. Sin embargo, el ver la reacción de April me hizo sentir aún más culpable. No podía seguir ocultando todo esto. Sabía que si le decía la verdad completa se enfadaría conmigo, pero tal vez una parcial dejaría las cosas claras, y ya no tendría que ocultar mi relación con Stella.
Apenas terminamos de festejar me aproximo a Adrián y lo acompaño a comprar algo de garrapiñada.
—Oye... ¿podríamos hablar un segundo?
—No te voy a comprar garrapiñada.
—No, no. No me refiero a eso... sino a otra cosa, más bien una persona.
Adrián pide un paquete mediano y le entrega el dinero al señor.
— ¿Qué sucede?
—Es... es complicado para mí decirlo, ¿sabes? Quiero decir, hace poco sucedió y bueno...
Adrián toma su paquete de garrapiñada y guarda el vuelto en el bolsillo de sus jeans. Come un poco y a medida que ve mi estado de nerviosismo comienza a reírse. Primero fue una pequeña risa para luego convertirse en una carcajada.
Estoy allí, luchando por decirle que salgo con su exnovia y el muy maldito se está riendo en mi cara.
— ¿Se puede saber por qué te estas riendo? Estoy tratando de decirte algo serio.
—Lo... lo siento... —dice entre risas. Se carcajea un rato más y luego regresa la normalidad—. Es que es muy gracioso verte intentándome decir que sales con Stella.
— ¡Yo no le veo la gracia! Es algo... —enmudezco. ¿Qué había dicho?
— ¿Te pensabas que no lo sabía? Hace dos semanas los vi muy acaramelados en este mismo parque.
—Oh... —Es lo único que puedo decir.
No esperaba que él supiera la verdad, aunque lo agradezco infinitamente. Todo resultó más fácil de lo que esperaba... No obstante me preocupa saber lo que piensa.
Chasquea la lengua y me da una palmadita.
— ¡Relájate Logan! No estoy molesto. A decir verdad estoy feliz por ti, finalmente tienes una chica para que te levanta el ánimo. ¡Ese es mi hermano, picarón!
Okay... oficialmente puedo decir que es un idiota de nacimiento, pero en circunstancias como esta agradezco que lo sea.
— ¡Sí! —Río—. Me hace muy feliz ella.
—Y me alegro por ti. —Me da una palmada en la espalda—. Es muy buena en... ya sabes —guiña un ojo y sonríe travieso.
Aparto la mirada y río incómodo. Ni la buena música puede quitarme de la cabeza la imagen que Adrián acaba de formar en mi mente.
— ¿Seguro que no estas molesto?
— ¡En lo absoluto! Yo también salgo con alguna de las ex de mis amigos. Sin rencores.
—Me alegro. Quería decírtelo lo antes posible, pero tenía un poco de miedo.
— ¡No lo tengas! Todo en orden. Sé feliz con ella, yo ya tengo a alguien en la mira. —Vuelve a guiñarme el ojo y se va detrás de una chica morena que, al verlo, le sonríe con picardía.
Después de hablar con Adrián creí que las cosas con Stella irían mucho mejor... y creo que me equivoqué. No era la vergüenza o lo que sea que sintiera que pasaría si Adrián nos descubría, es lo que April siente por mí ahora. Odio tener estos sentimientos conmigo, odio no poder olvidarme de ella y hacer a un lado todo lo que me dijo...
Yo no soy como ella, y si lo soy es gracia a lo que me hizo. Tendría que sentirse orgullosa de su excelente labor, y sin embargo siento todo lo contrario. No la veo afligida, adolorida por pensar que ella hizo esto conmigo, presiento que cree que soy una mala persona por andar con la ex de mi hermano, mientras ella lo hizo con un "desconocido" que no poseía ningún vínculo sanguíneo conmigo. ¡Cómo si eso hiciera la diferencia!
— ¡Oye! —gritan.
Me volteo y veo a Stella sosteniendo una pelotita amarilla.
—Es tu turno.
Por un instante olvidé por completo que estábamos jugando al tiro al blanco. Arrojo mis cinco pelotas y logro darle tres veces al blanco. El dueño me permite elegir uno de los premios medianos y escojo un peluche en forma de corazón para Stella. Me agradece el obsequio con un beso para luego susurrar en mi oído que esta noche tendré mi regalo.
Caminamos por el parque entrelazados por el brazo. Estoy callado y ella lo nota, normalmente soy el que siempre saca conversación.
—Estás mal.
—No importa que haya hablado con Adrián, no logro estar tranquilo —resoplo molesto—. Es increíble que haya arruinado mi día así.
— ¡No! —Se detiene y se posiciona frente mío—. Olvídala. No es justo que te haga pasar un mal cumpleaños. Es la primera vez que todo funciona bien con tu familia, ¡no dejes que lo que te hizo quede en tus recuerdos! Cuando pienses en tus veintiséis debes pensar en mí, en tu familia, no en la idiota-poco busto-simplona.
Río pues sus palabras resultan sabias y correctas.
—Lo sé pero... —suspiro—. Ojalá pudiera vengarme de ella. ¡La odio tanto! Quisiera darle una cucharada de su propia medicina.
Stella muerde su labio inferior, entrelaza su brazo con el mío y seguimos caminando.
— ¿En verdad te gustaría desquitarte?
—No sabes cuánto.
—Tal vez pueda ayudarte con eso—comenta unos segundos después.
La observo y tiemblo ante su sonrisa socarrona. Algo tiene entre manos y aunque dudo, la curiosidad puede más que yo... y acepto.
Debo admitir que ni en mis más locos sueños habría adivinado la sorpresa que mis padres tenían preparada para mí. La casa, a diferencia de como estaba esta mañana, se encontraba completamente decorada con globos, guirnaldas y en el exterior habían colocado luces navideñas alrededor de los árboles.
La parrilla estaba encendida y al fuego se cocinaban tiradas de carne bien adobadas. Además, en el horno se cocinaban alitas de pollo gratinadas con especias y miel. Como guarnición había un millón de ensaladas, y la que no podía faltar: patatas con perejil y ajo, mis favoritas.
La mesa estaba decorada con un mantel blanco que contrastaba con el azul de los individuales. Realmente pusieron todo su empeño en hacer de este día el más especial, está todo lo que a mí me gusta, inclusive la música.
Me llega a conmover el hecho de que recuerden esos pequeños detalles que me hacen tan feliz. Tantos años y aún no han olvidado cuánto me encanta el juego de bajilla de mi abuela paterna. Según tengo entendido ella me lo dejó como herencia, pero a mi padre le gusta demasiado como para dejarlo ir.
Es difícil entender cómo pudieron hacer todo esto mientras estábamos allá en el parque, así que supongo que en alguna de mis escapadas, alguien tuvo que haber venido para encender la parrilla y poner todo a cocinar. Me tienta a pensar en papá y Adrián, incluso Jonathan. Dudo mucho que Sam se haya prestado para una cosa como esta, siquiera sé dónde está ahora. A no ser que la hayan obligado a cambio de algo muuuy grande.
Lo único que agradezco es que April no esté presente.
Mientras esperamos a que la comida esté lista Adrián, papá y yo nos ponemos a bailar al compás de los Rolling. Mamá aparece con un tazón de ensalada rusa y observa a mi padre decepcionada, meneando la cabeza y reprimiendo una sonrisa.
—La carne necesita que la cocines, no que bailes para ella.
—Puedo bailar para ti si quieres.
Se aproxima a mi madre haciendo unos movimientos muy anticuados. Mi madre no lo soporta y se hecha a reír, mientras mi padre la abraza y dan un par de vueltas.
Más entrada la noche llegaron los tragos. Por supuesto que ninguno tenía alcohol, pero mi madre se aseguró de hacer que lucieran como uno para que no me sintiera tan mal. A decir verdad eso fue peor, me imaginaba una cosa y al momento de probarlos mi boca estaba indignada. Me repetí a mí mismo que esto solo era temporal, más tarde iría con Stella a Five Floor y todo sería mucho mejor.
Comimos, charlamos, nos reímos y contamos anécdotas de lo más graciosas. Incluso Sam olvidó que celebrábamos mi cumpleaños y se entretuvo hablando y escuchando. Todo era perfecto. Adoro a mis amigos pero una fiesta con tu familia no tiene precio. ¿Cómo pude perder cinco años de mi vida sin ellos? Todo por vivir en el rencor, en el odio. ¿Qué gané con eso? Nada. Solo desperdicié mi oportunidad de estar a su lado, de hacerlos felices. Pero ahora tengo otra oportunidad para redimirme, para estar con ellos y recuperar el tiempo perdido.
Detengo el vaso a medio camino de mi boca. Estoy inmóvil con la mirada fija en el líquido. ¿Qué fue lo que acabo de decir? Devuelvo el vaso a su sitio y me permito ver a mi familia; alegre, sonrientes. El alma pareció volver al cuerpo de mis padres, ya no son las mismas personas que solían ser cuando yo no estaba —según Sam me contó.
Me llevo una mano al pecho, no porque sienta que estoy a punto de tener otro ataque, sino porque... esto que siento, esto que está pasando en mi interior se siente tan... tan bien, tan cálido. Yo hice eso, yo les devolví su felicidad y al mismo estoy siendo recompensado por ello.
Ese es el por qué. Dios me dio otra oportunidad para redimirme con mis padres, para recuperar el tiempo que perdimos.
Sin embargo, si es así... ¿por qué no me siento satisfecho? Es como si algo más faltara, como si esto solo fuera una parte del enorme rompecabezas. ¿Tal vez es por qué las cosas no están bien con Sam? ¿O por qué salgo con la ex de mi hermano? No, es ridículo. Quizá me siento así porque... porque todavía queda una persona a la que le debo pedir perdón, pero no tengo el suficiente valor para hacerlo. Mis hábitos no han cambiado mucho y sé que si se lo digo no me perdonará nunca; pero no voy a cambiar, es lo que soy. Este soy yo. Si no le gusta... allá ella.
De todos los pasteles de cumpleaños que he tenido este definitivamente le gana por lejos. Es de un solo piso y está decorado con temática de mi amada Las Vegas. Lo amo demasiado, tanto que no deseo comérmelo. Aunque en cuanto supe que el relleno era de mousse de chocolate y frutillas... ¡Al diablo todo! Repetí tres veces y les dejé terminantemente prohibido que comieran el cartel de Bienvenidos. Eso era mío pero estaba demasiado satisfecho como para comerlo.
La fiesta terminó a eso de las once y media y mis hermanos se fueron casi de inmediato. Yo, por mi parte, me apronté como si me fuera a dormir —sé que hago mal en no decirles a mis padres que tengo un baile esperando por mí, pero conozco a mi madre y sé que empezará con sus sermones. Es más fácil obviarlos— y me despedí de mis padres.
— ¡Aguarda! —Me detiene mi madre a mitad de la escalara—. Todavía no te hemos dado tu obsequio.
—No tienen por qué darme nada. Fue el mejor cumpleaños de todos, con eso basta.
—De ninguna manera. —Interviene mi padre, apareciendo con un pequeño paquete envuelto con un papel rojo—. Un cumpleaños sin regalos no es un cumpleaños.
Me extiende el presente y lo tomo un tanto intrigado. Están sonriendo y la curiosidad puede más que yo. Rompo el papel y entonces no sé qué decir.
Mis manos sostienen un portarretrato y en la foto aparecemos nosotros tres. Recuerdo cuando nos tomamos esa fotografía, fue hace como cuatro semanas a la salida del teatro. Nuestra primera salida juntos.
—Yo... no sé qué decir.
—No tienes que decir nada—dice mi madre, acariciándome el brazo—. Feliz cumpleaños hijo.
Hijo. Una palabra que antes no toleraba que me dijeran, ahora rogaba por escucharla.
Se despiden de mí y se marchan a dormir.
Coloco el portarretrato en mi mesita de luz y lo observo por un par de minutos en silencio. Luego busco en el armario algo para ponerme, me peino, uso colonia y me escapo por la puerta de la cocina. Tomo un taxi y en menos de quince minutos estoy frente a Five Floor. Stella ya está esperándome fuera, lucía bastante sensual con aquel vestido corto lleno de lentejuelas. ¿Ya mencioné cuánto amo su cabello pelirrojo?
Bailamos, bebimos y nos emborrachamos de lo lindo. No tengo ni idea de a qué hora nos fuimos del baile o cómo llegamos a su casa, solo sé que cuando desperté ella estaba recostada en mi pecho completamente desnuda.
La cama era un desastre, apenas una sábana nos cubría. Creo que eso es señal de que la pasamos muy bien anoche.
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