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Chapter XXX


Después de aquella noche las cosas no volvieron a ser iguales. Fueron mejores.

Despertar con ella entre mis brazos fue el mejor regalo que pude haber recibido aquella navidad. Nada de lo que me habían dado podía llegar a compararse. Sin embargo, no pude disfrutarlo por mucho tiempo. Sabía que mis padres estarían preguntándose por mí, y aunque saben que no siempre les digo en dónde me encuentro, resultaría bastante sospechoso el que me apareciera a las cinco de la tarde.

¿En dónde había estado? No tenía excusas. Así que apenas se hicieron las diez de la mañana me vi obligado a despedirme. Esta vez el beso de "hasta pronto" fue en sus labios y no en la mejilla.

Me las ingenié bastante bien con la mentira. Mis padres no sospecharon nada y me dejaron en paz por el resto del día.

He perdido la cuenta de cuánto tiempo ha pasado desde aquella noche. No quiero contar los días porque tengo miedo de desilusionarme, en mi ideal ya va casi un mes y medio y no quiero deshacerme de esa idea.

Hemos salido bastante con April desde que Dylan tuvo que marcharse por un asunto de trabajo a Boston. Fue como un haz de luz directo desde el cielo. Todo este período ha servido para que ella se dé cuenta de los sentimientos que albergamos, de cuán profundo son. Cada vez se convence más que tiene que terminar con Dylan, pero se rehúsa a hacerlo por teléfono y la entiendo. Todos los rompimientos que he tenido los he hecho de frente, mirando a la otra persona a la cara y poniendo los puntos sobre las íes.

De cualquier forma tenemos que ser bastante precavidos. Suelo acompañarla todos los días a su trabajo, pero últimamente debo dejarla a unas dos cuadras de distancia. Si no se imaginan la razón se los diré con mucho gusto: empieza con S y termina en amantha.

Está comenzando a molestarme lo chismosa y entrometida que puede llegar a ser mi hermana.

Generalmente hay ocasiones en las que se coordinan para encontrarse e ir juntas al trabajo. April ha rechazado varias invitaciones y esto pone a mi hermana en estado de alerta. Tanto que una vez la encontró espiando en la recepción. Supuestamente estaba esperando a un mensajero, pero April no se tragó el cuento: estaba esperándola a ella.

Por eso tengo que abstenerme de acompañarla a la puerta y de compartir el almuerzo. Todo para que la entrometida de Sam no se entere.

Estoy deseando que esto acabe de una vez. Quiero poder decirle a mi familia que April es mi novia, que hace más de un mes y medio estamos saliendo. Sin embargo, tengo que mantener la boca cerrada hasta que ella no termine con Dylan y dejemos un margen de tiempo para no levantar sospechas.

Por lo insufrible que es mi hermana y por su olfato para detectar mentiras y conventillo, supongo que sospechará de nosotros y nos cantará las cuarenta en cuanto digamos la verdad.

¿Y saben qué? Me importa muy poco. Soy feliz con April y lo que opinen los demás me resbala.

Sé que estoy haciendo mal las cosas. Que hubiese sido mejor esperar a que el asunto quedara zanjado con Dylan, pero seamos honestos, su relación iba en picada y ni un salvavidas podía mantenerla a flote. Iban a terminar tarde o temprano.

En todo el tiempo que hemos tenido a solas con April me propuse sacarle siempre una sonrisa. Durante la semana intento ayudarla con su trabajo —se me da más la parte fotográfica— para aligerar su carga un poco. De esta forma tenemos un espacio considerable para hacer lo que se nos plazca. La he llevado a cenar, al cine, a los bolos. Aunque después de que mi hermana pusiera su nariz en medio tuvimos que cortar las salidas...

¡Me rehusé a quedarme encerrado entre cuatro paredes!

En el auto la he llevado a conocer un millar de lugares que ni yo sabía que existían. Estamos más tranquilos a las afueras del pueblo, como cualquier otra cosa que quede a una distancia prudencial de Covington.

En una de nuestras salidas encontramos una estancia que funciona como museo de arte. Todos los fines de semana llega una nueva propuesta y la exponen por siete días.

El predio en donde se encuentra es enorme; cuenta con una granja, caminos para disfrutar de la naturaleza y un lago donde los cisnes acuden a menudo.

Creo que se ha vuelto nuestro escape. Vamos más de la cuenta y disfrutamos de nuestro tiempo a solas. Los árboles son los únicos que saben de nuestro secreto y no poseen boca para decirlo.

No puedo creer cuando ella está en mis brazos. Se siente irreal. Una fantasía.

Aprovecho cada instante a su lado. Beso cada centímetro de su rostro. La contemplo como si ese fuese el último día.

Me di cuenta de que gracias a que estoy vivo puedo estar así con ella. Primero mi familia, luego April. Esos deberían de ser la razón de por qué me dieron una segunda oportunidad, y aunque intento metérmelo a presión en la cabeza, todavía hay algo que no me deja en paz. Es como si hubiera una pieza faltante, algo que no permite que el rompecabezas se complete. Y a pesar de que intento ignorarlo, es tan grande el vacío que no puedo obviarlo.

Hago a un lado esas ideas y me permito disfrutar del momento. Con esto me es más que suficiente para estar agradecido. Sé que en un principio no lo creía, ahora me doy cuenta de que existe algo ahí arriba. Alguien que vio lo bueno que había en mí y me dio una oportunidad de cambiar. De ser una mejor persona.

Estoy eternamente agradecido y me parece que lo he honrado: no bebo, no me drogo, se acabaron las noches de locuras y el odio hacia aquellos que arruinaron mi pasado.

No puedo decir que todo está bien con mi hermana, pero ella no es importante en todo esto. Siquiera la veo en el rompecabezas.

Odio meter a Summer en la misma bolsa, pero se lo merece. He caído en la tentación de llamarla un par de veces y no responde ni una sola de mis llamadas. ¡Qué se vaya al diablo!

Espero no encontrármela cuando regrese a Las Vegas para la boda de la nieta de John. Sé que al menos ella no está invitada, solo Daniel lo está y me alegra de que así sea. Lo extraño y ya deseo verlo, como también a John. Me parece que es la única persona que me hace querer volver, de lo contrario nunca más regresaría.

Estoy ansioso de poder reencontrarme con él. Ojalá pudiera permanecer más tiempo y así rememorar nuestras charlas en el café. Al menos tendré la oportunidad de hacerlo una vez más antes de volver a Georgia.

Si no tuviera que dar la cara para decir que April y yo estamos saliendo, me quedaría en Las Vegas. Aunque ella ya sabe que en cuanto lo nuestro sea público, viajaremos a mi amada ciudad y le presentaré a John. Pasaré tiempo con mis dos personas favoritas hasta que se termine la licencia de April. Después veré si me regreso con ella, aún no lo he decidido. Debo recuperar el tiempo perdido con John.


La hora de la verdad llegó. April se enfrentará esta noche a Dylan y terminará con él. Siento no poder estar ahí (por ahí me refiero a después del hecho), pero la boda de la nieta de John es mañana y mi vuelo sale esta tarde. Espero que Daniel haya recibido mi mensaje y traigo consigo la llave de mi apartamento.

Toda mi familia vino a despedirse con excepción de April —ya nos habíamos despedido esta mañana—. Hubiese preferido que estuviera aquí conmigo, pero la entrometida de Sam vino sin razón aparente y ante cualquier contacto podría sospechar. No entiendo por qué está aquí, nadie la invitó. No me cae bien, yo no le caigo bien, ¿entonces a qué viene? ¿Quiere asegurarse de que ya no regrese? ¿Acaso tiene planeado estallar el avión?

Mientras estoy en el avión pienso en el viaje que hice hace ya varios meses atrás, cuando me dirigía a Covington para visitar a mi familia gracias a la apuesta que había hecho con John. No podía dormir, estaba inquieto, incómodo, pensando continuamente en el viaje de regreso a Las Vegas.

Planeaba permanecer poco tiempo con mis padres, fingiría estar más de un mes bajo su mismo techo y luego me largaría victorioso con alguna mentira bajo el brazo. Quería que John convenciera a todos de que dejaran de molestarme con el tal "milagro de Dios". De esa forma tendría una vida tranquila y seguiría aferrado a mis locuras nocturnas.

Qué equivocado estaba.

En todo este tiempo me he dado cuenta de cuán maravillosa puede ser la vida junto a las personas que amas. Todo se vuelve diferente, más brillante y acogedor. El mundo ya no está cincelado con manchas grises, negras y blancas. Las cosas tienen color; colores fuertes y preciosos. Te arrebatan el aliento y te hacen dar gracias por estar vivo.

Estoy regresando al lugar que por muchos años llamé casa, pero ya no lo siento así. Quiero detener el avión y regresar a mí hogar donde está toda mi familia, donde está April. El lugar que me hizo abrir los ojos y le permitió a mi corazón sentir de nuevo.

Miro las nubes por la ventanilla y me maravillo con el paisaje. La luz del atardecer se siente cálida sobre mi rostro.

Fijo la mirada en el sol a medio esconderse. Apenas puedo respirar.

Mis labios se contraen para luego estirarse en una pequeña sonrisa. Y entonces susurro:

—Gracias.


***


Me aseguro de abrochar bien los botones en la manga de la camisa. Tendría que haber usado unos gemelos, pero no los encuentro por ningún lado.

Camino en dirección al espejo y observo mi reflejo en él. Luzco bastante decente, por no decir ardiente.

Aseguro el nudo de la corbata tal y como mi madre me enseñó. Cojo el saco que hace juego con el junto; un bello azul marino que realza mis ojos.

Aliso cualquier arruga que pueda existir. Me miro de un lado, del otro, de frente. Sí, estoy presentable para una boda. Justo a tiempo para que Daniel me recoja.

Había llegado hoy en la madrugada y allí estaba él esperándome. Fue raro y genial al mismo tiempo. Lo extrañaba, sin embargo, antes me imaginaba que cuando volviera a verlo sería para nunca pisar un aeropuerto. Saldríamos por aquellas puertas y retornaría a mi vida en Las Vegas. Ahora guardo una vida totalmente distinta en otro lado y muero por regresar a ella. Estar aquí traer recuerdos maravilloso, pero de una etapa oscura. Los atesoro, mas no para volver a reproducirlos.

—¡Logan! —chilló Daniel de emoción al verme.

Nos fundimos en un abrazo. Parece que lo vi hace cinco años, cuando apenas transcurrieron nueve meses. Yo solo me iba por un mes...

Se dejó crecer un poco más su cabello rubio, pero el flequillo sigue apuntando al cielo. Apuesto a que no se ha rasurado en cinco días.

—Es bueno verte de nuevo.

—Lo mismo digo. —Se aparta y me observa con una sonrisa torcida. Está examinándome y creo saber lo que busca—. ¿Ahora Las Vegas se convirtieron en un destino turístico para ti?

Ríe con sentimiento.

—Encontré un verdadero hogar en otra parte.

Asiente y sonríe plenamente convencido. Así como él cambió yo también lo he hecho... tal vez más de la cuenta.

Abro la puerta y le veo con un traje gris y una corbata verde limón. Suelta un silbido al verme.

—Vaya, qué pinta. Lástima que solo vayamos a una boda.

Ruedo los ojos y lo empujo fuera.

—Muévete.

La ceremonia se llevaría a cabo en los jardines de un hotel, un tanto apartado del bullicio del centro. Había mirado varias fotos de la locación en mi teléfono y déjenme decirles que era fantástico. Un sueño para los amantes de las bodas.

Aparcamos en el estacionamiento destinado a los invitados. Como llegamos relativamente temprano pudimos elegir nuestro lugar sin problemas.

Apenas salí del auto vi a John aparecerse por la puerta de entrada del hotel. Parecía tener un sol en la mirada; sus ojos brillaban intensamente y no paraba de sonreír.

Lucía excelente, nadie diría que tenía una enfermedad terminal.

—¡Muchacho!

Subo la escalinata de a dos escalones y al llegar arriba lo estrecho entre mis brazos. Más que un amigo lo considero como mi segundo padre. Me alegra poder volver a verlo.

—Oh, Dios. No puedo creer que esté tocándote.

Río ante su comentario.

—Yo tampoco. —Me trago el nudo en mi garganta—. Es bueno volver a verte. ¡Y vaya que te ves bien! ¿Qué te están mandando los médicos?

John chasquea la lengua y sacude su mano para que me saque esa idea de la cabeza.

—Los médicos hacen lo que tienen que hacer, pero esto es gracias a mi familia. Y a ti, por supuesto.

—¿Yo?

—¡Pues claro! —Aprieta una mano en mi hombro, la otra sobre mi corazón—. Siempre desee tener un nieto con el cual compartir mis cosas. Y qué él también confiara en mí para contarme las suyas. —Se me acerca y hace una guiñada—. Creo que el encontrarnos en aquella banca nos hizo a ambos una mejor persona.

Los ojos me pican por culpa de las lágrimas. Es verdad, mi vida dio un giro completo después de haberlo conocido. Ambos nos embarcamos en esta aventura por aguas desconocidas para hallar tierra firme. Sorteamos tormentas, icebergs, y aunque nunca podamos deshacernos de la carga que llevamos, logramos encontrar una isla que nos mantuviera a flote por mucho, mucho tiempo.

Y lo mejor de todo es que sin darnos cuenta fuimos nosotros mismos la que la construimos. Cada acción dejó un grano de arena y luego otro, y otro. Al final, sin quererlo, la isla apareció ante nuestros ojos. Desembarcamos y al darnos vuelta hacia las olas las cosas se vieron muy distintas desde la orilla. Se veían mejor.

—Sabes que tú siempre serás como un padre para mí —contengo las lágrimas. John me sonríe con ojos cristalinos y para evitar un bochorno nos abrazamos con fuerza. Su mano golpetea mi espalda con cariño, yo en cambio la arrastro sobre su traje en pequeños círculos.

—Aquí huele a favoritismo.

Daniel llega justo a tiempo para cortar con las lágrimas. Me separo de John al tiempo que éste ríe con sentimiento ante el comentario de mi amigo.

—Yo lo conozco hace mucho más tiempo, ¿merezco un poco más de cariño no creen?

—¿Estoy oliendo celos? ¿Daniel Aquerman tiene sentimientos? —Me burlo y éste me golpea en el brazo.

—Será mejor que entremos —sugiere John y nos escolta al interior.

A diferencia de la boda de mi hermana la ceremonia aquí se llevaría a cabo en el exterior. El jardín era una locura. Enmarcando el área donde irían los invitados se desplegaban a ambos lados dos inmensos laberintos de arbustos. Los mismos estaban decorados con luces amarillas y flores color rosa.

La senda que conduciría a la novia directo al altar estaba hecha de un millar de pétalos blancos. La entrada estaba decorada con dos soportes de piedra que servían para sostener en alto una maceta del mismo material. Dentro descansaba un pomposo arreglo de flores rosadas y blancas.

El gazebo de metal que esperaba al final del recorrido se encontraba repleto de pomposas flores rosadas. Desde lejos, el candelabro de cristal, ubicado al centro de la estructura, parecía estar flotando entre medio de la enredadera de rosas. Y detrás, como cereza del postre, una fuente de agua creaba un arcoíris privado para la ceremonia.

Todo era fantástico, y a pesar de que John me dijo que la mayoría lo habían pagado los padres del novio, la familia de la novia no se quedó atrás. Ester tiene un gusto exquisito para el buen gusto. Y hablando de ella es una mujer sumamente encantadora. Podría pasar horas hablando a su lado, porque su calidez y amabilidad te invitan a hacerlo.

Se nota el amor que le tiene a John y cuánto se desvive por hacer que siga las reglas que dictaminó el doctor. Si no fuera por ella la salud de John estaría en picada.

A pesar de la locura su familia se toma un momento para acercarse a conocerme. Elis, su hija, sacó lo sociable de su madre y el carácter de su padre cuando las cosas no van según lo planeado. Cada tanto se disculpa y desaparece detrás de algún mesero o encargado, incluso correteó a un miembro de la orquesta para indicarle su lugar en la ceremonia.

Me deja hablando con su marido, quién trabaja en una reserva marina y sus anécdotas resultan increíbles. John se nos une todo el tiempo porque dice que las mujeres tienen todo bajo control. Para él todo está bien y prefiere mantenerse al margen de la situación.

—¿Vinieron tus hijos? —pregunto una vez nos quedamos solos.

Estamos en las puertas del jardín, la gente pasa ante nuestros ojos y se acomoda en alguna de las sillas disponibles. Hombres y mujeres en trajes oscuros se mueven de un lado al otro hablando por intercomunicador. La banda está afinando sus instrumentos y el novio ya se encuentra en escena. Su madre, sumamente elegante, le acomoda el corbatín.

John suspira con amargura.

—Elis les envió una tarjeta. Yo habría preferido que no pero... —resopla— yo soy yo. Alexander dijo que no vendría porque no tenían dinero para comprar el pasaporte —ríe con sequedad—. Dos días después estaba subiendo fotos de sus vacaciones en Nueva Zelanda.

»Christopher vino con toda su familia. Me alegra volver a ver a mis nietos y que estos me sigan queriendo como antes. Aunque no voy a mentirte, me desagrada el hecho de que esté aquí porque no se ha portado bien con su familia. Sin embargo, lo habría matado si no se presentaba. Vive a cuatro horas de distancia, sería ridículo que no pudiera asistir.

—¿Y qué harás? ¿Ya lo saludaste?

—Tuve que hacerlo. Me lo encontré sin querer de camino a la recepción. Fue como abrazar a un completo extraño...

—¡Papá! —Elis aparece por detrás de nosotros—. Ya casi está todo listo. Vayan a sus asientos.

Asentimos y mientras ella desaparece por donde vino, John y yo descendemos por la escalinata. Nos adentramos en el jardín y diviso a Daniel de inmediato. Hay un par de asientos vacíos a su lado, así que me dispongo a sentarme junto a él.

—¿A dónde creer que vas? —cuestiona John.

—¿A sentarme?

—Tú lugar es ahí adelante. —Señala con el dedo la primera fila de sillas, donde su esposa ya se estaba acomodando junto a su hijo.

—Pero yo no...

—Cierra el pico. Te dije que eras como un nieto para mí, y mi nieto se debe sentar a mi lado.

Sonrío. Me hace feliz que me considere alguien tan importante, pero temo que el resto no lo considere así. Camino con cautela hasta llegar a la primera fila. Ester me sonríe al llegar y me indica donde sentarme.

Ella parecía conocer los planes de John, mas su hijo y esposa no. Mientras Christopher me mira con desconcierto su esposa lo hace con mal genio, como si fuera un leproso que no debía estar rodeado de gente pudiente. Aun así le sonrío con falsedad y me regocijo con sus celos.

—Alguien no está contenta —canturreó en el oído de John. Él se ríe por lo bajo.

—Haz que siga siendo así.

—Dalo por hecho.


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