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Chapter XXVII



Siento que estoy cayendo, cayendo como Alicia por la madriguera del conejo; un túnel oscuro e infinito, con la diferencia de que cuanto más profundo caigo, la opresión en mi pecho crece una talla más. La angustia corroe mis huesos hasta convertirlos en polvo, arrasa con mis músculos, tejidos, y logra penetrar en lo profundo de mi alma. Percibo como se arrastra, como devora lentamente mi esencia; sus dientes afilados como puñales clavándose en mí, inyectándome con las más tormentosas emociones que un ser humano puede soportar. Me está volviendo loco, siento que en cualquier momento voy a perder la cordura.

Ya no soporto tanto dolor. Respiro y escucho a mis pulmones silbar.

Creía que una ducha me ayudaría a lidiar con todo esto, pero no encuentro consuelo. Estoy sentado en el resbaloso suelo, el agua chocando contra mi espalda, empapando mi cabello, mezclándose con mis lágrimas.

No lo entiendo. ¿Qué está pasándome? 

Me siento como aquella vez en la habitación de hotel; pensando en April, sufriendo por su recuerdo y casi otro ataque al corazón. Ya tomé dos pastillas antes de la hora indicada, no puedo seguir haciendo eso, de lo contrario moriré por sobredosis. Pero la verdad es que mi pecho duele tanto que ya no sé qué hacer para calmar el dolor. Más que un puñal, tengo una espada atravesando mi corazón, y con cada latido, el filo corta la carne provocando una herida más grande. Ya no duele, arde. Me arde el pecho, como si hubiese ingerido ácido, quemando lentamente lo que me permite estar vivo.

La odio. La odio tanto, porque aún tiene la habilidad de provocar esto en mí. Sigue destruyéndome, continúa haciéndome daño y ya no sé cómo hacer para detenerla.

Me cuesta entender por qué me comporto de esta manera. Dentro de mí, en lo más recóndito de mi pecho advierto un pequeño brillo, minúsculo e insignificante pero capaz de transmitir un sonido ensordecedor. Mis oídos logran escucharlo, mi cerebro intenta decodificarlo, pero lo reprime. Reprime toda traducción porque sabe que dolerá aún más. No tengo idea de lo que es, o tal vez no quiero reconocer lo que es. Solo sé que no deseo saberlo; quiero parar esta tortura.

Salgo de la ducha y cubro la parte baja de mi cuerpo con una toalla. Limpio el espejo del lavamanos y contengo el aliento. ¿Qué fue lo que me hizo? Pensar en ella solo me está matando, está acabando conmigo lentamente. No puedo dejar que nadie me vea así: pálido y ojeroso.

Golpeo el lavabo tan fuerte que creí haber astillado la porcelana. Cierro los ojos y mi cerebro invoca la imagen de Summer. ¡No! Ella no. Meneo la cabeza para alejar su recuerdo, no quiero verla. Jamás respondió mi mensaje... No le importo, ya no quiere saber nada de mí. Perdí a mi mejor amiga, a la única que puede entenderme, a la única que podría confesarle todo lo que está sucediendo y cuánto necesito de su apoyo.

John. Él tal vez sí podría ayudarme pero no me atrevo a contarle la verdad, ni siquiera sé si lo haría con Summer. Lo que hice no tiene perdón, fue una estupidez, estaba cegado por la venganza, por el odio.

Me cuesta trabajo cree cuán rápido una persona puede cambiar de opinión sobre algo. La detesto, me vengué por todo lo que me hizo... Y dos míseras palabras, dos, dieron vuelta mi mundo. ¿Cómo es eso posible? No debería importarme, no debería estar atravesando por todo esto... y sin embargo lo hago. No puedo evitarlo, me importa, me importa demasiado.

¿Por qué?



Bajo las escaleras con pereza, rascándome la cabeza y alborotando mi cabello. Fue difícil conciliar el sueño anoche, ni siquiera sé cómo fui capaz de dormir esas cuatro horas.

Mi propósito esa mañana era no pensar en ella, en lo que sucedió. Así por lo menos dejaría descansar a mi conciencia un rato.

A lo lejos escucho la voz de mi hermana en la cocina. Genial, tendría que soportarla. ¿Acaso no quieres vengarte de alguna otra forma?

Arrastro los pies con pesadumbre, cuando alguien llama a la puerta. Gruño por lo bajo y me arrastro en dirección a la entrada.

—Hola.

Mi mano aprieta la perilla con tanta fuerza que podría dejar la marca de mis dedos en ella. Mi cuerpo es una roca sólida, mis pulmones un adorno y mi corazón parece detenerse por al menos un segundo.

April.

Gracias. En serio, muchísimas gracias. De todo lo que podrías haber hecho tenías que incluirla a ella. Podría enseñarte otras tácticas de venganza si me lo permitieras, porque estas no son para nada gratas.

Ladea la cabeza y su coleta acompaña el movimiento. Una sección de su flequillo se corre, cubriéndole uno de sus ojos. Aparta el mechón de inmediato y soy capaz de ver la confusión en su mirada.

—¿Logan?

—¿Qué haces aquí?

Debí haber sonado más duro de lo que esperaba, ella se hizo para atrás al instante.

—Quiero decir... —me apresuro a corregir—, ¿Qué te trae por aquí?

—Se suponía que Sam debía recogerme en casa, pero no pudo y me pidió que viniera hasta aquí. ¿Está ella?

—No. Digo, sí. —Me volteo hacia el interior—. ¡Sam, mueve el trasero hasta aquí!

¡Cierra la maldita boca! —grita desde la cocina.

¡Samantha! —rezonga mi madre y río por lo bajo.

—Ya viene.

April asiente algo incómoda, veo como juega nerviosa con la correa de su bolso. Me tomo un segundo para observarla, pensé sufriría una resaca insoportable pero creo que me equivoqué. Espero que me pase la receta de lo que sea que haya tomado. 

—¿Quieres pasar?

Ella asiente y da un paso al frente. La atrapo entre mis brazos cuando le veo perder el equilibrio. Su cuerpo se siente tibio...

Se queda inmóvil, con su rostro enterrado en mi pecho y las manos aferradas a mis hombros. Creí que se había desmayado o algo por el estilo, no se movía para nada.

—¡Lo lamento! —dice de pronto y se aparta—. Desde hoy temprano me siento algo mareada.

—¿Tomaste algo?

—Sí —rasca su brazo nerviosa y aparta la mirada.

Bueno, tal vez sí quedaron secuelas...

—Logan... —Escucharla decir mi nombre me heló la sangre. Tragué duro e intenté prepararme mentalmente por cualquier cosa—. Gracias por haberme llevado a casa anoche.

Siento un calor subiendo por mi cuerpo hasta alojarse en mis mejillas. El corazón me late con más fuerza.

—No fue nada —farfullo.

—Lo digo en serio. La verdad es que no recuerdo qué sucedió exactamente, pero fue un acto muy dulce de tu parte... —Iba a decir algo más, posiblemente sobre haberla dejado en su cama, pero se contuvo y sus mejillas adquirieron color.

Las manos me sudan, mi corazón parece un tambor y la temperatura de mi cuerpo aumenta rápidamente. ¿Qué es esto? ¿Qué me está pasando?

—Bueno, creo que tu cultura alcohólica no es muy buena —río. ¡Sí, eres un genio!

April ladea la cabeza confundida. Yo finjo mostrarme de igual forma, como si me desconcertara su reacción.

—¿En verdad no recuerdas nada? —suelto un silbido—. Diablos, sí que te pegó fuerte el vodka.

—Yo...apenas fueron dos tragos.

Niego con la cabeza. Su rostro se torna ceniciento en un principio, luego parece un tomate. Tiene los ojos bien abiertos y puedo percibir la vergüenza emanando de sus poros. No puede concebir que se haya emborrachado, peor aún, en lo que habría hecho....

—Oh, Dios. —Cubre la mejilla con su mano, apenada—. Con razón tuve que... No tendrías que haberme dejado beber eso. —Me reprocha.

—¡Tú fuiste la que insistió! Lucías algo deprimida...

—¡¿Te dije algo?! —Dio un paso al frente, su nariz casi roza con la mía. Contengo la respiración, ella parece darse cuenta y retrocede al ver que rompió la barrera del espacio personal. Se masajea la frente por, muy probablemente, una jaqueca —. Algo... fuera de lugar.

—No —miento—. Éramos dos borrachos que se reían por cualquier tontería. Por cierto, tus zapatos...

Ella levante una mano en alto.

—Sí, lo sé —interrumpe— será difícil quitar las manchas.

  — Oye, ya que estamos, ¿podrías decirme qué tomaste para la resaca? Luces bastante bien.

Al parecer mi comentario no le cayó nada en gracia. 

Sam aparece con un bolso gigante y una pila de carpetas en los brazos. Me pega con el bolso y trastabillo hasta volver a conseguir el equilibrio. Le fulmino con la mirada pero ella ni se inmuta.

—Lamento la demora. ¿Nos vamos? —Rodea a April y sale por la puerta principal.

April la sigue, se detiene de pronto; cierra los ojos y se lleva una mano a la cabeza. Respira hondo y sigue adelante, no sin antes extraer las gafas de su bolso. 

Antes de que cierre la puerta ella se voltea a verme.

—Gracias.

Esbozo una sonrisa y asiento casi como si pidiera perdón.

Me recargo contra la puerta y exhalo con pesadez. Siento orgullo de mí mismo por haber zafado de ésta... A quién engaño, lo que hice fue de cobardes. No soy capaz de mirarla a los ojos y decirle la verdad, pero sí para mentirle. Qué basura.



Pasé todo el día fingiendo una sonrisa, riendo con mis padres, paseando por la ciudad para distraer mi mente.

Estoy cansado, disimular algo que no siento resulta difícil.

Ahora solo quería descansar. Dormir un poco y desconectarme de éste mundo, sin embargo, apenas me aventé sobre el colchón empezó a canturrear la computadora; era una llamada de Skype. Me levanto en contra de mi voluntad, no quería hacerlo, pero todo mi ser urgía por atender esa llamada. Leo el nombre de John en la pantalla y acepto.

Me siento tan feliz de volver a verlo...

Su cabello canoso estaba húmedo y peinado hacia atrás, asumo que recién había salido de la ducha. Lucía una playera con estampado de piñas, parecía listo para ir a la playa o a una barbacoa.

—¡Muchacho!

—Hola, John. ¿Qué onda con esa camisa?

—¿Te gusta? —Saca pecho y se pavonea con su nueva prenda—. Adivina quién me la regaló.

—¿Tú esposa? —Negó—. ¿Tú nieta?

—Su prometido.

Retrocedo, asombrado. John se ríe de me reacción.

—Lo sé, ¿no es cierto? Creo que lentamente está comenzando a ganarse mi confianza. Descubrí una faceta de él que mantenía oculta, una mucho más humana, en la cual no pretende irse con mi nieta y apartarla de mi lado.

—Entonces hallaste el por qué.

John ladea la cabeza y frunce los labios no muy convencido.

—Tal vez... supongo. Todavía tengo otros asuntos con mis dos hijos. Están volviéndome loco.

Asiento, comprensivo. Yo también estaba a punto de volverme loco, si es que ya no lo estaba.

—El otro día creí haber encontrado mí por qué —digo como si nada, John ahoga un grito.

—¿Y hasta ahora me lo dices? ¡Cuenta!

Me encojo de hombros, estaba dándole demasiada importancia a algo que no lo merecía.

—La relación con mis padres ha mejorado, los veo más felices, más... como si algo dentro de ellos hubiese vuelto a nacer. Creo que eso, venir aquí y mejorar mi relación, fue la razón de que me dieran una segunda oportunidad.

Mi tono de voz evidenciaba que no estoy feliz con el descubrimiento.

  —¿Pero?  

—Siento que está bien, que no me equivoco en lo que digo, pero no es lo único. Hay algo más, algo que no sé qué es y no me siento satisfecho.

—Según me dijiste tuviste muchos problemas con tu familia, tal vez no solo haya que solucionar las cosas con tus padres.

Me limito a asentir, pensativo, ¿qué otra cosa debía de hacer? Ya todo estaba bien con mis padres, con mis hermanos... bueno, no puedo decir que excelente, mi relación con Samantha no es perfecta, pero ni en sueños pienso arreglar las cosas. La detesto pero jamás le eché en cara las cosas, hasta que la muy bestia se pasó conmigo y le dije las cosas con puntos y comas.

El odio es mutuo, así que no creo que quede algo de "amor fraternal" entre ambos. Es una causa perdida, no sirve.

¿Qué me está faltando? Quizá sean mis amigos. Les debo demasiadas explicaciones, en especial a Summer, a quien le debería una inmensa disculpa. Pero me duele su indiferencia, jamás me llamó, siquiera muestra interés en mí. Me duele en lo más profundo del alma, pero no pienso dar el brazo a torcer; si ella se comporta como una perra, que lo haga, yo me encargaré de hacerle llegar mis disculpas. Si las acepta genial, y si no también.

—Luces triste.

La voz de John me sobresalta. Le miro con ojos bien abiertos, para luego suavizar mis facciones y regalarle una sonrisa.

Dicen que las personas mayores ven las cosas de una forma diferente, se percatan de detalles que los más jóvenes no pueden. Posiblemente porque ya vivieron bastante y tienen una perspectiva que personas como yo no podemos comprender. Me encanta, aunque en ocasiones me gustaría que su ojo de halcón fallara.

—¿Por qué lo dices?

—Porque siento que algo te está molestando y no quieres decirme.

Apoyo un codo en el escritorio y dejo reposar la cabeza en mi mano.

—¿Por qué me conoces tan bien?

Él se hecha a reír, sus mejillas se tornan rojas.

—Porque eres mi amigo... y me importas.

Odio el poder que tiene sobre mí. Es como una jeringa que me inyecta suero de la verdad, no puedo resistirme ante su poder, debo decir todo lo que sé, todo lo que me está matando por dentro.

Quiero omitir detalles que sé no le gustarán para nada. No quiero ver su cara de reproche, su sermón de adulto, ya tengo bastante conmigo mismo para que alguien venga a echarle más leña al fuego. Sin embargo no puedo, mi boca carece de filtro y digo todo lo que pasó. Intento hacer que vea cuán culpable me siento, pero ni siquiera tengo que fingir, todo es real. Así me siento por dentro.

Me mira fijamente, sopesando mis palabras, posiblemente pensando en la porquería de persona que soy. Y no le culpo, me doy asco a mí mismo, no puedo soportarme.

Termino y espero por una respuesta. Guardo silencio y miro a la pantalla cada tanto, esperando a que John diga algo, a que reaccione, pero se queda allí, recargado contra la silla y observando el computador atentamente. ¿Qué está esperando? Ahora es cuando debe hablar, decir que me equivoqué, que soy una basura, que no merezco vivir... ¡Lo que sea! Pero que me diga algo al menos.

—¿No piensas decirme nada? —pregunto yo, exasperado por su silencio.

John inhala y expulsa el aire con fuerza, mientras se acomoda en su asiento. Apoya los brazos sobre el escritorio y se acerca un poco más a la cámara.

—¿Qué opinas tú?

Alzo las cejas, me quedo mudo.

—¿Qué ya no te lo dije?

—Oh, sí, y me quedó bien claro. —Se aclara la garganta y acomoda unos clips de regreso a un pequeño recipiente—. Pero no me lo estás diciendo todo, mejor dicho, no estas siendo sincero contigo mismo.

—¿Cómo?

—No voy a reprocharte, no voy a cumplir mi función de padre, porque no me corresponde. —Su tono de voz me pone los pelos de punta, el estómago se me revuelve—. Sí, estoy decepcionado de lo que hiciste. Esa jovencita no se lo merecía, pero... veo remordimiento en tus ojos. Puedo sentir como la culpa te carcome y estarías dispuesto a cualquier cosa para dejar de sentirte así.

Asiento. Una vez más John vuelve a sorprenderme.

—Pero hay algo que me gustaría saber... —Sus enormes ojos azules penetran por la pantalla de la computadora y me escrutan el alma. Me siento saqueado—. ¿Por qué te sientes tan culpable?

Las palabras se trabajan en mi boca, resoplo. ¿En verdad está hablando en serio?

—¿Cómo quieres que no me sienta culpable?

—Yo no dije que no lo estés, solo digo que estas demasiado mal. ¿Por qué? ¿Por qué te importa tanto lo que le hiciste a esa joven?

—P-pues porque... porque... —Mi voz se apaga conforme las respuestas se escurren entre mis dedos. Nada de lo que se me ocurre puede justificar semejante dolor. Me quedo sin opciones y el sufrimiento todavía prevalece. No entiendo qué es lo que lo justifica, qué lo genera... Una parte de mi late, puedo oírla, está oculta entre las sombras. La mantengo bajo llave para no dejarla salir, pero el ruido es demasiado fuerte, no puedo ignorarlo así como así.

Es más potente que mi corazón, todo mi cuerpo tiembla ante su presencia. Late cada vez con más fuerza, golpea la puerta, la araña, intenta derribarla pero yo no se lo permito. Estoy luchando para mantenerla en su lugar, para que no estorbe.

Desconozco lo que hay allí dentro, solo sé que si llegase a averiguarlo ya no tendría control sobre ella... sería libre, y no sé qué consecuencias podría acarrear.

—Si mal no recuerdo una vez me contaste que ella te engañó con otro, y desde entonces no puedes tolerar su sola presencia. —Hace una pausa y su expresión denota incertidumbre—. ¿Por qué habría de preocuparte lo que le hiciste? Bien merecido se lo tiene.

Siento que mis ojos se saldrán de sus órbitas. ¿Qué diablos está diciendo?

—¿Qué? —Se da por aludido—. No comprendo por qué te sientes así por alguien que no vale la pena.

—April será muchas cosas, pero no se merecía que la embriagara para sacarle información.

—¿Y por qué no? —Golpea suavemente el escritorio con los puños, desilusionado—. Según lo que me dijiste estaría más que justificado. Te hizo daño, ¿qué de malo hay en que quieras pasarle factura?

—Pero no de esa forma, no así, no sabiendo que ella siente algo por mí...

—¿Y por qué te importa que ella sienta algo por ti? Me dijiste que está saliendo con un chico, y cito, "irritablemente apuesto". Lo que te dijo debió de ser en algún momento pasado o, como está mal con su actual pareja, ¿qué mejor que volver con su ex? —Ladea la cabeza y enarca una ceja—. Esa chica sí que sabe jugar a dos puntas.

—¡Cállate! —exploto. No voy a permitir que la denigre de esa forma—. No sabes lo que dices, tú no la conoces.

—¿Y tú sí?

—¡Por supuesto que sí! Y te prohíbo que hables así de ella.

John esboza una sonrisa de suficiencia, se cruza de brazos y se recarga contra el respaldo de la silla. Me observa, divertido, como si esto le diera gracia. ¿De qué se está riendo?

—¿Por qué una persona que dice despreciar a otra, termina defendiéndola con uñas y dientes?

No me había dado cuenta de que apenas me había puesto de pie, caigo sobre la silla, meditando las palabras de John. Temo a dónde llegará esta conversación.

—La amaba con toda mi alma, ella sabía que yo confiaba plenamente en ella. Ahora siento que le fallé. Ella me quiere, jamás pensó que le haría daño a pesar de saber que la odio. La lastimé... lastimé la poca confianza que me tenía, y lo peor de todo es que ni siquiera lo sabe.

John no parece del todo convencido con mi confesión, mejor dicho, veo que espera más de mi parte, pero no sé qué es lo que quiere.

—¿Le dirás la verdad? —habla, resignado con su idea anterior.

Meneo la cabeza.

—No soy capaz. Soy un cobarde. ¿Qué puedo hacer? Ya no quiero sentirme así...

John se aclara la garganta y aprieta las mejillas, sopesando su respuesta.

—Ya que no quieres decirle la verdad, ¿por qué no haces algo que enmiende el error? Pero algo bueno, algo que provoque que esa culpa se extinga y, si se lo hubieses dicho, el que ella te perdonara.

—¿Y qué puedo hacer?

—En eso ya no puedo ayudarte. Tú solo deberás darte cuenta, pero te doy un consejo, empieza por reconocerlo.

Frunzo el ceño ante aquello último. Quiero preguntarle a qué se refiere, pero alguien entra donde John, los ojos le brillan, se excusa y nos despedimos.

«Empieza por reconocerlo».

¿Qué me habrá querido decir?


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¿Qué le habrá querido decir? 

Broken by Lifehouse --- Pequeña canción para ambientarlas en el capítulo. 

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