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Chapter XXIX


Me senté en la cama al tiempo que mi madre abre la puerta. Demasiada felicidad para esta hora de la mañana.

—¡Arriba, arriba! —canturrea—. ¡Necesito que me ayudes a prepararlo todo! —Desaparece sin cerrar la puerta. Todavía escucho su voz lanzando órdenes por todos lados.

Suelto un sollozo y me desplomo sobre el colchón. Mis navidades nunca fueron así, podía dormir hasta la hora que quisiera. La cama se siente taaan cálida...

¡No te duermas! —vocifera mi madre desde abajo. Me sobresalto y levanto en un impulso.

Sí, definitivamente mis navidades eran mejores.

Doy un paso al frente y mi pie tropieza contra un bulto duro, pierdo el equilibrio y caigo al suelo. Alguien gruñe bajo mis piernas, me volteo y veo a Adrián durmiendo junto a mi cama, arropado en un sobre de dormir y cubierto con una manta.

—¿Qué diablos...?

Su cabello es un lío, se frota los ojos con el dorso de la mano hasta que siento que se le hundirán en el cráneo. Me sonríe al tiempo que se despereza.

—Buenos días, hermanito.

—¿Se puede saber qué haces durmiendo en mi habitación?

—No tengo dormitorio, el único lugar disponible era el sofá y no pensaba dormir ahí. ¿Sabías que mamá se levanta como dos horas antes? Si me hubiera visto ahí ya estaría de ceniciento.

Meneo la cabeza y ruedo los ojos.

—¿Sabes que hay un cuarto extra, cierto? 

—¿Y qué no lo has visto? ¿En dónde crees que mamá ha guardado toda la porquería que compramos para navidad?

¡¿Qué acaso nadie piensa ayudarme hoy?! —chilla mi madre desde abajo. Mi hermano y yo escondemos la cabeza entre los brazos.

Alguien toca la puerta de mi cuarto. Mi padre asoma la cabeza, aún vestía su pijama, creo que está en la misma situación que nosotros.

—Chicos, será mejor que bajemos o arderá Roma.

Cuando era pequeño recuerdo que la navidad era pura diversión: jugar en la nieve y esperar la llegada de Santa. En aquella época el trabajo de mi madre menguaba bastante, por lo que las cosas de ese entonces no eran tan alocadas como ahora. A medida que crecí las bodas comenzaron a abundar, o por lo menos el trabajo de mamá se hizo más conocido, por lo que diciembre solía (y suele) convertirse en un mes complicado. De cualquier forma Navidad es sagrado para ella y se rehúsa a trabajar.

Siempre esperábamos a varios invitados, a mamá le gustaban las fiestas grandes con mucha comida e invitados. Claro que conforme pasa el tiempo las sillas vacías se notan con más frecuencia. Ahora que estoy en casa extrañaré el doble a mi tía Juliette.

En fin, hoy vendrán los padres de mi madre, los hermanos de mi padre y sus sobrinos. También vendrán Sam y Jonathan, quienes optaron por pasar navidad en casa y Año Nuevo junto a la familia de él. Adrián por supuesto está invitado, según papá es sorprendente que este año no se aparezca con alguna chica.

Lo que sí me tomó por sorpresa es la presencia de April y Dylan. Según tengo entendido la mayor parte de la familia de April vive en Luisiana, y durante las fiestas el pasaje es un robo, por lo que decidieron quedarse en Covington. De momento optaron por pasarlo en su casa, junto a Dylan y su madre —siento pena por él, solo tiene a su madre en el mundo—. Y como mi madre dice "entre más mejor", decidió invitarlos a pasar las fiestas con nosotros.

¿Qué si me alegro? Por supuesto. ¿Qué si me alegro por la presencia de Dylan? En lo absoluto. Hay muérdago por todos lados y lo último que quiero es ver como se besan en frente de mí.

Me veo al espejo y examino por enésima vez mi atuendo: pantalones color caqui, camisa blanca y un abrigo de lana gris.

Peino con mis dedos un poco el flequillo hacia arriba. ¿Le gustará a April? Es la pregunta que ronda por mi mente.

Ya están los tíos abajo y si sigo demorando me cortarán la cabeza. Bajo las escaleras con una sonrisa y todos me reciben con un cálido abrazo. Hace cuatro años que no veo al resto de mi familia y había olvidado lo graciosos que eran. Mis primos están enormes, todavía recuerdo cuando cargaba al más pequeño en mis brazos. Ahora tiene 16 años.

Entramos a la cocina y mientras ayudo con la cena me pregunto qué estarán haciendo mis amigos. John pasaría en su casa junto a la familia de su hija y el prometido de su nieta. Esta noche habría costillas de cerdo.

Daniel me comentó que Cooper pasaría con su familia en San Francisco, mientras que él y Olivia optaron por quedarse en Las Vegas junto a otros amigos. En Año Nuevo viajaría a ver a sus padres.

Asumo que si hubiera estado con ellos sería otro año en que pasaría las fiestas con Summer. Su familia es muy amable y atesoro cada momento que pasé con ellos. Son geniales, por no decir increíbles. Nunca dejabas de reír.

Me pregunto qué les habrá dicho sobre mí. Qué mentira habrá inventado para justificar mi ausencia. 

Meneo la cabeza y borro su imagen. No tengo que pensar en ella, ya no más. Summer ya no es mi amiga.

Entro al comedor cargando una pila de platos y me encuentro a mi madre discutiendo con la abuela. ¡Será de Dios! Estas cosas pesan y estas dos solo se preocupan de la distribución de la mesa.

—¿Podrían discutir sobre la decoración después de que haya apoyado los platos?

—¡Oh, cielo! —dice mi abuela, avergonzada, aunque entreveo una sonrisa—. Claro.

Dejo los platos sobre la mesa y mis brazos se sienten mucho más aliviados. Escucho sonar el timbre y a mi hermana que casi se avienta sobre la puerta.

—¡Samantha! —reprocha Jonathan, quien al irse mi hermana quedó una estera de luces navideñas colgando en medio de la sala.

—¡Lo siento! —Sam regresa rápidamente y sostiene las luces para que Jonathan pueda seguir acomodándolas—. ¡Abre la puerta! —Me grita.

Ruedo los ojos y le hago caso solo porque soy el único que no está haciendo nada. Me asomo por la ventana y veo a April junto a su familia, Dylan y su madre. Doy un respingo y corro hacia la puerta. Mi mano se cierra sobre la perilla pero me detengo. Miro por encima de mi cabeza y frunzo la nariz. Estiro el brazo y arranco el muérdago que cuelga sobre la entrada, lo arrojo atrás del sofá y abro la puerta como si nada.

—¡Bienvenidos!



La noche comenzó una partida de Pictionary, en la cual me tocó ser pareja de Adrián. Me agrada que sea igual de competitivo que yo. Odio perder y Jonathan y Sam nos estaban haciendo puré. Al final fueron mis padres los que nos dieron una sorpresa, ganando las últimas tres partidas y coronándose como los reyes.

Luego de eso nos dirigimos a la mesa y comimos hasta hartarnos. Había tanta comida que se podría haber alimentado a un batallón entero. El batallón fueron mis tíos.

Mientras cenábamos la mesa se llenó de vida. Las historias de mis abuelos, las anécdotas de mis tíos y las ocurrencias del padre de April hicieron de la velada algo maravilloso. Ni siquiera la pasaba así de bien en casa de Summer.

Creo que tu familia puede hacer la diferencia.

He de admitir que cada vez que daba un bocado mis ojos se desvían hacia donde estaba April. Lucía un vestido de color gris con un lazo alrededor de la cintura. Me pareció un tanto fino, pero ella aseguraba que era lo suficientemente cálido como para estar dentro.

Se veía hermosa. No podía evitar que mis labios se curvaran hacia arriba cada vez que la veía sonreír. Mi corazón latía con fuerza, retumbando en mi cabeza. La sangre viajaba por mi torrente sanguíneo hasta acumularse en mis mejillas, obligándome a bajar la mirada o a enfocarla en alguien más. Dylan ya me había pillado viéndola, pero creo que no sospecha nada. Aun así no me arriesgaré.

Olivia me dijo una vez que puedes saber si una persona está enamorada de otra con tan solo ver su mirada. El semblante cambia, las pupilas se dilatan y los ojos brillan como las estrellas en el cielo.

Temía verme así frente a todas estas personas. ¿Qué pensarían de mí? No es que mis hermanos o April sepan lo que alguna vez hice, pero mis padres desconocen esa pequeña y no tan insignificante parte de mi vida. Y honestamente no quiero que se enteren. No me enorgullezco de eso.

Intento pensar en otra cosa pero cada vez que escucho su voz el pulso se me detiene. Muero un instante y regreso a la vida.

Es tan difícil ver a la persona que amas con alguien que no eres tú. Es un dolor que no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Se siente como un millón de cuchillos y vidrios cortando la carne del corazón, penetrando en lo más profundo de tu ser hasta desgarrarte el alma. Es un chirrido ensordecedor, me araña los oídos y siento la sangre escurrirse en mi interior.

Aprieto la servilleta con fuerza. Mi mente dice que aparte la mirada pero mis ojos no hacen caso, siguen las órdenes de mi corazón, y éste parece ser masoquista. Me quiere ver sufrir, ver cuán inalcanzable es April para mí, pero al mismo tiempo alberga la esperanza de que las cosas con Dylan se den vuelta. Que ella me acepte y corra a mis brazos.

Terminamos la cena y nos dirigimos de nuevo a la sala para beber algo de té y café. Continuamos charlando, mis tíos tienen anécdotas para todo. Mi madre habla con la madre de Dylan y la esposa de uno de mis tíos, parecen divertirse de lo lindo.

Voy a la cocina en busca de otra jarra de café. Me detengo en seco al ver a April besando a Dylan. Están fuera, en la barbacoa, abrazados y ensimismados... como los amantes que son.

Quiero ser él. Quiero sentir sus manos acariciando mi cabello, mi cuello. Mis manos alrededor de su cintura, ascendiendo por su espalda, ciñéndola contra mi cuerpo. Percibir sus labios sobre los míos y no limitarse a su mejilla.

Una grieta se me abre en el pecho. Los ojos me pican, arden por las lágrimas que empañan mi vista. Escucho los pasos de alguien a mis espaldas; son tacones y por el hedor de su perfume me doy cuenta que se trata de Sam.

—Oye, ¿en dónde está la ja...?

—Tú tráela. —Doy una palmada en su hombro y regreso a la sala, intentando borrar de mi memoria aquella imagen grabada a fuego.

La espera para la medianoche se me hizo eterna. Intentaba sonreír, de verdad que lo hacía. Había sido un comienzo excelente y me da rabia pensar que por esa estupidez todo se vino abajo. Desearía tener un poco de alcohol, cualquier cosa para dejar de sentirme tan miserable.

Fui a la cocina y de la despensa saqué uno de los vinos que estaban en la mesa. Agregué un poco a mi ponche de huevo y lo revolví con una cuchara. Sé que no debo hacer estas cosas, pero no puedo evitarlo, es más fuerte que yo.

Supongo que funcionó. No agregué lo suficiente como para quedar borracho, ni tan poco como para que no surtiera efecto. La medida justa para volver a sentirme bien, para interactuar y reírme como es debido.

Me la pasé genial, tanto que cuando mi madre saltó del sillón anunciando que la hora se acercaba, no podía creerlo. Mi padre descorchó la champaña y el de April le ayudó a servir las copas. Mi tío se encargó de repartirlas y una vez hecho salimos a la calle.

El paisaje estaba plagado de nieve y una gama multicolor de luces navideñas. Más familias se acercaban a la calle para recibir la navidad. Creo que en ese instante me sentí bendecido por estar aquí, con ellos, mi familia.

Los fuegos artificiales impregnaron el cielo nocturno. Alzamos nuestras copas y brindamos por una feliz navidad.

Miré al cielo cubierto de colores, sonreí y alcé la copa de nuevo.

—Feliz navidad, John.

Creo que desde los quince que no dibujaba ángeles en la nieve. Me sentí como los niños de la casa de enfrente. Jonathan, mi tío Alec  y sus hijos se sumaron. Sam saltó regañando a su esposo, éste la tacleó con el brazo y mi hermana se dio de narices contra la nieve.

Vi muchas cosas en mi vida pero ninguna me dio tanto placer como esa. Me doblé de la risa, sujetándome el estómago de tanto dolor. Los ojos me lloraban.

Me sentí mejor al ver que no era el único que se reía. Todo mundo lo hacía.

Los ojos de Sam apenas se veían de tanta nieve que le cubría los párpados. Jonathan no paraba de reírse hasta que una bola de nieve se estampó contra su cara. Ahora era Sam quien se mataba de la risa.

Comenzó una guerra en el jardín de la casa. Terminamos cubiertos de nieve, creo que se me coló un poco dentro del pantalón, pero, ¿qué más da? Me siento feliz.

Regresamos adentro y calmamos los ánimos. Mi hermana repartió café y bomboncitos para cada uno. Devoré el mío de un bocado y apenas mis labios se humedecieron con el café, mi tío exigió su regalo de navidad.

Supongo que la magia de "Vete a dormir que mañana verás los regalos que te dejó Santa" ya no corre más. Ahora todos somos Santa, y la verdad que prefiero los regalos ahora a tener que esperar hasta mañana.

Asumo que las madres obtienen más regalos por ser madres, ¿no? De lo contrario no entiendo por qué tienen más que uno.

Me concentré en los regalos de mi madre: un collar, un libro, un pijama, un vestido de lana gruesa y el mío: un álbum de fotografías.

Mis abuelos también tuvieron lo suyo, espero que mi abuela me preste ese masajeador de pies algún día. Obvié mirar a April y a sus padres, pero también recibieron buenos regalos. La madre de Dylan obtuvo una laptop nueva.

Jamás olvidaré el rostro de mi hermana al ver su regalo.

—En caso de emergencia —leyó el título, abrió la tarjeta y sus mejillas se ruborizaron. Me miró con ojos asesinos y aventó un cojín—. ¡Eres un inmaduro!

—¡Solo intento ayudar! Dijiste que por ahora no quieres hijos.

Después de la pequeña broma de los condones, le enseñé mi regalo de verdad: una agenda. No piensen que le daré algo mejor que eso. Adrián se merecía una buena colonia y se la compré solo porque demostró ser un gran hermano. El regalo de Sam no merecía gran parte de mi presupuesto.

Usualmente suelo recibir un total de tres regalos máximo, pero en esta ocasión me sentí especial. Mis padres me obsequiaron un nuevo lente para mi cámara, mis hermanos optaron por un perfume que venía con un set de espuma y loción para afeitar. Mis tíos me regalaron una caja llena de artículos interesantes. Deberé esconder esas dos pequeñas botellas de Whisky.

Los abuelos me regalaron un sweater (no tejido por mi abuela) y un par de auriculares. No es por alardear pero son mejores que los que tiene mi primo. 

Dylan y April me entregaron juntos su regalo. He de confesar que esperaba uno solo por parte de April, pero qué puedo hacer. Era una billetera con un colgante para las llaves del auto. Dentro había un collar al estilo militar, en la placa se leía el nombre de mi banda favorita.

—¡Gracias! —exclamé. No me lo esperaba y en verdad lo agradezco.

Dylan obtuvo un reloj bastante lujoso y una taza con el lema de "Hijo #1". April también tuvo muy buenos regalos, pero esperé con paciencia a que abriera el mío. No era la gran cosa, sin embargo, esperaba que fuera de su agrado.

No perdí detalle de su rostro. Abrió el regalo y perdió el aliento. Era un cuaderno de dibujo con la tapa garabateada y en medio podía leerse "Mi arte".

—Es precioso... —dice, los dedos por la tapa. Sonrío satisfecho—. Gracias.

Una vez hubo culminado la etapa de regalos, permanecimos unos minutos más conversando y luego mis tíos fueron los primeros en marcharse, seguidos de mis padres quienes debían de llevar a mis abuelos a su casa. Dylan aprovechó también para llevar a su madre de regreso a su casa, el cual sería un viaje largo. April insistió en que se quedara con ellos, pero ésta rechazó la oferta y le recordó que la esperaba en Año Nuevo.

—¡Ni sueñes que me subiré al auto contigo! —gritó la madre de April y me acerqué para ver qué sucedía. Al parecer Jerry, su padre, había bebido un poco-bastante y ahora el alcohol comenzaba a surtir uno de sus tantos efectos secundarios: el sueño.

—Laura, por favor, estoy bien. No tienes que hacer una escena.

—Ninguna escena ni que nada. ¿Qué pasa si te duermes mientras manejas? ¡Yo no sé ni cuál es el freno! Que nos lleve tu hija.

—Mamá, Sam iba a llevarme. No me puedo llevar el auto de papá...

—Yo los llevo —ofrecí, dejando a mi hermana con la palabra en la boca. Me observó con los ojos bien abiertos para luego entornarlos como dos rendijas.

—Logan, no tienes por qué...

—¿En serio podrías hacer eso? —intervino Laura, dejando a su hija con la frase a la mitad. Asentí y ésta sonrío, llevándose una mano al corazón—. Mil gracias, Logan. Sigues siendo todo un caballero.

Agacho la cabeza algo apenado. Recuerdo cuán bien nos llevamos; me alegra que, a pesar del tiempo, eso no haya cambiado. April nunca les dijo lo que hizo, de ser así estaría en un colegio de monjas. Es broma. ¿Qué padre quiere enterarse de eso?

Ellos creen que ambos terminamos en buenos términos.

Me doy la vuelta para tomar mi abrigo y las llaves del auto de mamá. Sam me observa con los brazos cruzados y una mirada acechadora.

—No te pases de listo.

—Solo me ofrecí a llevarlos a su casa.

Se me acerca, amenazante.

—No me refiero a eso.

Me golpea el hombro antes de marcharse. Se une a Jonathan y Adrián en la puerta, se despiden de la familia Walker y suben al auto.

—¿Nos vamos? —pregunto una vez estoy listo.

Mientras hago de chofer en el auto de los Walker, April va al frente en el auto de mi madre. Nos guía hábilmente hasta la casa de sus padres, a unos treinta minutos de mi hogar.

April abre la puerta del garaje y estaciono el auto dentro.

—Gracias, Logan —Jerry da palmaditas sobre mi hombro en forma de agradecimiento.

—No hay de qué.

Su madre se me acerca y planta un beso en la mejilla. Me abraza y luego se despide de su hija. Subimos al auto, pero April me pide que aguarde hasta que sus padres entren.

—Gracias por traer a mis padres —dice una vez nos dirigimos hacia su casa.

—No fue nada. Además, ahora mismo estaría solo en casa con un montón de helado en la nevera... Aguarda, no. Ya me estoy arrepintiendo.

—¡Cierra el pico! —ríe y me golpea en el hombro.

—¡Hombre al volante! —intento defenderme.

—Tienes suerte.

Aparqué en la entrada del garaje. Miro la casa un instante y me remonto a aquella noche, la noche en que me confesó su amor.

—¿Te gustaría quedarte un rato?

—¿Eh? —Estaba tan ensimismado que no me di cuenta que ya había abierto la puerta del auto.

—Que si quieres quedarte —repite—. Tengo helado.

Sopesé mi respuesta. A solas con April; no sería la primera vez, entonces, ¿por qué tengo tanto miedo?

—Sabes que el helado es una de mis debilidades.

Sonríe y salta del auto con alegría.

Otra vez sin poder besarla, abrazarla o decirle cuánto la amo. Creo que me adelanté al infierno, porque este es el peor de los castigos.


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