Chapter VIII
La expresión en el rostro de mi madre no tenía comparación. Parecía que era ella quien estuviera a punto de padecer un ataque. Mi padre, por otra parte, creo que estaba en shock porque apenas si pestañaba.
Les juro que quería llorar de risa por la cara de pasmada de mi hermana. ¡Le cerré la boca! Podré ser todo lo que ella dijo, pero mi versión suena como que he venido para pedir perdón antes de que la muerte llegue a mí.
— ¿Qu...? ¿Qué estás diciendo?
— Lo siento, pero los comentarios de alguien me cerraron el apetito.
Quise hacerme el ofendido solo para que molestaran a mi hermana. Me llenaba de regocijo saber que después de esto le vendría una fuerte reprimenda por todas las cosas que dijo. ¿Qué puedo decir? Me encanta ser el mimado.
Admito que aún seguía teniendo un poco de hambre, pero con su charla nupcial pude comer bastante y así no arrepentirme de dejar de lado un platillo delicioso. De cualquier forma, si las cosas siguen siendo como antes, mis padres acostumbran guardar lo que no se comió para el otro día, así que en la noche será mi oportunidad de oro para asaltar la heladera.
Me pongo de pie y comienzo a alejarme. Escucho como mi madre me llama, rogándome que me detenga y vuelva con ellos, pero yo me limito a hacer señas negativas, manteniendo una postura desanimada, de disgusto.
Cuando entré a la casa una sonrisa se dibujó en mi rostro al escuchar a mis padres gritarle a mi hermana.
Al entrar en mi habitación me sentí morir. La cabeza me dolía como si la estuviesen martillando y lo único que quería hacer era dormir. No había pegado un ojo en prácticamente todo el viaje de Las Vegas hasta aquí. Apenas puedo entender cómo sobreviví.
Fui al baño para lavarme los dientes y al volver me encontré con la figura de mi madre parada en el pasillo.
— ¿Podemos hablar?
— Ahora no. Estoy cansado.
— Solo un segundo.
— Dije que no.
— Lo que acabas de decir ahí abajo no es un tema para dejar para después.
Se estaba poniendo exigente y no iba a permitirlo.
— ¿Qué parte de "no quiero hablar de eso" no entiendes? Estoy cansado, tengo sueño, fue un viaje muy largo y lo último que quiero hacer es hablar de ese tema contigo.
— Pero...
— ¡Escucha! —Le interrumpí. Tenía que decirle algo, de lo contrario no me la sacaría de encima—. Tengo un amigo que me convenció de venir aquí porque piensa que Dios me dio una segunda oportunidad, y debo encontrar el por qué. Tengo en mente un millón de razones, pero él me sugirió que viniera primero con ustedes, así que si no funciona, si no encuentro nada, al cabo de un mes me largo. ¿Entiendes lo que quiero decir?
Su rostro de madre preocupada pasó a ser inexpresivo, aunque en sus ojos podía verse una chispa de severidad. Estaba enojada, lo sabía; la conozco.
— Tu hermana no estaba tan equivocada.
— No me importa si Sam estaba o no en lo cierto, solo vine por compromiso para demostrarle a todos que aquí no encontraré nada... tan solo recuerdos que intento borrar de mi mente.
— ¿Por qué cambiaste tan repentinamente? Tu padre y yo solo queríamos lo mejor para... —intentó acariciarme como anteriormente lo había hecho con Sam, pero yo no se lo permití. Corrí mi cara y retrocedí.
— Mentira. Cada una de las personas que hoy están aquí arruinaron mi vida.
— Logan...
— ¡No vengas a decirme que no es verdad porque lo es! Yéndome de aquí pude hacer todo lo que yo quería, todo lo que soñaba.
— Pero estas enfermo, así que tu vida no es tan perfecta como dices.
— ¡¿Qué más da?! Si tengo que morir lo haré sabiendo que pude hacer lo que me proponía, y eso, puedo garantizarte que no lo conseguiría estando aún con ustedes.
Me aproximé de forma amenazante y luego la esquivé para encerrarme en mi habitación. Sé que esto de fingir ser chico bueno y al segundo mostrar tú verdadero yo puede llegar a ser un tanto confuso, hasta chocante, pero prefiero haber dejado las cosas en claro desde un principio: los odio, así que espero que dejen de fingir querer ser los mejores padres porque nada de lo que hagan me hará cambiar de opinión. Me tratan como si todo estuviera bien, como si nunca me hubiese ido y esa no es la verdad.
Estoy aquí por compromiso, por una apuesta que hice con John, no por decisión propia. Así que espero que entiendan que no quiero estar cerca de ellos.
Pensé que tal vez podría soportarlo, pero me doy cuenta de que no podré hacerlo. Permaneceré aquí al menos dos semanas y luego me iré a mi verdadero hogar. Usaré todo este tiempo para pensar y escribir la historia que John me había pedido en caso de que él ganara.
No sé con certeza cuánto tiempo estuve dormido, solo recuerdo haber caído rendido sobre la cama y ésta me absorbió en el mundo de los sueños. La única noción que tengo es que debió de haber sido un largo tiempo, ya que fácilmente se puede ver por la ventana de mi habitación como la noche cayó en el exterior.
Me senté en el borde de la cama. El acolchado estaba algo desordenado al igual que las sábanas de abajo. Froté mis manos contra mi cara para lograr quitarme la pesadez que el sueño me dejó. Tomé mi celular y vi que ya eran las once de la noche, definitivamente me hicieron un knockout. Mis hermanos ya no debían de estar (gracias al cielo), y mis padres muy probablemente ya estaban acostados (sí, son personas que se acuestan temprano). El estómago me rugía como los mil demonios, y recordé lo de las sobras en el refrigerador, así que salí de mi cuarto y bajé las escaleras de puntillas. Antes de llegar a la planta baja la desilusión de ver una luz encendida tiró por la borda el atraco a la nevera.
¡Aquí todo mundo duerme temprano! Ya son las once ¿qué hacen aún despiertos?
Me aproximé con cuidado, escondiéndome detrás de la pared para que mis padres, quienes se encontraban en la sala, no pudieran verme. La televisión estaba encendida pero con el volumen bajo. Mi padre estaba del lado izquierdo jugando con sus manos, mientras que mi madre había subido los pies al sofá y se había abrigado con una manta. Bebían vino —rosado dulce a juzgar por el color—, y parecía que la conversación venía bastante seria.
— Nos detesta.
Gracias por remarcar lo obvio, mamá.
— No entiendo qué es lo que hicimos mal. ¿Soy un mal padre?
— Claro que no, cariño —le frotó el brazo para reconfortarlo—. Eres un increíble padre y has hecho un maravilloso trabajo. Solo que a veces uno parece no esforzarse lo suficiente.
— Si tan solo pudiera comprender sus razones tendría algo con qué aferrarme. Siento que estoy volando sin rumbo y por más que lo intente no sé cómo ir en la dirección correcta.
— Me dio a entender que está aquí solo por compromiso, no por decisión propia. ¿Te das cuenta de que tiene riesgo de morir y si no fuera porque alguien se lo pidió, no estaría aquí? Somos su familia y no pensó en nosotros. Ahora podría estar muerto y nosotros no saberlo.
— No creo que sus amigos hubiesen dejado que eso pasara. Mismo los médicos nos hubieran avisado.
Pues si fuese así nunca hubiera permitido que entraran a mi funeral. Tal vez me aparecería como un espectro y los asustaría para que no fueran a ningún lado. ¡Mi tumba no la pisan!
— Hay que intentar acercarse a él. Lograr que confíe en nosotros y que nos explique por qué nos odia tanto. Corre peligro de morir por vaya a saber las cosas que habrá hecho. No podemos quedarnos de brazos cruzados sin siquiera intentar recomponer nuestra relación.
— ¿Y cómo crees tú que logremos hacer eso? Por lo que me dijiste hoy prácticamente le faltó ladrarte.
— Es mi hijo aunque a él no le guste. Encontraré la forma de hacer que la relación que teníamos antes vuelva y no quede en el olvido.
— No sé como podamos lograrlo, pero sabes que tienes mi apoyo.
Me recosté contra la pared y exhalé por la nariz. Esto no era lo que yo quería. ¿Mis padres intentando hacer que vuelva a confiar en ellos? ¿En que nuestra relación sea como cuando tenía diez? Sí claro, sigan soñando. No pienso permitir que intenten hacer jugarretas ni nada por el estilo. Si no tienen idea de por qué los odio, simplemente retrocedan en el tiempo y vean lo que hicieron. No es tan complicado, es más, es demasiado obvio.
Tal vez lo mejor será acortar mi visita a una semana... y estar lo menos posible en casa.
La cena quedará para mañana, ahora no puedo aparecerme así como así porque empezarán con sus cosas raras. El estómago me duele, pero me trago lo que siento y subo de nuevo a mi habitación. Ahora que lo pienso tengo que escribirle a John sobre mi vida. No supe explicarle bien como usar Skype, así que quedamos por correo electrónico, aunque las llamadas también valen. Me vendría muy bien escuchar su voz, pero ya es tarde y conociéndolo bien sé que debe estar dormido.
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