Chapter VII
El corazón me galopaba en el pecho como un caballo salvaje corriendo libre por la pradera. Me resultaba imposible volver a estar frente a mi madre, la misma persona que hace no mucho me prohibía salir por las noches, cumplir mi sueño como escritor y, sobre todo, asfixiarme con su supuesto amor maternal.
Mi cuerpo era una mezcla de emociones, ninguna le ganaba a la otra, todas parecían llegar al mismo nivel. Rabia, desprecio, nerviosismo, angustia. Salir corriendo era lo único que quería hacer. ¿Por qué había sido tan tonto de aceptar la apuesta?
Comencé a sentirme algo incómodo. Me sentía como un completo idiota parado fuera de la casa de mis padres. Mi madre me miraba con ojos de ensueño, pero siquiera decía palabra alguna. Me costaba creer que aquel brillo que veía eran lágrimas.
— ¿Quién tocaba, Liz?
Esa voz me hizo apretar los puños. Mis ojos vieron por encima del hombro de mi madre la figura de mi padre entrando a la sala. Lucía el típico aspecto dominguero: fresco y relajado. Muy diferente a cómo solía recordarlo; siempre vistiendo traje y corbata.
Al verme su expresión fue idéntica a la de mi madre. Parecía anonadado, como si no pudiera creer que su hijo más pequeño estuviese allí.
— Logan.
— Hola —dije tajante.
Mi padre se aproximó a mi madre y ésta le miró por un breve segundo.
— ¿Qué haces aquí?
— ¿Puedo pasar?
Ambos se quedaron en lo que acostumbro llamarle "fase de estupidez" o "fase de idiotez". Ese lapsus de tiempo en el que nos vemos como verdaderos idiotas cuando una chica ardiente nos habla por primera vez.
— ¡Sí, claro!
— Pasa, por favor.
— Adelante.
Estaban nerviosos, lo sabía. Hablaban rápido, uno por encima del otro. No tenían ni idea de qué hacer o cómo actuar. Se hicieron a un lado y entré arrastrando la maleta conmigo. El interior de la casa no se veía tan diferente a como recordaba, más bien habían cambiado algunos muebles y la disposición de otros. Pintura fresca en las paredes y el mismo toque alegre y sofisticado de mamá.
Me quedé parado en la sala sin saber qué hacer o a dónde ir. Conocía la casa, no voy a negarlo, es imposible olvidarme de ella, pero sentía que no era correcto aventurarme sin permiso.
— ¡Por favor, siéntate!
Sentí la mano de mi madre en mi espalda y de inmediato me aparté de ella para sentarme en el sofá grande. Dejé la maleta junto a mí, mientras que mis padres se sentaron enfrente.
— Nos pone muy contentos verte de nuevo, hijo.
Hijo. Me molestaba tanto escucharle decir eso a mi padre.
— ¿Y a qué se debe esta agradable sorpresa?
Mi madre parecía extasiada. Creo que si nuestra relación fuese diferente ahora estaría saltando hasta en las paredes. Pero debo admitir que todo esto está saliendo completamente distinto a como me lo imaginaba. ¿Por qué no me odian? ¿Por qué no me exigen explicaciones? ¿Por qué me tratan como si nos viéramos todos los días?
— Pues yo... — ¡Diablos! ¿Qué se supone que debo decir? —. Vine aquí por un trabajo para la universidad de Codex...
— ¡¿Codex?! —exclamó mi padre sorprendido. Mi madre y él se miraron con una sonrisa estúpida en el rostro.
— Cariño, eso es maravilloso. ¿Cómo es que tú...?
— No voy a estar mucho tiempo en Georgia —les interrumpí tajante—, el trabajo es simple y no me llevará más de dos semanas —suspiré profundo. Lo que venía a continuación era sumamente difícil de decir—, y... Y quería saber si... ¿podría quedarme aquí por un tiempo?
— No tienes que pedirnos permiso, amor. Sabes que aquí siempre tienes a alguien que te recibirá con los brazos abiertos.
— Gracias, ma.
Dios. Como cuesta.
Hubo un silencio y por un momento pensé que moriría torturado hasta que mis padres se levantaron a la misma vez.
— Te mostraré en donde puedes quedarte.
— Mientras, yo iré a ver cómo va la carne. ¿Te sigue gustando la carne asada?
— Claro.
— ¡Estupendo! —dijo levantando los pulgares. Desapareció en la cocina en cuestión de segundos.
Mi madre comenzó a subir las escaleras y yo me vi obligado a seguirla. ¿Por qué no podían tener todas las habitaciones ocupadas? Quiero decir, tienen tres hijos, tres habitaciones vacías, pueden hacer lo que quieran con ellas. Sala de juego, de cine, un gimnasio. ¿Y por qué no un yacusi?
Me guió por el pasillo y en cuanto se detuvo al frente de una puerta sentí un frío recorrerme la espalda. Extendió su brazo al interior de la habitación, sonriéndome con dulzura. Yo me acerqué lentamente, pensando que en cualquier momento sufriría otro ataque. Estaba parado justo en mi habitación. La misma cama, el mismo color de pared, el escritorio, la biblioteca con algunos de mis viejos libros... ¿Cómo?
— Tu padre y yo siempre tuvimos la esperanza de que regresarías.
Debo admitir que faltaban la mitad de las cosas, en parte porque me las llevé y en parte porque algunas debieron de botarlas, pero de resto sentía que una parte de mí nunca había abandonado esa habitación. Muy probablemente esa debió de haber sido la idea. Tal vez no querían olvidarse de mí, pero no es mi problema, ellos se lo buscaron.
Me adentré con cautela y deposité la maleta encima del colchón. Era frustrante saber que no podría ir a un hotel porque mis padres tenían disponibilidad..., y porque parecían quererme.
Abrí mi maleta y comencé a sacar algunas cosas cuando vi de reojo a mi madre acercándose.
— ¿Te gustaría que te ayudara a...?
— Yo puedo solo —le miré con la misma frialdad con la que ella me miró el mismo día en que me dijo que no podría ir a Chadman. Pareció que algo se removió dentro de ella; la sonrisa se le borró y su mirada me recordó a la de un cachorrito. Me sentía como un padre castigando a sus hijos por traer bajas calificaciones o por hacer travesuras en algún lugar.
— En el armario hay sábanas limpias —me señaló el lugar con el dedo.
— Ya sé dónde queda. Es mi habitación, ¿lo olvidas?
— Baja cuando estés listo. Llámame si me necesitas —su voz parecía apagarse conforme iba terminando la frase. Siquiera esperó una respuesta de mi parte, salió de la habitación con la cola entre las patas.
— Lo dudo mucho —me permití decir cuando quedé completamente solo.
Intenté hacer el mejor esfuerzo por demorarme en desempacar, pero aunque volví a doblar toda la ropa antes de meterla al armario o a los cajones de la cómoda, no me llevó más de cuarenta minutos. Me dispuse a acomodar algunas de las cosas que había traído conmigo, como mi laptop, mis cuadernos de notas para cuando las ideas fluyen, algunos pocos libros y las cosas básicas para mi higiene personal.
Reorganicé varias cosas de la biblioteca, dejando los libros que traía conmigo en lo alto de la repisa. Básicamente la arreglé según mis gustos hasta que quedé satisfecho. Así como también lo hice con el escritorio.
Finalmente me dispuse a hacer la cama y para cuando terminé ya habían pasado más de treinta minutos. Miré mi habitación y dejé escapar un largo suspiro. Prefería quedarme aquí antes que bajar y tener que soportar las falsas sonrisas de mis padres. Juro que si sobrevivo mataré a John yo mismo.
Bajé las escaleras y me dirigí a la cocina guiado por el aroma a carne asada. Se me hacía agua a la boca de solo pensar en acompañarla con una buena ensalada multicolor y patatas con perejil y ajo. Asumo que la mandíbula casi se me separa del cráneo como a "La Máscara" en cuanto veo a mi madre preparar una ensalada de las que me gustan.
Hirviendo en una olla podía ver los trozos de papa entre la espuma. Y mi padre cortaba el perejil para luego depositarlo en un plato con ajo recién picado.
Moriré de depresión.
— ¡Ahí estas, Logan! Sabía que el olor a carne asada te atraería.
¿En serio? ¿Qué no se da cuenta de lo patético que suena? Estuve más de una hora en mi habitación. ¡Hola! Es para alejarme de ustedes. Dah.
— ¿Pensaban hacer patatas con perejil y ajo? —tenía que sacarme esta duda. Lo de la ensalada podía ser mera coincidencia, pero de los cinco siempre fui el que rogaba por las papas.
— Pensamos que podría gustarte. Siempre fue tu plato favorito.
— Sí... —me senté en un banco frente a la isla. Las piernas parecían temblarme. ¿Por qué eran así conmigo? ¿Qué les pasaba? ¡Reaccionen!
— ¡Oh! Tim, ¿me pasas de la heladera los pepinos?
— Sí, claro...
Al escuchar aquella palabra no pude evitar soltar un sonido de repugnancia. Mis padres se percataron de mi actitud y me miraron extrañados.
— ¿Qué?
— No me gusta el pepino.
— ¿De qué hablas? Recuerdo que te los devorabas cuando le poníamos sal y limón.
— Sí, pero ya no. No me gusta su sabor. Los gustos cambian.
Mis padres compartieron una mirada y luego volvieron a sus tareas. Comencé a sentirme incómodo. No me gustaba estar sentado allí mientras los veía cocinar. ¿Qué podría hacer? Mirar televisión no me apetecía, sentarme frente al ordenador tampoco. Tal vez tomar algo de aire fresco me vendría de maravilla. Estaba a punto de levantarme cuando mi madre me detiene.
— Logan, ¿te molestaría ir al mostrador por una jarra de cristal? Está...
— ¿Junto a las copas de la tía y la vajilla de la abuela?
— Exacto... — ¡Ja! La dejé sin habla.
Me levanté de la silla y salí disparado a la sala en busca de la jarra. Seguramente beberíamos jugo. Solo cuando había refresco servíamos de la botella. Mientras buscaba entre la vajilla me puse a pensar en lo raro que sería compartir la mesa con mis padres. Si ya la cosa era tensa no quiero imaginarme después. Odio el silencio. No me gusta comer y que solo se escuche el ruido de los cubiertos contra el plato. Cuando termine esto subiré por mi teléfono y auriculares para asegurarme de que haya música.
Encontré mi objetivo detrás de unos platos; los saqué con cuidado de no romperlos y extraje la jarra con éxito. Estaba devolviendo todo a su lugar cuando me pareció escuchar a un auto aparcar no muy lejos de allí. Dos puertas se cerraron y el murmullo de unas voces se hizo presente. Me apresuré a dejar todo en orden y me dirigí a la cocina al escuchar a mi madre gritar.
— ¡Miren quién está aquí! ¡Nuestra bella novia!
Puedo jurarles que el corazón se me detuvo al ver como mi madre acunaba el rostro de mi hermana. Traía unas pocas bolsas e intentaba quitarse al chicle de mamá para que la dejara poner todo en su lugar.
La puerta trasera volvió a abrirse y la figura de mi hermano apareció con una gran sonrisa. Mi padre se acercó para saludarlo y por un instante me sentí desfallecer. ¿Por qué estaban aquí? ¿Por qué tuvieron que venir? Ahora entiendo porqué no veía noticias de Adrián. Estaban aquí, preparando... ¿la boda de mi hermana?
Si hasta el momento sentía odio por mis padres, ahora el desprecio que habitaba en mí se liberó en cuanto mis hermanos se percataron de mi presencia.
——
¡Lamento la demora, pero finalmente regresé con la historia!
¿Qué les parece la actitud de Logan con sus padres? ¿Será igual o peor con sus hermanos? ¿Creen que ellos se comportarán igual que sus padres?
COMENTEN, VOTEN Y COMPARTAN.
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