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Capítulo XXII


Siento el escozor de la hierba rozando contra mi espalda. Intento moverme fastidiado por la picazón; un par de hojas crujen bajo mi trasero desnudo e irritan mi piel...

Desnudo. Dios, estaba desnudo.

Abro los ojos y encuentro la pelirroja cabellera de Stella descansando plácidamente sobre mi pecho. Ahora lo recuerdo, fue la mejor noche de toda mi vida. Ojalá le hubiera hecho caso a Cooper y Olivia antes, esa droga es la mejor... lástima que no recuerdo su nombre, es el mejor estimulante sexual que puede existir en el mundo.

Extiendo mi brazo en busca de mi inexistente reloj de pulsera. Ayer con lo apresurado que estaba debí haber olvidado ponérmelo, pero basándome en la posición del sol asumo que deben ser alrededor de las seis de la mañana. Será mejor que entremos ya a la casa si no queremos dar explicaciones de qué andábamos haciendo.

¿Se lo imaginan? Acabo de tener sexo con la novia de mi hermano por despecho. Nadie me creería, mejor dicho, nadie me entendería. Empezarían con eso de la moral y no sé qué diablos. No es mi culpa que Adrián no complazca correctamente a su novia, además ella fue la que me lo propuso, yo solo le seguí el juego... porque lo deseaba.

Stella es una mujer atractiva y haber tenido relaciones con ella fue como probar un pedacito de cielo. Jamás me arrepentiré por esto, siquiera si volvemos a intentarlo (porque sé que lo haremos).

Con delicadeza intento despertarla. Apenas mis dedos tocan su piel mi nariz recuerda el aroma a canela de su jabón corporal. Tan delicioso, tan adictivo que me dan ganas de besar cada rincón de su cuerpo.

Se despierta y sus intensos ojos verdes como la hierba me miran con una sonrisa aún más grande que la de sus labios.

— Hola, lindo —dice y sin previo aviso me besa en los labios.

Ya no logro distinguir el sabor de su labial. Me desilusiona saber que no guardé un poco de ese néctar; de ser tan goloso y no pensar en que más tarde podría querer de nuevo. Pero ya no importa, besarla es lo único que deseo.

Se aparta y sufro por su lejanía. Se acomoda en mi pecho cruzando los brazos, apoyando el mentón sobre sus manos y jugando con sus pies en la tierra. Me mira y sonríe al recordar los momentos maravillosos que pasamos juntos (al menos eso es lo que creo). Inclina la cabeza y aparta un mechón de mi cabello con sus dedos de porcelana.

— Estuviste estupendo anoche.

— Tú tampoco lo hiciste mal —digo sonriendo con travesura.

— Creí que no aceptarías. Tenía miedo de que creyeras que estaba loca.

— ¿Por la droga? —Ella asiente. Yo chasqueó la lengua—. Eso era lo de menos, un decorativo. Acepté porque tenía ganas de hacerlo contigo. Desde que te conocí estoy loco por ti.

— ¿En serio? —enarca una ceja y su tono de voz se vuelve jovial. Percibo el movimiento de sutil de su entrepierna contra la mía y me veo obligado a detenerla.

— En serio, pero ahora no. —Me muerdo el labio en reprimenda por lo que acababa de decir. En verdad deseaba volver a escucharla susurrar mi nombre, rogarme por más, embriagarme con su aroma tan íntimo y personal... Pero no era prudente. Ya estaba amaneciendo.

Stella hace un puchero y rueda sobre mi cuerpo para volver al suelo. Su cabello rojizo como la flama está enmarañado y lleno de hojas secas. Me acerco para ayudarla mientras se coloca el corpiño.

Nos apresuramos a vestirnos, aunque nos distraemos en el proceso. Dejamos las tonterías de lado y corremos de regreso a la casa. Entramos tratando de no hacer ningún tipo de ruido, subimos las escaleras y Stella se detiene frente a la puerta de la habitación de Adrián. Sigo camino lo más rápido que puedo para que nadie sospeche si llega a pasar algo, no obstante, algo me jala hacia atrás y al volverme me roban un beso.

Stella me sonríe con picardía y regala un guiño con el rímel ya casi extinto. Regresa a la habitación y se mete en silencio. Corro hacia la mía y cierro la puerta a mis espaldas. Espero escuchar contra la puerta algún sonido o algo que indique que la atraparon, pero no se escucha nada. Suspiro de alivio y empiezo a quitarme la ropa. La dejo un rincón para más tarde llevarla a lavar, me coloco el pijama y me tiro director a dormir.

Para cuando desperté las voces de los demás se escuchaban hasta por debajo de las piedras. En verdad, ¿ésta gente no respeta la privacidad? Gritan y ríen y hablan como si estuvieran en un concierto o algo parecido. Tomo mi celular para descubrir que apenas eran las nueve y cuarto de la mañana. Gruño y me levanto a regañadientes. Ya habían arruinado mi sueño y volver a dormir era imposible.

Busco ropa limpia en el armario y me dirijo directo al baño para darme una ducha caliente. Tengo suerte de que todos estén abajo y nadie me moleste.

Me doy una tibia pero refrescante ducha para espabilarme. Me quito toda la tierra y mugre que el bosque dejó en mi cuerpo y salgo limpio y reluciente. Seco mi rostro y con la toalla limpio el espejo del lavamanos empañado. En eso, mis ojos se encuentran con mi reflejo y contengo el aliento. Mi cuello está lleno de moretones y mi pecho rasguñado.

¿Cómo diablos se supone que voy a esconder esto? ¿Qué explicación voy a dar?

Hace demasiado calor como para usar bufanda.

Mierda. Antes no tenía que preocuparme de estas cosas.

Busco en el botiquín algo que pueda ayudarme a salir de este problema, cuando de pronto la puerta del baño se abre de improvisto. Mis manos se van directo a mi cuello para cubrirlo, pero su risa armoniosa me hipnotiza y sonrió como idiota, aflojando el agarre de mis dedos.

— ¿Problemas? —pregunta Stella cerrando la puerta a sus espaldas.

— ¿Qué haces aquí? —Articulo cuando logro salir de su hechizo—. Pueden descubrirnos.

— Tranquilo, todo mundo está distraído en la barbacoa desayunando. Además —se aproxima seductora—, cuando entré escuché la ducha y pensé que tendrías problemitas.

— ¿Problemitas? Soy un dálmata. ¿Cómo es que tú no tienes nada?

— Porque usé esto. —Me enseña sus manos que hasta el momento escondía tras su espalda y distingo embaces de maquillaje.

Suspiro de alivio y dejo que maquille mi cuello. La base y el polvo pueden ser muy eficaces cuando se quiere.

Antes de irse me besa con pasión. Yo le sigo el juego, pero tengo que detenerla cuando empieza a jugar con el nudo de la toalla que cubría mis partes íntimas.

— Ya vete o se darán cuenta de tu ausencia.

Me regala un puchero y sale sin más remedio del baño. Mientras tanto, me dirijo a mi habitación y busco alguna playera que cubra los rasguños en mis brazos. Una vez listo bajo a desayunar.


Ese mismo día regresábamos a Covington. Era un viaje largo así que apenas terminamos el desayuno nos pusimos en marcha.

Nadie sospechó de lo que había sucedido anoche, y la verdad que lo agradecí infinitamente. Antes de irnos Stella se me acercó y me metió en el bolsillo del jean una nota que tenía su número de teléfono y dirección; debajo me invitaba a ir a su casa cualquier día después de las nueve. Acepté la oferta y en todo el camino de regreso soñé con mis labios recorriendo su cuerpo.

Como la primera vez solo mis padres y Sam fueron por la misma ruta. Adrián se desvió por un atajo para llegar directo a su casa, mientras que Dylan se llevó a April a casa de su madre.

Después de varias horas de manejo llegamos a destino. En todo el viaje mi madre no mencionó palabra alguna, al menos no en mi dirección. No tengo problema con eso, es más, lo agradezco. ¡Finalmente hice que alguien de mi familia se callara!

Al llegar al hogar dulce hogar, cansado como estaba, decidí meterme a bañar para quitarme la pesadez de la carretera. Estaba tan exhausto que solo quería tirarme en la cama y acostarme a dormir. Hoy no habría noche en casa de Stella, principalmente porque según el Facebook de Adrián se quedó en su casa. Podría molestarme pero la verdad es que no, en realidad se lo agradezco. Es la excusa perfecta para no ir... aunque por dentro me muero de ganas de volver a estar con ella.

Me tiro en la cama no sin antes revisar por última vez mis redes sociales. Casi no he publicado nada... mejor dicho: no he publicado nada. De vez en cuando escribo alguna cita de algún libro o una canción, pero nada más. Las personas me preguntan qué me pasa, no es normal que esté ausente tanto tiempo. No respondo porque siento que no les interesa y porque no quiero que sepan la verdad. Sin embargo, siendo muy honesto, quisiera ponerlo así Summer lo sabría y me dejaría volver a entrar en su corazón. La extraño demasiado. Me duele el rechazo que me está haciendo. ¿Por qué no me devuelve la llamada?

Veo que publica con la regularidad de siempre, ¿y no es capaz de dejarme un mensaje? Dejé salir mis sentimientos, le pedí perdón por todo lo que le hice. ¿Qué más quiere de mí? Yo jamás le haría esto.

Y para colmo tampoco tengo noticias de John. Ni ayer ni hoy me llamó como había quedado. ¿Cómo se supone que tengo que tomar esto? ¿Ahora todo mundo me ignora? Ojalá tuviera un perro para no sentirme tan solitario.

El sueño comienza a vencerme así que decido apagar la computadora, de pronto Skype se activa y aparece en pantalla la foto de John con la opción de atender o declinar. Sin pensarlo respondo.

Ante mis ojos la pantalla se despliega y puedo ver a John con un par de gafas puestas observando la cámara. Dios, es tan bueno poder verlo de nuevo. Siento como si pudiera abrazarlo.

— ¿Puede oírme? —Pregunta inspeccionando la pantalla—. ¿Dónde me ve él?

A su espalda observo a una joven de cabello castaño que sonríe divertida.

— Ya está abuelo, solo háblale.

— ¿Cómo quieres que le hable? ¿Dónde está el tubo para hablar?

— Sal del solitario —dice su nieta acercándose a la cámara y haciendo clics con el mouse. De pronto, parece que mi cara surge en grande porque los ojos de John se abren con sorpresa y comienza a reír.

— ¡Logan!

— ¡John! —respondo con la misma euforia que él—. ¿Qué haces por aquí?

— Mi nieta me contó que existe esta cosa de skyp y puedes hablar viendo a la otra persona.

Skype —corrige su nieta con una risa al final. John chasquea la lengua y agita su mano para restarle importancia. En eso, Katie se inclina y mira hacia la cámara—. Hola, Logan.

— Mucho gusto... Katie, ¿no?

— La misma. El abuelo me ha hablado mucho de ti, bueno a todos en realidad.

— ¿Con quién están hablando? —Se escucha la voz de otra mujer acercándose.

Frente a la cámara aparece una mujer de cabello canoso y gafas pequeñas. Labios ligeramente pintados con un color oscuro y arrugas que marcaban su edad.

— ¡Ester! —Grita John con entusiasmo—. Él es Logan.

La mujer me mira por encima de las gafas y sonríe de alegría.

— Así que tú eres el amigo de mi esposo. ¿Podrías convencerle de que haga la dieta que le mandó el médico? No le hace caso a su propia familia y....

— ¡Silencio! —chilla John molesto.

De inmediato se desata una pequeña discusión que es disipada por Katie. Yo no paro de reírme hasta que ambas desaparecen y John vuelve su atención a la computadora.

— ¿Así que el rebelde de John no quiere seguir la dieta, eh?

— ¡Cierra la boca! —Resopla cruzándose de brazos—. Nadie se mete conmigo y la carne.

— Si el médico te quitó la carne por algo será.

Gruñe y agita las manos para hacer a un lado el tema.

— Solo olvídalo, ¿quieres?

Me recargo contra el respaldo de la cama y apoyo la computadora en mi falda.

— ¿Qué sucedió ayer? Estuve esperando tu llamada.

— Pregúntame mejor qué no pasó ayer —suspira con cierto enfado—. El imbécil de Alexander quiere volver con su esposa. Dice que ésta amenaza con suicidarse y no sé qué otras mentiras más. ¡Se está dejando manipular de nuevo! Esa idiota lo único que quiere es pegarse a él como una sanguijuela y succionarle todo el dinero. Si él se va, ¿quién va a pagarle las cosas? La señora puede romperse una uña si trabaja.

— ¿Por eso no me llamaste? ¿Estabas decidiendo qué hacer?

John se inclina hacia delante y apoya los brazos sobre lo que parece una mesa. Me mira con expresión cansada, agobiada. Siento que su vida está dando un giro de ciento ochenta grados y no sabe qué hacer con todas las cosas que le pasan.

— ¿Recuerdas que mi parte del trato era buscar el por qué debo aceptar al prometido de mi nieta? —Asiento y él continúa—. Luego se extendió al por qué debo perdonar a Alexander... y ahora parece que Christopher quiere aparecer en nuestras vidas de nuevo. A Elis le llegó una notificación a esa cosa de Facebook y de inmediato Ester estaba teniendo una también.

Inclino la cabeza confundido.

— Ahora parece que toda la familia quiere volver a reunirse, y yo estoy batallando en si decido perdonarlos por lo que me hicieron o no.

— Oh, no. Qué problema. Yo estaba igual hasta que alguien una vez me dijo que tenía que intentar, que Dios me dio una oportunidad de vivir para, posiblemente, enmendar mis errores del pasado.

Para cuando termino mi monólogo de burla, John me está mirando con las cejas y los labios fruncidos.

— Eso es jugar sucio.

— ¿Lo crees?

— Me da igual. Usa la basura que usé en ti una vez. El meollo del asunto es que las cosas se me están escapando de las manos.

— Dímelo a mí —recorro con mi dedo el contorno de mi laptop. Si tan solo supiera lo que pasó con April.

— ¿Tienes a más personas involucradas, eh?

Asiento. Por un lado está April, a quien quiero estrangular con mis propias manos. Tengo que borrar de mi corazón ese sentimiento estúpido que me hizo sentir, siquiera pienso mencionarlo. Pero me frustra porque no entiendo cuáles son sus intenciones conmigo.

Y por el otro lado está Dylan... a quien odio por estar cerca de April. Aunque ya dije que no debo sentir eso. Ahora tengo que concentrarme en saber qué vio en ella. La chica parece estar jugando a dos puntas y no quiero que el muy imbécil termine como yo.

— ¿Tal vez deberíamos terminar con esto, no crees?

Le miro sorprendido.

— Digo, las cosas se nos están yendo de las manos. ¿No deberíamos parar?

— ¿Por qué? Si me voy ahora lo más probable es que mi familia insista en que vuelva o busque una forma de hacerme cambiar de opinión. No podemos escapar de esto. La cosa es tan gran que ya no hay escapatoria.

Él asiente comprensivo.

— Tienes razón.

Sonrío para mis adentros. En circunstancias diferentes hubiera aceptado su oferta, es más, saltaría de alegría. John, el mismo que propuso la apuesta quería dar marcha atrás. La oportunidad de mi vida... y acabo de echarla para atrás porque no quiero perder la oportunidad de estar con Stella.

Debo ser el idiota más grande del mundo, pero si me voy no podré estar con ella y en verdad lo deseo.

— Oye, ya que estamos en esta cosa tan... complicada. ¿Por qué no alargamos el plazo, no sé, indefinidamente? —sugiero.

John se rasca el mentón meditando mi oferta. Cruzo los dedos esperando que diga que sí. Solo de pensar que podré estar con Stella todo el tiempo que quiera me pone caliente. Después veré como le hago para volver a Las Vegas.

— Me parece una buena idea. Hagamos eso.

Grito, río y festejo para mis adentros. Quiero explotar de la euforia que siento. Mañana mismo podré estar de nuevo en los brazos de Stella.


A la noche siguiente cumplí con mi promesa.  Y como la última vez fue la mejor experiencia que pude haber tenido. Con ayuda o sin ayuda de la droga me hace sentir que estoy en las nubes.

Al llegar a casa y encontrar a mi familia me hace pensar en la oferta que rechacé. ¿Por qué no me fui? Y entonces lo recuerdo, Stella es mi escape de esta realidad. Con ella me siento en otro mundo y aunque sea por un par de horas me olvido de todo.

Seamos honestos en Las Vegas no encontraría nadie como ella. Digo, quiero mucho a mis amigos... pero, ¡Dios!

Además estoy dispuesto a descubrir qué es lo que planea April. Juro que si está engañándome, si de verdad esas fueron sus intenciones desde el principio, Dylan nunca más volverá a estar a su lado. Haré que terminen y se vaya bien lejos. Que se quede bien sola y sufra por todo lo que me ha hecho.


Como todas las mañanas bajo a desayunar. Entré en la cocina y mi padre se encontraba cortando un trozo de pastel de chocolate.

— Buen día —digo para disipar cualquier incomodidad.

— Buen día, Logan. ¿Quieres un trozo de pastel?

Tomo la botella de leche del refrigerador y me volteo a ver la torta que mi padre está enseñándome. Se ve deliciosa pero me resulta demasiado empalagosa.

— Hoy paso.

Él se encoje de hombros.

— Como quieras.

Decidí prepararme un gran vaso de chocolatada. El olor a chocolate estaba jugándome sucio. Me dispongo a buscar algún tipo de comida que sirva para acompañar mi bebida, cuando de pronto se escucha el estruendo de una puerta y los gritos empiezan.

Mi padre sale corriendo y se pierde en el living. Lo sigo, tropezando con la madera enserada y sosteniéndome del respaldo de una silla para evitar la caída. Entonces los gritos aterradores se convierten en risas y chillidos de emoción.

¡Demonios! Casi me orino del susto. Respiro profundo para regularizar los latidos de mi corazón, todavía no he tomado mi pastilla diaria.

Me adentro en el living y veo al tumulto de gente gritando y saltando de alegría.

Mi madre abrazaba con fuerza a Sam hasta el punto de cortarle la respiración. Por otro lado, Jonathan y mi padre rodeaban a una muy sonrojada April, quien no paraba de sonreír. Adrián y Dylan también estaban allí con amplias sonrisas en sus rostros.

No entendía lo que estaba pasando y parecía que nadie iba a decírmelo. Observé un papel medio arrugado en las manos de Sam, pero me fue imposible leer lo que decía. Se movía tanto que las letras parecían líneas borrosas.

En eso, Sam se aparta de mi madre y nuestras miradas se cruzan. Su sonrisa no desaparece como creí que pasaría, en lugar de eso se me acerca y abraza sin previo aviso. Su contacto me toma desprevenido. ¿A qué diablos viene esto?

Mis manos tiemblan sobre el contorno de su cintura. No la toco, estoy inmóvil. Se separa y me mira con alegría.

— Gracias.

Ladeo la cabeza confundido.

— ¿Por qué?

— Lo hicimos —chilló contenta—. Nos aceptaron en la editorial.

— ¿Qué? —respondo atónito.

— Amaron tus fotografías. ¡Les encantó nuestro trabajo!

— ¿En serio?

Asiente entusiasmada y vuelve a abrazarme. De pronto, su contacto no me parece tan desagradable, es cálido y acogedor. Empiezo a disfrutar de la sensación... y entonces se aleja para volver con los demás.

— No, Sam, espera... —digo, pero ella no me escucha.

Mi mano inútilmente intenta detenerla, mas solo logra agarrar el aire frío. Me acerco con timidez buscando volver a sentir calor, buscando una solución al vacío que habita en mi estómago. Entro a lo que parece un círculo privado, algo de lo que no debería ser parte. Sin embargo nadie me impide el paso, nadie me dice que me vaya, siquiera sé si notan mi presencia. Siento que estoy siendo ignorado, que simplemente soy un ser invisible al que todo mundo atraviesa sin disculparse por la amarga sensación que dejan en mí.

Hace años que no pertenezco a esta familia, ¿por qué habrían de integrarme en esta ocasión? Jamás estuve cuando Sam y Adrián se graduaron, cuando Jonathan le propuso matrimonio a mi hermana, o en cualquier otro momento importante.

Giro sobre mi eje viendo en cámara lenta como todas las personas a mí alrededor son felices. Una familia.

Me detengo en seco al divisar a Dylan besando a April. Mi corazón parece hacerse añicos como un cristal. Creo que será imposible volver a unir los pedazos, son demasiado pequeños, demasiado frágiles. No los siento latir, he perdido a más de la mitad en las sombras y dudo encontrarlos si sigo de pie en este lugar.

Salgo de entre la multitud para volver a mi mundo. Necesito olvidarme de todo esto de alguna forma. Subo a mi habitación para cambiarme de ropa y antes de salir tomo mi billetera. En mi mente ya tengo el nombre del bar al que iré.

Busco al entrar a la sala las llaves del auto de mi padre. Los escucho tan entretenidos en la cocina que dudo que les importe que me lleve el coche. Frustrado por no encontrarlas opto por una caminata de aquí hasta el centro de la ciudad. No obstante, antes de salir por la puerta escucho la voz de Adrián llamándome.

— ¡Oye! —Dice para llamar mi atención—. ¿A dónde vas?

Me volteo obligándome a sonreír pero mi estado anímico no me lo permite.

— Necesito ir por algo de beber.

— ¿A esta hora de la mañana? —Su tono de voz me indica que a continuación vendrá el regaño.

— Mira, no tengo tiempo como para...

— Te acompaño —dice tomando su chaqueta.

Quedo mudo ante su respuesta. Él me mira confundido al ver que no me muevo. Chasquea la lengua y su mirada indica que comprendió la situación.

— Ayer terminé con Stella. —Arqueo mis cejas del asombro—. Ya no siento que haya algo que nos contacte.

«Porque me conoció a mí» digo para mis adentros.

— Lo siento —respondo y le doy una palmadita en el hombro para animarlo. En realidad estoy saltando por dentro. Hoy será una noche espectacular, me la pasaré consolando a la chica más ardiente. Y ya sé lo que haré para que se olvide del sufrimiento.

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