~ 50 ~
El coche se detuvo a una calle de uno de los edificios más altos de la zona. Jin sintió su corazón subir hasta su garganta cuando su chofer le abrió la puerta, permitiéndole salir del vehículo y emprender el camino hacia el lugar donde estaba su amado.
Se sostuvo con firmeza a las muletas, afirmándolas sobre la acera de empedrado con diseños en ladrillos blancos, perfectamente impecable. Sintió un escalofrío, y no supo distinguir si se debió al viento invernal que acarició su nuca, o a los nervios que estrujaban su estómago. Los árboles exponían sus raíces y ramas hacia lo alto, encerrados por cercas de asfalto. Las luces estaban encendidas sobre postes de hierro pintados en negros, con faroles que parecían antiguos.
—¿Desea que lo acompañe?
—No es necesario —respondió el castaño, volteando a verle con una leve sonrisa—. No te preocupes, Lev. Espérame justo aquí.
El hombre mayor de uniforme con guantes blancos asintió, servicial.
Jin se dio ánimos luego de un suspiro, y emprendió camino hacia el departamento de Taehyung.
Apenas si notó cuando, a paso lento, estuvo en el interior del elevador. Ver su propio reflejo en el espejo le hizo comprender lo nervioso que estaba, y fue consciente de la forma en que los latidos resonaban en su pecho a una increíble velocidad. Se acomodó levemente el cabello y la ropa, no quería lucir desalineado ante él. También sabía que no disponía de mucho tiempo, pues abordaría un vuelo en la madrugada junto a sus padres, y faltaban apenas un par de horas.
Revisó por milésima vez el mensaje de su amigo Jimin, quien le había enviado la ubicación del hogar de Taehyung, especificando además número de piso y apartamento. Presionó los labios y cerró los ojos, infinitamente agradecido con él por haberle hecho ese favor.
A continuación, las puertas se abrieron, y se quedó observando detenidamente la elegancia de aquel sector. El suelo estaba alfombrado, las paredes pintadas en azul marino, un marco dorado decoraba los bordes de un espejo rectangular ubicado justo frente a las puertas metálicas. Las luces se disponían en una hilera a lo largo de todo el pasillo, con un sensor de movimiento, y se percibía una fragancia agradable en el ambiente.
Era similar al lugar donde Namjoon vivía siendo columnista. Pensar que Taehyung estaba en un edificio así hizo que Seokjin se preguntara demasiadas cosas de golpe. ¿Qué tan diferente sería su vida ahora?
Avanzó con muletas en brazos mientras miraba todo el lugar. Distinguió una ventana mediana al final del corredor, por donde apenas si se veía la luz del alumbrado público exterior. Se detuvo frente a la puerta indicada, y suspiró.
El pánico lo atravesó como un rayo. No se sentía preparado para la reacción de Tae. Sabía de sobra que el rubito no se lanzaría a sus brazos, y temía no ser lo suficientemente fuerte como para soportarlo; ni para soportar que sus ojos mieles lo observaran con desagrado, o con confusión. No le llamaría Jinnie, mucho menos Cielo. ¿Cómo conseguiría hablarle sin romper en llanto?, ¿Cómo acallaría los deseos de tomar su rostro y besarlo en los labios tantas veces como pudiese?
Sacudió la cabeza, y antes de poder pensarlo más, tocó el timbre.
Sintió como si su corazón se detuviera en el instante en el que la puerta se abrió.
Y luego esa sensación cambió a una de confusión al ver quién estaba frente a él.
—¿Jungkook?
El pelinegro era quien estaba dentro, vestía un pantalón deportivo que sólo dejaba ver la punta de sus pies descalzos, una remera blanca suelta un poco desalineada, y su rostro no demostraba ninguna clase de sorpresa o emoción.
—Seokjin —completó, y su tonada bastó para que el castaño entendiera que no era bienvenido allí. Sin embargo, el de ojitos brillantes cambió su expresión a una sonriente—¡Jin hyung! —avanzó hacia él, y lo sostuvo rodeándolo a la altura de las costillas en un corto abrazo—. Me da gusto que estés a salvo —Jin estaba perplejo, desde luego que Jungkook no tendría ningún problema con él como ocurría en la realidad alterna, ¿cierto?—. Jimin dijo que querías venir. ¡Adelante! —hizo un gesto con su brazo, invitándolo a entrar.
—¿P-puedo? —preguntó con duda.
—Claro que puedes. ¿Por qué no querría que entraras a mi hogar?
"Mi hogar" el castaño avanzó despacio, su vista fija en el suelo durante algunos segundos. Se suponía que era el departamento de Taehyung, que Jungkook lo llamara "su hogar" solo podía significar una cosa.
—Gracias —murmuró, sin salir de su asombro.
—Puedes sentarte si gustas, debe ser incómodo tener que cargar con eso todo el tiempo —Jungkook acercó una silla hacia él.
—Sí... —Seokjin asintió vagamente, sus ojos ardieron y sintió que realmente necesitaba sentarse unos minutos.
—Afuera está haciendo frío, ¿puedo servirte algo caliente?
—Descuida, gracias —el menor estaba siendo demasiado atento, y eso no podía dejar de desconcertarlo. Se sentó, dejando las muletas a un lado, y luego volteó a observar el lugar, atentamente.
El suelo resplandecía en cerámicos negros, las paredes eran grises con rebordes blancos. No todas, una estaba pintada de dos colores divididos por una diagonal, rojo oscuro y mostaza. La entrada tenía nada más que un perchero a la derecha, una encimera llena de libros y algunos adornos. Las luces estaban sobre ellos en forma de focos pequeños y circulares distribuidos en grupos de a cuatro. Un desnivel conformado por unos cuántos escalones inferiores conducía al salón principal, desde donde pudo ver una pantalla de tamaño gigante enfrentada a un sofá azul. Había cuadros de pinturas abstractas decorando todo el lugar, una biblioteca llena de cuadernos y libros, y también una chimenea eléctrica. Jin se sintió abrumado, el lugar era mucho más grande de lo que esperó.
—¿Seguro que no quieres ni siquiera un poco de agua? Luces pálido —observó Jungkook.
Seokjin tragó.
—Agua estará bien.
El muchachito desapareció tras bajar hacia el salón y dirigirse hacia la izquierda, donde el castaño supuso estaría la cocina. Taehyung probablemente no venía de ningún pueblo rural. Su situación parecía ser totalmente diferente.
—Aquí tienes —el menor le extendió un vaso de vidrio en color amarronado, y Jin sólo pudo observar los distintos relieves que conformaban el diseño tan particular de aquel objeto.
—Gracias —musitó antes de beber de un solo trago todo el líquido fresco.
Jungkook lo observó con una leve sonrisa, Jin tardó unos segundos en notarlo—. ¿Qué?
—Afortunadamente, lo más serio parecen ser las muletas. Tú estás bien —Jin resopló una risa, incrédulo. Jeon preocupándose por él era algo que le parecía irreal. Lo estudió con cuidado, repasando su contextura, mientras sostenía el vaso entre sus manos. Parecía el mismo chico musculoso y arrogante, sólo que sin el cabello claro y sin esa actitud tan altanera. No tenía ni un rasguño, por lo que el castaño dedujo que no había estado involucrado en el accidente—. ¿Cómo te sientes? —preguntó ahora el menor.
—Quiero hablar con Taehyung.
Jungkook pareció contener una mueca.
—Supuse que vendrías a buscarlo — respondió.
—Estaba seguro de que él me abriría, porque éste es su hogar —Seokjin sabía que estaba siendo poco amistoso, pero no podía evitarlo. Sólo había una persona impidiéndole llegar al amor de su vida, y era el muchacho frente a él.
—Es mi hogar también —rebatió Jungkook, y esta vez sus labios se curvaron en una sonrisa ladeada.
—Quiero hablar con Taehyung — insistió el mayor, su voz tornándose más firme.
—No podrás hacerlo —el pelinegro le arrebató el vaso de las manos, y volteó para regresarlo a la cocina.
—¿A qué te refieres con que no podré? —hizo el intento por ponerse de pie, y cayó sobre su asiento por la debilidad en sus piernas.
—Él no está aquí ahora —contestó de forma despreocupada desde lejos.
Jin comenzó a perder la paciencia.
—¿Cómo que no está aquí? —espetó indignado. Cuando vio al joven bostezar con desinterés se molestó todavía más—. ¡Explícamelo!
—Hyung, de pronto pareces alterado —su tonada fue tan falsa, que Seokjin tuvo que sujetar las muletas y ponerse de pie para enfrentarlo.
—¡¡Dime en donde está Taehyung, ahora!!
—Calma, no es necesario que grites —hizo un gesto con las manos, sin mostrar nada más que desagrado—. Puedes volver en la mañana. Entonces lo encontrarás —ante la mirada furiosa del mayor, añadió—. Está trabajando.
—¿Trabajando, dices? —Jin se retrajo con confusión—. ¿Un domingo en la noche?
—Sí, ya sabes... Cuando te llaman, debes ir, no tienes opción —dijo Jungkook, encogiéndose de hombros—. Pero puedes volver mañana. Entonces podrás hablarle.
Mañana. Jin no estaría en Seúl para mañana en la mañana. Su respiración se agitó, nunca se planteó la posibilidad de no encontrarlo.
—¿C-cómo sé que no estás mintiéndome?
—¿Por qué te mentiría? —se defendió Jungkook—. ¿Quieres recorrer el departamento y ver que no está en ninguna habitación?, adelante, hazlo —extendió los brazos en un gesto obvio—. En este momento no hay nadie más que tú y yo.
Jin se extrañó ante aquella invitación, era evidente que el pelinegro no mentía. Retrocedió hasta dejarse caer en su asiento nuevamente, y trató de idear una forma de contactarlo. No podía marcharse de la ciudad sin verlo, eso estaba fuera de discusión.
—Necesito su número. Tengo que hablar con él.
—Buen intento, pero Taehyung no va a responderte. No puede hacerlo en horario de trabajo, lo sancionaron hace poco por eso.
Jin lo observó de reojo. Jungkook hablaba con cierto aire de inocencia fingida, y eso lo exasperaba.
—No me importa, lo intentaré de todas formas, así que dame su número —demandó seriamente.
El pelinegro se encogió de hombros en señal de rendición, Jin esperaba que se opusiera a dárselo, en cambio, le dictó dígito por dígito el contacto de Taehyung, mencionando además que había adquirido un nuevo teléfono. Lo primero que hizo el castaño fue llamar.
Tal y como se lo advirtió, la llamada entraba, pero el tono sonaba sin que nadie respondiera. El mayor sintió sus ojos escocer, la desesperación sólo aumentó.
—Te lo dije. Ni siquiera me responde a mí. Sus jefes amenazaron con despedirlo, así que más le vale no contestar.
Jin clavó su vista en la de él.
—¿En dónde trabaja?
—Oh, no te recomiendo que vayas a buscarlo. La relación que tiene con sus jefes es muy delicada en este momento. Si vas, le causarás problemas —argumentó el menor, colocando las manos tras la espalda baja.
—Dime en dónde trabaja.
—Lo siento, pero no. Tendrás que venir mañana.
Seokjin se puso de pie y avanzó en forma amenazante hasta detenerse frente a él.
—Jungkook, estoy cansándome de ti. Vas a decirme dónde puedo encontrar a Taehyung, y vas a hacerlo ahora —bufó poniéndose cerca de su rostro.
El pelinegro simplemente sonrió, apacible.
—¿Qué es tan importante que no puede esperar hasta mañana?, ¿Piensas que dejaría que un completo extraño pusiera en peligro el trabajo que tiene Taehyung?... Necesita el puesto. Y no dejaré que tú intervengas creándole problemas. ¿Te ha quedado claro?
—Bien. Encontraré la forma de averiguarlo por mi propia cuenta —lo desafió, aferrándose a las muletas para girarse y salir del lugar.
Jungkook fue más veloz y se interpuso cubriéndole la puerta. Lo sujetó por el cuello del abrigo y lo sacudió haciendo que Jin perdiera la poca estabilidad que tenía para mantenerse de pie.
—Voy a intentar explicártelo una vez más —amenazó, mirándole directamente a los ojos. Seokjin se estremeció, el gesto lo tomó completamente desprevenido—. No vas a ir a buscar a Taehyung, y no vas a crearle problemas. Lo que sea que quieras decirle deberá esperar —sentenció haciendo crujir los dientes—. Sal de aquí y regresa mañana, o sal de aquí y no vuelvas nunca —El castaño intentó zafarse de su agarre, y Jungkook le dio un fuerte empujón tirándolo al suelo, las muletas cayendo casi al unísono tras él—. Que no puedas caminar sólo es una ventaja más a mi favor, hyung —se mofó Jungkook, haciendo sonar los nudillos de su puño derecho contra su mano izquierda—. Nunca me ha gustado usar la fuerza, pero no temo hacerlo para proteger a quienes amo.
Jin se sintió vulnerable, inútil, desesperado. Sabía que pelear con Jungkook no lo ayudaría, por el contrario, sólo crearía más problemas. Necesitaba dejar de ser impulsivo y pensar en alguna forma de dar con Taehyung antes de abandonar la ciudad, verlo era su prioridad ahora. Pero mierda, estaba invalidado, sin información, y con el tiempo justo. Su corazón se encogió ante la idea de tomar el vuelo sin poder reunirse con él.
—¡¡Tú no lo entiendes!! —gritó con amargura— ¡¡Necesito verlo!! ¡¡No puedo irme sin verlo!! ¡T-tengo que hacerlo!... T-tengo q-que... —las lágrimas llegaron a sus ojos y apresuró a limpiarse, sintiéndose un imbécil.
Escuchó que el pelinegro frente a él suspiraba con cansancio.
—Lo siento —se disculpó, dejando de lado su rostro severo—. Quizás tengas razón, pero tú tampoco entiendes la situación en la que se encuentra Taehyung. Sólo intento protegerlo —explicó, antes de ayudarle a ponerse de pie y recoger sus muletas. Cuando Jin fue capaz de sostenerse por su cuenta una vez más, se alejó. Luego lo vio pasearse meditabundo—. Si soy honesto, no me gustaría estar en tu lugar. Sé que perdiste a alguien recientemente —su tonada fue neutral—. Era tu acompañante. y estaba ayudándote. Controlaba tus impulsos, te decía qué hacer y cómo. Sólo quería guiarte, ¿correcto?
Un escalofrío sacudió la espalda del castaño, mirándolo con desconfianza.
El pelinegro pareció sentir lástima por su persona.
—Lógicamente le tomaste cariño, y sé que lamentas más que nadie lo que le ocurrió. Debe ser muy difícil estar a su lado, y de un momento a otro, dejar de estarlo. Es una lástima la forma en que acabó.
—Jungkook... —Seokjin sintió sus pulsaciones aumentar. ¿Acaso estaba hablando de...?
—Yo también había perdido a alguien, ¿sabes?... Pero lo he recuperado, y soy muy feliz —sonrió—. Quizás tú también puedas recuperarlo. Tu amigo Namjoon podría despertar en cualquier momento.
¿Namjoon?
Había algo extraño. El castaño lo notó en la diversión de su mirada, en la forma tan superficial con la que estaba hablándole. Jungkook no parecía preocupado, ni tampoco demostraba tristeza alguna. Más bien parecía satisfecho, complacido... La perversidad en su voz era más que detectable. Una alarma se activó en su mente, y decidió que lo mejor sería salir de allí cuanto antes.
—S-será mejor que me marche.
—Excelente —asintió—. Le diré que viniste, y que regresarás mañana.
—Claro, gracias... —decirle que tenía programado un viaje en unas horas no estaba en sus planes. De pronto Seokjin pensó que mientras menos información tuviera el pelinegro sobre él, mejor sería. Logró acercarse hasta la puerta, Jungkook la abrió para él—. Contéstame una última cosa —el menor lo observó, esperando—. Taehyung y tú, ¿qué relación tienen?
Seokjin luchó para no alterarse al ver como una sonrisa burlona se curvaba en su rostro.
—Será mejor que se lo preguntes a él.
—¿Por qué no puedes decírmelo ahora?
—Porque no es conmigo con quien querías hablar.
—Ustedes s-son n-novios, ¿no es así? —hubiera deseado poder decirlo sin tanto temor—. Por eso están viviendo juntos, y dijiste que éste era tu hogar...
—Lo sabrás pronto —comenzó a cerrar la puerta, haciendo que el mayor se quedara afuera—. Cuídate, hyung. Fue bueno volver a verte.
El castaño lo observó una última vez. Tragó. Asintió con la cabeza, y luego salió del departamento.
Jungkook estaba actuando de manera sospechosa. No era el mismo chiquillo impulsivo que conoció como novio de su amigo Jimin, parecía ser exactamente lo opuesto. Su mirada frívola y calculadora, la forma en que medía sus palabras... Sus insinuaciones sin ir directo al punto.
Jin abandonó el lugar sin dejar de sentirse incómodo.
Su chofer aguardó pacientemente con el coche detenido, esperando escuchar la dirección a la que irían ahora. Pero el castaño se sentía abatido.
Le pidió ayuda a Jimin una vez más. Preguntarle si conocía el lugar de trabajo de Taehyung era su último recurso. Esperó, con un hilo de esperanza colgando de su corazón, y su mano apretando el teléfono con fuerza.
"Lo siento hyung. No lo sé"
♦♦♦
Natalie se preocupó por su paciente, quien no se molestó en disimular que había estado llorando.
Ella iría junto a la familia Kim, al igual que parte del equipo médico y los empleados.
Jin iba sentado junto a un enfermero. Ella lo vio sujetar su diario como si fuera lo más preciado del mundo. Nunca opuso resistencia mientras abandonaban el hospital, ni se quejó a la hora de abordar, pero era evidente que no quería ir.
No mucho después estuvieron en su destino.
Ella fue una de las últimas en bajar del avión.
Llevaba una cartera mediana en su brazo derecho, y tiraba de una maleta pequeña con el izquierdo. Un hombre se acercó, diciéndole que no se preocupara, y retiró su equipaje llevándolo junto con el de los demás.
Pensó que era extraño que no le permitiesen cargar con su propio peso, y luego divisó que más adelante, ni los padres de Seokjin ni él cargaban más que pertenencias pequeñas. Tras ella, en cambio, dos hombres de considerable altura empujaban los carros metálicos donde todas las maletas iban dispuestas una sobre otra.
Hicieron que subiera a un vehículo diferente al de los Kim, sus acompañantes eran el doctor de cabecera de la familia, dos enfermeros, el chofer que acompañó en la tarde a Jin, y dos mujeres que solían estar en todo momento junto a Mi Hwa.
Siendo una mujer extranjera, no había demasiado lugar para su voz. Natalie estaba acostumbrada a eso. Y también a que se detuvieran a observar sus ojos verdes, o la forma de su rostro, bajo miradas juiciosas. El mismo Seokjin había manifestado su descontento en cuanto la vio por primera vez.
El viaje duró unos veinte minutos recorriendo una autopista.
Natalie bajó y se quedó impresionada ante el inmenso lugar en el que viviría por los próximos días. Una mansión fue lo más apropiado que se le ocurrió ante lo que sus ojos claros veían. Estaba segura que podría contemplar los detalles en un par de horas más, luego del amanecer.
Siguió a una mujer por un pasillo alfombrado donde las paredes parecían ser de cerámico dorado en diferentes tonalidades, hasta el lugar que sería su habitación. Agradeció con una reverencia y volvió a quedarse perpleja ante las dimensiones de lo que se suponía no era más que "un cuarto de huéspedes". Observó un imponente escritorio junto a una biblioteca que llegaba hasta el techo, enfrentados a una chimenea. Hacia la izquierda, un descanso donde estaban un sofá frente a una pantalla plana que dedujo como el televisor, y recién varios pasos más allá, su imponente cama. Matrimonial, amplia, con un mullido almohadón rojo en medio.
No era la primera vez que viajaba por trabajo, pero sí la primera en que le asignaban todo tipo de lujos y comodidades. Se sentó en una esquina, casi sintiéndose invasora de aquel espacio. Continuó mirando en todas direcciones, intentando familiarizarse pronto. Alguien llamó a su puerta, y corrió para recibir su equipaje, junto a un juego de toallas limpias. Un servicio similar al de un hotel.
Definitivamente con lo que traía no conseguiría llenar los tres armarios que tenía en su cuarto, eligió el de la derecha, por estar justo frente a un espejo vertical.
Sabía que estaban en plena madrugada, pero tenía intenciones de hablar con Seokjin antes de que fuera a dormir.
Salió con discreción, y atravesó la casa con más inseguridad de la que hubiese querido. Aunque había bastante movimiento por parte de algunos empleados, ninguno se molestó en detenerla. Natalie maldijo igualmente, no sabía hacia dónde dirigirse para dar con su paciente. Temía que al preguntar, terminara ganándose un llamado de atención.
Subió por unas escaleras, dirigiéndose primero hacia la izquierda. Sus oídos detectaron una voz ahogada en sollozos, y a medida que fue acercándose la identificó como la del castaño. Presionó los labios con un poco de duda, y luego reunió coraje para llamar.
Sabía que Seokjin no estaba bien.
El llanto cesó de inmediato.
—Jin, soy yo —habló contra la puerta—. Está bien, tranquilo. Estoy sola. No le diré nada a ninguno de tus padres si no lo deseas, pero por favor, ábreme.
Nada. Ni movimientos, ni sonidos.
Brie pensó en rendirse, no podía insistirle así como así. El espacio para hacerlo era en las sesiones, por lo que giró sobre sus talones, y decidió regresar a su habitación.
Dio un salto al escuchar la puerta a sus espaldas, Jin apareció en el marco, con su pijama puesto, el cabello despeinado y los ojos hinchados.
Ella frotó las manos contra su falda en un gesto nervioso, sin saber qué decirle.
—Adelante —habló el joven, haciéndose a un lado, afirmado en las muletas. Natalie agradeció y con pasos cortitos y algo temerosos, volvió hacia la puerta, para entrar—. Supongo que nadie sabe que estás aquí —se limpió el rostro.
—No está permitido, parece —respondió mientras el castaño cerraba. Natalie contempló un cuarto todavía más grande al suyo. La familia Kim tenía un pasar bastante bueno. La presión por cumplir su objetivo aumentó de forma considerable. Ella tenía que hacer bien su trabajo.
—No te preocupes. Si alguien viene, diremos que estamos en una sesión.
—Pero no hacemos sesiones en la madrugada.
—Si digo que es una sesión lo es, porque aquí se hace lo que yo ordeno —dictaminó.
Natalie asintió, un poco sorprendida tras escucharlo usar un tono tan autoritario. Desvió la mirada, tratando de no darle espacio al pequeño aire incómodo generado, y entonces vio algo que atrajo su atención.
—¿Eso es un...? —preguntó al ver que sobre un sofá había una pequeña jaula.
—Un petauro de azúcar —respondió, volviendo con cuidado hasta conseguir sentarse—. Son dos en realidad, puedes acercarte si quieres —dijo al ver la sonrisa en su psicóloga. Ella avanzó despacio, sin despegar sus ojos de la jaula. Jin abrió con cuidado deslizando su mano, hasta que de una pequeña casita salió uno. Pelaje amarronado y blanco, ojos grandes y oscuros, y una naricita rosada que se movía olfateando el lugar. Tenía orejitas puntiagudas y una cola larga. Todo su cuerpito cabía en una mano de Seokjin, quién lo acarició tan solo con su índice—. Iba a alimentarlo, pero recordé que uno de los empleados ya lo hizo —explicó, mirando a su mascota con dulzura—. Ellos los cuidan. No vengo muy seguido a casa, los he extrañado.
Natalie se maravilló ante aquella adorable criatura peludita. No le importó que sus rodillas estuvieran contra el suelo por debajo de su falda, quería tocar al pequeño petauro. Jin sonrió con diversión al ver su expresión de entusiasmo.
Sin embargo, tan pronto ella acercó su mano, el animalito rehuyó trepando por el brazo de Seokjin hasta detenerse en su hombro. Natalie se desanimó un poco.
—Estuve a punto de tocarlo.
—Son huraños, no te sientas mal —replicó el de pijama—. Tiene que conocerte primero, luego tendrá confianza suficiente para dejarse acariciar por ti.
—Es muy bonito —dijo, volviendo a su expresión fascinada.
—Son muy delicados. Aunque quise llevarlos conmigo al mudarme a Seúl, entendí que aquí estarían mejor. Pensé que quizás dormirían, pero tan pronto llegué y encendí la luz, los vi jugando juntos.
—¿Qué hay del otro?
—Está escondido —rió un momento—. Son un poco diferentes. Odeng es más sociable, GookMool no tanto. Deben estar en pareja, si llegaran a separarse, acabarían muriendo de tristeza.
—Oh, es terrible —exclamó sin poder contenerse. Jin se encogió de hombros.
—Al menos se tienen el uno al otro —luego devolvió a Odeng a la jaula, antes de largar un suspiro.
Natalie lo observó unos segundos, parecía agotado y entristecido, justo como cuando abordaron.
—Así como yo, tus padres también están al tanto de que no querías venir —comentó, sus rodillas todavía sobre el suelo—. Tienen proyectado que completes aquí tu rehabilitación, posiblemente hasta fin de año, o quizás un poco más.
—No quiero quedarme aquí —soltó, atropelladamente—. No puedo hacerlo. Tengo que volver —esta vez la angustia se instaló en su voz, volviéndola quebradiza—. T-tengo que buscar a alguien... Quiero verlo. Lo extraño tanto... —No le importó romper en llanto nuevamente. Estaba desesperado. En un arrebato, le tomó una mano y la miró con súplica. Sabía que su palabra tenía importancia para su familia, si ella les decía que él había hecho progresos, podría conseguir que su estancia allí se redujera un poco. Tenía que hacerlo. Debía regresar a su hogar—. Ayúdame—rogó, con su agarre firme—. Tienes que hacer que regrese a Seúl. Por favor. Haré lo que me pidas. Te lo suplico... Ayúdame, Natalie.
—Jin, tranquilízate. Está bien... —intentó calmarlo, jamás lo había visto así. Seokjin estaba resignado a todo menos a reencontrarse con la persona que amaba. Hablaría con su psicóloga, con sus padres, con quien hiciera falta. Pondría más empeño en su rehabilitación, haría que los doctores lo felicitaran por sus avances—. Estoy aquí por eso. Para ayudarte —habló ella, sujetándolo también—. Si quieres volver, entonces haré todo lo que esté a mi alcance para que así sea.
—No lo entiendes. ¡Debo volver cuanto antes! —bajó la mirada, sus hombros se movieron al unísono—. Lo es todo para mí —admitió sobrellevado.
—¿Quién?
—Debo asegurarme de que está sano y salvo. No estaré tranquilo hasta comprobarlo.
—¿¡Quién!? —insistió ella.
—Él. Mi... —¿cómo llamarle si no eran pareja?.
"Él" bastó para Natalie.
—Jin, escúchame. Debes calmarte —lo sujetó por los hombros tras ver que seguía temblando—. Mírame. Necesito que entiendas lo que voy a decirte, ¿de acuerdo? —El castaño sollozó levantando la vista hacia la suya, intentando obedecerle—. Si quieres volver a Seúl, debes mejorar primero.
—No —negó con la cabeza—. No tengo tiempo para eso.
—No he terminado —lo interrumpió—. Una semana —dijo seriamente—. Es el tiempo mínimo. Una semana, a partir de mañana. Sé que suena como si fuera demasiado, pero ya has esperado hasta ahora. Ten paciencia y espera un poco más —Seokjin reguló su respiración tras escucharla—. Existen formas, pero mi posición debe ser creíble. Yo te ayudaré si tú me ayudas también. Tenemos que trabajar juntos, ¿de acuerdo?
Una semana. Jin sabía que no tenía nada mejor. Con sus ojos platinados húmedos, miró a su psicóloga, y luego asintió.
Lo que fuera con tal de volver a ver a Taehyung.
♦♦♦
El patio se cubrió de blanco, formado por un manto de grueso espesor sobre el césped. También se acumuló en las esquinas del techo, y sobre los barrotes de los balcones. El invierno volvía a embellecerlo todo con una intensa nevada. A pesar del frío, unas cuantas aves cantaban alegres, afirmadas al borde metálico de la fuente que estaba bajo el roble. El paisaje inmaculado tenía una belleza única. El silencioso amanecer invernal, en el cual los rayos dorados comenzaban a acariciar la frescura de la nieve, era una de las cosas más hermosas que alguien podía ver.
Seokjin continuó escribiendo en su diario.
"Taehyung ama el invierno. Le gustaría ver esto... Volví a soñar con él anoche. Es inevitable. Me gustaría que estuviera conmigo en estos momentos. Cuando estuvimos en el parque, lo vi jugar como un niño: sonriente, feliz. Fue cuando dijo que los árboles muestran su belleza natural sólo en invierno. Creo que ese día pude enamorarme de él un poco más. Después, regresamos a casa. Tomó mi mano con fuerza, mientras me recosté en el sofá. Y entonces..."
¿En el sofá? Jin recordaba a Tae a su lado, y cómo luego estuvieron juntos recostados en la cama. Pero, ¿qué había sucedido en medio? ¿Perdió el conocimiento y cayó desmayado?
No podía recordarlo
Volvió unas cuantas páginas, tratando de encontrar alguna línea donde hubiera mencionado el episodio del desmayo, pero no lo encontró. ¿Por qué?
"... Despertó a mi lado, y me abrazó con fuerza. También recuerdo que besó mis labios muchas veces, y pude dormir sintiéndolo en mi pecho. Nosotros siempre dormíamos así, con él acomodándose sobre mi cuerpo. Escondía su cabeza a la altura de mi cuello, mis brazos podían rodear su espalda por completo. Sus piernas se enredaban en las mías. Nunca fue incómodo. Nunca imaginé que necesitaría esa cercanía de alguien más para poder sentirme en paz."
Sin darse cuenta, volvió a soltar un suspiro.
Las últimas quince páginas hablaban pura y exclusivamente sobre Taehyung. Sobre sus hábitos, su personalidad. De la forma en que demostraba su amor, y lo mucho que Seokjin aprendió de él.
Se detuvo en una de las hojas, donde había remarcado aquellas palabras que el mismo Tae adjudicó a su personalidad, como advertencia.
"Terco. Egoísta. A veces insoportable... Pre juicioso (quizás). Distante al inicio, pero amante de los obsequios, y la atención. También dijo: No me hagas caso si llego a hablarte enfadado. No siempre tengo la razón."
Negó con la cabeza. Taehyung siempre iba a parecerle un ángel.
—¿Hijo? —Mi Hwa golpeó dos veces, antes de entrar en el salón donde Jin solía encerrarse a escribir.
Ya todos sabían que el castaño solía pasar bastante tiempo a solas. Había hecho del pequeño cuarto junto a la biblioteca su refugio de escritor. Tenía ventanales de vidrio inmensos, una chimenea encendida a fuego lento y todo un rincón de almohadones mullidos en colores pasteles. Jin también solía tener una tasa de café o chocolate junto a él y una manta sobre sus piernas. El sonido de la leña ardiendo era lo único que le daba algo de música a ese ambiente melancólico.
Para ese entonces había hablado con sus familiares diciéndoles que estaba escribiendo un libro. Su versión fue la misma que le dio a Natalie, y se sorprendió al tener buenas reacciones. Muchos estaban de acuerdo en que escribir era una forma sana de curar heridas emocionales.
—Hola, mamá —saludó con una sonrisa amable—. Buenos días.
—Otra vez has despertado temprano. ¿No te sientes cansado? —la mujer envolvió sus brazos en la túnica polar que tenía sobre los hombros.
—Para nada. Quería seguir escribiendo. ¿Quieres que te lea el último párrafo de esta hoja? —ofreció amablemente.
Mi Hwa sonrió animada. No quería entrometerse en lo que escribía su hijo para no resultarle invasiva, y aquella era la primera vez que él mismo la invitaba a escuchar su trabajo.
Avanzó un poco más hacia él.
—Será un placer.
Jin se enderezó y carraspeó antes de iniciar.
—Y recuerdo que la última vez, lo sostuve en mis brazos mientras sus manos rodeaban mi cuello. Aunque veníamos de estar bajo la lluvia, pudimos extinguir todo el frío y llenarlo con el calor de nuestros cuerpos. Siempre me he admirado de lo mucho que me conoce, lo sé por la forma en que me toca, por su ritmo al besarme... porque nunca pide permiso, sino que va directo al lugar. Al punto en el que se encuentran todos mis deseos. Sólo él sabe como satisfacerme. Sólo él puede llenarme y hacerme sentir parte de algo mucho más grande que una relación amorosa. Nosotros nos pertenecemos en un sentido más amplio que el físico o el sentimental. Y sé que cuando vuelva a verlo, y vuelva a tenerlo conmigo, estaré completo otra vez —hizo una pausa tras terminar, sintiéndose un poco avergonzado de leerle ese pequeño fragmento.
Mi Hwa sintió sus ojos arder. Su hijo poseía una sensibilidad extraordinaria, la que descubrió en él cuando apenas era un niño, y que todavía conservaba.
—Realmente lo extrañas, ¿No es así?
—Lo hago —admitió, volviendo su vista hacia la ventana—. No sé cómo voy a soportar su indiferencia. Intenté llamarlo pero no responde, también le escribí pero no parece que quiera contestarme. Debe estar muy confundido.
Un poco modificado, pero Jin compartió el relato de su relación con Taehyung. Lo describió como un chico menor que él, de sonrisa perfecta y de buen corazón.
Su versión era que habían mantenido una relación por un par de meses. Se aseguró de dejarles en claro que lo amaba con locura, y que proyectaba su futuro a su lado. El plan era presentarlo a la familia en las fiestas de fin de año, Jin lo tenía más que decidido, sin embargo... Sin saberlo, su novio viajaba en el mismo tren que acabó accidentado. Jimin fue quien se lo hizo saber. Jimin también lo puso al corriente de su estado. Taehyung tenía amnesia.
Se sentía mal por continuar mintiendo, pero no supo cómo más justificar su amor por un chico que no estaba seguro de que fuera a corresponderle. Sobre todo, su familia tenía que entender que sus sentimientos por el menor eran auténticos, y que batallaría hasta que ambos volvieran a estar juntos. Usar la excusa de un corazón afligido era creíble. Más, porque su preocupación y dolor, eran, en efecto, reales.
Teniendo su número, realmente trató de dar con él, pero el menor no parecía querer concederle ni un poco de su tiempo.
Seokjin sabía que no recuperaría todos los momentos compartidos con Taehyung siendo su novio, pero estaba dispuesto a crear nuevos y mejores recuerdos a su lado.
Antes de decírselo a sus padres y al equipo médico, Jin se lo hizo saber a Natalie. Ellos habían llegado a un acuerdo: Él hablaría con sus padres al respecto, y ella usaría esa información para hacer un diagnóstico certero y recomendar su regreso a Seúl. Las sesiones eran diarias, y Seokjin pudo sentirse más contenido tras compartir el peso que cargaba.
Escribía tanto como podía sobre la forma de ser de su novio, de los momentos que compartieron y lo que quería volver a vivir a su lado. Finalmente, lo que empezó siendo un supuesto libro producto de su imaginación acabó siendo una especie de autobiografía. Jin no dudó en decir que su personaje principal (Suga) era una fiel representación de su situación actual. Con algunos cambios, logró crear un argumento convincente. A menudo se escabullía a aquel rincón de la casa, y Natalie calmaba los ánimos diciéndoles que era bueno darle su espacio. Jin ciertamente necesitaba contención, pero permitirle tener momentos a solas también era importante.
—Lo habrías amado —sonrió con nostalgia, mirando a Mi Hwa—. Sé que es así. Cuando hablábamos sobre el momento de presentar nuestra relación, siempre se entusiasmaba. Incluso dijo que te traería un ramo de lirios —rió, para evitar llorar.
Ella lo siguió, un poco afligida al saber lo doloroso que debía ser todo el proceso para Seokjin.
—No conozco a Taehyung, es cierto. Pero hijo —posó una de sus manos acariciándole una mejilla—. Has dicho tantas cosas increíbles y buenas sobre él, que siento que ya es parte de ti. Por ende, también es parte de esta familia. Alguien que puede hacer tan feliz a mi pequeño, definitivamente tiene mi cariño y aprobación —sonrió mientras le acomodaba algunos mechones castaños—. Espero poder conocerlo pronto.
Seokjin afirmó, rebosante de emoción. Había escrito que, Taehyung, cuando estuvieron juntos en el cementerio, comentó que esperaba poder conocer a su madre algún día. Y que ahora fuera ella quien se interesara por hacerlo, lo volvía sumamente feliz.
♦♦♦
Sexto día desde que Natalie mencionó "una semana".
A lo largo de aquellos días, Seokjin pudo verla conversando con el médico de cabecera de la familia, y algunas veces también con los enfermeros. Era curioso notar la forma en que algunos gestos parecían dibujarse en los rostros de los demás cada vez que ella se acercaba. Jin no estuvo seguro sobre cómo etiquetarlo, pero prestando un poco de atención cualquiera podía verlo.
Recibió la visita de su hermano mayor, quien estuvo en casa nada más que un día. Le dijo a Jimin que todo estaba en orden, su visita podía programarse para cuando sus padres estuvieran más tranquilos. En realidad, esperaba poder verlo cuando estuviera nuevamente en Seúl.
Sus días habían sido muy tranquilos, contrario a lo que pensó primeramente.
Se habituó a pasar buena parte de su tiempo a solas. Otra fracción la compartía con sus mascotas, y una más con Natalie y sus médicos. Tenía muchas comodidades y los empleados que quisiera a su disposición. Mi Hwa solía llevarlo empujando la silla de ruedas por los jardines cuando el sol asomaba, para que pudiera sentir aire fresco. Contrario a Nam Jung y a Je Neul, ella quería asegurarse de que Seokjin se sintiera a gusto estando en casa, y cuidaría de él por las próximas dos semanas. No imaginaba que su hijo ansiaba regresar a su departamento.
Jin se sorprendió al encontrar paz en sus momentos consigo mismo. Poco a poco, la intranquilidad de estar lejos del lugar que consideraba su hogar fue disminuyendo. Del mismo modo, sus recuerdos ligados a Suga no eran más que relatos escritos a mano, que releía día tras día con tal de no olvidar todo lo que el guía hizo por él. Esperaba que su visita al padre de Yoongi le ayudara a generar nuevos y mejores recuerdos vinculados a su persona.
♦♦♦
Natalie le dijo que esperara en su habitación. Una vez que expusiera su recomendación, era deber del doctor de cabecera comunicárselo a Mi Hwa después de hacer una evaluación, y finalmente si todos estaban de acuerdo, se lo harían saber a él. Seokjin odiaba tener que ser el último en enterarse si sus esfuerzos habían dado resultados, pero rogaba que todo saliera como lo tenía planeado.
El estómago se le revolvía mientras aguardaba, sentado en el sofá mientras jugaba con sus petauros. Los había entrenado, así que si él les enseñaba su brazo, ellos saltaban, con sus pequeños cuerpitos planeando en el aire durante algunos segundos hasta acabar en la palma de su mano. Normalmente jugar con sus mascotas lo divertía, pero ahora no podía estar más nervioso.
Estaba recostado en su cama, cuando oyó que alguien llamó a su puerta. De un salto estuvo abriendo, no sin antes sujetarse a los muebles para no acabar en el suelo. Llegó a preguntarse si alguna vez podría volver a sostener su peso de forma independiente.
Contuvo una sonrisa triunfal tras escuchar por parte del ama de llaves que su madre lo esperaba en el salón principal junto a sus doctores, pues tenían un anuncio importante que darle. Jin se movió sobre las muletas casi bailando, su mente viajaba al momento donde podría regresar a su departamento, volver a echarse en su sofá rojo, desayunar en el mesón frente a la cocina y demás. Podría compartir mañanas de café con Jimin, y también trabajaría estudiando en el escritorio de su cuarto. Y lo más increíble de todo: Taehyung.
Aceptó el comunicado de su regreso con la mayor calma posible. Quiso saltar y reír como no lo había hecho en todo ese mes, pero el rostro de preocupación de su madre lo aturdió. Obviamente, Mi Hwa no podía sentirse bien sabiendo que Jin volvería a alejarse de su lado. Entendió, sin embargo, que lo mejor era no oponerse a su partida. Ella no podía quedarse en Seúl, por lo que esperaba que el castaño realmente mejorara una vez estuviera de nuevo en la gran ciudad.
—¡Natalie! —gritó mientras hacía un gesto con la mano. Fue suficiente para que el hombre que la acompañaba interpusiera un brazo deteniéndole el paso.
Ella sonrió, era gracioso comprobar cómo todos obedecían al joven dueño de casa.
Estaba a punto de subir al coche que la llevaría hasta el aeropuerto. Aunque fueran en el mismo vuelo, no viajarían en el mismo vehículo. Las maletas estaban cargadas, los papeles listos. Seokjin regresaría a vivir en su departamento, y ella volvería a su hogar, también en la gran ciudad.
—Creí que volveríamos a hablar en Seúl —comentó acercándose despacio, con su bolso en el brazo.
—Lo siento —se apresuró a disculparse—. Hice mi equipaje tan pronto como pude, pero no encontré momento para hablarte.
—Descuida —aunque sabía que no iba a escucharlo debido a que estaban en plena entrada a la mansión y rodeados por empleados, intuyó que Jin quería darle las gracias. Ellos no pudieron felicitarse y decir "lo logramos" o sería demasiado extraño—. Sabes, aunque tenemos que tratar la parte de la dependencia emocional... También creo que esto es lo mejor —continuó, intentando generar una conversación normal—. Espero que descanses bien, retomaremos las sesiones en tres días.
—Gracias —asintió sonriente—. Entonces... Te veré en tres días —agradeció que fuera ella quien extendiera su mano para finalizar esa despedida temporal. La estrechó con mucha más confianza que cuando lo hizo al conocerla la primera vez.
Aquellos ojos verdes parecieron brillar de entusiasmo justo como cuando la observó mirando a su petauro de azúcar. Supo que era su forma de festejar el pequeño triunfo.
—Hijo, al regresar a Seúl se te enviará una notificación para que evalúes su trabajo —le informó Mi Hwa, sentada a su lado en el coche mientras iban rumbo al aeropuerto—. También puedes solicitar que tu tratamiento continúe con otro especialista.
—¿Otro psicólogo, dices?
—Así es. A menos que especifiques que quieres a alguien más, ella permanecerá contigo —luego dejó de observar el paisaje para voltear a verlo—. ¿Qué harás?
Jin meditó un momento mientras miraba el diario que sostenía en manos.
—Me quedaré con ella.
♦♦♦
Miércoles, exactamente el segundo día de nuevo en la ciudad.
Seokjin le pidió a su chofer que aparcara a un costado. Nam Jung condicionó a su hijo menor a que tuviera que movilizarse por medio de un vehículo de la familia hasta que pudiera manejar y tener su propio coche.
El castaño le indicó al hombre mayor que aguardara a su regreso, y bajó tras rechazar su ayuda. Ahora podía hacerlo solo.
Se afirmó en las muletas, y comenzó a andar despacio, mirando todos los edificios. El sol del atardecer se filtraba emanando unos potentes rayos anaranjados, alumbrando el paisaje invernal y confiriéndole leve calidez. Las primeras luces nocturnas comenzaban a asomar.
Miles de pensamientos se abarrotaban en su cabeza. ¿Conseguiría verlo esta vez?, ¿Podría conversar con él?, ¿Cómo se presentaría?... Bien, ciertamente ya se conocían, pero la situación había cambiado. Su corazón latía desbocado. Sus manos sudaban y sentía la boca seca. Estaba quizás más nervioso que la última vez.
Venía distraído, cuando al alzar la vista divisó un muchacho de camisa roja cargando una bolsa, con la mirada fija en la pantalla de su teléfono móvil aproximándose desde la izquierda, justo desde el otro lado de la acera. Seokjin sintió sus ojos inundarse. Cabello ondulado, un pantalón claro suelto en la parte inferior, un caminar pausado y tranquilo...
Era él.
Por fin podía verlo, tras estar semanas enteras pensándolo. Taehyung giró hacia la izquierda una vez más, dándole la espalda. Su silueta parecía perderse caminando hacia el sol. El castaño apresuró su paso. Era indescriptible toda la emoción que estaba experimentando por poder verlo una vez más. Jin pudo observar un yeso en su brazo derecho, pero nada más que pudiera advertirle sobre su salud.
—¡Taehyung! —lo llamó con la voz ahogada, desesperada. Se detuvo a recuperar el aliento, su cuerpo entero temblaba.
El nombrado giró sobre sus talones, y Seokjin sintió que lloraría en cualquier momento por volver a tener esa mirada miel sobre la suya, cuando creyó que jamás sería posible. Los ojitos curiosos de Taehyung lo miraban con sorpresa.
—¿Seokjin?... —Incluso su nombre en aquella voz profunda era música para sus oídos.
El mayor todavía no terminaba de creer que lo tenía justo allí. El amor de su vida estaba sano y salvo, y su rostro hermoso exhibía unas mejillas levemente más rellenas. El primer pensamiento que tuvo fue que quizás no estaba enfermo, la sola idea lo llenó de alegría.
—Taehyung —repitió, con una leve sonrisa llena de alivio.
—¿Qué? —el menor alzó una ceja, mirándolo con desconfianza. Seokjin sabía que no debía, pero estaba a nada de lanzarse a sus brazos y besarlo en los labios para quitarse todo el nerviosismo que traía encima.
—Estás bien... —mierda, ni siquiera podía hablar sin que le temblara la voz.
—Sí. Y tú también, al parecer —Era evidente que no era una persona de su agrado. A la misma velocidad a la que se alegró, se entristeció. Le dolió recibir esas palabras con el mayor desinterés que jamás había oído. Pero no debía permitir que eso lo desanimara, después de todo, lo más importante era que estaba bien—. ¿Qué quieres? —Taehyung lo miró con impaciencia.
¿Por qué?, ¿Por qué sus ojos tenían que volverse tan frívolos de repente?... ¿Acaso estaba pidiendo demasiado al esperar un poco de brillo en esa mirada miel que tanto amaba?
—Yo, uhm —su voz se entrecortó—. M-me alegra saber que estás sano y salvo después de lo que pasó —dijo con sinceridad.
—Sí, qué gusto —el menor se giró para continuar, y Seokjin sintió que estaba muriéndose.
—¡Taehyung! —alzó una mano hacia él, rogando porque le concediera algunos minutos más.
El de cabello ondulado lo miró por sobre un hombro. Jin tuvo la impresión de parecerle un insecto.
—¿Qué? —demandó con un tono mucho más agresivo.
Como supuso, apartar los pensamientos y las emociones para poder hablarle le estaba costando demasiado. El menor lo estaba tratando como si fuera un estorbo.
—Escucha... —reunió impulso acercándose a él. No dejaría pasar esa oportunidad para disculparse debidamente—. Lamento mucho todo lo que pasó entre nosotros. S-soy consciente de que no hemos intentado conocernos antes y, uhm... E-En verdad espero que p-podamos volver a empezar... —sus ojos se volvieron vidriosos, hizo un esfuerzo descomunal por no flaquear—. Quiero volver a empezar —Era fácil leer las expresiones de Taehyung. Tanto, que Seokjin sólo pudo sentirse un poco más herido al comprobar que no escucharía una respuesta favorable—. ¿Qué dices? —preguntó igualmente, tratando de mostrarse animado.
El de camisa roja guardó el teléfono en el bolsillo de su pantalón, y de inmediato apartó la mirada con desinterés.
—Ten un buen día, Seokjin —se despidió sin esperar respuesta, retomando el paso.
No. No iba a dejar que se alejara. Todos los pensamientos de miedo y duda fueron reemplazados por una ferviente determinación. Aun si se trataba de la realidad de origen, sus sentimientos no cambiarían. Él lo amaba.
—Tae... ¡Taehyung! —gritó, su voz se tornó firme, y en vista de que no se detenía volvió a acercarse como pudo—. Es contigo. Quiero comenzar contigo —y sólo aquellas palabras parecieron surtir efecto.
El contrario volteó a mirarlo una vez más.
—¿Qué dijiste?
—Que quiero comenzar contigo —sus ojos se clavaron en los de él, y puso empeño en mostrarse seguro de lo que decía aun si todavía estaba un poco nervioso—. Nosotros podemos hacerlo, Taehyung —insistió, quizás sonando más esperanzado de lo que debía.
—No —el menor soltó su respuesta sin cuidado alguno—. No podemos —sus ojos parecían desprender rabia, era extraño verlo tan molesto—. Y no hay ningún "nosotros" —aclaró, dando por finalizada esa extraña conversación.
Seokjin se tragó las lágrimas. Suga no se había sacrificado, y él no había vivido quince días en una realidad alterna para que las cosas acabaran así. Puso un anillo en su mano, besó sus labios incontables veces y lo amó con locura. Durmió a su lado, secó sus lágrimas y se refugió en sus brazos muchos días como para simplemente olvidarlo. Sobrevivió, perdió a su mejor amigo y quedó con numerosas secuelas después de haber experimentado ese suceso tan catastrófico.
Le hizo una promesa. Y por supuesto que iba a cumplirla.
—¡Lo voy a hacer, Taehyung! —gritó desistiendo de seguirlo. Estaba tremendamente equivocado si pensaba que con una actitud distante iba a alejarlo. Lo vio caminar sin detenerse, con un único gesto de sujetar mejor la bolsa que cargaba—. Lo único que falta es que me ames —murmuró para sí mismo, sus ojos grises fijos en su espalda, mientras el menor se perdía en el atardecer.
Seokjin estaba decidido a conseguirlo. Sabía que le esperaba un largo camino, pero no iba a desistir. Taehyung y él volverían a estar juntos. Su camino para enamorarlo acababa de iniciar. Respiró hondo y una sonrisa sincera se instaló en sus labios, ya había cumplido una parte de su promesa.
Lo había encontrado.
♦♦♦ Fin ♦♦♦
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