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~ 48 ~

—¿De verdad estás aquí? —preguntó el castaño al ver sus brillantes ojitos mieles centrarse en él.
Seokjin despertó con un maremoto de emociones, el cual se hallaba en su punto más catastrófico apenas divisó al menor recostado a su lado, en la camilla donde estaba. Taehyung le regaló una enorme sonrisa mientras acariciaba su cabello con delicadeza—. No lo estás, ¿cierto? —dijo ahora, conteniendo las lágrimas.

—¿Qué te hace pensar eso? —contrapuso el rubito, divertido.

—¿Por qué estarías aquí? Es decir, en este hospital. Sin heridas, sin nadie más que nosotros dos. ¿Cómo entraste?

—Es un hospital, no una prisión. No necesito burlar a ningún guardia, Jinnie —respondió volviendo a acariciarlo, esta vez en una mejilla.

Seokjin presionó los ojos con fuerza, a sabiendas de que no era más que otra de sus ilusiones. Quizás estaba profundamente dormido, aun si el escenario era una copia exacta del real.

—¿Y cómo es que sobreviviste a ese accidente y no estás internado también?

—Aquí estoy a salvo. Ambos lo estamos —aseguró con una voz apacible.

—Mientes. Kim Taehyung y yo no somos novios. Apenas si- apenas si nos conocemos —replicó, con los ojos grises vidriosos—. ¿Quién está haciendo esto?, ¿¡Mi mente!? — Contrario a él, el de cabello dorado se mantuvo imperturbable. Sin detener sus caricias, observó a Jin con una mirada llena de afecto. Su expresión de paz era bella, demasiado perfecta—. Ya entendí —intentó esta vez—, estoy muerto, ¿cierto? Por eso estamos juntos otra vez...

Tae largó una risa melódica que sólo produjo más lágrimas en Seokjin.
—Te amo, cielo —le dijo antes de besar su frente.

Despertó mareado. Incómodo, por dolores que parecieron reactivarse en su sistema nervioso de forma simultánea. Pestañeó algunas veces, y notó que seguía en el mismo cuarto de siempre. Y Taehyung no estaba a su lado.

Había sido otro de sus sueños.

Se quejó con un gruñido gutural que no pudo reprimir, y se ganó una mirada curiosa de la enfermera de uniforme rosa que estaba pasándole la medicación.

Mi Hwa escuchaba atentamente las explicaciones del doctor de cabecera de la familia Kim, ambos reunidos con el cirujano. Los tres adultos estaban fuera del cuarto de Seokjin.

Todo parecía indicar que Jin lograría recuperarse totalmente. Debía ser sometido a una cirugía más en la pierna derecha, pero su pronóstico era favorable. Desde donde estaba, la mujer podía ver a su hijo menor acomodándose en la camilla mientras intercambiaba unas pocas palabras con la enfermera. Tenía vendadas las manos hasta las muñecas, por heridas ocasionadas por cortes; la mitad de la cabeza también, cubriendo incluso su ojo izquierdo; lesiones menores en el rostro y los labios, y múltiples contusiones en el cuerpo, afortunadamente, ninguna interna. Le habían quitado el conducto que tenía en la garganta la noche anterior.

Había transcurrido un día completo desde que Seokjin pudo recobrar la consciencia.

Le explicaron su situación, hablándole muy poco sobre el accidente en sí. Su familia se encargó de trasladarlo del hospital donde fue asistido primeramente, hacia una clínica de mayor renombre. Todavía seguía en la ciudad, pero no por mucho. El matrimonio Kim contempló la decisión de llevarse a su hijo menor de vuelta a casa para completar allí su rehabilitación, proceso que desde luego sería tedioso. Aunque Jin estuviese totalmente en contra, no conseguiría oponerse a la voluntad de sus padres. Todavía dependía de ellos.

En su habitación no había televisor, ninguna forma de conexión con el mundo exterior, además de la vista que ofrecía una ventana.

Para el castaño, la sensación de visualizar el mundo simplemente con su ojo derecho, le resultó extrañamente familiar. No se había percatado de no estar usando ambos ojos cuando despertó. Su voz salía bastante rasposa por el efecto del desagradable tubo plástico, que afortunadamente ya no era necesario.

Cuando los médicos se alejaron tras explicarle las últimas novedades, Mi Hwa decidió volver al cuarto.

Ambos presentes miraron las puertas transparentes corredizas abrirse para dar paso a una elegante mujer de blazer oscuro y falda hasta la rodilla. Una cartera mediana colgaba de su brazo izquierdo, reluciendo a juego con sus zapatos de charol. Su rostro oval y sus labios voluptuosos eran un perfecto complemento con aquellos ojos almendrados color chocolate. Una mujer hermosa para quien que pudiese verla.

—¿Todo en orden? —le preguntó a la enfermera.

—Todo parece estar bien —asintió de forma amable, anotando en una pequeña libreta—. ¿Quieres cenar? —ahora se dirigió al paciente, quien miraba a su madre desde la cama.

—No.

—Lo hará —sentenció ella.

Jin le dedicó una mirada seria.
—No tengo apetito.

—Traiga la cena, por favor —dijo con una diminuta sonrisa a la mujer que tenía colgado un estetoscopio por sobre la chaqueta rosa, antes de que ésta saliera.

Cuando estuvieron a solas, tiró hacia atrás su melena amarronada, y frunció los labios con desaprobación.

—No voy a cenar, mamá —aclaró Jin, hundiendo la nuca contra la almohada. Su voz todavía sonaba atrofiada y su garganta dolía, pero no iba a permanecer callado.

—Es hora de que vayas dejando esa actitud. Necesitas comer bien para recuperarte, y es la tercera vez que te niegas a hacerlo —su tonada fue firme.

Seokjin escuchó el golpe de sus tacones contra el suelo, acercándose a su camilla. De reojo, volvió a mirarla.
Su madre tenía el cabello hasta los hombros, sus tonalidades variaban entre el rubio oscuro y el café, con algún que otro minúsculo hilo en color blanco producto de la edad. Un collar de perlas blancas adornaba su cuello, y un labial rojo oscuro pronunciaba sus labios gruesos. Jin había heredado éstos de ella.

Con una mirada afectuosa, la mujer acercó su mano hasta su cabello, dándole pequeñas caricias.

Tanto Seokjin como su hermano eran muchachos saludables, muy pocas veces acababan en el hospital por algo. Mi Hwa vio a aquel joven adulto herido, lleno de resentimiento infundado y con mala predisposición, preguntándose qué podía hacer para ayudarle.

—Podemos pedir otro tipo de servicio si no quieres comer lo que preparan aquí —ofreció, haciendo un intento.

—No es eso, mamá. Simplemente no quiero comer.

—Necesitas la comida. Saliste de una cirugía, y pronto estarás en el quirófano nuevamente. Tu cuerpo necesita ese sustento —Seokjin suspiró, apartando la cabeza del tacto de su madre, en un gesto de fastidio. Ella contuvo el enojo—. Entiendo que estés incómodo, y adolorido. Nunca te han gustado los hospitales, créeme que a mí tampoco —dijo tratando de dejar de lado el tono autoritario, en vano—. Pero si no cooperas, deberás permanecer aquí por más tiempo... ¿Comprendes lo que estoy diciendo?

Mi Hwa lo miró expectante. Para su desgracia, su hijo parecía negado a poner de su parte. Jin mantenía la cabeza baja, y pronto las lágrimas descendieron hacia la punta de su nariz, donde había algunos cortes rojizos cubriendo su piel. Eso acabó por desmoronar toda su molestia, dando lugar a la madre que jamás dejaba de preocuparse por sus hijos. ¿Por qué Jin lloraba tan seguido?, ¿No le daba gusto estar vivo tras esa desgracia?

—Jin — le levantó el rostro, encontrándose con un muchacho más destrozado de lo que parecía—. ¿Qué es lo que sucede?... Puede que no vivamos juntos desde hace más de cuatro años, que seas casi un adulto y todo lo demás, pero sigues siendo mi hijo. Y sé perfectamente cuándo estás herido y cuándo te sientes herido. ¿Quisieras hablarme sobre ello? —El castaño negó con la cabeza, tratando de calmarse—. ¿Quisieras hablarlo con tu padre? ¿O con alguien más? —preguntó, dispuesta a ayudarle de la forma en que él quisiera.

Jin se hizo a un lado cediéndole un poco de espacio en su camilla, y la mujer se sentó de inmediato. Mi Hwa sólo pudo sentirse un poco más angustiada al tener a su hijo llorando desconsoladamente en sus brazos. No recordaba a Seokjin haciendo aquello desde que era un niño, era evidente que algo estaba atormentándolo.

El castaño sabía a la perfección lo que debía hacer. Comer, dormir, recuperarse. Cooperar, mostrarse amable. Tratar de sonreír.

Pero el dolor volvía todo aquello imposible.

Tenía a la mujer de su vida rodeándole con los brazos, oyéndolo lamentarse como si fuera el alma más desgraciada del mundo. Y aunque eso no era cierto, Seokjin lo sintió así en ese momento. Porque aunque quería decirle todas y cada una de las cosas que lo martirizaban, hablar sobre lo vivido catorce días en el futuro dentro de una realidad alterna no podía hacerse así como así. ¿Qué ganaría con mencionarle su preocupación por Namjoon, la culpa por cargar con la muerte de Yoongi, o el dolor de haberse separado de Taehyung?

Tae seguramente se molestaría tras verlo en aquel estado, miserable, auto compadeciéndose, en lugar de enfocarse en su pronta mejoría. Le había hecho una promesa. Él recordaba haberle dicho "lo prometo" segundos antes de soltar su mano y despedirlo en el andén. Antes de mirar su débil sonrisa, su mirada gritándole que se quedara, mientras el tren se alejaba cada vez un poco más.

Quería verlo.

Tenía tantas ganas de darle un abrazo fuerte. De decirle, fingiendo orgullo, "lo logré". De besar sus labios y dormirse a su lado. De un momento a otro, todo lo que construyeron se derrumbó como si fuese un castillo de cartas, recordándole que incluso si había sido real, no fue más que un simple vistazo a una vida que no se correspondía con la suya. Ni siquiera sabía si Taehyung seguía en el mundo.

Y lloró, hipando, temblando. Tragándose todas las dudas que tenía, pero expulsando la angustia que parecía rebalsar de su ser como si jamás fuese a extinguirse. La angustia, que desde ese momento, sería su nueva acompañante.

♦♦♦

Cuando Mi Hwa se marchó y las luces se apagaron, Seokjin permaneció despierto hasta el día siguiente, justo como la noche anterior. Ni el dolor de atravesar una reciente cirugía, ni la falta de alimento consiguieron sumergirlo en el mundo de los sueños.

No quería dormir, porque eso implicaría soñar con Taehyung.

Quería dormir, porque era la única forma de ver a Taehyung.

Estaba en una encrucijada. Y aunque estaba vivo, tenía incluso más temor que antes.

Cuando una de las enfermeras se acercó a su cuarto para su medicación, se sorprendió de encontrarlo despierto y con el labio inferior herido, la sangre llegando hasta su mentón. Había pasado horas enteras mordiéndolo para mitigar un poco el estrés.

Ella llamó a uno de los doctores, quien en menos de dos minutos decidió que debería inyectársele un sedante.
Así fue como Seokjin durmió de corrido desde las seis hasta las doce del mediodía, y por algunos instantes, pudo volver a sentirse feliz.

Taehyung corría por el césped verde bañado por el rocío de la mañana. Se volteaba a mirarlo, enseñándole una sonrisa cómplice. Seokjin divisaba el terreno entre subidas y bajadas, con un inmenso faro plantado orgullosamente en la colina más alta, hacia donde se dirigían ellos. El sol cubría la costa de punta a punta, la brisa fresca le recorrió los brazos y el cuello, y escuchó el sonido de algunas gaviotas en lo alto del cielo azul. Entonces, de un momento a otro, reconoció el lugar. Ellos estuvieron antes allí, un poco más temprano, cuando el sol apenas estaba asomando. El castaño sólo pudo sonreír en cuanto sus oídos se llenaron con la dulce melodía de la risa de su novio.

Era maravilloso poder verlo así.

El rubito se burlaba diciéndole "¡No puedes alcanzarme!" sin aminorar su marcha. Y Jin decidió que lo haría.

No obstante, aun si permanecía extendiendo los brazos hacia él, la silueta de Taehyung se volvía cada vez más distante. De pronto, el eco de escucharlo cobró otro sentido, porque realmente no podía alcanzarlo. Jin intentó llamarlo, pero su novio no lo oyó. Detuvo su marcha a sabiendas de que no estaba moviéndose de su lugar. El sentimiento cálido que llenaba su pecho se transformó en la desesperación más asfixiante, porque Taehyung simplemente seguía alejándose. Hacia los últimos minutos, su nombre no salía en más que sollozo. Era completamente inútil, lo había perdido.

Fue entonces cuando pidió despertar. Sabía que estaba soñando otra vez. Sabía que en realidad estaba postrado a una camilla, y que no volvería a caminar en un buen tiempo, mucho menos correr. Lo único real de ese maldito escenario era que Tae se alejaba sin mirar hacia atrás, y que no regresaría por él.

Seokjin estaba solo.

—¿Cómo te sientes? —preguntó una firme voz masculina.

O quizás no.

Kim Nam Jung, su padre, era quien estaba en su cuarto esta vez.

Un hombre de voluntad férrea, cejas pronunciadas y voz prominente, era el progenitor de Seokjin. En ocasiones era un poco cerrado, exigente y también malhumorado. El estrés de ser Director Ejecutivo acrecentaba su aspecto con la edad cercana a los sesenta. Había adoctrinado a sus hijos con la responsabilidad como base de todas las cosas, y estaba orgulloso de ambos y de su bellísima esposa. Nam Jung era un hombre muy respetado en el mundo de los negocios, por lo que posponer su agenda quince días para verificar la salud del menor de sus hijos fue complicado, aunque también entendible. Después de todo, hubo varios casos similares a raíz del número de heridos tras el accidente del ferrocarril norte.

Vistiendo su pulcro traje de gabardina, se inclinó hacia adelante sobre el sofá, afirmando los codos en las rodillas.

—Papá... —Jin balbuceó mientras pestañaba. Habían transcurrido varios meses desde su último encuentro.

—¿Mejor?... ¿O no todavía? —insistió—. Supongo que estar aquí es mejor que seguir soñando. Estabas llorando.

Jin se apresuró a llevar una mano al lado descubierto de su rostro, tocando el agua de sus lágrimas.
—Lo siento —se disculpó.

Nam Jung soltó una ruidosa carcajada.
—Yo debería decirte eso, hijo —comentó, mientras se ponía de pie acercándose a su camilla—. Debí estar aquí junto a tu madre cuando regresaste. Nos diste un buen susto.

Seokjin terminó de limpiarse, su mirada en las sábanas.

—También lamento eso.

—Está bien, Capitán —revolvió su cabello con afecto—. Estás a salvo ahora.

Jin sonrió con nostalgia.
—Capitán...

—Lo recuerdas, ¿cierto? —su padre sonrió también—. Tenían que dirigir su Barco Pirata hacia la Segunda Estrella...

El castaño asintió. Cuando su hermano mayor se mudó fuera de la ciudad para comenzar sus estudios, Jin perdió a su compañero de aventuras. Je Neul dejó que su hermanito tomara el rol de Capitán para ser él el Teniente. Nueve años de diferencia hacían que Seokjin lo admirara más que a cualquier otra persona, y cuando se quedaban bajo el mando de papá, construían barcos en la sala principal utilizando almohadones, sábanas y sillas. Así alzaron una vela con la tela de las cortinas, y manifestaron su victoria atrapando al Pirata Traidor, quien amenazó con hundirles su nave. Hicieron que Nam Jung caminara por la plancha para desaparecer en las profundidades del Pacífico, y reclamaron su buque para aumentar su flota. Ellos se dirigían hacia la Segunda Estrella, donde su buen amigo Peter los estaría esperando para mostrarles las maravillas de vivir siendo un niño. Era cierto que Pan no se llevaba especialmente bien con los navegantes, pero aun siendo Piratas jamás apoyarían el reclamo de Garfio. Él era la deshonra para los marineros honestos como lo eran ellos dos.

—¿Él está bien?...

—Así es —respondió el hombre de traje—. Vendrá también. En cuanto consiga organizar sus horarios.

—No tiene que hacerlo —suspiró el menor. Sabía que su hermano mayor también cargaba con una compañía encima.

Aunque todos aspiraban a que Seokjin siguiera los pasos de la familia adentrándose al mundo de los negocios, su inclinación hacia la enseñanza fue bien recibida por muchos. Lo cierto era que ser Profesor era mucho mejor que ser algún mediático de éxito temporal, como dijo su padre el día que Jin comentó que le interesaba el arte escénico.
Más tarde, esa crítica lo llevó a replantearse todo. Y finalmente, optó por un camino menos apasionante que tuviera la fortuna de ser del agrado de sus padres. Jin no se sentía desdichado, ni mucho menos molesto. Estaba a gusto con su carrera, aun si conservaba la duda de cómo habría sido su vida si se dedicaba a algo más.

—Tienes razón, no tiene que hacerlo —asintió su padre—. Nosotros volveremos a casa, y será mucho más fácil para él visitarte cuando estés allí.

—Papá, respecto a eso... —Seokjin tragó antes de volver a mirarlo—. ¿Por qué quieren que regrese? Este es mi hogar ahora —explicó, manteniéndose calmado.

—Es lo recomendado por el equipo médico —Nam Jung fue severo en su tono—. Regresarás a casa por los próximos meses.

—¿¡Meses!? —la expresión del castaño se desdibujó.

—Hasta que completes tu rehabilitación.

—No puedo irme ¡No puedo! —comenzó a agitarse— ¿Q-qué pasará con mis estudios? —objetó, usándolos como excusa—. ¡Estoy a más de la mitad para perder todo el esfuerzo del año!... ¿Qué pasará con mis competiciones en natación? ¿Con mis amigos? Con... —contuvo las palabras para no mencionar al chico del que estaba enamorado.

—Todo eso deberá esperar —Nam Jung se puso de pie. Caminó hasta detenerse junto al sofá junto a la ventana, y se dejó caer con agotamiento—. Entiendo que estés angustiado, pero si no estás recuperado, no habrá Seokjin para ninguna de esas cosas. Lo primordial es tu salud.

Las lágrimas inundaron su ojo derecho, mirando al de traje con impotencia.
—Papá, no quiero irme de aquí. T-tengo cosas que hacer, ¿entiendes?... Yo venía junto a mi mejor amigo, y él... Namjoon...

—De hecho, un muchacho que dice ser tu amigo vino ayer. Quería verte, pero estabas dormido.

Seokjin sintió que su corazón latía desbocado.
—¿Un chico? —sus labios temblaron— ¿Qué chico?, ¿Dijo su nombre?

—Creo que no, pero tenía el cabello rubio...

El menor apretó los labios. Cabello rubio.

—Quiero verlo.

—Lo harás, probablemente cuando regrese. Supe que estuvo intentando dar con nosotros, aunque no he hablado con él.

Seokjin se apresuró a recomponerse. Debía mantener la calma. Aunque su mente gritaba el nombre de su mejor amigo, incluso el de su novio, lo más probable era que se tratara de Jimin.

—¿Habló con mamá?

—Sí. Mi Hwa debe saber más, podrás preguntarle en cuanto venga en la noche —Jin asintió con dinamismo. Se sentía ansioso otra vez—. Supe que te has estado rehusando a comer... —comentó el de traje—, ¿Puedo saber por qué?

—No tenía apetito. Pero ahora sí —intentó restarle importancia a la situación. Sabía que su padre era mucho más severo que su madre, y no necesitaba añadir más contras a su inminente partida de Seúl.

—Pediré que traigan algo para ti —dijo Nam Jung poniéndose de pie y caminando hasta salir de la habitación.

Seokjin largó un sonoro suspiro.

Estaba seguro de que no habría forma de evitar ese maldito viaje de regreso a casa de sus padres, pero esperaba que lo que Nam Jung había mencionado como "meses" se convirtieran en unas cortas y rápidas semanas. Estaba decidido a volver tan pronto como pudiese.

♦♦♦

Poco después, Nam Jung lo veía devorar la comida que estaba en una pequeña bandeja. Le hizo cuestionarse los dichos de su esposa por la supuesta mala predisposición de su hijo a mejorar.

Jin no había probado bocado en horas, y su estómago le reclamaba por aquello. Comió absolutamente todo cuando estuvo en su plato, y notó que se sentía levemente mejor. Al menos de ánimo.

—¿Cómo está mamá? —quiso saber.

Mi Hwa era de las personas que pretendía ser fuerte, aun si tenía un torbellino de miedos recorriéndole todo el cuerpo. Ella sólo había llorado frente a Seokjin cuando él recuperó la consciencia, y aunque intentaba mostrarse firme en sus decisiones, lo cierto era que había olvidado su rol de madre autoritaria hacía bastantes años.

—Ya conoces a tu madre —Nam Jung se encogió de hombros—. Al menos no luce tan alterada como antes. Le dieron píldoras para que pudiera calmarse la noche que llegamos a Seúl.

Ese era el tipo de cosas que ella jamás comentaría frente a nadie.

Si bien el matrimonio arribó en conjunto hacia la búsqueda de su hijo, Nam Jung tuvo que viajar cuando habían transcurrido las primeras veinticuatro horas. Su esposa se quedó sola hasta que Seokjin despertó, y ahora era él quien estaba allí para que ella pudiese descansar en el hotel.

—Supongo que apoya la decisión del equipo médico de que debería volver con ustedes... —dijo el menor, prestando atención a cada reacción de su padre. Quizás podría conversar con él y conseguir una oportunidad de quedarse en la ciudad.

—Yo también lo creo.

Y su oportunidad se fue por el drenaje.

—Papá...

—Está decidido. No quiero más objeciones al respecto —hizo un gesto con la mano, dándole a entender que aquella conversación estaba finalizada.

Jin asintió, bajando la cabeza. Transcurrió un momento hasta que su mente le dijo que podría retomar esa lucha cuando todo se hubiera calmado un poco más. Quizás, si ponía suficiente de su parte, le permitirían volver antes.

—¿Podrías contarme algo sobre el accidente?... Nadie me ha mencionado ni una sola palabra al respecto.

—Estuviste inconsciente durante un día y medio. Apenas ayer despertaste, ¿qué es lo que quieres saber? —preguntó el hombre de ojos grisáceos, analizándolo con su frívola expresión.

—Yo, uhm... ¿Qué tan terrible fue?, ¿Qué pasó con Namjoon?

—¿Con quién?

—Mi mejor amigo. T-te hablé de él cuando estuve de visita en casa la última vez, ¿lo recuerdas?...

—¿El que, según tú, es un superdotado?

—¡Sí! —asintió con entusiasmo.

Nam Jung negó con la cabeza.
—No tengo ni la menor idea, hijo —respondió de forma desinteresada—. Tu madre y yo vinimos a ocuparnos expresamente de ti, no sé sobre los demás afectados.

Seokjin no pudo contener las lágrimas esta vez.
—Él... Él es mi mejor amigo —repitió, sintiéndose preocupado.

Nam Jung hizo una mueca en cuanto lo vio llorar.
—Trataré de dar con su paradero, pero no es seguro. Quizás sus padres también estén en la ciudad cuidando de él, es lo que la mayoría con hijos estudiantes estamos haciendo ahora —le informó, revisando el reloj de su muñeca—. Disculpa, debo hacer una llamada. Enseguida vuelvo.

Jin asintió vagamente mientras lo veía salir de la habitación.

Llevaba tres días internado, sin poder salir de ese lugar. Apenas si podía levantarse de la cama para ir hasta el baño. El dolor y las molestias regresaron pronto a distintos puntos de su cuerpo. Seokjin sabía que tenía suerte de estar con vida. Le hicieron múltiples estudios para asegurar que se encontraba estable, y escuchó que los médicos comentaban que había sido un golpe de suerte que no perdiera el ojo izquierdo. Tenía fracturada la pierna derecha en tres lugares, y sólo le quedaba una última cirugía menor. Su pronóstico era positivo, en tanto tuviera los cuidados correspondientes y se habituara a usar muletas.

Suspiró para intentar calmarse, miró hacia la ventana de la izquierda. La ciudad podía verse a lo lejos, supo entonces que debía estar, como mínimo, en un séptimo piso, pues los edificios más altos parecían estar mucho más cerca.

Estaba seguro de que necesitaría otro sedante para pasar la noche.

Le resultaba increíble comprender lo rápido que empezaba a olvidar las cosas, sobre todo las vinculadas a Suga. Jin repitió su nombre unas cinco veces, dentro de su mente. No quería abandonar el recuerdo de su aspecto, ni todo lo que había hecho por él cuando fue su guía. Pero, por alguna razón, con cada día que transcurría, le costaba más y más visualizar su rostro de ojos pequeños y piel blanquecina. Sus respuestas sarcásticas, o el tono de su voz. Estaba olvidándolo.

Incluso estaba olvidando el momento en el que estuvo en su habitación, empujando las máquinas que se desconectaron de su cuerpo. Creía haber olvidado la imagen de su cuerpo vistiendo una bata blanca temblando en movimientos bruscos, y ese maldito chirrido agudo que emitió la máquina indicando que estaba muerto. Pero no fue así. Ese recuerdo parecía estar mucho más arraigado que los demás.

♦♦♦

Al día siguiente, Seokjin despertó más adolorido de lo normal. Se quejaba en la camilla, sin poder encontrar una posición cómoda. Intentó ponerse de pie, o al menos sentarse durante algunos minutos. Le sorprendió notar lo entumecidas que estaban sus piernas. Era razonable tras todo el tiempo que estuvo recostado, o eso quiso pensar.

Desayunó más bien poco. El cirujano revisó su estado decidiendo posponer la intervención quirúrgica dos días más. Mencionó delante de Mi Hwa que prefería que el castaño estuviese un poco más recuperado. Si bien se trataba de algo menor, no dejaba de ser una intervención. La mujer de ojos cafés asintió comprensiva, y le hizo un gesto a quien era el doctor de cabecera de la familia. Seokjin pudo distinguir que ambos hombres de batas blancas discutían sobre algo mientras salían de su habitación. Sabía que no podía preguntar, así que intentó sonreír levemente para su madre, quien se acercaba a su camilla.

—¿Cómo te sientes hoy?

—Mejor creo —se encogió de hombros.

—Tienes un mejor semblante, es cierto —pasó una de sus manos por su rostro—. Pronto te quitarán esa venda también —dijo refiriéndose a la que Seokjin llevaba en la cabeza.

—Mamá... —el castaño tragó, intentando pensar la mejor forma de pedir lo que quería—. ¿Existe alguna p-posibilidad de recuperar mi teléfono?

—Oh, cariño —su madre sonrió con lástima—. Lo perdiste en ese tren. Comprenderás que la magnitud del incidente no dio demasiado pie a que los rescatistas buscaran objetos personales, sino personas —añadió.

—Claro, comprendo —Jin aun así se sintió desanimado.

—Pero pensé que nunca preguntarías por eso. Mira... —se alejó de él hasta abrir el armario donde estaban algunos artículos del castaño. Ropa, productos de higiene y unas pocas cosas más. Jin pestañeó con su ojo derecho ante la bolsa mediana que su madre traía en manos—. No recuperarás los que tenías antes, pero puedes comenzar a crear recuerdos otra vez —dijo acercándose a él.

Seokjin movió sus manos vendadas y conectadas a agujas con cuidado, hasta sujetar una caja con la imagen de un nuevo teléfono. No supo exactamente cómo sentirse.

—Gracias —respondió de forma monótona.

Esa era una reacción bastante normal para Mi Hwa tras todo lo sucedido. Tomó el teléfono y volvió a dejarlo en su caja, y luego en el armario.

—Hijo, hay algo que quiero que sepas —dijo cambiando el tono por una más serio. Volvió a él para tomar una de sus manos con afecto—. Mañana vendrá a visitarte un especialista. Para que puedas comenzar tu proceso de recuperación desde aquí —posicionó una mano por sobre su propio abrigo, señalando su pecho. Jin sonrió vagamente. Luego asintió. Su madre pareció conformarse con aquel gesto—. Hay algo más —anunció Mi Hwa, sin distanciarse—. Un amigo que quiere verte. Le dije que podía venir hoy, en la tarde.

La mirada de su hijo se iluminó.

—¿Jimin?

—Sí —afirmó la mujer, esbozando una sonrisa—. Estaba acompañado de una chica.

—¿Una chica? —el castaño ladeó la cabeza. ¿Qué chica podría preocuparse por él como lo hacía su amigo?

—Así es. Cabello ondulado y oscuro. Con anteojos —Jin entonces notó que no conocía a nadie con esa descripción. No necesitaba saber más. Su madre siempre describía a las personas por su cabello y algún detalle en su rostro, y para él bastaba. Pero una chica así... ¿Podría ser que fuera...?—. Quizás venga con tu amigo hoy —dijo Mi Hwa—. Podrás recibirlos.

—Gracias —sonrió Seokjin, entusiasmado con la idea de ver a Jimin—. Uhm, mamá... ¿R-realmente es necesario que me mude de nuevo con ustedes?

Los ojos perspicaces de la mujer de collar de perlas lo observaron durante unos pocos segundos.
—No quieres venir, lo sé. Si no vas a decirme por qué a mí, o a tu padre... Se lo dirás al psicólogo.

Y el castaño sólo pudo mirarla intentando disipar su angustia.
—Uhm, sí. Hablaré con él. Igualmente... Quisiera pedirte un cuaderno.

—¿Un cuaderno?, ¿Por qué?

—Para poder escribir en él. Creo que me ayudará —se encogió de hombros.

En realidad, Jin no quería seguir olvidando las cosas que había vivido en la realidad alterna. Tampoco quería perder más recuerdos respecto a Suga, o al mismo Taehyung.

—Muy bien —aceptó su madre, más tranquila al notar que su hijo parecía dispuesto a cooperar esta vez—. Volveré con él enseguida.

—Mamá —Jin puso los ojos en blanco—. No tiene que ser ahora.

—Será ahora —dijo la mujer, acomodando su chaqueta y echando la melena hacia atrás de sus hombros—. Vuelvo enseguida.

Y dicho esto, salió.

Seokjin soltó un suspiro. Su madre era una persona bastante terca. Y en ocasiones, simplemente hacía lo que quería, sin pedir permiso, u opinión. Nam Jung siempre decía que él era igual a su madre, pero Jin se negaba a creer que era tan ególatra como su progenitora.

No lo era, ¿cierto?

Mi Hwa regresó bastante rápido. Seokjin sabía que probablemente era porque su madre le pidió a alguno de los empleados que hiciera la compra, y luego ella se encargaría de entregárselo. Toda la familia Kim se manejaba en grupos que incluían dos o incluso tres empleados de confianza. Mayormente cumplían tareas simples, encargarse de las reservas, ser chofer, los pagos y algunos recados, nada imposible.

Se sorprendió al recibir un diario.

Y aunque primeramente se mostró poco conforme, terminó por aceptarlo. Era una especie de cuaderno, después de todo.

♦♦♦

Hacia la noche, Jin se sintió sumamente feliz al saber que recibiría la visita de Jimin. Incluso si no podía moverlas, sentía que sus piernas temblaban.

Intentó contener el llanto en cuanto pudo verlo atravesar la puerta. Su atención sólo pudo centrarse en él. Cabello rubio, labios gruesos, vistiendo una camisa blanca y un pantalón oscuro, sus ojitos pequeños observándolo con curiosidad.

—Hola, Jimin —saludó con la voz ahogada.

El menor corrió a su lado para abrazarle casi colgándose a su cuello. Mi Hwa observó la escena con una mirada amorosa.

—Hyung, estás bien... —dijo, como si intentara convencerse a sí mismo de eso.

—Estoy bien —repitió, para infundirle calma. Cuando el menor se distanció, lo observó limpiarse rápidamente el rostro.

—Hyung... —repitió tomándole cuidadosamente las manos entre las suyas—. Dios, pensé que no saldrías de ésta —admitió mientras volvía a limpiarse— Cuando- cuando vine por primera vez y me dijeron que seguías inconsciente, me asusté mucho. Seguían haciéndote estudios, diciendo que quizás habías sufrido algún tipo de daño cerebral, que quizás no despertarías y... —hipó—. Y aquí estás... Estás despierto. Estás con vida.

Seokjin no supo cuándo comenzó a llorar. Tener de vuelta al amigo que estuvo prácticamente alejado durante los días más complicados de su vida, se sentía una bendición. Era increíble que Jimin volviera a su vida, que estuviera allí para él, ahora, cuando más lo necesitaba.

Subió las manos vendadas hasta su rostro y apretujó cariñosamente sus mejillas.
—Gracias por estar para mí, Jiminie.

El de cabello rubio asintió antes de volver a abrazarlo con fuerza. Sólo entonces Seokjin distinguió a alguien más de pie junto a su madre a un costado de la puerta. Se retrajo levemente.

—Qué idiota, lo siento —Jimin se puso de pie y volteó, estirando una de sus manos—. No es el mejor momento ni lugar, pero quiero presentarte a alguien.

El castaño observó con su único ojo bueno que se aproximaba una chica. Tal y como lo dijo su madre, cabello negro y ondulado, hasta la cintura. Lucía un vestido liso en celeste claro, medias blancas y zapatos oscuros relucientes. El flequillo estaba peinado hacia un lado, su piel era increíblemente blanca. Jin la observó y luego no pudo evitar ladear un poco la cabeza. Mentón pequeño, nariz pequeña. Labios finos. Un par de anteojos estaban frente a sus ojos grandes, color caramelo. Ella batió sus pestañas mientras escondía el mentón contra su pecho. El castaño tuvo la impresión de estar frente a una muñequita.

—Es mi novia —anunció el menor, acercando a la joven a su lado.

Jin comprendió que estuvo en lo correcto al pensar que sería su pareja.

—Es un placer —habló más bien bajo—. Jimin me ha hablado mucho sobre ti. Lamento que éstas no sean las mejores circunstancias para nuestro primer encuentro.

Jimin notó que su amigo parecía examinar a su pareja como cerciorándose que ésta fuera de carne y huesos. Lo que Jimin no sabía, era que Seokjin hallaba cierto parecido físico entre el rostro de aquella joven con el del muchacho que fue su guía durante el mundo alterno.

—Es un placer también, uhm...

—Ami. Shinazaki Ami —indicó el rubio.

—Ami —repitió Seokjin, asintiendo con la cabeza. La joven hizo el mismo gesto.

—Está estudiando medicina también —informó—. Su familia se mudó desde Japón hace apenas dos años.

—Entiendo —el castaño les sonrió a ambos.

Ami se sujetó al brazo de su novio.

Esa imagen fue un poco extraña para Seokjin. Su amigo luciendo el cabello rubio -ahora pensaba que el negro le quedaba mejor- y en compañía de alguien que, no sólo no era Jungkook, sino que ni siquiera era un chico. Ami realmente era agraciada, y de alguna forma, vista desde cierto ángulo... Tenía parecido con Suga.

—Es evidente que quieren hablar a solas —señaló la de rizos—. Tal vez la señora Kim pueda acompañarme un momento a la cafetería —volteó a verla.

La nombrada dejó de teclear en la pantalla de su móvil cuando notó que todos los presentes la observaban.

—Sí, sí. Claro —balbuceó nerviosa.

—Muchísimas gracias —respondió Ami mientras se acercaba a ella, invitándola a salir primero.

Mi Hwa intercambió una mirada dudosa con su hijo, antes de salir.

—Ella no estaba escuchándonos —soltó Seokjin apenas él y su amigo estuvieron a solas.

—Lo supuse. Ami también, probablemente.

Jin negó con una mano en la cabeza. Jimin solo sonrió.

—Hey —el mayor le dio un golpecito suave—. Así que ya no estás soltero —le sonrió.

—Iba a decírselos, a Nam hyung y a ti —se rascó tras la nuca, apenado. Luego volvió su mirada a Jin, quien lo miraba mucho más angustiado—. Hyung...

—Nadie aquí va a decirme nada, Jimin... —dijo tras un momento en el que ambos estuvieron callados—. Y necesito saber lo que está pasando allá afuera.

El rubio miró hacia la puerta, notando que realmente estaban solos. Luego volvió a su hyung.

—Tal vez crean que es lo mejor. Que no sepas lo que está sucediendo.

—Jimin... —insistió el de ojos grises, observándolo solamente con el que podía.

—Pareces estar mejor ahora.

—Lo estoy, en verdad. Pero mamá y papá van a llevarme de vuelta a casa.

—¿Qué?, ¿Vas a irte de Seúl? —preguntó sin poder contener la sorpresa.

—Lo haré. Según ellos, hasta que esté totalmente recuperado.

El menor se quedó atónito.
—Jin, eso tardará meses. Tu madre dijo que caminarías únicamente con muletas a partir de ahora.

—¡Ya lo sé! —chasqueó la lengua con fastidio—. Lo sé —dijo ahora, más calmado—  No quiero irme. Pero no podré evitarlo —comprobó entonces que su dongsaeng lo miraba afligido—. Por favor, por favor necesito saber qué ocurrió con Namjoon —El menor desvió la mirada hacia abajo. Ese gesto bastó para que el corazón del castaño se oprimiera con dolor—. No me digas que...

—No, hyung. Él aún está con vida. Pero... —Jin contuvo el aliento—. Entró en coma.
























































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En verdad lamento la tardanza. Find Me acabará antes de que termine el 2018, así que espero traerles los dos últimos capítulos y el extra antes del 31 de diciembre.

Muchas gracias por todo TODO su Amor


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