~ 32 ~
—Lo siento mucho, Seokjin —Suga utilizó esa voz llena de compasión que no muy a menudo podía oírse.
El castaño todavía se sentía aturdido. No había tocado el desayuno que tenía servido, y los ojos se le aguaron.
Martes, 9:17 AM
Lo que tanto había impresionado al mayor, era que al llamar a casa y mantener una conversación medianamente normal con su padre, pidió hablar con su madre, recibiendo la pregunta de si había olvidado que llevaba más de dos años fallecida.
Su madre no estaba viva en ésta nueva realidad. Y aunque Seokjin sabía de sobra que en su mundo la mujer que le dio la vida estaba felizmente casada con su marido, la noticia no dejaba de afectarlo. Se trataba de su madre, después de todo.
Al quedarse mudo en el teléfono, Suga le indicó que se despidiera pronto, para no llamar más la atención del señor Kim. Así, Seokjin se apresuró a darle las gracias por todo, a pedirle perdón por sus errores, decirle que había sido un padre increíble, y que lo amaba muchísimo. Cada vez que el castaño se ponía nervioso, tendía a hablar más rápido de lo normal y parecía que las palabras peleaban entre ellas para poder salir de sus labios, por lo que a veces terminaban desordenadas y desprolijas, pero el mensaje todavía podía entenderse.
Finalizó la llamada, y se quedó mirando fijamente hacia la alfombra, en silencio.
Suga pudo oírlo todo, pero no esperaba que a su anomalía le costase tanto asimilar aquella noticia. Presionó los labios y permaneció con la vista baja. Quizás estaba exigiéndole demasiado, después de todo, Seokjin no lucía del todo bien últimamente.
—Te daré un momento a solas —anunció alejándose en dirección al pasillo.
No obtuvo ninguna respuesta.
Sintiéndose contagiado por la tristeza, se dejó caer en la cama del mayor, desanimado. Exhaló un suspiro largo.
"¿Por qué seguimos en el mismo punto?" se preguntó. Y es que no habían avanzado absolutamente nada.
Seokjin pudo preguntarle a su padre por Kim Namjoon. Con un poco de insistencia y salteándose las demás preguntas, consiguió que finalmente le respondiera que no conocía al muchacho del que hablaba.
El intento de empezar por su hermano fue un fracaso porque aparentemente, el número que tenía no era el actual. Figuraba como desactivado. Decidieron que probarían contactarlo por las redes sociales antes de llamar a la casa de los Kim, llevándose la noticia más desagradable del día.
Suga miraba al techo.
Si la persona requerida no estaba entre los vínculos más cercanos de la anomalía, eso solo podía significar que se trataba de un desconocido. Y el de cabello azul ya estaba contemplando las tres posibilidades con mucho cuidado.
Para poder dar con el paciente, si es que Namjoon era uno, no podrían encontrarlo fácilmente, las herramientas serían indispensables. Para el caso de la figura pública era más sencillo, pero por alguna razón, el nombre de Kim Namjoon no figuraba en ningún lugar "público". ¿Un político, un empresario? Nuevamente necesitaría de algo más que una computadora y un par de horas en la calle.
Si se trataba de alguien con una nueva identidad, entonces era inútil seguir indagando por llamados telefónicos en el ámbito familiar.
La proximidad perdía fuerza en el caso de la anomalía Kim Seokjin.
Suga se sorprendió cuando escuchó que el mayor estaba entrando a la habitación, con un semblante que parecía demostrar más resignación que calma, como si ya hubiese pasado el trago amargo.
—Ya estoy bien, perdona —se disculpó en la puerta—. Entonces... Seguimos sin nada.
—Si. Sobre eso... —Suga se sentó en la cama, incómodo—. Escucha... T-tal vez no te agrade lo que voy a decirte, pero creo que es lo mejor que podemos hacer por el momento —anunció, mirando las sábanas. Seokjin intentó mentalizarse—. Es el día ocho. Podré usar mis herramientas en el décimo día, no falta demasiado. Cuando sea jueves, podremos dar con Namjoon de una vez por todas. Evidentemente es alguien a quien no conoces, por lo que la búsqueda será más rápida gracias a lo que me brinde La Agencia —con un poco de duda, levantó sus ojos oscuros hacia los del mayor— ¿Te parece mal simplemente esperar?
—¿Y qué hay si es alguien a quien sí conozco, pero no he buscado lo suficiente?
—Lo encontraremos de todas formas —respondió el menor—. Puede que reciba una penalización, pero no es la gran cosa.
—¿Penalización?
—Mierda —murmuró Suga. Debió omitir eso último—. Es... Como una especie de reprimenda. No es eso exactamente. Una vez te comenté que no utilizamos recompensas ni castigos, y que mis superiores no se fijan demasiado en quién es quién, sino en qué es lo que hace... Bueno, si al final resulta que me brindaron las herramientas, y tu mejor amigo efectivamente estaba dentro de tu círculo íntimo, entonces no las utilicé de forma óptima por no hacer una búsqueda adecuada, como mencionaste —explicó—. Eso conllevará alguna consecuencia que se llama "penalización" una vez que yo pueda volver a la central.
—¿Por qué?
—Porque no es fácil conseguir los buscadores que se utilizan para dar con la persona que necesitamos —se puso de pie—. Si Namjoon de pronto se hubiera mudado a Canadá a la edad de diez años, no sería nada sencillo localizarlo. El mundo es una región bastante amplia para dar con alguien de quien solo tenemos nombre y una apariencia que puede haber cambiado radicalmente, ¿comprendes?... Además, los buscadores son simplemente eso. Me dirán dónde está. No cómo llegar a él.
El mayor tragó.
—Y-yo... No había pensado en ese detalle.
—Son demasiadas cosas a tener en cuenta dentro del mundo físico, Seokjin. No es fácil para La Agencia ponerlas a disposición de algún reparador. Entonces si al final resultaron ser inútiles, la penalización se aplicará sobre mí... No pongas esa cara, como mucho me impedirán usarlas en el siguiente caso. No pasa de eso —explicó despreocupado.
El castaño lo miró con desconfianza. ¿Realmente era solamente eso? De todas formas, Seokjin no creía que fuera una simple reprimenda. El no disponer de las herramientas si llegaba a necesitarlas, era equivalente a soltar su mano si le tocaba otro caso extremo. Eso no era simplemente una penalización. Podía quedar encerrado en un aislamiento. Podía costarle todo.
—De todas formas, dudo que Namjoon se haya mudado tan lejos como Canadá ¿correcto? —sonrió animado—. No le demos más vueltas. Lo sabremos pronto.
—Si fuera así... —el mayor se animó a hablar una vez más—. S-si él realmente terminara estando muy lejos de aquí, ¿qué haríamos?
—Pues ir a buscarlo.
—¿Cómo?
—Como se mueven las personas en este mundo real, capitalista y clasista. Pagando un viaje.
—P-pero...
—Bueno, para una realidad alterna siempre aplica la frase El fin justifica los medios —se encogió de hombros—. Robaríamos un banco o algo parecido si llegara a faltarnos dinero —Seokjin se quedó atónito—. Es broma, tonto —Suga se encaminó a su lado— Veríamos algún modo más factible, pero sí. Con suerte no nos atraparían hasta poder dar con tu mejor amigo.
—¿Alguna vez has llegado a algo así?
—Yo no. Pero todos en la agencia sabemos sobre los casos más extremos, que casi siempre suelen ser los más entretenidos. Personalmente, prefiero el entretenimiento que no es a contra reloj, así que preferiría que no me tocara. Ya veremos...
♦♦♦
Taehyung se tensó en cuanto escuchó la puerta.
Estaba en la cama, hecho un ovillo envuelto en las sábanas. Todavía se sentía demasiado desanimado como para empezar el día.
Llevaba despierto algunos minutos, pero no se molestó en tomar su medicación, en comer algo, o preparar sus apuntes para ir a la única clase que tenía en la semana. Sentía que las ganas de no salir de la cama eran proporcionales su tristeza.
—¡Taehyung! —su nombre fue pronunciado en un grito no muy amigable, seguido de dos golpes en la puerta. Jungkook no parecía especialmente feliz. El rubio se tapó hasta la cabeza, tratando de ignorarlo, terminaría cansándose, ¿cierto?—. ¡¡No pienso irme hasta que abras!!
"Entonces espero que el suelo sea cómodo" pensó Taehyung.
Su teléfono empezó a sonar, y al tomarlo, el mayor identificó un número que no pertenecía a Jungkook. ¿Quién podría llamarlo y por qué?
Se sentó en la cama, dudando. ¿Sería importante?, él no recibía llamadas muy seguido.
—¿Sí?
—Oh, contestó —una voz suave se alejó del micrófono y hubo un minúsculo segundo de silencio— ¡¡¡¡KIM TAHEYUNG ABRE AHORA MISMO!!!!! —el rubio terminó apartando el teléfono de su oído tan pronto el grito de Jungkook lo aturdió— ¡Kookie! —¿Jimin?—. Hola, Tae. Perdona a Jungkook, por favor —habló con calma—. Resulta que estamos justo fuera de tu departamento. ¿Estás adentro?
—Sí.
—Entiendo... ¡¡Taehyung, abre!! —se escuchó a través del teléfono y desde la puerta.
El rubio suspiró, llevándose una mano a la frente.
—¡Deja de gritar!... Perdona que te molestemos.
—Sí... Yo... —se sentó en la cama—. De acuerdo, les abriré un momento.
—Gracias Tae —Jimin sonrió con bondad desde el otro lado del teléfono, antes de colgar.
—¿De verdad abrirá? —Jungkook estaba demasiado acelerado.
—Lo hará. Pero atrévete a hacerle algo, y te echaré de su departamento, ¿está claro? —le advirtió.
El menor asintió con dinamismo. Al escuchar el sonido de la llave girando dentro de la puerta, la miró mientras parecía luchar internamente entre mantenerse en su lugar o dar un empujón para finalmente acceder al interior. Involuntariamente se movía con ansiedad, como lo hacen las mascotas esperando reencontrarse con su dueño.
Taehyung abrió, con la vista baja y el pijama todavía puesto. Jungkook sitió toda una oleada de emociones mezcladas. Sus ojos oscuros miraron a los del mayor con insistencia, pero sin obtener respuesta.
El rubio dejó la puerta abierta, y volteó hacia el interior sin más.
Jimin se adelantó a su novio, y entró mirando atentamente el lugar.
—Tu hogar se parece un poco al de Jungkook —habló con una sonrisa.
Y la misma se esfumó en cuanto su novio se acercó a Taehyung, caminando con una mirada dura y una postura desafiante. Por la expresión de su rostro creyó que se acercaría a gritarle, sin embargo, a Jungkook le bastó plantarse justo frente al mayor, mirándolo fijamente, como si estuviera reprendiéndole con la mirada.
Taehyung primeramente retrocedió un poco, y al levantar su mirada miel a la del menor, se mantuvo impávido.
Jimin notó la tensión. Prefirió guardar silencio mientras los dos se miraban sin decir palabra alguna. Creyó que ni siquiera los vio pestañear.
—Me ignoraste... —comenzó el castaño, sin quitarle los ojos de encima.
—Dije que estaba bien —replicó Taehyung.
—Me mentiste.
—No quería hablar contigo.
—Te pedí que confiaras en mí. ¿Crees que me gusta hacer esto? Preocuparme, ser insistente y molesto... ¿Crees que me divierte perseguirte para saber sobre ti?
—¿Y tú? —el rubio se animó a acercársele un poco más— ¿Crees que mis altibajos emocionales son un capricho?, ¿Que disfruto pasar de sentirme bien a sentir que no valgo nada?... ¿Te parece que lo hago con la intención de molestarte, Jungkook?
Entonces consiguió desestabilizarlo, más que con cualquier otra cosa.
—Taehyung, yo-
—No lo controlo —continuó el mayor, con los labios temblorosos—. Desearía que fuera así, pero no es el caso. Y me odio cada vez que me ocurre —soltó con desprecio—. Pero lo que más odio, es saber que hago pasar por un mal momento a quienes se preocupan por mí.
A Jimin le bastó mirar de reojo a su novio para entender que los sentimientos con los que ingresó a aquel departamento eran completamente diferentes ahora. Lucía al borde del llanto.
—L-Lo único que necesito que entiendas, Taehyung, es que es imposible que no me preocupe por ti... Y no ayudas si en vez de responder, te encierras en tu soledad.
—Necesito esa soledad.
—Entonces sólo dilo.
—¡Te lo dije!
—¡¡No lo hiciste!! —Jungkook levantó la voz— ¡Lo único que hiciste fue ignorar mis mensajes y llamadas!... Decir que necesitas estar a solas no es lo mismo que desaparecerte, Taehyung. Hay una importante diferencia —comentó, perdiendo la paciencia— ¿Quieres saber por qué decidí ir a clases y no volver a tocar cuando me fui, ayer?... Porque sonreíste tratando de decir que todo estaba bien. Y yo sabía que estabas mintiendo, pero me dije que debía confiar en ti, por eso lo hice. ¿¡Y qué obtuve!? —hizo un gesto con los brazos—. Que decidieras ignorarme cuando te escribí en la noche, y estar como un maniático mirando el teléfono esperando que me respondieras... —lo miró dolido. Ahora fue Taehyung quien se tragó las lágrimas—. N-no me lo estás haciendo fácil, hyung —continuó el menor.
El rubio bajó la vista, sintiéndose todavía peor. Se sobó un brazo por sobre el pijama, y retrocedió un par de pasos.
—Tal vez deban irse ahora —comentó sin volver a mirar a ninguno.
Jimin presionó los labios, apenado. El muchacho delgado que ahora miraba al suelo lucía tan frágil y marchito...
—Kookie, vámonos —susurró, entendiendo que Taehyung necesitaba tranquilidad ahora.
—No quiero irme —dictaminó el menor de los tres, en voz alta y firme.
—Perdona las molestias —se dirigió al rubio—. Nos iremos ahora.
—¡No quiero irme! —volvió a decir mientras su novio le sujetaba una mano, invitándolo a alejarse.
—Tenemos cosas que hacer, Kook. Tae necesita estar solo —el pelinegro tironeó de su brazo.
—¡Pero no...! ¡¡No!!
—Te llamará en cuanto se sienta con ánimos de hablar, ¿No es así, Taehyung?
El dueño de casa asintió vagamente desde su lugar.
—Hyung... —los ojitos oscuros de Jungkook lo miraron con súplica, esperando algún gesto de su parte además de mantenerse en silencio— ¡Hyung! —lo llamó mientras Jimin lo sacaba del lugar.
—Kookie —la voz de su novio se suavizó—. Le pediste que te dijera si necesitaba estar solo. Es exactamente lo que está haciendo ahora, debes respetar su decisión —intentó explicarle.
Taehyung fue capaz de oír toda la conversación. A un Jungkook intranquilo y un Jimin paciente que se lo llevaba a rastras, fuera del complejo de departamentos.
Levantó la vista hacia su puerta, que había quedado abierta, y se acercó para finalmente cerrarla.
Apretó los ojos con fuerza. Taehyung llevaba un buen tiempo sin sentir que las personas lo asfixiaban. Su depresión a menudo lo hacía sentir culpable por todo, en especial por ser una carga para quienes decían querer que mejorara. Escuchar directamente de Jungkook, que, efectivamente lo había perjudicado, se sentía doloroso. No era como si no lo supiera de todas formas. Eso era algo inevitable para quienes decidían desperdiciar su tiempo en él.
Quería llorar, pero la tristeza que normalmente se abarrotaba contra sus ojos y salía en forma de muchas y continuas lágrimas, ahora ni siquiera parecía estar allí. Y aun así, algo en su pecho se oprimía con más y más fuerza.
Exhaló un suspiro agotado, y caminó arrastrando los pies hasta volver a su habitación.
Conociendo a Jungkook, incluso si momentáneamente se había alejado, volvería a él. ¿Por qué insistía en acercarse a lo que le hacía mal? Quizás Jimin podría hacerlo entrar en razón. Nadie quiere ver sufrir a la persona que ama.
Y Jungkook contaba con esa persona que cuidaría bien de él. Él no estaba solo.
Se sentó sobre la cama, con la espalda contra la pared y las piernas encogidas. Dejó descansar los brazos sobre sus rodillas, y hundió la cabeza en medio, deseando desaparecer.
Las cosas serían mucho más fáciles si no estuviera allí.
♦♦♦
—¡¡Jimin!! —para ese momento, el Jungkook enfurecido estaba ausente, dejando a la luz al muchacho inseguro de voz temblorosa.
—Kookie, intenta entenderlo, por favor —el mayor todavía lo llevaba de la mano, en dirección a la universidad.
—¡¡No quiero entenderlo!!, ¡¡Quiero volver allí y decirle que deje de ser tan...!!
—¿Tan qué? —su novio se volteó a mirarlo con cansancio, deteniéndolos a ambos— ¿Tan inestable?, ¿Tan enfermo?... ¿Eso es lo que quieres decirle? —Jungkook suspiró con angustia antes de finalmente empezar a llorar—. No es fácil... —Jimin suavizó su voz, y lo acercó a él, tomándole la otra mano—. Sé que fuiste sincero con él, pero quizás no elegiste el momento más adecuado, Kookie —le explicó—. Quiere su espacio ahora, debes dárselo.
—Tú no lo entiendes —sollozó—. Sé que puedo ser exagerado, pero... Es porque insistí, que evité que se dirigiera a ese lugar para morir —sus ojos se clavaron en los de su novio—. Si ya sé de lo que es capaz, ¿¡cómo esperas que no sienta miedo cada vez que se ausenta!?...
—Porque debes confiar en él, Jungkook —el pelinegro acercó una mano a su rostro—. Si Taehyung no confiara en ti, ni si quiera se habría molestado en abrirnos. Tú también le importas. Por eso intenta mantenerte al margen.
—¡¡Pero yo no quiero estar al margen!! —protestó entre lágrimas— ¡¡Yo necesito asegurarme de que no hará alguna tontería!!... ¿¡Por qué es tan difícil de entender?!
—Kook, escúchame —esta vez, el mayor volvió su voz más seria—. Apoyar a alguien no siempre implica estar a su lado. Mucho más si la otra persona te pide espacio.
—P-pero-
—Escucha —repitió mirándolo, y trasladando su otra mano a su cabellera—. Sé que tus intenciones son buenas. Sé que estás asustado, y te preocupas genuinamente por él —aclaró mientras le limpiaba una mejilla—, pero tú nunca has estado en ese lugar. Nunca has experimentado culpa por preocupar a los demás, no en la medida en que lo hace Taehyung —explicó con calma—. Sí, no te gusta verme afligido, ni tampoco me gusta verte a ti así... Pero los dos sabemos que si alguno necesita ayuda, bastará con decirlo para obtenerla —Jungkook se mantuvo en silencio, observándolo atentamente—. Con Taehyung eso... Eso es diferente —concluyó, un poco entristecido—. Él siente que es una molestia. Y aunque no te lo haya dicho, debe serle incómodo que se sienta así y tú quieras imponer otra cosa. Kookie, si te digo que me siento un inútil, a veces la respuesta certera y firme de "no lo eres" no hará que me sienta mejor... ¿Entiendes a lo que me refiero?
—F-fuiste tú quien dijo que había que acompañarlo... Y c-cuidarlo —replicó con angustia.
—También fui yo quien dijo que no debíamos presionarlo, ¿recuerdas?... —Jimin sonrió comprensivo ante el semblante confuso de su novio. Se acercó a sus labios, y lo besó con ternura—. Tranquilo, cariño. Lo estás haciendo muy bien... Ahora démosle su espacio, ¿sí?
—P-pero ¿lo has visto?... No debe haber comido nada... No tocará bocado, estoy seguro... Ni s-siquiera debe haber tomado sus medicinas —se lamentó.
—De acuerdo, en vista de que no vas a desistir, volveremos al salir de clases. ¿Te parece bien?
—Sí, m-me parece bien —se calmó un poco, suspirando. Jimin ahora besó su frente.
—Kookie, a veces eres demasiado terco —comentó sin ánimos de criticarlo o reprenderlo.
Jungkook enterró el rostro en su pecho al darle un fuerte abrazo. Incluso si no lo decía en voz alta, que su novio estuviera a su lado hacía una enorme diferencia. De no ser por él, estaba seguro que jamás habría entendido que su amigo necesitaba pasar tiempo a solas, aunque no se sintiera bien. Para él todavía era un poco extraño, pero Jimin estaba en lo cierto: No estaba en el lugar de Taehyung, y por ende, no era sencillo comprenderlo.
Confiar en él...
Su amigo no intentaría quitarse la vida otra vez, ¿cierto?
♦♦♦
—¡Hyung!... —la voz de Jungkook sonaba insistente, desde afuera.
16:20 PM
Tal y como lo planeó junto a su novio, al terminar sus actividades universitarias se plantó nuevamente en la casa de su amigo. Sin embargo, estaba solo. Jimin tuvo que disculparse con él por planificar algo y luego cancelarlo, en vista de que su proyecto grupal de Estadística quedó alineado con la disponibilidad horaria de la mayoría de los integrantes.
Así, Jungkook había estado esperando terminar sus clases para encaminarse a la vivienda de su amigo. En realidad, esperaba que estuviera en el trabajo; su horario laboral no terminaba sino hasta después de las siete. Aun si no había ido a la universidad, Tae no descuidaría su única fuente de ingresos.
Y como no obtuvo respuesta al estar en la entrada, quiso cerciorarse. En vez de tirar la puerta abajo, sacó del bolsillo de su pantalón un pequeño alambre de clip doblado de forma específica, con el que solía abrir además de puertas, casilleros y algún que otro candado que impidiera su camino entre donde estaba y el lugar –u objeto- al que quería llegar. Ser siempre el centro de los problemas le había enseñado un par de cosas, incluso si Jimin las desaprobaba.
De cuclillas, y mirando con atención la ranura de la puerta, se mantuvo concentrado hasta que consiguió forzarla. Con un leve empujón, estuvo abierta.
El castaño claro echó un vistazo general. Todo estaba igual que en la mañana. Caminó con duda, adentrándose. Cerró, y dejó la mochila sobre el suelo antes de encaminarse al dormitorio.
—Taehyung... —esta vez ya no tuvo vacilación en la voz. Su amigo seguía en la cama—. Tae —se sentó a un costado. El rubio estaba dándole la espalda, bajo todas las sábanas— ¿Estás durmiendo? —se inclinó por encima y pudo ver sus ojitos claros abiertos, que en ningún momento se centraron en él. Jungkook estiró una mano a su cabeza, con afecto— ¿Has estado aquí todo el día?... —preguntó, sobresaltándose al notarlo frío—. Hyung —y ahora estaba preocupado otra vez— Taehyung... —lo movió, esperando que se volteara—. Taehyung, por favor...
Una idea fatalista le atravesó la mente a la velocidad de un rayo, y se inclinó sobre él con todo su peso, para comprobar que respiraba.
Exhaló con un alivio enorme al notar que había sido sólo una impresión. Su corazón volvió a relajarse, de a poco. Era demasiado para Jungkook. En lo que llevaba del día, había pensado numerosas veces en que su amigo fuera a darse por vencido.
Sin poder contenerse, se hizo un lugar a su lado y se acurrucó unos segundos, cerrando los ojos.
¿Por qué Taehyung parecía tan lejos aún teniéndolo a su lado?
—Lo siento mucho —se disculpó afligido ante el mayor—. Sé que no soy la mejor compañía, y que quizás alguien como Jimin podría ayudarte más que yo... P-pero... ¿Está mal querer hacer mi parte de todas formas?
Sin obtener respuesta, terminó volviendo a sentarse. Al ver en detalle hacia el armario de su amigo, notó que su uniforme estaba colgado, perfectamente impecable.
Taehyung debía sentirse terriblemente como para faltar a su trabajo.
Se puso de pie y fue al baño. Encendió la luz y corrió las cortinas que cubrían la ducha sobre la tina, y metió la mano notando que estaba perfectamente seca. Tras ir a la cocina, comprobó que las cosas estaban limpias, y se reprendió por no reparar en cómo estaban en la mañana.
Ya habían pasado casi siete horas desde que él y Jimin se habían marchado.
Con el pecho oprimido, volvió al cuarto de su amigo.
—Hyung... —trató de mantener la compostura— Vamos... Ven. No has comido nada. Estás helado, deberías tomar un baño. De prisa —insistió, pero el mayor permaneció inmóvil—. Tae... —su voz se volvió un reclamo desesperado. Taehyung no tenía intenciones de salir de la cama. No estaba ocupándose de él mismo. El mensaje era demasiado claro, demasiado directo: Quería morirse. Jungkook tragó con dificultad antes de encaminarse nuevamente a la cama, para destaparlo—. No voy a irme —anunció con firmeza—. Ni aunque tenga que hacerlo todo yo —dijo al tiempo que lo sujetaba por los hombros con suavidad y lo sentaba sobre el colchón.
El rubio apenas si parpadeó.
El menor quiso llorar al ver en detalle sus labios agrietados, las ojeras tan instaladas bajo sus ojos, ahora más apagados que nunca, que miraban a la nada. Taehyung no era así. Él siempre conservaba brillo en su mirada, por más minúsculo que fuera.
Respiró hondo, consiguiendo mantenerse sereno, antes de tomarle el rostro y dirigirlo hacia él.
—Hyung —lo llamó—. ¿P-por qué te haces esto?... —preguntó con dolor— ¿Por qué no me hablas?, ¿Estás molesto conmigo? ¿Me odias?... Si quieres que me vaya, no lo haré a menos que prometas que vas a salir de esta cama —comentó con la voz temblorosa—. Hyung... —sin poder contenerse más, comenzó a llorar. Se sentía casi como hablarle a un cadáver. A alguien que no estaba mirándolo, y que definitivamente no podía escucharlo. Jungkook se mordió los labios con impotencia—. No importa —mencionó acercando su frente a la del mayor—. Me quedaré contigo.
Con delicadeza volvió a recostarlo en la cama, antes de encaminarse al baño y empezar a llenar la tina con agua caliente.
Buscó en el armario otro pijama, que dejó sobre la cama junto a una toalla blanca de buen tamaño. Se limpió el rostro algunas veces, pasando el brazo por la punta de su nariz. Y no perdió tiempo en dejar a fuego lento una olla con agua y sal, para preparar arroz.
De pronto, los sonidos de sus pasos entre la cocina, el baño y el cuarto de Taehyung estaban llenado todo el departamento.
Jungkook volvió a la cama, y pasando un brazo tras la espalda del rubio lo reincorporó.
—No es bueno dormir con frío ¿sabes? —habló mientras desabotonaba con cuidado su camisa—. Es fácil enfermarse... Ji-Jimin siempre me aconseja bañarme por las noches cuando estamos en invierno. Dice que así el cuerpo no se somete a los cambios bruscos de temperatura que experimentamos durante el día... Todavía es temprano, pero como no vas a salir de aquí, sería bueno hacerlo ahora —Jungkook le quitó la camisa, y luego tuvo que ayudarse con los brazos para alcanzar sus piernas y quitarle el pantalón.
Nunca creyó que terminaría desvistiéndolo. No quiso detenerse a mirarlo demasiado, incluso si ya había visto de reojo sus brazos delgados, y la forma en que sus costillas asomaban bajo su piel. Interrumpió su discurso en cuanto notó las cicatrices en sus piernas, justo por encima de las rodillas. Eran muchas marcas seguidas, una tras otra. Sus ojos ardieron.
Su cuerpo estaba tan atrofiado.
Taehyung no habló, no dejó de mirar hacia un punto fijo, totalmente ausente. No opuso resistencia, ni aunque su ropa interior estaba siendo removida y quedaba desnudo frente a un chico que no era Seokjin.
Jungkook lamentó que su amigo fuera tan manejable como una marioneta con los hilos de comando cortados. El vergonzoso muchachito que se sonrojaba enseguida parecía ser una persona diferente a la que envolvió en la toalla blanca.
Sin dificultad, el menor lo arrastró con sus brazos hasta el borde de la cama, y se agachó levemente para poder cargarlo. Demasiado liviano.
El baño estaba impregnado de vapor de agua y gotitas condensadas en las paredes más cercanas a la tina que estaba a tope.
El castaño claro sostenía a Taehyung envuelto en un rollito blanco, y casi con malabares, consiguió dejarlo en el agua sólo humedeciendo una pequeña parte de la toalla.
Apoyó las rodillas contra el piso, y sumergió los brazos en el agua. Estudiaba cada reacción que el rubio pudiese hacer, y se preocupaba más cuando no obtenía ninguna.
—Una esponja en forma de estrella... —comentó al tomar la que estaba en una esquina de la tina—. Cuando era niño, tenía una igual... Mi madre siempre hacía del baño todo un juego. Recuerdo que decía que otros niños no querían bañarse, ya sabes, el típico berrinche cuando estás entretenido con otra cosa —sonrió, poniendo un poco de jabón líquido en la esponja de color azul—. Pero yo amaba la hora del baño. Las burbujas, el jabón... La espuma. Cantábamos juntos, y me entregaba algunos juguetes de hule para que pudiera meterlos en el agua —con cuidado, frotó la esponja mediana por su espalda—, supongo que era permisiva. O creativa, según cómo lo mires... También... Usaba un shampoo que venía en un bote con forma de dinosaurio, no recuerdo ni cómo se llamaba... Me encantaba ese dinosaurio. Siempre me gustaron los animales carnívoros. Los que cazaban a su presa, los que eran valientes y rudos —comentó, ahora trasladándose a su cuello—. Siempre quise ser como ellos, me daban la impresión de ser fuertes. Yo quería ser fuerte también. Como un león, o un tigre... Los felinos me gustan mucho... —continuó. Y a medida que conseguía encadenar más temas para continuar hablando, lo hizo.
Jungkook no sabía en lo absoluto cómo disipar el malestar que estaba experimentando al ver a su amigo en ese estado. No se le ocurrió más que simplemente hablarle, como lo hacían los adultos a los niños, o los enfermeros a sus pacientes mayores, relatando anécdotas o cuentos.
Era extraño. Extraño y triste. Extraño y doloroso. Porque incluso si muchos recuerdos eran, en efecto, agradables, la situación en la que estaba Taehyung opacaba por completo todo lo demás.
Jungkook enjabonó y lavó sus brazos, hombros, cuello, pecho... Todo, cuanto estuvo a su alcance. Trató de ser lo más suave posible. Puso especial atención en que cada vez que deslizara sus manos por alguna parte de su piel, fuera más una caricia que un intento de cubrirlo de espuma blanca o agua.
La tina, que al principio contenía agua cristalina, fue opacándose por las constantes sumergidas de sus brazos y la estrella azul. El castaño claro no recordaba cuándo fue la última vez que se forzó a mantener su voz presente ante alguien más.
Jimin entendía sus silencios. Sus amigos también, pero Taehyung no necesitaba más de ese vacío que probablemente estaba aturdiéndolo. Incluso se animó a tararear, sosteniendo su rostro con una mano, mientras removía los rastros de lágrimas secas en sus mejillas con la otra.
Puso shampoo en su cabello dorado, y como recordaba que su madre lo había hecho con él, inclinó el mentón del mayor hacia atrás, antes de usar una mano para cubrir por encima de sus ojos y así enjuagarlo.
Madre.
Taehyung quizás echaba mucho de menos a la suya. Quizás, la señora Kim también tenía sus trucos a la hora de bañar al mayor de sus niños. Puede que en algún lugar, ella también estuviese extrañando a su hijo. ¿Cómo sería ella?... ¿La dueña de una sonrisa simétrica y perfecta?, ¿La del cabello dorado?, ¿O quizás, el dueño de aquel atributo era el señor Kim?... ¿A quién habría heredado esas manos tan grandes y esos dedos tan finos y delgados? O esas cejas, que podían ser tan expresivas... Sus preciosos ojos claros... La forma de su nariz...
—Cada estrella que atrapes, yo guardaré para ti... —una canción de cuna. ¿Realmente su mente terminó recordando una canción de cuna?— Y si acaso te duermes, nubes pondré junto a ti... —de pronto, el malestar que sentía empezó a disminuir. Notó que Taehyung hizo un gesto con la cabeza casi imperceptible en cuanto él comenzó a cantar.
¿Así se sentía una madre?, ¿Con el constante deseo de proteger a su bebé de todo mal?... Porque Jungkook estuvo seguro de que incluso si no tenía ni una pizca de instinto paternal, lo único que quería era poder impedir que algo o alguien volviera a herir al joven que estaba terminando de bañar. Al frágil rubito que estaba lleno de marcas, de recuerdos dolorosos.
¿Qué cosa podría funcionar mal dentro de su cabecita como para que se despreciara tanto a sí mismo?, ¿Qué era lo que le impedía verse como el ser tan luminoso que era?
—Los luceros que tienes, debes cerrar, y soñar... —continuó con un tono suave, mientras retiraba el jabón de sus tobillos.
El menor se tomó su tiempo. En un momento, el ruido de la olla rebalsando lo sacó de su melodía, y también del baño.
Suspiró con alivio al ver que más que un poco de agua salada esparcida en los alrededores, nada había sido incendiado, derretido o quemado. Apagó el fuego y decidió no continuar hasta que no tuviera a su amigo fuera del agua.
Terminó empapado hasta el pantalón, pero se sintió satisfecho cuando estuvo sosteniéndolo hecho un rollito blanco nuevamente. Ahora, su cabello húmedo asomaba junto a una pequeña parte de su naricita por un costado. No pudo evitar sonreír con dulzura.
Lo dejó sobre la cama, y siguió cantándole mientras frotaba su cabello. Buscó el aceite con aroma a menta, y cuando lo halló en el segundo cajón del pequeño armario, leyó cuidadosamente la etiqueta. Taehyung permaneció quieto mientras él deslizaba las manos tibias por sus brazos, hombros y espalda, poniéndole el bálsamo mentolado que tenía función humectante, según lo que acababa de leer.
La delicadeza con la que el menor se permitía tratarlo era similar a la de estar manejando porcelana en vez de un cuerpo de carne y huesos. Él era lo único que conectaba al rubio con el mundo real. Más allá de ser cuidadoso, no parecía molesto por tener que vestirlo, manejar el peso de sus piernas, o pasar cada uno de los botones por su respectivo ojal.
Jungkook sonrió cuando notó las pequeñas rugosidades propias de pasar demasiado en el agua en la punta de sus dedos, como en los de su amigo. Al terminar de vestirlo, se sintió satisfecho. Era una especie de realización diferente a cualquier otra que pudo experimentar antes. Se puso de cuclillas al costado de la cama, sosteniendo sus manos, preguntándose cómo conseguiría hacer que comiera algo.
Ponerlo en su boca no era garantía de nada, y acabaría perdiendo la paciencia si Taehyung no cooperaba. Lo miró desde abajo con compasión. Forzarlo a comer empeoraría todo, y seguramente ocurriría lo mismo si intentaba darle las medicinas.
El menor se puso de pie, y buscó en el armario un buen rato hasta que encontró las sábanas. Empezó a quitar las que estaban tendidas, dejándolas sobre el suelo. Cargó al mayor para dejarlo momentáneamente sobre una almohada, y se apresuró a estirar sobre el colchón las que había separado.
Tuvo que traer una silla de la cocina para alcanzar la parte más alta del armario y bajar la única frazada de invierno que podía verse contenida en un bolso plástico transparente.
Recostó al rubio como si estuviese guardándolo en un sobre, y lo arropó con cuidado. Taehyung ciertamente poseía una belleza inigualable. Pero ahora, bajo ese perfume fresco y esa ropa que todavía lucía los pliegues de haber estado guardada, había un muchacho demasiado triste.
¿Qué más podía hacer él para ayudarle?
Jungkook se permitió acomodarse a su lado por sobre las sábanas, estando enfrentados. Pasó los brazos por su espalda y lo acercó a su lado, queriendo resguardarlo tanto como pudiese.
—Hyung... Me importas mucho —susurró, mirándole angustiado—. Tu vida es muy valiosa para mí —confesó mientras pasaba una mano por su flequillo— Y también para tu familia. Nosotros nos preocupamos por ti, eso es inevitable cuando quieres a alguien —explicó con calma—. Y... S-sé que es agotador escucharlo, pero esto es momentáneo, Taehyung. Te lo dije antes, ¿recuerdas?... Que todo esto pasaría tarde o temprano. Debes ser paciente. D-debes tener fe en que las cosas mejorarán —su voz temblaba más de lo que hubiese querido—. Necesito que sigas intentándolo. Necesito que entiendas que yo sí te quiero... Dime cómo ayudarte. D-dime qué debo hacer, y lo haré... Juro que lo haré...
Suspiró con tristeza al no obtener respuesta.
Taehyung cerró los ojos, sin hacer nada más. El castaño claro se mordió los labios reprimiendo las lágrimas.
"No dejaré que te rindas" pensó mientras se acercaba a besar su frente.
Sus brazos todavía eran capaces de sostenerlo. Su cuerpo todavía podía otorgarle calor; y aunque no demostraba especial aceptación por tenerlo a su lado, tampoco estaba rechazándolo. Jungkook se aferró a eso, tanto como a la esperanza de que al despertar, pudiese volver a escucharlo hablar, y ver su mirada miel con su típico resplandor.
♦♦♦
—¿Café o chocolate?
—Café. Lo dulce no va conmigo.
Seokjin y su guía estaban caminando por las calles céntricas, sin rumbo alguno.
A Suga no le costó demasiado hacer que el castaño de ojos grisáceos renunciara a la búsqueda que lo tenía tan estresado y dejara todo en manos de las, confiables mencionadas, herramientas.
Aunque Seokjin llevaba calles y calles mirando distraídamente el suelo por donde iban, había conseguido mantener una conversación que mágicamente había derivado en lo que preferían beber en una tarde de invierno.
"Suga y el chocolate no van juntos" se dijo el mayor. E inevitablemente pensó en qué preferiría Taehyung.
—¿Hay alguna cosa que te haya frustrado más?... Me refiero a si tuviste ese gran sueño que algún día esperabas cumplir...
—No sé de qué hablas.
—Bueno, yo siempre soñé con vivir en la playa.
—La playa —repitió Suga, con cierto escepticismo.
—Me gusta el calor, y el mar. Ya ves que no era nada imposible.
—¿Y esa es tu mayor frustración?
—No sé si la mayor, pero es una —el castaño se encogió de hombros—. Supongo que en términos generales he vivido una buena vida.
Suga entendió hacia dónde iba aquella conversación. Miró a Seokjin de reojo.
—En términos generales, yo también —respondió.
¿Qué es mejor?, ¿Morir y pensar en la vida? ¿O vivir y pensar en la muerte?
Cuál es peor, en todo caso.
Dos polos opuestos, Suga en uno, y Seokjin en el otro. Porque aunque el de cabello azul estaba prácticamente muerto, llevaba tiempo esperando volver a la vida. Y el castaño entendía que su existencia probablemente terminaría en un par de días.
—¿No crees que deberías aprovechar lo que queda? —preguntó el guía, mientras ambos caminaban mirando al frente.
—¿Lo que queda?
—Si te gusta la playa, todavía puedes ir una vez más, por ejemplo —Seokjin tragó con dificultad, comprendiendo el significado de la palabra aprovechar—. Puedes hacer otras cosas también —agregó Suga, con intención—, incluso si ésta no es tu vida original, sigue siendo tuya.
Las palabras del menor adquirieron un peso importante sobre la espalda del de ojos grisáceos. Aunque llevara días sabiéndolo, el muchacho que ahora miraba hacia el frente repentinamente ansioso, no terminaba de procesar que pronto estaría subiendo al tren que sufrió un accidente. No había alternativa.
Su destino era cruel, forzándolo a enfrentarse a la muerte. O quizás, había sido piadoso en otorgarle unos últimos días de libertad. De vida.
Suga no volvió a comentar nada más, pero permaneció mirándolo. Se preguntó qué tan difícil sería estar en su lugar.
Y Seokjin miró atentamente el sol frente a ellos, que alumbraba brillantemente por sobre un lienzo celeste perfectamente impecable. No había rastro de nubes, aunque anunciaron lluvia en el pronóstico.
Los ruidos de la ciudad eran potentes. Las personas caminaban apresuradas, mirando al suelo, sus teléfonos o sus relojes. Preocupados por cumplir horario, por esquivar a otras personas para no aminorar su ritmo, con semblantes serios y mayormente vistiendo ceños fruncidos. El mayor echó un vistazo a su entorno con más atención.
Apenas unas pocas personas parecían estar paseando como lo hacían su guía y él. Sólo un puñado estaban reunidas en grupos de tres o más, y de éstos, un porcentaje aún menor tenían la vista despegada de su móvil.
Ninguno parecía atento al hermoso día que había justo frente a sus ojos. Los sonidos de bocinas, señales peatonales y música baja de algún que otro local, era lo único que podía oírse. Allí no había aves cantando, o niños riendo. Era el tumulto de la ciudad. El ambiente donde las personas olvidaban completamente que eran personas, y hacían su rutina como si fueran máquinas perfectamente programadas.
No es que le molestara especialmente, pero Seokjin se preguntó si habían sido muchas las ocasiones en las que se alineó con la aglomeración de personas silenciosas que no se detenían ni por un segundo a levantar la vista.
Todos ellos, de alguna forma, parecían dormidos. O por lo menos, inconscientes de que incluso cumpliendo sus rutinas, estaban vivos.
Un escalofrío le recorrió la columna. Jamás había tenido esa clase de pensamientos antes.
¿Cuántas de esas personas vivían felices?, ¿Cuántas se sentían unos desgraciados?... ¿Cuántas habían realizado sus sueños?, ¿Y cuántas vivían sin tener ni uno solo?
¿Y él?... ¿Acaso él era feliz?... ¿Él finalmente pudo cumplir alguna de sus muchas aspiraciones?
¿Tenía ese "algo" que era lo mejor que le había pasado?
—Quisiera... —tembló—. Qui-quisiera poder ver a Taehyung una vez más y... D-decirle que es el amor de mi vida —sus ojos de pronto dolieron—. Que la más grande diferencia entre mi vida aquí, y mi vida real, es él. Y... Que incluso si debo enfrentarme a todo esto...
De pronto se quedó estático ante el anuncio que vio en una de las pantallas de los edificios.
Fue como si una ráfaga de viento invernal lo golpeara en medio del pecho y le dejara incrustada una estaca de hielo. Sus ojos se abrieron de par en par, mientras leía la frase «Vive sin arrepentirte»
—Sin arrepentirte... —repitió meditabundo.
Lo último que el mayor vio, fue la palabra Unique en letras blancas y rojas.
—¿Seokjin? —Suga lo miró con duda.
—Arrepentirse... Arrepentimientos. Vivir. Vivir sin arrepentimientos... —el mayor miró fijamente hacia la nada mientras su expresión se transformaba—. Suga... ¡¡Suga!! —gritó exaltado—, ¿Qué es eso? —apuntó a la pantalla— ¿¡Qué es!?
—¿Lo de ahí arriba? Un anuncio —dijo con obviedad.
—¡¡No!!, ¡¡¿Qué se supone que es Unique?!!
—¿Qué?... —el de cabello azul volvió a mirar hacia donde apuntaba el castaño, pero pronto las letras cambiaron, proyectándose otro anuncio—. Ahora sólo veo comida.
—Unique. Debemos averiguar qué cosa es Unique... —sacó su teléfono del bolsillo y entró al buscador de Internet, con las manos temblorosa— ¿Un libro?, ¿Una película?...
Suga ladeó la cabeza —Seokjin...
¿Acaso no le importaba empezar a llamar la atención?
Su preocupación aumentó cuando vio cómo el castaño cubría su boca con una mano, sin despegar la vista de la pantalla.
—E-es una revista —anunció tartamudeando—. Y... Y la frase "Vive sin arrepentirte" es la de la columna de la última edición semanal —habló apresuradamente.
—Seokjin dime qué te ocurre, estás asustándome.
—Mierda... No lo encuentro. ¿¡¡Por qué!!?
—¿¡Qué!?, ¿¡Qué es lo que estás buscando!? —gritó perdiendo la paciencia.
—Suga... —lo miró con los ojos llorosos—. El autor de esa columna, el dueño de esa frase... Estoy convencido —aseguró con la cabeza—. Tiene que ser Namjoon.
El guía tragó con dificultad, su anomalía seguía temblando de pie frente a él.
—¿Estás seguro?
—Bastante —asintió—. Es l-la forma en la que habla, es más, yo mismo lo he oído en su propia voz —sus ojos de inundaron—. Sólo hay una persona que podría decir algo así con tanta convicción. Y es él.
—Unique —el viajero respiró hondo—, ¿No hay información sobre el columnista? —quiso saber, mirando el teléfono que el mayor sostenía en una de sus manos.
—No encuentro.
—De acuerdo, escucha, si trabaja en una revista es imposible que no exista en formato digital. Búscala. Debemos dar con la persona que escribió eso.
Seokjin movió sus dedos tan rápido como pudo, todavía demasiado nervioso. Suga buscó con la vista algún lugar cercano donde pudieran adquirir la revista. Estaba demasiado concentrado mientras repasaba las tiendas una a una, hasta que escuchó que el castaño suspiraba como si algo lo hubiese golpeado.
—Utiliza un pseudónimo —Seokjin estaba a punto de llorar—. John.
—¿John? —Suga lo miró dudoso.
—John... Joonnie... Namjoonnie —respondió el mayor, sin poder contener las lágrimas ni un minuto más—. Es él, Suga. Es mi mejor amigo.
El más bajo abrió los ojos con sorpresa. Seokjin hablaba con total seguridad, pero él todavía debía mantenerse atento hasta que pudieran corroborarlo completamente.
—D-de acuerdo, calma, tranquilo —le indicó un gesto—. Busca una ubicación. Iremos ahora mismo.
—¿Ahora?
—Sí.
El de ojos grisáceos dejó que las lágrimas se deslizaran empapándole el rostro, y sin perder más tiempo, volvió a tomar su teléfono. Apenas si podía mantener la concentración.
—En-encontré la dirección —le anunció al de camisa blanca—. N-no es tan lejos.
—¡Vamos, andando!
Enseguida estuvieron corriendo, sumándose al mar de gente.
La cantidad de emociones encontradas que experimentaba el castaño no parecían caberle en el pecho. Sus piernas ganaron fuerza y aceleración, corrió tan rápido, que todo a su alrededor se volvió borroso: los sonidos, las siluetas de las personas, los coches en movimiento... Y por extraño que fuera, sentía que finalmente había dado con su mejor amigo.
La dirección los llevó a la entrada de un imponente edificio céntrico.
Los pensamientos revoloteaban en la cabeza de Seokjin como si fueran avispas desorientadas. Mientras él y Suga atravesaron las puertas corredizas de vidrio, el guía le sugirió mantener la compostura y entablar una conversación amable con la mujer detrás de un mostrador que parecía ser la recepcionista. Nadie podía llegar de la calle, exigir que le dieran el nombre de un trabajador y tener éxito en obtenerlo.
Mientras la mujer despegaba la vista del monitor para mirar al joven que se acercaba con una sonrisa nerviosa en los labios, Suga repetía una serie de frases para hacer pasar su situación por una emergencia.
El castaño suspiró sin apartar sus ojos grisáceos de la mujer de mediana edad, que ya lo miraba de forma inquisitiva.
—¿Puedo ayudarle? —preguntó la de chaqueta oscura y lentes.
—Es —carraspeó—. Verá, estoy b-buscando a alguien. Es un caso sumamente importante, estoy seguro de que usted podrá ayudarme —respondió con cordialidad.
La mujer volvió su vista a su computadora un instante.
—Dígame y haré lo posible.
—B-bueno... uhm, resulta que... —balbuceó.
En ese preciso instante, el elevador que estaba hacia la derecha se abrió, y junto a él, un grupo de personas ruidosas se abrió paso en dirección a la salida.
Seokjin estuvo seguro de que jamás se había sentido tan deslumbrado ante su mejor amigo, porque ahora, éste estaba caminando tranquilamente junto a los demás hombres, que parecían ser mayores, dirigiéndose a la salida.
Lucía el cabello negro. Ya no llevaba gafas, pero vestía igual que siempre: como si su aspecto gritara a los cuatro vientos la palabra profesional. Allí estaba, con su voz baja y sus facciones amables. Con los hoyuelos simétricos adornando los límites de su sonrisa, con su andar tan elegante que lo hacía lucir como si estuviera en una pasarela en vez de estar en un edificio corriente. Estaba sano y salvo. Y tan perfecto y guapo como siempre lo fue.
El castaño contuvo el aliento de la emoción. Abandonó la inútil conversación con la mujer tras el mostrador, y sus ojos solo pudieron centrarse en Kim Namjoon.
Por fin. Tras tantos días de búsqueda, de sentimientos intensos y dispares, lo tenía justo allí.
Por fin lo había encontrado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro