~ 21 ~
Jungkook caminaba. Jimin iba a su lado, tomando su mano y hablándole sobre la importancia de ser más empático con los desconocidos.
Eran poco más de las cinco de la tarde.
Ellos se movían despreocupados por algunas calles angostas, dejando la gran ciudad y las aglomeraciones atrás.
Él y el pelinegro se habían despedido de Seokjin hacía media hora, tras haber averiguado que finalmente, Kim Namjoon no estudiaba en ninguna facultad de la universidad a la que asistían.
El mayor se había mostrado sumamente decepcionado, y dijo que revisaría por su cuenta en otras universidades. Jimin no insistía demasiado, pero Jungkook quería saber por qué el castaño estaba tan empecinado en encontrarse con alguien que "no había visto en algún tiempo" ¿Tenía algún sentido eso, acaso?, ¿Y por qué motivo Jimin había accedido a ayudarle tan fácilmente?
—Por eso las personas tienen una mala impresión sobre ti, ¿entiendes? —le dijo el pelinegro.
—Repíteme por qué debería importarme que personas como Kim Seokjin tengan un buen concepto sobre mí.
—No hablaba de él ¿por qué tienes que meterlo en todo? —se quejó el mayor, deteniéndose en seco—. Deja de hacerlo.
Jungkook le esquivó la vista.
—No sé de qué hablas.
Muy pocas personas frecuentaban esos pasajes, en medio de barrios residenciales. Rodeados por casas, complejos de departamentos y alguna que otra tienda; los novios podían tener cierta privacidad.
—Kook —lo llamó Jimin, tomándole el mentón para hacer que lo mire—. Estás celoso sin razón, ¿lo sabías?
—¿Sin razón?, ¿Ahora resulta que decides ayudar a todo el que "luce desesperado"?
—Vamos, dulzura... No te pongas así —Ante la falta de respuesta del menor, Jimin se aproximó a sus labios y lo besó con determinación—. Te amo con toda el alma —aseguró en medio del beso.
Aunque el joven de cabello claro hizo un esfuerzo por no seguirlo, le resultaba imposible resistirse a los labios de Park Jimin.
Llevaban nueve meses saliendo juntos, luego de que el pelinegro de portafolio se había declarado enamorado del menor y sus encantos.
Jimin sabía que su novio podía ser la timidez en persona. En las primeras semanas, se sonrojaba con solo mirarle o al tomarse de las manos. Ahora, tras varios meses juntos, se mostraba agresivo ante cualquiera que se le acercara demasiado. Había cambiado completamente, y pasó de ser un chico reservado, a uno que siempre parecía tener una mecha de dinamita encendida.
El estudiante de Investigación Científica tenía fascinación por él. Por sus formas tan seguras de mostrarse en la intimidad, por el competitivo deportista que salía a la luz en el gimnasio y por el bailarín juguetón que era cuando abusaba de un par de copas.
Jungkook era muchas personalidades en un solo cuerpo, y él se había enamorado de todas.
—Sigo sin entender por qué quieres ayudarle —le dijo el de mochila oscura, en un tono mucho más tranquilo. Retomaron el camino, estaban cerca del hogar del pelinegro.
—Porque es... Casi un amigo. Y no es un mal chico, ya lo has visto.
—Es como si hubieras estado esperando que tuviese un problema para ofrecerte —le recriminó sin soltarse de su mano.
—No sé por qué te ha dado esa impresión —rió el mayor, enseñando unos ojitos pequeños—. Es mi compañero. Y tiene un tiempo actuando como si estuviese muy nervioso. Creo que estamos haciendo bien en acompañarle, su búsqueda parece ser muy importante.
—¿Cómo puedes ayudar tan desinteresadamente a alguien que apenas conoces?
—Porque estoy tratando de ser una buena persona, ¿alguna vez lo has intentado? —lo miró con intención, y el menor no tardó en darle un empujón amistoso.
—Si para ti ser buena persona es ayudar de esa forma, entonces no. No soy una buena persona, hyung.
—Bromeaba Kookie. Yo sí creo que eres una buena persona. Y un novio muy atento. No me has dejado a solas con Seokjin ni por un segundo —señaló tras levantar la vista y divisar su hogar.
—Eso es obvio.
—Pero tiene novio, y ya lo conoces. Taehyung y él parecen muy felices, ¿no es así?
—Sólo estaba siendo precavido —se excusó Jungkook, para luego sonreír levemente.
Ambos se detuvieron en la entrada. Park Jimin tenía una casa pequeña con un primer piso para él solo. No estaba ubicado en una zona tan prestigiosa como la de Seokjin, pero no dejaba de ser bastante buena. A menudo, la compañía que recibía era la de su novio, y aunque Jungkook también alquilaba, prefería quedarse con él a tener que abordar dos buces para poder llegar a su hogar.
—Intenta bajar la guardia, y verás que te agradará —le aconsejó su novio, para acercarse otra vez a darle un beso—. Me gustaría que te quedaras.
—A mí también, pero sino recibo mis clases de apoyo terminaré perdiendo el semestre —se rascó la cabeza de forma nerviosa—. Si apruebo, al fin podré dejarlas.
—Buena suerte entonces... —Jungkook se dispuso a alejarse—. Kookie —lo llamó una última vez—. Te amo —dijo sonriéndole desde la puerta.
El menor sonrió de vuelta y en menos de dos segundos regresó a su lado a besarlo.
—Ya, ahora sí debo irme —rió, tomando distancia—. También te amo.
Jimin lo vio alejarse, y suspiró con pesadez, antes de entrar a su departamento.
Jungkook tenía razón, él no era de los que iban ofreciéndose así nada más. Pero Seokjin parecía ser alguien complicado, y aunque se había mostrado totalmente calmado en toda la jornada... Le costaba entender cómo encajaba Taehyung en su vida.
Se suponía que Seokjin salía con Hoseok, y Hoseok fue su novio antes de Jungkook.
Sin embargo, el mayor tenía en su vivienda a un rubio totalmente desconocido.
Bien, puede que no llevaran demasiado tiempo juntos... Pero, aun así, Jimin estaba seguro de saber que el de ojos cafés todavía mantenía su relación con Seokjin... ¿Acaso estaba engañándolo?
La relación del muchacho pelirrojo de letras y él, había durado cerca de dos años, llegando incluso, a mudarse juntos. Cuando Hoseok empezó a pasar más tiempo con uno de sus compañeros, Jimin empezó a sentir enfermizos celos. Seokjin era ése compañero. Sin embargo, Hoseok se había encargado de mantenerlo al margen de su relación con Jimin para evitar más problemas de los que ya tenía.
Y Jimin odiaba que pusiera a Seokjin por encima de ellos.
En una acalorada discusión, terminaron una relación que tenía exactamente veintidós meses y trece días. Y desde entonces, cada uno había hecho su vida.
Tiempo después, Jimin supo que su ex estaba saliendo con ese "compañero" que tanto defendía, y decidió hacerse a un lado del todo. No necesitaba detalles de la nueva vida romántica de Hoseok.
Siempre admiró, sin embargo, la habilidad del pelirrojo para mantener al castaño tanto dentro como fuera de la relación. Por un lado, lo nombraba todo el tiempo, prefería pasar la tarde haciendo "trabajos grupales" en su casa, lo ponía de excusa como si estar con él fuese su mismísima obligación de estudiante. Y por otro, lo esquivaba si es que llegaban a cruzarse en el campus, lo alejaba de Jimin, los mantenía distanciados. Como si se avergonzara de presentárselo como su pareja, como si no quisiera que llegaran a conocerse jamás.
Desafortunadamente para Hoseok, Jimin y su noviecito compartían el mismo club de natación. El pelinegro pensó que si esos dos eran pareja, finalmente Hobi le habría hablado sobre él. Pero cuando se conocieron en el club, Seokjin no parecía estar al tanto de absolutamente nada. No mostraba resentimiento, ni ira, ni tampoco mala predisposición hacia él. Era un compañero más a quien no conocía.
Ahí fue cuando Jimin comprendió que jamás debió ser importante en la vida de Hoseok, porque lo había eliminado de su presente, y se había encargado de hacerlo también de su pasado.
Un poco dolido, pero el pelinegro lo aceptó. Aceptó esa decisión y entendió, más tarde, que era la más acertada. Seokjin era ajeno a los problemas de pareja que ellos habían atravesado, y además, parecía un buen muchacho. ¿Por qué encasillarlo por ocupar su lugar junto a su ex? Jimin era mucho mejor que eso. Así que decidió que también olvidaría a Jung Hoseok. Al punto de jamás volver a nombrarlo, ni delante de su novio actual, Jeon Jungkook, ni de quien empezaba a frecuentar más seguido, Kim Seokjin.
Varios meses después, Jimin cayó enamorado de un estudiante cerebrito de las computadoras, un chico que era por demás extraordinario. Y desde entonces, no había tenido tiempo para repensar su relación anterior.
Excepto en aquel momento, cuando perdido en sus pensamientos, la comida recalentada estaba quemándose en el sartén.
Jungkook podía ser el más joven, pero no era ni por asomo despistado. Y sabía que su novio estaba actuando un poco extraño al ayudarle a Seokjin.
El pelinegro salió del sofá blanco en cuanto percibió el olor a quemado. Apagó la cocina y suspiró ante lo que sería su merienda, ahora chamuscada. Abrió la pequeña ventana que daba al jardín, y volvió a recostarse entre los almohadones claros.
Su intención estaba lejos de perjudicar al castaño mayor. No tenía rencores, ni motivos para hacerlo.Pero sí, su ayuda ofrecida había sido en principio, influenciada por una pequeña parte de su corazón todavía dolido a causa de Hoseok. Quería oponerse a la voluntad del pelirrojo, y apegarse de cualquier forma a Kim Seokjin, sólo para fastidiarlo.
Ahora, sin querer aceptarlo, estaba preocupado por su ex. Porque empezaba a sospechar que Seokjin estaba jugando con sus sentimientos, y tenía a otra persona a la que le hacía lo mismo, Kim Taehyung.
Otra duda le quedaba al respecto, porque repentinamente Seokjin había conseguido su número, sabía sobre su fobia a la sangre y que no era heterosexual. Jimin jamás se lo había dicho a él, pero eran cosas que Hoseok sabía de sobra.
Aun así, mantendría su postura. No tenía ningún sentido nombrar el pasado, aun cuando empezaban a frecuentar un poco más.
No debía meterse en los asuntos que involucraran al de ojos cafés.
Definitivamente no intervendría.
♦♦♦
Jungkook se encaminó, con la mochila en un hombro, hacia la parada de buses, para dirigirse a la casa de su profesor particular de aritmética.
Jeon Jungkook era estudiante de Sistemas Informáticos.
Había conocido a Jimin en una asignatura que cursaban juntos: Introducción a los Métodos Computacionales, y desde que lo vio entrar al auditorio con la bata de laboratorio junto a los demás estudiantes de Investigación, supo que sería su perdición.
El de diecinueve años era bastante tímido, no fue sino hasta que estuvieron sentados en la misma mesada, cuando tuvieron que hablarse para trabajar en equipo en una de las prácticas.
Todo. A Jungkook le gustaba absolutamente todo de Jimin. Su forma de caminar, de vestir, de hablar... Incluso aquella manía tan constante que tenía de acomodarse el cabello hacia atrás.
Para su suerte, y sin saber muy bien el cómo, él también había conseguido enamorar al mayor. Llevaban muchos meses juntos, y el castaño pequeño se sentía completamente a gusto con su relación, salvo que, desde que se había puesto en pareja, su rendimiento había disminuido considerablemente.
Jungkook había llegado a estar entre los primeros de su clase, pero el amor lo había golpeado demasiado fuerte y ahora peligraba su continuación en el semestre. Por eso mismo, debía recomponerse un poco y encontrar un equilibrio entre su amor a Jimin y su amor a los sistemas binarios. Y estaba convencido de que lo conseguiría.
Paseaba distraído por las calles, hasta que un muchacho caminando con la cabeza baja, lo golpeó prácticamente de frente, como si jamás se hubiese percatado de su presencia.
—¿Taehyung? —se tragó la maldición una vez que miró al muchacho. El rubito levantó su vista hacia él; su rostro enrojecido por el llanto, y sus ojos hinchados. Lo reconoció de inmediato, pero desvió su vista y se dispuso a continuar—. ¿Por qué estás llorando?... Taehyung espera —lo tomó por un brazo—. Estuvimos con Seokjin hace un momento, si quieres puedo avisarle y —dejó de hablar en cuanto vio que el muchacho lo miraba negando con la cabeza— ¿No quieres verlo?
—Debo irme —habló por primera vez, su voz sonando atrofiada.
El menor se quedó helado. Soltó su brazo y eso permitió que el rubio se girara y continuara caminando, con la cabeza baja y las manos en los bolsillos.
Algo lo hizo estremecer. Su pecho se cargó sin saber bien el porqué. Ver que el rubio se alejaba en medio de tan desatado llanto no podía ser algo bueno. Se giró hacia el lado opuesto, le quedaban dos calles para llegar hasta la estación, pero su interior le dijo que no era bueno dejar a Taehyung así.
Maldijo por lo bajo antes de apresurarse a llamarlo.
—¡Taehyung!, ¡Taehyung, espera!
El rubio suspiró con cansancio, no podía creerse que aquel sujeto estuviese siguiéndole.
—¡Déjame en paz! —le gritó de forma brusca.
Jungkook detuvo su marcha a unos metros del mayor.
—Alguien que te da una orden con una voz tan quebrada, no está ordenándote nada —dijo un momento después.
—Quiero estar solo, vete —dijo caminando más rápido.
El menor lo alcanzó enseguida.
—Hey... Solo dime qué te ocurre. ¿Por qué huyes?, ¿Por qué no quieres ver a tu novio?... ¿Estás así por él? —insistió caminando a su lado—. Es por él, ¿cierto?
Taehyung se detuvo. Era inútil calmarse, estaba molesto con el de ojos oscuros que lo miraba con nerviosismo.
—Por favor —intentó recurrir a las buenas formas, porque las malas habían fracasado—. Por favor, no me sigas. Necesito llegar a un lugar pronto, ¿comprendes?...
Las lágrimas manchando aquel rostro que en la mañana lucía tan alegre parecía algo inexplicable. Jungkook no supo cómo reaccionar ante el rubio pidiéndole espacio, porque, aunque sus labios le decían que se aleje, sus ojos estaban desbordados de tristeza.
Esa tristeza que nunca era buena compañía estando solo.
—Ya sé que no somos amigos, nos conocimos esta mañana, pero... —el de remera blanca tragó, nervioso—. Pero puedes confiar en mí —dijo finalmente, mirándole a los ojos.
Jungkook nunca era bueno hablando. Él era una persona de pocas palabras y más acciones. Su timidez quedaba a un lado por completo si estaba con personas de su confianza, pero el muchacho que tenía en frente no pertenecía a ellas, todavía.
Taehyung negó con la cabeza. No necesitaba a alguien más frustrando sus decisiones.
Quedarse en las vías del tren, o pararse a mitad de la autopista quedaron descartadas para no herir a terceros. Su departamento no era una buena referencia, allí siempre pasaba algo. Necesitaba paz, un lugar donde nadie pudiera alcanzarlo o detenerlo. Por eso había caminado desde el hogar de Seokjin en dirección a un vecindario lejano, donde supuso que nadie lo molestaría... Pero ahora, Jeon Jungkook estaba con él.
—Vamos —le dijo tomándose la libertad de sujetarle una mano—. No sé a dónde quieras ir a deprimirte, pero seguramente mi departamento será un mejor lugar.
Taehyung se resistió, pero sus intentos de soltarse fueron completamente inútiles. El muchachito de remera exhibía unos fuertes brazos, por lo que escapar no le sería fácil. Cuando su cuerpo dejó de responderle en la lucha, se dejó caer por el agotamiento, y sus rodillas golpearon es asfalto.
—Hey... —Jungkook se inclinó frente a él, con suavidad—. Está bien. Perdona si fui un poco tosco, soy terrible en esto, yo-
—No me ama —interrumpió Taehyung completamente atormentado—. Él no me ama, nunca me amó.
El menor dedujo que hablaba de Seokjin. Y vio como el rubio frente a él lloraba, sosteniendo apenas un hilo de quejidos, y derramando lágrimas que parecían eternas.
Sus manos temblaron, no sabía qué decir para ayudarle.
Taehyung se detuvo de golpe, cuando percibió que el muchacho de brazos firmes lo abrazaba en silencio.
Jungkook estaba nervioso y preocupado, hasta que el de cabello dorado apoyó su cabeza en su hombro y lo envolvió, su silueta siendo excesivamente delgada.
Le tomó un poco de tiempo, pero entendió que el rubito esbelto estaba agotado y podría detenerse pronto para continuar el camino hacia su hogar. Sus manos estaban frías, su voz resentida.
El repentino malestar ocasionado por eso, se extendió por todo su cuerpo. No podría dejarlo solo.
—Pareces muy cansado —observó Jungkook mientras el mayor caminaba a su lado, en dirección a su departamento, por encontrarse más cerca que el del menor.
—No me siento bien. Debo tomar algo.
Pronto estuvieron en el piso del rubio. Taehyung permitió que el de remera blanca entrara primero, y se encaminó a la cocina después.
—Es parecido al lugar en donde yo vivo —comentó Jungkook dejando a un lado su mochila, su clase de apoyo debería continuar otro día. Taehyung realmente no tenía intenciones de regresar a su hogar tras haber decidido renunciar a todo, pero la llave en su bolsillo era una costumbre que tenía demasiado arraigada—. También es de un ambiente y un dormitorio. Supongo que es lo más fácil para un estudiante.
Taehyung asintió. Sacó una de las píldoras del gabinete del baño y se la colocó en la boca, dando un trago al vaso de agua que tenía en una mano.
—¿Eso te ayudará?
—Es medicina —respondió el rubito—. Es buena contra el dolor.
—¿Y qué te duele?
Taehyung suspiró.
—Todo.
Jungkook presionó los labios, incómodo. No sabía casi nada sobre el dueño de casa, pero tras observarlo bien, vio que efectivamente, su contextura era delgada. No había reparado en aquello durante la mañana, la camiseta celeste que vestía apenas si marcaba su figura.
El visitante estaba sentado en un lugar de la mesa pequeña que había en el centro, y Taehyung estaba del otro lado, frente a él, con un semblante ausente y un rostro bastante demacrado.
—¿Cuándo es tu cumpleaños? —preguntó el menor, tras un periodo de silencio.
—¿Por qué quieres saber eso?... Diciembre, treinta.
—¿Y el año en que naciste?
—Noventa y cinco.
—Vaya, entonces eres mayor que yo.
—¿Lo soy? —preguntó el rubio viéndole con atención, por primera vez mostrando algo de vida en su mirada—. Pensé que teníamos la misma edad.
—Nací en el noventa y siete. Cumplo en septiembre, el primero.
—¿Eres mi dongsaeng? —sonrió levemente Taehyung.
—Parece que sí —respondió Jungkook, un poco más tranquilo al verlo esbozar aquella sonrisa—. Yo... Uhm, lamento lo de antes.
—No te preocupes. Está olvidado.
—Dijiste lo mismo esta mañana, ¿no sabes lo que es el rencor?
El rubio apoyó el rostro en la palma de su mano.
—Parece que no. O que, si lo siento, es sólo hacia mí.
—¿Por qué?
—No te he ofrecido nada, perdona —dijo Taehyung poniéndose de pie—. ¿Quieres tomar algo?
—Taehyung... —interrumpió Jungkook, con intención—. Puedes decírmelo. Como si fuera tu amigo.
—Perdona, pero yo... No te rías ¿sí?... Yo no tengo amigos —El menor lo miró impávido, en silencio—. No tengo. Uhm, tenía, o bueno, esos no eran amigos en realidad.
—¿Por qué no tienes?
—Porque creí que eran mis amigos... Pero resultó no ser así —admitió rascándose la nuca, nervioso—. Y... Bueno, desde que Seokjin apareció, él se ha vuelto mi todo.
—Yo también podría decir que Jimin es mi todo...
—No, Jungkook. Seokjin en verdad, es mi todo —dijo mirándolo con tristeza—. Él supo ser mi amigo, mi compañero, mi padre, mi hermano, y... También mi novio.
—No sé si comprendo.
Taehyung no sabía por dónde empezar, el menor le miraba con curiosidad, y de repente se sintió nervioso. No había hablado sobre Seokjin con alguien que no fuera... Seokjin.
Su colega sabía sobre su "pareja" pero nunca le había dado un nombre. Su psicólogo creía que era un amigo. El chico frente a él, en cambio, ya lo conocía.
—Vivo aquí desde hace unos años, cuando comencé a estudiar.
—¿Qué estudias?
—Sistemas.
—¿¡Sistemas!?, ¡Yo estudio sistemas! —sonrió Jungkook.
—¿De verdad? Entonces somos compañeros.
—¿Qué estás cursando?
—Bueno, solo una asignatura. M-me han... Pasado algunas cosas, y no he podido estudiar cómo se debe. Sé que es vergonzoso que alguien vaya tan despacio en una carrera tan larga, debería tratar otra cosa, ¿cierto?
—No. No importa, el ritmo es lo de menos, siempre que se haga.
Taehyung lo miró con sorpresa. El de remera blanca se sentía como alguien que ya conociera, alguien con quien ya hubiera hablado antes.
—Tú y Seokjin son los únicos que me han dicho eso.
—¿En serio? Pero es lo normal. A no ser... ¿Alguien te ha hecho sentir mal respecto a eso?
Todos. Todos, quiso decir, pero no pudo. Sus padres no comprendían la magnitud de su carrera, ni tampoco las enfermeras o los doctores. Su jefe cuestionaba que continuara si debía pagarse un tratamiento. Ni siquiera su psicólogo parecía de acuerdo en que el rubio, en su condición, estuviese intentando una profesión tan larga y laboriosa. Solo Seokjin le había dicho que no dejara de estudiar, que continuara cursando, así fuera de a pequeños pasitos, pero que llegaría al final. Y ahora, Jungkook lo hacía también.
—No deberías darle importancia a los comentarios que intenten desmoralizarte —comentó el menor, despreocupado—. Los que dicen eso seguramente lo hacen para fastidiarte —ése había sido un intento muy noble por levantarle el ánimo, pero Taehyung solo se sintió peor. Jungkook percibió lo decaído que estaba su compañero, y no pudo evitar hacer una mueca—. Bueno, ¿tienes hambre? Podemos pedir algo para comer... ¿Taehyung?
El rubio estaba entre lágrimas otra vez. Él iba a ser quien le prepararía la cena de esa noche. Y aunque sabía que el jovencito de remera no tenía nada que ver con Seokjin, tras haber hablado un poco con él, se sentía casi como si estuviera allí.
Maldijo en su mente. Esa ridícula forma de torcerlo todo sólo por necesitarlo, le fastidiaba. Jungkook intentaba ser un apoyo, pero Taehyung no se lo permitiría si continuaba relacionando todo con Seokjin.
—Lo siento, Jungkookie —se apresuró a limpiarse.
—"Jungkookie", sólo Jimin me llama así —contestó, en un intento de hacer que desista de volver a nombrarlo de ese modo.
—Ahora lo hago yo también.
¿Y cómo replicar contra alguien que intentaba, de forma desesperada, dejar de llorar?
—Bien, tú ganas. Serás la segunda persona en poder llamarme así, pero no te acostumbres —Tae sonrió un poco. Su compañero podía ser alguien muy gracioso algunas veces—. ¿Estás bien?... ¿Tal vez debamos comer algo? Podrás hablarme después.
El rubio asintió.
—No tengo hambre, pero puedo ayudarte con lo que gustes... Aunque, en mi refrigerador no hay cosas que no sean dietéticas.
—¿Estás a dieta?
—Sí.
—¿Puedo saber por qué? —Taehyung agachó la cabeza. Y Jungkook entendió que había tocado un tema delicado—. Olvida la comida. Conversemos —determinó—. Si tenemos hambre, prepararemos algo, más tarde.
El rubio lo miró un momento, y luego afirmó. Necesitaba desahogarse.
—Te lo contaré todo desde el principio. Pero no puedes decírselo a nadie, ni siquiera a Jimin.
—¿Qué te hace pensar que voy a guardarme tu historia sin hacérsela saber a Jimin?, ¿No confías en él, pero sí en mí, aunque nos hayas conocido a ambos hoy? —Taehyung no esperaba una respuesta tan directa—. Lo siento, no debí decirlo así —se disculpó Jungkook, bajando la vista.
—No, en realidad, tienes razón... Es solo que, como no tengo amigos, no sé si puedo... Uhm...
—¿Confiar en alguien que no sea Seokjin?
—Sí... ¿Por qué sabes lo que quiero decir?
—Porque eres una persona legible, Taehyung.
—Llámame hyung.
—No puedo. Mejor dicho, no quiero.
—¿Qué?, ¿Por qué no?
—Porque apenas te conozco. Que tú me llames Jungkookie es solo por gusto. Pero no podría llamarte hyung si no sé qué clase de persona eres.
—Bueno, la clase de persona que te invita a su hogar, y se ofrece a ayudarte para cocinar.
—Bien, tienes un punto. Pero eso no lo define todo —Taehyung sonrió, y luego de forma automática soltó una risita. Era la primera vez que conocía a una persona así—. ¿Qué?, ¿Te estás riendo de mí?
El mayor no pudo evitar continuar, pues su dongsaeng acababa de llenar sus mejillas con aire frunciendo el ceño, justo como lo había hecho al medio día.
—Eres dulce, Jimin tenía razón.
—¡Yo no soy dulce!, ¡Odio que se burlen de mí cuando estoy molesto! —replicó poniéndose rojo como un tomate.
—Perdona, no volveré a reírme si te molesta.
—Gracias, ahora espero que cumplas. Respecto a lo otro —dijo poniendo sus manos por encima de la mesa que los separaba—. Si no quieres que se lo diga a Jimin, no lo haré.
—No mientas, irás a contárselo apenas lo veas.
—Si lo sabes ¿por qué me lo impides?
—Porque- porque no quiero que... Me siento expuesto ¿de acuerdo?, y también un poco tonto.
—Taehyung, todos nos sentimos así alguna vez. Ni Jimin ni yo vamos a juzgarte, te lo dijo él mismo —Jungkook miró al mayor a los ojos, desde su lugar, antes de continuar—. Jimin siempre dice que debo ser más empático, y que, si alguien necesita ayuda, debo ayudar. Esas son las cosas que te hacen ser una buena persona —comentó en voz alta juntando sus manos—. Lo estoy intentando. Aunque parezca lo contrario.
—Él influye mucho en ti, ¿cierto?
—Supongo que en la medida que puede influirte tu pareja. ¿Nunca has visto a Seokjin como tu modelo a seguir?
—¿Por qué no le llamas Seokjin hyung? —preguntó, ladeando la cabeza.
—Porque los honoríficos son por respeto. Y él no se ha ganado mi respeto aún —respondió desinteresadamente.
—Eres un poco extraño, Jungkookie.
—No. Todos ustedes demasiado corrientes —Taehyung resopló una risa. Qué muchachito tan curioso—. Ya estás otra vez riéndote de mí —lo señaló con un semblante inconforme.
—Perdona...
—Y no has respondido mi pregunta —reclamó Jungkook.
—Sí —contestó Taehyung tras hacer un breve silencio—. Él... De verdad lo es todo para mí.
—¿Ustedes terminaron?
El mayor lanzó un suspiro cargado de dolor.
—Él no lo sabe aún... Pero sí.
Su relato inició años atrás, cuando era el chico de campo recién llegado a la ciudad.
Habló sobre las muchas cosas que tuvo que aprender por su cuenta, las veces que terminó perdiéndose para encontrar el camino a casa; cuando fácilmente cedía su dinero, terminando por perderlo ante gente deshonesta; y cuando creyó que quienes lo llevaban a clubes nocturnos para beber hasta el cansancio eran sus amigos. Le costó tiempo adaptarse a su nueva vida. Sus asignaturas iban bien y era un estudiante responsable, alguna vez prestó sus apuntes a personas equivocadas y también salió perdiendo.
Por eso, cuando aquella pandilla de chicos mayores se le acercaron pidiéndole comida, y él se las llevó, se sintió aceptado por recibir un par de palmadas a la espalda y halagos exagerados. Desde ese día, terminaba sacando cosas de su trabajo a escondidas, y si lo descubrían, las pagaba excusándose que eran productos para él. Bebidas alcohólicas, botanas fritas, dulces y refrescos eran los más elegidos. Taehyung jamás lo vio como algo malo, eran para sus amigos, los que apenas si podían pagarse las copias de los cursos que daban en la universidad.
El rubio, a sus dieciocho años, era bastante ingenuo. Y se rodeó con las personas menos convenientes. Terminó pintando grafitis en la madrugada, vomitando por el exceso de mezclas de diferentes bebidas, y alguna que otra vez, enredado con alguna chica, aunque le gustaran los hombres. Todos sus amigos disfrutaban de la compañía femenina y él no quería ser diferente. Ocultó su orientación sexual por temor. Ocultó a su jefe el hecho de que robaba, por temor.
Hasta que conoció a quien sería el amor de su vida.
Seokjin era un muchacho que empezaba a visitar su lugar de trabajo. Primeramente, aparecía una o dos veces en la semana, pero luego era más frecuente verlo por el supermercado. Se veía como una persona muy amable, y tenía una sonrisa muy bonita. Taehyung y él se saludaban con cordialidad, hasta que mantuvieron una charla cuando el mayor lo vio leyendo apuntes que parecían universitarios. El rubio se sentía alegre con el simple hecho de verlo pasearse entre las góndolas, con un semblante pensativo y expresiones de profundidad mirando los precios y leyendo etiquetas. ¿Cómo alguien podía verse tan bien haciendo algo tan banal?
Cuando se cruzaron en un bus, conversaron mucho más tiempo. Y Taehyung entendió que estaba empezando a enamorarse. No solo le gustaba el castaño físicamente, sino que le atraía su forma de pensar, sus gestos faciales e incluso su voz. Todo él le parecía increíble.
Tuvieron una pequeña sesión de estudio en el hogar del rubio, que se transformó en una larga conversación. Ahí fue cuando Taehyung habló sobre sus amigos y la forma en que le decían que tenía que alejarse de los estudios y empezar a pasar más tiempo con ellos en la noche, para salir a divertirse y beber. Seokjin no tardó en entender, tras oír detalladamente el relato, que ese grupo al que menor llamaba "amigos" no eran más que un montón de aprovechados. Fue cuestión de minutos para que el más joven admitiera que a veces él pagaba todas las cosas, que lo obligaban a beber o a hacer cosas que en realidad no quería, y que a menudo lo molestaban si se negaba a obedecerles. Además admitió que le parecía extraño que ninguno se hubiera preocupado por su estado, ni un mensaje, ni una llamada. Ellos habían desaparecido de la faz de la tierra.
Seokjin habló con él, tratando de explicarle que lo mejor era que se alejara de esos sujetos. Y el menor, desde luego, no quiso hacerlo. Eran sus amigos. Tal vez un poco autoritarios, pero eran sus amigos al fin. El mayor le propuso que comenzara con observar qué cambiaba si al regresar con ellos fingía "olvidar" llevarles más comida, y que entonces entendería si se trataba de sus amigos realmente o no.
Taehyung repensó un poco la situación, su situación. No era la primera vez que intentaba alejarse, en el fondo sabía que quizás esos sujetos no eran amigos de verdad. Cada vez que se proponía no meterse en problemas, acababa enredado con ellos en sus líos nocturnos, y bebiendo de más. Así fue como llegó hasta donde estaba; después de aquella última noche estuvo seguro de no querer volver a probar alcohol en el resto de su vida, y fue internado en el hospital debido a su pésima condición. Creyó que saldría al día siguiente, con una advertencia y alguna receta de píldoras, en cambio, un doctor le hizo saber que algo extraño le pasaba a su cuerpo. Algo no muy normal.
El resto fue una pesadilla.
En vez de mejorar, solo empeoró. Estuvo internado varios días y el doctor que lo trataba, pasó a debatir su caso con más médicos. Pronto, un equipo de hasta cuatro especialistas intentaba entender qué le ocurría. Le hicieron estudios de diversos tipos, y cuando obtuvieron una aproximación sobre su condición, citaron a sus padres para informarles que su hijo tenía una enfermedad que rozaba ser la Enfermedad de Crohn. Una afección de por vida que se situaba en los intestinos y causaba problemas a todo el cuerpo en general.
Era hereditaria, y la familia comprendió que podía ser porque el abuelo paterno de Taehyung había sufrido de algo similar. Sin poder ser diagnosticado a tiempo, se volvió algo que acabó con su vida. El diagnóstico de Crohn fue demasiado tardío.
Tenía apenas veintiún años, si empezaba un tratamiento, podría mejorar.
Su presupuesto que hasta ahora le había permitido mantenerse por su cuenta, no sería suficiente. Ahorrar para pagar su alquiler al mudarse a la ciudad había sido trabajo de casi un año completo para su familia. Sus padres, granjeros, terminaron preocupándose al entender que el tratamiento de Taehyung sería de por vida. Debería acostumbrarse a controles y estudios regulares, nuevos hábitos alimenticios y, sobre todo, a muchas medicinas. Costosas medicinas.
Para una familia de campo, el gasto fue considerable. Su madre, una mujer de contextura mediana y problemas a los huesos, decidió que era momento de alejarse de los más pequeños y salir a vender los productos de su granja con tal de juntar dinero. Su esposo trabajaba en una hacienda, y pidió que aumentaran su jornada a doce horas, para conseguir más ingresos para la salud de su primogénito. Sus hermanos eran apenas unos niños y tuvieron que empezar a encargarse de los animales y cuidar de ellos mismos porque ni mamá ni papá volverían hasta la noche.
Toda la familia padecía, de alguna forma, su enfermedad.
Por eso el continuar estudiando era algo superficial para todos los demás, excepto para él. Por eso se armó de valor y les dijo a sus abusadores que no volvería a darles comida gratis, y recibió una golpiza a cambio. Y por eso, Seokjin se había quedado junto a él, a limpiarle los cortes que tenía en los labios y los moretones en su rostro, mientras lloraba como si el apaleado hubiera sido él.
Logró conservar su trabajo al tener una razón médica que validaba su necesidad de ingresos. Tenía una licencia para trabajar por quincenas, su descanso terminaba la semana entrante, y luego volvería al supermercado. Con su paga, podía mantener su alquiler, su comida y sus gastos personales, pero como no eran suficientes, aprovechó su pérdida de apetito, pudiendo ahorrar un poco más para medicinas. Redujo sus gastos tanto como pudo, y todavía le faltaba dinero.
Por su condición, lo mejor era quedarse en la gran ciudad, donde podía realizarse los controles y ver a sus doctores. Su familia le ayudaría con los gastos médicos, aportando tanto como pudieran.
Taehyung sintió que estaba siendo un estorbo y un problema para todos. Que generaba gastos, preocupación y malestar en todas las personas que le importaban. Su familia estaba intentando ayudarle, pero los costos simplemente eran demasiado excesivos. Seokjin le hizo compañía tardes enteras, aunque él se había negado todas. Seokjin lo llevó a terapia, ante un psicólogo para ayudarle a atravesar la transición a su nueva forma de vida, pagándole las veinte primeras sesiones. Seokjin no tenía problema en descartar píldoras y comprarle las nuevas, porque por algún motivo, sus doctores le rectaban más y más, ya que el cuerpo del rubio no resistía o no respondía como era debido.
Sus padres habían podido ir a visitarlo unas tres veces en los siete meses que llevaba conviviendo con su malestar diario. La primera, por orden de los médicos; la segunda, su madre pudo quedarse dos días en una semana festiva, y lo acompañó a realizarse resonancias y otros análisis. La tercera, su padre lo había visitado medio día por pedirle permiso a su patrón para viajar con él.
Se concluyó que su enfermedad no era Crohn, era otra cosa. Una que todavía no sabían cómo tratar. Taehyung pasó días completos descompuesto, vomitándolo todo durante horas. Perdió peso en muy poco tiempo, y su cuerpo comenzó a consumirse, al igual que sus ganas de vivir.
Cuando creyó que suicidarse sería la mejor solución a todo, lo intentó.
La primera vez, dejó abierto el gas y se recostó intentando dormirse. Lo hizo, pero de alguna forma, despertó en el hospital rodeado por enfermeros, y la primera persona que reconoció fue al castaño, quien lloraba desconsolado tras una ventana de vidrio. Le informaron que estuvo muerto durante algunos minutos, antes de llegar al umbral máximo donde corría riesgo de recibir daño cerebral. Todos celebraron que hubiera despertado, todos, excepto él.
La segunda, se metió en la tina con el pijama corto, y sacó una hoja de cuchilla, que una vez hace mucho había tomado del bolsillo de uno de sus antiguos "amigos" mientras éste estaba borracho. Un arma podía ser útil en algunos casos, incluso podía ser un escape. Taehyung pensó que si se cortaba, terminaría por aliviar un poco todo el estrés y el tormento por el que pasaba. Pero una vez más, Seokjin había intervenido. Era él, volviendo a salvarle la vida.
Se dijo a sí mismo que era suficiente. Que no toleraría que el castaño se entrometiera en sus decisiones, y terminó por confesarle que había estado enamorado de él desde hacía muchos meses. Creyó que Seokjin se alejaría de su vida, que lo espantaría el verse admirado por un suicida enfermo, pero no fue así. Fue todo lo contrario.
"Tú también me gustas, Taehyung" le dijo, tomándole una mano en la camilla del hospital. Y no sintió ni un poco de alegría al oír esas palabras. Él siempre supo que era una mentira. Que Seokjin derramaba lágrimas mirándole con angustia, pero simplemente no se le había ocurrido nada mejor para contestar.
Los días pasaron y el mayor no parecía dispuesto a alejarse o distanciarse. Se animó a besarlo, a decirle que quería estar con él por el resto de su vida. Y la voluntad de Taehyung flaqueó. Quería creerle. Quería que el mayor lo amara, al menos un poquito de todo lo que él lo amaba, pero no sería posible. No sería posible, se dijo, y aun así terminó cayendo en una relación donde se convenció de que sus sentimientos eran auténticamente recíprocos.
Sus besos, sus caricias, los apodos cursis y el tiempo que pasaban juntos. Todo, Seokjin se volvió todo su mundo. Con él se sentía contenido, se sentía amado. Verlo atravesar la puerta de aquel solitario departamento se volvía lo más extraordinario, escucharlo reír, probar su comida... Incluso ser regañado por no respetar los horarios de sus medicaciones, todo era tan perfecto... Hubo un periodo en el que Taehyung realmente dejó de lado toda su desconfianza y su temor al rechazo, y se sintió amado por Kim Seokjin. Verdaderamente querido por quien le había salvado de todas las formas posibles.
Jungkook escuchaba la historia y sin saber cuándo exactamente, unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas, sintiéndose afectado por lo que ahora sabía.
Taehyung parecía una persona tan alegre y rebosante de vida, pero no era más que alguien intentando superar sus tristezas; alguien que se había aferrado a su pareja para conseguirlo. Y si no estaba su pareja, no había cómo volver a intentarlo.
—Taehyung... —la voz de Jungkook salió de sus labios cargada de angustia.
—Lo siento, no quería ponerte así —respondió el rubio al levantar la vista y percatarse de la expresión desolada del menor. Se apresuró a cambiar de postura, y se enderezó como si eso aliviara un poco la atmósfera.
El de remera blanca se limpió el rostro con las manos.
—Está bien, perdóname a mí. No sé cuándo empecé... No sabía que tú... —se interrumpió bajando la vista—. Lo lamento.
—Al menos ahora puedes entenderme un poco más —sonrió con amargura—. Así es como terminé amando a ese idiota. Llevamos cinco meses, y hace cinco meses que pienso que mi vida vale algo. Que puedo mejorar y que debo ser positivo. Seokjin me hizo verlo así. Es por él que estoy aquí —El menor lo miraba en silencio, con sus ojitos oscuros vidriosos. Era la primera vez que oía un relato así, y de alguna forma, se había conmovido ante las palabras de su mayor, que ahora lucía derrotado, con la vista baja y limpiándose restos de llanto. Parecía tan vulnerable, y tan agotado de todo—. Pero no me ama —anunció Taehyung, sin levantar la mirada—. Está saliendo con alguien más.
—¿Qué? —la pregunta de Jungkook escapó en un murmullo.
—Después de que ustedes fueran a buscarlo, yo... Me quedé dormido unas horas y desperté para limpiar un poco el departamento —Taehyung sintió una desagradable presión en el pecho. El solo recordarlo le dolía—. Cuando guardé las sábanas en su armario, por accidente tiré una caja que tenía- tenía todo un álbum de fotografías donde Seokjin estaba con ése otro muchacho pelirrojo. Y yo... —se interrumpió en un sollozo— ¡Y-yo no supe qué hacer! —su voz se quebró—, porque apenas podía creerlo, apenas podía entender que eran reales, que él estuvo mintiendo todo este tiempo... —exhaló con pesadez, cubriéndose el rostro. Jungkook se puso de pie. Su mayor estaba temblando otra vez—. Los vi abrazados, besándose, en el departamento, en algunos lugares de la ciudad... Los vi juntos, y- tan... Felices... —se sentó frente a él, y sujetó sus manos sin dejar de mirarlo—. Yo fui el segundo todo este tiempo —añadió Taehyung, en medio de su llanto nervioso—. Yo llegué después, ese otro chico lleva siendo su pareja por mucho tiempo. Viajaron a- a Francia, y estuvo animándole en las competencias de natación. ¡Yo soy el amante!, ¡¡Y ni siquiera me ama realmente!!
Jungkook solo pudo sujetarle con firmeza, hasta que el mayor dio un quejido y lo soltó.
—¿Qué te pasó ahí? —preguntó tras ver los cortes que tenía el rubio en la palma de sus manos.
—Rompí un espejo —admitió un tanto cohibido, no había vuelto a vendarse tras dejar el hogar de Seokjin—. Y él estuvo aquí para curarme. Hubiera sido mejor que se marchara, y yo hubiera usado algún fragmento para herirme en las muñecas y dejarme morir.
—Taehyung... —lo miró escandalizado.
—No puedo, Jungkook —respondió abatido—. No puedo seguir...
—Sí puedes —se apresuró a contestarle—. Esto es una ruptura, todos nos sentimos así de tristes cuando nos toca vivirlo, pero vas a superarlo.
—Quiero morirme —admitió sin mirarlo—. Iba camino al puente de la zona sur, porque quería saltar desde la mitad, para hundirme en el agua y que nadie nunca jamás volviera a saber de mí. Porque no puedo seguir, simplemente no puedo... —Jungkook lo sujetó por el rostro, volviendo a llorar—. Tenías que dejarme... Tienes que hacerlo ahora —Taehyung le miró con súplica—. No hay nada más. Nadie me necesita. Las cosas mejorarán si no estoy aquí. Para todos. Saldré de la vida de Seokjin, y será feliz con su novio... Mis padres no tendrán que esforzarse por mí, saldrán adelante con mis hermanitos. Y alguien más ocupará mi puesto como cajero. No sirvo. No hago más que causar problemas...
—Tienes que calmarte, Taehyung —Jungkook apoyó su frente a la del mayor, que parecía derramársele encima—. Estás viéndolo todo oscuro, pero es momentáneo. Tu familia te ama. Para ellos jamás serás una carga. Tus- Tus hermanos menores... ¿Qué van a decir cuando no puedan verte regresar a casa?, ¿Cómo pretendes que tus padres les expliquen que decidiste irte sin que te importe nada más? —Jungkook habló acelerado, empezando a temblar también. Las lágrimas del mayor le humedecieron las manos—. Y aunque te parezca imposible... Tienes que hablar con tu novio. Porque yo, de verdad, los vi en la mañana. Los vi sonriéndose y besándose como si fueran la pareja más unida del mundo. Ustedes... Tienen que hablar. Tienes que preguntarle muchas cosas...
—No me ama.
—¡Eso es lo que tú crees! —insistió el menor— Pero no lo sabes. Estás confundido, y molesto con justa razón... Pero no has dejado de amarlo.
—Y jamás podré ¿lo entiendes? —Taehyung se sujetó levemente a sus manos—. Duele demasiado...
—Y dolerá, Taehyung. P-pero tú podrás resistirlo. Deja de subestimarte. ¡Si has sido capaz de soportar todo esto, lo harás una vez más!
—No esta vez... No puedo-
—¡Sí puedes! —interrumpió con intención—. Sí puedes. Te costará, y dolerá. No será sencillo. Pero vas a hacerlo. Igual que te despiertas todos los días a tomar tu medicación, igual que cuando guardas tus cosas y vas a clases... Vas a recomponerte.
Taehyung escuchó el eco de esas palabras, reconociéndolas en la voz de su novio.
Le había hecho prometer que sin importar lo que pasara, continuaría luchando. Cuando fue plenamente consciente de ese recuerdo, se quedó helado. Era obvio que Seokjin estuvo haciendo todo con intención. Era claro que esa promesa en mitad de la madrugada tenía un propósito, pero el notarlo solo pudo herirlo un poco más.
Jungkook jamás había llorado con otra persona. Y la primera, era con su cabello pegado al flequillo rubio de un muchacho perturbado que deseaba morir. Buscó su rostro, y con sus manos lo sostuvo, en un gesto un tanto desesperado. Resopló aire tibio sobre su nariz, y tuvo que cerrar los ojos para intentar hallar calma.
Por primera vez se sintió plenamente angustiado por alguien que era totalmente ajeno a su vida.
Después de aquello, Taehyung jamás volvería a serle ajeno.
Sintió temor, al entender que, de haber continuado su viaje a su clase particular, nunca hubiera vuelto a ver al rubito con vida. Solo entonces comprendió a qué se debió esa sensación tan espantosa que se apoderó de su pecho en cuanto miró sus ojos, en plena calle.
Eso había quedado atrás ahora. Aunque el mayor insistiera, Jungkook no lo permitiría.
No lo dejaría morir.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro