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CAPÍTULO DIECIOCHO

AMANDA

Por una noche, por un momento; no quiero sentirme como lo he estado haciendo a lo largo de los pasados años.

Por una noche, por un momento; quiero ser solo Amanda siendo cautivada por Trevor, dejándose sentir todo lo que eso conlleva.

Y lo haré.

Los fuegos artificiales estallan sobre nuestras cabezas a la misma vez que la emoción revienta dentro de mí. Trevor tiene su rostro hacia la ventana del apartamento con las luces de colores cayendo sobre sus facciones que se muestran maravilladas de pie en medio del cuarto. Él por si solo es todo un espectáculo, uno al que por primera vez estoy dispuesta más que solo admirar.

Sus dedos se deslizan entre los míos y les da un apretón fuerte a nuestras manos unidas, entonces mi respiración se corta por un segundo, antes de volver a la normalidad.

—Quiero que estés conmigo —Él dice en un murmullo bajo, casi como si temiese que me arrepienta a último momento, lo que es poco probable. Pero él no lo sabe. Él no está dentro de mí, de mi cabeza y de mi deseo hacia él. Con la puerta cerrada, confinados en secretismo todo puede pasar. —a lo largo de estos días de prueba, me he dado cuenta que te quiero a mi lado solo si quieres estarlo.

Miro a sus ojos oscurecidos de deseo y veo la duda rondar en ellos.

¿Sería muy cruel de mi parte negarme ahora a tener algo, solo para ver cómo reacciona? Está bien, vengo tentándolo solo para jugar con él.

La verdad es que estoy aterrada de cuanto quiero esto. He soñado durante la semana con su cuerpo y el mío enredados entre las sabanas y me he despertado, solo para encontrarme sola e insatisfecha.

—Lo quiero —confieso con la misma voz baja. Mi pecho subiendo en una inhalación inestable. En su casa, me demostró un acto de preocupación y paciencia que yo solo había visto de tal manera cuando ambos perdimos la virginidad. Y me conmovió a tal grado que no hay mucho que pueda hacer más que quedarme allí. A su lado.

—Entonces confía en mi... por última vez en tu vida, confía en mí. —pide acercándose a mi cuerpo, traspasándome su calor, su ansia y por qué no admitirlo, todas sus aprensiones también —Arriésgate. Tú no eres de temer.

Hagamos que esto valga la pena o enviémoslo de una vez a la mierda si no funciona, pero por lo que más quieras, no me dejes aquí una vez más... te quiero... te necesito... arriésgate.

Y no me resisto más. Volteo mi rostro en busca del suyo y estrello nuestros labios juntos.

Trevor emite un sonido bajo como un ronroneo antes de tomar mi rostro y suavizar sus labios encima de los míos. Su lengua se abre paso y me saborea de la manera que estaba necesitando que lo hiciera.

Su barba está raspando mi piel y no me importa. Lo quiero todo de él. Si son marcas en mi cuerpo, bienvenidas sean. Ya dejó marcas en otra ocasión, ¿por qué en esta no?

Perdimos toda compostura peleándonos por quitar la ropa del otro, avanzando a trompiscones hasta la cama. Todo cae por cualquier lugar, desordenado y sin importancia. Una vez que estamos ambos en ropa interior, me doy cuenta, sin embargo, que las caricias de Trevor son verdadera seda sobre mi piel, convirtiéndome en total sumisa de sus atenciones.

Había olvidado esto, las sensaciones, la tensión, el deseo en su punto álgido. Es una agradable sorpresa; el hecho de que todo lo desastroso y disperso que él puede llegar a ser en su día a día se une en este simple acto que logra como ningún otro con el que yo haya estado, al menos.

Pruebo todo de él, la piel de sus anchos hombros bronceados con mis labios, calidez y sabor salado en mi lengua. Sus caricias están en mis pechos, amasando, marcándolos con besos arrancando incoherencias de mi boca.

Recorro su espalda de tensos músculos que saltan bajo mis dedos y él se hunde para besar mi estómago.

Soy una mujer rellena. Tengo mis imperfecciones en la piel. En cualquier otra circunstancia, con cualquier otro chico, sentiría la necesidad de cubrirme. De detener al hombre frente a mi e impedirle que toque mi redondeado bajo vientre.

Pero es Trevor.

Y él no se burla de cosas como esas.

No conmigo.

Porque él me quiere. Me desea lo suficiente para querer ver todo de mí. Así que lo dejo.

Solo quiero sentirlo...

Solo puedo sentirlo...

Todo sobre mí y para mí.

Él sube dejando un reguero de besos tiernos, para asaltar mis labios en una muestra carnal, diferente a todos los que nos hemos dado hasta ahora.

Gruñe contra mi boca, enviándome calor por el cuerpo, sin ocultar nada de su placer, sus manos tocando toda mi piel, haciéndome sensible. Expuesta; masilla a su disposición, que él toma sin vacilar.

Trevor alcanza sus pantalones del piso y extrae su cartera. Él es un tipo a la antigua, con el condón en su billetera siempre listo como si tuviese quince años. Rompe el paquete con los dientes y se lo coloca mirándome en todo momento. Sus ojos recorriendo mi cuerpo como si me viese por primera vez, lo que no es alejado de la realidad, hemos cambiado considerablemente en los últimos años, mas desde que habíamos hecho esto en otra ocasión.

Se coloca entre mis piernas que lo acunaron justo en sus caderas. Siento la anticipación nerviosa recorrerme. Estamos haciendo esto, ya no hay vuelta atrás. Lo agarro por la nuca y lo jalo hacia mí. Necesito besarlo desesperadamente. Tomo sus labios con necesidad, mordisqueando mi camino y él me deja.

En una simple embestida, se desliza en mi interior fácilmente. Es abrumador; el calor abordándome. Y un gemido es arrancado de ambos.

—Se siente...

—Tan...

—Sí —Concluye, una sonrisa formándose en sus labios hinchados.

Trevor no me da tiempo de adaptarme, desliza sus manos desde mi cuello hasta mi cintura, cubriendo mis pechos en el camino. Sus caderas son rápidas en mi contra y yo no lo quiero de otra forma.

Ahogo mis gemidos en su cuello, aun cuando no hay nadie cerca para oírme; lamo la piel sudorosa en la curva de su hombro y luego lo muerdo. Gime con su voz ronca y perdida.

Su piel brilla perlada en sudor mientras que hace esfuerzos por mantener la respiración normal y sus movimientos menos erráticos, pero está batallando en vano.

Todo en él se siente tan... extraño y familiar a la vez.

Estoy cerca del borde cuando se detiene. Quiero protestar, pero sus manos cubren mis mejillas, alzando mi rostro hacia el suyo. Sus ojos buscan los míos y me sostienen. Dos grandes coloretes en sus mejillas y los ojos grandes como orbes.

—Quiero verte... —Murmura contra mis labios. Su lengua se asoma para lamerlos y se aleja cuando intento besarlo de vuelta. —Quiero verte llegar...

Para este punto ya puede proclamarme suya, por ese momento de anticipada dicha. Asiento, dispuesta a todo con tal de que se mueva y así lo hace. Sus labios se mueven a mis mejillas y a mi mandíbula sin dejar de regar pequeños besos aquí y allá. Sus caderas retoman aquel ritmo constante que me envías chispas hasta la punta de los pies.

Así es como se siente la pasión, chicas.

Torpe, extraña, cambia vidas y tan, tan caliente.

Era lo que faltaba una vez que salía con otros tipos. El sexo no había estado mal. Las conexiones estaban allí, pero era carente de pasión. Solo tuve una probada de esto en mi juventud y me dije que era cosa de la primera vez, del enamoramiento juvenil. Me lo repetí tanto hasta casi creérmelo. Pero aquí está. Jesús-jodido-cristo que aquí. Porque este chico lo tiene dentro de él. Este hombre encima de mí, dentro de mí, amándome con todo lo que tiene, con lo que sabe y con el mundo que estalla cuando estamos juntos; lo es.

Es química pura.

El colapso de mis sentidos, de todo en lo que creo y conozco. Todo aquello que pongo en duda cuando estoy con Trevor. Y es de lo más ridículo que mi cabeza sostengo este pensamiento en un momento como este, pero tengo que admitirme, aunque sea a mí misma, que nunca dejé a Trevor acercarse de nuevo, porque le temo a esto. A lo que significamos cuando estamos juntos.

Lo amo... y es lo más aterrador a lo que me he enfrentado o me enfrentaré alguna vez. Porque estar con él es dar un salto al vacío y mi pecho se estremece de solo pensarlo, pero no veo otra manera de hacerlo. Lo he amado por demasiado tiempo en secreto y si no lo dejo salir ahora, temo que eso me consuma.

Me dejo ir junto con Trevor, nuestras manos unidas siendo el ancla del otro.

Él se resbala sin fuerzas hacia abajo. Las estrellas detrás de mis parpados persistentes, y me siento deliciosamente entumecida con mi corazón a la carrera y la respiración entrando en mi a bocanadas.

Lo amo...

No estoy segura, pero así se siente.

Lo quiero, estoy segura, pero es más que eso.

Trevor apoya su mejilla en mi vientre, sujeto su cabello corto en mi puño.

—Eso fue genial. —Sentencia con felicidad en su tono.

—Sensacional —Le corrijo. Lo que lo hace carcajear. —¿Imaginaste que sería así?

—No —Su cabello me provoca cosquillas mientras niega antes de depositar un beso justo encima de mi ombligo. Me estremezco. —Ha sido mejor de lo que imaginé... y he tenido nueve años para imaginar todo de esto.

Estaba tan aterrada de dar este paso y al final todas mis barreras las derribó la adrenalina.

Estar con Trevor de esta manera, hacer el amor, es lo único que me deja por completo desnuda y no estamos hablando de la ropa.  

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