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Confesiones ¡Todo calza pollo!

Edward conducía a una vertiginosa velocidad por la oscura carretera. Parecía apurado por llegar a pueblucho Tenedor. O tal vez siempre conducía a todo gas y yo recién caía en cuenta.

— ¿Una estrella de pop coreano? Digo, son humanos, pero bien podrían ser reptilianos...

Frunció el ceño con gesto confundido. Por lo que me apresuré a agregar. — Además, serías peligroso, porque una legión de fans vendría a hacerme picadillo... por ser tu amiga claro. —Enfaticé la palabra amiga y luego me mordí la lengua. El autosabotaje es mi pasión. Ahora nunca saldría de la friendzone gracias a mi audacia.

Te odio, Julieta.

Con amor: Julieta.

Enarcó una ceja y me miró con una expresión que no fui capaz de descifrar.

Lancé un suspiro ofuscada. Su dichosa identidad secreta no me la iba a ganar.

— Recapitulemos... —sugerí. Sonrió confiado, sin embargo, noté como apretó ligeramente las manos sobre el volante. — No eres humano, eres peligroso y... no sé nada más... —Crucé los brazos enfurruñada. — Momento... ¡sí sé! —Desvió la vista de la carretera por un breve instante y me miró a los ojos en una muda advertencia. — ¡Sé que no eres! —Junté los dedos como el señor Burns y empecé a enumerar con los mismos. — No eres un X-men, ni un alien, ni un reptiliano, ni un súper héroe, ni un ángel ¿Un ángel caído, tal vez? —Silencio que se mezclaba con la tensión electrizante de su cuerpo. — Ok. No. Descartado. Ni una estrella de k-pop... ¿Eres peligroso porque... ¡Ya pues Edward! Dijiste que me ayudarías.

Jamás dije eso.

— Claro que sí.

El motor del auto era tan silencioso que solo se escuchaba mi respiración agitada.

— Mmm... siento que se me olvida algo... ¡ah sí! La dieta especial... —El teléfono móvil vibró en mis bolsillos y atendí la notificación de mensaje de Willy. Tecleé una respuesta rápido y me quedé mirando el salva pantallas un momento. ¿Podría ser?...

— ¡¿Comes humanos?! —solté de improvisto. Edward retuvo el aliento y tensó la mandíbula. Murmuró algo ininteligible y guardó silencio, con la vista perdida en el camino.

— ¡Ya pues! ¡Responde!

— ¿Crees que es sencillo?

Asentí.

— Y si la respuesta fuera sí... ¿No quiere decir eso que corres peligro?

Abrí la boca para rebatir y la cerré al instante. Chale. Tenía razón. Sin embargo, yo no hacía ejercicio, así que mi carne no estaría buena.

— ¡Eres un ghoul! —Concluí triunfante, inflando el pecho con orgullo.

— ¿Un qué?

Solté un bufido, al tiempo que las comisuras de mis labios descendían dejando entrever mi decepción. A ver, a ver ¿qué pasó?

— Un ghoul... —Gesticulé con las manos explicando lo obvio. <<Oshiete, oshiete...>> — Un monstruo come humanos. Un caníbal... pero más mutante y menos humano. O sea, tienen la apariencia... ¡Pero si lo fueras ya deberías saberlo!

Hice un mohín, molesta y desvié la vista al camino. No veía un carajo. Podría llevarme donde quisiera y yo ni me enteraba. Sumado a mi pésimo sentido de la orientación y mi memoria incapaz de recordar ni el nombre de una calle, olvidé la carretera que había tomado Jessica. Quizás que criatura mitológica, sacada de qué cuento era, mas, gracias a Diosito no era un secuestrador. Ni un traficante de órganos. Ni un...

— Has acertado en un par de cosas —volvió a hablar luego de un largo rato, en el que logré divisar un par de señales de tránsito. Según mis cálculos estábamos a unos minutos de Forks, lo que dejaba en evidencia que iba a una velocidad excesiva.

Seguí con la mejilla apoyada en la palma de la mano, fingiendo desinterés. Disimuladamente busqué la manilla de la puerta, rogando porque no tuviera el seguro puesto, en caso de que tuviera que lanzarme a la calle fría y desierta. ¿Dolería mucho el porrazo desde un auto en movimiento? Esperaba no tener que descubrirlo.

— Soy un monstruo —Su voz fue apenas un susurro que me esforcé por escuchar. Hablaba rápido y sin pausas. — No como humanos... No de la forma en que estás pensando, pero si podría hacerles mucho daño...

— Entiendo... —Asentí con gesto serio. — No. La verdad no entiendo. —Repuse enseguida. — No eres un ghoul. Ni un caníbal, pero eres peligroso para los humanos y... Alch... ¿No tienes una especie de historia? Mi amigo, el melena, tenía una muy buena, donde en su tribu Caleuche eran lobos u hombres lobo... algo así ¡ah! y tu familia eran vampiros que volvían cada cincuenta años y... —Jadeé, ahogando una exclamación.

Edward, seguía conduciendo impasible, sin echar siquiera ni un vistazo en mi dirección.

— ¿Y? ¿Qué más te dijo tu amigo?

Mi mano resbaló de la manija y volví a buscarla con desespero, sin molestarme en disimularlo. Un ligero movimiento y el sonido de un clic fue suficiente para confirmar mis temores. El seguro estaba puesto.

— Pues... Nada... Eso... Que eran todos amigos y fumaban pipa de la paz... —Con lentos movimientos saqué el teléfono móvil de mis bolsillos. El desgraciado volvía a fallarme cuando más lo necesitaba.

— ¿Y no volviste a averiguar por tu cuenta? ¿No te causaron curiosidad los rumores acerca de los Cullen?

Así te quería encontrar Edward "el yandere" Cullen. Apreté los labios en una línea antes de responder.

— Sí.

Fue exactamente lo que hice. A ver ¿cómo le sabes? ¿Me sapeaste el historial de navegación? ¿Además eres un hacker?

— Busqué en internet leyendas de mi amigo melena y pues... Había montones de páginas y de información... wuuu... —Di un suspiro, para infundirme ánimo y sin dejar de sostenerle la mirada proseguí. — Y.... pues, leí un par de cosas y me aburrí. Así que me puse a ver películas de terror.

Con el objetivo de recordar ciertos detalles que había olvidado. Como lo peligroso que son las criaturas sacadas de dichas historias, sobre todo cuando pierden la paciencia. Y para mi desgracia, si había algo en lo que era experta, era en hacer que la gente se hartara de mí con una velocidad alarmante.

Bueno.

Ya fue.

Sería un alma errante en mitad de la carretera, que provocaría accidentes a jóvenes enamorados, porque además de vengativa, era envidiosa.

Tragué duro y aguardé una réplica. Edward bajó la velocidad hasta detenerse.

— Y ¿qué descubriste? —Su voz melosa y su cara de póker, me hicieron titubear. El semáforo lanzaba destellos rojos sobre su perfil de granito blanco.

— Nada...

— ¿Nada?

— Bueno sí. Encontré cosas... Pero, no te voy a decir qué.

Sonrió socarronamente y volvió a poner el vehículo en marcha.

Me removí incómoda, resignada a seguir en el auto con una criatura potencialmente peligrosa, sacada de una historia de terror. Convenciéndome de que, si no admitía su naturaleza mitológica, ésta no se manifestaría. Seguiría oculta, como si no existiera.

No obstante, estaba ahí. Justo frente a mí. Latente, evidenciándose en los pequeños detalles, que me hacían pensar "todo calza pollo".

Ahora todo tenía explicación. La palidez mortecina. El frío glacial de la piel de sus manos. Su asombrosa capacidad de reaccionar ante situaciones de peligro. El hecho de que faltara a clases "casualmente" cuando tomaron las muestras de sangre. Sus "salidas a acampar" los días soleados.

La funa a la Push.

Incluso su belleza inhumana podía deberse a su naturaleza sobrenatural.

El hecho de que supiera cada respuesta a cualquier pregunta, de cualquier clase.

Y su incapacidad para relacionarse con la gente.

No era un marginado. Se había autoexiliado para... ¿Para qué? ¿Para que no le cargaran los muertos?

Oh. Oh. Me sentía en una típica película gringa, en la que el villano es un ruso y el protagonista, el atractivo actor caucásico del momento.

Para hacer las cosas más diversas y tener con qué rellenar, siempre hay un equipo que lo respalda, usualmente conformado por la protagonista femenina, su amiga no tan atractiva, un asiático, una persona de color y en algunos casos un latino.

Conforme la trama avanza y con ella las escenas de acción, sabes que van a morir el chino, el sudaca y el negro.

En este momento era una mezcla de los tres y no importa si íbamos en la mitad del filme y quedaba más historia por contar.

Yo era un personaje de relleno y hasta aquí llegué.

Iba a morir a manos de Edward, que se había descrito así mismo como el villano de turno.

— ¿Julieta? —Su voz tono profundo me sacó del trance temporal. Pestañeé frenética.

— ¿Ya llegamos?

— No. ¿Estás asustada?

Di un bufido y puse los ojos en blanco.

— No.

— Claro que no... Estás aterrada.

— No es cierto. —Fruncí el ceño molesta. Edward dejó entrever un deje de sorpresa en su semblante relajado. — Para ser un personaje de cuento de terror, eres tremenda estafa. —Desafié esbozando una sonrisa.

—¿Ah sí? —Enarcó una ceja perfecta en un burdo intento por disimular que le había dado un golpe bajo.

— Sí mi buen Edward, verás me gustan las historias de terror, más si es de noche... Pero, prefiero el top de Dross.

— ¿A qué te refieres?

— A que no te creo. Si no lo veo, no lo creo. Ver para creer decía ese Santo... como sea. No eres un vampiro hasta que se demuestre lo contrario. —Asentí muy pagada de mí misma.

Un nuevo talento a explotar se sumaba a mi lista de carreras que quería cursar. Si no triunfaba en Hollywood, con mi capacidad de improvisación y facilidad para mentir —ok, esa la tenía que trabajar— o no me convertía en una capa de la drog... química, sería abogada. Porque la justicia es ciega y el acusado inocente hasta que se demuestre lo contrario.

— Estás tentando tu suerte...

— Sí. Eso es. No eres nada raro. Porque en la deep web no había ningún artículo sobre vampirismo.

— ¿No estás escuchándome cierto?

— Nop.

— Julieta...

— ¡Oh vaya! Ya llegamos. —Ensanché los ojos con sorpresa al ver la fachada de mi casa a sus espaldas, en un desesperado intento por rehuir la belleza demoledora de su rostro. —Mejor me viro. No quiero que Willy ande jodiendo con que me vine con alguien que no es Jessica. —Hice el ademán de desabrochar el cinturón de seguridad, pero torpe como estaba no pude con una maniobra tan simple.

Edward vino a mi rescate y desabrochó el artefacto con un rápido movimiento. — Ya sabes, debe estar pegado a la ventana como vieja chismosa... —Le di la espalda y con respiraciones pausadas intenté contener los latidos erráticos de mi corazón. Volví a girar y me obligué a sostenerle la mirada. El caramelo oscuro amenazaba con fusionarse con la oscuridad de una noche sin luna.

— No puedes huir de mí. —Inquirí en un tono que pretendía ser amenazante, pero se asemejó a una penosa petición. — Aún tengo muchas preguntas con las que molestarte.

Humedeció sus labios y sonrió de lado. —Mañana es mi turno de hacer preguntas.

— ¿Qué?

— Buenas noches Julieta.

— Pe... Pero...

— William te está esperando y tiene mucha curiosidad...

Una sonrisa socarrona se dibujó en su rostro de belleza celestial. Bueno, ni tan celestial, en estricto rigor.

Inflé las mejillas enfurruñada y salí del vehículo, dando un sonoro portazo, del que luego me arrepentí.

Edward no se fue hasta que estuve en la seguridad de mi hogar al acecho de mi hermano metiche.

***

Un alien de cara verde aguacate me abrió la puerta.

— ¡¿Qué hacías en el auto de Edward Cullen?! —Inquirió el extraterrestre apenas crucé el umbral de la puerta. Un chillido histérico sucedió la pregunta. Me llevé una mano al pecho, sintiendo el retumbar de mi corazón contra mi esternón.

— ¡Casi me matas del susto!

— ¡Cuéntame ya!

Fruncí el ceño.

— ¿Esa no era la palta para el desayuno de mañana? —Denoté apuntando a su rostro. Willy puso los ojos en blanco.

— Julieta... ya deja de hacerte la interesante y dime qué pasó.

— Bro... —Ahora fui yo la que dio gritos histéricos y agitó las manos. — Tuve una cita... Bueno no. Pero, me llevó a cenar... Y me vino a dejar —Me mordí el labio, asimilando lo acontecido aquella noche. Todo cobraba sentido y se desprendía de toda lógica a la vez. ¿A dónde me había ido a tirar Nancy? ¿A Macondo?

— ¿Tú? ¿Y Edward Cullen? ¡Ahhh!

— Ya, dilo. Escúpelo envidioso.

— Maldita perra afortunada.

— Tu envidia hace mi fama cariño. — Agité la melena exageradamente y volví a sentarme. Willy agitó las manos alrededor de su cara, mientras repetía ¡no lo puedo creer! No fui capaz de romper su ilusión hasta que preguntó cada insignificante detalle, incluido cuál había sido la cena. Puso mala cara, al enterarse de que fue carne.

— Y pos... eso... —Un suspiro apesadumbrado escapó de entre mis labios. — Fue una cita de emergencia... o algo así. Digo... No me va a llamar, ni lo voy a llamar... Y así... —Me encogí de hombros y estiré mis mejillas en una falsa sonrisa.

— ¿Y por qué no?

— Pues por lo obvio. Él es todo ulalá señor francés. Que elegancia la de Francia. Y...—yo soy... yo. Marginal, maleducada, malhablada...— no le pedí su número. Y tampoco me lo pidió.

Willy me escudriñó unos momentos y frunció el entrecejo confundido.

A pesar de mi infinita verborrea, a veces —a veces, es siempre— se me hacía difícil darme a entender. Además, me daba pereza explicarle a Willy que Edward era "el elegido".

Edward, era ese sujeto, que tiene una cualidad, única, irrepetible, extraordinaria, capaz de volver una historia plana y sin gracia, en una emocionante fantasía medio oscura. —Medio oscura, porque a pesar de su naturaleza vampírica, era un terroncito de azúcar.

Por consiguiente, siguiendo la misma lógica, el susodicho, pondría su atención en una persona que cumpliera con las mismas cualidades. Un ser humano, fuera de toda norma. Con una mente extraordinaria, una belleza deslumbrante o... Qué se yo. En resumen, la antítesis de mí. Común y silvestre. Con menos gracia que una gotera.

Sin embargo, no digo que no fuera bonita... No... Pa' los ojos de una madre, somos todos hermosos, salvo que tu madre sea Nancy... En ese caso, eres feo como una verruga y tonto como una piedra, si alguien ofrece llevarte ¡te subes!

Momento... sí tenía un atributo súper duper. El de desvariar y hacer una referencia de cualquier cosa, en el momento menos indicado.

— ¿Te gusta?

Abrí los ojos desmesuradamente y balbuceé incoherencias.

A pesar de tener siempre una respuesta para todo, porque todo lo sé y lo que no lo invento, su sencilla pregunta me había pillado desprevenida.

— Julieta...

Me llevé la mano a la nuca en un ademán por ordenar mis ideas.

— No... lo sé... Quiero decir, somos abismalmente distintos. —Comenzando porque él era una criatura sacado de un mito y yo una humana terriblemente ordinaria. — Y pues... Ay... no sé... No me ilusiones estúpida. —Enarcó una ceja y cogió las rodajas de pepino del plato sobre la mesita de centro. ¿Iba a hacer de su cara una ensalada?

— ¡Te gusta!

Di un bufido y apoyé la mejilla en la palma de la mano.

— Mi hermanita está tan grande...

—Willy ¡ya! Te estás ganando un tate quieto.

Una risita tonta le sucedió mientras echaba la cabeza en el respaldo del sillón.

La inocente pregunta de mi hermano, me taladraba la cabeza como si de una ecuación capaz de salvar a la humanidad se tratase. Mas, dejaría que mi lado misántropo se hiciera cargo. Si evitaba pensar en ello, dejaría de molestar.

Tenía antojo de chocolate, helado, mascarillas caseras que me dejarían sin que echarle al pan al día siguiente y películas cursis, de esas que adaptaban libros para adolescentes. Así de grave era el asunto.

No obstante, ceder ante impulsos tan banales, era un antecedente más, que sustentaba la tesis de Willly.

En momentos como ese, la mejor terapia era una playlist con metal, post punk ruso o en su defecto una película perturbadora.

Aunque esa noche me desvelé buscando entre las tantas páginas para ver contenido de manera ilegal, pero gratis, una película que volara los sesos, me decanté nuevamente por un clásico entre lo perturbador, filme digno del top 7 de Dross.

La certeza de que tendría pesadillas con subtítulos, se desvaneció cuando mi subconsciente volvió a hincharme las pelotas. Edward ocupaba cada rincón de mis pensamientos, invadiendo incluso el lugar que reservaba para los diálogos de Los Simpsons.

No obstante, de tres cosas estaba segura.

La primera, Edward era un chiflado que se creía un vampiro. Momento, así no era la cosa. Procedo a corregir, Edward era un vampiro —aclaro, según él, yo no quiero ser cómplice de una aseveración tan disparatada.

Segundo... tras mi brillante deducción de que era un vampiro, digna de Sherlock Holmes, advertí sus sutiles advertencias. "Aléjate de mí." "Soy peligroso, ¿no estás viendo pendeja?" Eso último no lo dijo, pero hubiera sido una forma más efectiva de mandarlo al carajo, porque a nadie le gusta que le digan pendeja...

Lo que me recuerda que, Edward era peligroso. Si era un vampiro, yo era parte de su menú. Sin embargo, cabía la posibilidad de que mi sangre estuviera desabrida, o llena de sellos que indicaran "alto en azúcares", "alto en calorías", "alto en grasas saturadas".

Tercero... Me atraía.

Lo cual no tiene nada de novedoso, ni relevante. Era un ser estético, amable, considerado, enigmático, inteligente, perceptivo, talentoso, melancólico y quien sabe qué cosas más. Diosito se había ensañado con él y lo había hecho absurdamente perfecto.

Pero, eso no quería decir que me gustara, o estuviera enamorada de él. No. Nada más me robaba el sueño, el corazón, el aliento... No obstante,

¿Enamorada? ¿Yo? ¿De alguien que no fuera un personaje ficticio o 2D?

Imposible.

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