V E I N T I C U A T R O | H A B L A R L O 🏈
«Cuando busqué su mirada para pedirle perdón, supe que no era necesario, porque él me estaba demostrando que no debía pedir perdón por cosas que no estaba en mi mano»
Abby Payne
La vida en aquel pueblo era complicada. Sobre todo cuando estabas viviendo en lo más alejado del pueblo, en las zonas más altas y rodeada de árboles.
Habían pasado tan solo 2 horas desde que Abby se marchase de aquella cafetería, donde había dejado a Johanna sola allí después de confesarle, por fuerza mayor, aquel secreto que tanto miedo tenía de compartir.
La joven universitaria no dejaba de pensar en las cosas que había pasado, en todo lo que había experimentado de aquí para atrás. Y sabía que por la mirada que Johanna le había puesto que todo era el final para aquella relación de amistad. Y le dolía de tan solo pensar que no volvería a volver a vivir esa experiencia de saber lo que era tener una verdadera amiga.
En el fondo la entendía, no muchos querían tener una amistad con Abby, quizás por su manera de ser, por todo el daño que le habían hecho y luego que otras personas tan solo buscaban reírse de ella. Quizás fueron tantas cosas que la autoestima de ella solo la hacía sentir de esa manera, tener miedo a perder relaciones y ahora que Johanna lo sabía, Abby creía que no volvería a saber nada de ella.
Suspiró con fuerza mientras trataba de estudiar para los próximos exámenes que tenía en la universidad. Hasta que su madre gritó desde la planta de abajo;
—¡Abby! ¡Tienes visita!
Una Abby totalmente extrañada por ello, se levantó de su silla y salió de su cuarto para caminar hacia las escaleras y ver a su madre subiendo con cierta mirada que la hizo dar calidez.
—¿Visita?
Isabel asintió feliz de que su hija empezara a tener relaciones.
—Una tal Johanna.
El corazón le dio un vuelco y miró la puerta entreabierta, donde dentro de dicha casa se encontraba Johanna mirando el interior de la casa con cariño.
—Sé que está prohibido traer personas aquí que no sean amigos de Theo y lo...
—No me pidas perdón por vivir tu vida. —Su madre la cortó enseguida—. Ya eres adulta y responsable. Siempre y cuando vengan cuando él esté trabajando, no tienes porque pedirme disculpas.
Isabel se marchó hacia otro lugar de la casa para luego Abby terminar de bajar las escaleras y encontrarse de frente con Johanna. La cual la miró con un rostro dulce y algo preocupado mientras que Abby no sabía que esperar de aquella visita. Más sabiendo que temía que Theo viniera en cualquier momento, pero era cierto lo que decía su madre. Ahora que estaba trabajando no había peligro.
La vio con una bolsa de una pastelería en su mano y ella rompió aquel silencio;
—¿Podemos hablar? —preguntó Johanna, consiguiendo que Abby asintiera por ello.
Una vez subieron al cuarto de ella y Abby cerró la puerta, Johanna miró el escondite de Abby con admiración. Un lugar tranquilo, cómodo donde ella podía pensar con tranquilidad. Se detuvo hacia el escritorio de ella, dejando la bolsa cerca de los libros y luego se giró para sentarse en la cama de Abby y decirle con un gesto que se sentase.
Abby, nerviosa sin dejar de tocarse el cabello, se sentó al lado de Johanna.
—Te fuiste muy rápido hoy de la cafetería —respondió la joven de cabello oscuro.
Abby, sin dejar de tocarse la trenza que se había hecho, contestó;
—Porque creí que era lo mejor.
Johanna, sin dejar de pensar en la mirada de Abby, en la forma de hablar de ella horas antes, negó y habló;
—No sé de que forma pensabas que te estaba mirando, pero no es la que piensas, Abby.
—Ya estoy acostumbrada a esto, Johanna. No tienes que poner excusas.
—¿Excusas? —preguntó arrugando su frente y negando rápidamente—. No te pongo excusas... Odiaba como te estaban hablando aquellas idiotas y estúpidas que no saben ni siquiera donde buscar el pueblo en el que viven en el mapa.
Decía la verdad.
No se había quedado quieta por conocer la verdad de Abby, sino por como la trataron, ya que la hizo sentir como cuando a ella le ocurría también. Ambas parecían tener muchas más cosas en común de lo que se imaginaban.
Pero Abby, inexperta en amistades, preguntó;
—¿Y por que no me dijiste nada?
Johanna suspiró, sabiendo que iba a costar bastante en ganarse la confianza de Abby, pero esperaría todo el tiempo que fuese necesario. No iba a rendirse e iba a hacer lo posible por ganar su confianza.
—Abby... Estaba enfadada con ellas, enfadada por enterarme de lo que tanto te costaba decir. Quería que me lo dijeras tú cuando confiases más en mi, cuando estuvieses preparada, no porque aquellas lo dijesen en voz alta y como si fuese algo horrible —respondió.
Abby no habló, parecía sorprendida por ello. Por lo que estaba escuchando.
Pero Johanna supo que necesitaba espacio para pensar y siguió hablando;
—Odio verte e imaginarme todo lo que has tenido que soportar tantos años —confesó angustiada por su amiga que no dejaba de tocarse la trenza.
—No es para tanto... —Abby quitó importancia.
Pero su amiga no iba a dejar pasar eso por alto.
—Solo una persona que ha sufrido diría algo así. Eres mi amiga, By... Siento si te di otra impresión antes, pero no dejaba de pensar en levantarme y decirle cuatro cosas. En cuanto te fuiste, fui hacia ellas.
Aquello último la sorprendió demasiado. Tanto que el rostro que puso Abby hizo gracia a su amiga que estaba a su lado.
—¿Que hiciste que?
La joven movió los hombros como si nada.
—Bueno, tan solo les borré la sonrisa de la cara con elegantes palabras —ironizó Johanna, haciendo reír a la joven Abby.
Entonces, cuando se calmaron un poco, nuestra joven protagonista contestó;
—No te lo he contado porque la vez que lo hice con una amiga, se lo dijo a todos y empezó mi purgatorio —confesó con una mirada perdida en ese momento. Cuando miró a su amiga, vio paciencia en ellos—. Pero pensaba hacerlo.
Johanna negó rápidamente.
—Las verdaderas amigas no son esas, Abby. Son las que están contigo para lo bueno y para lo malo.
Entonces, ahí Abby se quedó pensativa si contarle lo que pasaba en esa casa. Se quedó totalmente pensativa y no supo si debía hacerlo o, por el contrario, era peor.
—Yo... —Se quedó callada ante la atenta mirada de Johanna y luego dijo otra cosa—. Gracias.
Johanna supo que ella quería decirle algo más, pero que cambió de parecer porque no estaba preparada. Ya había sido mucho por hoy, por ese día largo para Abby e iba a dejar pasar el tema para darle todo el tiempo necesario. Una amistad se construía con tiempo, con paciencia, no empezando por el tejado y deprisa.
No quería agobiarla más y eso hizo.
Pero lo que si hizo fue abrazarla con cariño, no separándose de ella en ningún momento y Abby notó ese amor de amistad que había en el ambiente.
—No me repugnas. Nunca lo harás, Abby... No vuelvas a decirme tal cosa en la vida, ¿vale?
Abby le contestó que "vale", pero ese abrazo se prolongó durante un largo rato, disfrutando de ese momento juntas.
—¿Mike está enfadado conmigo? —preguntó la joven volviendo a tocarse aquella trenza, una vez se separó de Johanna.
Ella arrugó su frente.
—¿Por que dices eso?
Movió sus hombros sin saber muy bien como empezar aquella conversación.
—Porque me fui el sábado de su casa rápidamente y lo dejé preocupado.
Johanna negó rápidamente y contestó;
—Él no está enfadado, Abby. Pero deberías hablarlo con él y mañana vente a la universidad —murmuró y mirando a su amiga, confesó. —Se te echa mucho de menos.
Abby sintió una fuerte calidez en su pecho, para luego ver como Johanna se levantaba para tomar aquella bolsa de pasteles y ponerlo entre ambas en la cama.
—Venga, que si no me los como todos —amenazó Johanna con aquella sonrisa que contagió a Abby.
🏈
Al día siguiente, una Abby cabizbaja había aparecido en los pasillos de la universidad. Había estado evitando a Mike tratando de pensar que decirle en cuanto lo viese. Entre lo de romper un plato y la huida tan repentina, lo último que deseaba era que él le preguntase porqué se había ido de esa forma.
Y lo menos que quería era preocuparlo.
Tras ese agarre de Theo en su antebrazo, le quedó una marca de los dedos que había empezado a desaparecer de su piel, y le dolía si lo tocaba, por lo que llevar siempre jersey y suéter largos era parte de ella cada vez que le ocurría tales cosas.
No paraba de recibir llamadas de Mike, quien la esperaba fuera de la universidad para entrar juntos, pero ella había despertado muy temprano y había entrado rápidamente para que Mike no la viera con ese rostro que llevaba ese día. Y se sintió la peor persona por esquivarlo, tratarlo así y saber que él no le haría tal cosa.
Por eso, cuando fue a la clase matemáticas empresariales, sentada a lo lejos de todo, ajena a todo, alejada de sus compañeros y sola, pudo observar un movimiento frente a la puerta de entrada donde, un Mike algo serio la miraba desde ahí. Abby sintió su mundo pararse y se odió por dejarlo tirado, pero de pronto vio alivio en su mirada y no entendió eso.
¿Acaso Mike no estaba enfadado con ella?
Él levantó la mano y la saludó desde lejos, consiguiendo que ella también hiciera aquello en ese momento.
Cuando la clase empezó y Mike se fue a su clase, Abby volvió a su mundo, ahora algo más tranquila.
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Una Abby cansada de tantos números, suspiró en su asiento de la biblioteca, cerca de la ventana, cuando escuchó;
—Se te ha echado de menos —susurró aquella voz que tanto la atraía a la joven.
Abby, que levantó la mirada rápidamente por escucharlo, vio como aquel rubio que llevaba un suéter algo más ajustado que otros días, mostrando esa musculatura que ya había visto, hizo que se despistara un poco.
Cuando vio que él se sentaba frente a ella, esta no paraba de pensar en lo que había pasado el fin de semana anterior. Y se avergonzó por ello. Pero los ojos de Mike no dejaban de observarla de aquella manera.
—Mike... Siento haber ignorado tus llamadas —murmuró.
Y él no dijo nada, tan solo la observó por unos segundos, cuando tomó la mano de ella, la que recordaba que aquel hombre la había tomado de la muñeca y le levantó apenas el jersey, viendo la marca algo visible todavía.
Pero ella se la retiró rápidamente.
Mike suspiró por ello y contestó;
—No tienes que ocultarme algo así, Abby...
Ella negó. Apretó sus labios, mordiéndose apenas el labio inferior y tragó saliva.
Al ver que Mike tenía toda su atención prestada sobre ella, se sintió como alguien que realmente era importante. Y es que cada vez que estaba con Mike, siempre se sentía como alguien a quien realmente merecía la pena.
—No es fácil esto, Mike. Me daba vergüenza verte tras lo que ocurrió el pasado fin de semana... Y lo último que quería es que me preguntases sobre lo que me habría pasado.
Las personas que habían alrededor de la biblioteca los ignoraba y seguían sus vidas mientras que esa joven simplemente sentía que sus mejillas ardían al ver a ese universitario tan preocupado por ella.
Y él tomó la pequeña mano delicada de ella, para protegerla entre sus manos y darle cariño con una simple caricia.
—Abby, soy consciente de que lo pasas mal allí dentro, pero no puedes evitarme por eso. Si tu no quieres que te pregunte, no lo haré... Pero no me prives de estar a tu lado, por favor —expresó sin apartar la mirada de ella y la joven asintió por ello, sintiéndose mal—. Quiero ayudarte...
Y asintió varias veces antes de decir;
—Lo siento.
Su inseguridad creció y ahora era Mike quien sentía que había hecho mal al decirle eso, pero era necesario para que Abby empezara a confiar un poco en él.
—Mírame, Abby... —susurró con dulzura y eso fue lo que hizo Abby tras aquellas gafas—. No importa. Pero no me ignores, por favor...
Pero su rostro cambió al volver a recordar lo del otro día y necesitaba que ella fuese confiando en él poco a poco.
Por ello le preguntó;
—Por favor, déjame ver tu brazo...
Abby se quedó totalmente dubitativa y, tras meditarlo bastante, pensó que ya él lo había visto, al igual que hacía semanas la otra y asintió. Extendió su brazo para que él lo pudiese hacer, le remangó el jersey para luego ver las marcas de los dedos de aquelLa persona en la piel delicada de la joven. Acercó el brazo de ella hacia su boca y, con lentitud, fue besándola con cariño y erotismo la piel dañada de ella, mientras que Abby observaba toda la biblioteca alarmada y tuvo que juntar sus piernas para aguantar las ganas de pedirle a Mike que le hiciera lo mismo del otro día con sus habilidosos dedos.
—Aquella noche te seguí tras el taxi y vi que ese... te tomó de la muñeca de aquella manera—contestó, dándole otro beso con esos labios tan gruesos y que hizo recordar el beso que compartieron el día anterior.
Se aclaró la garganta para poder hablar;
—Me seguiste... —dijo con un tono distinto, tratando de cambiar el tono tan dramático del momento, aunque no fuese con el estilo de ella.
Sabía la seriedad del asunto, pero no sabía como reaccionar ante alguien que la trataba de esa manera, como si fuese importante.
Pero a Mike no le gustó que Abby hablase de esa manera esa situación que había vivido.
—No hace gracia, Abby —contestó serio. —Esto no. Sé que estuvo mal que te siguiera, pero odio que te hagan daño y solo deseo besar tus heridas para que se curen.
La sinceridad de Mike dejaba estupefacta a la dulce Abby, que no dejaba de mirar a ese hombre con esas mejillas rojas y cambió su mirada, mientras retiraba su brazo de los labios de ese hombre y que no paraba de desear sentirlos en todo su inexperto cuerpo.
Nada más imaginarse esos labios en esa zona privada suya, le hacían tener una excitación que no paraba de moverse en su asiento por culpa de ese hombre que tenía para ella sola.
Y Mike notó el cambio brusco de reacción de ella.
—¿Qué te ocurre?
La universitaria, que miraba hacia su libreta llena de apuntes y que parecían estar en otro mundo, dijo;
—La semana que viene tengo examen de matemáticas y me está costando más de lo que creía... —cambió de tema en ese momento para no seguir hablando de lo que llevaban hablando rato—. Prácticamente, a pesar de estar siempre en casa, siento que no tengo todo el tiempo del mundo para estudiar.
Mike negó con la cabeza por ello y retiró todos sus apuntes, se levantó de la mesa para ponerse al lado de Abby y romper todo el espacio personal de ella para mirar las páginas que ella tenía abiertas del libro.
—Yo te ayudo a estudiar. ¿Te parece? —dijo, más como afirmando lo lógico y Abby sonrió.
—¿Tienes esta materia también? —preguntó con un rostro de ilusión que hizo sonreír como un estúpido a Mike.
Jurando que así se veía tan inocente como hermosa.
—Estoy estudiando para ser ingeniero, los números se me dan muy bien —aclaró.
Ella asintió y, de pronto, él sacó el móvil y abrió la aplicación de la grabadora, para luego ponerlo sobre la mesa entre ambos, sorprendiendo y extrañando a Abby.
—¿Puedo preguntar porque pones la grabadora? —preguntó sin comprender nada.
—Vamos a grabar esta clase —dijo como si fuera lo más obvio.
Y eso era lo que no entendía Abby.
—Pero, ¿por qué?
Y entonces Mike, con un rostro chulesco con esa sonrisa que solo él era capaz de mostrar, se acercó a ella con esos labios tan carnosos y le dijo;
—Quiero cumplir uno de tus deseos de la lista y es necesario esta grabación —respondió. —Ya lo entenderás, Abby... Ya lo entenderás.
***
Se viene lo interesante ;)
¿Que les ha parecido?
¿Que Johanna fuese a hablar con Abby?
¿La madre de Abby?
¿Mike preocupado?
¿El ambiente universitario?
Nos leemos el lunes :3
Patri García
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