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" ¿Estás solo? "


Para muchos el café puede ser una solución en aquellos momentos inoportunos de sueño, pero para quienes que se hacen llamar amantes del café más que una simple taza hecha a base de hierbas, dentro de esta se encuentra un recuerdo único y especial, irreemplazable...

El lugar está casi vacío, unas cuantas personas ocupan las mesas del lugar, entre ellas un callado varón, de ropajes simples, un buzo celeste era lo que había decidido usar en esa ocasión antes de ir a la academia en la que trabajaba de maestro en el área de educación física.

Callado mira hacia las afueras del establecimiento, pensativo. ¿Qué era lo que pasaba por su mente en ese mismo momento?

Nadie podría responder a ello,
Él es un misterio para quienes lo rodean de forma algo cercana, nunca se lo ve junto a alguien de una manera continua, además de ser reservado con sus asuntos personales.

¿Joven, joven, se encuentra allí? — una chica de cabello castaño mueve su mano repetidas veces frente a Tomioka, el peliazul solitario.
Pero no recibe respuesta hasta segundos después, el chico sacude la cabeza, vuelve finalmente a la realidad mirando a la chica que esta frente suyo.

Asiente, confirmando que se encuentra bien. Responde sin necesidad de usar las palabras, a pesar de que hubo un tiempo en que era una persona feliz en ese lugar, de un día a otro cambió, ya no hablaba con nadie allí como solía hacer, las caras del establecimiento cambiaron pero el seguía asistiendo al local, ¿qué lo tenía tan atado a este?

En ese caso, su café — la mesera deja el café en la mesa redonda del maestro lo mira con tristeza como si supiera la razón por la que está allí, siempre pedía un café con el mismo contenido, cada día la misma rutina, la misma hora, todo igual, como si intentara reconstruir algo.

Disculpe, ¿está solo?, es que parece esperar a alguien y yo podrí-

No estoy solo — responde de forma directa y cortando, abre los ojos y mira directamente a esta, ¿qué intentó decir?, todo se torna extraño en la mente de la mesera, no quiso indagar más, por consiguiente da una media vuelta yendo a otra mesa manteniendo la intriga de la situación, en absoluto silencio.

"No estoy solo", siempre responde esas palabras exactas cuando alguien pregunta sobre su compañía, era evidente que no la tenía, a la vista de todos nunca hay dicha compañía, pero su respuesta nunca cambia, sin importar qué, él te responde que no está solo.

Da un sorbo a su café y mantiene la mirada en el vacío, ¿qué busca?, ¿qué piensa?...

Los minutos pasan hasta que termina por fin su taza de café, saca su billetera, revisa, de esta toma el dinero para pagar el café y lo coloca sobre la mesa.

Por unos segundos sigue mirando al vacío, pero su celular comienza a vibrar, su trabajo estaba por iniciar. Se levanta, y su expresión cambia a una de tristeza, pero tan pronto deja que sus labios creen una mueca apenada la cambia a una neutral, intentando ocultar su sentir.

Así que solo se va del lugar.

Sentado solitario en el estrado mira a sus alumnos correr por toda la chancha deportiva, la misma mirada de siempre, como si nunca hubiera sentido emociones, esos ojos apagados son una advertencia de que había perdido algo valioso hace un tiempo.

Aunque la bulla es fuerte, nada de eso penetra en su mente, todo el tiempo perdido, como si viviera en sus pensamientos y no en el mundo real.

Profesor Tomioka, ¿está solo? — esas palabras lo sacan de su mundo, y mira al joven Tanjiro, su alumno —, lo que pasa es que lo pude sentir nostálgico y pensé qué-

— No estoy solo — otra vez esa respuesta, el pelirrojo asiente, no debió "interrumpirlo" por esto lo deja solo.

Queda pensativo, preguntándose que oculta tras esa simple mirada pacífica. Su grupo de amigos juegan en el pasto, habían terminado las lecciones hace unos minutos, decide tomar un poco de aire en soledad y se sienta bajo un árbol a reflexionar sobre lo acababa de pasar — No lo culpes — conocía esa voz, era de su maestra de ciencias, Shinobu Koccho, quien acompaña a Tanjiro en sus pensamientos sentándose a un costado —, la vida se torna oscura cuando perdemos a quienes amamos. Nos aferramos a los recuerdos de esas personas para tolerarlo, pero algunos saben tratar con ello mejor que otros...los cuales terminan completamente rotos.

Reconforta al adolescente revolviendo sus cabellos — En su mundo es feliz, así que no te preocupes.
¿A qué se refiere con eso?, no lo sabe, pero decide seguir el consejo de su maestra, la cual se levanta y le ofrece la mano, él la toma, para seguido a esto volver con sus amigos aún pensativo.

No estás solo, ¿cierto? — sonríe con compasión en su mirar que ahora enfoca a su amigo Tomioka, suspira para finalmente volver a su lugar de trabajo.

¿Cómo había podido dejar que su amigo acabara así? Antes era distinto y aunque supiera la razón, lo que pasó fue tan duro que nunca supo cómo ayudarlo y por el otro lado él se negaba a recibir la ayuda que necesitaba.

Lo siento...— atina a decir en un intento de calmarse a sí misma, el chico ya estaba lo suficientemente roto como para saber que además de eso su malestar aturdía a los otro.

El camino había sido largo pero Tomioka logra llegar a las afueras de la ciudad en una colina llena de naturaleza vivaz, la vista es hermosa sin duda alguna, pero esa no es la razón por la que va allí cada semana.

Su propósito es distinto, se sienta sobre sus piernas, es allí cuando sonríe como si algo llegara a su mente por un corto tiempo, hasta que su vista se perturba y y mira al pasto, nada podría ahora interrumpir su "calma".

Niega con la cabeza repetidas veces, hasta que cierra los ojos con fuerza intentando contenerse pero no puede, y comienza a sentir un ambiente húmedo, escucha como gotas saladas caen y chocan contra el suelo, no son más que lágrimas descontroladas, aprieta sus manos volviéndolas puños.

Toma con fuerza su cabeza aún llorando, odiándose y culpándose, como lo hacía desde ese día...

Tomar café siempre fue un placer que le había inculcado su madre, ese mismo placer fue el que le hizo conocer el amor, aún lo recordaba, recordaba el día en que entró a esa cafetería y se enamoró tanto de ese mesero que solo iba con la excusa de pasar tiempo con él.
Y así logró enamorarlo, pasar tiempo juntos lo hacía sonreír, todo el mundo lo sabía.

Pero saliendo de ese lugar en una de tantas mañanas cruzó precipitadamente la pista, y de un momento a otro estaba del otro lado de la vereda.
Cuando subió la vista, sus ojos se abrieron, no podía reaccionar o hablar, estaba en shock, la pista llena de sangre que no era suya y sus ojos sin vida marcado con algo que jamás olvidaría.
No pudo hacer nada, ni antes ni después, se quedó allí durante unas horas, en silencio, mirando...pensando, pero aunque su vista parecía calmada sus lágrimas eran incontrolables.

Nadie entendía que pasaba por su cabeza, y desde entonces ya nadie lo hace, nadie lo cuestiona o se lo recuerda.
El simplemente vive ahora en otro lugar distinto al actual uno en el que retorna a ese momento, buscando reparar el error que cometió.

No estoy solo... ¿verdad, Sabito?

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