Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo XXV. La Ciudad Envuelta Por el Mar

(7 días: 22 horas: 56 minutos: 14 segundos para la extinción de la humanidad. Zona X.)

Estábamos reunidos desde muy temprano en la entrada de la base. Éramos catorce voluntarios, tres soldados y el capitán Steve alistándose a salir. Alex, Jorge y yo estábamos aislados del grupo, tratando de sacudirnos los nervios.

—Espero que no me falle la concentración, siempre pasan puras estupideces por mi cabeza —dijo Jorge.
—Relájate, debemos mentalizarnos como el día de ayer. "Unidos siempre",
¿Se acuerdan? —dijo Alex al colocarse su casco.
—Así es, pensemos que vamos a la arena más espectacular del mundo a destruir criaturas de otra galaxia —les dije.
—Ok, ok, ok, nueva arena, criaturas galácticas, suena bien, suena bien —dijo Jorge tartamudeando.

Lydia entró por la puerta del centro de operaciones y caminó hacia nosotros; me di cuenta que traía un objeto en su mano.

—Hola chicos, perdón por interrumpirlos, pero quería desearles buena suerte, te traje esto Jorge —le dijo nerviosa, al entregarle una cadena de plata con un cuarzo en su centro—, era de mi hermano, le encantaba coleccionar cuarzos y siempre decían que le traían 'súper poderes', tal vez te puede servir a ti.

Jorge estaba anonadado, con la boca abierta y con los cachetes rojos, casi como un tomate. Apenas extendió su mano y Lydia le dio la cadena; seguido de un beso en la mejilla. Después se unió a las demás chicas voluntarias quienes soltaron una risa al ver toda la escena.

—¿Gracias? —le preguntó Jorge, siguiéndola con la mirada. Alex y yo temblamos de risa.
—¡Atención! —dijo Steve—. En automático todos guardamos silencio y nos dirigimos al frente.
—A llegado la hora soldados, en cinco minutos la puerta se abrirá y saldremos a cumplir nuestra misión. Sé que en lo personal he sido muy cómico durante estas circunstancias. Incluso podrían llegar a pensar que no tengo miedo, la verdad es que, ¡me muero de miedo!, pero su entusiasmo durante estos días tan culeros, me motivan a luchar. No quiero sonar como padre dando misa, pero no importa qué tan feo se llegue a poner allá afuera, siempre tengan fe, no flaqueen, sean fuertes; confíen en sí mismos y en sus compañeros. Solo así, ¡la victoria será suya y habremos de recuperar a nuestra madre tierra! —gritó Steve.

Chiflidos y porras se oyeron en la entrada, mientras la puerta comenzaba a descender y los fuertes vientos golpeaban nuestros rostros. Vi a Max en el centro de operaciones dándome un pulgar arriba. Le contesté el gesto y me coloqué mi casco; mi corazón comenzó a latir, mi respiración aumento, cerré mis ojos y visualicé ese color azul para interceptar la señal de 'Alatara'. Sentí la presencia de mis amigos, estábamos listos.

—¡Ahora soldados! ¡Enciendan sus propulsores, a volar! —gritó Steve.

Todos oprimimos el botón de encendido del propulsor 2.0 y corrimos para tomar vuelo hacia la salida. Observé cómo los voluntarios que iban adelante de la fila, caían frente al bosque invertido. Mi taquicardia regresó, sentí unas pulsaciones en mi pecho, como agujas queriendo salir por mi piel. Al llegar a la orilla, nos dejamos caer al vacío; por un segundo pensé que nos iríamos hasta las infinidades del espacio, pero mantuve mi concentración para ir nivelando la bajada.

—¡Estamos volando! —grité.

La tierra quedó a nuestras espaldas y el cielo debajo de nosotros; parecía que volaba sobre un mar de nubes. Intercambié miradas y gritos de emoción con mis amigos, era como si nos hubiésemos aventado de esos aviones de paracaidismo, pero al revés. Toda la 'infantería aérea' alcanzamos una perfecta sincronía, similar a la de una parvada.

—Probemos comunicaciones, ¿me escuchan soldados? —nos dijo Steve por nuestros micrófonos.
—¡Sí! —contestamos todos.
—¡Pasaré lista! Y después cambiaremos nuestra dirección hacía Boston, nuestra primera parada, antes de cruzar el mar, ¿entendido?
—¡Sí, señor!

Steve comenzó a decir nuestros nombres, uno por uno, por fortuna estábamos completos. Comenzábamos a cambiar de dirección, como lo había dicho y seguimos nuestro camino rumbo a la ciudad.

Pasamos unas cuantas horas sobrevolando los Estados Unidos. —Desconozco a qué velocidad íbamos con la ayuda del propulsor, pero por el frío y al ver que el sol se ocultaba por debajo del horizonte, supongo que ya llevábamos un tiempo —pensé.

—Estamos por llegar soldados. Necesito que todos se den la vuelta para que su ombligo quede viendo hacia la tierra —dijo Steve.

Observé que los voluntarios giraron desde el inicio de la formación para tener el suelo debajo de ellos. Debo admitir que por poco pierdo la concentración al hacerlo. Pensé que llegaría a estamparme contra el concreto pero ahora la sensación de volar era aún más cabalística.

Las maravillas no acabaron, pues al levantar la mirada pudimos ver cómo el mar estaba sobrevolando la ciudad de Boston, como si se tratase de alguna nube acuífera o tormenta de otra dimensión. No pude distraer mi mirada de semejante espectáculo.

—¡No se desconcentren!, cuando aterricemos sentirán como si la gravedad hubiese regresado, ¡pero no se distraigan! o saldrán volando sin control —nos advirtió Steve—, pierdan altura, inclinando su cuerpo hacia la tierra.

Descendimos y entramos a la ciudad en medio de las edificaciones. Me sentí cuál superhéroe, listo para salvar el mundo.

—Quiero que sigan corriendo al aterrizar. No se detengan hasta entrar a la 'Torre Prudential'. Golpeen el piso con sus piernas al momento que entren al 'lobby', para caer hacia el techo, ¿entendido? —preguntó Steve.
—Sí, señor.

Faltaban solo unos metros para aterrizar, los que iban por delante ya habían empezado a correr hacia el enorme rascacielos. Jorge, Alex y yo nos coordinamos para llegar al mismo tiempo. Tocamos tierra y corrimos lo más rápido que pudimos. Agradecí todo el entrenamiento que tuvimos en la base.

—¡Sigan avanzando, ya casi llegamos! —gritaba Steve.

Entramos de inmediato a la construcción y rechazamos el piso para caer al techo del vestíbulo. Había varias columnas, muebles y pedazos de concreto regados por todas partes. El edificio parecía el procesador de una computadora hecho pedazos, había sombras muy pronunciadas y pequeñas gotas de mar por todos lados; como lluvia suspendida en el aire.

Milagrosamente aterrizamos sanos y salvos. Festejamos el éxito de nuestro viaje con porras y abrazos afectuosos.

—¡Wow!, ¡eso fue fenomenal! —dijo Jorge.
—¡Lo logramos! —dijo Alex.
—¡Todos estuvieron sensacionales! —les dije, mientras les levantaba mi mano para chocar las palmas.
—¡Atención! —gritó Steve.

En automático cesó el ruido y todos lo miramos de frente.

—¡Felicidades Soldados, hicieron un excelente trabajo!, pero no nos desconcentramos, nos sigue esperando un largo día, necesito a siete de ustedes que hagan la primera guardia, los demás, tienen cinco horas de descanso. Concluyendo el segundo receso, partiremos en seguida a Nápoles, ¿quedó claro?

—¡Sí, señor! —afirmamos en conjunto.
—¿Quiénes son mis primeros siete? —preguntó Steve.

Tres chicas, incluyendo a Lydia, levantaron la mano, seguido por otros tres chicos.

—Muy bien, ustedes seis y yo haremos la primera guardia, necesito ojos en todas direcciones, dos de ustedes se irán al último piso, tres a la mitad y otros dos aquí abajo; deberán reportar, de inmediato, cualquier anomalía.

No me había dado cuenta que la 'Torre Prudential' había sido perforada, como si algo enorme la hubiese atravesado. Me acuerdo que alguna vez la visité desde pequeño, pero ahora es irreconocible. Sus paredes estaban cuarteadas, había pedazos de vidrio por todos lados y los cables de la instalación eléctrica salían por debajo de nuestros pies. Por fuera, noté que un gran pedazo del edificio había sido arrancado. —Tal vez por los efectos de la gravedad —pensé.
Mientras el Capitán Steve se aseguraba que la primera guardia estuviese instalados en su lugar de operaciones, tres voluntarios se acercaron a nosotros. Eran un poco robustos y parecían los típicos chicos malos buscando problemas; no supe cómo recibir esta extraña visita.

—Hey, hola, no sé si me recuerden, soy Martin Sanders. Ellos son Frank Summers y John Silverston —me dijo extendiendo su mano pesada frente a mí.
—Hola, si nos habíamos visto, pero estaban muy concentrados durante el entrenamiento —le dije.
—Discúlpenos, el Capitán Steve nos tenía muy mentalizados. En fin, solo queríamos decirles que estábamos sorprendidos por la forma que entrenaron el último día. Tuvieron un excelente rendimiento y estamos dispuestos a combatir con ustedes.
—Muchas gracias, ustedes también han hecho muy buen trabajo —le contesté.
—Seguramente acabaremos con cualquier cosa que venga —les dijo Jorge.
—Así será —contestó Martín, con una sonrisa maliciosa—, está bien, debemos descansar. Si no, dormiremos durante nuestra guardia.
—Hasta luego —les dijo Alex un poco serio.
—Descansen —les dije.

Una vez yéndose los tres voluntarios, Alex se quedó un poco pensativo.

—¿Qué pasa? —le pregunté.
—Es tipo no me da buena espina —me contestó.
—Déjalo, tal vez si está interesado en llevarse con nosotros —le dije nervioso.
—¡Bah! a quién le importa esos sujetos, parecen no tener nada mejor que hacer, vamos a dormir —dijo Jorge.

Nos quitamos nuestros cascos, dejamos las armas y colocamos nuestras bolsas para dormir en una esquina; donde nadie pudiera molestarnos. —Espero que cinco horas sean suficientes para recuperarnos —pensé al caer profundamente dormido.

Relámpagos que podían partir la tierra en dos comenzaron a escucharse. Los tres sujetos estaban viendo hacia una pirámide de más de sesenta metros de altura, ubicada en medio de la selva. El cielo era rojizo y las nubes creaban enormes espirales. En la punta del monumento se encontraba esa sombra, la cual, parecía estar estudiando cada uno de sus movimientos.
—¿Quién eres tú? ¡Quién eres tú! —le gritaba.
La sombra comenzó a bajar las escaleras de la pirámide mientras los truenos iluminaban su figura... —Yo te conozco, te conozco —le decía.

—¡Will! ¡Despierta! —me dijo Alex.
—Es hora de nuestra guardia —dijo Jorge.
—¿Eh? ¿Tan rápido? Apenas y cerré los ojos...
—Sí, así me pasa a veces —me contestó Jorge.

Me levanté y guardé mis cosas lo más rápido que pude, al parecer ya era de noche. Steve estaba sobre nosotros.

—¡Thurman! ¡Quite esa cara de muerto! Y vaya usted con el Sr. Sanders hasta el último piso que encuentren —me ordenó.
—Sí, señor —le contesté.

Me di cuenta que Alex no estaba muy convencido de esta decisión, pues en su rostro pude ver el desagrado que tenía por Martín y el hecho que fuera con él.

—Usted Sr. Freeman y Cartwhite iran con Summers al segundo piso, ¿está claro?
—Sí, señor —le contestó Jorge de una forma caricaturesca.
—¡Bien!, dense prisa, no quiero el perímetro sin vigilar —le ordenó Steve.

Los tres nos separamos por primera vez, debía ir con Martín Sanders hasta el último piso y vigilar durante cinco horas —Esto va a estar divertido —pensé sarcásticamente.
—Tal parece que tendremos tiempo para conocernos un poco más Thurman —me dijo Martín en un tono desagradable.
—Parece que sí —le dije con una leve, pero diplomática sonrisa.

Los dos caminamos hacia donde estaba el enorme hoyo de la torre. —¿Qué crees que haya hecho esto? —me preguntó Martín.
—Desconozco que pudo haber penetrado al edificio de esta manera —le contesté—. Nos pusimos nuestros cascos, cerramos nuestros ojos y volamos hacia el fondo de la estructura.

Los muros rechinaban y había fallas eléctricas por todos lados. Pasamos por varias oficinas y algunos departamentos hasta llegar al último piso, me imagino que era el último, porque el resto había sido tragado por el ciberespacio. Nos colocamos de cabeza en el techo al llegar.

—Vigilaré el lado oeste de la torre —me dijo Martín.
—Sí está bien, me quedaré aquí —le contesté.
—Bien, nos vemos en una hora para echarnos un cigarro. ¿Tú fumas Thurman? —me preguntó.
—No, gracias, pero puedo acompañarte —le contesté por impulso, sin saber por qué aceptaría tragarme su humo.
—Perfecto —me dijo Martín al irse volando al otro lado de la torre.

Me quedé unos instantes viendo el paisaje antes de recorrer la zona. El mar estaba cubriendo el cielo y las estrellas, haciendo que la luz de luna pasará tenuemente; coloreando a la ciudad de Boston de un color azul eléctrico. —Como desearía que mi familia pudiese ver esto, aunque sea bajo estas circunstancias.

Pasaron dos horas más. Yo ya había cambiado de lugar con Martín en tres ocasiones; aguantándome el olor de su cigarro y sus pláticas extrañas.

—Tal vez este ambiente le afectó —pensé.

Cuando pude estar a solas otra vez con mis pensamientos, recordé un detalle; logré acordarme del sueño de los tres sujetos, la pirámide y esa sombra. Esta sería la tercera ocasión que me pasa. —¿Por qué lo seguiré teniendo? ¿Qué significa? ¿Quién es la persona que baja de ahí? ¿Acaso es?...

—Williaaaaaaaaaaaaaaaam
—Oh, no, otra vez no —pensé.

Su voz se escuchaba dentro de una habitación, la cual, se iluminaba a causa de los pequeños destellos, ocasionados por las fallas eléctricas.

—Williaaaaaaaaaaaaaaam

Di unos pasos hacia el cuarto y me asomé. No podía ver nada, saqué mi linterna e iluminé el lugar. Al fondo, de espaldas y viendo a través una ventana, estaba aquel espectro con su traje rasgado. Me metí un poco más y caminé lentamente hacia él. Esta vez, estaba decidido a girarlo para ver su rostro, pero al intentarlo, desapareció. Me quedé en silencio, como idiota en la oscuridad. Hasta que emergió detrás de mí, tomándome del cuello, con su brazo bañado en sangre.

—¡Alguien te va a traicionar Williaaaaaaam!, el tiempoooo del juicio final se acercaaaaa...
—¡Suéltame! ¡Quién diablos eres! ¡Quién eres!
—Miraaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Por el horizonte, pude ver a miles y miles de bestias hambrientas, volando hacia nosotros. Así como algo gigantesco moviéndose dentro del mar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro