Capítulo XIII. El Nombre del Padre
(15 de Agosto de 2019, Fort Wayne, Indiana)
La Biblia estaba a la mitad de la mesa del comedor, unas cuantas velas iluminaban el pequeño espacio donde mis padres adoptivos y yo comíamos. Eran las tres de la tarde, un poco pasada la hora que acostumbramos usar para almorzar. Hoy se encontraban peculiarmente callados. Solo escuchaba los golpes de sus cubiertos, impactando en los platos y en sus dientes, me estaba volviendo loco. —¿Por qué diablos ambientaron el lugar como si fuéramos parte de una secta satánica? —me hacían eco mis palabras—. Parecía que regresamos a la época del quinqué y las carrozas. —¡Ya basta! —gritaba en mi interior—. Mi padre adoptivo dejó caer su tenedor como moneda de centavo en su bandeja, terminando de masticar como vaca los últimos pedazos de carne; retándome con su mirada.
—¿Sabes qué harás hoy? —me preguntó removiendo trozos de comida con su lengua.
—No —le dije fríamente, regresándole la mirada, sin dejarme intimidar.
—Vas a tomar esa Biblia frente a ti y no saldrás de esta casa hasta que se te elimine el inhumano qué escondes.
—¿De qué estás hablando? —le pregunté subiendo mi tono de voz.
—Más te vale que no profanes en contra de la palabra de Dios. Repugnancia te debería de dar lo que se germina en tus entrañas —me retó aumentando más su volumen.
—¡No entiendo que estás diciendo! —grité con todas mis fuerzas.
El silencio regresó, mi padre adoptivo comenzó a respirar más rápido, apretando sus dedos contra sus manos.
Mi madre bajó su mirada, sacó algo debajo de su silla y lo colocó sutilmente frente a mí. Eran mis revistas de salud para hombres, todas en su portada tenían algún modelo sin playera posando frente a la cámara. A pesar de ser algo inocente, comenzaba a entender su actitud.
—¿Necesitas más razones? —me preguntó serio.
—Deben de estar bromeando —les contesté—, esto son revistas para mejorar la salud.
—No quieras engañarme, ¡demonio! Tú crees que Laura y yo, ¿no nos hemos dado cuenta? ¿Crees que somos tontos? —me dijo inclinando su cuerpo al frente y escupiendo hacia la mesa—, si deseas seguir bajo este techo, leerás cada pasaje de este libro y te arrepentirás de tus pecados.
Me quedé mudo, no sabía qué contestarle. —¿A qué se refiere con que: "se ha dado cuenta"? —pensé.
—Cuando Dios llegue durante el fin de los días, lo mejor será estar libre de cualquier trasgresión, Alexander —me dijo mi madre adoptiva en un tono bajo y abrazándose a sí misma.
Dirigí mi mirada muy lentamente hacia el centro de la mesa, procurando que pudiesen leer mis labios.
—Ustedes, son lo peor que hay en este mundo —les dije murmurando.
—No hay nada peor, que un profanador como tú —me dijo mi papá adoptivo—, así que en el nombre del padre, debes limpiarte esta suciedad que cargas.
Temblaba de coraje, si no fuera por qué soy una persona con principios, tomaría ese asqueroso libro y se lo reventaba cien veces en la cara a este miserable. Me levanté de mi lugar, aventé mi silla hacia la mesa y me retiré; subiendo por las escaleras hacia mi cuarto.
—¡Tienes hasta hoy en la noche! ¿¡Me oíste!? —me gritó mi padre adoptivo desde el comedor.
(Día 0, antes Fort Wayne, Indiana)
Tres sujetos estaban viendo hacia una pirámide de más de sesenta metros de altura, ubicada en medio de la selva. El cielo era rojizo y las nubes creaban enormes espirales. En la punta del monumento, se encontraba una sombra, la cual, parecía estar estudiando cada uno de sus movimientos. —¿Quién eres tú?, ¿quién eres tú?, ¿quién eres tú?
—¿Will? Despierta —me decía Alex una y otra vez, moviendo mi cuerpo vencido.
Abrí mis ojos con fatiga. —¿Habrá sido un sueño? ¿Estaba en mi casa? ¿Esperando a que mi papá tuviera listo el desayuno? —me preguntaba a mí mismo.
—Por favor di algo —me insistía Alex preocupado, abrazando mi espalda.
—¿Qué sucede? ¿Por qué tarda tanto? Mi papá no subía para decirme 'buenos días', ¿Dónde estás papá?, ya casi es tiempo de irme a la escuela. ¿Papá?, ¿por qué no contestas?, ¿qué ocurre? ¿Acabó el mundo? ¿Mi papá está?... —pensé.
Revolvía mi cabeza con sus recuerdos, la esperanza de volverlo a ver, el momento cuando nuestras manos se soltaron y cuando con una sonrisa se despidió de mí.
—Te amo hijo.
—¡Papá!
No frené mis lágrimas, no contuve está desgarradora sensación, Jorge y Alex me abrazaron; tratando de ayudarme a sobrellevar mi pérdida. Pero el dolor en mi pecho era insoportable, no tenía espacio para pensar en otra cosa. —¿Cómo fracasé en subirlo?, ¡debí haber puesto todo mi esfuerzo!, ¿por qué no pude hacer nada por él? —grité, mientras abrazaba a mis amigos con más fuerza.
Un ligero ardor en mi mano izquierda, me hizo recordar: —'Alatara' y 'el espectro' —me dije a mi mismo—. Es probable que esto haya sido su culpa. Así sean de otro mundo u otra dimensión, los haré pagar, aunque me tarde toda la vida —pensé cerrando mi puños.
—¡Will, por favor, háblanos!
Pude ver que los ojos de Alex estaban casi igual de rojos que los míos, Jorge también estaba sollozando, cabizbajo como nunca lo había visto. Sus papás estaban en una esquina, entre los escombros del lugar, observando mi agonía. Regulé mi respiración, limpié mis lágrimas con mis manos sucias y adoloridas; cambié mi mirada hacia Alex quien seguía abrazándome.
—Necesito dormir, por favor.
—Está bien, descansa —me dijo en voz baja y pasando sus dedos entre mi cabello. Me recosté en él y quedé profundamente dormido.
—El muchacho está destrozado —dijo Emma.
—Sí, pero es mucho más fuerte de lo que parece, sé que podrá prevalecer —le contestó Alex.
(Día 1. Antes Fort Wayne, Indiana.)
Me desperté para darme cuenta que aún seguía recostado en Alex. Me apoyé en la pared, a lado de un buró hecho pedazos. Noté que Jorge estaba dormido, acurrucado entre Emma y Stuart. —Espero algún día pueda volver a sentir ese afecto familiar —pensé.
Decidí caminar hacia la entrada y asomarme por el marco de la puerta, estaba casi en la orilla, por donde había sucedido todo. Era un paisaje irreal, todo estaba de cabeza, varios edificios y casas habían sido arrancados del suelo. —¡Qué horrible espectáculo! ¿Cómo podíamos seguir con vida después de todo esto? ¿Cuántas personas murieron el día de ayer?, entre ellas mi padre. Espero que el resto de mi familia se encuentre a salvo en Detroit. Quiero volverlos a ver, aunque este panorama, lo haga ver imposible —me dije a mí mismo, mientras recargaba mi cabeza en el marco de la puerta, contemplando el devastador escenario y la profunda caída libre hacia el espacio exterior; ocasionándome una terrible sensación en el estómago.
—¿Qué haces? —me preguntó Alex desde su lugar.
—Hola, nada, sólo estaba viendo el —le contesté brincando del susto, al oír su voz.
—¿El fin del mundo? —me contestó.
—Sí, eso parece ser.
Me tomé unos segundos para examinar la oficina, la cual, era muy pequeña, las escaleras que llevaban al segundo piso, ahora eran inservibles; pues formaban parte del techo. —De verdad estamos al revés. Me imagino que el piso de abajo, ha de estar igual de tirado que aquí —pensé—. Había papeles, pedazos de vidrio, sillas y escritorios por todos lados; parecía que alguien había tenido la fiesta de su vida en este lugar. Y sin darme cuenta, pisé uno de los focos de la oficina, olvidando que ahora el techo es el piso. Estaba fuera de mí, abrumado por esta circunstancia. Regresé a sentarme junto a Alex y simplemente me acordé de un detalle, que no había querido preguntarle.
—¿Alex?
—Sí.
—Mi cabeza está revuelta de ideas en estos momentos pero, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Sí, dime —me contestó con intriga, dirigiéndose hacia mí sonriendo.
—¿Qué le pasó a tus padres?
Alex desvaneció su sonrisa y permaneció en silencio mordiéndose el labio.
—Debes saber que, no eran mis verdaderos padres Will, yo soy adoptado. Encontraron su auto hecho pedazos en la carretera y eventualmente no sobrevivieron —me dijo con una voz quebradiza.
Lo observé, no sabía si continuar, jamás me hubiera imaginado que fuese adoptado; nunca nos lo mencionó. Debí haber demostrado una expresión de sorpresa en mi rostro.
—¿Por qué nunca dijiste nada?
—No sentía la necesidad, sabes que eran muy religiosos y especiales con las personas. Además, ellos no sabían que tenía amigos. Siempre era Escuela, Escuela, Escuela... Tuve que aprender a mentirles desde pequeño, para poder salir a verlos o escaparme de mi casa de vez en cuando. Decidí que era mejor tenerlos lejos de ustedes.
—No me hubiera importado saberlo, ahora que lo pienso, adoptado o no, siempre has sido increíble.
—Gracias Will —me dijo, trayendo de vuelta esa sonrisa.
Me puse un poco nervioso, no sabía por qué quería saber todo esto. Sentí que no debía continuar, ya estaba muy apenado, pero había algo más que quería saber.
—Otra cosa, ¿De verdad estabas decidido a terminar con tu vida?
Alex volvió a tomar una enorme pausa y noté que el tema era demasiado para él.
—Lo siento, no tienes que contestarme si no quieres.
—No, está bien. De nada sirve guardarme esto —me dijo con lágrimas en sus ojos y mirándome fijamente.
—No sabía lo que hacía, tuve una reacción emocional. Jorge solo me escuchó decir que quería morirme, pero no sabía el contexto.
—¿Cuál es el contexto?
—A pesar de que mis padres adoptivos eran sumamente duros, reconocí que sí los quería. Al menos durante mi infancia, me acuerdo de haberlos hecho felices cuando llegué a sus vidas. No sé en qué momento se convirtieron en estas personas fanáticas, que castigaban a quienes no seguían las lecciones de la Biblia. Supuestamente los llegué a odiar y mi intención era salirme de la casa al terminar la universidad.
Me quedé callado, no encontré las palabras correctas para animarlo. Era cierto que si él no estaba con Jorge y conmigo, siempre estudiaba y si no estudiaba, siempre estaba con nosotros. Me acuerdo de haber visto a sus padres adoptivos un par de veces, pero nunca decía nada sobre ellos.
—Lo siento, no sé qué decir.
—No es necesario, con ustedes dos siempre me ha bastado para salir adelante, eso es todo. Mi duelo inició cuando reconocí que nunca podría agradecerles el hecho que me dieron un hogar, estudios, ropa y alimento. Tal vez eran difíciles, pero estoy aquí gracias a ellos y eso nunca lo sabrán.
Alex volvió a tomar una pausa, se limpió la humedad de su cara, me miró y me dijo:
—Lamento que hayas perdido a tu papá Will, pero confiamos en ti, eres valiente y siempre tendrás nuestro apoyo.
—Gracias —le dije mirándolo fijamente, mientras pequeñas gotas de agua salían de mis ojos.
—¿Mamá? ¿Papá? ¿Se encuentran bien?
Del otro lado de la oficina, vimos a Jorge tratando de reanimar a sus padres, los movía de sus hombros y les gritaba. Pero ninguno de ellos dos, parecía estar respirando.
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