Día 5
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Dos días enteros de viaje, esa mañana cuando nos habíamos levantado totalmente desorientados y porqué no, bastante asustados, Eren y yo habíamos metido todo lo que teníamos tirado por la habitación en las maletas, sin importarnos demasiado si quedaban nuestras cosas ordenadas o no. Cuando bajamos a la recepción nos encontramos con Petra y Mikasa y después de un saludo improvisado decidimos que no volveríamos a vernos jamás, o eso es lo que yo mismo me juré mentalmente.
Ahora estaba sentado en una banca, dentro de un club de patinaje sobre hielo, me había obligado a mi mismo a ponerme todo lo necesario por si caía, tanto casco como rodilleras, Eren estaba colocándose el segundo patín, sin tener necesidad de usar lo demás, asegurando que lo había hecho varias veces. Cuando pregunté entonces porqué estaba en su lista, solo dijo que deseaba hacerlo una vez más.
—Ya podemos entrar Levi— Eren estaba parado delante de mi, con cuidado me levanté y lo seguí hasta la entrada de la pista.
Él fue el primero en tocar el hielo, sin problema alguno se alejó solo un poco esperando a que también entrara. Cuando lo hice, temblé ligeramente, mi pie resbaló un poco más de lo que hubiese querido, pero aún así no había sido lo suficiente como para caerme; dando pasos cortos me acerqué hacia Eren y con un mal movimiento de mi cuerpo casi termino arrastrándolo conmigo. Él me sostuvo de la cintura y me sonrió como si fuese lo más divertido del mundo, en cambio en ese momento me sentí tan avergonzado que lo único que pude hacer fue llegar hasta la barra que rodeaba la pista.
—No me digas que tienes miedo—. Dijo burlón —tengo la cámara aquí, podría retratar tu rostro asustado y tendrías que vivir con eso toda tu vida.
—¿Con quien crees que hablas mocoso?— lo miré molesto y sin embargo aún no me sentía lo suficientemente listo como para soltar la barra —ni te atrevas Jaeger.
—Tarde— el flash cegó mis ojos otra vez y solo pude soltar unas cuantas maldiciones, antes de mirarlo peor que antes —suéltate, será divertido.
Aquí mi trauma número dos: una vez, cuando Kenny me llevó de vacaciones, había tenido la maravillosa idea de dejarme patinar sobre un lago congelado, claro que la época no era la ideal, porque la capa de hielo era bastante fina. Terminó quebrándose bajo mi peso y Kenny rescatandome bastante asustado.
Escupí agua y quedé con el trasero congelado, jamás volví a acercarme al hielo con intenciones de patinar.
—Levi ¿Estás bien?
Eren me miraba, estático, con sus patines puestos sobre el hielo esperando algún movimiento de mi parte, me sentí algo culpable, solo un poco.
—Si me pasa algo Jaeger, voy a patearte el trasero hasta que no puedas volver a sentarte.
Ese fue un sí como respuesta, a lo que Eren se acercó con una sonrisa enorme en su rostro, estiró su mano en mi dirección y esperó paciente a que las mías soltaran la barra y tomara las suyas como si de un salvavidas se tratase.
—Iremos despacio ¿Bien?— se alejó solo un poco, obligándome a seguirlo —no te soltaré.
No patinamos demasiado en realidad, mis movimientos eran bastante torpes y debíamos parar cada cinco segundos cuando uno que otro pie resbalaba un poco más de lo que me permitía. Eren no tuvo quejas, había creído en un principio, cuando sólo pudimos dar una vuelta a la pista entera que se enojaria por mi torpeza, sin embargo no lo hizo, parecía disfrutarlo, sonriendo y diciéndome tonterías para que avanzara junto a él, siempre con su mano agarrando firmemente la mía.
—Anda, patina un poco solo, te esperaré aquí— le dije, intentando que disfrutara de los minutos que nos quedaban en la pista.
—¿Seguro?— me miró con desconfianza cuando solté su mano y me dirigí a la barra.
—Estuvo bien, no te preocupes— Eren movió su pierna derecha en círculos y luego volvió a posar sus orbes verdes en mí.
—Bien, sostén la cámara, solo daré unas vueltas.
Asentí levemente y me alcanzó la cámara, cuando la sostuve firme entre mis manos, Eren se alejó. No pude evitar que mis ojos viajaran hacia él, cada movimiento que hacía se veía suave y delicado, parecía tener experiencia en el patinaje, hablando de lo artístico también, jamás tambaleó o perdió el equilibrio.
Miré la cámara que sostenía con fuerza y me dije que si no captaba éste momento, sería algo de lo que me arrepentiría más adelante.
Eren patinaba con gracia, su cabello se movía suavemente con cada movimiento que hacía, sus mejillas y la punta de su nariz tenían un leve color rojizo, sus ojos brillaban y de vez en cuando se dejaba llevar cerrándolos por unos segundos, su sonrisa no abandonaba su rostro y entonces cuando sus orbes verdes se posaron en mí, no pude evitar que mis dedos presionaran el botón de la cámara, captando su imagen.
Eren pareció confundido y asustado, paró en seco sobre la pista y me pregunté si le había pasado algo o si realmente yo había hecho algo mal.
Se acercó a mi cuando nos anunciaron que debíamos retirarnos de la pista, dando lugar a que otras personas entraran. Cuando salimos y comenzamos a quitarnos los patines y las demás cosas -solo yo- Eren me observó y comenzó a hablar.
—¿Qué fue eso?
—¿El qué?— no entendí a qué se refería.
—La foto— señaló la cámara como si eso fuese suficiente —, me tomaste una.
—¿Y por qué no? Siempre me tomas fotos— Eren hizo una mueca y miró hacia otro lado.
—Bórrala.
—No lo haré, sino la quieres me la dejaré yo, pero no borraré ésto.
Apreté la cámara entre mis manos con miedo a que decidiera quitármela, sin embargo no lo hizo, lanzó un suspiro prolongado y se debatió mentalmente en la respuesta que quería darme.
—Está bien, pero no te arrepientas luego.
¿Cómo podría hacerlo? ¿Acaso no sabía cómo atesoraria aquella foto? O eso pensé y ese fue mi segundo error.
Eren no quería salir en las fotografías de nuestro viaje.
—Vamos, podemos buscar un lugar donde comer.
Se levantó y tomó todo lo que habíamos usado para devolverlo, yo tomé su mochila y lo seguí, después de salir del club, buscamos mi camioneta y dimos unas vueltas buscando un buen lugar en donde almorzar.
Encontramos una cafetería bastante rústica, las mesas de madera con manteles a cuadros rojos y blancos y el olor a café recién hecho llenaba el ambiente, una música suave nos rodeó al igual que el murmullo de las personas que estaban allí, elegimos una mesa que estaba al lado de la ventana y alejadas del resto, Eren se había sentado delante de mi y no había perdido el tiempo tomando entre sus manos la carta.
—No tengo muchas ganas de comer, tal vez me pida un café con un tostado— de pronto sus ojos se abrieron un poco más y brillaron —¡Levi tienen medialunas rellenas con jamón y queso!
Miré la carta también yo, la verdad es que tampoco estaba hambriento, al menos no como para pedir alguno de aquellos platos que servían, y al igual que Eren me decidí por algo liviano.
—¿Ya saben qué es lo que van a pedir?
Brinqué en mi asiento a causa de la sorpresa y miré a la muchacha que se había acercado con una libreta en su mano, su rostro estaba serio y parecía estar bastante aburrida ante nuestro silencio, en su camisa podía leerse el nombre "Annie" en letras mayúsculas y de color rosado.
—Un café cargado y dos medialunas de jamón y queso— pidió Eren mientras la muchacha tomaba su orden, luego sus ojos claros se posaron en mi.
—Té negro, con un tostado.
—Bien, enseguida los traigo.
Se alejó a pasos firmes y no pude evitar mirarla, Eren carraspeó llamando mi atención y me miró divertido.
—Así que... mirando el trasero de la pobre jovencita— sonrió un poco —depravado.
Largué una carcajada y lo miré divertido.
—¿Celoso Jaeger?
Eren abrió y cerró varias veces su boca y pronto también me lanzó una sonrisa socarrona.
—Por supuesto.
La sonrisa que estaba en mis labios se borró rápidamente, estoy seguro que mi gesto no fue el mejor, porque Eren de pronto carraspeó incómodo y miró hacia la ventana.
—Era broma.
—Bien, porque a mi tampoco me gustaría que miraras a alguien más.
Eren me miró, sus ojos brillaban, un leve rubor cubrió sus mejillas y soltó un débil "cállate" mientras se perdía al ver como la mesera venía con nuestras órdenes.
—Si necesitan algo más, Háganlo saber— dijo Annie.
Asentimos en silencio, tomé la taza entre mis manos y dejé que el olor a té llegara hacia mi, tomé un sorbo y disfruté el sabor de éste, mientras de vez en cuando, miraba a Eren que al igual que yo, tomaba su café. Su vista estaba fija en la ventana, observando como las personas pasaban por allí. Parecía estar absorto en sus pensamientos y me pregunté qué era lo que tanto lo traía distraído.
Eren solia tomar aquellos silencios como un buen momento para perderse en su mundo y a veces, me intrigaba a tal punto que estaba dispuesto a llenarlo de preguntas, pero le había prometido que no las haría, así que una vez más tuve que morder mi lengua y distraerlo.
—Eren ¿Qué quieres hacer luego?
Mi pregunta pareció sorprenderlo, sin girar su cabeza me miró de soslayo, con una mano apoyada en su mentón y la otra moviéndose por la mesa de madera, sonrió divertido.
—Creo que por hoy, lo del patinaje fue suficiente, aunque... hay un boliche en el centro, me gustaría ir a bailar esta noche.
—De acuerdo.
Me dediqué a darle un mordisco a mi sándwich, y a disfrutar de la vista que me estaba dando Eren sin proponérselo, tan tranquilo y tan hermoso, a veces, temía que sus ojos se encontraran con los míos y se sintiera incómodo, pero cada vez que lo hacían ninguno de los dos quería ceder a correrla primero, por lo que, mientras las personas hablaban, el olor a comida llenaba el ambiente y la música acompañaba la estadía, Eren y yo nos encerramos en nuestra propia burbuja, donde no había nada más que nuestros ojos buscándose y tal vez era eso todo lo que necesitabamos.
Luego que pagamos lo que consumimos, nos dirigimos a nuestro hotel, no era tan grande como el anterior y dormíamos en habitaciones separadas, cada uno se dio un baño y preparó todo lo necesario para la noche. En la tarde, salimos a dar un paseo y terminamos en una heladería y más adelante en el museo de los dinosaurios, literalmente se llamaba así, porque dentro de ese lugar no ibas a ver más que dinosaurios.
Eren se encargó de tomarme fotografías cada vez que me detenía a observar algo y luego fuimos echados de allí cuando casi lo golpeo con uno de los huesos que estaban de exposición.
Cuando ya estábamos volviendo, el cielo se había tornado gris y muy pronto los truenos y las gotas de agua no se hicieron esperar, corrimos a refugiarnos bajo una parada de autobuses y nos reímos un poco a causa de nuestra mala suerte. Sin que se detuviera ni siquiera un poco, seguimos nuestro camino.
Llegamos completamente mojados al hotel y cada uno se fue a su respectiva habitación, para quitarnos la ropa mojada y secarnos un poco. Cenamos en el restaurante de abajo y decidimos que por esa noche pospondriamos nuestra salida.
Razón número uno: Eren le temia a las tormentas.
Luego de despedirme de él y desearle buenas noches, entré a mi habitación, que solo constaba con una cama, un televisor y nada más. Algo tétrico podría decirse. Apagué las luces y como de costumbre mis pantalones y mi remera terminaron perfectamente dobladas sobre mi valija, mientras tan solo en ropa interior me metía dentro de las sábanas acomodando mi cuerpo lo mejor posible.
No sé realmente cuánto tiempo pasé despierto, pero recuerdo los golpes en mi puerta que me sobresaltaron, escuché su voz diciendo mi nombre del otro lado y mis pies se movieron solos para ir a abrir la puerta.
Eren estaba allí en el pasillo, con su pijama rojo, con el conejo de felpa entre sus manos, despeinado y asustado. El ruido de la lluvia se escuchaba bastante y los refusilos se veían a través de la ventana de mi habitación, él se movió incómodo, esperando a que lo invitara a pasar.
—La cama es grande, anda— me alejé un poco de la puerta y él no dudó en adentrarse a la habitación, quedó allí pidiendo un silencioso permiso que le concedí —puedes acostarte, el lado derecho es mío.
Eren sonrió, y sin dudarlo se acostó en la cama cubriéndose el cuerpo con las sábanas hasta el cuello, también hice lo mismo y me di la vuelta para observarlo, cada vez que caía un rayo su cuerpo temblaba ligeramente, apretando inconscientemente a su conejo de felpa, levanté mi brazo derecho y él pasó los suyos por mi cintura. Era algo que hacíamos desde que nos habíamos empezado a cruzar de habitaciones en nuestros respectivos hogares. Eren quería un refugio y yo quería serlo.
Esa noche Eren durmió en mis brazos como tantas veces antes, sin roces, sin besos, me permití abrazarlo también, apoyando mi mentón sobre su cabeza y cerrando los ojos mientras aspiraba su aroma.
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