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«▒ 4 ▒»

Tras unos pocos días de comenzar a trabajar en el palacio, Seokjin sentía que estaba adaptándose bien. Ya se había habituado a ser cuidadoso en no golpear su cabeza con las alacenas, y en permanecer más bien agachado si le tocaba ser ayudante de los cocineros. El incidente de las bebidas y la jarra causó algo de revuelo al principio, especialmente porque todos sabían que la familia Real estaba agradecida con él, y porque en lugar de comenzar como cualquier otro empleado nuevo y sin privilegios, él ya los tenía. 

Sin ir más lejos, el lugar donde dormía. Las habitaciones de los encargados estaban separadas en un ala especial. Cada cuarto contaba con comodidades como camas amplias, almohadones de plumas, tapizados en las paredes, y algunos muebles para uso propio. Los demás empleados, quienes trabajaban bajo el mando de los encargados, dormían en un ala común en la que las camas eran considerablemente más pequeñas y estaban una junto a la otra. Nadie tenía espacio personal propio, mucho menos muebles a disposición. Usaban ropa de cama común y la decoración del lugar era bastante austera. 

Que Seokjin llegase y fuese "ascendido" en su primer día, provocó que algunos empleados lo mirasen con envidia, otros con admiración, y unos pocos con indiferencia.

Eso no le importaba demasiado a él. Tampoco estaba particularmente interesado en hacer amigos, pero siempre era bueno tener compañía agradable y alguien con quien conversar. 

Sus compañeros de cocina, Beth, Sky, Woonjae y Minlee, le habían enseñado lo básico sobre cómo servir los platillos durante los almuerzos, y cómo limpiar y recoger todo de forma apropiada. Jimin también lo trataba con más consideración que a los demás. Seokjin conocía a alguien nuevo cada día. Cada día le asignaban tareas diferentes con el fin de que pudiese familiarizarse con todas sus funciones.

Seokjin además había comenzado las lecciones de escritura y lectura, puesto que ahora formaba parte de los Letrados. En su tiempo libre recibía clases de un maestro, y también trataba de recorrer el palacio para conocer todos sus sectores, aunque era tarea difícil por lo gigantesco que era.

Ese día, él junto a Minlee debían ir a recoger las rosas, hierbas y especias que usarían en las preparaciones. Hacer la recolección de algunos ingredientes no era tarea difícil, sólo implicaba dejar la cocina durante un par de horas, y luego supervisar la selección de los mejores ingredientes de entre los que les ofrecieran. 

—¿Dices que solo tenemos que entregarle el listado a otros encargados y eso basta? —preguntó confundido. Supuso que buscar los ingredientes sería algo más desafiante que simplemente entregar una lista a otra persona.

—Sí. Nosotros no podemos salir al campo a recolectar nada, y a veces ni siquiera es necesario porque las especias y otras cosas están guardadas y conservadas en la despensa —le explicó Minlee. 

Ya que caminaban uno junto al otro, la diferencia de altura entre los dos parecía acentuarse más. Minlee al igual que la mayoría de los sureños era bajita, además, compartía los rasgos de  piel, cabello, y ojos claros, como era normal entre ellos.

—¿Por qué la pregunta?, ¿Extrañas estar en el exterior?

—¿Eh? —Seokjin la miró.

—Digo, como mencionaste que antes trabajabas con animales, supongo que es un cambio importante que ahora debas permanecer todo el tiempo dentro del palacio.

—Sí, extraño un poco eso.

—Yo pienso que es un desperdicio que alguien como tú esté en la cocina. Ya es un comentario generalizado —dijo deliberadamente.

—Lo sé. Pero hasta que no llegue ninguna orden, debo quedarme allí. Y Su Majestad espera mi comida.

—Sí. Todavía es increíble que haya hablado contigo y te haya presentado a la Reina Consorte. Y además te pidió que le prepares algo. ¡Que envidia! Pero, ¿por qué te escogió para la cocina, en primer lugar?

Mientras caminaban, más empleados y encargados iban por los pasillos haciendo sus quehaceres, la mayoría caminaba de forma apresurada. Las paredes de piedra blanca eran casi idénticas en todo el palacio, pero las variantes de las telas de decoración las volvían un poco menos frías y distinguibles.

—Porque cuando nos vimos por primera vez, yo estaba usando un delantal viejo, el que me dieron en la taberna.

—"Cuando nos vimos por primera vez" —repitió Minlee, risueña—. Lo hiciste sonar tan romántico —luego le dio un golpecito con el codo—. Ya sabemos que Su Majestad es impresionante, imagino que fue casi el mejor momento de tu vida, ¿o no?

—Casi —confirmó Seokjin—. ¿Alguna vez has estado frente a él?, ¿Te ha hablado de forma directa?

—No te burles, eso es algo con lo que la mayoría soñamos. Probablemente ni siquiera sepa que existo —suspiró fingiendo malestar—. Pero tú eres diferente. Se siente bien tener cerca a alguien que se lleve bien con la familia Real, no es nada común.

—Por eso cada vez más empleados intentan acercarse a mí, ¿cierto?

—Tarde o temprano te darías cuenta. En tu primer día sólo hablaste con nosotros y eras invisible para el resto, ahora eres bastante popular. Ten cuidado con eso.

Antes de pensar en cómo responderle, llegaron frente a una puerta de madera inmensa que llegaba casi hasta el techo. Se trataba de puertas talladas que lucían pesadas. 

—¿Es aquí?

—Sí —Minlee golpeó tres veces, primero dando un golpe y luego aguardando unos segundos antes de dar dos más, con más velocidad.

—¿Por qué...? —antes de que lograse formular la pregunta, la puerta se abrió levemente.

—Buenos días —un hombre bajito y de bigote asomó solo la cabeza. Las puertas hicieron un sonido estridente—. ¿Qué necesitan?

—Buenos días Señor Meng. Esto —Minlee le entregó la lista. El Señor Meng la examinó rápido y luego pareció balbucear en voz baja mientras leía cada ingrediente.

Entonces, se alejó y abrió ambas puertas de par en par, permitiéndoles entrar. El sonido fue estridente y largo, pero tanto Meng como Minlee parecían acostumbrados.

—Pasen. Podrán seleccionar todo, excepto las hierbas de jade. No nos quedó nada de nada.

Seokjin siguió a Minlee y se adentró en la gigantesca despensa. Más que un lugar de almacenamiento, Jin pensó que se parecía a alguna biblioteca de las que había visitado mientras vivía en Engymtun, su provincia natal. Muchos estantes colmados de cosas, en este caso, frascos de colores.

El Señor Meng era también bastante bajo de altura, caminaba rápido y tenía uniforme con distintivos verdes, por lo que era superior a Minlee y a Seokjin en rango. Les dio la espalda y comenzó a guiarlos a través de los pasillos de estantes mientras hablaba sobre las especias y hierbas favoritas de la familia Real. 

—Es el mismo relato de siempre —le dijo Minlee a Seokjin en voz baja—. La Reina Madre usa aceite de romero para aliviar las tensiones. La Princesa ama el anís, y todos sus postres son preparados con esa semilla. El difunto Rey Seojoon era fanático del orégano, y el Rey Taehyung ama las especias picantes.

Seokjin notó que las voces de Minlee y el Señor Meng casi se superponían.

—¿Por qué repite el mismo relato si ya te lo sabes de memoria?

—Creo que porque se le olvida quién lo escucha, entonces simplemente lo dice una y otra vez cada que alguien de la cocina se aparece por aquí. Para mí no es nada nuevo, pero en tu caso, deberías recordarlo.

Seokjin se esmeró en recordar lo de la Princesa y la Reina Madre, pero en realidad, lo único que su cerebro había registrado, era lo de las especies picantes que le gustaban al Rey. Esa era información útil, ahora podría pensar mejor en algún platillo para cuando tuviese que cocinar para él.

▒ ▒ ▒

 —Hijo mío... —La Reina Sayoung extendió los brazos y recibió sonriente a su hijo y Majestad, quien le dio un abrazo para luego tomar una de sus manos y besarla respetuosamente.

—Buenos días, Madre —Taehyung la reverenció con una sonrisa. 

Era costumbre que el Rey fuese a visitarla durante la mañana para darle los buenos días. Lo hacía siempre que no hubiese Consejo. 

Todos los sirvientes de la Reina permanecían en silencio, y con la cabeza baja. Aunque estaban en la misma habitación, no tenían permitido dirigirse al Monarca de ninguna manera.

—¿Tienes mucho trabajo el día de hoy?, Quisiera que hablásemos sobre los arreglos nupciales. Es importante.

—Jungkook me informó sobre tres reuniones breves, asuntos finales de la guerra —explicó—. Podemos almorzar juntos para que puedas decirme todo lo que desees.

—Muy bien —sonrió complacida—. Haré que preparen todo para que tú y tu prometida vengan a mi mesa hoy. 

—Excelente. 

Taehyung la reverenció una vez más, y luego se marchó. Tras él fue uno de los guardias, era el encargado de anunciar su presencia en cuanto llegaran a algún lugar en particular.

Por donde el Rey pasaba, toda persona del palacio que se cruzase con él debía detener la marcha y realizarle una reverencia. Y sólo cuando él se hubiese alejado, continuar con lo que estaba haciendo.

Ahora, el Rey caminaba por los pasillos rumbo a la habitación de su hermanita.

—¡Atención! —gritó el guardia—. Su Majestad, el Rey Taehyung.

Taehyung ingresó al cuarto de su hermana en cuanto dos doncellas le abrieron al escuchar su llegada.

—¡Hermano! —Kyungmi dejó a un lado sus dibujos y colores y corrió a saludarlo con entusiasmo. Llevaba un vestido largo y rosa, y su habitual peinado semi-recogido dejando al descubierto su bonito rostro.

—¡Buenos días, bella heredera! —Taehyung la tomó entre sus brazos y la sostuvo contra su cintura para darle un beso en la mejilla—. ¿Qué estabas haciendo?

—Pintando. Mamá ya no me deja salir de mi cuarto y del palacio.

La princesa tenía dos nodrizas dentro de su habitación, amabas con uniforme de bordados azules, las cuales permanecieron en silencio y completamente inmóviles mientras el Rey estaba allí.

—Tú sabes perfectamente por qué nuestra madre decidió eso. 

—Pero hermano, ¡no quiero quedarme adentro todo el día! ¡¡Es muy aburrido!!

—¡Es apenas el tercer día de tu castigo! Debes aceptar la consecuencia de tus actos. Pudimos perderte si ese tolbatiano traidor te hacía daño, ¿comprendes eso?

Kyungmi abultó los labios con tristeza.

—Sí... —murmuró cabizbaja.

Ciertamente, era traviesa y un poco imprudente, pero era una niña a fin de cuentas. Taehyung hizo una mueca al ver su expresión. Los adultos que se suponía debían protegerla no lo hicieron.

—A ver... —le dijo, bajándola—. Muéstrame tu dibujo, quiero verlo.

Kyungmi corrió de regreso hacia la pequeña mesita de su habitación. Tomó la hoja de papel y le enseñó a Taehyung su dibujo: un caballo negro, y un hombre con corona, capa y espada montándolo. El dibujo era colorido porque tenía a disposición tinturas en polvo para pintar, algo que era poco común en la época.

—¡Eres tú! —le dijo alegremente—. En el día de tu llegada, yo vi cómo montabas a tu caballo cuando caminabas por el Sendero de la Victoria, ¿te gusta?

Taehyung sonrió enternecido.
—¡Es excelente! ¿Esa es mi corona?

—¡Sí! y también tienes la espalda de acero en tu mano, porque con la otra te sostienes de las riendas del caballo o sino te caerías —comentó Kyungmi.

—Muy bien, muy bien. Nuestra princesa es toda una artista.

—¡Hice otros más, mira! —se los enseñó tomando más hojas que estaban en la mesa.

Taehyung vio dibujos del palacio bajo un arcoíris, de caballos, y de una mujer paseando con una niña.

—¿Esas son mamá y tú?

—¡No, somos Aymin y yo! —soltó una carcajada—. ¿No ves que lleva una tiara en la cabeza? ¡Aquí! —señaló, como si fuese obvio. 

—Discúlpame, tu hermano tiene muy pero muy mala visión —dijo tratando de enmendar el haberse salteado ese evidente detalle. En el dibujo se las veía de la mano por alguna parte del patio—. ¿Aymin y tú salían a caminar juntas?

—Sí, paseábamos por el jardín, o a veces íbamos hasta el lago a caballo. Pero ahora no puedo salir porque mamá no me deja. 

Taehyung vio el césped, las flores y los árboles pintados en el dibujo de su hermana y decidió que tres días habían sido suficiente.

—Muy bien. Alístate. Le diré a Aymin que se prepare también así salen a pasear. ¿Extrañas montar a caballo?

—¿Qué?, ¿¡En serio!? —sonrió con felicidad—. ¡¡Sí!! ¡¡Jia, Ara!! ¡¡Rápido, rápido!! —corrió hacia las mujeres jóvenes que eran sus nodrizas y dio saltitos indicándoles que siguiesen la orden que había dado su hermano.

—Yo iré a ver a Aymin mientras tanto —le dijo a Kyungmi—. Llévenla a los establos, que espere en su caballo la llegada de Aymin.

—Sí, Señor —respondieron las mujeres a coro.

Taehyung salió y se encontró nuevamente caminando por los pasillos de su imponente palacio. Su atención estaba en encontrar la mejor forma de explicárselo a su Madre sin que ésta se molestase. Por tal motivo, sus ojos iban más bien distraídos en el camino. Si bien Aymin tenía un espacio propio dentro de la habitación del Rey, también tenía un Ala entera del palacio a su disposición. Cuando llegó, se detuvo en la puerta de su habitación. Luego de que el guardia diera aviso de su llegada, ingresó.

—Mi Señor, buenos días —Aymin le hizo una reverencia apenas lo vio, estaba junto a su escritorio.

Taehyung notó que ella parecía estar acomodando joyas y otras pertenencias porque tenía un cofre pequeño abierto sobre la mesa. Dos doncellas que parecían a cargo de la limpieza se quedaron inmóviles a un costado de la habitación. Taehyung no vio a Aeri.

—Buenos días. ¿Demasiado ocupada? —se acercó a ella y le dio un beso en la frente.

—Nunca para usted.

—Esta vez se trata de mi hermana —Taehyung le levantó el mentón con cuidado. Observó la tiara que llevaba en el cabello, y pensó que Kyungmi la había dibujado perfectamente. 

—¿La Princesa está bien? 

—Sí, ella está bien. Sé que sabes sobre su castigo, acabo de levantárselo, y quiere salir a dar un paseo. Me mostró sus dibujos. En uno, tú estabas caminando junto a ella.

—La Princesa es la única niña en todo el palacio, es lógico que se aburra. Salíamos a caminar por el jardín durante las mañanas día por medio. Le gustan mucho las flores.

—Es estupendo que se lleven bien.

—Es una niña adorable. También algo inquieta —sonrió.

—Y traviesa. A mi Madre no le gustará saber que ya tiene permitido salir, pero mientras tenga supervisión, no debería haber problema alguno. Solo será un paseo breve a caballo. ¿La acompañarías?

—Por supuesto. ¿Vendrá usted también?

—Eh... Sí, no veo por qué no —aceptó, aunque no lo había considerado inicialmente.

▒ ▒ ▒

—Que el Gobernador de Heartimia espere mi regreso. Tengo un asunto que atender —le informó a Jungkook.

El Rey extendió los brazos a los lados y sus sirvientes le colocaron ropa de exterior. Estaba de regreso en su enorme habitación.

—¿Va a salir, Majestad?

—Sí. No es nada serio, daré un paseo con Aymin y Kyungmi.

—¿La princesa ya tiene permitido salir?

—Lo decidí así —contestó mirándose en el espejo—. Tres días son suficientes. Dile al encargado del establo que aliste mi caballo y la yegua de mi prometida. 

—De inmediato.

—Jungkook —lo llamó impidiéndole salir—. Como estaremos fuera del palacio, necesito que el Jefe de Seguridad nos acompañe, en especial por mi hermana. Alístate también.

—Como ordene.




En menos de quince minutos, todos se reunieron en el establo del palacio. Tal y como pidió el Monarca, los caballos estaban listos. La yegua de Aymin era una potra blanca, fuerte y leal. El caballo de Taehyung, el mismo semental negro muy orgulloso, y el joven potrillo de Kyungmi, un ejemplar de pelaje marrón claro que daba indicios de que crecería hasta ser un caballo majestuoso.

Jungkook dejó de lado todas sus tareas para acompañar a la familia Real en el paseo hacia el lago. No debían tardar más de cuarenta minutos, ya que el gobernador de Heartimia era el primer visitante de las reuniones que Taehyung tenía agendadas para ese día.  

También los acompañaban dos empleados del establo a pie, y una de las nodrizas de la Princesa.

Aymin y Kyungmi salieron al frente. Jungkook y Taehyung las seguían desde atrás, y finalmente los demás sirvientes. Atravesaron las imponentes puertas del palacio, y salieron hacia el exterior. El lago estaba relativamente cerca.

Ambas iban hablando entusiasmadas sobre el paisaje, el bello día y las flores que crecían bordeando el lago. Taehyung las observaba en silencio, escuchando el entusiasmo en la voz de Kyungmi y la cortesía de Aymin al intercambiar con ella algunos diálogos. 

—Disculpa que fuese tan repentino. Me lo pidió Aymin —le dijo en voz baja a Jungkook.

—Descuide, Majestad. Es bueno ver que la Princesa vuelve a sonreír con tanta alegría. Llevaba días sintiéndose mal por no poder salir.

—Mi Madre le prohibió lo que más le gusta hacer... Kyungmi no se parece a mí, pero sí a Shinsung. Le gusta estar afuera. 

—Y también es algo imprudente, como lo era Shinsung —opinó Jungkook—. Uno podría pensar que tras lo que le ocurrió estaría asustada de volver a salir, pero no es así.

—Kyungmi es como una pequeña ave. No puedes mantenerla encerrada por mucho tiempo, y hacerlo tampoco está bien. Por supuesto, debe ser más cauta y entender lo importante que es su rol como Princesa de Dárbiley... pero aún es demasiado joven —comentó mientras veía a la niña bajarse del caballo y comenzar a correr hacia algunas flores amarillas.

—Ella es su debilidad, Majestad. Siempre lo ha sido —Jungkook lo observó con media sonrisa—.  Me alegra que esté sana y salva, y que el incidente no le haya afectado tanto.

—Creo que fue un terrible momento, pero debemos olvidarlo —asintió Taehyung—. Jungkook, cambiando de tema, ¿Cómo se está comportando Seokjin?, ¿Lo has visto?

Jungkook quedó algo sorprendido por la pregunta.

—Uhm- en realidad no lo hecho. La Reina Madre lo puso bajo el mando de Jimin, y desde entonces asumí que estaría bien.

—El otro día estaba entre los sirvientes durante el almuerzo que tuvimos en los jardines Aymin y yo. No pude evitar notar que es algo grande.

—¿Grande?

—Me refiero a que destaca de entre los demás por su apariencia. Es más alto, diría que incluso un poco más que tú. Quizás la cocina no sea el mejor lugar para él —pensó en voz alta—. Averigua en qué es bueno. Tal vez debamos asignarle otro puesto.

—Muy bien.

—¡Hermano, mira! —Aymin se acercó corriendo hacia el caballo negro de Taehyung sosteniendo un ramo de flores, se trataba de la especie que crecía bordeando el lago, y que no estaban dentro del jardín del palacio.

—¡Que bellas flores! ¿Cómo se llaman?

—Se llaman Gazanias. ¡Parecen soles! —Taehyung bajó del caballo y le recibió el pequeño ramo—. Y están por todo el borde del lago, ¿las ves? —señaló.

—Sí, las veo —llevó las manos hacia atrás y antes de darse cuenta, su caballo se las comió en un santiamén—. ¿Pero qué...? ¡¡Vendaval!! —lo regañó.

Kyungmi largó una carcajada burlándose de Taehyung. Vendaval, el caballo negro, acababa de dejar al Rey sólo con los tallos de lo que antes era el ramo de flores.

La Princesa decidió recoger más y dárselas también a Titán, su potrillo, y Brisa, la yegua de Aymin.

Jungkook se quedó a un costado junto a los demás sirvientes mientras Taehyung y Aymin jugaban con Kyungmi haciéndole dar saltitos sosteniéndole una mano de cada lado. La perseguían alrededor del lago, hicieron carreras a caballo y luego simplemente se sentaron en el pasto a disfrutar del paisaje.

Sabía que no debía sentirse así, pero a veces pensaba que jamás lograría encajar en ese mundo tan perfecto dentro de la Realeza. Mientras los veía pelear y reír juntos, entendió que lo que hoy era tiempo con Kyungmi, mañana lo sería con el heredero al Reino. El hijo de Aymin y Taehyung tenía que llegar al mundo para asegurar la dinastía. Por supuesto, Aymin no sería jamás la dueña del corazón de Su Majestad, pero el bebé que vendría de su vientre, probablemente sí. 

En realidad, Jungkook se había resignado a permanecer escondido entre las sombras aunque su amor por el Monarca fuese tan inmenso y poderoso, que él mismo no dudaría en dar su vida para proteger al bebé de Taehyung. El niño o niña que llegase pasaría a ser lo más importante para todo el Reino. 

No eran muchas, pero en algunas ocasiones Jungkook se preguntaba cómo su corazón sería capaz de resistir más de esa distancia que lo separaba de su gran amor. Taehyung era el Rey. El Rey nunca dejaría su papel como tal y renunciaría a todo por amor. No había forma, no podía. Jungkook entendía eso... y aunque quería ignorarlo, le dolía.

▒ ▒ ▒

—¿Sucede algo malo? Has estado demasiado callado...

Jungkook volvió en sí y sacudió la cabeza. La mitad de su cuerpo estaba cubierto por las sábanas, y a su lado estaba Taehyung leyendo un libro, también desnudo.

La noche había caído. Las velas iluminaban el cuarto y estaban a solas. Probablemente estaba empezando la madrugada. Jungkook se distrajo mirando hacia el balcón del cuarto, con un codo apoyado en la almohada. Tras oír el llamado de Taehyung, volteó.

—¿Qué te preocupa? —Taehyung no despegaba su vista del texto—. ¿La boda, acaso?

—Más o menos... —Jungkook suspiró. 

—Oh no, ese suspiro no puede ser por nada bueno —el Rey cerró el libro y lo apartó hacia un costado para centrar toda su atención en su amante—. ¿Cómo puedo permitir que exhales tanto desencanto si estás conmigo? —le tomó el rostro atrayéndolo hacia el suyo—. Dime qué te tiene así.

—Taehyung, yo... Discúlpame. No debería sentirme así si estoy a tu lado.

—Tienes derecho a sentir todo lo que desees —le contestó—. Pero me preocupa que estés tan melancólico. ¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?

—Simplemente no puedo dejar de pensar en que todo cambiará después de la boda —admitió.

—¿No te lo he dicho ya? Nada cambiará, todo seguirá siendo como hasta ahora —le explicó dulcemente—. Todo está pactado. Todo quedó acordado. Aymin se mudará a la parte nueva que está allí detrás, y sus aposentos tendrán una puerta extra para que no deba pasar por aquí a menos que sea estrictamente necesario. No compartiremos cama, aunque sí deberá venir algunas veces, pero no más que eso. 

—Sé que hoy almorzaste con ella en la mesa de la Reina Madre, ¿Puedo saber si ambos finalmente acordaron continuar con...?

—¿Con el concubinato?, sí. Aeri es su favorita, y tú el mío. Pero ambos disfrutamos de compañía diferente de vez en cuando, y así como tú te encargas de eso, Aeri hace lo mismo con ella. Las doncellas que vienen desde Canth no lo hacen sólo para servirle como asistentes —le hizo notar.

Cierto. Cada tanto, la Reina Consorte recibía nuevas "asistentes", mujeres destinadas únicamente a servirle. Algunas hacían tareas domésticas, y otras, llegaban con el único propósito de brindarle placer.

Jungkook era el responsable por la Alcoba Real, lo que significaba que él buscaba y seleccionaba cuidadosamente a las personas que pasarían por la cama del Rey. Taehyung y él compartían una relación mucho más compleja que la de un Jefe y su empleado, o que la de dos buenos amigos.

La práctica de poligamia no era extravagante en quienes estaban solteros. Los Darbileos y Darbileas no comprometidos, vivían su sexualidad de manera libre y no era motivo de escándalo ni de juicio social, siempre y cuando ambas partes estuviesen de acuerdo. En la Realeza, la monogamia se imponía como costumbre, y aunque dentro del palacio muchos sabían que no todos los Nobles acataban completamente eso, el Reinado de Taehyung se había ganado el corazón de sus súbditos por mostrarse como un hombre fiel a las tradiciones, del mismo modo que lo hicieron sus hermanos, su padre, y sus antepasados.

Pero Taehyung era homosexual, cosa que no había sucedido antes dentro de los gobernantes. 

Antes de ser su compañero sexual, Jungkook empezó como un hombre más al servicio de su ejército, y fue destacando por su excelente desempeño. Más de una vez, le salvó la vida, y comenzaron a pasar más tiempo conforme Jungkook ascendía en sus puestos Reales. Se volvieron amigos, y actualmente era su Mano, el Primer Oficial -segundo hombre al mando-, y recientemente, Jefe de Seguridad. Después de ser nombrado Mano del Rey, Sayoung lo nombró Encargado del Alcoba Real, pero era un puesto privado. 

Jungkook comenzó reclutando jóvenes adultos que tuviesen un perfil de confianza y que encajasen con los gustos del Rey. Eran entrevistados por la Reina o alguno de sus sirvientes, y si pasaban ese filtro, llegaban a los aposentos de Su Majestad para brindarle compañía. Taehyung ya gozaba de aquello antes de ser nombrado Monarca de Dárbiley, y aún comprometido, lo mantuvo. 

Ahora, su boda estaba cerca, pero no dejaría aquella costumbre. Y para sorpresa de Jungkook, la Reina Consorte tampoco. Era arriesgado, pero si todo había salido bien hasta ahora, no había motivo para que las cosas cambiasen, ¿o sí?...

—¿Todavía sigues preocupado?... ¿Es realmente la boda lo que te tiene melancólico, o es pensar que alguien más podría tomar tu lugar? —lo miró con intención. 

Jungkook se acercó más a él y recorrió su rostro con la mirada mientras se recostaba encima de su cuerpo. Sus pieles tibias volvieron a rozarse en medio de las sábanas.

—Quiero mantener mi lugar y seguir a tu servicio.

—Bien. Mi matrimonio no cambiará eso, tenlo por seguro —le dijo Taehyung, una de sus manos le acarició el rostro despacio—. Eres el único que hace latir mi corazón, Jeon Jungkook.

Jungkook pasó los brazos por el cuello del Rey y lo atrajo hacia su boca. Estaba enamorado de Kim Taehyung. Aunque ambos mantuviesen relaciones casuales con otras personas, Jungkook sabía cómo darle placer, y no solía sentirse celoso de que otros hombres pasasen la noche con él. Taehyung generalmente no recibía a la misma persona más de dos veces. En cambio, ellos dos llevaban casi un año y medio manteniendo intimidad.

Por su parte, Taehyung tampoco veía a Jungkook como su propiedad. Era un hábil oficial, un veloz guerrero, y un gran amigo. Velaba por su bienestar y el de su familia, y ocupaba un lugar importante en su corazón. Como extra, era excelente en la cama, y sabía cómo resistir a todas las exigencias que le imponía a su cuerpo. Taehyung estaba enamorado de sus gemidos, de su forma sumisa de dejarse llevar, y a la vez, de su ferocidad como para ponerlo al límite. Taehyung alcanzaba el verdadero éxtasis cuando estaba con Jungkook, y era una de las muchas razones por las que lo consideraba su favorito.

Jungkook gimió con sorpresa cuando Taehyung le sostuvo la cintura y los volteó a ambos, quedando ahora él arriba. Sus ojos verdes lo miraron con deseo antes de repartir besos en su cuello y comenzar a descender por su marcado abdomen. Jungkook entrenaba a diario, las exigencias de su puesto lo llevaban a dedicar bastante tiempo a su condición física, y era una de las cosas que más le gustaban a Taehyung. Deslizó caricias por sus hombros, bajando a los músculos de sus brazos, y finalmente se detuvo a sujetarle las manos. Jungkook enlazó sus dedos y se miraron un momento en silencio.

Cuando dejaba de lado sus labores y quehaceres, Jungkook se convertía en un hombre más, y mostraba su lado más vulnerable sin sentirse avergonzado o inferior. La luz de las velas iluminaba tenuemente los aposentos, y el naranja y dorado se extendían permitiéndole a Taehyung ver levemente aquel brillo en sus grandes ojos negros. Jeon no era solo el dueño de sus fantasías eróticas y un cuerpo trabajado, era un sujeto con resiliencia que se había forjado tras muchas malas experiencias. Sin ser nativo del Reino, se presentó como voluntario entre las filas de los nuevos reclutas para el ejército de Su Majestad, y demostró su valía en más de una situación adversa. Los demás oficiales lo veían con respeto, y un grupo menor con envidia, pues era un extranjero que había sobresalido rápidamente de entre miles.

Taehyung sabía que a Jungkook no le importaban sus títulos, y que en el fondo, se lamentaba por tener que amarlo a escondidas. Sin embargo, aceptaba su papel y no se quejaba por absolutamente nada. Tras año y medio de ser amantes, y tres como amigos, Taehyung sentía que Jungkook también le llevaba paz a su corazón. Era una persona de confianza, y por sobre todo, un hombre leal.

—Ahora tú pareces melancólico —le dijo Jungkook en un susurro. Taehyung le sonrió con cariño, antes de inclinarse a darle un beso. Jeon lo recibió con suavidad.

Quizás no lo admitiría, pero sabía que Taehyung también se sentía intranquilo por la boda. Ser homosexual implicaba mucha más presión sobre sus hombros, y todos tenían puestos los ojos en su mandato a la espera de que cometiese el más mínimo error. 

El Reino reclamaba a Taehyung como su Soberano, como el Conquistador, el Señor, Monarca, y Protector. Taehyung tenía demasiados títulos y funciones que cumplir, pero en la intimidad de cada noche, Taehyung dejaba todo eso de lado y podía ser simplemente él. Y la única persona que lo reclamaba como suyo, era Jungkook. A Jungkook no le importaban los títulos pomposos y el deber Real. Dárbiley amaba a su Rey, pero Jungkook amaba a Taehyung. 

Cuando se apartaron, Taehyung se irguió apoyando las manos a cada lado de la cabeza de Jungkook, sobre las sábanas. Jeon se sintió el verdadero afortunado. Solo él tenía el privilegio de observar al Rey en aquella posición, de contemplar su desnudez, y de sentir el calor de su piel canela.

—Cuéntame otra vez la historia del arcoíris en tu nacimiento —le pidió en un susurro. Aprovechó la posición para acariciarle despacio el torso y parte del cuello.

—La has oído tantas veces... —sonrió Taehyung.

—Eres "Bendecido por los Cielos" y eso es impresionante. ¿Quién sino un verdadero Rey podría obtener su primer título el día que viene al mundo?

Taehyung se dio por vencido. Se dejó caer a un costado, y volvió a acercarlo pasando un brazo por sobre los hombros de Jungkook.
—La Reina Sayoung estaba esperando su tercer hijo. El día que comenzaron los dolores fuertes e insoportables, supo que el bebé estaba en camino. El clima era terrible, había una feroz tormenta que tiñó los cielos de gris oscuro, con truenos ensordecedores y rayos. La Reina gritaba del dolor, sonidos que traspasaban las paredes de piedra y mármol de todo el palacio. Los sirvientes se apresuraban a ayudarle, y su esposo, el Rey Seojoon, sostuvo su mano en todo momento —le contó.

Jungkook escuchaba como si fuese la primera vez. Taehyung tenía muchas historias impresionantes, las más recientes hablaban sobre conquistas de ciudades o batallas de la guerra. Pero a él le fascinaba la del día de su nacimiento.

—Seojoon y Sayoung. ¿Dirías que fueron felices?

—¿Mamá y papá? —preguntó Tae, para luego mirar hacia el techo, pensativo—. Lo que recuerdo es que eran sumamente respetuosos entre sí. Creo que él era un buen esposo, y ella una buena esposa. No tengo demasiados recuerdos de cómo se comportaban como pareja, ya que me la pasaba jugando —admitió—. Pero a cualquiera que se lo preguntes, te dirá que eran un matrimonio sólido. Ambos entendieron la importancia de sus roles, y cumplieron con el compromiso.

—¿Qué hay del amor? —preguntó expectante—. ¿Él fue el gran amor de la Reina, y ella el de él?

—No estoy seguro, pero creo que no —contestó Taehyung—. Creo que los grandes amores de la Reina somos sus hijos. Ella daría la vida por cualquiera de nosotros, y quedó devastada después de perder a Kyungdae y a Shinsung. Sufrió mucho por la muerte de ambos, incluso más que cuando tuvo que despedirse de mi padre.

—¿Y cómo es que lograron mantenerse juntos tantos años si no se amaban?

—Yo pienso que "amar" es una palabra amplia. Incluye respeto, incluye compañerismo y también lealtad —opinó mientras le acariciaba un hombro—. Creo que ellos sí se amaban, pero no en el sentido de un amor loco y apasionado. 

—Entonces... ¿Tú amarás a Aymin de la misma forma, y ella a ti?

—Aymin es mi compañera. Tenemos que gobernar juntos y mostrarnos firmes ante las demás Naciones y nuestro pueblo. Espero que sea una persona digna de mi respeto, y espero ser digno del suyo también.

—Per-

—Te amo a ti, Jungkook —lo interrumpió Taehyung—. Querías preguntarme eso y pusiste la excusa de la historia de mi nacimiento, ¿o me equivoco?

—Por supuesto que te equivocas —su rostro se arreboló al haber sido descubierto—. Continúa, era un día de tormenta y la Reina estaba en trabajo de parto, ¿Qué más?

Taehyung lo atrajo a su rostro y le dio un beso fuerte y rápido en la mejilla. Jungkook a veces era demasiado orgulloso, pero incluso eso le gustaba.

—Bien, el trabajo de parto duró al menos una hora. Sin embargo, todo ese sufrimiento quedó atrás en cuanto le entregaron a la Reina su bebé. Se trataba del tercer hijo varón de la familia, yo —se señaló a sí mismo con un gesto—. Dicen que el Rey estaba tan pero tan feliz, que cuando salió a anunciarlo a todo el palacio, la tormenta se desvaneció. En su lugar, reapareció el sol brillante y poderoso, apartando las nubes y la lluvia.

—Y así salió el arcoíris...

—Como sabes, no es común ver arcoíris en Dárbiley. Y de hecho, se cree que es un símbolo de riqueza, suerte, y abundancia. Los sirvientes empezaron a correr la voz de que el nacimiento del tercer hijo de los Reyes anunciaba un buen presagio, sería un niño con fortuna.

—"El Afortunado" —sonrió Jungkook—. Tenían razón.

—Sí. Pero los Sabios dijeron que el título que me correspondía era "Bendecido por los Cielos". De alguna forma, creían que los Dioses estaban felices de contemplar mi llegada al mundo, y lo manifestaron con ese espectáculo colorido en el cielo. Era indicio de que sería un buen niño, un buen adulto... y ahora un buen Rey.

Jungkook le dio un beso cortito.
—Sí lo eres.

Taehyung volvió a empujarlo contra las sábanas haciéndolo reír. Retomó los besos acelerados, y con ellos la fogosidad que había entre sus cuerpos desnudos. Bajo la tenue luz de las llamas danzantes, aquella noche volvieron a reencontrarse en un abrazo ardiente, donde sus cuerpos tejieron un lenguaje pasional que solo los amantes comprenden. Las sombras, cómplices silenciosas, se proyectaban en las paredes como únicos testigos de todo ese deseo contenido, un anhelo que se había enredado en cada mirada furtiva y en cada palabra susurrada durante el día.

▒ ▒ ▒

—¿Algún pedido especial? —preguntó Hoseok, asomándose a mirar la lista que Jimin sostenía en sus manos.

Jung Hoseok, un muchacho de unos veinticinco, con el cabello rizado en castaño y uniforme con detalles azules, era el jefe de banquetes, también bajo el mando de Jimin. No siempre estaba en la cocina, su último gran trabajo lo tuvo el día del festín que se preparó para el regreso del Rey y su ejército. Cuando no estaba ahí, necesitaba tratar de innovar con algunas preparaciones a fin de presentar siempre platos novedosos a la Familia Real.  

—Quítate, te diré luego —Jimin lo empujó con el codo y volvió a centrar la mirada en el pergamino que sostenía.

Se suponía que Jimin era el encargado de toda la cocina, y si bien era respetado, muchas veces su relación con los demás empleados era más bien fraternal. Con Hoseok por ejemplo, se trataban como hermanos.

A primera hora de la mañana, la cocina recibía un comunicado con todos los pedidos especiales para la jornada. A veces eran detalles, otras, implicaba reorganizar todo por completo. Desde luego, aquel pergamino sólo contaba con las instrucciones que venían de parte de la Nobleza. Los Letrados tenían siempre las cuatro comidas, y no había lugar para objeciones o pedidos especiales, salvo muy pero muy raras excepciones.

Cuando ese papel llegaba a manos de Jimin, todos, absolutamente todos los empleados debían estar allí. Era el momento en el que recibían las órdenes más urgentes y se enteraban de lo que ocurriría en el día. 

—Reina Madre... Reina Consorte, todo normal... —los ojos pequeños de Jimin viajaban rápido, de pronto, se detuvo. Arrugó la vista y acercó la hoja a sus ojos, como si quisiese cerciorarse de algo—, ¿Qué?, ¿Qué es esto?

—¿Qué pasa? —preguntó Hoseok. Él y los demás se mantenían en una ronda alrededor del encargado. Algunos estaban apoyados en la pared, otros en las largas mesadas de mármol. El aire de suspenso creció entre los presentes.

—El Rey pidió que su comida la prepare... —y su mirada fue a parar a Seokjin.

Un silencio sepulcral quedó estancado en medio de la reunión.

—¿Yo? —preguntó Seokjin tímidamente después de algunos segundos.

Jimin asintió con la cabeza. Enseguida se alzó una ola de murmullos, no era nada usual que el Rey hiciese pedidos así. 

—¿¡Qué!? —exclamó Hoseok—, ¿En serio hay una orden así?

Jimin le entregó el pergamino. Estaba claro que no tenían opción. Jimin se ajustó el gorro blanco a la cabeza y luego comenzó a caminar hacia Seokjin con semblante serio.

—Ven conmigo. Tenemos que comenzar a organizarlo todo. Los demás, preparen todo igual que siempre. Tienen las órdenes allí —hizo un gesto de cabeza hacia el pergamino que ahora sostenía el jefe de banquetes.

Seokjin fue apartado de la multitud por Jimin, quien lo empujó para llevarlo del lado de los cambiadores, donde todos los empleados de la cocina se vestían al ingresar temprano en la mañana.

—Muy bien, basta de jueguitos, ¿Qué significa esto? —demandó cuando estuvieron a solas en aquel sector vacío.

 —¿Qué cosa?

—¿El Rey habló contigo? Primero te presenta ante su prometida, te permite hablar durante su almuerzo, y ahora llega la orden directa de que tú le cocines la comida.

—Estuviste presente cuando lo mencionó el día que almorzó Aymin en los jardines, ¿Por qué te sorprende tanto? —observó Seokjin, pensando que más que sorprendido, Jimin estaba molesto.

—Sí, es verdad —Jimin sólo entonces lo recordó—, como sea —retomó la expresión con el ceño fruncido—, esto es serio. Es evidente que los Nobles te consideran demasiado. No sólo hablan contigo, sino que te dieron una habitación como si fueses un encargado. Si no quieres perder toda esa simpatía, más te vale hacer las cosas bien.

—Calma, calma. Estoy convencido de que mi preparación le gustará a nuestro Rey. 

Jimin abrió la boca al comprender que Seokjin no lucía nervioso o asustado.
—¿No te parece que tienes demasiada confianza?

—¿Por qué no habría de tenerla? Yo soy el cocinero después de todo.

—¿Y cómo sabes que le gustará? —se cruzó de brazos—, ¿Si quiera sabes cuáles son las preferencias del Rey?

—Algunas sí, pero no importa. Se supone que debo sorprenderlo, dudo que le guste recibir más de lo que come a diario.

—¿Disculpa?

—Sin ofender —se apresuró a corregir.

—Huh... —Jimin lo examinó de arriba abajo sin cambiar la postura—, eres más arrogante de lo que pensaba.

—Por favor, tengo una oportunidad única aquí y ahora, ¿y crees que la desperdiciaría cuestionándome a mí mismo? —sonrió.

—Creo que no comprendes la magnitud de todo esto, debe ser impecable. No es cualquier persona, es nuestro Rey para quien cocinarás. Él es la máxima autoridad del país y de las regiones mas allá de las montañas. Es un conquistador, un guerrero fuerte y valiente, un hombre sabio y magnífico. 

—Y me escogió a mí —resaltó Seokjin, divertido—. Escucha, debo empezar a recolectar los ingredientes, ¿podrías conseguirme algunas especias?

—¿¡Disculpa!? ¡Tú no puedes darme órdenes a mí!

—No fue una orden, fue simplemente una pregunta —se defendió el más alto encogiéndose de hombros—, creí que estabas preocupado porque todo saliera impecable...

—Sí, me preocupa.

—Y no podría pensar en nadie más calificado que tú para conseguir los ingredientes de la más alta calidad —añadió, estudiando atentamente la reacción de Jimin.

—Muy bien, muy bien. Tienes razón en cuanto a que soy el más calificado —aceptó, elevando el mentón hacia arriba y enderezando su postura—, ahora lo veo claro, estás perdido sin mí. Tendré que ayudarte.

Seokjin aguantó la risa.

—Gracias —dijo igualmente.

Sin más, se pusieron en marcha. Seokjin escribió y le entregó una lista de cosas que necesitaría, y Jimin no estuvo muy convencido tras ver la combinación de alimentos que había escogido. Obviamente le expresó a Seokjin todas sus opiniones, aunque al más alto no le interesaron.

Seokjin tenía en mente un plato bastante sencillo en realidad, era una delicia de Engymtum, la tierra de donde él venía. El norte era una de las regiones más azotadas por la pobreza, así que los lugareños tenían que usar animales de mar, o directamente desistir de comer carne. Consistía básicamente en unos bollitos de vegetales con una salsa muy sabrosa, la que le daba todo el carácter a la preparación. La salsa constaba de una diversa variedad de especias e ingredientes, como vino, miel y comino. Dárbiley era el mejor lugar para conseguir especias de todo tipo, Seokjin estaba convencido de que incluso si su plato no tenía carne, a Taehyung le encantaría. Además, se aseguraría de añadirle una pizca de pimienta.

Jimin le despejó todo un sector para él solo, así que Seokjin lo tenía a él y a tres personas más como ayudantes. Aunque el resto de la cocina seguía con sus deberes normales, todos estaban curiosos por verlo cocinar y saber qué clase de comida le serviría al Rey. Sus compañeros, Beth, Sky, Minlee y Woonjae trataron de asomarse a ver qué hacía, sin éxito. Alguien más les daba órdenes y debían proseguir con sus tareas habituales.

La salsa era lo que más tardaría, todos los ingredientes debían estar en el fuego el suficiente tiempo como para que los sabores lograran integrarse bien. 

Aunque trató de no demostrarlo, Seokjin estaba más y más nervioso conforme avanzaba la mañana. Había conseguido todo lo que necesitaba y estaba a cargo de la preparación tal y como había indicado Su Majestad, pero se dejó contagiar por la atmósfera de ansiedad que tenía la cocina cuando las cosas se desviaban un poco de los días normales.

En realidad odiaba mostrar debilidad, pero todos lo vieron caminar ida y vuelta delante de las mesadas de mármol mientras esperaba que la salsa estuviese lista. Armó con ayuda de sus manos los bollitos de vegetales, y después de hacerlos cocinar en aceite caliente, los pasó a un recipiente que contenía agua hervida. Jimin notó que Seokjin usaba técnicas extrañas además de su combinación inusual de ingredientes. Le preguntó por algunas cosas, y Seokjin le explicó todo de buena forma, como por ejemplo, que al pasarlos por agua retiraba el exceso de aceite y al mismo tiempo favorecía que la textura fuese más crocante por fuera y más suave por dentro. 

Lo había subestimado, eso pensó Jimin cuando vio el plato humeante servido y decorado cuando estuvo listo. Seokjin no era simplemente un sujeto atlético con apariencia de soldado, sino que realmente sabía de cocina. Además, Jimin estuvo especialmente atento a su forma de manipular los elementos de cocina y revisó su higiene. Era un tipo prolijo y ordenado al momento de cocinar, sólo tuvo que llamarle la atención dos o tres veces en toda la mañana. Eso lo sorprendió bastante.

El plato se veía realmente bien. Los bollitos empanados en color dorado contrastaban a la perfección de manera visual con la salsa de rojo oscuro que los cubría. Seokjin había añadido unas hojitas de cilantro picado por encima, así que además tenía ese toque fresco. 

—¿Cómo lo llamas? —le preguntó. Los demás ayudantes y él admiraban el plato desde cierta distancia, estaba en una bandeja listo para ser servido. Todo lo que restaba, era que Jungkook o alguien más diera la orden de llevarlo a los aposentos del Monarca.

—¿El platillo? —Seokjin estaba terminando de secar sus manos tras lavar las últimas cosas que había usado para decorar el platillo—, Pauper jucunditas. 

—¿Y sabe bien? —preguntó Jimin.

—Hice una ración extra para que puedas probarlo —le indicó con un gesto hacia las ollas llenas—, pero antes debemos cerciorarnos de que sobre, en caso de que el Rey pida más.

—¿De verdad crees que haría eso? —el tono incrédulo de Jimin lo molestó. Seokjin se acercó a las ollas, todavía humeantes, tomó un cucharón y recogió una pequeña porción de salsa junto a la mitad de un bollito. 

Se la entregó al encargado casi desafiándolo.

Jimin hizo un gesto de superioridad y antes de poder acercarlo a su boca, Jungkook apareció en en lugar.

—¡Ah! por fin, te he estado buscando, Seokjin. Jimin —lo saludó con un gesto. Con su típico uniforme con detalles dorados, y su porte elegante, todos permanecieron en silencio al oírlo hablar.

—Primer oficial —Jimin apartó el cucharón y lo llevó tras la espalda por acto reflejo. Hizo el saludo habitual hacia Jungkook y luego miró a Seokjin—, todo está listo para Su Majestad.

—Bien, porque ya es hora. Buen provecho para todos, gracias por el trabajo —dijo de forma general antes de enfilar por donde había llegado—, vamos, tráelo —le indicó a Seokjin.

El nombrado se apresuró a recoger la bandeja y fue tras Jungkook. Los dos abandonaron la cocina en pocos segundos.

—Creí que alguien más se lo llevaría.

—Pidió que seas tú —contestó Jungkook—. Vamos, no hay que hacerlo esperar.

Seokjin asintió y trató de acelerar el paso. 

Atravesaron los largos corredores y distintos sectores del palacio, moverse de un ala a otra llevaba algunos minutos. En el camino, Jungkook saludó a algunos sirvientes y encargados.

—¿Nervioso? No te ves muy preocupado... —opinó, iba caminando adelante pero volteaba cada tanto para seguir hablándole.

—No. Creo que le encantará.

—¿Cómo se llama?

Pauper jucunditas —el contrario ahogó una risa, Seokjin lo miró con sorpresa, todavía estaba caminando tras él.

—¿"Alegría de pobre"? —Jungkook risueño lo miró por sobre un hombro—, ¿Realmente se llama así?

—Verás, la gente de Engymtum se las arregla como puede para abastecerse de alimentos... —comentó con notable molestia. Era esperable que Jungkook reconociese el significado puesto que sabía hablar más de un idioma. Seokjin se conformó con ver que no decía nada más.

—Hemos llegado —se detuvo poco después delante unas inmensas puertas, donde había dos guardias—, estás por ingresar en los aposentos de Su Majestad —volteó a mirarlo—, no lo mires de forma directa, ni le respondas hasta que él te lo indique. 

—Lo sé. Llevo días aquí, ya sé cómo comportarme delante de la Nobleza —contestó. 

—Veremos si realmente lo has aprendido —dijo con superioridad—. Traje a su catador y ahora está en el interior junto a otros sirvientes.

—¿Su catador? —Seokjin frunció el ceño—, no lo vi cuando almorzó con su prometida en los jardines.

—¿Crees que permitiría que un completo desconocido le sirva comida sin tomar precauciones? —Jungkook lo miró como si hablase con un chiquillo bobo.

—¿Insinúas que intentaría envenenarlo? —contestó con disgusto. Jungkook le sostuvo la mirada sin demostrar remordimiento.

—Guardias —de inmediato, los dos oficiales que custodiaban la imponente puerta de entrada se pusieron a su disposición, como si fueran títeres obedientes en manos de un titiritero invisible—, déjenlo ingresar —ordenó con una calma inquietante, pero su mirada insidiosa no se apartó ni un segundo de los ojos de Seokjin. 

Fue por un instante, pero Seokjin se sintió intimidado ante esa demostración, breve pero evidente, de poder. Incluso sin decir nada, Jungkook estaba dándole una advertencia. Tragó saliva, y tratando de recomponerse y mentalizarse en que todo saldría bien, atravesó la puerta que los guardias acababan de abrir. 

Con la cabeza baja y pasos cuidadosos, estuvo en el interior de la habitación de Taehyung. Suelo alfombrado, excelente luz exterior ingresando desde la derecha... se suponía que ese lugar era el más lujoso de todo el continente, los aposentos del Rey. No pudo observar mucho.

—Seokjin —lo nombró Su Majestad—, adelante, acércate —le ordenó con un gesto.

Jin alzó levemente la vista y obedeció. Tras el Rey estaba un hombre mayor uniformado y dos empleados de la cocina.

Sabía que era costumbre que cada miembro de la Familia Real almorzase por separado, incluso la princesa Kyungmi. No compartían la comida ni la mesa, a menos que tuviesen que reunirse por alguna situación, o que se diera una ocasión especial. Además, no existía nada similar a un "comedor" en ninguna parte del palacio. Había un salón de banquetes destinado a las más extraordinarias fiestas, pero se usaba de vez en cuando. Cada Noble almorzaba en su respectiva habitación, donde los sirvientes montaban una mesa especialmente para esa persona. 

La de Taehyung era grande, abundante en bebidas y guarniciones. 

—Mi Señor —Seokjin hizo una reverencia, para ese momento sus brazos estaban algo cansados. Sintió liberación al dejar la bandeja en la mesa delante del Monarca, quien inspeccionó curioso el platillo caliente.

—Mmm... —Taehyung hizo un sonido mientras dejaba que el aroma llegase a su nariz y sus ojos se deleitaran con la presentación—, buena porción, y buen contraste de colores. ¿Alguien te dio indicaciones de cómo servirlo?

—No, Alteza. Créame cuando le digo que preparé este platillo con mis propias manos, y bajo mis propias decisiones. Espero que pueda disfrutarlo —le respondió con gentileza.

Taehyung tomó los utensilios y cortó un trozo de bollito para remojarlo en la salsa y se lo dio al hombre anciano tras él.

—Es simplemente una cuestión de protocolos —le explicó a Seokjin. El hombre mayor que era catador masticó despacio y luego de unos segundos, asintió con la cabeza para luego retroceder de nuevo hacia su lugar. Comprobado ahora que no había nada extraño en la comida, Taehyung fue el siguiente en dar un bocado.

El corazón de Seokjin latía con fuerza. Los segundos previos a obtener la reacción de Taehyung parecían dilatarse en el tiempo.

Entonces, una imperceptible fruncida de ceño, un trago apenas contenido, y un grito fuerte retumbó en la habitación como un eco ominoso. Seokjin contuvo la respiración, sus manos temblaron ante la explosión del momento.

—¡Jungkook! —resonó el llamado poderoso, levantándose de un salto. La transformación de Taehyung fue veloz, el porte calmo y sereno se había desvanecido, dando paso a una faceta inesperada y amenazante mientras se ponía de pie.

Seokjin y los demás empleados se quedaron paralizados con desconcierto ante la súbita metamorfosis del Monarca, ¿Qué había ocurrido?

La mente de Seokjin se debatía entre las posibilidades, sin lograr encontrar una respuesta certera. Con los nervios a flor de piel, volvió la mirada hacia la entrada. Allí, en un silencio tenso, se materializó Jungkook, cuyo semblante firme indicaba que había sido convocado para alguna misión que solo Taehyung conocía.

Los ojos de Seokjin buscaron pistas en los rostros de sus compañeros, pero solo encontró reflejada la misma inquietud que albergaba en su interior.


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Buenas nochessss, sigo escribiendo pero como habrán comprobado, a paso de tortuga. Trust Me también está en proceso (el Extra 2) pero no está terminado, igualmente quisiera que sepan que sigo en esto aunque sea más lento. Y les gradezco el interés y la paciencia uwu, buena semana.


OTROS PERSONAJES:

HOSEOK, JEFE DE BANQUETES BAJO EL MANDO DE JIMIN








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