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En las garras del desierto.

El sol abrasador del desierto de Mojave se alzaba implacable en el cielo, derramando su luz dorada sobre la extensa y árida tierra. Las dunas se extendían hasta donde alcanzaba la vista, formando ondulaciones suaves y seductoras en medio de la desolación. Era un lugar imponente y majestuoso, pero también inhóspito y desafiante.

Sara, una joven de cabello oscuro y ojos penetrantes, conducía su automóvil a través de la solitaria carretera que serpenteaba por el desierto. Su viaje había empezado con entusiasmo y determinación, pero ahora, con el motor humeante y ruidos extraños provenientes del capó, el optimismo se desvanecía rápidamente.

Mientras el vehículo se detenía abruptamente, Sara apretó los puños con frustración. Estaba atrapada en medio de la nada, sin señal de celular y con pocas esperanzas de recibir ayuda. El viento caliente susurraba entre los arbustos secos, llevándose consigo cualquier rastro de esperanza.

En ese momento, un automóvil se aproximó desde la distancia, surcando el calor del desierto como un oasis en movimiento. El conductor de este no eras mas que un joven muchacho, no mayor de 26 años. AL ver el estado de la chica no dudo en detener  su vehículo. Bajó la ventanilla y su rostro juvenil y apuesto se iluminó con una sonrisa cálida. 

 Sarah, al ver al joven acercarse, decidió tomar la iniciativa y romper el silencio. Con una mirada de preocupación, se acercó a la ventanilla del automóvil y dijo: ¡Hola! Disculpa, ¿podrías ayudarme? Mi auto se averió y estoy completamente atrapada aquí, nisiquiera logro hacer que celular coja señarl aca. Necesito llegar a algún lugar donde pueda conseguir una grua o algo para arreglar esta vieja chatarra.

¡Por supuesto! Estoy de camino a Jerome, un pueblo que está cerquita de aquí.  Allí seguro encuentras ayuda para tu auto. ¿Qué te parece si te echo una mano y te llevo? -respondió el joven con un tono amigable y cercano, tratando de ganarse la confianza de Sarah.

 Sarah sintió un alivio inmenso al escuchar la oferta de ayuda y evaluó rápidamente al joven con cautela. Su apariencia amable y la promesa de llegar a un lugar seguro le dieron esperanzas. 


¡Dios mío, muchísimas gracias por detenerte! En serio, no sabes cuánto te lo agradezco. Me has salvado de una situación realmente complicada. Conozco bien el lugar y en este momento suena como la solución perfecta. -respondió Sarah con un tono que reflejaba alivio, pero también dejando entrever una leve duda, como si aún estuviera evaluando si confiar por completo en el joven desconocido.

Aunque se sentía agradecida por su oferta de ayuda, todavía había una pequeña chispa de duda en su mirada, como si estuviera sopesando si confiar plenamente en él. Sin embargo, la promesa de llegar a un lugar seguro y encontrar a alguien que la pudiese ayudar  con su auto la impulsó a tomar una decisión. Con un suspiro, Sarah finalmente subió al automóvil del joven, mientras el desconocido continuaba la conversación, habilidosamente entrelazando palabras que desviaban cualquier sospecha.

Durante el trayecto, el joven mantuvo una conversación animada con Sara. Hablaron sobre el paisaje desértico y la historia del pueblo de Jerome. Mientras avanzaban por la carretera, las imponentes montañas y los bosques de pinos pintaban un paisaje impresionante y enigmático.

El joven compartió historias sobre los antiguos nativos americanos que habitaban la región y sobre las leyendas que se susurraban en torno al desierto de Mojave. Sara escuchaba atentamente, tratando de disimular su creciente inquietud.

"¿Sabías que se dice que el desierto de Mojave esconde secretos oscuros y ancestrales?" mencionó el joven con una sonrisa misteriosa. "Se cuenta que las arenas guardan recuerdos de antiguas tragedias y que aquellos que se aventuran demasiado lejos pueden caer presa de fuerzas sobrenaturales".

El comentario hizo que los escalofríos recorrieran la espalda de Sara. Miró por la ventana y vio cómo el paisaje cambiaba gradualmente a medida que se adentraban más en el desierto. Las dunas doradas y las formaciones rocosas imponentes creaban un escenario surrealista.

El joven continuó hablando, mencionando lugares icónicos de la zona como el Gran Cañón, Monument Valley y el propio pueblo de Jerome. "Jerome es un lugar fascinante", dijo con entusiasmo. "Fue una próspera ciudad minera en el pasado, pero ahora es conocida por su historia fantasmal y sus misterios sin resolver. Se dice que las almas de los mineros y los residentes pasados aún deambulan por sus calles empedradas".

Sara asintió, tratando de ocultar su creciente nerviosismo. La conversación parecía inocente, pero había algo siniestro en la forma en que el joven mezclaba los detalles históricos con las leyendas y los relatos macabros.

A medida que avanzaban por la carretera solitaria, el paisaje se volvía cada vez más desolado y agreste. El sol abrasador iluminaba el horizonte, pero una oscuridad palpable parecía acechar en cada rincón del desierto.

Sin darse cuenta, Sara se encontró en un claro solitario rodeado de árboles retorcidos. El joven detuvo el automóvil y apagó el motor. El silencio se hizo opresivo mientras ambos permanecían en el interior del vehículo.

El joven, con una mirada fija en el camino, rompió el silencio con una voz suave pero amenazante. "Sabes, Sara, la vida es un juego de supervivencia. Solo los más fuertes y astutos sobreviven en este mundo. Y tú... tú estabas en el lugar equivocado en el momento equivocado".

Sara sintió un escalofrío recorrer su espalda. Trató de mantener la calma, de buscar una salida, pero sus intentos eran en vano. Las puertas del automóvil estaban cerradas con seguro y cualquier esperanza de escapar se desvanecía.

El joven continuó hablando, su voz cargada de un oscuro regocijo. Le contó historias de sus víctimas anteriores, de cómo había perfeccionado su macabra habilidad para deshacerse de ellas sin dejar rastro. Cada palabra era como una daga que se clavaba en el corazón de Sara, haciéndola comprender la verdadera magnitud de la amenaza que enfrentaba.

Cuando el automóvil se detuvo en un claro solitario rodeado de árboles retorcidos, Sara supo que había llegado el momento final. El joven se giró hacia ella, revelando una mirada fría y despiadada que hacía eco de la oscuridad que habitaba en su interior.

Sin decir una palabra más, el joven sacó una pistola de su bolsillo y la apuntó hacia Sara. El terror se apoderó de ella mientras luchaba desesperadamente por su vida, pero el joven era más fuerte y más astuto. Con cada movimiento preciso, su vida se desvanecía lentamente en el abismo oscuro y sin piedad del desierto de Mojave.

El sol se ocultó detrás de las montañas, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y violetas mientras el viento susurraba un lamento melancólico entre los árboles retorcidos. El joven asesino guardó el arma ensangrentada en su bolsillo y observó el cuerpo inerte de Sara, ahora solo un recordatorio más de su siniestra colección.

Después de asegurarse de que no quedara ninguna evidencia de su crimen, el joven se subió al automóvil y aceleró por la carretera solitaria, dejando atrás el escenario macabro. El paisaje del desierto se estiraba ante él, una vastedad implacable y silenciosa que ocultaba sus secretos oscuros.

Mientras conducía, sintonizó la radio en busca de distracción. Fue entonces cuando escuchó la noticia de última hora: un vehículo abandonado había sido encontrado en la carretera, pero el paradero de su dueño original era desconocido. Las sospechas de las autoridades apuntaban a otra víctima de las misteriosas desapariciones que habían ocurrido en los últimos meses en la región.

Una sonrisa retorcida se dibujó en el rostro del asesino mientras escuchaba la noticia. Su plan había funcionado una vez más. Se adentró aún más en la oscuridad del desierto de Mojave, un cazador solitario en busca de su próxima presa.

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