VI
Años van, años vienen, eso es un hecho
La rebeldía y la prudencia conviven bajo el mismo techo
Los sueños revelan el anhelar del corazón
O tal vez sólo anuncian una premonición.
Cristiano se encontraba envuelto en una nube de recuerdo, aquel día resplandecía en su mente como si lo hubiese vivido ayer. Estaba en su lugar especial, junto al árbol encima de la colina, no necesitaba verse al espejo para saber que tenía quince años de nuevo, su sentimiento de felicidad se incrementó cuando observó llegar a su amado, a su pequeño Messi.
Los jóvenes se abrazaron fuertemente, el príncipe aspiraba el aroma del menor, su esencia llegaba hasta lo más profundo de su alma y lo hacía sentirse en el cielo. Después que se separaron, el soberano tomó el rostro de Leo con sus manos y lo contempló durante unos segundos, sus ojos cafés, sus mejillas rosadas que contrastaban con su palidez, los hoyuelos que se le formaban al sonreír, su lindo cabello marrón, y sus delgados y tentadores labios.
- Pensé que nunca volverías... -susurró Cris con ojos acongojados.
- Debía hacerlo, todo lo que siempre quise está aquí, contigo –expresó con una sonrisa, el mayor no podía más, se moría por besarlo una y otra vez, pero algo lo detuvo.
- Leo... Eh... De verdad lamento lo que pasó cuando nos despedimos... No era yo mismo, te lo juro, estaba enojado y dije estupideces que...
- Shhh... -interrumpió poniendo un dedo en sus labios para hacerlo callar- Eso quedó en el pasado, ahora lo que importa es que al fin estamos juntos.
- Juntos... para siempre.
Ambos rieron, acto seguido, juntaron sus labios con ternura, cumpliendo aquello que anhelaban y deseaban desde hace tiempo. Era la escena perfecta, la brisa del Oeste resoplaba en sus cabellos, creando ecos melódicos con las ramas del árbol, los brazos de Messi se envolvían en el cuello de Cristiano, mientras que las manos de éste le abrazaban por la cintura. Llevaban el ritmo ideal, sin apresurarse, para sentir su contacto con mayor intensidad, sus respiraciones pausaban, sus latidos incrementaban, y los minutos se congelaban con cada toque de sus bocas.
"Te amo Cris", susurró Leo en un hilo de aliento sólo para volver a besarlo, no tenía idea del impacto que estas palabras le causaban al príncipe, quien no quería volver a saber de nada más que no fuese ese momento, dejaría su vida de lado sólo para fundirse con su amado y convertirse en uno solo, estar eternamente así, para siempre...
"Te amo Leo"
* * *
Abrió los ojos de par en par, sobresaltado y rogando por aire, se estremeció al sentir los rayos del sol entrar por su ventana, significaba el inicio de un nuevo día, otro nuevo y rutinario día en la vida de Cristiano Ronaldo.
Permaneció unos minutos en su cama, analizando lo que acababa de ocurrir, mejor dicho, aquello que nunca ocurrió... ¡Todo había sido un sueño! Se sintió extraño, atrapado en sí mismo y extremadamente confundido, hacía ya tanto tiempo que no tenía una visión así, tan vívida, tan emocionante, de hecho, habían pasado años desde la última vez que vio a Leo y, aun así, su imagen permanecía en su mente como si su cerebro tuviese inscrito su retrato en cada uno de sus pensamientos.
¿Cuál era el significado de su fantasía? Él pretendía engañarse con la premisa de "Tan sólo es un tonto sueño" y, por el momento, logró apaciguar sus inquietudes, no obstante, a su corazón no podía mentirle. Este sueño era lo que él hubiese deseado que pasara, tenía el íntimo anhelo de que Messi regresase, que sus deslices fuesen perdonados y que se pertenecieran el uno al otro...
- ¡Olvídalo de una vez Cristiano! Fue su decisión irse y ahora es muy probable que esté muerto así que ¡deja de pensar en él! –se dijo a sí mismo, sólo para pararse definitivamente de la cama e iniciar con sus actividades.
Se aseó y se vistió, luego contempló su reflejo en el espejo, su apariencia era la misma que lo había acompañado desde que se hizo adulto, aunque en esta ocasión, aquello le pareció extraño, como si su cambio con el paso de los años hubiese sido de golpe. Su piel estaba ligeramente bronceada, su altura y su fornido físico destacaban con su lujoso ropaje. Emitió un breve respiro cuando fijó su vista en un curioso cajón de madera en el fondo, conocía perfectamente su contenido y, dado su sueño anterior, sintió la tentación de abrirlo, aunque inhibió sus impulsos, después abandonó el lugar para encontrarse en el gran comedor con su familia: era hora de desayunar.
En la mesa estaba su madre, la actual reina Victoria I, y el duque Da Silva. Ambos lo recibieron con una sonrisa mientras el príncipe tomaba asiento; se preparaba para degustar una de las apetitosas piezas de carne que se hallaban frente a él cuando, deliberadamente, fue interrumpido por la soberana.
- Cris, ¿dónde está tu hermano? –preguntó seria. Por instinto, Cris fijó la mirada en el puesto de Neymar y, efectivamente, no se encontraba allí. Se puso nervioso, la verdad no había visto a su hermano desde ayer en la tarde y presentía que se había escapado de noche otra vez, si su madre se enteraba montaría en cólera y no quería iniciar una discusión en ese instante, así que prefirió encubrirlo, por enésima vez.
- Debe estar durmiendo aún, ya sabes cómo es, le encanta dormir –expresó lo más naturalmente posible, lo cual pareció convencer a la Reina.
- Tráelo por favor, sabe que no podemos llegar tarde a la reunión.
Cristiano obedeció e inició su recorrido hacia la recámara de su hermano, rogándole a todos los santos para que se hallase allí y, para su alivio, así era.
Neymar yacía dormitando pacíficamente en su mullida cama, traía puesta la misma ropa del día anterior, pero más desarreglada y con el cabello alborotado. Ronaldo hizo una mueca de desaprobación al verlo y se aproximó a él para despertarlo.
- Despierta Ney... -susurró zarandeándole el hombro, pero el joven ni se inmutó- Neymar ya despierta... -volvió a insistir alzando más el tono y aún nada- ¡LEVÁNTATE DE UNA BUENA VEZ CARAJO! –gritó, seguidamente, el menor se sacudió y abrió los ojos con lentitud.
- Que... ¿Cris?... ¿Qué haces aquí? –preguntó aletargado y dando un bostezo, su hermano mayor estaba furioso.
- ¡Aquí el que hace las preguntas soy yo! –exclamó apartándose un poco para que Ney pudiera pararse- ¡Mira cómo estás! ¡Qué desastre! ¡¿Te volviste a escapar anoche?!
- ¿Podrías bajar un poco la voz? Me duele la cabeza –expresó calmadamente, levantándose de la cama como si nada.
- Y, ¿a dónde fuiste? –interrogó cruzándose de brazos, aunque sabía perfectamente donde había estado.
- Fui a la taberna con Dani y los muchachos... Nadie me reconoció así que no es para tanto.
- ¡¿No es para tanto?! ¡Eres un inconsciente! ¡¿No piensas que en una de esas salidas te puede pasar algo?! ¡¿Crees que todo es un juego?! –ahora sí estaba más alterado.
- ¡No es para tanto! ¡Sólo salgo y ya! –respondió Neymar- Además, tengo dieciséis años, puedo cuidarme solo.
- ¿En serio? –expresó alzando una ceja y, de un momento a otro, se abalanzó sobre su hermano pequeño y lo envolvió con sus brazos en una especie de llave que le impedía moverse.
- ¡Déjame ir imbécil! -contestó Ney forcejeando para escaparse de su agarre, pero no lo logró, Cris era más grande y más fuerte que él, terminó rindiéndose y, entonces, fue liberado.
- ¿Lo ves? ¡Ni siquiera puedes defenderte solo! –vociferó Cris ante la mirada fúrica de su hermanito, luego tomó un respiro para tranquilizarse y seguir hablando- Escucha Ney, no puedes estar exponiéndote así, esas salidas nocturnas son muy peligrosas y no sabría qué hacer si te pasa algo... Esta es la última vez que te encubro, si vuelvo a enterarme que saliste le diré a mamá y, créeme, tendrá un ejército de Guardianes sólo para vigilarte.
"Ni con eso lograrán atraparme", pensó Neymar aún desafiante, acto seguido le pidió a su hermano que abandonara la habitación para que pudiese cambiarse, a lo que éste accedió.
Aunque suene un poco contradictorio, su relación fraternal no era mala, tenían sus pugnas de vez en cuando (como esta por ejemplo), pero se llevaban bien pese a las grandes diferencias en sus personalidades. Por un lado, Cristiano era un adulto hecho y derecho, prudente y sensato, con una gran responsabilidad sobre sus hombros, después de todo, algún día se convertiría en Rey, ese era su destino. Por su parte, Neymar era un adolescente sin preocupaciones, alegre y rebelde, su lema era disfrutar la vida mientras aún podía, es por ello que le encantaban las salidas nocturnas a tabernas o a espectáculos de gitanos, siempre a escondidas de su madre.
Cris esperó unos minutos hasta que Neymar salió, al fin vestido y arreglado. El menor le dirigió una mirada fría y, a continuación, ambos se dirigieron hacia el comedor, no sin antes, pronunciar una breve advertencia.
- Si mamá pregunta dile que estabas durmiendo, no me vayas a meter en problemas ¿oíste? –susurró Cristiano aún con mirada inquisidora, el menor sólo se limitó a asentir.
Una vez en la mesa, la familia Real reanudó su banquete matinal, eso sí, a la Reina aún le quedaban ciertas dudas por aclarar.
- Neymar, ¿cómo es posible que tú te levantes tan tarde, sabiendo que tenemos una reunión muy importante a la que asistir? ¿Acaso no lo habíamos discutido ayer? ¿Qué tienes que decir en tu defensa? –vociferó en un tono muy severo. Cristiano tragó con dificultad, si su hermano se delataba las cosas irían muy mal incluso para él.
- Madre, de verdad lo siento... Sé que no debo ser impuntual en asuntos como este, así que pido disculpas y prometo que no volverá a pasar –dijo Neymar en una voz aparentemente arrepentida que logró descongelar el corazón de su madre y aplacar su seriedad.
- Está bien hijo, espero que así sea, ahora sigamos comiendo que el tiempo apremia.
Y todo siguió como si nada. Ronaldo miró de reojo a su hermano y éste sonreía con satisfacción, no sabía cómo, pero siempre se salía con la suya, era un experto en eso.
Finalizado el desayuno, la familia Real abandonó sus aposentos para trasladarse en su carruaje hacia su destino, donde se daría la tan importante reunión. El sitio señalado era el puerto, en el Este de Realbar; el motivo: firmar, de una vez por todas, la finalización de la guerra de Aletisea. Era un evento importante y reservado, asistirían las familias de los dos reinos para sellar la victoria definitiva y agradecer por la ayuda recibida, era el último paso que debían llevar a cabo para renovar la paz, esa paz que les había sido esquiva a los Aletiseanos y a muchos de los Caballeros Realbareanos por casi doce años.
La reina Victoria estaba muy feliz al respecto, al fin el conflicto terminaba, sólo deseaba que su amado padre estuviese vivo para verlo, pero no dejó que esos pensamientos se interpusieran en su estado de ánimo, era un día de júbilo.
El trayecto transcurría sin contratiempos, la soberana y el Duque conversaban animadamente mientras los príncipes, sentados uno al lado del otro, diferían en su forma de pasar el tiempo. Por un lado, Cristiano observaba por la ventana el esplendoroso ambiente de su tierra, respiraba la brisa del Este, ese aroma a flores mezclado con la sal de mar, rememoraba las veces que salía a pasear con su abuelo, cuánto lo extrañaba, murió cuando Cris tenía dieciséis, la enfermedad que lo aquejaba fue su causa de muerte, algo lamentable para todos en el reino, especialmente para el joven príncipe. Su madre, a partir de ese instante, asumió el trono como legítima Reina, jurando proteger a su pueblo y servirles bajo los mismos preceptos que su amado padre Santiago X, por su parte, Catalina V retomó su antiguo título de Lady, sirviendo de consejera para la actual soberana.
¿Y el futuro? Bueno, el futuro era más que previsible: Cristiano se convertiría en Rey, algún día, y gobernaría Realbar, lo tenía bien asumido, aunque en el fondo su anhelar seguía estando al lado de la vida caballeresca, su sueño frustrado.
Estas cosas y muchas otras eran las que rondaban la mente del príncipe de camino a esa reunión, una de las tantas que había tenido que cumplir en su preparación y la cual no representaba ningún reto para él, ya estaba bastante ducho en cuanto a relaciones diplomáticas se refieren. En cambio, no se podría decir lo mismo del joven Neymar.
Era la primera vez que Ney asistía a este tipo de concilios, desde siempre los había considerado aburridos y, si no hubiese sido por la asistencia obligatoria de todos los miembros de la familia, él definitivamente se habría rehusado. Veía por la ventana, como su hermano, pero no estaba observando realmente, más bien, entrecerraba sus ojos lentamente, como si sus párpados pesaran una tonelada, pasó de distinguir siluetas a sombras y después, cuando no hubo más remedio, sucumbió ante los brazos de Morfeo...
* * *
Neymar abrió los ojos de par en par, sorprendiéndose con lo que estaba a la vista: suave pasto verdoso y resplandeciente, con un cielo azul sin nubes y brisa acariciadora. Era un entorno antes visto, las inigualables llanuras del Oeste de Realbar.
Estaba montado en su caballo, como en los ratos que solía recorrer aquel pastizal con su hermano, sin embargo, había algo diferente esta vez, y se hallaba justo enfrente.
A lo lejos, muy a lo lejos, un enorme león se imponía en el horizonte. Su pelaje era castaño, con tintes dorados gracias a la reflexión de la luz solar, tenía grandes patas y garras, melena tupida y rugidos que retumbaban a lo largo y ancho de la llanura, como un eco que llegaba hasta lo más profundo del reino.
Neymar nunca había visto nada igual pero, lejos de estar aterrado, sentía una gran atracción por aquella espectacular criatura, fue por ello que, contra toda lógica, cabalgó hasta su posición, sólo quería verlo más de cerca, tenía la necesidad de hacerlo, no obstante, el animal se alejaba más con cada galope de su caballo.
El Príncipe aceleraba, aunque la velocidad del animal era mayor, la persecución llegó hasta el bosque de árboles, en donde el león se perdía de vista entre los troncos y las ramas.
- ¡Oye! ¡Espera! –gritó Neymar tras la silueta desvanecida de la fiera.
Y así continuó, cabalgando, perdiéndose en el bosque, sin saber a dónde lo llevaría, es decir, ¿por qué estaría persiguiendo a ese león?... Qué extraño... Qué extraño...
* * *
- ¡Neymar! ¡despierta! –exclamó Cristiano sacudiéndole el brazo- Ya llegamos.
El príncipe salió de su sueño paulatinamente, incorporándose de nuevo a la realidad. Se encontraban en el puerto del Este, la brisa marina penetraba en sus fosas nasales, así como el sonido de varias embarcaciones chocando con los muelles, había viento muy favorable para cualquier navío que quisiese volver, vaya qué si era un buen viento.
La familia Real bajó del carruaje, dirigiéndose de uno en uno a la gran carpa que los aguardaba. Victoria y el Duque eran los primeros, después seguía Cristiano y por último el joven Neymar, quien estaba más absorto de lo usual. No dejaba de pensar en ese sueño, era muy raro, nunca tenía sueños así, de hecho, muchas veces ni siquiera se acordaba de lo que soñaba, en esta ocasión era diferente, no sabía en qué sentido, pero sin duda había algo diferente.
Justo en la entrada de la carpa, donde se hallaban varios Guardianes y Caballeros custodios, sintió un ligero estremecimiento, una corriente de aire sopló su cabello, lo hizo voltearse hacia el mar, las olas golpeaban el puerto, no obstante, su fijación estaba en un navío que se acercaba poco a poco. Las velas blancas se doblegaban a la brisa, la bandera con el escudo de Realbar se imponía al tope del mastín, apenas unos diez hombres se posicionaban en cubierta. No era el barco más grande del mundo, ni el más espectacular, ni el más rápido, pero despertaba en Neymar un augurio, algo que no podía describir.
- Su Alteza, lo están esperando adentro –vociferó uno de los custodios, sacándolo de su trance, fue entonces cuando decidió entrar.
El interior de la carpa era bastante grande, con muchas provisiones, bebidas y varios muebles, en el centro destacaba una mesa redonda, donde se hallaban todos los miembros de las familias Reales de Realbar y Aletisea. Estos últimos eran: el rey Alberto II, su esposa la reina Miriam, y sus tres hijos: Felipe, Carlos y Bruna. Reanudaron los saludos en cuanto vieron llegar al joven Príncipe y, de una vez, empezaron las conversaciones.
Neymar estaba en cuerpo presente, pero su mente divagaba y divagaba, lo que hablaban parecía no tener sentido para él, sólo se limitó a observar la cara de todos y hacerse chistes internamente sobre las mismas.
"Mamá... se ve muy feliz, sorprendentemente feliz de ver a sus 'amados' primos. Y papá seguro sólo está pensando en su próximo viaje, está fingiendo atención... en algo nos parecemos. Cris es todo un diplomático, espero que no noté que no estoy prestando atención o de seguro dejará la diplomacia y me dará un putazo... mejor miro para otro lado. ¡Tío Alberto!... bueno, no es mi tío, pero pide que lo llamen así, ¿acaso es para sentirse superior? Y la tía Miriam, luciéndose con esos vestidos... siempre queriendo aparentar menos edad. Primo Felipe, primo Carlos, a ustedes los odio, solían molestarme por mi cabello y por estar muy delgado... ¡cómo si ustedes fuesen unos adonis! Y Bruna... está más linda que la última vez que la vi".
Salió de sus pensamientos cuando su hermano le indicó que se levantara, el resto de los presentes hizo exactamente lo mismo, era el momento de firmar el decreto que sellaba finalmente el término de la guerra, el rey Alberto pronunció unas palabras:
- Ante todo, quiero dar gracias a mi prima Victoria, a su familia, y a todo el reino de Realbar. Les estamos agradecidos por su ayuda durante esta larga guerra, más allá de ser pueblos vecinos, somos hermanos, eso honra la memoria de mi fallecido padre, el rey Vicente III, y de mi tío, el rey Santiago X, que sus restos descansen en paz y se regocijen con la armonía conseguida –levantó un brazo y recibió un fuerte aplauso, ahora era el turno de la soberana realbareana.
- Me llena de gran alegría que al fin estemos declarando el fin de esta guerra, sobre todo que el reino de Aletisea haya llegado a acuerdos con sus enemigos para tal fin –Cris miró seriamente a sus primos, razones tenía de hacerlo- También siento júbilo por las familias que volverán a reunirse después de tantos años, los Caballeros que lucharon por su patria regresaran a casa como héroes para estar con sus seres queridos, esperemos que esta paz dure por mucho tiempo –finalizó la Reina a lo que también se le sumó otro fuerte aplauso.
Acto seguido, ambos Reyes tomaron una pluma entintada y firmaron el pergamino con el decreto y, como legitimación definitiva, estamparon el sello de ambos reinos, concluyendo en un tercer aplauso.
Ahora, finalizado el acto en cuestión, ya no se tomó muy en cuenta el protocolo por lo que, ambos primos con sus respectivas parejas, empezaron a conversar como la familia que eran, ya saben, lo típico cuando dos familiares llevan mucho sin verse. Cristiano, conservando aún un poco de formalidad, entabló una plática amena con Felipe y Carlos, mientras que Neymar, aburrido de la carpa y sintiéndose en libertad de prescindir de la fraternización familiar, decidió salir a dar un breve recorrido por el puerto.
Una vez afuera se sintió impregnado nuevamente por la suave brisa marina, miró a su alrededor, las barcas seguían atadas y los puestos de mercaderes se veían bastante llamativos, se apresuró a explorarlos él solo, negándose a la compañía de uno de sus viejos Guardianes, asegurándole que sólo sería por un momento.
Llegó al primer local, apenas a unos pasos de la carpa, era una venta de langostas y otras criaturas de mar. El Príncipe estaba tan entretenido observando algunos crustáceos que no notó que alguien se acercaba a su espalda.
- ¡Bú! –exclamó Bruna, asustando a Neymar para después echarse a reír- Siempre caes con la misma broma.
- ¿Te divierte aterrarme o no? –dijo el príncipe alzando una ceja, aunque no pudo evitar reírse también.
- ¿Qué estás haciendo? –preguntó la princesa con curiosidad.
- Caminando por aquí, me hacía falta, esa junta estuvo tremendamente aburrida.
- Ni que lo digas, pero era venir aquí o quedarme cosiendo en casa, y odio coser –ambos rieron de nuevo y empezaron a recorrer juntos el lugar, pasando por otros locales aledaños.
- Y, ¿qué vas a hacer luego de esta reunión? –interrogó Neymar mirando fijamente a la princesa.
- Regresaré a Aletisea con mi madre y hermanos, papá se quedará unos días más, tía Victoria se lo ha pedido, aunque creo que eso ya lo sabías.
- De hecho, no lo sabía.
- Pero si lo dijeron durante la reunión... Así estarías de distraído que ni siquiera prestabas atención, típico de ti Neychu –ambos sonrieron, recordando cuando eran niños y ambos jugaban a ponerse apodos. En eso, escucharon un grito que llamaba a Bruna, proveniente de la carpa- Es mi madre, de seguro ya está listo el carruaje para irnos. Fue un gusto verte otra vez, debes ir a Aletisea más seguido.
- Seguro, para la próxima junta tal vez, si no me muero de aburrimiento para entonces –ambos carcajeron.
- Hasta luego Ney.
- Hasta luego Bruna.
Los dos se dieron un abrazo de despedida y después el joven príncipe observó cómo la princesa se alejaba hasta perderse de vista, dejándole una sensación de nostalgia a su partida, nostalgia por el pasado, cuando ambos, infantes aún, correteaban por el castillo, jugando y bromeando, cuando solían ponerse apodos, y cuando, de alguna manera, el soberano desarrolló sentimientos más que afectuosos hacia su compañera de juegos, sentimientos que, con el tiempo, quedaron en el olvido, o eso creía.
Bruna era apenas unos años menor que él, mucho más madura por supuesto, con refinados modales, aunque conservando aún ese espíritu divertido que tanto le gustaba. Presentía que, en un futuro, ella sería algo más que sólo su amiga, parecía el siguiente paso obvio, es decir, él era un príncipe y ella una princesa, dos jóvenes de reinos vecinos y que se conocían desde niños, era la candidata perfecta para que se casase y formara una familia; la idea en sí no le molestaba para nada, pero no era lo que él quería, no realmente.
Decidió dejar de lado estos pensamientos, al menos por un instante, y continuar su caminata por el puerto, sabía que le quedaba poco tiempo y quería llevarse la más amplia experiencia, así al menos sentiría que esta salida no había sido una completa pérdida de tiempo. Fue entonces cuando divisó de nuevo aquel navío, el que le había llamado tanto la atención antes de entrar a la carpa, sólo que esta vez estaba más cerca, desembarcando en uno de los muelles.
Neymar sintió la inminente necesidad de acercarse a aquel barco, no supo qué extraña fuerza le hacía dar pasos en su dirección, sólo se dejó llevar entre los puestos de los mercaderes, los locales de pescadores, que aún ataban los cabos que sujetaban algunos botes, a través de la multitud de compradores y vendedores, plebeyos, nobles, en fin, esquivó a todo el que se cruzaba en su camino, su único objetivo era llegar hasta aquella nave. Se alejó más de lo que debía, alcanzando finalmente la zona de desembarque, donde bajaban los tripulantes de uno en uno.
De inmediato reconoció que eran Caballeros realbareanos, por sus uniformes claro, supuso que eran aquellos que regresaban después de la larga guerra. El que encabezaba la fila era un hombre calvo, parecía ser el líder, un Guardián que Neymar había visto muchos años antes al lado de su abuelo, por supuesto, era un niño apenas y su rostro se difuminaba en su memoria; el resto de sus subordinados bajó en lote, pasando por el frente de un montón de barriles de vino y ron, donde varios escuderos los esperaban con caballos, listos para regresar a las Caballerías.
Observó algunas de sus caras, ninguna era particularmente familiar aparte de aquel calvo Guardián, "Cómo era que se llamaba... ¿Mendiola? ¿Tardiola?", pensaba el soberano. En el medio de la fila se hallaban tres Caballeros, relativamente jóvenes si se les comparaba con el resto, uno alto de rizos largos y rojizos, otro igual de alto, con el cabello negro y gran sonrisa, feliz de haber vuelto a su hogar, y un tercero, más bajo que los otros dos, increíblemente pálido y de cabello castaño que pasaba silenciosamente con sus compañeros, sin nada en especial que llamase la atención, no obstante, el Príncipe no dejaba de fijarse en él.
Le parecía familiar, tremendamente familiar, no lograba recordar de dónde lo conocía y su posición no le brindaba muchas ventajas para reconocerlo fielmente, ya que las facciones del Caballero se perdían en la aparente lejanía y el movimiento de la multitud, pero vaya que esto sólo despertó una inquietud extraordinaria en Neymar quien, en un intento por ayudar a su memoria, se dirigió rápidamente hacia aquel lote donde, paulatinamente, aquel pálido ser de uniforme realbareano se desvanecía como polvo.
Intentó pasar con dificultad entre el montón de Caballeros y escuderos, que parecían no reconocerle, de lo contrario se habrían hecho a un lado y arrodillado ante su presencia. Él tampoco hizo ninguna aclaratoria al respecto, muy tonto de su parte ya que le hubiese ahorrado mucho tiempo, pero qué más da, sólo estaba concentrado en una sola cosa: perseguir a aquel pálido soldado castaño. Tenía la necesidad de verle el rostro, así sabría quién era y por qué su presencia le inquietaba, quizás era un viejo amigo de la infancia, o alguien que cuidó de él cuando era niño, o ambas cosas.
Sucedió lo inevitable, la muchedumbre logró absorberlo y, finalmente, aquella cabellera marrón se perdió entre las armaduras de los soldados. Neymar se lamentó internamente por no haberlo alcanzado y, como ya no tenía sentido seguir allí, decidió regresar a la carpa.
- ¡¿Dónde has estado?! ¡Te he buscado desde hace rato! –exclamó un muy enfadado Cristiano cerca de uno de los locales que su hermano había visitado minutos atrás.
- Sólo di una breve caminata... ¿no me digas que madre envió a los Guardianes a buscarme? –preguntó Neymar un poco nervioso.
- No, sólo he venido yo... Ya es hora de irnos.
El menor sólo asintió y siguió a su hermano mayor a su carruaje, donde se encontraban sus padres y su tío Alberto, el nuevo acompañante.
El recorrido de vuelta fue igual de monótono que el de ida, en esta ocasión menos silencioso gracias a la estruendosa risa del Rey aletiseano. Neymar se asomaba de vez en cuando por la ventana, esperando ver a algún Caballero a caballo y encontrar a aquel que tanto buscaba, sin embargo, no vio ninguno, a lo mejor porque estaban mucho más atrás que ellos.
Llegaron al castillo, donde cada quién tomó por su lado, a la espera de la cena. Cristiano y su padrastro recorrieron gran parte de la infraestructura con Alberto, para mostrarle las nuevas reformas, la Reina y Neymar, por su parte, subieron a sus respectivas habitaciones.
El joven príncipe quería tomar una siesta, sabía que le hacía falta, pues, no había dormido casi nada después de la ajetreada noche anterior, no obstante, a pesar de estar tumbado en su mullida y cómoda cama, no pudo cerrar un ojo. La reunión en el puerto lo había dejado intranquilo, no por la junta en sí, sino por todo lo que representó: el augurio inicial, la brisa sobre su cabello, el navío en la lejanía y después cuando lo tuvo más cerca, aquel Guardián calvo, cuyo apellido aún no recordaba pero que rimaba con "diola" y, especialmente, aquel Caballero bajo de castaña cabellera y pálida piel, a quien persiguió entre la multitud, sin ningún motivo especial aparente, y que le dio la necesidad de vislumbrar su rostro, como si al hacerlo las piezas faltantes en su cabeza se conectasen y actuasen de calmante para su intranquilidad. Luego, inexplicablemente, rememoró el nítido sueño que vivió durante el viaje de ida, aquella persecución en la llanura, aquel león majestuoso, y las sensaciones eran similares a cuando estaba persiguiendo al sujeto del puerto, bastante similares, por no decir las mismas... "Qué coincidencia", pensó.
Había pasado tanto tiempo inmerso en estas reflexiones que no se dio cuenta del anochecer y que era hora de cenar, lo que logró espabilarlo fue un ligero toque en su puerta, él salió de inmediato sólo para encontrarse con su madre.
- Veo que dormiste un poco... Es hora de cenar Ney, ¿bajamos? –le dijo amablemente a lo que su hijo asintió y la acompañó- No pude evitar notar que Bruna y tú estaban muy felices hoy... Los vi afuera de la tienda.
- Sólo caminábamos, hacía mucho que no nos veíamos.
- Sé que ella te agrada, y también he escuchado que también le agradas... -Victoria le sonrió pícaramente, esto sólo hizo carcajear al joven príncipe.
- Ya sé por dónde viene el asunto mamá... Primero búscale una esposa a Cris –carcajeó de nuevo, aunque esta vez no le hizo mucha gracia a su madre.
- ¿Crees que no lo he intentado? Quizás sólo deba esperar un poco más.
- ¿Más? Tiene veintisiete.
- En fin, ¿estamos hablando de ti o de él? –llegaron al comedor en ese instante, donde la familia los esperaba reunidos en la mesa, con el banquete servido- Conversaremos de esto luego, ¿sí?
- Seguro mamá –finalizó el menor sin mucho interés, no tenía ganas de volver a tocar ese tema.
La comida estuvo deliciosa aunque, nuevamente, transcurrió ruidosa gracias a la risa de Alberto, ahora más sonora por el eco del castillo. Después de la cena, Cristiano, su madre y su tío tomaron rumbo a la sala, donde conversarían esos asuntos tan importantes que querían tratar; mientras que el Duque Da Silva y su hijo subieron a sus respectivas habitaciones, el primero buscaba descansar después de una larga faena, el segundo quería dormir al fin, sin embargo, ni el león ni el pálido Caballero lo dejaban en paz así que, viéndose ante la imposibilidad de coger sueño, hizo lo que mejor sabía hacer: escaparse a escondidas de su madre; el lugar seleccionado para esta ocasión era el mismo de la noche anterior: la taberna que solía frecuentar con sus amigos.
Ejecutó el operativo de costumbre: cerró la puerta, colocó varias almohadas debajo de las sábanas para que simularan que se hallaba allí, salió por la ventana, descendiendo por las rejas, ladrillos sueltos y enredaderas que bordeaban los muros (era un experto en esto); después iría al patio trasero, cuidadoso de no dejarse ver por ningún Guardián; escaparía por uno de los túneles secretos que conectaba la edificación con los establos, construido hace cientos de años y que conoció mientras curioseaba por allí, suponía que lo habían olvidado debido a su antigüedad; una vez afuera, iría por su caballo, le pondría un silla sencilla (no la que habitualmente usaba ya que, obviamente, no quería delatarse como príncipe) y, finalmente, abandonaría el lugar, rumbo al destino donde viviría una noche alocada.
Él tenía la agilidad de una mantis y lo hacía en absoluto silencio, nunca era visto por ningún Guardián, ni un Caballero, ni siquiera un escudero, era como si se hiciera invisible por completo, fácilmente podría pasar por un ninja.
Simultáneamente a esta misión de escape, en el gran salón iluminado por el fuego de la chimenea, se libraba otra discusión política, aunque no tendría la misma resolución agradable que la del puerto (o eso parecía).
- Entonces, dime prima, ¿qué es ese asunto tan importante que quieres discutir? –interrogó Alberto tomando una copa de vino.
- De hecho son dos asuntos –respondió Victoria pacíficamente, pero con mucha cautela- El primero, por supuesto, es para felicitarte por haber llegado a un acuerdo con Catarquia, sé que fueron enemigos durante esta horrible guerra que se cobró la vida de mi querido tío Vicente, pero de verdad me alegra que hayan podido resolver sus problemas sin que el conflicto se prolongue más.
- De verdad gracias por esto, fue un diálogo difícil y constante, pero al final ellos reconocieron que invadir nuestras islas no estaba bien así que aceptaron el trato, y henos aquí –agregó Alberto con tranquilidad.
- Quiero agregar que también me sumo a la felicitación de mi madre por el acuerdo con los catarcos –agregó Cristiano viendo severamente al Rey- Sin embargo, en lo particular me siento extrañado de que se haya excluido a Realbar de todas esas conversaciones, digo, somos aliados y hemos contribuido notablemente al cese de esta guerra, lo más lógico sería que hubiésemos tenido participación en el diálogo, o al menos una invitación.
- ¡Ay sobrino, pero qué estricto! –carcajeó Alberto, sin hacerle ni pizca de chiste a Ronaldo- Eres muy listo y observador, si tan sólo mis chicos fueran así ja, ja... Contestando a tus inquietudes, fue culpa mía, no quería molestarlos, Realbar ya nos ha ayudado suficiente con este problema, sentía que era tiempo de hacerme cargo por mi cuenta, además, este conflicto lo iniciamos nosotros.
- Me parece que es una razón muy noble querido primo –agregó Victoria con una sonrisa, aunque Cristiano no estaba convencido.
- Al menos, ¿puede darnos un recuento de todo lo que habló con los catarcos? –interrogó el príncipe.
- Nada muy interesante, los catarcos suelen ser muy tercos en cuanto a negociaciones, aunque después de tanto insistir, accedieron a firmar la paz -sonrió Alberto. "¿Así no más?", susurró Cristiano para sus adentros, antes de que recibiera una mirada de reprimenda de su madre- Pero prosigamos, ¿cuál es el segundo asunto que querías decirme prima?
- Qué bueno que preguntas –prosiguió Victoria- Recibimos la noticia de que invasores desconocidos han ocupado algunos territorios en la frontera, ¿qué tienes qué decir al respecto?
- ¡Vaya, prima! De verdad no tengo ni idea –expresó el aletiseano con una risa, Cristiano sentía que su sangre hervía, debía conservar la compostura.
- La frontera está mucho más cerca de su reino que de nosotros, tío –intervino Ronaldo- Según los informes, los ocupantes llevan meses allí, y ¿ahora nos dices que no tienes ni idea?
- Está bien hijo –medió Victoria- Es obvio que el Rey ha estado ocupado con todo esto de la guerra y los tratados de paz.
- ¿Y eso es suficiente para no avisarnos nada? ¿Ni siquiera para enviar tropas de investigación al lugar? –volvió a insistir el príncipe, mirando fijamente a Alberto, quien ni siquiera se inmutaba.
- Sobrino, ¿cómo pretende que haga eso? Sabe muy bien que más de la mitad de mis tropas fueron a la guerra, ¿a quiénes se supone que voy a enviar?... Pero les diré que tienen razón, mandaré a algunos de mis hombres a hablar con los ocupantes y les estaré avisando sobre lo que suceda.
- No creo que sea suficiente...-dijo Cristiano.
- Me parece bien primo –le interrumpió Victoria- Espero que esta situación no vuelva a ocurrir, así podremos estar más tranquilos.
- Así podrás estar más tranquilo querido sobrino –le dijo Alberto a Cristiano, sonriendo maliciosamente y tomando otro sorbo de vino.
Ronaldo permanecía serio, escaneando cada gesto de su tío en completo en silencio, insatisfecho con las respuestas obtenidas y sospechando que, detrás de esa fachada de amabilidad y jolgorio, habían intereses ocultos, intereses que perjudicaban a Realbar.
Después de esto, la Reina y su primo continuaron hablando de otros temas sin importancia hasta que, cansado por el viaje y el vino, Alberto marchó a su habitación a descansar, dejando solos a los dos soberanos realbareanos. Ahora, aprovechando la privacidad de la estancia, el Príncipe sacó a relucir lo que se había estado reservando.
- Madre, hay que tener cuidado con el tío Alberto, sospecho que no está diciendo toda la verdad.
- ¿De qué hablas Cris? –preguntó la soberana con incredulidad.
- No creo lo que dijo sobre el acuerdo de paz, no me trago ese cuento de que los catarcos simplemente se retiraron y aceptaron el trato... Tuvo que haber algo más, algo que no nos quiere decir porque de seguro nos perjudica...
- Hijo, entiendo tus inquietudes, pero no las comparto, tu tío Alberto no tiene intención de dañarnos.
- ¿Entonces por qué no nos invitó a las reuniones? Debimos estar en ese diálogo, somos aliados después de todo, ¿no te perece sospechoso?
- Por supuesto que no Cristiano, las razones que tuvo tu tío son bastante comprensibles.
- Claro porque "no quería molestarlos" ó "Realbar ya nos ha ayudado suficiente con este problema", son razones lo suficientemente fundamentadas para excluirnos –dijo Cristiano con sarcasmo, le frustraba no poder hacer que su madre comprendiera la gravedad de la situación.
- ¡Son sus motivos y no tenemos porqué juzgarlos! –exclamó la Reina un tanto enfurecida, aunque Ronaldo no le prestó atención, tenía que hacerla entender.
- Madre, no sólo es eso, recuerda todo lo que dijo sobre los invasores en la frontera, es decir... ¡es ilógico! ¿Por qué no nos avisó nada? Es lo que cualquiera hubiese hecho si ve que el territorio de su aliado está siendo invadido.
- Ya se discutió el tema, no podemos hacer nada a excepción de esperar.
- ¡¿Esperar?! –exclamó el soberano con enojo- Lo que debemos hacer es enviar una tropa de exploración allá.
- Eso sería una falta de respeto para tu tío, sabes muy bien que la frontera es prácticamente jurisdicción de Aletisea. Además, ya nos dio su palabra de avisarnos si la invasión es algo fuera de lo ordinario, ¿por qué no estás satisfecho con esto? –replicó Victoria, ahora más serena.
- No confío en él, algo trama.
- ¡¿De qué estás hablando?! Es Alberto, tu tío, es de la familia, y nunca se desconfía de la familia, es algo que tus abuelos y yo te hemos enseñado muy bien... No quiero que se vuelva a tocar el asunto ¿de acuerdo? –aseveró la Reina con rigor a lo que Cristiano bajó la cabeza.
- Está bien, madre –dijo Ronaldo con resignación.
El príncipe conservó la misma posición por unos segundos, sintiendo como la rabia se apoderaba de su interior, viendo que sus inquietudes eran ignoradas, inquietudes bastantes asentadas para él y que le daban un mal presentimiento. Estaba a punto de abandonar la sala cuando, de pronto, el Guardián principal de su madre apareció allí, trayendo un pergamino consigo. Ronaldo miró el rollo de reojo y notó que tenía el sello de las Caballerías.
- ¿Qué dice ese mensaje, madre? –preguntó Cris con curiosidad al tiempo que Victoria desenrollaba el papel y lo leía.
- Dice que ya regresaron los soldados de la guerra –dijo la Reina calmadamente.
En ese instante Ronaldo sintió que su mundo se paralizaba, sus latidos se hacían fuertes y sus ojos se agrandaban con asombro, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, de la cabeza a los pies y, de pronto, olvidó cómo articular las palabras.
- Es una excelente noticia –continuó la soberana, ahora refiriéndose a su Guardián- Veremos que a todos se les dé una ceremonia de recibimiento apropiado. Será en el castillo, en el gran salón, necesito que te encargues de la organización junto con los sirvientes, designa una comisión para los preparativos, mañana celebrarán un gran banquete en su honor y contará con la presencia de ambos príncipes para el reconocimiento de sus hazañas –finalizó la Reina aunque, en se instante, Cristiano recobró el sentido.
- Espera... ¿Qué acabas de decir? –expresó el soberano con asombro- Sobre lo del banquete... ¿Debo estar allí?
- Así es hijo, no podré estar allí, debo atender a tu tío y terminar de cuadrar lo del viaje de tu padre, además, a los soldados les honraría mucho que el futuro Rey estuviese con ellos, y creo que sería bueno que trates de interesar a Neymar en las labores reales, ese muchacho necesita madurar algún día.
- Tiene sentido pero... -trató de pensar en alguna razón para rehusarse a asistir, pero sabía que no tenía ninguna, así que asumió su barranco- Mejor olvídalo, que tengas buenas noches madre, iré a dormir.
- Igualmente, Cris, buenas noches –sonrió Victoria dándole un beso de despedida a su hijo.
Acto seguido, Ronaldo abandonó la estancia acompañado por el Guardián de su madre; el príncipe estaba serio y con parsimonia, con la mente constipada, pensando aún en un motivo lógico para zafarse del banquete, ignorando que la oportunidad para protestar había pasado. Miró de reojo al Caballero, quien caminaba a su lado por los pasillos aunque con un destino diferente al suyo, Cris sabía que debía evitar hacerle preguntas, pero no pudo cerrar la boca a tiempo cuando ya estaba hablando.
- Iker, ¿Sabes quiénes son los soldados que regresaron? –preguntó con ojos desesperados que el Caballero no notó, era poco perspicaz leyendo los ojos de las personas.
- No lo sé, majestad, pero estoy encargado de organizar el banquete de mañana, ¿desea que averigüe por alguien en particular? –preguntó con amabilidad; Cristiano, esta vez, si tuvo el suficiente autocontrol para evitar decir el nombre que tenía en la punta de la lengua.
- No, no... Ninguno, gracias y... Buenas noches.
- Buenas noches majestad.
Ambos hombres se separaron después de esto, Iker tomó rumbo a la cocina mientras Cristiano subía por las escaleras, en dirección a su habitación.
Con cada escalón aparecía una emoción diferente, el movimiento era automático y sus ojos no se enfocaban en nada en particular, estaba ido como nunca antes, sin saber qué pensar o qué sentir, incluso se olvidó de la reunión de esta mañana y de su antipático y sospechoso tío Alberto, la noticia que acababa de recibir había logrado convertirlo en una especie de zombie que recorría aquellas escaleras y pasillos Reales.
Llegó a su cuarto y se quedó parado un rato en el medio de la estancia, todo se encontraba en penumbras, apenas alumbrado por velas y la luz de luna que entraba por la ventana. Su vista se dirigió instintivamente al cajón de madera del fondo que le había despertado fascinación esa mañana, fue hacia él involuntariamente y lo tomó en sus manos, sin atreverse a abrirlo, sólo lo estrujó contra su pecho y dejó escapar una lágrima que nunca supo si era de tristeza, de rabia o de felicidad.
Se desplomó en la cama aún con el cofre entre sus brazos, aunque esta vez no lloraba, una nube de emociones había cegado su mente, la obstruía y le impedía pensar claramente, sus ojos miraban al techo pero no veían realmente, no sabía explicar por lo que estaba pasando, aunque conocía muy bien la causa de sus conflictos, era la misma causa de siempre: la misma piel pálida, el mismo cuerpo de baja estatura, el mismo cabello castaño, los mismos hoyuelos en las mejillas, la misma cara sonrojada y los mismos ojos pardos, que se evocaban en su mente y que no podría olvidar por más que quisiera.
Cristiano no entendía nada, ni siquiera tenía la seguridad de que en verdad hubiese vuelto, y si lo hizo, ¿Cómo debería sentirse? ¿Feliz? ¿Triste? ¿Furioso? ¿Indiferente? ¿Acaso el hombre sería igual al chico que se fue? ¿Tendría el valor para ver su imagen reflejada en sus ojos?
Apretó el cajón con más fuerza, sabiendo su contenido: cartas. Cada una recibida, cada una leída, cada una arrugada por las veces en las que sintió impotencia y rabia, cada una con manchas de lágrimas, cada una asimilada en lo más profundo y hondo de su corazón...
Cada una sin responder...
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