IV
Los días y noches transcurren frente a tus ojos,
Sensaciones nuevas se asoman por los cerrojos,
Es un terreno nuevo y desconocido,
Sin querer, iniciaran su recorrido.
Un animado Messi de trece años de edad se despertó de un salto mucho antes que el cuerno de las caballerías anunciara la salida del sol. Con el tiempo su sueño pesado fue variando, en parte porque estaba mucho más lleno de energía que antes y también por el requerimiento imperativo de que un Caballero deba mantenerse alerta, incluso mientras duerme. Había cambiado en muchos aspectos, su estatura aumentó unos pocos centímetros, los suficientes para poder alcanzar los estribos, aunque seguía siendo el más bajo del equipo (y quizás de todas las divisiones menores). Su contextura delgada no cambió mucho, su cabello ahora le llegaba hasta los hombros y sus rasgos faciales se fueron haciendo más rústicos.
Volviendo al tema, Messi ordenó su cama como de costumbre sin hacer ruido, no quería molestar a Luis y que se levantase de mal humor. Después se vistió y salió a correr por todo el campo, era algo relajante para él, el ambiente era tan silencioso, el aire era fresco y el césped estaba cubierto de rocío, el cielo se teñía poco a poco de celeste mientras la luna se iba despidiendo. Cuando el cuerno sonó, Leo ya había dado varias vueltas, sólo le quedaba esperar a que los demás despertasen para desayunar y prepararse para los entrenamientos diarios.
Su talento en las artes del combate había incrementado notablemente, se volvió habilidoso en otras ramas como la arquería, el manejo del hacha y la cabalgata, no obstante, su especialidad seguía siendo el esgrima y el enfrentamiento hombre a hombre, hasta ahora, nadie lo había superado en esas áreas.
Entrenaron en el campo rutinariamente, bajo la supervisión de Pep; se turnaron dos rondas, una dedicada exclusivamente a la arquería y a otra la justa, era importante que estuviesen preparados para esta última, pues, se acercaba una competencia interna entre azulgranas y merengues. Todos estaban emocionados por esta pugna, querían obtener la victoria. Esa mañana los chicos se destacaron notablemente, en especial Leo, aunque no era sorpresa para nadie, él siempre brillaba con algo nuevo.
Una vez finalizados los ejercicios se fueron a almorzar, esta vez no se cruzaron con los blancos, era lo mejor, dado que podía suscitarse una de esas escenas complicadas como la que aconteció años atrás. Ellos seguían odiándose a muerte, los merengues guardaban un cierto rencor hacia Leo, en todos esos años nunca habían conseguido derrotarlo, aunque mantenían la esperanza de hacerlo, después de todo, Lionel aún no se enfrentaba al mejor guerrero blanco: Cristiano; puede que suene raro pero, en el tiempo que Messi llevaba en las caballerías, jamás había combatido a Cris, siempre que coincidía con el equipo contrario, él nunca se encontraba entre sus, esto los aliviaba a ambos, no querían pelearse entre ellos, se habían vuelto mejores amigos con los años.
El príncipe también había crecido mucho, era más alto, más fuerte y ligeramente más maduro, sus responsabilidades de soberano aumentaban conforme a su edad, y cómo no, si algún día tomaría el trono. Gracias a estos deberes, él se ausentaba de las prácticas para Caballero con los merengues, antes iba todos los días, ahora tenían suerte si lo veían dos veces a la semana. Ese día en particular, él no fue a entrenar, sin embargo, quedó de verse en la tarde con Messi en el castillo para hablar un rato, algo que para ambos era muy normal. El príncipe también desempeñaba su rol como hermano mayor, el cual no era nada fácil dado el exceso de energía del pequeño Ney.
Neymar tenía cuatro años de edad para ese entonces, era un niño juguetón y travieso, siempre con una sonrisa en el rostro; él era muy apegado a Cris y viceversa, se querían mucho aunque, dada la diferencia de edades, a veces el mayor quería pasar tiempo a solas, más cuando estaba en compañía de Leo. Al pequeño Ney también le agradaba Messi, cada vez que venía a visitar a Cris al castillo se ponía muy contento de verlo, Lionel era cariñoso con él, lo abrazaba, lo cargaba y le leía cuentos ocasionalmente, él quería a Neymar como si fuese su hermanito menor.
Leo también era muy apreciado por el resto de los miembros de la familia Real, lo consideraban parte de su clan y le acogían como a un hijo, a ellos les encantaba su amistad con sus nietos, pensaban que les hacía bien su compañía, bastaba sólo con verlos para saber que eran felices a su lado.
En fin, Messi se encontraba conversando alegremente con Piqué, Luis y Puyol en la mesa rectangular después del almuerzo cuando, percatándose del tiempo, decidió levantarse para ir al castillo, como mencioné antes, había quedado de ver a Cristiano; esto por supuesto generó las bromas habituales entre sus compañeros:
- Eh, Leo, ¿vas a ver a tu novio o qué? –bromeó Piqué, a lo que Leo se puso rojo.
- ¡Deja de joder Geri! –contestó meneando la cabeza a lo que sus compañeros sólo estallaron en risas.
El menor se fue de la bóveda azulgrana entre risas directo a los establos, allí tomó un caballo y cabalgó a hasta la fortaleza Real. Cristiano lo esperaba en la entrada, con su corcel listo para emprender un recorrido con su mejor amigo, ambos sonrieron al verse, el menor se bajó momentáneamente del equino para darle un fuerte abrazo, el mayor le correspondió igual.
- Hola Leo, ¡qué bueno que viniste! ¿Estás listo para irnos? –expresó con una sonrisa.
- Hola Cris, ¡claro que sí! –respondió también sonriente justo antes de observar a una pequeña figura proveniente del interior del castillo que corría hacia él a toda velocidad.
- ¡LEO! –gritó de alegría el pequeño Neymar al tiempo que se abalanzaba sobre él para abrazarlo.
- ¡Hola Ney! –exclamó extendiéndole los brazos y cargándolo, todos sonrieron ante la escena.
- ¿Vienes a jugar conmigo? –preguntó animadamente el infante.
- Será después pequeño, ahora voy a salir con tu hermano –le dijo con voz compasiva, pero el niño bajó la cabeza con expresión triste.
- ¿Puedo ir con ustedes? –mencionó con ojos tiernos.
- No Ney, eres muy pequeño para estas cosas –dijo Cris al tiempo que su hermano fruncía el ceño y se cruzaba de brazos, Leo sonrió, pensaba que se veía adorable de esa forma.
- ¡Yo soy grande! –exclamó Neymar con enojo- ¿Verdad que soy grande Leo?
- Sí, Ney, eres grande –él rió al igual que el pequeño, que le sacó la lengua a su hermano mayor; después Lionel dejó al chiquillo en el suelo y se agachó para hablarle- No puedes venir con nosotros peque, debes quedarte, te prometo que jugaré contigo después ¿sí?
- Está bien Leo... -expresó cabizbajo- Lo haré sólo porque tú lo dices.
- ¿Y lo que yo te digo no cuenta? –intervino Cristiano alzando una ceja a lo que el pequeño negó con la cabeza divertidamente- ¡Ya verás, enano!
En ese momento Cris cargó a Ney y le dio muchas vueltas, ambos príncipes desternillaron en risas, Leo sonrió, les encantaba verlos felices. Después de esto, el pequeño Ney se devolvió al interior del castillo, ahora los jóvenes podían emprender su recorrido. Subieron a sus caballos y se dirigieron a las llanuras, los dos solos, era inusual dado que un miembro de la familia Real siempre debía estar acompañado de su respectivo Guardián, no obstante, desde hace mucho tiempo, ellos dos siempre salían solos, Cris se las había ingeniado para convencer a su madre de que no les pasaría nada malo.
El ambiente era idóneo, el sol no estaba tan fuerte, el viento soplaba frescamente y el césped resplandecía ante sus ojos.
- El primero en llegar al roble gana –retó el príncipe señalando a un montón de árboles lejanos.
Messi aceptó el reto y ambos apuraron el paso, mientras lo hacían se veían el uno al otro y no podían parar de reír; a la mitad del trayecto Cris había tomado la delantera.
- ¡Apresúrate, perdedor! –gritó Cris en tono triunfante y con una enorme sonrisa.
- ¡No cantes victoria aún! –exclamó Leo también entre risas al tiempo que aumentaba la velocidad.
Siguieron así por unos segundos más hasta llegar al árbol indicado, el ganador en esa ocasión resultó ser Messi, el menor sonreía victorioso cuando ambos descendieron de los animales.
- Nada mal para alguien que apenas alcanza los estribos –bromeó Cris, Leo sólo sonrió y rodó los ojos- ¿Te parece un combate rápido? –propuso al tiempo que el pequeño asentía alegremente.
Ambos desenvainaron sus espadas, éstas eran de verdad, no como las de madera que usaban de niños, pero no había de qué preocuparse, sabían controlar muy bien sus movimientos así que era poco probable que se hicieran daño entre ellos, sólo se querían divertir. Empezaron su lucha, se escuchaba el choque de los aceros, los dos se movían ágilmente y con cierta gracia, por supuesto, ninguno paraba de reír, eso pasaba cada vez que estaban juntos. Después de varios minutos de abanicar y bloquear, finalmente, Leo logró desarmar a su oponente. Cris le sonrió, para él no era extraña la sensación de perder ante su amigo, hasta ahora nunca había podido derrotarlo y, aunque le incomodaba, en el fondo, lo admiraba. A continuación, ambos se sentaron al pie de un árbol y dejaron que los caballos comiesen algo de pasto, se maravillaron con la vista del horizonte panorámico e inigualable del oeste de Realbar.
- Te dejé ganar –sonrió Cristiano.
- ¿Nunca vas a admitir que te vencí, verdad? –expresó Leo alzando una ceja.
- ¡Jamás! ¡Eso afectaría mi ego! –respondió con expresión divertida, Leo rió y rodó los ojos.
- Dudo que algo pueda afectarlo –dijo el menor con sarcasmo, ambos carcajearon por unos segundos. Después reinó el silencio, ambos siguieron observando el bello y pacífico entorno, Leo sonreía al igual que Cris, aunque éste último no podía dejar de mirar al menor, le encantaba verlo sonreír. Messi se sonrojó al notar que Ronaldo no dejaba de mirarlo- Y... ¿Participarás en la justa de pasado mañana?
- No lo sé, no he ido a entrenar tan seguido así que estoy en duda... -suspiró y bajó la cabeza- Claro que me encantaría estar allí, pero es difícil... Ya sabes por qué.
El príncipe expresó esto último con cierta melancolía, Leo asintió, él sabía perfectamente a lo que se refería. Verán, el pasar de los años afecta a todos los seres humanos, y la familia Real no era la excepción, especialmente el Rey Santiago, al cual parecían haberle caído de golpe. No era tan ágil como antes y se cansaba con facilidad y, últimamente, se estaba enfermando mucho. Esto afectaba todo, incluyendo los entrenamientos de Cristiano, porque su abuelo era el que le permitía "colarse" a escondidas de su madre y su abuela, ahora le era más difícil hacerlo por esta situación, además de los deberes reales que se le eran asignados paulatinamente. Claro, Cristiano no le recriminaba a nadie este asunto, estaba demasiado preocupado por la salud de su abuelo como para pensar en otra cosa, así que aceptaba cada tarea, al final eran parte de su vida, sin embargo, en ocasiones simplemente quería dejar todo de lado y dedicarse a eso que tanto le apasionaba, ser libre de poder elegir su destino, es por esto que, involuntariamente, se formó un sentimiento extraño hacia su amigo Leo, una sensación que a él no le gustaba, pues, era muy similar a la envidia y eso contrastaba con los otros sentimientos que profesaba hacia el menor.
Por un lado, Leo era su mejor amigo y alguien sumamente especial para él, aún no se explicaba cómo, sin razón aparente, su corazón se aceleraba y su estómago cosquilleaba cada vez que estaba a su lado, no había lógica alguna, pero su sola presencia le llenaba de una felicidad nunca antes experimentada. Por el otro lado, la figura de Messi representaba todo aquello que él nunca sería; Leo entrenaba para ser Caballero, tenía la libertad de escoger ser lo que quisiera sin tener que preocuparse por nada más que por él mismo y, con su brillante talento, no cabía la menor duda que se convertiría en uno de los mejores Guardianes, cosa que incomodaba a Cris, él quería gozar de esa autonomía para dirigir su propia vida, pero no, el destino quiso que naciera Príncipe.
En fin, después de esa conversación volvieron a estar en silencio, claro, Cris no quería dejar que la melancolía por no haber ido a entrenar se interpusiera en su salida con Leo, él quería que ese momento fuese especial, así como todos los momentos que pasaban juntos, fue entonces que en su mente se gestó una idea, una idea maravillosa.
- Leo... tengo que mostrarte algo genial –sonrió al tiempo que se levantaba de un salto. Leo lo miró dudoso, sin entender el porqué de su repentina reacción.
- ¿Qué cosa es?
- Primero tienes que seguirme, ¿te animas o qué? –preguntó alegremente extendiéndole la mano para que se levantase, el menor lo miró inseguro otra vez pero terminó accediendo.
Después de esto, el príncipe condujo a Leo a través del montón de árboles en dirección al este, alejándose de las llanuras para adentrarse un poco hacia las montañas. En todo el trayecto Cris no soltó en ningún momento la mano del menor, Leo no protestó ante esto y su cara se mantuvo enrojecida todo el tiempo. El camino era considerablemente extenso, ambos pensaron que hubiese sido mejor idea llevarse a los caballos, pero qué más da, se la estaban pasando súper bien en compañía del otro, bromeaban y se reían constantemente, aparte iban jugando a saltar las raíces de los árboles o cosas similares, todo esto sin soltarse.
El camino se alzaba en una pendiente semi-borrascosa, llegó un punto en que la vegetación formaba una especie de túnel, con sus ramas entrelazándose en las alturas y asomando apenas algunos rayos de sol, llovían hojas y pequeñas florecillas sobre sus cabezas debido a la brisa, se escuchaban los silbidos de las aves que, con su cantar, creaban un ambiente idóneo (hasta romántico). Ninguno de los dos podía parar de sonreír ni de ruborizarse, Leo aún estaba intrigado sobre cuál sería el lugar destinado y qué se suponía que harían allí; Cris, por su parte, estaba ansioso aunque se carcajeaba cada vez que el menor le preguntaba a dónde iban.
¡Por fin, llegaron a dicho sitio! En ese momento, Cris soltó a su acompañante para que vislumbrara todo lo que tenía alrededor. Un árbol portentoso con hojas verdes y algunas florecillas se imponía sobre el resto de la vegetación, era de altura considerable y sus raíces sobresalían del suelo, muy cerca del borde de la cima de una de las colinas. La vista era maravillosa, se podía ver absolutamente todo, el pueblo, el castillo, parte de las llanuras, el río, así como las otras colinas por donde éste pasaba, y el mar del oeste. Leo no podía con tanta belleza, todo Realbar resplandecía ante sus ojos iluminados, una sonrisa permaneció en su rostro, sin ganas de desaparecer jamás. Cris lo miraba atentamente y sonrió pensando que Leo y ese ambiente combinaban a la perfección, de hecho, él consideraba que el pequeño era el toque que le faltaba a ese paisaje para que fuese completamente perfecto.
Después de unos minutos, ambos se sentaron al pie del árbol, descansando las piernas en algunas de sus raíces, muy cerca uno del otro y guardando absoluto silencio, deleitándose con la vista y con su compañía, deseaban estar para siempre en esa escena, congelar el tiempo y quedarse así, sólo los dos.
- ¿Y bien? ¿Qué te parece? –preguntó Cris sonriente.
- ¿Esto es real? –expresó Leo con una sonrisa imborrable, detallando como el cielo se teñía de naranja poco a poco- ¡Es sumamente hermoso! ¿Cómo sabías de este lugar?
- Lo conocí en la última cabalgata que tuve con mi abuelo, en cuanto vi todo esto me pareció increíble, así que tenía que mostrártelo –el príncipe le dedicó otra risa y lo miró fijamente a los ojos, Leo se ruborizó por completo, parecía un tomate, su corazón latía con fuerza al tiempo que emitía un alegre y susurrante "Gracias".
Volvieron a estar en calma, disfrutando de la sinfonía del viento entre las hojas y ramas del árbol, detallando el creciente atardecer. Era sublime el momento, simplemente bello, aunque Cristiano desease estar mucho más cerca de Lionel de lo que ya estaba, pero no se atrevía a dar el primer paso, una extraña cohibición lo embargó de repente, eran sensaciones nuevas para él, para ambos de hecho, porque Leo también sentía esa necesidad de acercarse más, y tampoco tenía el valor para hacerlo.
Justo cuando el sol arrojaba sus últimos rayos, Leo y Cris se hallaban de vuelta en el castillo, la experiencia fue grandiosa, ese lugar, esa vista, las sensaciones, absolutamente todo, permanecería en sus memorias para siempre.
Llegaron a la fortaleza Real con enormes sonrisas en sus rostros y mejillas extremadamente rojas, la felicidad que profesaban era extremadamente alta, tanto, que no notaron siquiera que ni los Reyes ni la Princesa se encontraban allí, al parecer, tuvieron que ir a una reunión urgente al puerto, por lo que dejaron al pequeño Ney al cuidado de las nodrizas y a los Guardianes custodiando el complejo. Leo y Cris se dirigieron al patio central, ambos riendo como tontos y tomados de las manos, no se percataron en nada más que no fuesen ellos mismos, como si estuvieran en una gran burbuja, sólo ellos dos, esa era una de las tantas cosas que Cris amaba de Leo, estando con él sentía que podía ser él mismo, que podía ser libre.
Una vez en el patio central, se tumbaron en el suave césped, observaban el cielo paulatinamente estrellado, con una luna cada vez más brillante. Leo estaba a la derecha de Cris, con sus manos fuertemente entrelazadas, estaban demás de sonrojados por ese contacto, las mariposas en sus estómagos no dejaban de revolotear y sus corazones latían cual tambores. De un momento a otro, Ronaldo miró de reojo a Leo, éste último todavía miraba hacia arriba, no supo explicar por qué, si era su sonrisa, su mirada iluminada o su rostro debajo del brillo de la luna, pero tuvo la sensación de que su acompañante era la persona más bella y especial que había visto en su vida. Messi giró la cabeza y sus miradas se encontraron, no había necesidad de palabras, todas las respuestas estaban en sus ojos. Cris sentía que ya no podía contenerse y se acercó un poco más a Leo, quedando lo suficientemente cerca como para que sus respiraciones chocasen, el pequeño no protestó en ningún instante, se sentía increíble al tener a Cristiano tan cerca de él, un repentino calor recorrió todo su cuerpo mientras sus corazones latían en perfecta sincronización. El príncipe posó su mano libre en el rostro del menor, acariciando delicadamente su pómulo, con su pulgar rozando los delgados labios que, sin explicación alguna, le generaban una fuerte tentación. Cortaron aún más la distancia, juntando sus frentes y respirando el mismo aire, era algo nuevo para ellos, estaban explorando un terreno que, a sus quince y trece años respectivamente, ninguno de los dos conocía, era el terreno del enamoramiento, claro, ellos jamás supieron el nombre de dicho camino, sólo se dejaban llevar ante los nuevos impulsos que se generaban desde lo más profundo de sus seres. Ambos cerraron sus ojos, mientras sus labios se seguían llamando unos a otros, como un imán que atrae a otro imán de polo opuesto, estaban a punto de juntarse cuando...
- ¡LEO! ¡CRIS! ¡LLEGARON! –gritó alegremente Neymar desde el pasillo al tiempo que corría a toda velocidad hacia los dos adolescentes.
Ambos se separaron abruptamente, recobrando sus cincos sentidos mientras Leo recibía en brazos al principito para darle un fuerte abrazo. Cris se sintió incómodo e, inesperadamente, lleno de enojo, su momento especial fue interrumpido por la inocencia infantil de su hermanito, quería reclamarle pero no lo hizo, pensando que era mejor no dar explicaciones, al fin y al cabo, sólo era un niño.
- ¿Vienen a jugar conmigo? Estoy aburrido –dijo el infante con carita tierna, Leo sonrió mientras Cris lo miraba seriamente.
- Es tarde, debes ir a dormir –expresó Cris.
- Pero ustedes todavía están despiertos –insistió Ney.
- Porque nosotros somos grandes.
- ¡Yo también soy grande! –exclamó el pequeño con cierto enfado, Leo volvió a reír, pensando que se veía adorable, Cris, en cambio, frunció el ceño, en parte por el berrinche de Ney y en parte porque todavía seguía incómodo por su momento interrumpido.
- Ney, tu hermano tienen razón, es tarde y debes estar en la cama –le dijo Leo en una voz pacífica, el niño bajó la cabeza con desaire.
- Está bien Leo... -dijo con tristeza, Cris alzó una ceja, a veces le sorprendía cómo Ney obedecía más a Messi que a él, su propio hermano mayor y el que debería estar a cargo, "Misterios de la vida", pensaba internamente- ¿Me puedes leer un cuento para dormir? –preguntó haciendo un puchero a lo que Leo no se pudo resistir.
- Claro que sí peque –vociferó alegremente lo que ocasionó que una sonrisa enorme apareciera en el rostro del chiquitín.
Ney volvió a abrazar a Leo, después los tres se levantaron del césped y abandonaron el patio central, con rumbo a la habitación del principito. A pesar de todo, Ney era muy independiente por lo que, a sus cuatro años de edad, prefería dormir solo. El cuarto era grande, con ventanales y pequeños muebles de madera, con muchos juguetes, la mayoría de ellos heredados de Cristiano, el cual ya no tenía edad para seguir jugando con ellos. El principito corrió rápidamente a uno de los estantes y sacó uno de los tantos libritos que tenía, los cuales el mismo Rey había ordenado comprarlos o, en dado caso, traducirlos a mano; la temática de la mayoría era bastante simple, algunos de viajes en el mar, otros de hadas y fantasía, dragones, Caballeros, princesas y príncipes, en fin, lo que se supone que sea adecuado para un niño de cuatro años.
El pequeño le entregó el librito a Leo y después corrió rápidamente a su cama, posicionándose justo en el centro pero dejándole espacio a su lector para que se sentase junto a él, y así lo hizo, mientras Cris tomaba asiento en un taburete, al frente de la cama.
La luz de la habitación era tenue, toda ella proveniente de los candelabros, no obstante, era suficiente como para permitirle a Leo leer adecuadamente. El relato empezó con el típico "Érase una vez..." y se extendió por las mágicas tierras lejanas a los que las palabras y oraciones los transportaban.
A Ney le encantaba que le leyeran, puesto a que aún no sabía hacerlo, y le gustaba la sensación de sentirse dentro de la maravillosa historia. Su familia trataba de leerle seguido, no obstante y, sin ninguna explicación aparente, él siempre prefería que Leo lo hiciese, le gustaba escuchar cómo su suave voz pronunciaba cada palabra del texto, era algo relajante para él. Cris también disfrutaba de la escena en silencio, en toda la habitación lo único que se oía era la pacífica voz de Leo, cosa que hacía muy feliz al joven príncipe, esa voz era como música para él, deseó de repente intercambiar lugar con su hermanito, era privilegiado al tener a Leo Messi narrando un cuento sólo para él, pero inhibió este sentimiento, considerando que ya era muy grande para que alguien más le estuviese leyendo cuentos, podía hacerlo por sí mismo.
"Y todos vivieron felices para siempre... Fin." Fue la frase final pronunciada por Leo, el relato había acabado, bajó el libro y pudo notar a un durmiente Neymar, con la cabeza apoyada en su brazo, Leo sonrió en ese momento, era una escena muy linda de ver. Cristiano y él acomodaron al infante en su cama, colocando su cabeza debidamente en la almohada y arropándolo con las sábanas, Leo guardó el libro en su sitio en silencio y apagó las luces de los candeleros, mientras Cris le daba un beso de buenas noches a su hermanito en la frente.
Seguidamente, ambos adolescentes abandonaron la habitación para dirigirse a la puerta de salida, era muy tarde y Leo tenía que volver, quería quedarse con Cris pero, pensando que tendría que entrenar mañana temprano para la próxima justa, prefirió no hacerlo. En el trayecto de vuelta a la parte delantera ninguno de los dos dejaba de sonreír, sus manos entrelazadas parecían jamás querer separarse, como si una perteneciera a la otra y viceversa, ninguno de los dos protestaba ante esto, aún sin entender bien el por qué.
El caballo de Leo estaba justo dónde lo dejó, atado en una baranda del patio delantero para que degustase algo de pasto, ningún escudero había venido por él, fue entonces que se percató de algo importante.
- ¿Dónde está tu familia? –preguntó Leo con extrañeza, haciendo referencia a los miembros Reales faltantes. Cris consideró por un instante la interrogante, ahora es que se daba cuenta realmente de su ausencia, "¿Por qué cada vez que estoy con Leo se me olvida todo?", pensaba.
- No lo sé... A lo mejor están en una reunión, o algo por el estilo –le expresó con una sonrisa, Leo le correspondió igual aunque un poco sonrojado, tenía que admitir que le encantaban las sonrisas de Cristiano.
- Bueno... Supongo que tengo que irme ya... -vociferó el pequeño con cierta dificultad, en realidad no tenía la más mínima intención de dejar al príncipe.
- ¿Sabes?... Puedes quedarte... digo... No te van a regañar por hacerlo... -agregó Cris nervioso, con la esperanza de que éste afirmase, Leo lo estuvo reflexionando por unos segundos y estuvo a punto de decir que sí, sin embargo, sabía que tenía obligaciones que cumplir.
- Me encantaría Cris, pero no puedo, mañana debo estar en el entrenamiento temprano... Será otro día, ¿sí? –dijo calmadamente, el príncipe asintió con pesar aunque entendía todo a la perfección. Se abrazaron con fuerza, sus brazos comprimían cada vez más queriendo jamás separarse- Mañana nos vemos... Esta vez en el árbol de la colina... -le susurró a Messi al oído lo que le hizo estremecerse, era como si ese lugar, recientemente conocido, se hubiese convertido en su lugar especial secreto, lo cual lo emocionaba mucho, es decir, el hecho de tener algo "secreto" con Cris lo llenaba de felicidad y de muchas otras sensaciones todavía desconocidas para él.
Leo asintió y luego se separó del abrazo, sólo para encontrarse con los ojos de Cris mirándolo fijamente. Estaban muy cerca, con sus respiraciones chocando con sus rostros, ahora estaban en el exterior, bajo las estrellas, en el patio delantero muy cerca de la reja de salida, era increíble como cada ambiente de repente se volvía el más especial para ellos, sólo bastaba estar juntos para que cada momento fuese perfecto. Cris se inclinó y juntaron sus frentes nuevamente, experimentaron la misma sensación desconocida que hace rato, cuando ambos se hallaban tendidos en patio central, no había lógica ni razón en todo ello, ninguno de los dos sabía por qué lo hacían, pero no podían negar lo bien que se sentía hacerlo o, mejor dicho, pensar en lo que estaban a punto de hacer. Observaron sin cesar los labios del otro, ambos se llamaban entre sí, más que un deseo era una necesidad, la necesidad de tocarse, de saborearse, de sentirse, como si al hacerlo hallasen aquella pieza perdida que les faltaba y descubriesen todas las respuestas a las preguntas del Universo, querían descubrir los secretos que sus labios ocultaban, aunque no supiesen cómo hacerlo, era una incógnita que se rebobinaba sin cesar en lo más recóndito de sus almas y los estaba volviendo locos. Ambos cerraron sus ojos, dejándose llevar por el torrente de emociones que circulaba por sus cuerpos y, finalmente, sucumbieron ante la tentación y se besaron.
Fue un beso simple, lento, suave y algo torpe, sin nada más que sus labios interviniendo, sólo se dejaron llevar por lo que les indicaban sus corazones, eran inexpertos después de todo, era su primer beso.
No hubo tiempo de pensar, ni de analizar lo que estaba pasando, simplemente estaba pasando, los dos estaban allí, besándose por primera vez, como si todo se resumiera en este único momento, como si el propósito principal de sus vidas era llegar hasta este punto, lo que siempre habían deseado ahora estaba ante ellos, el anhelo más profundo de sus corazones, la razón de sus latidos, la razón por la que el destino los había hecho conocerse, ahora parecía manifestarse como un sol alzándose en el horizonte, era nuevo, era bello, confuso en ocasiones, pero bello, desconocido, pero bello, era algo que creció con los años hasta convertirse en eso, sólo que no se habían dado cuenta y aún no le ponían nombre... Eso era amor.
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