III
Nuevas personas, un nuevo hogar,
Surgen rivales, no se puede evitar
Compites y luchas sin percatar
Que de la nada surgirá la amistad.
El sonido del cuerno retumbó esa mañana entre las caballerías, anunciando al nuevo amanecer. Leo se encontraba dormido pacíficamente, ni siquiera percibió aquel fuerte ruido, su sueño fue interrumpido cuando Suárez puso una mano en su hombro y empezó a sacudirlo, "Despierta Leo, ya salió el sol", decía el niño Luis con una sonrisa, Messi abrió los ojos lentamente, se llevó las manos a la cara para después estirarse y sentarse en la cama con expresión aletargada. Le dirigió una sonrisa a su compañero de habitación y un "Buenos días", que fue respondido de igual forma.
A continuación, ambos fueron a cambiarse y a desayunar con el resto de la división, todos estaban reunidos alrededor de la mesa rectangular, al verlos los saludaron efusivamente, en especial a Leo.
- ¿Cómo pasaste la noche Leo? ¿Dormiste bien? –preguntó Carles con una sonrisa.
- Yo diría que muy bien, ni se quería levantar –bromeó Suárez, a lo que todos rieron.
En eso, apareció Guardiola, los jóvenes se pusieron de pie y firmes ante su presencia, el Guardián les sonrió.
- Buen día chicos –esto fue respondido por un unísono "Buen día, señor"- Espero que hayan descansado adecuadamente porque tendremos un día ocupado, seguiremos practicando esgrima, necesito enseñarles nuevas técnicas para que estén más que preparados para enfrentamientos hombre a hombre... Por ahora, desayunen tranquilamente, estaré esperándoles en el campo, ¿entendido?
- ¡Señor, sí señor! –respondieron los jóvenes animadamente.
Comieron con entusiasmo, pensando en lo que les aguardaba, simpre envuelto en la atmósfera cálida y bromista propia de ellos, eran más que amigos, eran hermanos, y eso fue lo que hizo que Leo se encariñara cada vez más con sus nuevos compañeros. Una vez desayunados y medio reposados salieron en fila hacia campo, tuvieron que pasar primero por el pasillo de piedra para llegar allá. El terreno era grande, con zonas de tierra, césped y fango, todo ello cercado y próximo a los establos, sobre el suelo se disponían diferentes aparatos improvisados para ayudar a los chicos en su aprendizaje: muñecos de madera, blancos para arquería, entre otros. Leo se alegró mucho al ver esto, no sabía por qué, pero sentía una compatibilidad con ese entorno, quiso correr para coger una espada y practicar con los muchachos pero Guardiola lo tomó del hombro para contenerlo.
- No, Leo, sólo vas a observar, aún no puedes practicar con nosotros... -el pequeño bajó la cabeza decepcionado, el Guardián lo miró compasivo y se agachó a su nivel para explicarle las cosas- Entiende pequeño, ellos son más grandes que tú... No quiero que salgas lastimado, quédate por ahí, ¿está bien? –expresó paternalmente, Leo no tuvo más remedio que acceder.
Messi se dirigió al fondo del campo, en la sombra cerca de la pared, allí se sentó en una de tantas sillas mientras veía la escena de sus compañeros tomando espadas de madera y batiéndose en retos improvisados al tiempo que Pep les daba indicaciones sobre cómo debían moverse, cómo bloquear, cómo desarmar, entre otros. Eran buenos, tenían excelentes técnicas de combate, tanto así que llegó un momento que el entrenador dejó a sus pupilos solos para que siguieran en sus riñas; Pep caminó hacia la puerta y se perdió en el pasillo de piedra. Leo se distrajo unos segundos con su partida cuando sintió que lo llamaban:
- ¡Eh Leo! ¿No vienes? –exclamó Piqué con una sonrisa mientras luchaba con Masche.
- Pep me ha dicho que aún no puedo pelear con ustedes... -dijo Leo en voz alta para que el rubio pudiese escucharlo.
- ¡Vamos! Ven acá a entrenar con nosotros... -insistió Gerard, a lo que se sumaron todos los del equipo.
Leo cedió bajo la presión así que se despegó de su estado de inercia y se aproximó a ellos, Xavi le proporcionó una espada de madera y se ofreció a ser su pareja, Leo aceptó gustoso. Todos continuaron en lo suyo, sin embargo, en el momento exacto que Messi empezó a pelear ellos dejaron sus asuntos a un lado sólo para observarlo... Era sorprendente su forma de moverse, ágil como pocos que habían visto, más aun considerando su reducida estatura, el niño blandeaba y daba estocadas como un profesional, había derrotado a Xavi en pocos minutos. El resto del equipo quedó boquiabierto, Leo sonrió apenadamente, había despertado la admiración entre sus compañeros que no dudaron ni un segundo en querer medirse con él para ver si podían superarle. Los minutos de ausencia de Pep se fueron volando, ya Leo había derrotado a Sergio, a Masche, a Jordi y a Pedro, todos ellos quedaron agotados y desarmados; cuando Guardiola volvió al campo, el pequeño se enfrentaba a Piqué ante la mirada expectante de los demás jóvenes. El rubio era considerablemente más alto que Messi, no obstante, el primero terminó acorralado entre el suelo y la espada de Leo, la cual apuntaba firmemente a su cuello. Pep quedó tan o más impactado que el resto de los chicos, que no hicieron más que aplaudir a Lionel y abrazarlo efusivamente.
- ¡Eres increíble, Leo! Nunca vi a nadie pelear así –exclamó Luis.
- Es verdad, ha sido un honor perder ante ti... ¡Eres mi nuevo ídolo! –vociferó Piqué al momento de levantarse y abalanzarse sobre Leo para cargarlo.
Leo estaba feliz pero bastante abochornado, ¿él un ídolo?, aún no lo creía, ni siquiera sabía de dónde venían tales habilidades, no hizo más que sonrojarse y dejar que sus compañeros lo abrazasen y lo cargasen.
- Está bien chicos, suficiente –dijo serio Guardiola, los muchachos se detuvieron inmediatamente pero no estaban asustados, notaban cierta mirada de alegría en los ojos del Guardián- Leo, ¿podemos hablar en privado?
El pequeño asintió y se separó de los demás, estaba atemorizado, pensaba que Pep le reprendería por haber desobedecido sus órdenes, imaginaba horrorizado cuál sería su castigo, quizás unos azotes o un día entero encerrado en una bóveda, "Eso me pasa por no hacer caso", pensaba para sí mismo al tiempo que se dirigían al pasillo de piedra para hablar más calmadamente. Leo estuvo cabizbajo durante el trayecto y se mantuvo así hasta que se detuvieron, Pep lo miró desde arriba, emitiendo un suspiro.
- Lionel... ¿No te había dicho que no pelearas? –expresó serio, el chico apretó sus manos en nerviosismo, temía lo peor.
- Lo... lo... sien... lo siento, señor –trastabilló.
- ¿Por qué estás tan asustado? –interrogó el adulto alzando una ceja.
- Por...porque me va a castigar...
- ¿Castigarte? ¡Claro que no! ¡Más bien debo felicitarte! –expresó animadamente tomándolo por los hombros, Leo lo miró sorprendido, no se esperaba semejante reacción- Jamás vi a un niño tan pequeño... Mejor dicho, jamás vi a nadie moverse como tú, peleas excelente... ¿Has considerado convertirte en Guardián? Tienes todo el potencial para ser uno de los mejores que Realbar haya visto, sólo te falta crecer y formarte adecuadamente... ¿te interesa?
Leo no lo podía creer, ¿él? ¿Un Guardián como Guardiola? Era una idea bastante emocionante, se le iluminaron los ojos ante tal pensamiento, "Yo... Un Guardián... Eso sería estupendo", pensó internamente. Le sonrió a Pep y asintió con la cabeza, el entrenador lo abrazó de vuelta de manera paternal, de hecho, Leo sentía a Guardiola como un padre más que como un mentor.
Después de esa corta charla, Pep instó a Leo para que volviese con los muchachos, él se ausentaría por un rato para arreglar unos asuntos con el Rey, al parecer, se aproximaba un evento importante, le dio unas últimas indicaciones al pequeño y se marchó. Messi regresó al campo con una enorme sonrisa, todos sus compañeros se acercaron a él con alegría.
- ¿Qué te dijo Pep? –preguntó entusiasmado Luis.
- Pues... me felicitó y me dijo que tenía un gran potencial para ser Guardián algún día... -expresó el pequeño apenado, al resto del equipo se le iluminaron los ojos.
- ¡Felicidades Leo! –gritó Piqué de alegría al tiempo que lo cargaba y le daba vueltas- Él tiene razón, tienes todo para ser de los mejores Guardianes... ¡Eres el mejor!
Todos abrazaron a Leo una vez más, él pequeño no se acostumbraba aún a ser el centro de atención y a recibir tantos mimos, no creía merecerlos pero como decirles que no a sus compañeros, además, probablemente nunca se adaptaría a que lo halagaran. Continuaron con las riñas improvisadas, esta vez el pequeño blandeaba su espada con la de Puyol, quizás esta lucha no era justa al ser el mayor mucho más grande y fuerte, no obstante, el pequeño también lo venció, "¿cómo era eso posible?", pensaron todos.
Después de un rato, los chicos estaban cansados y sedientos, dejaron las armas en sus respectivos lugares y se hidrataron, sólo para sentarse en la zona del césped del campo a conversar y bromear. Todo estaba tranquilo hasta que observaron que venía otro grupo de chicos de la misma edad, la expresión colectiva se volvió seria al mirarse unos con otros, Leo no entendía nada, era como si se odiaran profundamente.
- Merengues... -dijo Piqué en tono rencoroso.
Fue entonces que Leo comprendió el porqué del ambiente pesado. Los del otro bando se rieron burlonamente, tres de ellos se acercaron a los azulgrana, uno de tez medio morena y calva llamado Pepe, que a simple vista parecía estar enojado todo el tiempo; otro era alto, pálido, de cabello oscuro y ojos azules de nombre Gareth Bale; y el del centro que tenía el pelo claro hasta los hombros y ojos cafés, se llamaba Sergio Ramos.
- Pero miren esto, son los tontos roji-azules... -expresó el calvo, Gerard lo fulminó con la mirada.
- Aquí el tonto eres tú, Pepe... ¿Qué hacen aquí? –replicó Geri.
- ¿Qué te parece que hacemos aquí? Es nuestro turno de entrenar, ¿qué creen, que el campo es su propiedad? Además, no veo a su entrenador por ningún lado... –vociferó Ramos con enojo.
- El suyo tampoco está con ustedes... -intervino Xavi al observar que, efectivamente, el preparador de los merengues no estaba entre sus filas.
- Carlo se marchó unos momentos para arreglar lo del evento de mañana y nos pidió que entrenáramos solos...–contestó nuevamente Sergio con chocancia.
- Imagino que ni eso pueden hacer bien... -dijo Piqué con sarcasmo, a lo que recibió una mirada de desaprobación por parte de los merengues, era bien sabida su reputación de provocador.
- No me hagas reír Gerard, ¿ustedes creen que son mejores que nosotros? –respondió Ramos.
- No lo creo, Sergio... Lo somos... –destacó el rubio cruzándose de brazos.
- ¡Basta Geri! –intervino Andrés para cortar con la discusión y evitar un altercado mayor- Nosotros ya entrenamos lo suficiente, ahora les toca a ellos, simplemente dejémoslos en paz.
- Pues ahora se aguantan, el Piqué ha dicho que son mejores que nosotros... Eso se puede comprobar mediante un choque de espadas... -retó Sergio, a lo que todos los merengues se animaron e intervinieron en la discusión.
- Temo que sería injusto con ustedes, para nadie es un secreto que quien saca la cara por los blancos es el tonto del príncipe y, por lo que veo, no ha venido... -respondió Piqué señalándolos con la cabeza, esto enojó muchísimo a Gareth Bale.
- ¡No te atrevas a meterte con el príncipe! –gritó exaltado a tiempo que empujaba al rubio generando una fuerte discusión, por suerte, Puyol y otro compañero merengue, de nombre Iker Casillas, intervinieron a tiempo para separarlos.
- ¡Deténganse muchachos! ¡No hay necesidad de comportarnos como salvajes! –gritó Iker calmando las aguas.
- Ellos querían un reto, pues ahora lo tendrán –bramó Ramos- Escojan al mejor que tengan para que pelee contra uno de nosotros, sólo así sabremos quienes son mejores.
- Eso no es necesario Sergio, ya dijimos que los dejaríamos entrenar en paz –aclaró nuevamente Andrés, este tipo de conflictos le parecían estúpidos.
- ¿Tienen miedo? ¡Son unos cobardes! –vociferó Pepe, a Piqué le estaba ardiendo la sangre.
- ¡Aceptamos el reto! Ninguno de ustedes podrá con nosotros hijos de... -desafió Piqué pero justo antes de terminar su insulto Carles le tapó la boca para evitar que siguiera.
Los merengues se reunieron en un círculo para decidir quién pelearía, lo mismo hicieron los azulgrana, los cuales no dejaban de regañar a Gerard por bocón.
- ¡Ellos me han provocado! –se defendió el rubio.
- ¡Debes aprender a controlarte! ¡No puedes andar por ahí insultando a todos! –le reprendió Puyol.
- Es que esos merengues...
- ¡Basta! ¡Eres un inmaduro! –intervino Xavi- Bien, ahora gracias al provocador de Piqué debemos seleccionar a alguien para que combata.
- Escojan a Leo... Él los hará trizas –señaló Piqué a tiempo que todos observaban a Lionel, éste se quedó helado.
- Porque no vas tú ¿eh? ¿Vas a poner a Leo a hacer eso? –salió Luis en defensa del pequeño.
- Lo haré... por ustedes chicos –sentenció Messi con decisión, todos le sonrieron y palmearon su espalda en señal de ánimo.
Leo salió del círculo, tomó una espada de madera y se dirigió al centro del campo donde lo esperaba Gareth Bale, el contrincante elegido por los blancos. El ojiazul se rió burlonamente del pequeño al igual que todos los merengues expectantes.
- ¿Esto es lo mejor que tienen? ¡Es sólo una pulga! –gritó Bale con socarronería a tiempo que los blancos se carcajeaban sonoramente.
Los azulgrana los miraron con furia, Geri quiso golpearlos a todos pero Carles lo detuvo, Leo no les prestaba atención en lo más mínimo, no iba a caer en sus provocaciones. Ambos se colocaron en guardia y, tras el silbido de Casillas, empezaron su riña. Bale estaba sorprendido, al igual que el resto de su equipo, no se esperaban que el pequeño fuese tan bueno, el ojiazul trataba con todas sus fuerzas de derribarlo y darle estocadas pero no podía, era bastante rápido y ágil, chocaron espadas violentamente muchas veces, Leo bloqueaba y atacaba sin piedad hasta que, después de algunos minutos de emocionante batalla, logró desarmar a su oponente ante la mirada estupefacta de todos. Los azulgrana celebraron el triunfo con júbilo, como si hubiesen ganado un trofeo o algo así, todos, sin excepción, corrieron a abrazar a Leo, lo cargaron y lo zumbaron por los aires; los merengues estaban indignados, en especial Bale, se preguntaban cómo era posible que una 'pulga' pudiese derrotar a uno de sus mejores elementos; "Esto no se queda así", era lo que resonaba en la mente de los blancos a tiempo que observaban silenciosamente el festejo del equipo contrario, los cuales, poco a poco, se fueron marchando hacia su guarida, después de todo, ya había pasado su momento de entrenar y tenían que comer.
Estaban reunidos nuevamente en la mesa rectangular de la bóveda, en un ambiente alegre y cargado de sonrisas, todos tenían que ver con Leo, le hacían cumplidos, le abrazaban, incluso, le apartaron la presa de res más grande y jugosa. El pequeño sólo podía asentir y sonreír tímidamente, sonrojado por lo embarazoso.
- Chicos, gracias, pero no me merezco todo esto –expresó Leo humildemente.
- ¿De qué hablas? ¡Claro que lo mereces! ¡Eres el mejor! –exclamó Luis con una enorme sonrisa, a lo que todos los demás asintieron alegremente.
- Además les probaste a esos insulsos blancos que los azulgranas mandan –añadió Piqué.
- Geri ya deja de causar conflictos, ¿está bien? Te van a matar un día de estos si no controlas tu bocota –dijo Xavi, todos carcajearon.
El resto del almuerzo transcurrió en la misma onda, en una armoniosa y agradable hermandad. Una vez finalizado, limpiaron la mesa y cada quien agarró por su lado, algunos se quedaron sentados allí charlando, otros se marcharon a sus habitaciones a leer o a descansar después de una sesión de entrenamientos agotadores. Leo estaba platicando con Geri y con Luis cuando alguien entró a la bóveda, al parecer, uno de los Guardianes Reales:
- ¿Lionel Messi? –preguntó el Guardián asomándose a la puerta del salón, el pequeño se levantó de su asiento temerosamente- Acompáñame por favor.
El pequeño lo siguió sin rechistar, sus compañeros lo miraron con preocupación preguntándose para qué lo habían llamado. El Guardián condujo al infante a través del pasillo de piedra, hacia la salida de las caballerías, allí se encontraba Cristiano con su caballo, ambos sonrieron al verse.
- Hola Leo, ¿cómo has estado? –dijo Cris alegremente.
- Hola Cris, bien, ¿qué haces aquí? –preguntó sonriente pero extrañado al verlo allí.
- Bueno, acabo de salir de los entrenamientos para caballero y quería saludarte –sonrió- Me contaron que derrotaste a Bale, ¿es cierto?
- Sí... lamento eso, sé que entrenas con los merengues y él es parte de tu equipo –expresó cabizbajo, el príncipe carcajeó.
- No me molesta Leo, de hecho, está bien que hayas sido tú quién lo venciera... Eres muy bueno... -el pequeño se sonrojó- Pero yo soy mejor, ja, ja.
- ¿Siempre consigues la manera de arruinarlo, eh? –bromeó Messi a lo que ambos carcajearon.
- En fin, yo me... preguntaba sí... eh... ¿estás ocupado? –preguntó Cris con cierta dificultad.
- Creo que no, ¿por qué? –dijo Leo sorprendido por los repentinos nervios del príncipe.
- Era para ver si... tú quisieras... ¿quieres venir a jugar conmigo? –expresó Cris esperando que Leo dijese que sí, para su fortuna, el pequeño asintió sonriente- ¡Genial! Ven, vamos al castillo... pero esta vez yo tomo las riendas... ¡Quiero vivir! –bromeó el mayor haciendo referencia a la última vez que cabalgaron juntos, ambos rieron ante tal recuerdo.
El príncipe se subió a su caballo y ayudó a Leo a subirse detrás de él, el Guardián que los acompañaba, que era el encargado de cuidar al joven soberano, también se subió a su corcel para seguirlos hacia el castillo. No tardaron mucho en llegar, después de todo, quedaba a unos pocos metros, una vez allí, Cris y Leo descendieron juntos dejando al equino en manos de un escudero que se encargaría de devolverlo a los establos. En la entrada los aguardaba el Rey, éste abrazó efusivamente a su nieto y saludó alegremente a Messi, a Santiago le gustaba ver al pequeño allí, sabía que era buena compañía de juegos para el príncipe, aparte que se llevaban muy bien.
Cristiano condujo a Leo primeramente a su habitación para sacar unos cuantos juguetes, antes de llegar saludaron a la Reina y a la princesa Victoria, las cuales sonrieron al ver al pequeño Cris tan animado. El cuarto del príncipe era gigantesco, podría decirse que mucho más grande que toda la bóveda azulgrana y el pasillo de piedra juntos, grandes ventanales adornaban las paredes, alrededor de la gran cama se disponían baúles y estantes, en uno de los primeros era donde guardaban los juguetes. Sacaron diferentes cosas, espadas, hachas y mazos de madera, figurillas talladas en diversos materiales y, algo que llamó particularmente la atención de Leo, una esfera de tamaño mediano cubierta de cuero, Cris miró su curiosidad y decidió explicarle:
- Se llama "Pelota" –expresó entre risas y haciendo pausas entre las sílabas de la palabra, esto a Leo no le hizo nada de gracia.
- Sé lo que es una pelota, sólo que esta me pareció extraña, es todo.
- Tiene su historia: un desconocido se la obsequió a mi abuelo hace tiempo, pero el tipo decía que se podía jugar con ella dándole con los pies... ¡Con los pies! ¿Puedes creerlo? –ambos rieron ante semejante cosa- Lo peor es que dijo que algún día ese juego se haría famoso... ¡Todos lo creyeron chiflado!
Siguieron carcajeando por unos segundos más, no obstante, no descartaron la idea de jugar con el balón. Bajaron al patio central cargados con todos esos cacharros, al principio decidieron medirse en una pequeña riña con las espadas de madera, nada muy violento, sólo lo hacían por diversión así que terminaban en empate siempre. Después decidieron jugar a las escondidas, era bastante complejo, pues, el castillo tenía diversos sitios ocultos, lo que hacía bastante emocionante la búsqueda, no obstante, siempre terminaban encontrándose, cuando lo hacían, ambos desternillaban en risas. Como última opción, y porque ya se les estaban agotando las ideas, decidieron jugar con la pelota, empezaron pasándola entre ellos con las manos sólo para después hacerlo con los pies y se dieron cuenta,que era bastante divertido. "Parece que el tipo no estaba tan loco después de todo", pensaba Cris entre risas mientras corría con el balón pegado al pie, Leo lo miraba expectante e impaciente, quería que se la pasara pero el príncipe estaba tan entretenido que simplemente no se la iba a dar.
- Sí la quieres tendrás que venir por ella –lo retó Cristiano.
Leo no se aguantó más y corrió hacia él y, en un movimiento rápido con sus pies, logró quitársela y se alejó del príncipe triunfante. Después de ello, ambos trataban de arrebatársela entre sí, él que lo conseguía tenía que llevar la pelota hacia un extremo del patio para ganar un punto, en la cuenta final, resultó en un empate.
Llegó el atardecer, ambos estaban cansados por tanto ajetreo pero felices de haber pasado un buen rato, a Cris le gustaba estar en compañía de Leo y viceversa, ambos se consideraban buenos amigos. Se acostaron en el suelo del patio, uno al lado del otro, observando cómo cambiaba de tonos el cielo, dando paso al anochecer.
- Creo que es tarde, debería volver o Pep se preocupará –dijo el menor.
- No te angusties Messi, estás conmigo, él no te va a castigar –le dijo Cris entre risas- De hecho, lo convenceré para que te deje quedar en el castillo esta noche, así podrás asistir a lo de mañana.
- ¿Mañana? –preguntó extrañado.
- ¿No te lo había mencionado? ¡Es mi cumpleaños! –sonrió el príncipe- Estás cordialmente invitado.
- ¿Yo? ¿En serio? –expresó anonadado.
- ¡Sí!... digo... Somos amigos... ¿no? -dijo Cris sonrojado.
- Claro que sí, Cris... Amigos –le sonrió Leo, claramente ruborizado.
Permanecieron un rato así, en silencio observando el aparecer de las estrellas, ninguno de los dos podía dejar de sonreír. Abandonaron sus posiciones cuando llegó la hora de cenar, para ese entonces, Cris y su abuelo habían hablado con Guardiola para que dejara a su pupilo esa noche en el castillo, a lo que el Guardián no tuvo ningún problema. Al pequeño le prepararon la misma habitación que usó el día que lo encontraron, así que no era nueva para él. Se hizo muy tarde, los infantes se encontraban en el salón jugando con figurillas de madera cuando la Reina los mandó a dormir a ambos. Los dos se marcharon a sus aposentos a regañadientes, no tenían nada de sueño, pero ni modo, órdenes son órdenes, aparte, sabían que continuarían al día siguiente.
- Buenas noches Cris, que descanses –le dijo Leo mientras se encontraban en el pasillo.
- Buenas noches Leo, tú igual –le dijo con una sonrisa al tiempo que le daba un fuerte abrazo.
Ambos se ruborizaron por ese contacto, a Lionel, por su palidez, parecía que las mejillas le iban a estallar. Después de esto ambos se fueron a dormir con una sonrisa indeleble en sus caras, se sentían muy bien después de un día tan maravilloso, eran amigos, buenos amigos, y esa idea los hacía felices.
Al día siguiente todo era júbilo y celebración, el pueblo entero festejaba el cumpleaños de príncipe, por todas las calles se oían canciones y melodías en su honor. En el castillo no era menos, desde muy temprano, varios nobles habían acudido para la fiesta del joven soberano, la mayoría acompañada por sus hijos.
Cris estaba animado, era un día muy feliz para él, tanto así que se había levantado primero que todo el mundo y fue a despertar a sus abuelos, los cuales lo abrazaron y felicitaron. No quiso molestar a su madre aún por temor a incomodar a su hermanito o hermanita, en cambio, fue a levantar a Leo. Entró en su habitación haciendo todo el ruido posible, no obstante, el pequeño ni se movió, tenía el sueño bastante pesado. El príncipe siguió insistiendo así que lo sacudió bruscamente, dándole golpecitos en los brazos, Messi abrió los ojos con el ceño fruncido pero sonrió al ver que era Cristiano.
- ¡Es mi cumpleaños! ¡Despierta! –le gritaba alegremente dándole más golpecitos en el brazo.
- Feliz cumpleaños, tonto... ¡Ahora sal de aquí! –expresó entre risas al tiempo que le arrojaba una almohada para que se fuera.
Ninguno de los dos paraba de carcajear. El príncipe dejó la habitación del menor para que pudiese cambiarse tranquilo. Una vez que ambos estuvieron listos, fueron a desayunar junto a toda la familia Real, esta vez, Cris se sentó junto a Leo, se habían vuelto inseparables.
Después de esto, fueron al salón principal en donde se llevaría a cabo la fiesta, estaba repleta de Condes, Duques, Marqueses, Barones, en fin, un montón de gente de la nobleza. Cris y Leo se dirigieron con los demás infantes, entre ellos los que eran más cercanos al príncipe: un chico alto y calvo llamado Karim Benzema, otro de cabello chistoso y tez morena llamado Marcelo y otro rubio de nombre Fábio Coentrão. El príncipe los saludó efusivamente y les presentó a Lionel, al verlo se extrañaron por su estatura, Marcelo dejó escapar una risita a lo que Cris lo reprendió con la mirada. Los cinco se fueron al patio central a charlar y a jugar un rato. La estaban pasando bien, Leo se estaba divirtiendo, aunque tenía la sensación que no les agradaba mucho a los amigos de Cristiano, pero no pensó en eso, sólo quería entretenerse.
- ¿De dónde sacaste a esa pulga? –le comentó Benzema a Cris mientras observaban al pequeño jugando con Marcelo y Fábio al pie del árbol, el príncipe se enojó ante tal comentario.
- ¡No te permito que le digas así Karim! ¡Se llama Lionel y es mi amigo! –exclamó Cris en un evidente tono furioso que sorprendió a su acompañante.
- No te enojes... sólo hacía una pregunta... ¿amigos, eh? –lo miró pícaramente, el cumpleañero negó con la cabeza y frunció el ceño en desaprobación a su conducta, pensando que a veces se comportaba como un idiota.
Transcurrieron las horas entre juegos y risas, habían formado equipos de juego con espadas y lanzas de madera, Leo y Cris versus Karim, Marcelo y Fábio. Al principio los tres pensaron que era injusta esta distribución dado que eran dos contra tres y uno de esos dos era un 'enano', pero pronto se dieron cuenta que estaban equivocados. Leo y Cris los vencieron en todas las contiendas, ambos celebraban sus victorias con abrazos afectuosos en donde el mayor cargaba al pequeño y le daba vueltas, lo que generaba bromas pícaras de los tres nobles hacia ellos. Se acercaba el atardecer y ya era hora de cantar cumpleaños, así que se dirigieron al gran y concurrido salón en donde aguardaba un enorme pastel de cuatro pisos apetecible a simple vista, tanta era su altura que el joven príncipe tuvo que subirse a un banco para poder alcanzar el tope y apagar las velas.
Cris estaba contento, miró a su alrededor, allí estaba su abuelo, su abuela, buscó a su madre pero no la encontró (no se preocupó, pensó que vendría pronto), un montón de personas coreando su nombre y Leo... sonrió al verlo específicamente a él, no supo explicar por qué, pero observarlo y estar a su lado lo hacía muy feliz. No sabía que desear así que sólo se limitó a soplar y a sonreír con los gritos y aplausos de los presentes.
De la nada, no se sabe en qué momento, observó que varias sirvientas corrían por los pasillos que daban a las habitaciones Reales, la Reina las acompañaba con cara de preocupación. La escena llenó de nervios a Cristiano y al público en general, el príncipe casi resbaló del banco al tratar de bajarse, se dirigió al Rey, el cual trataba de calmar a la multitud.
- ¿Qué ocurre abuelo? –preguntó exaltado.
- No lo sé Cris, pero no te preocupes vamos a averiguarlo –le dijo calmadamente, no quería asustarlo más de lo que probablemente estaba. Lo instó a que lo siguiera hasta las habitaciones, el príncipe como primera reacción observó a Messi.
- Leo, ven, acompáñame –le indicó en voz baja, el pequeño asintió y los siguió.
Los tres caminaron por los largos pasillos hacia la habitación de la princesa, que era donde se aglomeraban las sirvientas y de cuyo interior resonaban unos gritos horrorosos.
- Quédense aquí chicos, voy a preguntar qué está pasando –les dijo Santiago al tiempo que se acercaba a una de las mucamas, dejando a los niños en el pasillo.
Ambos estaban perturbados, Cris entró en pánico ante tales ruidos, sin pensarlo, tomó la mano de Leo con fuerza, lo que hizo que ambos corazones se aceleraran. El Rey volvió pronto, sin embargo, no parecía agobiado en lo absoluto, todo lo contrario, se veía alegre, el príncipe soltó a Leo justo cuando el monarca estuvo lo suficientemente cerca.
- Buenas noticas Cris... ¡Tu hermanito ya viene! –exclamó Santiago con regocijo.
¡¿QUÉ?!, fue lo único que el príncipe pudo articular, la euforia lo invadió de repente... ¡Su hermano o hermana iba a nacer ya! Era algo sumamente emocionante.
Los chicos se sentaron en uno de los pasillos afuera de la habitación mientras el Rey arreglaba unos asuntos en el salón; se escuchaban los gemidos de Victoria pero ningún llanto de bebé. Cristiano no podía contenerse de las ansias, no se estaba quieto, de vez en cuando caminaba de un lado al otro, no podía esperar para que llegase pronto.
- Cálmate o abrirás un hueco en el suelo –le dijo Leo, ambos sonrieron.
- No lo entiendes, he estado esperándolo tanto tiempo... ¡No tienes idea de cuánto he deseado tener un hermanito! Quiero enseñarle tantas cosas y que sea mi compañero de juegos, así tal vez... -en ese momento sus rostro reflejó cierta tristeza- Así tal vez no me sienta tan solo... -expresó en un suspiro, era de esa forma como se sentía la mayor parte del tiempo, solo en su gran castillo, Leo lo miró compasivo, se levantó de su asiento y le dio un fuerte abrazo.
- No estás solo Cris... Yo estaré siempre contigo...-dijo el pequeño con ternura.
Al príncipe se le iluminaron los ojos en ese instante y derramó algunas lágrimas, abrazó a Leo con fuerza para no dejarlo ir jamás, sus mejillas estaban tan rojas que parecían que tomates y sus corazones latían con gran fuerza, no saben por qué, pero ambos sintieron cosquilleos en sus estómagos, como si un montón de mariposas revolotearan en su interior, era una sensación desconocida para ellos... Un momento sumamente especial.
Aquella atmósfera fue interrumpida por un repentino llanto que surgió de la habitación de Victoria... ¡El bebé había llegado! Al escuchar esto, Cristiano saltó de la alegría y abrazó nuevamente a Leo, cargándolo y dándole vueltas por los aires mientras repetía sin cesar "¡Ya nació, ya nació!".
Transcurrieron largos minutos en los que el llanto se había apaciguado y el joven soberano no podía aguantar para entrar al cuarto de su madre, pero debía esperar que lo llamasen, por fortuna, la Reina se aproximó a él, indicándole que ya podía entrar a ver a su hermanito... sí, era un varón.
- Leo, entra conmigo –le pidió Cris de manera exaltada.
- ¿Crees que sea... apropiado? –preguntó apenadamente el pequeño, la Reina le dirigió una mirada tierna.
- Vamos, entra, no hay problema –expresó Catalina con dulzura.
Ambos infantes ingresaron a la habitación donde yacía una agotada pero feliz princesa Victoria acompañada por sus sirvientas. Ella respiraba con dificultad, estaba adolorida y despeinada, su rostro estaba iluminado y su cara esbozaba una enorme sonrisa mientras observaba al bebé durmiente en sus brazos, su bebé. Cris y Leo sonrieron ante la escena, era un momento sumamente feliz.
- Cris... Mi Cris... Ven a verlo... -expresó Victoria con dificultad. El príncipe se acercó a ella, seguido por Leo, aunque este último se detuvo antes de llegar al marco de la cama.
- ¿Puedo cargarlo mamá? –preguntó Cristiano con los ojos engrandecidos.
- Claro... pero ten mucho cuidado –dijo la princesa entregándole delicadamente a la adorable criatura.
Ronaldo lo sostuvo con firmeza entre sus brazos, no pudo evitar llorar de la conmoción al verlo, era tan hermoso, su carita era tan delicada, sus manos eran tan diminutas, casi no tenía cabello y, por lo que se veía, su piel sería ligeramente más oscura que la del hermano mayor. Cristiano sonrió al tiempo que le daba un tierno beso en la frente.
- Acércate Leo... Míralo... -le instó Cris entre lágrimas de felicidad, Leo obedeció, también acongojado por la ternura del suceso.
Messi se aproximó a Cris para observar al nuevo príncipe, justo cuando se acercó lo suficiente sucedió algo extraordinario: el bebé abrió los ojos lentamente vislumbrando un iris preciosamente verdoso que, por algún motivo inexplicable, parecían fijarse sólo en Leo. El infante se quedó observándolo por instantes con expresión estupefacta, quizás era la cosa más linda y tierna que había visto en su vida y esos ojos eran únicos, cautivantes, él sabía que sólo era un reflejo y que tal vez ni siquiera lo estaba observando realmente, no obstante, sintió una repentina conexión con esa criatura.
- Parece que le agradas –rió Cristiano a lo que Leo sonrió también, ambos se quedaron contemplando al querubín por unos segundos más hasta que el Rey apareció en la habitación para cargarlo, él también estaba totalmente emocionado.
- ¡Oh mi Dios! ¡Es perfecto! –expresó el monarca tomando delicadamente al principito en brazos- ¿Qué nombre has decidido ponerle?
- Neymar... Su nombre es Neymar Da Silva –aclaró Victoria con una sonrisa.
La alegría reinó en ese momento y la noticia no se hizo esperar, el Rey ordenó a los sirvientes que difundieran la buena nueva en todo el reino, debía saberse y festejarse. Los gritos llenaron las calles, de por sí ya estaban en algarabía por el cumpleaños de Cristiano, ahora se alborozaban ante las voces de los anunciantes:
"Regocijaos, gran pueblo de Realbar, ha nacido un nuevo soberano, el Príncipe Neymar"
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