VII
Estábamos todos presentes y formados enfrente de la casa del gobernador Saavedra. Formamos dos filas desde la calle hasta la puerta. El gobernador y el general Mata estaban parados frente a la puerta. Estábamos vestidos de gala, pues venía un invitado especial. En la calle se detuvo un carruaje. El cochero se bajo y abrió la puerta. Primero se bajó un hombre de tez pálida con el uniforme militar de la época, sable y todo. Detrás de él venía nuestro invitado principal: el General Levante.
-Bienvenidos-dijo el gobernador Saavedra a los visitantes, mientras se inclinaba y estrechaba sus manos-General Levante. Capitán Allende.
-Gracias por su hospitalidad-dijo el General
-Lo mismo digo-continuó el capitán Allende-Así que, ¿ellos son de los que me habló?
-Exactamente-respondió el General-No todos vuelan. La mayoría ayudan a mantener los aparatos y la pista en buen estado o coordinan desde tierra. Pero todos y cada uno son guerreros y soldados.
-Je-exclama el capitán Allende-Es bueno saber que tenemos gente disciplinada. Pasé un año combatiendo con campesinos indisciplinados y salvajes, ¡una auténtica chusma! Pero-se pone a mirar alrededor-¿quienes fueron los que volaron aquí a inicios de año? Creo que se hicieron celebridades por aquí
-Están aquí mismo-dice el general Mata con un ademán-¡Mendoza y Cienfuegos, paso al frente!
-¡Señor!-decimos al unísono al mismo tiempo que damos el paso
-Excelente-dice el capitán Allende-¿Por qué no pasan con nosotros? Tenemos asuntos que discutir
-¿Señor?-pregunto algo confuso
-Pasen-dice el general Mata-Es en serio que tenemos cosas que hablar con ustedes, par de estrellas
El capitán Mendoza me da una mirada de confusión mientras se encoge de hombros antes de que sigamos adentro a los hombres. La casa es realmente grande, pues tardamos unos minutos en subir las escaleras, cruzar pasillos y llegar a la habitación. Esta era bastante grande, con muebles fines, una mesa de ajedrez en el centro y alrededor, sillones con colchones llenos de plumas y extremadamente suaves. Mi retaguardia lo sabe de primera mano.
-Muy bien-dice el capitán Allende-Esta es la situación. Napoleón pactó con la Corte de Cádiz un cese al fuego. Con eso, no debe tener problemas en derrotar a las fuerzas británicas en la peninsula. Hasta donde sabemos, una vez que lo haga, construirá una flota con el fin de invadirnos y retomar esto para España. Lo más probable es que venga aquí para abrirse paso hasta la capital y no podemos permitir eso
-Eso queda muy claro-dijo el general Mata mientras sacaba un puro y abría la ventana-pero cuando vengan estaremos listos
-No es tan simple-agrega el capitán Allende-Estamos hablando de 80 a 100 navíos cargados de soldados y cañones. La guarnición en estos momentos es más un matadero. Y aunque su máquina voladora y sus cañones nuevos pueden hacer algo, no creo que sea suficiente.
-¿Y qué sugiere que hagamos, capitán?-continua el general Mata-¿Nos traerá más soldados?
-Lo que haremos-dice el General Levante mientras manipulaba las piezas del ajedrez-es inspirar a los civiles al combate. Tenemos botes y podemos ponerles cañones a algunos, pero la gente no se unirá porque sí.
-¡¿Quiere tener a civiles en el frente?!-dice el general Mata, tosiendo humo del susto-¡Será una masacre!
-No lo será-responde el General mientras voltea hacia el capitán Mendoza y yo. En sus manos, sostiene los alfiles negros y los extiende hacia nosotros-porque los Voladores de Veracruz les cubrirán la espalda
-¿Perdone, señor?-dice el capitán Mendoza confundido
-Escuchó bien-continua-Ustedes se convertirán en los heroes de esta ciudad, y del país
Estaba tan confundido que podías ver el signo de interrogación en mi cara-¿Cómo haremos eso señor?
-Ustedes ya hicieron la mayor parte-agrega el General-sé que está ciudad se ha encariñado con ustedes desde ese primer vuelo. Todo lo que tienen que hacer es aparecer más en público, hacer piruetas en el aire, contestar entrevistas en periódicos. En fin, hacer que la gente los conozca y que se quiera unir a nuestra causa
-La propaganda y la moral son elementos muy importantes del arte de la guerra-dice el capitán Allende-si hubiera visto cuantos campesinos atrajo el cura Hidalgo con sus discursos, no me lo creería. Llegamos muy lejos con la gente
-Por supuesto-dice el gobernador, que se había quedado callado toda la conversación-No es lo único que haremos, ¿verdad?-mira con nerviosismo-¿Ver...dad?
-jajaja-ríe un poco el General Levante mientras sigue manipulando el ajedrez-No, claro que no. Sacamos mucho de los tratos con los estadounidenses. Actualmente están en pie de guerra contra los británicos, pero accedieron a enviar una de sus mejores fragatas al puerto. Temen que si México cae, Napoleón cruzará la frontera y los atacará. El Almirante de la Mar vendrá a hablar con ellos en persona más adelante para ver si pueden negociar otra. Y hablando de él, su proyecto en los astilleros es crucial para que esto funcione
-¿Qué hay exactamente en los astilleros?-pregunta el capitán Allende
-Según Acosta, un barco-dice el general Mata mientras toma un respiro hondo a su puro-Más rápido y durable que cualquier otro. Y no es el único
-Efectivamente-dice el General Levante, continuando -No diré mucho, pero no sólo vamos a repeler el ataque francés...
El General planta firmemente una última pieza en el tablero. En él, las piezas blancas están rodeadas por las negras.
-Vamos a rodearlos y aniquilarlos
-Supongo-digo yo-que tiene sentido. Si lo que se necesita es heroes, creo que podemos con ello, ¿cierto, capitán?
Una sonrisa arrogante se dibujo en la cara del capitán Mendoza.
-¡Pos a la chingada!-grita mientras alza su puño-Nos tocó ser los malditos heroes, así que hagámoslo bien, ¡Al chaparrón Bonaparte le vamos a dar unas pataditas en el culo!-Todos reímos ante el comentario
-Muy bien-dice el General Levante-creo que eso lo resuelve todo. Sólo una cosa más antes de retirarse, teniente-saca de su uniforme dos insignias de hombros-Ahora mismo, personalmente lo estoy ascendiendo al rango de capitán.
Me quedé boquiabierto. El capitán Mendoza sonríe de la sorpresa antes de estrechar mi mano sin que yo mismo reaccione.
-¡Felicitaciones, teniente!-dice él mientras comienza a quitarme la insignia derecha-Perdón...capitán
-Jeje-dice el General mientras me quita la insignia izquierda y le pasa la nueva insignia al capitán-Claro, seguirás actuando bajo las ordenes del capitán Mendoza. Al menos por ahora
-Claro como el agua, señor-digo con la voz entrecortada por la emoción. Cuando terminan de ponerme las insignias, volteo hacía ambos y los saludo. Cuando el general saluda de vuelta, el capitán y yo dejamos el cuarto, con dirección a la salida.
-Esto hay que celebrarlo con los muchachos-dice el capitán-Así sea que terminemos todos borrachos. Vamos a algún bar de la ciudad y pasémosla bien después del turno.
-Me parece bien, señor-asentí-Sólo espero que no nos acabemos todo el alcohol de la ciudad
Por la noche, cuando estábamos todos fuera de servicio, nos la pasamos en una cantina cerca de los muelles. El coronel Aguilar hablaba de sus conquistas amorosas de joven, los soldados bebían y cantaban corridos mientras los locales los miraban confundidos al no saber la letra. Por mi parte, procuraba medirme en la toma de alcohol. No para evitar emborracharme, sino para estar justamente en el punto de sentirme en las nubes pero consciente y atento a mi alrededor.
-Y ahora que lo ascendieron-dice un sargento-¿se la va a pasar menos con el escuadrón y más con las mujeres?
-Para nada-contesté con un poco de hipo-Jamás traicionaría al escuadrón por una mujer *hic*. No lo he hecho aún, y no *hic* planeo hacerlo. Primero, mis camaradas *hic*.
-No hable tan rápido, mi capitán*hic*-dijo el capitán Mendoza, más perdido que yo-Yo decía lo *hic* mismo hasta que conocí a mi Debora, ¡Y ahora mírame*hic*: con dos escuincles ya crecidos!-me pone la mano en el hombro-Es más *hic*, ¿quieres que te introduzca a mi hija*hic*?
-¡No, gracias señor!-respondí en tono burlón-¡Todo menos *hic* tenerlo a usted de suegro!
-¿Cómo que no?-dice el capitán con la cara roja-¡Si soy increíble! ¡Ven acá *hic* chamaco de tu madre!-y me hizo un candado en la cabeza y comenzó a frotar sus nudillos contra ella
Y así nos la pasamos hasta altas horas de la noche. Todos se fueron retirando a los cárteles hasta que sólo quedé yo. Cuando finalmente salí, me encontré con varias mujeres. Específicamente, prostitutas que se ofrecían a mí. Algunas incluso se abalanzaron sobre mí y me ofrecieron descuento por mis hazañas aéreas. Hablaba la verdad con mis compañeros, por lo que las apartaba suavemente, si bien se hicieron sentir sus caricias. Tomé un camino a través de los muelles para evitarlas, apenas suficientemente consciente para evitar caer al agua. Pero cuando pasaba por el muelle donde normalmente me siento a descansar, vi una silueta parada ahí. No sabía quién era, pero el alcohol alimentó mi curiosidad, así que me fui acercando. Cuando estaba a unos metros, noté que tenía un revólver enorme en la mano, y me preparé para pelear. Pero cuando estaba por saltar sobre él, vi que tenía un uniforme de la FAM, era alto y de tes pálida, con cabello rubio. Entonces el hombre se volteó y me dio un brinco el corazón.
-¿General Levante?
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